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El fuego bajo el hielo por Laet

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Notas del capitulo:

He tardado un montón, ya lo sé... a estas alturas qué le voy a hacer. Bueno, simplemente decir que espero que al menos lo disfrutéis.

  Comenzaba a despertarse, pero notaba su cuerpo desconectado de su cabeza, entumecido y pesado. Su mente tampoco es que fuese una maravilla. Trató de hacer repaso de sus recuerdos más recientes.


  Era dos de enero, eso lo sabía. Habían pasado el día anterior limpiando el piso de Ray, a pesar de lo cansados que estaban después de celebrar Año Nuevo con Yuri y Bryan, que los habían llevado de fiesta por la ciudad hasta que Kai no soportó más estar rodeado de gente. Resultó ser un período bastante superior al habitual gracias a que se encontraron con Valeria, Julia y Sveta. ¿Que por qué eso había influido en su paciencia? Porque Sveta tampoco era amiga de las grandes concentraciones, la bebida y la música alta, así que tendía a quedarse apartada en algún rincón tranquilo, o, si no encontraba ninguno, salía a la calle para despejarse. Y Kai la acompañaba, lo cual era bueno tanto para él como para sus amigos, que podían relajarse sabiendo que nada le pasaría a la chica estando con el bicolor.


  Ray tampoco era muy amigo de salir de fiesta, pero reconocía que había sido divertido, aunque después de limpiar a fondo el piso –a excepción de las habitaciones de sus amigos, primero, porque sería una invasión a su intimidad, y segundo, porque habría sido un suicidio intentar arreglar la leonera del japonés-, se habían quedado dormidos en el sofá, totalmente agotados. La limpieza se debía a que ese día llegaban Tyson y Max. Le hacía ilusión volver a verlos, pero también le daba pena dejar el piso de Kai...


  Kai...


  Había algo respecto a él que se le estaba pasando por alto.


  ...


  ¿Pero el qué?


  ...


  Esa parte de sus recuerdos aún estaba demasiado borrosa.


  Bostezó y se movió un poco, lo que su propio cuerpo le permitía, para acomodarse mejor. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no era cosa del sopor que se notase raro. Sentía las sábanas, no sólo su leve peso, sino también su tacto suave. También algo muy cálido y suave. La piel de Kai contra la suya.


  La luz se hizo en su mente a la vez que su cuerpo parecía estallar en llamas...


 


***Flash back***


 


  Alguien lo zarandeaba con suavidad. Abrió los ojos y se descubrió echado en el sillón de su piso. La claridad había disminuido notablemente desde que se había sentado allí para descansar. Miró a Kai, que estiraba los brazos para desperezarse. Él también debía de haberse dormido.


  -¿Qué hora es?-preguntó frotándose los ojos.


  -Hmm... –comprobó su reloj.-Las ocho y media pasadas.


  Había pasado como una hora y media, si no se equivocaba, pero le había venido bien. Estaba mucho más despejado.


  Recogieron los útiles de limpieza y volvieron al piso de Kai. Llovía a cántaros, y las gotas de lluvia hacían un ruido ensordecedor al estrellarse contra el suelo y contra la tela del paraguas. Por suerte no hacía mucho viento, pero aún así acabaron empapados casi hasta la rodilla. En general la lluvia sólo le gustaba cuando la veía desde el otro lado de la ventana, sin embargo el bicolor parecía disfrutar del paseo, y verlo con aquella expresión relajada siempre le levantaba el ánimo, así que no le importó.


  Aldebarán los recibió con un maullido indignado y una mirada de descontento a causa de la tardanza. Era un animal tan expresivo que a veces Ray olvidaba que no era más que un gato.


  Kai le dio de comer mientras el oriental se quitaba los zapatos y se secaba los pies. Se había duchado aquella mañana, pero quizás le vendría bien otro baño para entrar en calor. Se dio cuenta de que aún tenía puesto el abrigo y fue a dejarlo en el colgador de la entrada. El bicolor estaba sentado en el sofá, frente a una pequeña pila de libros de texto que había en la mesita. Ray sonrió y se acercó a él.


  -¿Qué tal lo llevas?-preguntó, ojeando por encima de su hombro el libro que estaba leyendo. Ya casi lo había terminado, y eso que lo había empezado hacía dos días. Él habría necesitado semanas para leerlo, y bastante más para entenderlo. Siempre había sabido que Kai era inteligente, pero hasta que él mismo ojeó aquellos tediosos volúmenes no se dio cuenta de cuánto.


  -Es un coñazo –murmuró encogiendo los hombros-, pero creo que bien.


  La sonrisa de Ray se ensanchó. El ruso cerró el libro, lo dejó a un lado y dejó caer la cabeza sobre el respaldo.


  -¿Ya has recogido todo?


  -Casi.


  -¿A qué hora llegan?


  -Max a las doce y media y Tyson a las cuatro. Si no hay ningún retraso, claro. Pero no hace falta que vengas, para estar esperando en el aeropuerto...


  -No me importa. Así os ahorráis el taxi –esbozó una media sonrisa. Además, quería estar todo lo posible con él.


  Ray también lo prefería así. Quería mucho a sus amigos, pero iba a echar de menos vivir con Kai. Aunque lo viese a diario no sería lo mismo.


  De repente se estremeció, y se dio cuenta del frío que tenía. Se frotó los brazos.


  -¿Frío?-sin esperar respuesta, ya que era evidente, el ruso se levantó, fue a su lado y lo abrazó.


  Ray hundió sus manos en el cabello del ruso y descansó la cabeza en la base de su cuello. Se sentía a gusto, reconfortado por las caricias y el calor, pero éste se fue intensificando paulatinamente. Trató de alejarse de Kai antes de perder el control, pero el bicolor no se lo permitió.


  -Tranquilo –dijo en voz baja, acariciándole la mejilla.-No voy a hacer nada que tú no quieras.


  El pelinegro negó con la cabeza, sonrojado.


  -No es eso...


  -¿Entonces?


  -Es que... apenas puedo pensar cuando te tengo tan cerca, y no sé si es apropiado porque tú nunca has estado con nadie y tal vez sea demasiado pronto y no quiero estropear...


  Kai lo interrumpió con un beso, un roce suave que hizo que el oriental se relajase de forma automática. Poco a poco, el contacto fue subiendo en intensidad. Ray fue vagamente consciente de que el ruso le quitaba el abrigo y lo atraía aún más hacia sí, mientras seguía acariciando su espalda con deliberada lentitud. En este punto, la mente consciente del oriental dejó de funcionar y, con ella, desaparecieron todos sus miedos.


  El bicolor liberó sus labios de los de Ray para depositar más besos por su piel, desde el lóbulo de su oreja hasta la base de su cuello, haciendo que el pelinegro se estremeciese y dejase escapar un suspiro.


  Ray le dejó hacer, mientras él mismo recorría con sus manos el cuerpo del ruso, su pecho amplio y firme, su cintura de aspecto engañosamente delicado. Era perfecto. Sin pretenderlo, levantó un poco la camisa y acarició aquella piel pálida, sorprendentemente suave.


  Se detuvieron un instante para mirarse a los ojos, aún llenos de cariño, pero también de fuego. Sintió una cierta satisfacción al comprobar que no era el único con la respiración entrecortada.


  -¿Quieres seguir con esto?-preguntó Kai.


  -Sí, ¿y tú?


  Un beso, más apasionado que todos los que habían compartido hasta el momento, fue la respuesta que obtuvo. Al separarse, Kai lo tomó de la muñeca con delicadeza y lo condujo hasta su habitación.


 


***Fin flash back***


 


  Aquella había sido la primera vez para Kai y la primera de Ray con un hombre, pero poco había importado. La confianza y el amor que se tenían bastaba para superar el pudor y la inexperiencia. Había sido tan maravilloso estar juntos de aquel modo, oír cómo Kai suspiraba su nombre...


  Se abrazó más al bicolor, sintiéndose, a la vez, fascinado y feliz.


  -Buenos días, Ray.


  El asiático se alzó apoyándose en un codo para mirarlo, sonriente.


  -Buenos días.


  Su sonrisa vaciló un momento al ver su rostro serio. El ruso despegó la mirada del techo y la centró en Ray, que lo contemplaba con cierto aire desdichado. Su cuerpo se estremeció con su risa, una carcajada jovial y genuina que dejó al pelinegro descolocado por un instante.


  -Tonto... –le dio un golpecito en el hombro.-Por un momento creí que había pasado algo malo.


  -¿Y eso?-preguntó, recolocándole un mechón detrás de la oreja. Lo miraba con tanto afecto que Ray creyó que se le salía el corazón del pecho.


  -Es que te vi tan serio...


  -No era mi intención. Aún estoy un poco dormido –lo abrazó con dulzura y depositó un beso en su cabeza.-¿Te encuentras bien?


  -Sí, por supuesto –sonrió-, mejor que bien.


  Se miraron con intensidad, notando el nexo entre ambos más sólido que nunca.


  Sin poder evitarlo, se besaron.


***


  El aeropuerto estaba lleno de gente. Unos hacían cola frente a los mostradores de facturación, cargados de maletas e innumerables bolsas, algunos rebuscando frenéticamente entre sus objetos personales porque no encontraban el pasaporte o la tarjeta de embarque. Otros eran los que, como ellos, esperaban la llegada de familiares y amigos.


  El avión de Max debía de estar a punto de llegar, ya que en los paneles de información no habían notificado ningún retraso.


  A su lado, Kai dio un pequeño respingo.


  -¿Qué...?


  El bicolor se giró, sorprendido, y Ray siguió la dirección de su mirada. Un pastor alemán parecía muy entretenido olisqueando el bajo de su pantalón. Era uno de aquellos perros policía que utilizaban en aduanas, pero no se veía por ningún lado al agente que debía encargarse de él.


  -Debo de olerle a gato –dijo Kai, dado que le había estado haciendo mimos a Aldebarán antes de salir, y el gato se había restregado contra su pierna.


  El animal levantó la cabeza cuando el bicolor le acercó la mano. Dejó que se la oliese, e incluso se le escapó una sonrisa cuando le lamió los dedos. A cambio le rascó detrás de las orejas y el mentón. Se podía apreciar un brillo especial en sus ojos, distinto a cualquier otro que Ray hubiese visto antes en ellos. Una chispa de cálida euforia infantil, más propia de Max o de Tyson que del bicolor. Era evidente lo mucho que le gustaban los animales. Y el sentimiento era mutuo, ya que el perro parecía encantado con aquellas atenciones.


   -Perdón, disculpe –un joven policía se les acercó.-Gracias, lo estaba buscando. Es la primera vez que sale del centro de entrenamiento, y con tanta gente se ha puesto nervioso.


  -Pobrecillo –sonrió Ray.


  -Espero que no os haya molestado.


  -En absoluto.


  El agente se fue, llevándose al perro. Kai los siguió con la mirada, aún con un atisbo de aquella inocente alegría.


  Se giraron al oír numerosos pasos y ruedas de maletas a sus espaldas. No tardaron en distinguir a su rubio amigo entre la marea de gente, pálido y ojeroso, pero en cuanto los vio no tardó en esbozar su característica sonrisa.


  -¡Ray! ¡Kai! –al llegar a su lado soltó su maleta y abrazó al oriental, aunque con cierta torpeza, ya que después de tantas horas en el avión tenía el cuerpo entumecido.-Me alegro tanto de veros…


  -Igualmente –repuso el pelinegro.-¿Qué tal las vacaciones?


  -¡Genial! –exclamó con entusiasmo.-Mi padre vino desde Japón, hacía tanto que no lo veía… -sonrió con calidez.-¡Y os he traído recuerdos!


  -¿Recuerdos?


  -Ya sabes, postales, réplicas de monumentos… Los tengo en la maleta, ¿os importa que os los dé luego? Es que ahora no me apetece abrirla.


  -Claro, sin problema.


  -¿Quieres que te guarde la maleta en el coche mientras esperamos a Tyson?-preguntó Kai.


  -Ah… ¡Vale! Gracias.


  El ruso cogió el equipaje de Max y salió por las puertas acristaladas en dirección al aparcamiento. Los otros dos caminaron lentamente hasta la cafetería en la que había acordado esperarlo.


  -Hoy parece de muy buen humor –comentó el rubio.


  -Sí, han sido unas buenas vacaciones –admitió Ray.


  Max lo observó con atención, evaluando la nube de felicidad que parecía rodear a su amigo. Sonrió.


  -No me cabe duda.


  El chino enarcó una ceja. La sonrisa de Max se amplió y dejó escapar una risotada.


  -Oh, no puedo creer que TÚ estés hablando de eso.


  -¿Pero tengo razón o no?


  -… -Ray dirigió su mirada hacia las mesas, pretendiendo que no lo había oído.-Allí hay una mesa libre, ¿te sientas y yo pido?


  -No me cambies de tema…


  -¿Qué quieres tomar?-preguntó.


  Max lo miró fijamente. Pasaron varios segundos hasta que el oriental preguntó:


  -¿Qué?


  El rubio parpadeó un par de veces.


  -Lo admito, eres bueno en esto, ¡pero no me gusta que pases de mí!


  -¿Por qué quieres saberlo? Es mi intimidad, y ya tengo suficiente con Yuri metiendo las narices en ella –lo miró con severidad, poniendo los brazos en jarras.-¿Qué quieres tomar?-repitió, con más suavidad.


  -Chocolate caliente, por favor –pidió.


  Se sentó en una de las mesas libres y se entretuvo jugueteando con el servilletero mientras su amigo cogía una bandeja y se unía a la fila paralela al mostrador. Le alegraba ver que Kai hacía tan feliz a Ray. Jamás lo habría imaginado. Al contrario que Tyson, no sentía aversión por el bicolor, pero siempre le había parecido inaccesible y bastante intimidante. El modo en que se había acercado al pelinegro parecía casi milagroso.


  Kai apareció antes de que el oriental hubiese acabado de pedir. Se sentó a su izquierda sin decir nada, y su mirada voló automáticamente hacia Ray. Luego la dirigió hacia Max.


  -¿Qué tal el vuelo?


  El estadounidense tardó unos segundos en reaccionar, sorprendido, pero enseguida sonrió.


  -Eterno, la verdad, ¿por qué tenía Moscú que estar tan lejos?-a Kai se le escapó una pequeña sonrisa.-El hombre que tenía al lado se pasó casi todo el viaje durmiendo, así que no tuve con quien hablar.


  -Es una de las cosas para las que sirven los libros.


  -Ya… -sacó un libro de bolsillo de la bandolera y se lo dejó para que le echase un vistazo.-Lo acabé a las dos horas.


  -¿Tan rápido?-dijo. Apenas tendría trescientas páginas, pero la letra era pequeña y los márgenes, estrechos.


  -Ya lo había empezado, me quedaba menos de la mitad.


  -Ah…


  Ray dejó la bandeja en el centro de la mesa y se sentó frente a Max. Además de las bebidas –el chocolate de Max, té rojo para él e infusión de frutas para Kai-, había traído un surtido de dulces que el rubio agradeció enormemente. El desayuno que le habían servido en el avión no era ninguna maravilla.


  -¿De qué hablabais?


  -De que el vuelo fue un tostón –respondió Max.-Acabé el libro que llevaba y la compañía no era muy animada.


  -¿Y no tenías música?


  -No, se me olvidó cargar la batería –hizo un puchero.


  Ray enarcó una ceja.


  -¿Desde cuándo eres tan despistado?


  -Es que salí con un poco de prisa –murmuró mientras mordisqueaba una galleta.


  -A saber en qué estarías pensando –dijo.


  No era más que un comentario inocente, pero las pálidas mejillas de Max se tiñeron de un suave color rosado. A Kai y Ray no les pasó desapercibido. Se miraron con complicidad, pero no hicieron ningún comentario. No entraba dentro de su naturaleza asediar a la gente con preguntas tan personales. El pelinegro decidió desviar la conversación.


  -¿Sabes? La hermana de Sveta ha venido con su novia a pasar las fiestas, seguro que te caen bien.


  -Qué guay.


  -También están Yuri y Bryan.


  -¿Son los de San Petersburgo?


  -Sí –respondió Ray.


  -Esos tal vez no te caigan tan bien –dijo Kai.


  -Tenía entendido que eran majos.


  -Lo son –rio el oriental-, lo que pasa es que a veces les gusta molestar a Kai.


  -¿A veces?-repitió el bicolor con cierto escepticismo, lo que hizo que los chicos se riesen.-Bueno, será mejor que los juzgues tú mismo.


  Ray puso al día a su amigo de todo lo que les había pasado: que había estado viviendo con Kai, cuando había conocido al padre del ruso, a su abuelo, cómo Brooklyn lo había salvado, la cena que habían organizado con Yuri y Bryan…  Max por su parte había estado con sus viejos compañeros de instituto: Michael, Emily, Eddy y Steve. No solía mencionarlos demasiado, ya que nunca había llegado a estar tan unido a ellos como a Tyson, o incluso a propio Ray. Su mejor amigo en Estados Unidos era Rick, a pesar de lo diferentes que eran.


  O tal vez por eso mismo.


  Rick era duro, arisco y brutalmente honesto. Un broncas en toda regla. Se habían conocido en una salida con el instituto a un museo. Rick era dos años mayor que él y pertenecía a otra escuela. ¿Cómo habían llegado a conocerse? Era simple. Max estaba cansado de que sus compañeros se metiesen con él porque su madre era uno de sus profesores, y Rick sencillamente prefería ir a su bola. Acabaron los dos en el ala más solitaria del museo, y, ya no recordaba cómo, habían terminado contándose sus problemas. Tal vez porque no esperaban volver a verse en la vida y no tenían nada que temer de lo que el otro pudiese pensar.


  Al final no fue así. Por casualidades de la vida habían coincidido más veces, en el metro, en un parque, en una tienda… y aquella extraña confianza que compartían, junto con la simpatía de Max y el desenfado de Rick, había originado una gran amistad.


  -¿Y cómo es que no os habéis visto?-preguntó Ray.


  -Es que el año pasado trasladaron a su padre y se mudaron a otra ciudad. Seguimos en contacto por Internet –intentó sonar tranquilo, pero su sonrisa se había vuelto nostálgica al recordar a su amigo. El oriental le puso una mano en el hombro y se lo apretó con cariño.


  -Yo pensaba que eras del tipo de gente que tiene toneladas de amigos –comentó Kai.


  -Es que de niño era muy tímido, y en el instituto, al ser mi madre nuestra profesora, no era muy popular –se encogió de hombros, resignado.-Con el tiempo la cosa mejoró, pero Rick seguía siendo en quien más confiaba. Aquí sí que hice bastantes amigos –sonrió.


  El bicolor asintió, pensativo, centrando la mirada en el su taza ya vacía. Sabía mejor que nadie lo que era tener dificultades para relacionarse. No era que hubiese sido un niño excesivamente tímido, pero sí bastante callado, muy diferente a los demás, y eso, sumado a que no había tenido muchas oportunidades de conocer a chicos de su edad por no haber ido a la escuela, había hecho de él una persona solitaria.


  La situación de Ray era diferente. Él procedía de un pueblo pequeño en el que todo el mundo se conocía. Sus amigos y él llevaban juntos desde que tenía memoria, y eran prácticamente como hermanos. Le resultaba fácil congeniar con la gente gracias a su carácter amable y sereno, aunque fuerte. Era fiable, un apoyo en los malos momentos, una persona realmente valiosa.


  Tras casi una hora hablando decidieron levantarse y dar un par de vueltas por la terminal antes de comer. Iba a ser un día largo, al menos hasta que llegase el japonés. Por suerte, había mucho que contar.


***


  -¡Eeeeeeeeooo! ¡Estamos aquí! –el rubio agitó la mano con entusiasmo, tratando de captar la atención del japonés, que parecía un poco perdido.


  -¡Hey, chicos! –saludó Tyson al verlos. Estaba tan cansado que ni siquiera le sorprendió que Kai también estuviese allí.


  -Llevo un buen rato llamándote –le reprochó Max.-¿Es que estás sordo?


  -Oh, ya, déjame en paz. Han sido diez horas de vuelo, estoy muerto.


  -Y yo nueve, más las cuatro que llevo esperándote –el chino carraspeó.-Que llevamos esperándote –se corrigió.


  -Vaaale, ¿podríamos no discutir por una vez?-pidió Tyson, pero entonces se fijó en el bicolor.-¿Qué hace ese aquí?


  Kai puso los ojos en blanco.


  -¿No acabas de decir que no querías discutir?-masculló.


  -Responde –insistió con testarudez.


  El ruso se limitó a suspirar. En otra ocasión lo habría taladrado con la mirada... pero ese día se sentía demasiado feliz como para permitir que un niño molesto se lo estropease.


  -Hoy me toca hacer de chófer –tosió con afectación.-¿Sería tan amable el señor de seguirme? Su coche le aguarda –dijo, cogiendo su maleta y dirigiéndose a la salida.


  Tyson se quedó totalmente pasmado, mientras que Ray y Max trataban de controlar sus risas.


  -¿Qué pasa aquí? ¿Habéis comido setas alucinógenas, o algo?


  Max se encogió de hombros.


  -Está de buen humor.


  -Sí, a eso me refería.


  -Tyson –Ray pronunció su nombre con cierta severidad, a pesar de que seguía sonriendo.


  -¿Sí?


  -Por favor, no empieces nada más llegar.


  El japonés cerró la boca y desvió la mirada, un poco avergonzado.


  -Lo siento.


  Ray sacudió la cabeza y lo abrazó.


  -Te he echado de menos.


  -¡Y yo! –dijo Max, uniéndose al abrazo.


  Kai los contempló desde la distancia con una media sonrisa. Tal vez no fuese capaz de soportar por mucho rato a aquellos dos juntos –aunque Max, por lo que había visto aquellas últimas horas, era una persona bastante agradable-, pero reconocía que le hacían mucho bien a Ray, y le gustaba verlos juntos de nuevo.


  -Apurad si no queréis que os deje en tierra –dijo antes de seguir andando.


  -Oh, bueno, eso ya suena más como él –masculló Tyson.


***


  -¿Ya tienes todo recogido?-le preguntó una voz.


  Se giró y sonrió al ver a su amigo peliverde en el umbral de la puerta.


  -Sí, sólo me faltan un par de cosas –respondió Mariah.


  Oliver se fijó en las prendas que la chica estaba ordenando en ese momento, y se dio cuenta de que no eran suyas.


  -¿No le estarás haciendo la maleta a Enrique, verdad?-ella se encogió de hombros.-Oh, no, eso sí que no, no debes consentirle tanto. Vamos, deja eso.


  -Pero…


  -No, insisto –la cogió del brazo y la guió al piso de abajo. Encontraron a Enrique cómodamente sentado en el sofá, entretenido con su ordenador. Seguro que estaba chateando con alguna de sus muchas amigas. Se contuvo para no darle un capón.-Ejem –carraspeó.


  -¿Hmm?-el rubio les sonrió con despreocupación.-¿Qué pasa?


  -Nad… -comenzó Mariah, pero fue interrumpida.


  -¿Cómo que qué pasa? ¿Te parece normal que te tengan que hacer la maleta? Venga, que ya eres mayorcito –lo regañó Oliver.


  -Un momento, estoy…


  -Me da igual, Mariah y yo vamos a salir a tomar algo. Si mañana no tienes la maleta hecha a tiempo es tu problema –se volvió hacia la chica.-Venga, vamos.


  La ayudó a ponerse el abrigo y prácticamente la arrastró calle abajo, hasta que juzgó que Enrique no podría verlos aunque le diese por asomarse a la puerta. Miró a la chica y vio el asombro pintado en su cara.


  -Lo siento, pero no puedo permitir que te tenga haciendo sus tareas. Ya es bastante vago de por sí –explicó.


  -Bueno, ¿y ahora qué?-preguntó ella.


  -No sé –admitió, mirando a su alrededor para orientarse. A Mariah se le escapó una risita.-Creo que hay una cafetería por allí, no muy lejos… si te parece bien.


  -Claro.


  Era agradable estar con Oliver. Era un chico muy atento y sabía escuchar. Justo lo que más necesitaba en aquellos momentos.


  Llegaron a un pequeño café. No era en el que Oliver había estado pensando, pero parecía agradable. Eligieron una mesa pegada a la pared, más privada, y pidieron unos zumos.


  -Bueno, ¿nerviosa?


  -Bastante.


  -¿Por la exposición?-ladeó la cabeza y esbozó una sonrisa amable.-Me parece que no.


  A Mariah se le escapó una risa nerviosa.


  -La verdad es que no. Se me hace raro volver a Ray, pero creo que lo más raro va a ser verlo con otra persona. Es como… -suspiró.-Ah, no sé explicarlo.


  -¿Como si al tener otra relación estuvieseis rompiendo definitivamente?-aventuró.


  -Puede –se recolocó un mechón detrás de la oreja. Entrelazó las manos sobre la mesa, apenada.-Me siento fatal –confesó.-Debería alegrarme por él, pero… en el fondo…


  -Ya…


  -¿Soy una mala persona?


  -En absoluto –le sonrió.-Estuvisteis muchos años juntos y, sólo por cómo supo comportarse en vuestra ruptura, sé que es una gran persona –la muchacha asintió.-Por otro lado está Enrique. Es mi amigo, y sé que tiene buen fondo… pero se le da mejor el galanteo que ser un novio formal. Puedo entender que eches de menos a Ray.


  -Sigue sin ser justo. Ni Ray ni Enrique se merecen que esté dudando entre uno y otro, sobre todo después de lo mal que lo pasó Ray.


  Oliver escrutó su gesto, mezcla de frustración y exasperación. Lo más curioso era que aquellos sentimientos iban dirigidos hacia sí misma. Le parecía encantador que fuese tan honesta consigo y lo expresase en voz alta, aunque fuese tirar piedras sobre su propio tejado.


  -Eres una buena chica, quien te conozca lo sabrá. Decidas lo que decidas, simplemente se sincera y todo irá bien.


  -Gracias Oliver, de verdad –murmuró, conmovida. De algún modo, el chico había dicho justo lo que necesitaba oír, aún cuando ni ella sabía lo que necesitaba.-No sé cómo lo haces.


  El francés rio.


  -Años de práctica, querida. No te imaginas la de problemas que me dan Enrique, Johnny y Robert cuando se juntan.


  La pelirrosa no pudo menos que echarse a reír, recordando el día que habían pasado los cinco juntos. Johnny y Robert eran muy serios, pero cuando se juntaban se volvían muy competitivos, y Enrique no se quedaba atrás. Oliver había tenido que aprender a aplacarlos, así que era natural que supiese calmar a la gente.


  Se quedaron una media hora más antes de volver. Enrique estaba en el sofá, ahora viendo la televisión.


  -Hola, ¿ya habéis vuelto? ¿Qué tal?


  -Bien, ¿tú has acabado de empacar?-preguntó Oliver.


  -Sí, mami –repuso con sorna. Luego sonrió cálidamente a Mariah y palmeó el hueco a su lado, invitándola a sentarse, y le rodeó la cintura con el brazo cuando se acurrucó junto a él.


  El francés prefirió irse a hacer la cena antes que verlos tan acaramelados. No era que le molestase, pero se sentía un poco desplazado.


  Mientras iba preparando los ingredientes, le daba vueltas a lo que había estado hablando con Mariah, recogiendo retazos de otras conversaciones, componiendo un retrato de aquel Ray Kon, que seguía teniendo un papel tan importante en la vida de la chica. Sentía curiosidad y admiración a partes iguales.


  Bueno, se dijo, pronto lo conocería en persona.

Notas finales:

Creo que había ya gente esperando por esto. A quien quisiese ver un lemon, lamento decepcionarlo, pero eso no se me da. Lo dejo a la imaginación de cada uno ^w^

Bueno, pido como siempre opiniones ;)


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