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El fuego bajo el hielo por Laet

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Notas del capitulo:

Infinitas gracias por todos los reviews, es genial saber lo que pensáis del fic.


Espero que disfrutéis el nuevo capítulo ;)

 


  La vida sigue, a pesar de que tengamos la sensación de que nuestro mundo se ha venido abajo. Ray lo estaba comprobando por segunda vez.


  Tras aquella noche del concierto, había considerado seriamente hacer lo mismo que Kai y deshacerse de sus sentimientos… pero, a diferencia del joven ruso, tenía amigos dispuestos a devolverle el ánimo a toda costa.


  Además de Max y Tyson, ahora contaba también con Svetlana Petrova, la chica de los bastidores, hija de la profesora Ekaterina. Por eso se le había hecho tan familiar su rostro. Se habían conocido al volver a casa, después del concierto, ya que casualmente vivía en el edificio de al lado. Y, francamente, Ray estaba profundamente agradecido de tenerla como amiga. Aunque jamás lo admitiría.


  Sveta era la clase de persona a la que le encanta darle vueltas y vueltas a las cosas, reflexionar sobre todo, hasta encontrar el sentido a cada detalle. Era divertido verla volviendo loco a Tyson, buscando una lógica a los impulsos por los que se guiaba el japonés, barajando hipótesis acerca del por qué de su actitud infantil. Y, además, contaba con una intuición que competía con la de Max. De hecho, se parecía mucho a él, sólo que Sveta tenía bastante más carácter.


  Ray creía que lo suyo habría sido la psicología, pero la joven se había decantado por las letras. Amaba leer, y estaba cursando una filología. Pero eso no impedía que siguiese con su manía de analizar a la gente.


  De hecho, la gran prueba era que el joven de ojos dorados sostenía ahora un teléfono entre sus manos, esperando a que le contestasen, tras haber marcado un montón de dígitos.


  -¿Sí?-respondieron al fin.


  -Hola, Lee. Soy Ray.


  -¡Ray! –exclamó su amigo.-No sabes cuánto me alegra oírte.


  Desde luego, no había excusa para no haber hablado con él desde que había llegado a Rusia, pero es que en el mes y medio que había pasado con Kai sólo había podido pensar en él, y en los últimos veinte días… también. Desde luego, quién iba a pensar que el ruso fuese a trastocarlo de aquel modo. Pero, finalmente, Sveta lo había convencido de que no era bueno que se distanciase de sus amistades.


  -Siento no haberte llamado antes.


  -Tranquilo, supuse que necesitabas tiempo por… ya sabes…


  Ray frunció el ceño. Tardó un rato en caer en a qué se refería Lee.


  -Por Mariah –completó la frase.


  -Espero que no te hayas atormentado mucho con eso, Ray.


  -Al principio un poco… pero, si te digo la verdad, hace semanas que no pienso en ella.


  Al otro lado de la línea, Lee enmudeció, perplejo.


  -Verás… -continuó Ray, sintiendo que le debía una explicación-, al llegar aquí conocí a alguien, y…


  -¿¡Qué!? Pero, pero… ¿¡cómo no me lo has dicho antes!?


  -Pues…


  -No respondas a eso –cortó su amigo al instante.-Cuéntame, ¿cómo es ella?-se le notaba en la voz que la noticia le hacía mucha ilusión.


  Ray se mordió el labio inferior. Se daba cuenta de que su situación era bastante irrisoria. Había viajado miles de kilómetros para huir de alguien que le había roto el corazón para enamorarse de otra persona que se lo volvió a romper. Quizás debía haberse mudado a la Luna…


  -Él –remarcó, ojalá que Lee no sufriese un shock-, me salvó de unos pirados que me perseguían, y luego resultó que estaba en mi clase en el conservatorio. Una profesora nos puso a trabajar juntos para un concierto, y, aunque al principio le tenía bastante miedo, resultó ser una persona muy agradable…


  Se hizo silencio, un silencio largo y tenso, hasta que Lee al fin habló.


  -¿Te has enamorado de un chico?


  -Sí.


  -… … -se oyó un suspiro.-No hay quien te entienda, Kon.


  El pelinegro dejó escapar una carcajada de puro alivio, a la que se unió la risa de su amigo.


  -¿Y cómo os va? ¿Le has dicho lo que sientes?


  -Yo…


  -Ay, por favor, otro drama no. ¿Te rechazó?


  -No, es que no se lo he dicho… y no voy a hacerlo. Ha tenido un pasado muy duro, perdió a las personas a las que más quería, y no quiere volver a encariñarse con nadie por miedo a perderlo. Me dijo que era mejor que me alejase de él porque no me convenía, y yo no quiero causarle problemas, así que no nos hemos visto desde el recital…


  -¿De verdad pretende no relacionarse con nadie? Eso es imposible.


  -Pues se le da bastante bien.


  -Ray, creo que es mejor que lo olvides, ese tío no puede estar bien de la cabeza. Podría ser peligroso.


  -Kai no… -se interrumpió, sí que era peligroso, o lo había sido, pero… -, Kai es una buena persona.


  -Kai, ¿eh? ¿Es muy guapo?


  -Ah… -su piel adquirió un profundo color rojo.-Sí, es bastante… -sacudió la cabeza.-¿Qué tiene eso que ver?


  -Tiene que ver porque ¡has perdido totalmente la cabeza! Te alejaste de Mariah para olvidarla porque no podías hacer más. Ahora tampoco tienes otra opción, pero te niegas a darlo por perdido.


  -Yo no… no estoy haciendo nada, no voy a intentar nada con él.


  -Pero no puedes dejar de pensar en él.


  Ray tragó saliva dolorosamente. Tenía un nudo en la garganta.


  -Es que… -su voz fue un sollozo.


  -Le quieres –concluyó Lee.-Te has enamorado hasta las trancas.


  El pelinegro no dijo nada.


  -¿Quieres que vaya hasta ahí?-ofreció su amigo.


  -No es necesario, Lee, pero muchas gracias.


  -¿Te están cuidando bien?


  -Sí, Max y Sveta están todo lo que pueden conmigo, y Tyson no me deja saltarme ni una comida, así que…


  -Eso es genial, me alegro de que hayas hecho buenos amigos –se oyó un murmullo.-Oh, Ray, tengo que irme, es muy tarde aquí.


  -Perdona, no caí en la diferencia horaria.


  -Tranquilo, sabes que puedes llamarme cuando sea. Hasta otra.


  -Hasta otra.


  -Y, Ray…


  -¿Sí?


  -Deberías luchar por él. Si tanto le quieres, quizás puedas ayudarle.


  Ray colgó, pensativo. Salió de su habitación y fue al salón. Sveta, acomodada en el sillón con un libro en las manos, centró sus ojos en él.


  -¿Y bien?-preguntó.


  -Que debería luchar por él.


  La chica curvó los labios. No solía sonreír abiertamente.


  -¿Ves? No soy la única que lo piensa. Hasta tu amigo, que está en la otra punta del mundo, se ha dado cuenta de que esa relación os salvaría a los dos.


  -Pero Kai dijo…


  -Hiwatari está aterrorizado porque las personas a las que quería tuvieron un final trágico, y asocia la idea de amar a alguien con perderla de forma dolorosa.


  -¿Quieres decir que se aparta de mí porque teme perderme? Eso es un contrasentido.


  -Claro que no –Sveta puso los ojos en blanco.-Los sentimientos no suelen guiarse por la lógica. Tiene miedo a quererte y luego perderte. Y punto. La única solución es demostrarle que su afecto por esas personas no causó sus muertes. Fue una desgracia. A veces esas cosas pasan.


  El oriental se sentó a su lado, temblando.


  -No sé qué hacer.


  -Tómate tu tiempo.


  Ray desvió la mirada hacia el libro que sostenía la joven.


  -¿Qué lees?


***


  Era de madrugada cuando un ruido extraño lo despertó. Sus iris dorados se centraron en la ventana. Contrajo los músculos de su cuerpo para desentumecerlos, se levantó y abrió las pesadas cortinas. Abrió la ventana, que llegaba hasta el suelo, y salió al balcón.


  A lo lejos vio unas figuras, un grupo de aquellos dichosos matones. Parecían estar muy entretenidos con algo. De repente resonó un maullido desesperado, y una figura blanca escapó de sus manos.


  Ray entró a toda prisa en su habitación, se cambió el pijama por unos vaqueros y un jersey, se calzó unos tenis, dejó su cuarto, se detuvo un segundo en la entrada del piso a coger su abrigo y salió de allí a todo correr, presa de un presentimiento.


  Esperó un momento, oculto en la entrada del piso, a ver hacia dónde iban los tipos aquellos en su persecución del pobre minino. En cuanto tuvo idea de adónde se había escabullido el gato, corrió por otra calle, lejos de ellos, pero que le llevaría también hasta donde quería.


  Mientras avanzaba, fue escrutando los callejones en sombras, por si acaso. Procuraba no pensar en otra cosa que no fuese su tarea, como el hecho de que, por la noche, aquel sitio era de lo más tenebroso… especialmente si se tenía en cuenta la clase de gente que deambulaba por allí en aquellos momentos… si es que se los podía considerar personas.


  De repente, un destello blanquecino se cruzó en su camino y pasó por su lado sin detenerse.


  -¡Aldebarán! –llamó el chico.


  Como había intuido, se trataba del gato de Kai, y al oír aquella voz conocida, corrió hacia él y se refugió en sus brazos.


  -¡Por aquí! ¡He oído algo! –exclamó alguien.


  Ray maldijo en voz baja y reanudó la marcha, esta vez en dirección a la casa del bicolor. Allí Aldebarán estaría a salvo.


  Le hubiese sido difícil explicar por qué asumía aquellos riesgos por un simple gato, pero es que el animal representaba algo muy importante para él. Aquella bola de pelo era el último lazo de afecto que había establecido Kai con un ser vivo, todo el cariño que el ruso aún era capaz de sentir estaba volcado en Aldebarán. Así que no podía perderlo.


  Se coló por la calleja a la que daban las ventanas del salón de Kai. Los otros le habían visto, y no tardarían en llegar, pero le daba igual.


  -Gatito, gatito, gatito… -dijo alguien a su espalda en tono reprobador. Ray dio un respingo. No había oído acercarse a aquel chico. Vagamente, distinguió que era el muchacho castaño de ojos azules que le había perseguido el primer día.-¿No sabes que no son horas de estar por la calle? Es peligroso, sobre todo si te metes donde no te llaman.


  El oriental retrocedió instintivamente, abrazando aún a Aldebarán.


  -Dame al gato y seré indulgente contigo.


  Los ojos dorados se entrecerraron con furia, indignados. No sabía qué relación había entre ese chico y Kai, pero estaba seguro de que, con aquello, pretendía herir al bicolor.


  Retrocedió un poco más y, antes de que el otro reaccionase, subió a unas cajas de madera que había apiladas y aupó a Aldebarán a la escalera de incendios. El animal, aún asustado, se apresuró a refugiarse en su casa. Ray hizo que el primer tramo de escalerilla se recogiese del todo para que su perseguidor no pudiese seguirlo.


  -Eso ha sido muy estúpido –le recriminó el ruso.-Has salvado a ese animalejo, pero tú no tienes adónde huir.


  Para colmo de males, en aquel momento llegó el resto de la panda. El oriental bajó al suelo y adoptó una pose defensiva. No esperaba salir vivo de allí de todas formas, así que, ¿por qué no repartir algunos golpes él también?


  Por lo general, no era una persona para nada violenta, pero ahora se trataba de proteger su vida… y a su amigo.


  El chico que había estado hablando con él hizo un gesto a sus compañeros para que no se acercasen y sonrió con malicia. Se iba a divertir.


  Ray era ágil y rápido, pero el ruso tenía más experiencia en peleas callejeras, así que el chino recibió unos cuantos puñetazos más de los que alcanzó a dar él. Su oponente no tenía muchas ganas de perder el tiempo, nervioso quizás por que pudiesen oírles, así que lo hizo caer al suelo en cuanto pudo y extrajo una navaja de uno de sus bolsillos.


  -Esto se acaba aquí, gatito.


  Ray cerró los ojos, aguardando el inminente golpe, pero todo lo que recibió fue alguna salpicadura precedida del sonido del agua al caer. Se atrevió a mirar y vio al chico de ojos azules empapado de los pies a la cabeza, pasmado y empezando a temblar de frío.


  Las miradas se dirigieron hacia arriba.


  En la escalera de incendios a la altura del segundo piso, Kai Hiwatari contemplaba la escena, sosteniendo el cubo que había vaciado sobre aquel muchacho.


  -Largaos si no queréis que baje –dijo muy serio.


  Sus ojos rubí destellaban de ira. Amparado por las sombras, se veía más imponente que nunca.


  No necesitaron que lo repitiese para huir de allí como alma que lleva el diablo. El que se había pegado con el oriental dudó un momento antes de seguirlos, pero el frío terminó por convencerlo. Teniendo en cuenta que estaban en Moscú, de noche y a mediados de otoño, una mojadura como aquella podía ser bastante peligrosa.


  Ray se tendió en el suelo y cerró los ojos, exhalando un suspiro. Poco a poco el cansancio se apoderó de él. Lo último que sintió fue que una cálida presencia lo envolvía.


***


  Respiró hondo, reticente a recuperar la consciencia. Se estaba muy bien en la cama, y él estaba agotado, como si acabase de correr una maratón. Además, era sábado. Se dio la vuelta, dispuesto a remolonear un poco más, y abrazó la almohada.


  Un olor dulce lo asaltó. Lo conocía, pero… no debería estar allí.


  Lentamente fue abriendo los ojos, y un rubor fue tiñendo sus mejillas al reconocer aquel sitio.


  -¿Cómo te encuentras?-preguntó una voz con la que había estado soñando mucho tiempo.


  Se giró hasta quedar apoyado sobre el costado derecho. Allí estaba el joven de ojos escarlata que le había robado el corazón.


  -Bien… creo –frunció el ceño. Empezaba a recordar los detalles de la noche anterior.


  El ruso tomó asiento a su lado, sonriéndole con calidez.


  -Estás completamente majara, ¿lo sabías?-dijo, pero su tono era suave.


  -Es probable que haya perdido totalmente la cabeza, pero eso tú ya lo sabías, Kai.


  La sonrisa del bicolor se ensanchó. Le revolvió el pelo. Ray cerró los ojos, disfrutando de la caricia. Si aquello era un sueño, no quería despertarse.


  Un maullido atrajo su atención. Aldebarán saltó sobre la cama y restregó su cabeza contra el cuerpo del muchacho, pidiendo mimos. Ray se incorporó y lo tomó en brazos.


  -Creo que él también te ha echado de menos.


  -¿También?-repitió el oriental.


  Sus ojos se encontraron. Los de Kai mostraban sin tapujos sus emociones. No se resistió al impulso de abrazar a Ray, que se encontró inesperadamente rodeado por sus cálidos brazos.


  -Sí, también.


  El pelinegro suspiró, feliz. El dolor se borró de su alma. Por fin volvía a tener la impresión de que todo estaba como tenía que estar.

Notas finales:

Bueno, después de las lágrimas causadas por el capítulo 7, espero que éste haya servido para resarciros♥


Un saludo, nos vemos pronto ^^


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