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El fuego bajo el hielo por Laet

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Notas del capitulo:

Como prometí, aquí traigo ya el nuevo capítulo. Espero, como siempre, que lo disfrutéis.

Por cierto, muchísimas gracias a todos los que me han ido dejando reviews, me encanta tener vuestra opinión.

  Ray vio con claridad cómo aquellos ojos escarlata perdían todo rastro de humanidad y volvían a endurecerse. Esperó a que continuase.

 

  -Pertenecí a una banda como la de los idiotas que te persiguieron, sin todo ese rollo nazi, pero igual de indeseables.

 

  El oriental llevaba tiempo sospechando que había algo terrible en el pasado de Kai, pero nunca llegó a creer que fuese una mala persona. Aquello le horrorizó.

 

  -Aquello terminó.

 

  A medida que el ruso se sumía en sus recuerdos, su rostro se iba ensombreciendo.

 

  -Yo tenía un hermano pequeño: Aleksandr. Tenía trece años entonces, y yo quince. Siempre, ya desde niño, me sentí en la obligación de cuidar de él, porque nuestros padres pasaban mucho tiempo fuera de casa. Yo debía ser el hermano maduro y responsable, pero… en el fondo no era más que un crío tonto que se torció y echó a perder su vida.

 

  >>Un día, en una pelea, volví a casa hecho trizas, y Aleksandr se enteró de la clase de tipejos a los que yo llamaba amigos. Le dolía tanto verme así, postrado en cama, que fue a echarles en cara el que hubiesen permitido que me diesen una paliza y…

 

  Kai se levantó y asestó un puñetazo a la pared, descargando la rabia que le hacía hervir la sangre. Ray cerró los ojos y un par de lágrimas rodaron por sus mejillas.

 

  El ruso recordó cuando había encontrado a su hermanito moribundo, con una puñalada en el costado, tirado en el suelo frío y húmedo de una calle oscura. No pudo hacer más por él que sostenerlo entre sus brazos hasta su último aliento. En aquel instante, agotó sus lágrimas, y su corazón se heló por siempre.

 

  -Con mis heridas, no debí haber sido capaz de moverme, pero lo único que me dolía era que Aleksandr ya no estaba. Fui donde mi antiguo grupo y me enzarcé con ellos. No sé con cuántos peleé realmente, porque muchos sólo se quedaron mirando. Sé que a uno lo maté, y otro no estoy seguro de si sobrevivió. Los demás que intentaban reducirme se acobardaron después de eso…

 

  >>Los rumores fueron creciendo, y, como la banda se disolvió y no se supo más de ella, hay quien piensa que acabé con todos. Por eso me tienen miedo. Pero en cuanto se olvide aquel asunto más de uno vendrá a por mí.

 

  >>Por eso, Ray, lo mejor que puedes hacer es tener el menor trato posible conmigo.

 

  El joven se levantó, superado ya el miedo que sintiera en un principio, y abrazó a Kai, que seguía de cara a la pared, con el puño cerrado sobre ésta. Se tensó al sentir aquel contacto y se removió, incómodo.

 

  -Aléjate de mí, por favor.

 

  Vacilante, Ray obedeció. Se miraron, y descubrió que aquellos iris de fuego helado no habían derramado una sola lágrima. Su coraza se veía más firme que nunca. Tenía que haber un modo de consolarlo, de rescatarlo de su infierno particular.

 

  -No fue tu…

 

  -No termines esa frase –lo atajó el otro.-Claro que fue culpa mía.

 

  -Quizás debas… hablarlo con tus padres.

 

  Kai sonrió con amargura.

 

  -Mi madre nunca pudo superar la muerte de Aleksandr. Murió unos meses después. Mi padre prefiere no verme desde aquello, y con razón. El único motivo por el que no me he quitado la vida es porque Aleksandr murió por defenderme, y matarme sería un insulto a su memoria.

 

  Ray tragó saliva, conmocionado.

 

  -Te agradezco que me lo hayas contado, y quiero que sepas que si necesitas cualquier cosa yo… -curiosamente, no le importaba el hecho de que hubiese matado a una persona, quizás a dos, con sus propias manos. Sólo quería que estuviese bien.

 

  Kai le puso una mano en el hombro.

 

  -Eres un buen chico, Kon, pero yo no. No intentes ser mi amigo. No te conviene.

 

  -Pero… -titubeó-, no puedes pretender estar solo siempre.

 

  -Hace mucho que la soledad no me molesta, que no siento nada más que los ecos de la culpa y el dolor. Hace mucho que dejé de sentir cariño.

 

  -Pero…

 

  -Destruí todo aquello que me importaba. No volveré a arriesgarme.

 

  -¿Y Aldebarán?

 

  El bicolor frunció el ceño.

 

  -Es un animal callejero y solitario, igual que yo, y difícilmente podría amargarle la existencia, así que supongo que me he permitido tomarle algo de cariño… Es la excepción.

 

  Ray contempló aquel rostro, bello e inexpresivo, sintiendo como si le hubiesen vuelto a romper el corazón. Pero esta vez lo había cogido totalmente desprevenido.

 

  Quiso gritar, llorar, salir corriendo… quiso incluso pegarle, hacerle enfadar, porque cualquier cosa sería mejor que no encontrar ni rastro de emoción en aquellos ojos, aunque significase ver aquellos iris rojizos arder de ira… Pensó en hacer todo esto, pero su cuerpo no respondía, y su cabeza comenzaba a dejarse arrastrar por el dolor. Sencillamente, se desmayó.

***

  Un bufido lo trajo de vuelta a la realidad. Se extrañó. Aldebarán nunca se rebelaría contra Kai.

 

  -Tranquilo, bonito –dijo una voz que, aunque le era familiar, no fue capaz de ubicar.

 

  Algo suave y cálido se acurrucó a su lado. Abrió los ojos. Estaba en una cama, probablemente en la habitación de Kai, y Aldebarán estaba tendido junto a él, vigilando a la persona que lo contemplaba desde el umbral. Parpadeó varias veces para asegurarse de que sus ojos no lo engañaban. Era Max. Una expresión de alivio se instaló en el rostro del rubio al verlo despierto.

 

  -¿Qué me ha ocurrido?-preguntó con voz pastosa.

 

  -Kai nos llamó, dijo que te habías desmayado y que no despertabas, así que vinimos enseguida… Kai se fue hace como una hora, pero nos pidió que nos quedásemos contigo hasta que estuvieses bien.

 

  Ray suspiró y cerró otra vez los ojos.

 

  -¿Qué hora es?

 

  -Las siete pasadas.

 

  ¿Qué? Eso significaba que había estado inconsciente durante más de cuatro horas. Normal que todos se hubiesen alarmado. Y si Kai se había ido hacía tan sólo una hora, quería decir que habría llegado más de una hora tarde a su compromiso. Cielos, no hacía más que causarle problemas.

 

  -¿Cómo te encuentras?-inquirió Max acercándose un poco, con lo que se ganó un nuevo bufido del gato.

 

  -Aldebarán… -lo reprendió Ray con suavidad.

 

  El animal se tranquilizó y emitió un ronroneo. Dejó que el joven lo acariciase, algo que nunca antes había hecho.

 

  El chico de ojos azules se aproximó un poco más a su amigo, todavía preocupado.

 

  -Ray, ¿qué te ha pasado?

 

  -No estoy seguro –mintió. En aquellas cuatro horas, su cabeza había dado más de mil vueltas, y ahora lo tenía todo claro.

 

  Sin embargo, el estadounidense no pasó por alto que tenía los ojos húmedos.

 

  -Oh, Ray…

 

  -¿Estás bien, Ray?-preguntó Tyson, que hasta ahora había estado en el salón, entrando en la habitación.-¿Qué te ha hecho ese mamón?

 

  -Kai no me ha hecho nada, fue por… por… por mi ex-novia –se le ocurrió.-Estábamos hablando y al final le hablé de Mariah y… supongo que aún no lo he superado… -terminó en un susurro.

 

  Sus amigos asintieron, comprensivos. Ray lo pasaba fatal cuando recordaba a aquella chica, y era peor cuando hablaba de ella, así que en ningún momento se les pasó por la cabeza que no les estuviese contando la verdad.

 

  Una lágrima indiscreta surcó la mejilla de Ray. No era por Mariah. Ahora lo sabía: se había enamorado de Kai Hiwatari. Pero esa batalla estaba perdida antes de empezar. Aquella lágrima era por un amor que nunca sería correspondido.

***

  Kai odiaba profundamente aquellas reuniones sociales, y aquel día su humor era peor de lo habitual. Un muchacho se había desmayado en su salón después de haberle contado la tragedia que era su pasado. O eso procuraba pensar. Porque una vocecita machacona se encargaba de recordarle que lo que de verdad había hecho sentir mal a Ray era el que le hubiese dicho que era incapaz de sentir afecto por nadie. Suponía que el oriental se había encariñado con él, y por eso le había dolido tanto.

 

  El bicolor exhaló un largo suspiro. Era incapaz de apartar su mente del chico que había dejado en su cama, inconsciente. No mentiría si dijese que, si le preocupaba su estado y estaba empezando a sentir un cierto apego por él, era porque su forma de ser le recordaba a Aleksandr, tan bueno, tan amable y cálido… y eso lo llevaba a querer protegerlo, como debería haber hecho con su hermano.

 

  Alzó la mirada y contempló la luna a través del gran ventanal.

 

  Sí, lo que sentía por Ray era un tenue reflejo de lo que sentía por Aleksandr… y eso no era justo para el pelinegro, que día a día trataba de ganarse su confianza, de ser su amigo.

 

  <<Ojalá pudiese corresponderte, Ray, pero mi corazón murió hace mucho>>.

 

  -¡Kai! –una voz lo sacó de sus pensamientos. Al volverse se encontró con unos ojos muy similares a los suyos clavados en él.

 

  -Abuelo… -dijo, lacónico.

 

  -No contento con llegar tarde, ahora ni siquiera te dignas a conversar con nuestros invitados.

 

  Estuvo tentado de replicar que no eran sus invitados, pero se mordió la lengua.

 

  -No he tenido un buen día –dijo con sequedad.-Además, yo aún no tengo nada que ver con las empresas de la familia, así que no sé por qué tengo que hablar con sus directivos e inversores.

 

  -Porque algún día tú estarás al frente de este imperio, y tienes que demostrar que eres un líder en el que pueden confiar. Y para eso, entre otras cosas, tienes que interesarte en…

 

  -¿En las vidas de gente que me importa menos que nada? ¿En oír sus grandes logros, o su última adquisición en una subasta? ¿Crees que me ayudará saber en qué facultades estudian sus hijos? Sin mencionar a los que intentan hacerme la pelota cuando sólo esperan quitarme de en medio para hacerse con el control de las empresas Hiwatari.

 

  >>Ya he estudiado todo lo que necesito y más para comprender el funcionamiento de cada una de las compañías, y sabes de sobra que tengo lo que hace falta para manejarlas sin problema alguno.

 

  Los ojos de Voltaire Hiwatari relucieron peligrosamente.

 

  -Eres un chico inteligente, Kai, y seguramente seas capaz de desempeñar tu papel mejor incluso de lo que lo hace tu padre… pero tener a esta gente contenta es otro de tus deberes.

 

  -Son una panda de hipócritas, y lo sabes.

 

  -Sí, pero cumplen una función, y mientras la cumplan…

 

  -Si son útiles, les sonríes como si fuesen lo más importante para ti, en cuanto dejan de servirte, los tiras como si fuesen basura, ¿no era eso lo que solías decir?

 

  El anciano sonrió con suficiencia. Su nieto era rebelde, pero su desapego hacia las personas lo convertiría en un empresario implacable.

 

  Kai paseó su mirada por el grupo de gente congregada en aquel gran salón, todos con sus sonrisas artificiales perfectamente esculpidas en los labios. Seguro que no estarían nada contentos si hubiesen oído aquella conversación. O quizás les diese igual mientras siguiesen amasando dinero. Aquellas personas, tan materialistas, arrogantes y huecas le daban náuseas. Algún día sería parte de aquello, pero ya se odiaba a sí mismo, así que, ¿qué importaba?

 

  La imagen de Ray desplomándose y la de la última mirada llena de dolor que le habían dirigido sus ojos dorados se colaron en su mente, y una punzada de culpabilidad fue capaz de traspasar el muro que contenía sus emociones.

 

  ¿Qué pintaba él allí cuando la única persona a la que le importaba de verdad lo estaba pasando mal?

 

  -Me marcho ya -anunció a su abuelo con voz monocorde.-Si sigo aquí me moriré de aburrimiento. No es que fuese una gran pérdida, pero tengo asuntos que atender.

 

  Ignoró las protestas de su abuelo y a las personas que intentaron abordarlo y salió de la suntuosa mansión. Se le hacía raro pensar que años atrás la había considerado su hogar. Subió a su coche, un sedán negro, de líneas elegantes, pero aún así discreto, hizo sonar un CD escogido al azar y se puso en marcha.

***

  Se oían voces en el interior del piso, lo que consideró una buena señal. Miró su reloj. Eran poco más de las ocho y media. No había pasado tanto tiempo fuera, pero se le había hecho eterno.

 

  En cuanto le oyeron entrar, las voces se apagaron, expectantes.

 

  Ray y Max estaban sentados en el sofá, con Aldebarán en brazos del oriental, mientras que Tyson permanecía en pie, sin atreverse a tocar nada. Ya bastante manía le tenía el ruso como para encima ir a meter las narices en sus cosas.

 

  Kai comprobó de reojo que todo seguía más o menos en su sitio y miró a los tres chicos, que esperaban a que dijese algo. Seguramente parte de aquel silencio se debía a su aspecto, ya que no se había cambiado antes de salir de la fiesta.

 

  -Bueno, Kon está despierto y mi piso sigue en pie, así que supongo que todo está bien.

 

  El japonés frunció el ceño.

 

  -No pienso permitir que te vuelvas a quedar a solas con Ray.

 

  El bicolor caminó hasta situarse a un paso de él, y luego se inclinó, de modo que sus rostros quedaron muy cerca.

 

  -Eso no es decisión tuya, ni mía tampoco, sino de Kon –dijo con suavidad.

 

  La falta de expresión en sus facciones y su aparente calma intimidaban más a Tyson que si le hubiese gritado. Pero aún así pensaba proteger a su amigo.

 

  -Ray dice que tú no le has hecho nada, pero desde que lo conozco nunca se había desmayado por… -se interrumpió. Kai seguía mirándolo fijamente, con los brazos cruzados ante el pecho.-El caso es… ¡que tú no le convienes!

 

  El pelinegro bajó la cabeza, abatido, y el flequillo le tapó los ojos. Max se extrañó. ¿Significaba aquella reacción que Ray no estaba sufriendo por Mariah… sino por Kai?

 

  El ruso relajó un poco su postura.

 

  -Eso ya lo he hablado con él, pero hasta el día del recital seguimos siendo compañeros.

 

  -¿Y no podéis ensayar en otra parte, con más gente?

 

  -Claro, un piano es tan fácil de transportar… -comentó, irónico.

 

  -Humm…

 

  Kai se acercó a Ray, que seguía acariciando a Aldebarán. El oriental tuvo que hacer un esfuerzo por mirar al ruso. El traje hecho a medida se adaptaba a su figura, realzando su complexión atlética.

 

  -¿Te encuentras mejor?-le preguntó el bicolor con una suavidad que casi rayaba en la dulzura.

 

  Era imposible que no tuviese sentimientos, no cuando lo miraba así, con aquella preocupación… Ray desechó aquellos pensamientos en cuanto surgieron. Si Kai no quería volver a querer a nadie, no iba a poder hacerlo cambiar de opinión. Lo mejor para ambos era que le hiciese caso y se olvidase de él.

 

  -Sí, gracias por llamar a mis amigos… Siento haberte causado problemas, por mi culpa has llegado tarde.

 

  -Ni lo menciones –repuso con un encogimiento de hombros.-¿Te encuentras con fuerzas para volver a casa o prefieres quedarte hasta mañana?

 

  -¡No! –dijo con más brusquedad de la que pretendía.-Es decir, ya he molestado bastante, y estoy bien, no me estoy muriendo.

 

  Kai asintió.

 

  -Entonces vámonos ya –dijo Tyson. Ya tenía ganas de irse.

 

  El gato saltó del regazo de Ray al sentir que se levantaba, y el pelinegro fue tras su amigo japonés. Murmuró un “gracias” al pasar junto al bicolor. Max se detuvo un momento antes de seguirlos.

 

  -Gracias otra vez por llamarnos y por preocuparte por Ray –sonrió.-Y, por favor, no tengas en cuenta lo que ha dicho Tyson. Es sólo que se ha puesto nervioso con todo esto.

 

  -Ya lo he tenido en cuenta –esbozó una ligera media sonrisa.-Me alegra ver que Kon puede contar con vosotros.

 

  La sonrisa de Max se ensanchó. Se despidió del ruso y salió del piso junto con los otros dos, que ya lo esperaban fuera.

 

  Kai volvió a quedarse solo con Aldebarán, que se había encaramado al respaldo del sofá y miraba la puerta cerrada. Kai sonrió y le rascó la cabeza. Por lo visto, no era el único que se había encariñado con el joven de los ojos dorados. Pero era mejor así. Lo mejor para todos.

***

  Llevaba varias horas dando vueltas en la cama, sin poder conciliar el sueño y, peor aún, sin poder quitarse a Kai de la cabeza.

 

  Unos suaves golpecitos sonaron en la puerta.

 

  -Adelante.

 

  Max entró en su habitación y cerró la puerta tras de sí con suavidad. Ray se incorporó hasta quedar sentado, y el rubio se acomodó en el borde de la cama.

 

  -¿Tampoco podías dormir?

 

  -Es que hay algo que me preocupa.

 

  -¿Y qué es?

 

  -Ray, quiero hacerte una pregunta, y quiero que seas sincero.

 

  -Claro, Max –dijo el oriental, sorprendido.

 

  -Ray… ¿te has enamorado de Hiwatari?

 

  El pelinegro abrió los ojos al máximo, antes de que una expresión dolorosa le cruzase el rostro. El estadounidense suspiró y le apretó el hombro con cariño.

 

  -¿Quién lo iba a decir? ¿Se lo has dicho?

 

  -No, Max, y no voy a hacerlo.

 

  -¿Por qué?

 

  -Porque nunca va a corresponderme.

 

  -Oh, vamos, eso no lo sabes.

 

  -Sí lo sé. Kai me habló de su pasado, y dijo que, después de lo que le pasó, no quería volver a querer a nadie nunca más.

 

  A Max le dolió en el alma verlo tan hundido.

 

  -Los sentimientos no son algo que se pueda controlar de esa forma. Seguro que…

 

  -No, Maxie, no es porque crea que nunca sentirá nada por mí, es sólo que quiero respetar su decisión. Ya ha sufrido mucho, y no quiero ser el que le haga revivir todo ese dolor. Si prefiere aislarse del mundo… es cosa suya. Yo no soy nadie para hacerle cambiar de idea.

 

  -Eso sólo te va a hacer daño, Ray.

 

  -Lo soportaré.

 

  -Bien, si es tu decisión, no interferiré –se puso en pie para marcharse.-Pero ten en cuenta que Kai sigue siendo humano, y que, aunque no quiera reconocerlo, la soledad tampoco es buena para él. Buenas noches.

 

  -Buenas noches, Maxie.

 

  Sí, Kai era humano, pero había soportado un auténtico infierno. Él quería ayudarle a superarlo, pero…

 

  -Comparado con él, no soy más que un niño… Yo no puedo hacer nada por él.

 

Notas finales:

Quizás me he pasado un pelín con el pasado de Kai (vale, sí, me he pasado tres pueblos, pero había que justificar que fuese como es).

Espero que os haya gustado, aunque sea un tanto dramático.


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