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El fuego bajo el hielo por Laet

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Notas del capitulo:

Perdón, perdón, perdón, perdón, perdón T.T Esta vez sí que me he pasado un montón. El caso es que me enganché a una serie de libros, y luego empezó el curso y... vamos, que pasó el tiempo y no le dediqué tiempo a esto. Espero de corazón que no vuelva a pasar.


Bien, pues este capítulo es... raro, muy raro, rarísimo, pero bueno, ya me diréis ^^"

  La primera vez que había visto al padre de Kai su mirada le había parecido terrorífica. Sin embargo, no era nada comparada con la que en aquel momento le dirigía el abuelo del joven ruso. Los ojos rojizos de Voltaire Hiwatari lo traspasaban como un par de dagas tan gélidas que llegaban a quemar.


  No era exactamente lo que se esperaría de un hombre de su edad. Así como Andrei no parecía en absoluto un hombre de mediana edad, los años tampoco parecían causar demasiado efecto en Voltaire. Tenía múltiples arrugas, amplias y profundas, sí, y su cabello, también bicolor, había encanecido quedando blanco y gris. Pero su cuerpo parecía recio y fuerte, su espalda no se había encorvado bajo el peso de los más de siete decenios que cargaba sobre sus hombros, su paso era todavía firme, para nada vacilante ni torpe, lo que hacía pensar que su bastón, de madera oscura y pomo dorado, era más un símbolo de distinción que un apoyo.


  Y, por último, estaban sus ojos.


  Aquellos no eran los ojos acuosos, opacados por la edad y con el color algo desvaído de un anciano. Para nada. Aquellos ojos tenían un color intenso, de mirada más intensa aún, con un brillo duro, acerado, y en aquel momento lo inspeccionaban de arriba a abajo con manifiesta desconfianza y un toque de repulsión, mientras él intentaba no temblar como una hoja en mitad de un vendaval.


  -¿Y cómo has dicho que se llama?-le preguntó a su nieto. Todas las preguntas iban dirigidas a Kai, no a él, ni tampoco a Yuri, cuya existencia parecía ignorar.


  -Ray Kon, abuelo –repuso el joven con cierta exasperación. Habría hecho notar que Ray no era mudo y que podía responder por sí mismo, pero esa insolencia no haría más que enfadarlo y, por otra parte, el pelinegro ya parecía suficientemente incómodo siendo escrutado como un bicho raro. No había necesidad de empeorar la situación.


  -Ray Kon... –repitió con lentitud.-Y os conocisteis en el conservatorio, ¿es así?


  -Sí –no era del todo verdad, pero tampoco una mentira. Se habían encontrado algunas horas antes, pero él no había sabido del nombre del oriental hasta que coincidieron en clase. Y no le apetecía contarle sus problemas con cierto grupo callejero.


  -¿A qué ha venido?-preguntó, haciendo su molestia más evidente.


  -Hemos venido a ver cómo se encuentra mi padre. ¿Está en la sala?


  -¿Y por qué te interesa el estado de mi hijo?-inquirió desoyendo la pregunta de Kai.


  Ray tardó unos segundos en darse cuenta de que le hablaba a él.


  -Oh, es... es que ayer no parecía encontrarse muy bien y me... bueno, nos preocupó a todos –logró responder tartamudeando un poco.


  Al oriental no le hizo falta el más mínimo gesto para saber que no le había creído. Tampoco podía hacer nada para evitarlo. Ni aunque hubiese sabido cómo tratarle habría podido congraciarse con él. Estaba casi paralizado con aquellas pupilas taladrándole la cabeza. Todo lo que quería era largarse, pero realmente le preocupaba el estado de Andrei Hiwatari. Además, aunque comprendiese sus motivos, probablemente a Kai le dolería que se fuese tras haber prometido acompañarlo.


  -¿Qué quieres de mi nieto?-preguntó entonces el anciano.


  -¡Abuelo! –protestó Kai, sorprendido a la vez que furioso. Sabía de lo que era capaz su abuelo, pero había deseado con todas sus fuerzas que no llegase a aquel punto.


  Había albergado la esperanza de no cruzarse con él. A aquellas horas solía estar encerrado en su despacho entre inmensas pilas de papeles, pero, para su desgracia, aquel día había recibido una llamada importante y hubo de salir a atenderla... aunque, por lo visto, no era tan importante como para que no se parase a crucificar y enterrar a Ray.


  El hombre apenas desvió la vista hacia él un segundo antes de volver a centrarla en Ray.


  -He visto a muchos como tú a lo largo de mi vida. Reconozco que sólo para haber conseguido acercarte a Kai y ganarte su confianza debes de ser un estafador de primera, pero ya te advierto que ningún truco funcionará conmigo. Te conviene salir ahora mismo por esa puerta y dejar las cosas tal como están antes de que me vea obligado a intervenir.


  Ray se había preguntado cuánto tardaría en oír algo similar salir de la línea dura que eran los labios fruncidos del anciano, pero hubiese preferido que fuese más tarde que temprano. ¿Qué podía decir? Muchas cosas pasaron por su mente, como que no le movía el interés, que él debería preocuparse más por el bienestar de su familia y algo menos por su dinero, y varias frases más que lo habrían llevado directo a la tumba.


  -No quiero dinero, yo lo quiero a él –dijo simplemente en voz baja. Su mirada más fría no era ni la mitad de intimidante que la de los Hiwatari, pero sus ojos dorados soportaron con aplomo la mirada granate.


  Por el rabillo del ojo vio que Yuri se mordía la uña del índice con ansiedad y que Kai se había tensado como la cuerda de un arco, preparado por si tenía que interponerse entre su abuelo y Ray.


  Pero no ocurrió nada.


  Voltaire se limitó a mirarlo con frialdad, sin dejar entrever sus emociones... si es que realmente tenía alguna. Luego de unos segundos interminables en que Ray casi pudo sentir cómo la sangre se le congelaba en los vasos, el hombre caminó hacia la salida sin añadir una sola palabra más, para incredulidad de los chicos.


  -Ray sintió vagamente que Yuri le echaba los brazos al cuello y le besaba la mejilla mientras balbuceaba algo que no pudo entender. Le pitaban los oídos, sus piernas se habían hecho gelatina y, de no ser por el abrazo de su amigo, habría caído al suelo. En su conmoción no supo cómo, pero de repente se encontraba rodeado por los brazos de Kai, que lo atraía protectoramente contra su pecho.


  -Estás loco, loco de remate –oyó que le decía.


  -Es por tu culpa –repuso. El gesto grave del bicolor se suavizó al ver su sonrisa. Se sentía bien, increíblemente cansado, pero bien.


  -Ray, eso ha sido épico –dijo el otro ruso, que lo contemplaba con admiración.


  -Es cierto, mi abuelo jamás se ha ido sin tener la última palabra.


  -Seguramente seas la primera persona no-Hiwatari que le lleva la contraria y vive para contarlo –completó Yuri.


  -Ah... –no sabía exactamente si aquello era bueno o malo. Tal vez Voltaire sólo hubiese aparcado el asunto por el momento y estuviese planeando algo peor para el futuro.-Hmm... ¿qué tal si vamos a ver a tu padre, Kai? No es que no me guste tu vestíbulo, pero habíamos venido por él.


  -Cierto –asintió el pelirrojo.-Además, a mí sí que no me gusta tu recibidor, es demasiado lúgubre.


  -Hn –el bicolor dio media vuelta, enfilando el pasillo a su derecha.-Eres libre de largarte cuando quieras.


  -¡Serás ingrato! –exclamó dolido.-Encima que vengo para hacerte compañí... –se detuvo antes de acabar la frase.-Oh, entiendo –sonrió.


  -Sería la primera vez –murmuró el bicolor.


  -Lo lamento, Kai, de veras –se disculpó.


  Kai se detuvo para mirarlo, interrogante, al igual que Ray.


  -¿De qué diablos estás hablando?


  -De que tres son multitud, y debí suponer que preferirías estar... a solas con Ray –le guiñó un ojo.


  -Yuri... –empezó a decir Kai, pero luego se lo pensó mejor.-Bah, olvídalo –dijo dándole nuevamente la espalda para seguir su camino.


  -¿Olvidar qué? Kai, ¿qué ibas a decir?-preguntó, trotando para alcanzarlo.


  Ray se quedó atrás un momento, suspiroso. ¿Por qué Yuri siempre tenía que hacer referencia a lo mismo? Con lo tranquilo que le había parecido al conocerlo...


  Cuando alcanzó a los chicos éstos estaban parados en lo alto de las escaleras, en callados. Ascendió sigilosamente a su lado y Yuri le indicó con un gesto que guardase silencio. Kai se adelantó unos pasos y ellos lo imitaron. Se oía un murmullo, una voz aguda, femenina, airada, que respondía a otra que no eran capaces de distinguir sobre el silencio.


  En una de las pausas de aquella voz ofendida Ray ladeó la cabeza, concentrado. Había de fondo un susurro grave y monocorde apenas perceptible. El pelinegro frunció el ceño cuando una nueva exclamación le llenó los oídos. "Prefieres a esa maldita flor que a mí" o algo semejante.


  -Tal vez deberíamos volver en otro momento... –dijo a sus amigos, pero ni bien había acabado de decirlo cuando se oyó un portazo.


  El sordo retumbar de unos tacones sobre la espesa alfombra precedió a la persona que dobló de pronto la esquina. Les echó un rápido vistazo a los tres antes de que su atención se centrase en el bicolor.


  -Oh, Kai –sollozó.-Menos mal que estás aquí. Tienes que hablar con tu padre.


  Ray observó a la mujer, impresionado. Era una hermosura de piel blanca, labios rosados, ojos azul cielo y bucles rubios. Su expresión afligida le inspiró una profunda emoción.


  -¿Qué ha ocurrido, Lis?-le preguntó Kai sin dejarse conmover. Suspiró imperceptiblemente al ver la sonrisa esperanzada de la mujer.


  Sabía que ella había malinterpretado como gesto de familiaridad y cariño el que la llamase Lis cuando lo cierto era que... Kai era incapaz de recordar su nombre. Sabía que era Lisbeth, o Lisabetta, o algo así, pero no estaba seguro. Nunca había intentado retener el nombre de las chicas con que salía su padre, una confusa sucesión de muñequitas, tan parecidas unas a otras que resultaba escalofriante. La única a la que había sabido diferenciar era Yudani, de piel tostada, cabello y ojos oscuros, siempre sonriente y afectuosa, tan distinta a los demás ángeles de cabelleras, pieles y ojos claros.


  Su cabello pareció una llamarada dorada y fragante bajo la luz que se colaba por las ventanas cuando Lis sacudió la cabeza, confusa.


  -No lo sé, de repente resulta que no me quiere aquí y... Yo que había venido a ver cómo se encontraba...


  -Lo lamento, pero eso es cosa de mi padre.


  -Pero estoy segura de que te escucharía. Por favor, Kai... –suplicó.


  -Lo lamento –repitió con tono seco, cerrando los ojos.


  La mujer se tragó las lágrimas de frustración y vergüenza. Pareció que iba a decir algo más, pero decidió que no le serviría de nada. Con toda la dignidad que le quedaba pasó por su lado y desapareció escaleras abajo.


  -Kai... –susurró el oriental cuando el repiquetear de sus tacones se perdió en la distancia.


  El bicolor se giró para mirarlo.


  -No te lamentes por ella, lo que realmente le duele es que mi padre ya no le hará más regalos. Es poco más que una niña, apenas mayor que nosotros. Nunca ha habido nada serio entre ellos.


  -Y entonces, ¿por qué sale con ella?


  -Es bonita –fue Yuri el que respondió-, hasta tú te has quedado con la boca abierta.


  -Así que es eso, sólo una chica guapa coqueteando con un hombre rico –suspiró sacudiendo con la cabeza.-Es trágico.


  -No todo el mundo se toma las relaciones en serio, simplemente se divierten... o sacan provecho, como en este caso –hizo un gesto hacia las escaleras por las que acababa de bajar la mujer.-No te dejes engañar por su carita angelical, no es tan dulce como parece.


  -Hmm...


  Kai carraspeó.


  -Bueno, ¿seguimos o preferís quedaros hablando de ella?


  -Lo siento –se disculpó Ray, azorado-, por un momento olvidé... Vamos.


  El bicolor negó con la cabeza, pero su sonrisa contrarrestaba el desdén del gesto. Se adelantó por el pasillo por el que había aparecido Lis y llamó a una de las puertas a la derecha. En seguida le dieron permiso para entrar y, tras hacerles una seña para que lo siguiesen, abrió la puerta y traspasó el umbral.


  -Buenos días, chicos –los saludó el señor Ivanov.


  Andrei, sentado junto a una mesita de madera oscura y lustrosa, muy entretenido mirando la flor de intenso color rojo que crecía en la maceta situada la misma, pareció despertar de su ensoñación.


  -Oh, hola, ¿qué hacéis aquí?-preguntó.


  -Hemos venido a ver cómo estabas –respondió Kai.-¿Y esa planta?


  -Un regalo –contestó escuetamente.


  -Hablando de eso –intervino Dimitri-, tal vez tú sepas de quién. A mí no ha querido explicármelo. ¿Quién es esa tal Ekate...?


  -¡Calla! –exclamó Andrei, abochornado.


  Kai alzó una ceja y compuso una sonrisa burlona.


  -Qué interesante... –murmuró.-Y eso que ayer casi haces que la despidan.


  El hombre se encerró en un silencio molesto y volvió a dirigir su atención a la flor. Era sin duda un espécimen curioso, con los tres pétalos inferiores muy juntos, apuntando al suelo, y los tres superiores, más estilizados y separados, hacia arriba, derecha e izquierda. Yuri se acercó para verla mejor.


  -Nunca había visto antes esta flor, ¿qué es?


  -No tengo ni idea –confesó Andrei.


  -Es una flor de lis –respondió Ray. Ahora entendía lo que había oído exclamar a la chica.


  Se volvieron hacia él.


  -¿Ah, sí? ¿Cómo es que la conoces?


  -Una... amiga mía se empeñó en que quería pintar una flor de lis natural, no el símbolo, y como no tiene mucha mano para las plantas luego tuve que cuidarla yo.


  -¿Te refieres a Maya?-preguntó Yuri.


  -Mariah –fue Kai quien lo corrigió.


  -Mariah... –repitió pensativo el padre del bicolor-, creo que hay una chica con ese nombre entre los artistas que expondrán en el Pushkin en enero.


  -Oh, ¿al fin han terminado las reformas?-dijo Dimitri.


  -Planean acabarlas en enero, y, como inauguración, se celebrará una exposición de nuevos talentos de todo el mundo –se volvió hacia Ray.-¿No será tu amiga una de ellos?


  -Sí, es ella, Mariah Wong.


  -Vaya, qué casualidad. Supongo que te gustaría ir para verla y darle ánimos.


  -Sí, pero desgraciadamente será una gala privada y es necesaria una invitación.


  -No es problema, precisamente –se puso en pie y cruzó la habitación hasta su escritorio, donde rebuscó entre sus papeles-, a ver... Aquí está. Como te decía, me han enviado algunas invitaciones así que, si te apetece... –le tendió una hoja de papel grueso con ribetes dorados y elegantes letras negras.


  -¿De... de verdad?-parpadeó sorprendido.-¡Muchísimas gracias, señor! ¿Qué dices Kai?-miró a su novio.-¿Iremos?


  -Si tú quieres...


  -No voy a obligarte, si no quieres no importa –se encogió de hombros.


  -Iremos –resolvió cogiendo la invitación de la mano de su padre.-Tengo curiosidad por ver los cuadros de tu amiga.


  Y también por verla a ella, claro. Quería saber cómo era la ex de Ray, y también sería interesante su reacción al ver con quién estaba ahora el pelinegro.


  -Gracias otra vez, señor Hiwatari –le agradeció el oriental.


  -A ti por venir a visitarme.


  -Hablando de agradecimientos –dijo el joven bicolor-, ¿qué hay de la flor de lis?


***


  -¿Por qué no me decís de una vez adónde vamos?-dijo Yuri.


  -No es asunto tuyo –masculló Kai.


  -No creo que importe, Kai –sonrió el pelinegro-, de todos modos va a enterarse en cuanto lleguemos. Y seguramente tu padre se lo acabe contando a Dimitri.


  El bicolor lo miró de reojo, sin quitar del todo su atención de la carretera, y suspiró.


  -La persona que le envió la flor a mi padre es Ekaterina Petrova, nuestra profesora en el conservatorio. Vamos a casa de su hija para que le haga llegar una invitación para la exposición.


  -¿Tanto secretismo por eso?-Kai se encogió de hombros.-En fin... ¿Era la mujer que estaba con él en el parque?


  -Sí.


  -¿Y su hija?


  -Es amiga mía –respondió Ray.-Vive en el edificio contiguo al mío.


  -¿Satisfecho, Ivanov?


  -Supongo...


  Desvió la mirada de sus ojos azules hacia la ventanilla. Reconocía vagamente algunas de las calles. Sabía que en aquella dirección se encontraba también el piso de Kai, pero, dado que su amigo no solía invitarle a su morada, no conocía mucho la zona.


  Encontraron un hueco para aparcar no muy lejos de su destino, un edificio de colores rojo y blanco, muy similar al de Ray. El oriental subió los escalones con rapidez y pulsó el botón del 5ºA. Sus amigos ya estaban a su lado cuando la voz de Sveta sonó a través del portero automático.


  -¿Sí?


  -Soy Ray.


  -Ah, hola –la puerta zumbó y Kai la empujó para abrirla.-¿Está?


  -Sí.


  Cuando salieron del ascensor, Sveta estaba en el quicio de su puerta, con una ligera sonrisa de incredulidad.


  -Bienvenidos, ¿qué tal? Adelante.


  -Hola, Sveta, ¿qué...? Oh, caray –dijo cuando entró en el piso.


  -Bueno, ya está resuelto el misterio de la procedencia de las flores –comentó el pelirrojo.


  -Humm... sí... –hizo un breve gesto a su alrededor. Todo estaba lleno de tiestos con plantas muy diversas, algunas enormes y frondosas.-Según mi hermana esto es una mezcla entre Parque Jurásico y la Tierra Media.


  -Sólo que sin orcos ni dinosaurios –dijo una voz desde el fondo del pasillo. Una chica  muy parecida a Sveta, salvo porque parecía algunos años mayor y su cabello era mucho más corto.-Hola.


  -Oh, ella es mi hermana, Valeria. Valeria, ellos son Ray, Kai y... –frunció el ceño-, lo siento, a ti no te conozco.


  -Yuri Ivanov, un placer.


  -Yo soy Svetlana Petrova. Bueno, ¿qué os trae por aquí?


  Los dos chicos miraron a Kai, que carraspeó, algo incómodo por tener que hacer de mensajero. Tendió a la chica un sobre.


  -Es para tu madre, de parte de mi padre, ¿podrías hacérselo llegar?


  -Sí, por supuesto, pero ¿qué...?


  -Es como agradecimiento.


  -Ah, ya, lo de su cita de ayer –murmuró la otra chica.-¿Le gustó la flor?


  -Sí, fue un bonito detalle.


  -Y tanto que debió de gustarle –dijo Sveta.-Es una invitación para la gala del museo Pushkin, es imposible conseguir una.


  -No me lo creo –Valeria le arrebató el papel para verlo de cerca.-¿En serio no es... no es una broma?


  -No. ¿Por?


  Ella parpadeó un par de veces.


  -Hermanita, tú no tienes novio, ¿verdad?


  -¡Oye! –Yuri disimuló una carcajada.-¡Qué cara tienes! –se quejó Sveta.-Además, él es el novio de Ray.


  -Oh... He metido la pata, ¿verdad?


  -No, ¿tú crees? Anda, sigue deshaciendo la maleta –negó con la cabeza mientras la veía marcharse de nuevo a la habitación de invitados.-Lo siento mucho, Kai.


  -¿Bromeas? Ha sido buenísimo –se rio Yuri sin poder contenerse más.-Vuestras caras eran un poema.


  -Si tú lo dices... Ahora en serio, Kai, le haré llegar esto a mi madre, pero no sé si lo aceptará.


  -Desde luego, no es un regalo muy habitual a cambio de una flor –comentó el pelirrojo.-A lo mejor quiere algo serio con ella.


  Sveta miró a Yuri, frunció el ceño y luego miró al bicolor.


  -Francamente, no me imagino tenerte como hermano mayor... aunque no puedes ser peor que... –hizo un gesto hacia el pasillo. Ray, Yuri y ella compartieron una breve risa. Kai se limitó a sonreír levemente.-De todas formas no creo que quiera nada, se conocen desde ayer.


  -No tengo ni idea, la verdad es que mi padre es un misterio para mí –confesó el bicolor.-Siento no poder aclararte nada.


  -No tiene importancia, ya son mayorcitos después de todo.


  -Por cierto –dijo el pelinegro-, ¿cómo es que está aquí tu hermana?


  -Ella y su novia han venido a pasar la Navidad aquí. Es la primera vez desde que nuestros padres se divorciaron, así que preferí que se quedasen conmigo.


  -Eso está bien.


  -Sí –sonrió con ternura.-Eh, no os he ofrecido nada, ¿queréis tomar algo?


  -Gracias, pero tenemos cosas que hacer –declinó el pelirrojo.


  -¿Ah, sí?-preguntó Kai.


  -Aún me faltan regalos por comprar. Me gustaría que Ray me echase una mano, si no te importa.


  -Pues no, ¿queréis que os lleve a algún sitio?


  -No hace falta, ¿no?-dijo mirando al oriental, que intentaba ocultar su desconcierto.-Daremos un paseo por los alrededores. Volveremos pronto.


  -Muy bien. Si me necesitáis estaré en casa –dijo mientras salían del piso de Sveta. Se despidieron de la chica y salieron a la calle, donde se separaron.


  -¿A qué ha venido todo eso?-preguntó Ray mientras veía alejarse el coche del bicolor.


  -Pensé que ya iba siendo hora de organizarlo todo para la cena. Quedan un par de días para Nochebuena, así que vamos, ¡tenemos mucho por hacer!

Notas finales:

Gracias por leer, se agradecerán los reviews. Ah, y aprovecho para hacer una pregunta: ¿os gustaría que la novia de Valeria fuese alguna chica de Beyblade? Si la respuesta es sí, ¿quién? Muchas gracias por opinar ^^


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