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Perfecto por zion no bara

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Notas del fanfic:

Es el segundo fic de Generales Marinos, es corto y nunca he usado a estos dos de protagonistas ni de pareja, así que espero que les guste.

 

Notas del capitulo:

Esta trama está dedicada a Megara1980 y a ChaniChan quienes querían algo de los Generales Marinos, espero que les guste, aunque corto me gustó el resultado en este fic.


 

 

Atlántida como tal era una región sumergida en las profundidades, no se esperaba que  los demás supieran de sus habitantes ni tenía sentido alguno que fuera de otra manera, sin embargo hubo un momento en que ese sitio volvió a llenarse del antiguo fulgor que tuviera y eso debido a un evento muy esperado aunque no se resolvió de inmediato: se esperaba el regreso del señor Poseidón. Como un dios encarnado que era necesitaría de un tiempo para estar listo y cumplir con sus funciones pero mientras se daba la espera su región se fue llenando de personajes que ocuparían un lugar muy determinado en sus planes.

Así que con el paso de unos años las preciadas escamas, las armaduras más importantes sólo después de las del señor del lugar, fueron ocupadas. Siete hombres se invistieron con el honor de servir a Poseidón y cada uno tenía las capacidades indiscutibles de acceder a ese honor. No había mucho que se pudiera decir de ellos pero lo cierto era que estaban en ese sitio para cumplir con su papel como Generales Marinos y vigilar por el bien y seguridad de un pilar, cada pilar estaba estratégicamente situado en un punto que lo hacía de vital importancia para el mundo en general, después de todo la estrecha relación del agua con la vida era innegable.

Los generales marinos llegaban a tratarse mientras esperaban que su parte en el plan de su señor se cumpliera, así que no fue tan complicado el que algunos de ellos entablaran algún tipo de relación o llegaran al menos a hablar con algunos de sus compañeros. Fue así que se dio la particular alianza entre dos de ellos.

-Ese tipo no habla con nadie-se quejaba uno de los jóvenes que cumplirían con el papel de General Marino-Parece creerse más que los demás.

Justamente el que decía eso era un muchacho de cabellos castaños y ojos verdes que se llamaba Bian y usaba una armadura que ejemplificaba su rango y el que fuera llamado General de Caballo de Mar. Se quejaba porque había intentado hablar con el general de Dragón Marino pero éste siempre trataba a los demás de una manera que parecía sentirse superior a ellos. Y se quejaba de ello con otro joven que había logrado envestirse con una de esas armaduras.

-Debe ser su manera de comportarse simplemente.

El que brindaba esa respuesta era un muchacho de cabellos color rosa y sus ojos también eran rosas pero en un tono más intenso, por lo que sabían era un excelente combatiente pero su carácter no era tan fácil de comprender. Su nombre era Io y llevaba el nombre de General de Escila, lleno de diferentes ataques y habilidades era un excelente contrincante.

-Tan sólo espero que esté tan bien preparado como aparenta-decía Bian-Una vez que el señor Poseidón ocupe su sitio todos debemos mostrar lo que somos capaces de hacer.

-¿Crees que tarde en suceder eso?-preguntaba Io.

-No, nuestro tiempo se acerca, lo sé, todos los generales estamos en nuestro sitio y cuando la guerra sea un hecho venceremos.

Aunque no dijo nada era evidente que el de cabellos rosas estaba de acuerdo.

Si se hubiera tratado de cualquier otro general aunque siguieran hablando llegado el momento se separarían y regresarían por su cuenta a su respectivo pilar pero en el caso de ellos dos las cosas eran distintas. Sin decir mucho al respecto Bian tomó al otro por la mano y en silencio se dirigieron a su pilar, que era el del Pacífico Norte mientras que el de su compañero era el de Pacífico Sur. A pesar de la distancia entre ambos no tardaron en llegar y en entrar y una vez en la soledad de ese sitio continuar con lo que deseaban hacer, aunque el castaño parecía más ansioso que el otro.

-Ven aquí-le dijo a Io apenas lo tuvo a su alcance.

Sin más ya lo estaba besando por el cuello y buscando la manera de apartar su ropa, lo recostó sobre su cama para desabrochar lo que se le interpusiera y dejarlo semidesnudo en el sitio, después se apartó para quitarse su ropa y desnudarse a su vez, besó al de mirada rosa con fervor por el pecho y el abdomen hasta alcanzar su sexo y hacerlo erguirse con caricias de sus dedos y su lengua, una vez logrado eso no vaciló en tomarlo con su boca pues le gustaba escuchar al de Escila gemir por sus atenciones y la manera en que se curvaba sobre la cama le encantaba. Logrado ese punto no esperó para anegar dos de sus dedos con saliva y llevarlos a la intimidad de su compañero, apenas si hizo nada que no fuera dilatarlo y una vez que lo sintió listo logró acomodarse como lo deseaba, él sentado en el filo de la cama y el otro sobre él, dejando su espalda contra su pecho y haciendo que su erguido sexo entrara prontamente para comenzar a embestirlo y acariciarlo con una de sus manos en su rígido miembro.

Sus encuentros jamás eran muy largos pues realmente estaban en un acuerdo, algo así como Yo obtengo sexo y Tú tienes sexo de mí, no se trataba de nada más, aunque después de su primer encuentro Bian llegó a creer que no habría un segundo, a los dos les había dolido pero siguieron adelante. En unos momentos se escucharon unos gemidos abiertos y apasionados, las respiraciones entrecortadas y les llegaba la tensión de sus músculos, no pasó mucho para que Io hiciera su cabeza hacia atrás y su tibia esencia abandonara su cuerpo y quedara en manos del castaño, mientras éste también alcanzaba su satisfacción y terminaba en un grito ahogado de placer.

Después de eso ambos se apartaron y se limpiaron un poco, cuando se sintieron listos no hubo mucho que decir.

-¿Nos vemos después?-preguntó Bian.

-Si, hasta después-fue la respuesta de Io.

Con eso el joven se marchó y el otro se quedó a descansar, le gustaba ese trato que tenían pues él mismo lo había propuesto. No podía negar que para él las cosas estaban bien como iban entre ellos dos, resultaba que Io y él se habían conocido prácticamente al tomar sus armaduras, eran de edades similares pues sólo le llevaba un año al de cabello rosa, sus gustos eran parecidos y tal vez era eso lo que los había levado a un sutil coqueteo y de eso habían pasado a su arreglo, el cual, según Bian, era perfecto. Sin compromisos ni ataduras le resultaba más sencillo cumplir con su papel de General Marino y si a eso se agregaba alguien con quien poder "descargar tensiones" lo encontraba de maravilla.

 

 

Pero llegó el momento en que el señor Poseidón tomó su sitio en el Templo del Mar y Atlántida declaró la guerra, estaban dispuestos a prescindir de la Tierra y ser sólo ellos quienes dominaran todo pero resultó que en medio de esos planes hubo unos entrometidos caballeros que decían pelear por Atenea y venían del Santuario, no les bastaba con oponerse, no, tuvieron que ir hacia se encontraban y pretender destruir los pilares que a ellos correspondía vigilar; fue así que aquel joven castaño de Pegaso luchó contra Bian y sin que pudiera parecer posible lo derrotó, derribando su pilar y acabando con su vida. En seguida fue Io quien enfrentó a un joven de ojos verdes que decía ser el caballero de Andrómeda y a pesar de sus múltiples ataques fue vencido también, su pilar derribado y su vida se extinguió, igual que la de todos los que servían al señor Poseidón.

Sin embargo ese no era el final de la historia.

Cuando la vida empezó a regresar debido a que los dioses tuvieron que pactar y reconocer que uno no podía imponerse a los otros se acordó también que aquellos que les habían servido y que finalmente habían caído solamente por servirles, regresaran a la vida y la retomaran en el punto en que la habían dejado, deberían seguir con sus obligaciones y vivir para ser alguien nuevo, un nuevo ser que tendría que ver al mundo continuar sin los planes que supuestamente les era propio llevar a cabo. Siendo así incluso en las profundidades de la Atlántida se dio que los Generales Marinos regresaran y tuvieron que utilizar sus escamas y servir una vez más a su señor, eso no estaba  tan mal, después de todo también seguirían siendo lo que habían sido.

Con su nueva vida todos los de Atlántida se vieron a si mismos como afortunados pues estaban vivos y tenían un nuevo propósito que era el de velar por los suyos y por el equilibrio entre los diferentes reinos que ahora estaban al frente. De alguna manera también les sirvió como compañeros para conocerse un poco más y tratarse, lo que antes no habían contemplado tan importante pero que ahora comprendían que podía marcar la diferencia entre un triunfo y la derrota. Así que después de la primera reunión que tuvieron con su señor al volver a la vida se decidieron a seguir adelante.

Pero fue también cuando Bian e Io volvieron a verse.

-No creí que volvería a estar en este sitio-dijo el castaño a su compañero-Parece que todo es lo mismo, como si nada hubiera cambiado.

-Pero todo es diferente ahora-dijo Io-Las cosas no serán como antes.

A pesar de que fueron palabras suaves de alguna manera sonaron un tanto cansadas, sin embargo el de Caballo de Mar no pensaba mucho en que fuera momento para reflexionar sobre el significado de estar vivos o las nuevas oportunidades, teniendo a Io cerca de él encontraba más interesante pensar en otras cosas y sobre todo tratar de retomar aquello que había quedado entre los dos.

-¿Estarás en tu pilar Io?

-Si ¿Por qué Bian?

-Pensaba que tal vez pueda ir a verte.

Diciéndole eso lo tomó suavemente por el brazo, acariciando y apretando, sin perderlo de vista por un instante. Al de Escila no le tomó mucho tiempo entender lo que estaba deseando escuchar de su parte.

-Puedes ir pero aún lo están reconstruyendo.

-Entonces podemos ir al mío-dijo el de ojos verdes-También lo reconstruyen pero está en mejores condiciones y queda más cerca.

-De acuerdo pero primero debo ver algo.

-Te espero entonces.

Al verlo alejarse a Bian no le quedó duda alguna que su perfecto acuerdo volvería a surgir, siendo sinceros estaba con Io porque era quien había accedido a estar con él en esos términos, no estaba mal, era ciertamente apuesto, su cuerpo era delgado y fuerte, no era una belleza ni el más poderoso pero él encontraba que resultaban afines para sus planes y nadie salía lastimado de esa manera. Como fuera se dirigió a su pilar para esperar a su compañero, estaba disfrutando de los primeros episodios de su nueva vida.

Io llegó al pilar del Pacífico Norte con tranquilidad, antes del conflicto parecía en pie de guerra casi todo el tiempo pero después de regresar a la vida era como si su carácter se hubiera templado.

-Bian-lo llamó.

-Que bueno que llegas-dijo el castaño recibiéndolo.

Sonrió al verlo pero aparte de eso no encontraba sentido alguno a esperar cuando los dos sabían el porque estaban ahí. Se acercó y le dio un beso en la mejilla para después tomar su mano y guiarlo directamente a la recámara, ese sitio ya estaba completamente restaurado con algunos cambios, como la cama, que seguía siendo individual pero ahora era más alta. Pero eso no era tan interesante como tener al de cabellos rosas entre sus brazos y poder besarlo por el cuello, escuchar el latido de su corazón bajo sus caricias, probar la piel tibia y desnudarlo a voluntad para excitarlo y recibir sus apasionados gemidos, aunque extrañamente en esa ocasión parecía algo silencioso.

Como fuera eso no evitó que Bian se desnudara a su vez y lo recostara boca abajo para estimular su cuerpo y no tardar en dilatarlo y sostenerlo contra el colchón mientras adentraba su turgente sexo en esa masculina intimidad con energía, mover sus caderas con velocidad y sentirse terriblemente complacido cuando sus músculos se tensaron y terminó dentro de ese esbelto cuerpo que no se negó a nada. Una vez que sus sentidos se tranquilizaron los dos estaban recostados mirando hacia el techo y el de mirada verde tuvo algo que decir.

-Te echaba de menos Io.

En ese momento el de cabello rosa se sentó en la cama, se quedó quieto por unos instantes pero no respondió.

-¿Qué ocurre?-preguntó Bian un poco extrañado de ese comportamiento.

-Nada.

En ese instante se levantó y comenzó a vestirse. Su compañero lo observaba pero después de lo que había dicho esperaba escuchar que también lo había extrañado y no entendía que el otro no le dijera nada.

-Bian.

-¿Qué?

-Esta es la última vez entre los dos.

-¿Qué? ¿De qué hablas?

-Hay alguien Bian y quiero intentarlo con él.

-¿Qué estás diciendo?

-Lo que digo Bian es que lo nuestro se acabó, quiero algo serio en mi vida, nosotros ya tuvimos nuestro momento pero creo que es tiempo de avanzar.

Lo primero que sintió el castaño era que no podía creer lo que escuchaba pero como no sabía que hacer ante esa mirada que se veía decidida se sobrepuso lo mejor que pudo y dio una respuesta que sonaba correcta.

-Si es lo que deseas está bien Io, me da gusto por ti.

-Gracias.

Sin más el de mirada rosa se fue de ahí, dejando al otro solo con sus pensamientos, de verdad se sentía sorprendido pero si era lo que el de Escila deseaba él no se iba a meter en su vida, que estuviera bien, era lo que le deseaba.

Pero el joven de Caballo de Mar no tardó en descubrir que separarse de Io era lo que menos deseaba.

 

 

Sin estar seguro del cómo o el porqué lo cierto fue que el joven de ojos verdes se dedicó a observar a Io en todo lo que hacía cada vez que podía, trataba de adivinar quien era la persona de la que le había hablado pero no sacaba nada en claro, además que el tratar de acercarse a él de nuevo no estaba resultando tan sencillo como suponía.

-Hola Io.

-Hola Bian.

-¿Cómo estás?

-Bien, pero aún hay muchas cosas por resolver en el pilar del Pacífico Sur.

-No veo porqué te quejas, tu pilar es el que va más avanzado en su reconstrucción.

-Espero terminar antes de este mes.

Lo cierto era que lograban charlar ya que el mismo castaño había propuesto que continuaran pero "siendo amigos", a lo cual el otro había accedido, por eso a veces se detenían a conversar un poco como en esos momentos.

-¿Y como va lo demás?-preguntó el de mirada verde cambiando de tema.

-¿Qué cosa?-preguntó extrañado Io.

-Tú sabes, de tu relación.

-No marcha del todo, no estoy seguro de si le gusto o no, más bien sé que si pero no sé que tanto en realidad.

-Ah.

Pero no se le ocurría que más decir.

-¿Quién es Io?

-¿Quién? No te puedo decir eso.

-¿Por qué no?

-Es algo personal Bian, quiero que él se decida y si nada sucede entre los dos no quiero quedar como el chico que gustaba de él delante de todos.

-Comprendo.

Pero no comprendía nada, nada más allá de querer saber quien era el otro, tan sólo tenía en mente que debía ser otro de los Generales Marinos pues con nadie más trataba el de Escila, pero no tenía en claro quien era. Justamente estaba en esos pensamientos cuando alguien se acercó a los dos.

-Que bueno que te veo Io-dijo Kasa de Limnades-Esperaba que pudieras decirme cuanto más se necesita...

Y mientras el de Limnades hablaba por la mente de Bian comenzó a pasar una idea que primero encontró descabellada y luego le pareció tan real como lo que tenía delante de sus ojos: ¿Io estaba interesado en Kasa? Apenas si respiraba mirando como hablaban, por poco le gritaba al de ojos rosas por dejarlo de lado por ir tras de...bueno... ¿Kasa? Pero logró calmarse, no creía que fuera de esa manera aunque bien podía ser que tuviera gustos particulares pero no creía que fueran tan particulares. Y no fue el único en acercarse donde ellos estaban.

-¿Ahora estás molestando a Io?

Quien decía eso era Isaac, el General Marino de Kraken, quien no tardó en mostrar que a pesar del tono le daba gusto ver a su compañero de mirada rosa.

-Espero que no te esté importunando Io.

Pero la mirada verde fue directamente sobre el de cabellos justamente verdes ¿Y si fuera Isaac? Se sentía sorprendido, para empezar porque el de Kraken era menor que el de Escila ¿Andaba tras un jovencito? Cierto que Io no era un anciano pero aún así, entonces pensó que tal vez era que le gustaba, después de todo el del pilar del Océano Ártico no era desagradable, aún con lo de su ojo, tal vez era porque le resultaba exótico pero aún así, si se trataba de eso no terminaba de comprender el cambio.

-Parece que es reunión.

Si alguien se ganaba las palmas siendo exótico ese era el dueño de la voz que se estaba uniendo al pequeño grupo que seguía hablando, era nada más y nada menos que Krysta de Crisaor, alto, fuerte, con ese aspecto de extranjero en casi todo el mundo, además de esa especie de fría serenidad combativa de la que era dueño pero aún así Bian se negaba a creer que alguien como él estuviera en los pensamientos del de Escila, debía ser alguien diferente, alguien que fuera muy superior a él en todo y no sólo en un aspecto pero no lograba convencerse que alguno de los otros Generales Marinos fuera capaz de ello. No a menos que...

-¿Por qué siguen aquí?-preguntaba el de Dragón de Mar-Deben seguir con sus deberes.

Los demás ya no dijeron mucho y se despidieron con unas palabras pero en ese momento Kanon le habló directamente a alguien.

-Quiero decirte algo Io.

Apartándose un poco los dos cruzaron unas palabras más, parecía no ser de mayor importancia lo que pasaba pero todas las alertas en el de Caballo de Mar se activaron cuando Kanon simplemente se rió, ese hombre jamás se reía y ahora lo hacía por un comentario del de ojos rosas quien también estaba riendo. Y en ese momento la sangre le hervía al de cabellos castaños ¿Cómo era posible que ese tipejo lograra algo a los ojos de Io? Había pasado por alto que era un traidor, que era quien había provocado el despertar antes de su tiempo de Poseidón, que ambicionara hacer a un lado a su señor para quedarse con su poder, que incluso llegara hasta ellos con engaños, que abandonara sus escamas para utilizar una armadura dorada, todo eso lo había perdonado y dejado atrás pero que se atreviera a ser quien se llevara al joven Io de su lado, no, eso si que no lo pensaba perdonar. Aún no sabía cómo pero no lo iba a permitir.

Finalmente los otros dos generales que ni siquiera se dieron cuenta de cómo el tercero sacaba chispas y le hacía competencia a un volcán en erupción se despidieron y siguieron sus caminos como si nada. Sin embargo Bian no iba a quedarse como si nada.

 

 

Desde ese momento Bian de Caballo de Mar se dedicó como si fuera misión a seguir los movimientos de Io y de Kanon, no le interesaba que el Dragón de Mar fuera inteligente, carismático, alto, fuerte, apuesto, varonil, determinado, galante, decidido, valiente, cumplido, ni nada de nada, para él estaba muy en claro que no era bastante para estar con el de Escila y poner fin a tan perfecto acuerdo que existía entre ambos. Todo lo que hacía era visto, catalogado y sobre todo comparado con él mismo y que muchas veces no quedara bien parado ante la comparación poco le importaba, tan solo buscaba argumentos con los cuales confrontar al de cabellos rosas y convencerlo que cualquier convenio con Kanon no era productivo y que él estaba dispuesto a seguir donde se habían quedado.

Fue en ese momento que algo más ocurrió y se trataba de hacer una breve exploración fuera de Atlántida y para eso fue llamado Bian a la presencia de su señor.

-General de Caballo de Mar.

-Mi señor-respondió el castaño con una rodilla en tierra.

-Ahora que están los dos aquí les diré lo que sucede.

Con eso el de los ojos verdes se percató que justamente el General Marino de Escila estaba en el lugar también pero ni siquiera lo miraba.

-Los dos deben ir a un sitio en el Pacífico Norte, no es nada importante-decía Julián Solo-Pero prefiero que verifiquen que todo está en orden.

Ninguno de los dos decía nada.

-Quiero que marchen cuanto antes, hoy mismo si es posible para que estén de vuelta cuanto antes, no me es posible prescindir de dos de mis generales si se está reconstruyendo Atlántida.

Con eso parecía que no quedaba mucho por decir y los generales salieron una hora después hacia su destino. En realidad no fue un camino complicado de ninguna manera, no en vano eran sirvientes de Poseidón y si se hubiese presentado alguna dificultad la pasarían sin inconvenientes. El sitio al que llegaron no era nada inusual, ni siquiera contaba con habitantes, se trataba simplemente de una isla desierta perdida en medio del Pacífico Norte, un sitio despejado cuyas costas se dejaban bañar por las suaves olas del mar de aguas brillantes y transparentes, de un azul intenso y casi de ensueño.

Ambos jóvenes caminaron por el lugar, lo rodearon y no encontraron nada fuera de contexto, era lo que se esperaba simplemente pero antes de regresar se tomaron unos instantes para relajarse, al menos eso supuso Bian ya que Io se quedó sentado mirando hacia el horizonte como suspirando por el paisaje, siendo así se sentó a su lado pero no le dijo nada, no al menos al principio pues después de unos instantes habló.

-¿Te gusta este sitio?-preguntó el castaño.

-Me recuerda a mi lugar de origen-respondió el de mirada rosa-Yo nací en una isla como esta.

-No sabía eso.

-Si, nací en San Félix, es una isla en Chile, hacía mucho que no pensaba en ello.

-Debe ser un lugar hermoso.

-Lo era para mí.

-Yo soy de Canadá.

-No sabía eso.

Se quedaron charlando sentados sobre la arena por un largo tiempo, mismo en el que se dijeron cosas que antes jamás se habían dicho, al de Caballo de Mar le dio la impresión que veía a un Io que no sabía que existía, tal vez simplemente no quiso verlo. Pero ahora estaba delante de él y quería hacer algo al respecto aunque no sabía qué, entonces supuso que quizás podría acercarse a su compañero  y fue cuando el otro dijo algo más.

-¿Qué sucede Bian?

-Es que...recordaba algo.

-¿Qué?

-La primera vez que estuvimos juntos.

-Eso.

Por unos instantes fue como si los dos pensaran en lo mismo, en la manera en que se habían desarrollado las cosas, no fue exactamente lo mejor del mundo tomando en cuenta que ambos parecían haber llegado con la expectativa que debía ser un momento glorioso en que alcanzarían las estrellas, nada de eso, fue más bien doloroso  pues tanto Bian como Io se sintieron adoloridos y casi les pareció mejor por un momento no seguir, de todas manera sucedió y ellos siguieron adelante.

-Después de la primera vez la verdad es que no creí que querrías volver a hacerlo-dijo el de ojos verdes.

-Lo pensé Bian pero cuando me pediste seguir acepté.

-¿Por qué aceptaste? Recuerdo que comenzaste a dar lamentos y después casi lloraste, al final te retorciste que creí que te estaba matando...no puedo entender porque volviste a estar conmigo.

-Porque eres muy guapo-dijo con total naturalidad el de Escila.

-¿De verdad?-preguntó sonriendo-¿Más que Kanon?

-Los dos son guapos, de diferente manera.

El castaño siguió sonriendo y buscó acercarse un poco más a su compañero, se sentó a su lado y hablándole pasó sus manos por la cintura del otro.

-Podemos hacerlo, por los viejos tiempos.

Io volteó a verlo directamente y sin más se apartó de él.

-Ya te dije que busco algo serio Bian, lo nuestro se acabó.

Con esas palabras se dispuso a caminar sobre la arena.

-Deseo dar una vuelta más por aquí antes de volver.

Con eso y sin mirarlo se alejó caminando sobre la dorada arena dejando al otro solo y pensando, no sabía en qué pero era momento de hacerlo. Bian se daba cuenta que hasta ese momento, a pesar de haberlo tenido en sus brazos no se había dado cuenta de lo especial que era el de mirada rosa, solo ahora que éste le decía que había alguien en su vida comprendía que buscaba algo que él nunca le dio. Lo había hecho el objeto para descargar sus deseos pero no el de sus afectos.

Regresaron a Atlántida  en silencio pero Bian no pudo evitar sentirse extraño. Y todo estaba por empeorar.

 

 

No había paz ni quietud, no al menos en Bian de Caballo de Mar, desde ese momento era como si todo se hubiera venido abajo para él, ya no le importaba nada que no fuera Io, incluso la idea de que fuera Kanon el objeto de su afecto dejó de tener fuerza, no encontraba señales que indicaran que era de esa manera pero no importaba. Empezó a actuar de manera extraña para si mismo y quedó ante el escrutinio de los demás. Había llegado incluso a rondar el pilar del Pacífico Sur con la esperanza de ver a Io, tan solo de verlo, su situación comenzaba a hacerse absurda y ridícula, lo sabía y no le importaba.

El joven castaño logró darse cuenta que era el momento de sincerarse y sobre todo de rendirse: no podía perder a Io.

Con eso en mente llegó el día en que todo sería aclarado, en su propio pilar comenzó a arreglarse, se bañó y se vistió con cuidado y esmero, se miro delante del espejo antes de partir y quedó satisfecho con su aspecto, tomó en sus manos algo que deseaba llevarle al otro joven pues le parecía apropiado pero no deseaba retrasar el encuentro. Dirigió sus pasos firmemente hacia el pilar del General Marino de Escila, respiró profundamente antes de entrar y siguió adelante, traspasó el umbral y no tardó en encontrar con su ojos verdes la figura del de cabello rosa, estaba sentado leyendo un libro, dejando morir el tiempo simplemente y él sintió que jamás le había parecido tan perfecto como en ese momento.

El de ojos rosas se dio cuenta del recién llegado y dejó su lectura, quedándose como aguardando a lo que le diría pero ninguno de los dos decía nada.

-¿Qué buscas Bian?-preguntó finalmente.

-A ti-respondió directamente-Solo a ti.

-Los demás ya hablan de tu comportamiento y me han preguntado al respecto, sea lo que sea que pretendas no quiero quedar en medio de habladurías por tu causa.

-No es esa mi intención-dijo acercándose un paso-He luchado conmigo mismo para comprenderme, para descifrar este enigma en mi interior, para tratar con estas llamas en mí que no son por el simple deseo-dijo con absoluta sinceridad-No puedo seguir callado, no puedo seguir lejos de ti.

-Bian...

-Si no puedo sentirte de nuevo entre mis brazos será como dejar de vivir Io.

El de Escila guardó silencio ante sus apasionadas palabras y por eso el de Caballo de Mar se aproximó para mostrar su presente, era un ramo de rosas en capullo color rosa, un color idéntico al de los ojos del general del pilar del Pacífico Sur, casi como si fuera una ofrenda lo dejó a sus pies y quedó arrodillado delante de él.

-Debemos estar juntos Io.

-¿Qué es lo que quieres Bian?-preguntó el otro sin tocarlo-¿De qué se trata todo esto? ¿De un breve amorío? ¿De un triunfo ante los ojos de los demás? ¿Volver a ese arreglo original entre los dos?

-No, no, no es eso-dijo como suplicante mirándolo a los ojos.

-¿Entonces qué es?

-Ya te lo dije, eres tú Io, es a ti a quien he venido buscando.

-¿Por qué? ¿Por qué de repente este interés en mí? ¿Por qué esta persecución de mis actos? ¿Por qué terminé con lo que teníamos? ¿Por qué quiero algo más?

-No me importa quien sea el otro, jamás podrá amarte como yo, Io...

Pero cuando intentó tocarlo el de cabellos rosas se apartó de él y para el de mirada verde fue como un rechazo, como si dijera que no deseaba nada de él pero antes de terminar de sentir que sus brazos estaban caídos volvió a hablarle.

-¿En verdad quieres saber quien es el otro?-preguntó el de Escila sin mirarlo.

No respondió pero el de Caballo de Mar ya estaba al lado del otro general dispuesto a averiguarlo, no imaginaba que estaría en el mismo pilar ya que su compañero dirigió sus pasos de inmediato a la recámara pero al entrar no se veía a nadie más. Sin explicarse Io se dirigió delante del amplio espejo del lugar y Bian se paró a su lado para quedar ambos reflejándose en la pulida superficie. Antes de poder decir una sola palabra el castaño lo estrechó entre sus brazos.

-Io...

-Eres tú Bian, siempre has sido tú.

-¿Por qué todo esto entonces?-preguntó sin terminar de comprender totalmente confundido.

-Porque no estaba seguro de ti, porque necesitaba esto para convencerme, sabía que te gustaba pero nada más, incluso sentía tu deseo pero no confiaba en tus sentimientos.

-Io...

-Quería saber la verdad, sentir que soy alguien para ti, que podías hacer lo mismo que yo, someterte por completo a tus sentimientos ¿puedes hacerlo? ¿Verdad que si?

Por unos instantes sus miradas se encontraron y ante eso solo una respuesta era posible: la verdadera.

-Quiero hacerlo Io-dijo con suavidad.

En ese instante se besaron y sin tardar se encontraron de nuevo y al mismo tiempo fue como si se tratara de la primera vez para los dos, conocían perfectamente sus cuerpos y cada curva de su ser, los sitios más sensibles y los más cálidos y con todo eso no parecía que fuera bastante, estaban dispuestos a todo y eso significaba entregarse por completo sin esperar nada del otro, dejarse llevar y vivir la emoción de estar unidos por lazos imposibles de quebrantar.

 

 

Durante un largo rato ambos se prodigaron ternura pues no era lo usual en sus encuentros y por ello quizás lo disfrutaron aún más, sus miradas se encontraban y con ellas era como si renovaran juramentos nunca dichos pero al mismo tiempo no había ellos acción alguna que no se sintiera llena de pasión naciente. Sus manos se habían vuelto mensajeras de promesas de pasión creciente, buscando por entre las telas y debajo de ellas, quedando desnudos en poco tiempo al mismo tiempo que sus ojos se deleitaban con la vista que les era ofrecida por otro ser que los deseaba con la misma intensidad.

La auténtica pasión amorosa había tomado rienda de sus pasos y todos sus movimientos, en un tiempo atrás se hubieran satisfecho velozmente y hubieran seguido y en ese momento no era así, había algo como una dulce sensibilidad, una tierna timidez, anhelos de satisfacción velados por la ignorancia, un cúmulo de contradicciones entre ya haber compartido sus cuerpos y hacerlo en un nuevo tiempo en el que sabían que habitaban en el corazón de su compañero. Unos instantes bastaron para que los dos generales se encontraran sobre la cama unidos en un fuerte beso, el contacto de sus pieles desnudas los hacía arder pero aún había algo como modestia entre ellos, por ello se prolongaron las caricias y los juegos encendidos, el reconocimiento de ese cuerpo que les quitaba la respiración y la dulzura de esos labios que turbaba sus sentidos.

Por momentos ambos rodaban sobre las sábanas y se sonreían al encontrarse sus miradas, a veces se quedaban quietos solamente contemplándose pero sus propios deseos necesitaban más que la vista y por ello no tardaron en sentirse con el resto de su ser, con las manos que pasaban sin restricciones por cada línea y cada curva, los labios que no tuvieron suficiente de otros labios para saciarse, de esos roces del cabello y a veces de la humedad de una lengua, todo un conjunto para hacer de un compañero un amante. Cuando Bian llegó al abdomen del de cabellos rosas frotó su mejilla contra él para después llegar entre besos hasta su sexo y besarlo con el mismo fervor, después acariciarlo con sus dedos y sentirse complacido por sentirlo elevarse a sus caricias, no pudo evitar tomarlo entre sus labios con suavidad complacido de hacerlo elevarse aún más y humedecerlo al mismo tiempo que disfrutaba de las previas muestras de su placer. Io apenas si lograba controlarse pues había añorado ese tipo de caricias, no nacidas de la lujuria sino del corazón.

Cuando el castaño buscó separar los fuertes muslos de su compañero éste se opuso un poco por un instante pero cuando las manos del otro fueron más acariciadoras no se negó y quedó tendido sobre las sábanas con el rostro encendido  y su masculinidad dispuesta, todo ante la mirada verde del otro joven que sintió que se quedaba sin respirar, sin apartar la vista de ese perfecto rostro llevó uno de sus dedos al interior del varonil pasaje que causaba total emoción y placer en ambos, no dejó de contemplar como lo excitaba y lo hacía desearlo más, como buscaba que continuara y apartaba más sus muslos en espera del tan ansiado alivio que le pedía sin decir una sola palabra.

Sin aguardar por más Bian se recostó sobre Io con suavidad, lo besó en los labios, cubrió su rostro por completo mientras sus manos pasaban por el resto de su cuerpo y con cuidado trataba de guiar su turgente sexo al  interior de su pareja pero no resultaba del todo sencillo pese a que los dos se buscaban y guiaban sus cuerpos para lograr tan ansiada alianza, con algo de ayuda de sus manos nuevamente la redondeada cabeza encontró su camino pues entre los dos lo hicieron, se quedaron mirando mientras lo hacían con los ojos ardiendo como una hoguera por acercarse al ansiado momento de su encuentro. Los dos gimieron pero no podían dejarse de mirarse, sintieron el trayecto que atravesaba sus cuerpos de principio a fin y cuando estaban al final no pudieron moverse, se quedaron quietos y sin palabras, cada fibra de su ser se ceñía a su compañero y no pudieron aguardar más.

Dio inicio una serie de briosos movimientos que hicieron irresistible a ninguno de los dos negarse a los avances de la pasión, se estrecharon con fuerza como si buscaran que nada los arrancara del lado del otro, con voces jadeantes se llamaban y respondían a todo lo que era ese otro hombre a su lado, Bian no pudo resistirse a seguir dentro de Io con un fogoso empuje, agitado por completo sobre él parecía buscar llegar a lo más profundo con determinación, tanta que no obvió tocar con su diligente sexo el centro de placer del de cabellos rosas ni de alcanzar con una de sus manos su erguido miembro para complacerlo también al cubrirlo de caricias; en cuanto a Io lo recibía todo y por completo sintiendo por momentos que nunca tendría suficiente de semejante trato y en otros que no podía permanecer consciente si seguía embistiéndolo con tanta energía pero igualmente estaba dispuesto a llegar hasta el final con él.

Vinieron una tensión en los músculos, una especie de convulsiones y dieron unos estertores como si les faltara el aliento, las señales de la dulce culminación se amontonaban pero ellos deseaban retrasar el inevitable final, sin embargo no les fue posible, sus sentidos llevados hasta los límites terminaron por sobrepasarlos y tuvieron que rendirse cuando se simientes se hicieron presentes entre los dos, cubriendo y llenado los cálidos espacios que les era permitido conocer hasta que quedaron vacíos en sus placeres pero repletos de vida ante lo glorioso que había sido el orgasmo. Respirando aún agitados se separaron suavemente y se quedaron recostados sobre las sábanas con una especie de cansancio que sin embargo los llenaba de sensaciones de dicha.

Se besaron un poco más pero Bian no pudo apartarse de un sentimiento mientras se relajaba, la verdad era que él sentía que nada había cambiado o no mucho, que eran los mismos de antes, era un poco extraño ya que suponía que habiendo sentimientos de por medio algo debía de cambiar, no vivía nada de eso de lo que hablaban los cantares medievales ni las poesías de siglos atrás, esos cuadros clásicos ni las esculturas amorosas, nada de ese cumplimiento del sentimiento perfecto por encontrar al compañero perfecto. Estaba por decepcionarse cuando ocurrió.

Volteó a mirar a Io y no hizo un solo movimiento, sus ojos verdes se quedaron como postrados sobre la imagen que brindaba el joven de Escila, simplemente estaba  a su lado, descansando contra su cuerpo con esa especie de brillo en su rostro por la pasión satisfecha y lo descubrió en ese instante. Eso era lo mejor del amor, saber que el objeto de todos los anhelos de su vida estaba con él y que era plenamente correspondido, que estaría a su lado y que sabiendo quien era deseaba compartir su existencia para que fuera una sola. Casi tembló al comprenderlo pero así era, eso era el amor. Y era perfecto.

 

 

Después de esa noche Bian estaba feliz, Io y él no se separaban y se mostraron como una pareja delante de los demás, una feliz.

-¿Qué te parece?

El castaño le había pedido a su pareja que fuera a su pilar, ahora ya todos estaban reconstruidos y por eso había hecho unas breves innovaciones para el lugar.

-Es muy amplia Bian.

Io no estaba seguro del porqué era tan importante eso para el de mirada verde, le había hablado bastante del proyecto pero no terminaba de comprenderlo.

-Claro que es amplia-respondió el castaño-Por eso es una cama King size.

-¿Por qué quieres una cama tan grande?

-Porque en la anterior estábamos muy ajustados Io.

-A mí me gusta tenerte cerca.

El de ojos verdes no supo que responder, parpadeó un par de veces pero su compañero terminó por sonreír y acercarse a besarlo.

-Esta cama está bien Bian, ya después veremos que hacer en ella.

-¿Por qué no ahora?-preguntó atrayéndolo por la cintura.

-Porque aún tiene el plástico de los colchones.

Los dos miraron los objetos envueltos y sonrieron pero después de besarse se dispusieron a quitarles la envoltura, estaban contentos por seguir adelante como una pareja y por compartir sus vidas.

-Así está mejor-dijo Io sentándose sobre los colchones desnudos-Pero creo que le hace falta un poco de vida a este lugar.

-¿Qué me sugieres?-preguntó Bian sentándose a su lado.

-Te traeré unas flores.

-Jamás debí darte esas rosas.

Y eso era porque el de cabellos castaños no tardó en ser informado que su pareja de cabellos rosas prefería las plantas que ramos de flores y había dado inicio en su pilar a un proyecto un tanto peculiar que por demás marchaba muy bien.

-Me gusta mi jardín-decía el de Escila-Es agradable y tranquilo.

-Y ya te pareces a Afrodita de Piscis con eso.

-Soy Piscis, no lo olvides.

-Servimos al señor Poseidón, somos Generales Marinos, eres tú quien no debe olvidarlo.

-Típico Tauro-respondió Io como si no le sorprendiera-Inmutable y obstinado hasta la testarudez.

-No sé porque siento que eso no fue halagador.

-También son honestos, sinceros y confiables-dijo el de ojos rosas sonriendo y acariciándolo por el rostro.

-¿En qué más somos buenos?

-Son buenos besando-dijo sonriendo el de ojos rosas-Son personas muy atractivas y con una gran capacidad de ser cariñosos, además son prácticos pero sensuales y como parejas son fieles y considerados. Y les gustan las cosas bellas.

-Eso es muy cierto-respondió el de ojos verdes tomándolo por la cintura-¿Qué me dices de los Piscis? ¿Cómo son?

-Pues somos dueños de una personalidad tranquila, paciente y amable, además de sensibles a los sentimientos de los demás.

-Se escucha demasiado halagador.

-Nos gusta el hogar y la familia, somos leales y buscamos la unión de la mente y el espíritu en una pareja más que la unión sexual.

-Eso me lo hiciste entender por las malas.

-¿Y no lo valió Bian?

-Claro que lo valió Io.

Con eso terminaron besándose y no tardaron en encontrar varias ventajas de una cama grande.

Tal vez no eran los personajes más importantes de Atlántida ni hombres que con su sola presencia hacían voltear a los demás, ni siquiera eran los más sabios o los más poderosos pero eran perfectos el uno para el otro y eso les bastaba para ser felices.

 

 

FIN

 

 

 

Notas finales:

Llamé al de Escila Io porque alguien tuvo a bien indicarme (aunque no lo pedí) que no es Eo sino Io, como se llame espero que les gustara.

Si nada sucede subo un fic de los dioses guerreros la semana entrante, se llama Misterio, espero que les agrade.

 


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