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El fuego bajo el hielo por Laet

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Notas del capitulo:

Aquí está el nuevo capítulo.

Muchísimas gracias a todos por leer, especialmente a aquellos que han dejado sus reviews. Si puedo haceros una pequeña petición, os diría que, además de pedir que siga, fueseis opinando sobre lo que os gusta, y más importante, sobre lo que no os haya gustado.

Bueno, pues nada, os dejo que leáis. Un saludo.

  Llegó por fin el cuatro de noviembre. Ray despertó aquella mañana con una punzada de angustia en el pecho. Durante aquel último mes, desde el día que Kai le había revelado su pasado y él se había desmayado en su piso, había luchado por enterrar los sentimientos que el ruso provocaba en él. Y creía haber logrado alejar al bicolor de su corazón, pero ahora se daba cuenta de que no. Sólo había estado engañándose a sí mismo.


  Lo único que había hecho había sido mostrarse un poco más frío con Kai, intentando verlo únicamente como un compañero, y no como un amigo, y después simplemente ignoraba el daño que le hacía aquel distanciamiento. Pero ahora no podía. Aquel iba a ser su último día. Después del concierto, no habría más ensayos. Conociendo a Kai, quizás nunca volverían a hablarse. Y eso era desgarrador.


  Ray se abrazó a la almohada y cerró los ojos con fuerza, como si, deseándolo de corazón, pudiese hacer retroceder el tiempo.


  La puerta de su cuarto se abrió de sopetón, sobresaltándolo.


  -¡Buenos días, Ray! –Tyson entró con una sonrisa de oreja a oreja.


  -Quizás deberías haber llamado antes –dijo Max apareciendo tras él.-¿Te hemos despertado?


  -No –el chino se frotó los ojos-, ya llevaba un rato despierto.


  -¡Genial! –exclamó el japonés.-Pues vamos, ¡a desayunar! –volvió brincando a la cocina.


  -Uh… ¿Me he perdido algo?-preguntó Ray.


  -Bueno, hoy es el Día de la Unidad del Pueblo, como ya sabes –el pelinegro asintió-, y Tyson siempre se pone muy contento los días de fiesta. Te acostumbrarás con el tiempo.


  -Ya veo.


  -Además, hoy es el día de tu concierto –le recordó Max con una sonrisa.-Estamos deseando verte tocar.


  Ray forzó una sonrisa. Al joven estadounidense se lo veía muy ilusionado, igual que a Tyson. No quería aguarles la fiesta. Además, tenía que seguir adelante con su vida.


***


   Después de todo un día paseando con sus amigos por las bellas calles de Moscú, llenas de gente que también disfrutaba del día, era hora de volver a casa y prepararse para el concierto. Kai y él actuarían en segundo lugar, es decir, a las ocho más o menos, y quería llegar al conservatorio al menos media hora antes, lo cual le dejaba hora y media para dar un último repaso, pensó mientras se duchaba.


  Terminó de secarse el pelo y acababa de ponerse los pantalones cuando llamaron a su puerta.


  -Adelante.


  -Hola, Ray –sonrió Max.-Traigo algo para ti.


  -¿Para mí?


  -¡Tachán! –ilusionado, el rubio le mostró, colgado de una percha y bajo un plástico protector, un traje de aspecto más bien caro.


  -Oh, cielo santo, Max.


  -Vamos, pruébatelo.


  -Pero…


  -¿No te gusta?-preguntó preocupado.


  -No es eso, es realmente precioso, pero no puedo aceptarlo.


  -Si es por el dinero, déjame decirte que no me ha salido nada caro, lo he hecho yo –explicó con orgullo.


  -Bromeas… -dijo el oriental boquiabierto.


  -Para nada. Y ahora, ¡pruébatelo! –ordenó.


  El pantalón y la chaqueta eran de un negro perfecto, casi del mismo tono que su cabello, el chaleco, de un verde muy oscuro con botones del mismo color, se adaptaba a su cuerpo resaltando su buena condición física. La camisa era de un blanco impoluto, con un aire ligeramente clásico, reforzado por la ancha corbata marfil, que de lejos casi parecía un pañuelo.


  Se miró al espejo de cuerpo entero al fondo del pasillo. Sí, Max se había pasado un poco con un corte tan chapado a la antigua, pero, curiosamente, le quedaba bastante bien. Qué diablos, sonrió, nunca antes se había visto tan bien.


  Fue hasta el salón, donde lo esperaban sus amigos, que sonrieron al verlo.


  -Jaja, ¿Ray se nos casa?-dijo Tyson.


  -Y al parecer vosotros sois los padrinos –continuó Ray con la broma.


  -Ha sido cosa de Maxie…


  Ellos dos también iban trajeados, aunque menos formales que el pelinegro. Tyson llevaba un pantalón y una americana gris oscuro y una camisa blanca que contrastaba vivamente con su piel morena sin corbata y con los primeros botones desabrochados, preservando el aire juvenil que siempre envolvía al japonés. Max llevaba un chaleco de lana azul por encima de una camisa más clara, un pantalón beige y una chaqueta de color azul oscuro. Como no podía ser de otra forma, el rubio se había asegurado de que los cinturones y zapatos de los tres combinasen.


  -Estáis genial, chicos. Y muchas gracias, Max, pero, ¿estás seguro de que no desentonaré un poco?


  -En absoluto –sonrió misteriosamente.-Y, ahora, déjame arreglar tu pelo.


  -Pero yo quería ensayar un poco…


  -Venga ya –bufó Tyson-, te sabes la canción de memoria, apuesto a que ni necesitas la partitura.


  -Humm… eso no es verdad…


  -Sí lo es, y además eres un gran violinista. Lo que necesitas ahora es tranquilizarte.


  -Tyson tiene razón… humm, qué raro suena eso. Bueno, ¿puedo?-pidió Max.


  Con un suspiro, Ray cedió.


  El rubio peinó los largos cabellos del chino, dejándolos lustrosos, y luego lo recogió con una goma ancha de color negro, dejando más mechones de lo habitual resbalar suelos a los lados de la cara de Ray hasta acariciar sus hombros. El pelo que quedaba atado caía recto a su espalda, sin encresparse.


  -Ya, ¿cómo te ves?-preguntó Max guiándolo hasta el espejo del pasillo.


  -Está… perfecto.


  -Me alegra oír eso –sonrió.


  -Max, eres bueno, muy, muy bueno.


  -No le digas eso, que luego se lo cree –dijo Tyson desde el salón.


  -Oh, déjame en paz –se quejó el rubio.


  No dejaron a Ray un momento para pensar en el recital hasta que el chino decidió que debía ir yendo al conservatorio. Llegaron allí poco antes de las siete y media. Tuvieron que separarse, ya que Ray debía entrar por otro sitio.


  Aún no había mucha gente por allí, ni entre bastidores. Subió por las cortas escaleras que llevaban al lateral del escenario. Los profesores hablaban entre sí en el centro de la tarima. Se acercó un poco más, con curiosidad, pero estaba tan oscuro allí, detrás del telón, que chocó.


  -Ten cuidado –masculló una voz.


  -Lo sien… ¿Kai? ¿Qué haces tú aquí? Aún es pronto.


  -Me gusta llegar temprano… y, por lo que veo, a ti también.


  -Quería estar seguro de no retrasarme.


  Bajaron las escaleras y volvieron a la sala donde los músicos esperaban. Ray se volvió hacia su compañero, y se quedó con la boca abierta. Kai llevaba un traje exactamente igual que el suyo, con la excepción de que el chaleco era rojo oscuro, casi granate… el color de sus ojos.


  -¿Pasa algo?-inquirió el ruso alzando una ceja.


  -Tu traje… es…


  -Ya, eso. Tate insistió.


  -Te queda bien –en verdad estaba estupendo, realmente tenía una gracia especial para llevar los trajes.


  -También a ti –sonrió el bicolor.-¿Nervioso?


  -Bastante.


  -No deberías –posó sus manos sobre los hombros del oriental, lo que hizo que el corazón de éste diese un vuelco-, eres un gran músico, y has practicado duro. Saldrá bien.


  -Gracias –dijo.


  Sus miradas permanecieron fijas la una en la otra. Ninguno de los dos parecía tener intención de romper el contacto visual. Ray era consciente de que se estaba sonrojando, y también que no debía volver a acercarse a Kai, pero en aquel momento sólo quería sumergirse en aquellos iris carmesí. Porque quizás no pudiese volver a hacerlo.


  El ruso frunció el ceño y acarició su mejilla.


  -¿Te encuentras bien?


  -¿Eh?-se dio cuenta de que se le habían humedecido los ojos. Se los secó con el dorso de la mano.-Yo…


  -Es lo mejor, lo sabes, ¿no?-dijo con suavidad.


  Ray supo al punto a qué se refería, y asintió con la cabeza, pero no pudo evitar que un par de lágrimas se le escapasen. Se sintió como un crío, pero no por mucho, porque los dedos de Kai se apresuraron a secárselas.


  -Ojalá pudiese ser de otro modo –las palabras brotaron de los labios del ruso sin que él pudiese hacer nada al respecto. Otra vez aquel impulso de cuidar de aquel chico.


  -Se me pasará –aseguró Ray. Con un soberano esfuerzo de voluntad, se separó de Kai y recobró la compostura.-Y tú, ¿estarás bien?


  Era una pregunta simple en apariencia, que la mayoría de las personas responderían con una sonrisa y un sí… pero Kai no era una de ellas.


  -Estaré como siempre –masculló.


  Ray se volvió hacia él, preocupado.


  -Kai, yo…


  El bicolor alzó una mano, pidiendo que no siguiese. No volvieron a hablar.


  Empezaban a oírse voces que llegaban desde el escenario, y los bastidores comenzaban a llenarse. La función iba a dar comienzo. En eso, una chica entró en la sala.


  -¿Hiwatari y Kon?-preguntó con timidez.


  -Somos nosotros –respondió el oriental.


  Sintió una extraña familiaridad cuando los ojos de la joven se centraron en los suyos. Ya había visto antes aquellos iris avellana. Se acercó a él, y el oriental comprobó que era sólo unos pocos centímetros más alto que ella.


  -Me han pedido que os avise de que ha habido un cambio de planes. Uno de los músicos que tenían que actuar en primer lugar va a tardar un poco en llegar, así que os va a tocar abrir el concierto.


  Ray abrió la boca, pero la cerró, sin saber qué decir.


  -¿Estáis listos?


  Kai palmeó la espalda de su compañero, tratando de reconfortarlo. Funcionó.


  -Lo estamos –sonrió Ray.


  La chica le devolvió una leve sonrisa.


  -Id subiendo al escenario. Y buena suerte.


***


  Había más gente de la que había imaginado, aunque, ciertamente, no se había parado a pensar en ese detalle con demasiado detenimiento. Respiró hondo. La gente aplaudió después de que uno de los profesores anunciase sus nombres, y los nervios volvieron a oprimirle el pecho y a hacerle sentir un vacío en el estómago. Por suerte, la seguridad en sí mismo de la que hacía gala su compañero resultaba contagiosa, y no tardó en recuperar su aplomo.


  Kai caminó con determinación hacia el piano, y él lo siguió. Prefirió quedarse de pie, no muy lejos del ruso, y se apresuró a colocar las partituras en el atril que tenía delante y a comprobar que su violín no se había desafinado. Miró a Kai, y éste asintió, indicando que estaba preparado. Tal como habían acordado, contaron mentalmente hasta tres y comenzaron a tocar.


  Era una melodía hermosa, en la que piano y violín se entrelazaban armoniosamente. En comparación con el resto de las composiciones de Kai, aquella era bastante más alegre. Transmitía sentimientos que el ruso había creído perdidos para siempre. Y todo por Ray.


  El oriental se había encerrado en su mundo, sin tratar de contener las imágenes de Kai que acudían a su mente, pero sí el hecho de que no volverían a pasar tiempo juntos, porque eso lo hundiría. No, ahora mismo se dedicaba a recordar los buenos momentos que había pasado a su lado. Porque de aquello iba la canción.


  Su canción.


  El ruso se lo había contado al terminarla: nunca antes había compuesto una canción para otra persona… viva, aquella era la primera vez que no se basaba en sus recuerdos, sino en el presente. Eso había conmovido profundamente a Ray, y una sensación de felicidad lo había embargado durante varios días.


  Y ahora, todos los presentes se fueron contagiando de aquella calidez y dulzura.


***


  Una gran ovación se alzó cuando las últimas notas se diluyeron en el aire. Kai y Ray avanzaron hacia el frente, hicieron una reverencia, primero hacia el público y luego hacia los profesores, y salieron del escenario por donde habían subido. Se cruzaron con los que iban a continuación y volvieron a los bastidores.


  -Enhorabuena, lo habéis hecho muy bien –los recibió la chica de antes.


  -Gracias –sonrió Ray.


  La joven se volvió y llamó a los que tocaban después para que se fuesen preparando. No le sonaba haberla visto nunca por el conservatorio, a pesar de que algunos de sus rasgos se le hacían conocidos. El oriental se encogió de hombros. Tal vez se hubiese cruzado con ella por la calle, o con otra que se le pareciese.


  Vio que Kai salía de la estancia y fue tras él, guardando apresuradamente las partituras y su preciado violín. Le dio alcance cuando atravesaba la puerta principal.


  -¡Kai! ¡Espera!


  El joven clavó en él su mirada escarlata del mismo modo que la primera vez que se habían visto en clase. No quería que se le acercase. Pero, esta vez, aquel mensaje no era tan claro. Parecía más una súplica que una orden. Porque una parte de sí mismo se rebelaba ante la idea de alejarse de aquel muchacho, y cada vez le costaba más trabajo silenciar a aquella parte.


  -Ray, ya te lo he explicado…


  El oriental alzó una mano, interrumpiéndolo.


  -Eso no quiere decir que no podamos despedirnos como es debido. Casi parece que estés huyendo de mí –bromeó.


  -No se me dan bien las despedidas… no le veo el sentido a alargar los momentos desagradables. Es un poco masoquista.


  -Añade eso a tu lista de mis rarezas.


  Kai no pudo evitar que se le escapase una sonrisita.


  -El caso es, Kai… que para mí ha sido un honor trabajar contigo, y lamento que las cosas tengan que ser así. Quiero que sepas que me has ayudado muchísimo en todo este tiempo y que… -<<…que te quiero>> sopló un rincón de su mente, pero no lo dijo-, que espero que estés bien.


  El bicolor respiró hondo.


  -No sé qué se supone que deba decir…


  -No hace falta que digas nada, yo sólo quería que supieses eso. Que sepas… -se mordió el labio inferior, dubitativo-, que no eres el monstruo que tú crees, que no eres dañino para las personas y que ojalá algún día te des cuenta y dejes de querer estar solo.


  -Ray… -murmuró el ruso. Aquellas palabras fueron como un mazazo que arrebató el aire a sus pulmones.-¿Por qué?-murmuró cerrando los puños con fuerza.


  Se sentía confuso. Sólo una persona se había atrevido antes a decirle algo similar, alguien que ya no existía en ese mundo. Ray le recordaba tanto a su hermano… pero a la vez era muy distinto. Y distinto era también el modo en que empezaba a… ¿quererlo?


  No, de ningún modo, no podía permitir que aquello fuese a más. Tenía que cortar por lo sano ya.


  -¿Te pasa algo, Kai?


  <<Muchas cosas, en realidad>>.


  -No nada… Oye, Ray, yo… no estoy de acuerdo con nada de lo que has dicho, pero te lo agradezco. Y te agradezco también que me hayas soportado estas semanas. Eres… una persona muy especial, y estoy seguro de que pronto te recobrarás y que encontrarás a alguien que realmente te merezca.


  Algo dentro de él se revolvió ante esa idea. Desconcertado, se dijo que probablemente no era más que un arrebato típico de un hermano sobreprotector. Después de todo, existía la posibilidad de que volviesen a herirlo. <<Pero eso no es asunto mío>> se regañó.


  -Gracias –dijo Ray.


  En la mirada de Kai, que le pedía en silencio que marchase, le pareció intuir otro ruego oculto en aquellos ojos. Reuniendo un buen puñado de valor, decidió atender aquella velada súplica de la que, quizás, ni el propio Kai era consciente. Venció los pocos pasos que los separaban y lo abrazó.


  -Gracias por todo, Kai –repitió.


  Aspiró por última vez aquel aroma dulce y cálido que envolvía al ruso, dispuesto a grabarlo a fuego en su memoria, antes de separarse de él.


  Sin volver a mirarlo a los ojos, porque sabía que entonces no sería capaz de marcharse, dio media vuelta y se fue, con el corazón en un puño y las lágrimas pugnando por salir.


  Kai lo vio perderse en el interior del edificio.


  De alguna forma, se las había arreglado para echar a perder la única relación con otro ser humano que había tenido en años. Por una parte se sentía mal, muy mal, como si le hubiesen quitado algo fundamental.


  Por la otra, había librado a aquel chico del daño que implicaba estar junto a él. Sólo por eso, se dijo, podía estar satisfecho.


  De vuelta a casa, tarareó la canción que había compuesto por Ray. Su canción. Tal alegre y vivaz como él.


  Sin duda, sólo por haber vuelto a sentir una vez más, aquellas semanas habían merecido la pena.


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