Bajo la lluvia
Sabía que era mala idea salir, unas horas de calma no eran suficiente prueba de que el clima mejoraría. No por nada en la televisión anunciaron nuevas tormentas para todo el sábado; era verdad que los tipos del clima solían equivocarse en más ocasiones de las que acertaban, pero aun así el optimismo de su madre no estaba justificado.
Aunque claro, quien podría evitar que Kushina se pusieran eufórica al saber de las absurdas baratas que se llevarían a cabo sólo por un día en la plaza comercial. Y él como buen hijo que era -y al no tener actividades programadas, a diferencia de su padre y "hermano"-, tenía la responsabilidad de acompañarla y evitar que la tarjeta de crédito se quedara en números rojos.
— Te dije que fuéramos mañana-ttebayo —le reprochó el menor mientras el automóvil se desplazaba lentamente por las desoladas calles; el agua caía con tanta intensidad que los limpiaparabrisas no se daban abasto, por momentos el cielo parecía querer destruir el vehículo con los fragmentos de granizo que se estrellaban en el toldo. Mínimo ya iban de vuelta a casa, nada como un refugio seco y con deliciosa comida caliente para levantar el espíritu.
— Vamos cariño, sabes que la venta era sólo por hoy, además la naturaleza nos ayudó al deshacerse de la competencia —comentó sonriente la Uzumaki, desviando por segundos la vista por el retrovisor, para apreciar todas las cosas que se había comprado. Ni un monzón podría quitarle en ese instante, la perturbadora mueca de dicha que inundaba su cara. Precisamente por eso se sorprendió Naruto, al notar como Kushina arrugaba ligeramente el entrecejo, en el momento en que dobló la esquina que los separaba de su acogedora morada—. Naruto ¿Acaso ahí hay una persona? —señaló la pelirroja al frente, justo a dos puertas de la suya.
Naruto agudizó su vista, reparando en que efectivamente un individuo estaba parado bajo el inclemente torrencial que se había desatado ¿Qué clase de lunático estaba tan tranquilo soportando tan espantoso diluvio?
— ¿No es Sasuke-kun? —cuestionó la bermeja, aparcando el auto en la entrada de su residencia. La madre entonces se percató de que el pobre chico de cabello negro al parecer estaba desesperado por entrar en su casa, mientras la helada lluvia continuaba empapando su cuerpo. Por su parte Naruto apenas podía contener la risa; quien diría que hasta al perfecto chico Uchiha podía cometer tal torpeza como olvidar las llaves de su casa; seguramente esta era alguna venganza cósmica por lo ocurrido en el parque dos semanas atrás, mientras el bastardo prepotente se quedaba sufriendo las tempestades climáticas, él estaría cómodamente en su casa viendo televisión, abrigado con una cálida cobija—. Naru entra a la casa, yo voy a ayudar a Sasuke-kun —expresó contundente la cobriza, abriendo la puerta con toda la intención de ayudar al pelinegro.
Las palabras de su dulce mamá alertaron de inmediato al rubito, por mucho que odiase al Uchiha no iba a permitir que por el descuido de ese tarado, su madre terminara también toda empapada y menos teniendo techo bajo el cual refugiarse a menos de tres pasos.
— Mejor tu entra a la casa mamá, yo voy por el tem… digo Sasuke —y antes de que la pelirroja protestara nada, Naruto ya estaba corriendo en dirección a nuestro gato mojado.
Ser caballeroso tenía sus consecuencias, como el hecho de estar parado en el vestíbulo de su casa, con su peor enemigo al lado, ambos intentando aniquilarse con la mirada y titiritando de frío, mientras Kushina buscaba cualquier trapo que los ayudara a secarse.
Sasuke se limitaba a rogar que Naruto sufriese algún siniestro que le borrara intempestivamente la memoria; quizás le había ayudado en esta ocasión, pero le costaría que le jodiera toda la vida con tan penosa memoria. La cosa no se podría poner más horrible.
— Lo siento chicos, pero sólo me queda una toalla limpia y tendrán que compartirla —quizás había sacado conclusiones muy apresuradamente—. Ves Naruto, por eso te dije que también debíamos comprar toallas.
— Claro mamá —y por eso debían de dejar al maldito teme muriéndose de pulmonía en la calle.
— Muchas gracias Kushina-san —pronunció el Uchiha intentando tomar la tela, acto que fue impedido por una morena mano que se le adelantó. Cinco segundos más tarde, nuestros maduros protagonistas estaban enfurruñándose discutiendo quien usaría la toalla primero.
— Al parecer de todo me tengo que encargar yo —expresó cansada la Uzumaki. Tomó la gran toalla por la que esos niños estaban peleando, para enseguida comenzar a secarlos al mismo tiempo, la verdad es que las protestas que profirieran no le interesaban en lo más mínimo. Sabía que esos dos no tenían muy buena relación ¡Pero por un demonio! ¡Que eran vecinos y mínimo debía de existir algo cortesía! El que ellos estuviesen enemistados no significaba que el resto de ambas familias se comportasen igual.
— Y dime Sasuke-kun ¿Cómo fue que se te olvidaron las llaves de tu casa? —preguntó la mujer, pasando el paño por los sedosos cabellos color azabache.
— Al parecer Itachi perdió las suyas y tomó las mías sin avisarme —contestó el moreno aguantando las extravagancias de la pelirroja; por mucho que le molestaran sus acciones, ella lo estaba auxiliando; además sabía que meterse con la bermeja era un estupidez, si querías conservar tu integridad física mejor quedarte callado y ser obediente.
La risita de Naruto no podía aderezar mejor el panorama. El rubio ya quería que fuese lunes para tan pronto pisar el salón de clases, pudiese contar las maravillosas desventuras del insufrible príncipe del hielo. Siquiera algo bueno había arribado con la lluvia.
Ese idiota de su hermano se la iba a pagar muy caro en esta ocasión. Pese a que en su brillante existencia, había tenido que soportar diversas vergüenzas -la mayoría de la mano de Naruto-, nunca creyó que su blanquecina piel pudiese alcanzar tal tono de rojo, como el que seguramente estaba invocando.
— Ohh vamos Naru, todos podemos tener un descuido —enunció Kushina, en desacuerdo con las burlas de su hijito—. Recuerdas cuando en las clases de natación se te olvidaba tu ropa interior limpia y tenía que llevártela —ahora era otro rostro el que competía por la coloración granate.
— ¡Mamá! —ingenuo Naruto que creyó en la sensatez de su progenitora ¿Por qué las madres podían sacar recuerdos tan penosos en las situaciones menos oportunas? El rubio no quería ni voltear el rostro para contemplar la inmunda expresión de dicha, que seguramente figuraba en la cara de Sasuke.
— ¡Ups! Bueno voy a buscar una muda limpia, pasen al baño y terminen de secarse —quizás se había excedido un poco; pero como saberlo si los jóvenes arman jadeo por cualquier nimiedad.
La esbelta silueta de Kushina volvió a perderse por el amplio corredor de la casa Uzumaki; y ¿Eran figuraciones de Naruto o se fue tarareando una alegre cancioncilla? Mejor no indagar en la perversa mente de la pelirroja.
— Así que ¿Qué era lo que se te olvidaba dobe? —cuestionó burlón el Uchiha, aprovechando el momento para acaparar la toalla, dirigiéndose campante al tocador de la residencia.
— Yo no digo nada de esto y ti se te olvida lo que acaba de decir mi madre —rugió el blondo, toda la contestación que recibió de Sasuke fue una ligera -casi imperceptible- afirmación con la cabeza.
Adiós a sus planes de refugio y comida caliente, pasando una tranquila tarde frente al televisor.
De verdad sabía que era mala idea salir con esa lluvia.