Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El fuego bajo el hielo por Laet

[Reviews - 204]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aquí está un nuevo capítulo. Gracias a todos los que siguen la historia.


 


  Acababa de comenzar el mes de octubre. Durante las pasadas tres semanas, Kai casi había completado la canción para el recital, y Ray acudía a los ensayos en los días acordados.


  No era raro que se le hiciesen cortos, realmente disfrutaba del tiempo que pasaban juntos. El ruso tenía un precioso piano en el cuarto que hacía las veces de despacho. Cuando practicaban, Ray se sentaba a su lado en la banqueta, y, aunque se seguía sintiendo confuso cuando estaba cerca de su compañero, le gustaba aquella proximidad.


  Después del ensayo, siempre reservaban un rato para tomar algo y charlar un poco. Bueno, en realidad aquellas conversaciones solían girar alrededor del oriental, ya que Kai era bastante reticente a hablar de sí mismo, y Ray lo respetaba. Siendo como era de carácter tranquilo, el pelinegro pronto se ganó la simpatía de Kai y, lo que le fue más difícil, la de su gato. No había vuelto a intentar acariciar al minino, pero consideraba un buen signo que éste ya no lo mirase como si fuese un intruso.


  Un día, por algún motivo, sus recuerdos decidieron atormentarlo algo más de lo habitual, y el ruso no tardó en notarlo. Por respeto a su privacidad, no iba a preguntarle al respecto, a pesar de que tenía curiosidad por lo que había herido de aquella manera a aquel chico.


  Fuera de aquellas horas que pasaban a solas, el joven de cabello bicolor seguía tan distante como siempre. En clase se sentaba alejado del resto, y nunca conversaba con nadie. Y sus compañeros… bueno, algunos había oído rumores acerca de él, pero lo que realmente los mantenía a todos alejados era el aura fría y hostil que rodeaba al joven.


  Dado que era su compañero, al principio recelaban un poco de Ray, hasta que se daban cuenta de que no había ni punto de comparación entre ellos dos. Mientras que el ruso inspiraba temor, el chino era una persona amable que se preocupaba por congeniar con la gente a su alrededor.


  Muchas veces Ray se volvía a mirar a Kai, y le apenaba verlo tan aislado, a la vez que le extrañaba, ya que no siempre se comportaba así. No obstante, nunca lo invitó a unirse al grupo. Lo conocía lo suficiente como para darse cuenta de que le molestaba tratar con la mayoría de la gente, y no quería hacer algo que lo incomodase. Para nada se arriesgaría a perder la confianza del ruso, por mínima que fuese.


  Pero aquel día fue distinto. Al finalizar las clases, Kai no se marchó sin decir nada, como solía, sino que se detuvo junto al asiento de Ray.


  -Ya casi he terminado la canción, me falta revisarla y ver si hay que cambiar algo –le comunicó.


  -Estupendo –sonrió.-Entonces nos vemos esta tarde.


  -Hoy tengo un compromiso a las cinco…


  La sonrisa se evaporó del rostro de Ray.


  -Vaya…


  -Pero, si no tienes algo muy importante que hacer en tu casa, te invito a comer en la mía, y así podríamos ensayar un rato hoy –propuso.


  El chino quiso pellizcarse para comprobar que no estaba soñando.


  -Por mí no hay problema. Sólo… sólo deja que llame a mis amigos para avisarlos.


  Mientras caminaban hacia la salida, extrajo el móvil de uno de los bolsillos de su chaquetón y marcó los dígitos correspondientes.


  -¿Diga?-oyó la voz de Tyson.


  -Hola, soy Ray.


  -¿Qué tal, amigo?


  -Bien, bien. Llamaba para decir que hoy voy a comer fuera.


  -Jajajaja, ¿has quedado con tu chica?


  -¿Qué?-soltó Ray sorprendido.-¡Claro que no! Voy a casa de Kai, porque…


  -¿¡Kai Hiwatari!? –lo interrumpió el japonés, claramente alarmado.-¿¡Te has vuelto loco!?


  El pelinegro alejó el teléfono antes de que los gritos de su amigo lo dejasen sordo. El ruso dejó escapar una risilla por lo bajo. Obviamente, había oído aquello. Sin pedir permiso, tomó el aparato de manos de Ray.


  -¿Tienes algún problema con que secuestre a Kon por unas horas?-preguntó con calma.


  Al otro lado de la línea, Tyson dio un respingo. Tardó unos segundos en reunir el valor para contestar, muy serio:


  -Lo quiero de vuelta sano y salvo, ¿me oyes?


  -Descuida, es a ti a quien quiero retorcerle el pescuezo, no a él –contestó con peligrosa suavidad. El japonés guardó silencio.-Lo tendrás de vuelta en casa a eso de las cuatro y cuarto –añadió en un tono menos amenazante.


  -D-de acuerdo –tartamudeó el otro.


  Sin más que añadir, devolvió el teléfono a Ray.


  -Nos vemos pronto, Tyson.


  -¿Ray?


  -Dime.


  -Acepta un consejo y búscate amigos más normales… o que no tengan una vena asesina tan desarrollada, como mínimo.


  Ray soltó una risita.


  -Hasta luego, Tyson.


  -Sí…


  Kai conservaba una expresión entre malévola y divertida. El chino le dirigió una mirada interrogante.


  -Me considera un psicópata, ¿verdad?-dijo.


  -Algo así –suspiró Ray.


  -Bien –sonrió con un puntito siniestro en la voz.


  -¿Bien?-se extrañó.


  -Estupendo, en realidad. Eso me evita tener que tratar con él.


  -O sea, ¿que vas por ahí intimidando a la gente para que no se te acerque?


  -No a todos –le lanzó una mirada significativa-, sólo a la gente molesta.


  -Yo… ¿no soy molesto?


  -Hablas sólo cuando tienes algo que decir, en vez de cotorrear sin parar, te tomas las cosas en serio y eres bastante tranquilo, por lo que he visto hasta ahora. Así que no, no me resultas molesto.


  Ray intentó digerir aquella información y que no se le notase demasiado la ilusión que le hacía que Kai aceptase su compañía.


  Por su parte, el ruso tenía otras razones para que la cercanía de Ray no le desagradase, como le pasaba con la mayoría de la gente, pero no tenía ánimo de revelarlas. El joven oriental le recordaba a alguien muy querido, y pasar tiempo con él le hacía sentir más cercano a aquella persona que ya no estaba. En pocas palabras: le suavizaba el dolor de la nostalgia.


***


  Era la primera vez que Ray entraba en aquella cocina. No se parecía en nada a la de su piso, tan limpita y ordenada como estaba.


  -¿Te apetece algo en especial?-preguntó el ruso.


  -Mientras no sea brécol… -respondió al recordar la nueva obsesión de Max.


  Kai arrugó la nariz en una mueca de desagrado que al oriental se le antojó adorable.


  -No hay de eso aquí.


  -Menos mal –suspiró Ray aliviado. Kai lo miró interrogante.-En mi casa está hasta en la sopa.


  -¿Quién come eso por gusto?


  -Por lo visto, Max. Y nos hace tomarlo como mínimo tres veces por semana.


  -Pensé que Granger era el tarado, pero al parecer Tate está peor –Kai negó con la cabeza.-¿Espaguetis está bien?-Ray asintió.-¿Cómo los soportas?


  -Tienen sus cosas, pero son encantadores.


  -Hmm… -el ruso permaneció pensativo.


  -Supongo que ahora crees que me falta un tornillo.


  El bicolor sacó una cebolla, varios tomates y carne picada de la nevera.


  -Eso ya lo pensaba antes –masculló.


  Vio cómo la extrañeza acudía al rostro del chico, y se preguntó si debía seguir hablando o si era mejor cambiar de tema. Ray decidió por él.


  -¿Y eso por qué?-preguntó.


  -Por varias cosas…


  El oriental, mientras Kai ponía agua con sal a calentar en una olla, cogió un cuchillo para empezar a picar la cebolla. El ruso cruzó los brazos y lo miró detenidamente.


  -Se supone que los invitados no cocinan –hizo notar.


  -¿No podrías hacer una excepción? Me gusta cocinar, pero desde que estoy aquí nolo he hecho ni una vez… -dirigió al bicolor una mirada suplicante.


  -Eres extraño, Kon.


  -Mira quién habla –replicó de forma automática, olvidándose por un instante de a quién se estaba dirigiendo. Abrió la boca para disculparse, pero el chico de ojos carmesí se limitó a encogerse de hombros.


  -Lo tengo asumido.


  El bicolor ayudó a Ray a picar los tomates para hacer el sofrito junto con la cebolla para la carne. Cuando el agua rompió a hervir, Kai puso a cocer un buen puñado de espaguetis. A petición de Ray, le permitió preparar el sofrito con la carne mientras él le echaba un ojo a la pasta.


  -Me llamó la atención que no entrases en pánico cuando me viste por primera vez –dijo Kai. El pelinegro tardó un poco en comprender que le estaba explicando las razones por las que lo consideraba un loco.-También me sorprendió que me regalases los dulces, que aceptases formar pareja conmigo y…


  -¿Y?-sonrió Ray.


  -… Que te hayas exiliado a Moscú porque alguien te ha hecho daño.


  La sonrisa del oriental se borró al oír aquello. El bicolor no preguntó por lo que le había pasado para acabar allí. De todos modos, ya tenía sus sospechas. Sólo una mujer podía herir de aquel modo a un hombre.


  -Mariah… -musitó Ray-, era mi novia, pero se fue con otro –se agarró al borde de la encimera, invadido por una súbita debilidad.-La comprendo, si ha encontrado a alguien a quien quiere y que es mejor que yo, no debe dejarlo escapar. Pero que lo entienda no evita que me duela… -miró a Kai.-Vine a Rusia para poder recuperarme. En casa todo me recordaba a ella –concluyó.


  Por un rato, sólo se escuchó el borboteo del agua en la olla y el siseo de la carne y las verduras en la sartén. Al fin, Kai rompió aquel mutismo.


  -Te equivocas.


  -¿Qué?-Ray parpadeó, sorprendido.


  -Que te equivocas, y también ella. Esa chica no volverá a encontrar a nadie que la quiera tanto como para sacrificarse de esa forma por ellas. Todo el amor incondicional que demuestras… eso es sumamente difícil de encontrar. No dudo que el otro tenga sus cosas buenas, pero no me creo que sea mejor que tú.


  Aquella era la misma conclusión a la que había llegado Max, pero el rubio se la había callado para no herir a Ray. Kai, en cambio, pensó que era inaceptable que un joven tan noble y caballeroso se subestimase de semejante forma.


  -Tampoco digo que intentes volver con ella –continuó.-Esa chica, o no estaba tan enamorada de ti, o no supo ver lo que tenía, y tú te mereces a alguien que aprecie lo mucho que vales.


  -¿Cómo tú?-trató de bromear Ray, pero fue incapaz de contener las lágrimas.


  Kai retiró del fuego la olla y la sartén, y centró su atención en el lloroso muchacho. Vacilante, le pasó un brazo por los hombros y lo atrajo hacia sí. Se sentía un poco torpe, porque hacía mucho que no abrazaba a nadie, pero supuso que era lo que al chico le hacía falta en aquel momento.


  No se equivocaba.


  El oriental lo rodeó con los brazos y enterró el rostro en su pecho. Lloró con ganas, sin importarle lo que el ruso fuese a pensar de él, hasta que el dolor por Mariah remitió, aplacado por la presencia del bicolor.


  El cabello azabache de Ray olía a vainilla, un aroma dulce e inocente, como él mismo, y era increíblemente sedoso. Los níveos dedos de Kai lo recorrían con suavidad. Aquellas delicadas caricias calmaron totalmente al joven, que habría dado cualquier cosa con tal de que aquel momento no terminase nunca. El tacto de Kai era de lo más agradable, y olía muy bien. El ruso desprendía un aroma ambarino, dulce y cálido, pero sin llegar a resultar empalagoso.


  A regañadientes, pues no podían pasarse así el día, Ray deshizo su abrazo y se secó los ojos con el dorso de la mano.


  -¿Estás mejor?-inquirió un preocupado Kai.


  -Sí… -respondió con voz ronca.-Lamento el espectáculo.


  -Tranquilo. Anda, ve a sentarte. Ya acabo yo con esto.


  El oriental obedeció y fue al salón.


  Le había venido bien desahogarse, pero no dejaba de recordar lo mucho que normalmente le costaba serenarse cuando se trataba de Mariah. Estar con Kai lo reconfortaba de un modo increíble… aunque más increíble era que Kai le hubiese dado aquel abrazo.


  El corazón le latió un poco más fuerte y las mejillas se le arrebolaron. Sacudió la cabeza. Kai Hiwatari era atractivo, sobre eso no cabía discusión alguna, pero no podía ser simplemente aquello lo que le turbaba tanto.


  El ruso puso dos platos graciosamente adornados con unas hojitas de albahaca en la mesa. El delicioso olor sacó a Ray de sus cavilaciones y, en cuanto el bicolor se sentó a la mesa, atacó el plato.


  -Está delicioso –dijo relamiéndose.


  Kai sonrió para sí.


  -¿Habías tomado alguna vez pasta al estilo italiano?


  -Sólo una vez, y no era así, llevaba nata y bacon.


  Ray no era muy dado a hablar mientras comía, así que la mayor parte del tiempo pasó en silencio, hasta que el oriental recordó algo que habían hablado antes.


  -¿Sabes?-los ojos escarlata se centraron en él-, si no entré en pánico cuando te vi fue porque estaba demasiado aterrado como para reaccionar.


  Kai esbozó una media sonrisa.


  -Pero eso no quita que me salvases, así que pensé que debía agradecértelo de algún modo. Y acepté ser tu compañero, primero, porque tú no te negaste y no quise ofenderte, y segundo, porque no quise llevarle la contraria a la profesora Petrova.


  El bicolor enarcó una ceja, un gesto muy natural en él que Ray había aprendido a interpretar.


  -¡Esa mujer te sostuvo la mirada como si nada! Apuesto a que puede dar mucho miedo si se enfada.


  El ruso dejó escapar una carcajada.


  -Me alegra ser tan divertido –el oriental hizo un puchero.


  -No te molestes, lo que me hace gracia es que me tengas por alguien tan peligroso.


  -¿No es eso lo que pretendes aparentar?


  -No pensé que me saliese tan bien, aunque supongo que era inevitable que con mi historial…


  Ray lo miró con cautela.


  -¿Qué… qué es eso de tu… “historial”?


  Por la cara de Kai, estaba claro que aquello se le había escapado.


  -¿Eres peligroso?


  El ruso lo miró, escogiendo las palabras.


  -Lo fui.

Notas finales:

Sí, sí, ya sé, un final de lo más cruel para vosotros, vaya forma de dejar con la tensión. Por favor, no me crucifiquéis, prometo actualizar en breve.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).