Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El fuego bajo el hielo por Laet

[Reviews - 204]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Se quedó plantado en mitad del pasillo, con el brazo extendido hacia el bol donde pretendía dejar sus llaves, congelado a mitad del movimiento. El muchacho sentado en el sofá le sonrió con timidez, inseguro de su reacción.

-Vale –murmuró Kai-, ahora sí que he perdido definitivamente la cabeza.

Soltó las llaves y se quitó el abrigo. El otro chico siguió sus movimientos con la mirada sin decir una palabra, expectante. Kai prácticamente se desplomó a su lado en el sofá. Se masajeó el puente de la nariz. Había sido una noche muy larga, ayudando a las Petrova a instalarse en casa de su padre, y al día siguiente estaba lo del museo, y Mariah… Y ahora esto.

Apoyó el mentón en una mano y estudió al joven, de unos dieciséis años, que seguía allí, esperando con su infinita paciencia a que se recompusiese.

-Has crecido –apreció. El chico agrandó su sonrisa. Sus rasgos habían perdido buena parte de su redondez infantil, pero aquel gesto seguía siendo puro y genuino.-No sabía que los fantasmas envejeciesen, Aleksandr.

-¡Ya ves! Siempre se aprende algo nuevo –repuso. Su voz también era distinta, más parecida a la suya.

-¿Aparte de que estoy para encerrar?

-Oh, vamos, eso ya lo sabías –dijo, sin que su gesto risueño perdiese un ápice de bondad. Kai estaba seguro de que su hermanito podría mandar a alguien al infierno y seguir pareciendo encantador. Sonrió con ternura.

-Me alegro de verte, aunque me suponga acabar con una camisa de fuerza –quería extender una mano y delinear la curva de su mejilla, tanto que dolía, pero temía que se volatilizase. Era un delirio, algo que no debería estar allí, pero era incapaz de dejarlo ir.

Sus ojos azules, profundos como el mar, lo contemplaban con afecto, pero también con un deje de tristeza.

-¿Qué te preocupa, Kai? ¿Qué necesitas de mí?

-No estoy seguro –ladeó la cabeza.-Que aparentes la edad que tendrías si vivieses podría ser porque, bueno… -carraspeó para evitar que le temblase la voz-, porque desearía que siguieses vivo. Respecto a por qué ahora… -sintió un vacío en la boca del estómago cuando mil ideas se agolparon a la vez en su cabeza.

-Cuando Ray le diga a Mariah que estáis juntos será definitivamente oficial –señaló, pillándolo por sorpresa.-Vamos, no me mires así. Soy un producto de tu mente, sé lo mismo que tú.

-Ya –cerró los ojos y se frotó los párpados.-¿Crees que está bien? ¿Que Ray y yo tenemos futuro? Sé que no eres Sasha de verdad –aclaró antes de que el otro lo puntualizase-, pero yo lo conocía mejor que nadie así que… ¿qué pensaría de Ray si lo hubiese conocido?

El muchacho se tomó un momento para meditarlo, adquiriendo un aire de sabiduría que lo hacía parecerse increíblemente a su madre.

-Él te quiere de verdad, de eso no hay duda. Moriría antes que traicionarte. Sólo por eso ya merece que lo adore. Pero eso ya lo sabes. ¿Sigues creyendo que no eres lo bastante bueno para él?

-Estoy hablando con mi hermano muerto –hizo notar.

-Ya, sí, bueno, hay gente que dice hablar con muertos que se forra a costa de los crédulos –sacudió la cabeza.-A esos sí que habría que encerrarlos.

-Prometo usar mis poderes para el bien –dijo con sorna. Al menor se le escapó una risita.

-Es Ray quien debe decidir si le convienes o no. Lo único que puedes hacer es cuidarlo, demostrarle lo mucho que te importa. Si él sabe apreciarlo o no… eso no depende de ti.

-Ya…

-No pareces muy convencido –hizo un mohín.-¡Ya te lo dijo papá! Si no te valoras, no funcionará para nadie.

-Qué fácil es decirlo.

-¿Prefieres que vuelva con Mariah?-dijo con severidad.

Kai sintió que su corazón se paraba un instante para luego volver a latir con demasiada fuerza, presa de la ansiedad. Era inadmisible. Inaceptable. En su cabeza sabía que el oriental era completamente libre para irse, pero su corazón quería presentar batalla. Lo amaba demasiado para dejarlo y, sobre todo, para dejar que volviese con la pelirrosa.

-No –dijo con voz ronca.-Él se merece a alguien que no dude, que no lo haga sufrir con sus idas y venidas.

-¿Y tú?-ladeó la cabeza inquisitivamente.-¿Eres esa persona?

-No lo sé –admitió-, pero quiero serlo.

Aleksandr sonrió aprobadoramente.

-Así me gusta.

Kai sonrió con debilidad. La ansiedad le oprimía el pecho y le dificultaba respirar. Le preocupaba estar hablando con un fantasma, pero era más angustioso pensar en no volver a verlo nunca.

-Yo…

-Lo sé –lo interrumpió Sasha.-Me necesitas, siempre me echarás de menos. Hay espinas con las que tienes que aprender a vivir, y mientras no las toques hay la posibilidad de que la herida cicatrice, aunque sea por encima de la espina. Seguirá estando ahí y la notarás de vez en cuando, incluso a veces dolerá tanto que te dejará sin aliento. Pero saldrás adelante. Tienes cosas maravillosas en tu vida, no las pierdas por obsesionarte con quimeras.

«Qué poético» pensó, y Aleksandr sonrió, porque después de todo estaba en su cabeza y sabía todo lo que pasaba por su mente.

-No voy a olvidarte –aseveró Kai.-Tampoco quiero hacerlo. Y es probable que siempre me sienta responsable de lo que pasó pero… -lo miró con intensidad-, voy a seguir con mi vida. Y esta vez de verdad.

Aleksandr le sonrió, pero antes de que pudiese decir nada Kai sintió que algo caía sobre su pecho. De repente se encontró tumbado en el sofá cuan largo era, con un impaciente Aldebarán encaramado a su torso. Por la rigidez de sus vértebras y la frustración que destilaba el enorme gato, supuso que debía de llevar horas durmiendo allí.

Dos ideas cruzaron a la vez por su mente: no estaba loco y tenía que cambiar el maldito sofá.

***

Sveta se había resignado a sentirse incómoda en aquel lugar, deseando fervientemente volver a su pequeño apartamento, a la muda y pacífica compañía de sus plantas y sus libros, lejos de aquel hombre, el abuelo de Kai, que las había mirado como si fuesen una plaga –ella sabía de eso, estaba acostumbrada a ser tratada como un bicho raro-, pero eso había sido antes de encontrar aquel lugar.

En cuanto echó un vistazo a través de la puerta entornada, supo claramente lo que sintió Bella cuando la Bestia le regaló la biblioteca. Libros y libros, toneladas de ellos, pulcramente ordenados en estanterías que iban del suelo al techo. Acarició los lomos con delicadeza. Eligió una vieja edición de El señor de las moscas, que siempre había querido leer para comprobar aquello de que la historia podía tener dos lecturas diametralmente opuestas y aun así válidas, y se acomodó en uno de los asientos que había en las ventanas, desde donde tenía una magnífica vista de los jardines.

Podría acostumbrarse a aquello.

***

-¿Lo ves? Es… ¡No se parece nada a lo que quería!

-… -Mariah miró al cuadro y a su amigo alternativamente, inexpresiva.-Te odio –dijo en tono monocorde.

-¿Eh? ¿A mí por qué?-preguntó Oliver, dejando de mesarse los cabellos para mirarla con ojos llorosos.

-¡Porque te quejas de vicio! Eres como esa gente que sale de un examen lloriqueando porque voy a suspender y luego van y sacan un ocho como mínimo -bufó.-¿Has visto el mío? Ni siquiera he conseguido el tono adecuado de rojo.

-Sólo es un punto rojo.

-Es el punto rojo. Es la clave de todo.

-¿Os queréis callar?-Enrique chasqueó la lengua, molesto.-Algunos aún tenemos trabajo por delante.

Mariah y Oliver se miraron, y luego a él, compenetrados hasta un punto que al italiano le empezaba a resultar siniestro.

-¿Y de quién es la culpa?-comenzó el francés.

-Nadie te obligó a irte de tiendas –continuó la chica.

-Ni a dormir hasta tarde.

-O a volver a engancharte a Breaking Bad.

-O…

-¡Que sí! ¡Ya! ¡Entendido! –exclamó frustrado.-Ahora, ¿podéis perderos por ahí un rato? Tengo que acabar esto hoy.

Oliver dejó escapar un suspiro y puso los ojos en blanco antes de coger su abrigo. Mariah vaciló unos segundos, dudando si decirle algo, darle un beso, despedirse, pero un vistazo a la mujer del cuadro hizo que finalmente se decidiese a seguir al otro chico fuera de la habitación sin añadir una palabra.

-Eh, te invito a comer. Hay un sitio-

-¿Sabes esa sensación cuando sabes que todo va a salir mal hagas lo que hagas?-lo interrumpió la pelirrosa.-Que aunque intentes arreglarlo sólo estás retrasando lo inevitable.

Oliver cambió el peso de una pierna a otra, luchando consigo mismo.

-Ya sabes cómo es cuando se estresa. No le des mayor importancia –dijo, optando por defender los intereses de su amigo.

La chica negó con la cabeza, una sonrisa triste curvando sus labios.

-Ese no es el problema.

Echó a andar por el pasillo, la rabia impresa en cada golpe del tacón de sus botas contra el suelo. En el eco mientras bajaba por las escaleras resonaba el desastre. Una cuenta atrás. Al llegar al último escalón se detuvo bruscamente, haciendo que Oliver tuviese que agarrarse al pasamanos para mantener el equilibrio.

-¿Alguna vez le has visto mirar a una chica como a las mujeres a las que pinta?-inquirió sin volverse.

El joven guardó silencio, consciente de que, ahora sí, estaba a punto de saltar al vacío. Y quería resistirse, por lealtad, pero cuando Mariah se giró y centró en él sus usualmente brillantes ojos color miel transidos de dolor simplemente no pudo.

-Hubo una. Su primera novia –se sentó en un escalón, aprovechando el movimiento para desviar la mirada.-Estaba loco por ella, creía de corazón que era perfecta, no importaba las veces que lo dejase plantado. Siempre había alguna excusa. No quería ver sus defectos. Y lo entiendo, pero… sigue buscando esa persona utópica que nunca existió.

»Te hará daño. Si lo hubiese sabido antes te habría apartado de él –dijo muy serio.-Pero de verdad creí que esta vez sería diferente. Lo siento.

Las lágrimas desbordaron los ojos de la chica, que se limitó a asentir y marcharse en silencio. No la siguió. Sólo enterró el rostro en las manos y maldijo su suerte.

***

Por un momento se le olvidó cómo se respiraba. Hasta habría jurado que el corazón se le paró. El modo en que Kai lo saludó cuando le abrió la puerta, aquel beso tierno, todo corazón, el mimo de su agarre y la adoración de su mirada le nublaron los sentidos.

-Buenos dí-tardes –se corrigió el bicolor, las yemas de sus dedos trazando los ángulos de su rostro.

-Ho-hola –carraspeó. Torpe, con el cerebro al ralentí. Pero Kai sólo acentuó más la tierna sonrisa.-No te esperaba. Te mandé un mensaje y no…

-Lo sé, me quedé dormido –reconoció rascándose la nuca con timidez. Ahora que lo decía, Ray se dio cuenta de que aún tenía las mejillas sonrosadas de sueño y que su cabello se veía más anárquico de lo habitual.-Quería contártelo en persona, porque lo de ayer tiene tela.

El pelinegro lo hizo pasar. Se acomodaron en su cuarto, daba más sensación de privacidad aunque tenían el piso para ellos solos, él en el borde de la cama, sentado al estilo indio, y Kai frente a él en la butaca blanca, y el ruso le narró lo ocurrido desde la ocurrencia de su padre de ir de compras hasta la mudanza de las Petrova y Julia a la mansión. Ray abrió los ojos como platos cuando le habló del padre de Sveta y Valeria. Su rechazo visceral hacia esta era un tema que les tocaba de cerca.

-Es horrible… -murmuró. Notaba un vacío en la boca del estómago sólo de imaginar que sus padres hubiesen reaccionado de aquel modo. Estaba bastante seguro de que parientes más lejanos y algunos conocidos no querrían relacionarse más con él; era una idea desagradable, pero podría vivir con ello. En cambio, que tus propios padres te diesen la espalda… eso no se lo deseaba a nadie.

Y lo peor era que, en el mundo en que vivían, aquello ocurría con frecuencia en casi todas partes.

-Eh –Kai posó una mano en su rodilla.-Ellas estarán bien.

-Ya, pero… -hizo un gesto impreciso con las manos, incapaz de expresar el agobio que lo embargaba y amenazaba con sobrepasarlo. Kai se sentó a su lado y guió su cabeza hasta su hombro.-No… -se le quebró la voz.

-Lo sé –musitó. Su aliento le hizo cosquillas en el oído.-Va a ser duro. Tendremos problemas sólo por el hecho de estar juntos. Pero piensa que las cosas van mejorando, aunque sea despacio.

-Demasiado despacio –suspiró, apartándose un poco de él.-Es… ridículo que se pueda odiar libremente sin ser cuestionado, pero que el amor tenga condiciones.

Kai soltó un ruidito que se podía traducir como “sí, ya lo sé, el mundo es un asco”, pero sus ojos y el modo en que la comisura de sus labios se curvaba decían “estoy contigo a muerte, no estás solo en esto”, y sólo por eso valía la pena. El rechazo. El desprecio. Por Kai lo abandonaría todo y cruzaría el infierno con una sonrisa.

«Vaya» el corazón le latió con fuerza, «esto es serio.»

No era que antes lo hubiese considerado un capricho pasajero, pero aquel era un nuevo nivel. Siendo más joven había contemplado la idea del matrimonio como un paso inevitable, una certeza que ocurriría porque así era como debía ser. Y no le había dado miedo pensar en un futuro con Mariah, pero sí le había causado cierto desvelo pensar que su carrera en el arte lo llevase a lugares inciertos. Aunque pudiese parecer que no tenía problema en cruzar el planeta, por eso de haberse ido a Rusia sin más, lo cierto era que meditaba mucho cada decisión. Le gustaba tener cierto control, planificar lo más posible y tener una idea clara de cómo serían los siguientes meses o años de su vida. Pero ahora… Ahora lo único que veía en su futuro era a Kai. No sabía dónde iría ni a qué se dedicaría.

Y le daba igual.

Porque lo que más quería estaría con él, aunque tuviesen al resto del mundo en contra.

-Se lo voy a decir. A Mariah. Mañana –dijo de pronto. Tragó saliva. La revelación le había dejado la boca seca.-No necesito su bendición ni nada por el estilo, pero si no lo aprueba quiero saberlo cuanto antes. Para sacarla de mi vida.

El ruso parpadeó y se echó ligeramente hacia atrás, digiriendo la información.

-No tienes que hacer algo tan drástico.

-Ya. Ya sé que no tengo que, pero quiero. O sea –paseó la mirada unos segundos por la habitación, buscando las palabras correctas.-No es que esté deseando deshacerme de ella. Simplemente no quiero tener nada que ver con ningún homófobo. Y ante todo tú, lo nuestro, es prioritario –frunció el ceño y endureció la mirada.

Kai lo habría besado. Podía. Pero tenía la impresión de que no era suficiente. Alargó una mano como si fuese a acariciarlo, pero se detuvo en su cuello, enredando un dedo en la cadena de plata de la que pendía el colgante en un gesto que parecía decir “mío”. Pero no era un “mío” celoso y posesivo, sino uno maravillado por el regalo que le hacía la vida. Pasó la yema del pulgar sobre el grabado del tigre. La frase “te amaré siempre” del reverso parecía quedarse corta para decir hasta qué punto él le pertenecía a Ray.

-No sé cómo he hecho para alguien como tú se enamore de un desastre como yo –musitó con la voz ronca y queda de quien contempla un milagro. Para él lo era.-No voy a quejarme. Para una vez que tengo suerte... -rio, sacándole una sonrisa.

-No eres un desastre.

-Soy una calamidad andante –insistió-, pero quiero mejorar. Haces que quiera mejorar –recalcó.-Sólo por eso… estaré contigo siempre, si me dejas. En esta vida y la otra. Y si hay mil más, en todas ellas –le recolocó un mechón detrás de la oreja.-Hasta que digas basta –concluyó, a escasos centímetros de sus labios.

-Yo… -el aliento se le escapó, y habría jurado que su alma se había ido detrás. Su cerebro era zona catastrófica después de aquello. Seguía respirando por inercia. Sintió sus labios juntos, peor parecía lo de menos cuando ya le había tocado el corazón.

No iba a dejarlo ir. Nunca. Pero incluso si lo hiciese sabía que jamás podría desaprender cómo amarlo. Que su corazón nunca olvidaría latir por él. No creía en almas destinadas ni en hilos rojos, y seguramente de no haberse conocido habría encontrado otra persona, en otro lugar, con la que ser feliz. Pero ya no. Kai era una luz cegadora, y si se iba ya nada volvería a brillar. Aunque saliese adelante, no habría nadie más.

Se reirían de él si alguna vez lo dijese en voz alta. Que era muy joven y estaba intoxicado de amor. Que el tiempo desdibujaría aquellos sentimientos y que lo único cierto en la vida era el final. Pero no era verdad. Uno podía conocer al amor de su vida a los cinco, a los dieciséis o a los veinte, y darse cuenta en su lecho de muerte que nunca nada después ardió con aquella intensidad.

Ray se dio cuenta en aquel momento, aunque ya lo sabía de antes.

-Mil vidas, ¿eh?-sonrió.

-Y más…

Que después de Kai ni podría ni querría querer a nadie más.

Notas finales:

¿Soy lo peor sí o sí?*SÍÍÍÍÍÍÍííííí…*Lo sé. Es que… Dos años y medio, ¡dos años y medio! Creedme, me siento fatallll, aunque seguramente no tanto como merezco por teneros en vilo tantísimo tiempo. Por eso y por todo el azúcar que os metéis entre pecho y espalda cada vez que leéis esto (porque he tenido que releerme media historia para mantener un mínimo de coherencia y no sé por qué no me he dado de cabezazos contra la pared, merezco el premio a la cursilería YA, me lo he ganado). Porque encima es cursilería de la mala, de gente sonrojándose cada cinco minutos como si fuesen niñas de colegio. Pero bueno. Prometí acabar y acabaré. Podéis darme la lata por Twitter (@LeticiaGoimil) o en la página KaixRei de Facebook. Funciona, aunque no lo creáis, la culpa es un arma poderosa. Y los reviews, por supuesto. Eso sí que hace que tenga ganas de escribir.

Por último, agradecer especialmente a Cuma porque me aguanta a diario y que me ha pasado una lista de canciones bien chula que me ha ayudado un montonazo con este capítulo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).