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I4u por metallikita666

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El pelifucsia bebía tranquilamente su acostumbrado batido de nieve de limón; premio merecidísimo por haber acabado en tiempo récord la grabación del día con sus desesperantes primos[1]. Había llamado también a la Fool’s Mate para informarlos de la posible participación del líder de su banda en el filme, y solamente esperaba que éste estuviera de vuelta para confirmarla.

Hayashi entró a la oficina, trayendo consigo una bolsa de papel con su comida dentro, la cual colocó en el escritorio antes de sentarse en la otra silla.

-¿Por qué no comiste allá? Se te ha de haber enfriado todo…- preguntó el guitarrista, sorbiendo sonoramente el fondo de su helado.

-Porque no quería comer solito…- El menor torció los ojos, desaprobando el bullicio. -¡No hagas eso! ¡Te oyes tan vulgar y ordinario!-

Matsumoto se encogió de hombros, ignorando el regaño. Botó luego el envase en la basura. -¡Mira! ¡Ya acabé mi obra maestra!- le comunicó con tono y semblante alegres, tendiéndole su libreta.

-¿“Seth et Holth”? ¿Por qué “Holth”? ¿Qué no se llamaba Horus?- inquirió el baterista, hojeando el escrito al tiempo que extraía de la bolsa su hamburguesa de huevo.

-Sí… pero estoy seguro que de todas formas acabarán arruinándolo en la revista, así que prefiero hacerlo yo antes. Ahora sólo tengo que pasarlo en limpio y enviárselo, para ver qué opinan.-

Continuó leyendo el guión escrito por Hide, dándole los últimos mordiscos a la primera parte de su grasiento desayuno. El pelirrosa notó que fruncía muy ligeramente el ceño.

-Mmm… No es justo. ¡Mira nada más las cosas que te inspiran para escribir! Pareciera como si yo no te tuviera satisfecho…-

El de blondos cabellos tomó una de las papas fritas más largas que traía su orden, y luego de embarrar uno de los extremos de ésta en concentrada salsa de tomate, se la llevó a la boca, chupando el aderezo innecesariamente –ya que de todas maneras acabaría comiéndose todo- aunque con claras y seductoras intenciones. Una sonrisa bastante pícara culminó con su acto.

Hide lo miraba embobado.

–Oye… No hagas eso… aquí…-

-¿Y por qué no? En este lugar mandamos nosotros. Nadie nos puede echar si se nos ocurre cerrar la puerta y… ya tú sabes…-

Se embarró índice y dedo medio en la salsa, para después lamerlos lenta y tortuosamente. –Mmm… ¡cómo adoro… toda esta grasa!...-

-¡Ya basta, Yo-chan!- Hide se levantó, palmeando la mesa. Su rostro se contraía angustiosamente, demostrando lo mucho que le costaba controlarse. Estaban los dos solos en la oficina, a muy poca distancia.

–No tienes idea cuántos batidos de limón me he tomado hoy… ¡mientras te esperaba! ¿Por qué… te fuiste?...-

Miraba su lengua recorrer sus dedos ávidamente, rodeándolos, recogiendo el rojo aderezo y la brillante grasa, dejando una estela de exquisita saliva a cambio. El rubio percibió la desesperación de su novio, y divertido, en un susurro, finalmente le dijo

–Cierra la puerta…-

No había acabado de hablar, cuando ésta ya estaba con todos los cerrojos puestos.

–Te arrepentirás de haberme excitado así…-

Caminando hacia él, lo tomó del cabello, haciendo que echara la cabeza hacia atrás. Tiró de sus sedosos mechones con cierta fuerza, aunque sin lastimarlo. Inclinándose, posó sus labios en el cuello hermoso del chico, comenzando a besarlo.

-Mmm… Hueles a esa basura de comida…-

Lamió desde la parte interna de su clavícula hasta su mandíbula inferior, ascendiendo luego hacia el lóbulo de su oreja. Colocó la tierna carne entre sus dientes, mordisqueándola suavemente.

-Ahhh… Hide…- suspiró el menor, sintiendo los vellos de su piel erizarse. –Mi amor… No deberíamos… Podrían escucharnos…-

-¡Me importa un comino, incluso si nos ven!-

Matsumoto tomó al baterista por la parte alta de ambos brazos, inmovilizándolo. Besó entonces la piel descubierta del hombro derecho de Yoshiki, ya que la camiseta que llevaba puesta se inclinaba hacia aquel lado, a propósito para dejar ver esa parte de su cuerpo.

–Y encima, te pones esa ropa, como si no fuera ya suficiente tortura…-

Como deseaba seguir saboreando la dulzura embriagante de su tersa dermis, lo empujó hacia el frente, haciendo que apoyara las manos sobre el escritorio. Cogió la falda de la camiseta y la levantó, arremangándole la prenda para descubrir su espalda. Acercó los labios y colmó de besos y lamidas aquella sensible parte de la anatomía de su frágil amante, succionándola después.

-¡Ahh! ¡Cielo! ¡Detente, por favor!- suplicaba falazmente el sonrojado pianista, crispando los dedos sobre la madera. Sus incipientes jadeos, no obstante, denunciaban que estaba deseoso de que el mayor hiciera todo lo contrario.

-Silencio…-

Despojándolo por completo de la prenda en cuestión, lo abrazó por detrás. –Me fascina cuando me suplicas directamente que te haga mío… Aunque no puedo negar que también me gusta cuando te haces el difícil…- Sus manos exploraban el pecho ajeno, tocándolo de manera cada vez más ardorosa, lo cual se podía comprobar por la forma en que lo estrechaba contra su cuerpo.

-Mmm… amor, yo…- La araña estimuló los pezones ajenos, tras haber impregnado las yemas en el sudor que comenzaba a perlar la zona en medio de los pectorales del rubio. Rodeaba los erógenos órganos remarcando la rosada areola, produciendo deliciosos escalofríos en la médula del chico. -¡Aahhh! ¡Sí, más!-

Instintivamente, el menor restregaba el trasero contra la pelvis del pelirrosa, cuya entrepierna se encontraba ceñida por un pantalón cargo del mismo color que su cabello. Su erección se hizo todavía más patente, y como la prenda no era tan exageradamente apretada, los roces sobre su órgano eran más libres y exquisitos.

-No dudes que te daré más… Que te lo daré todo.-

Colocó ambas manos sobre la bragueta del pantalón negro y ajustado de cuero que llevaba Yoshiki, el cual resaltaba enormemente sus carnosas formas. Con habilidad, soltó el molesto impedimento que lo separaba de experimentar una vez más la enloquecedora estrechez de el de Tateyama.

-Mmm… ¡Aahhh! La ventana…- dijo Hayashi entre gemidos, señalando la fenestra que tenían al frente, aunque no a la misma altura en la que estaban sus cuerpos. La persiana no estaba completamente cerrada, por lo que, entre los plásticos barrotes, se adivinaban sus siluetas.

-No mentía cuando te dije que me resbala si nos ven… Pero si tanto te preocupa, agáchate…-

Y luego de apagar la lámpara de mesa que tenía a mano, reanudó los manoseos, a media luz. Deslizó la pretina del pantalón ajeno por las caderas y muslos del baterista.        –Ahh… sí… Cuánto extrañaba tu calor…- masculló seductor, internando su mano en medio de las redondeadas nalgas de Hayashi, quien trataba por todos los medios que su entrepierna no rebasara el borde del escritorio, pero se le hacía tremendamente difícil por el temblor que había embargado su anatomía.

-Ah… Hide, cariño, creo que… mejor…- balbuceaba con ingente dificultad el bello rubio, sintiendo sus mejillas arder por el rubor que las coloreaba. Pero el guitarrista interrumpió con su proceder aquellas palabras. -¡Aaahhh!...- Sus uñas se clavaron en la madera, y al arrastrar los dedos, dejó finísimos surcos sobre la cara caoba. Las piernas le temblaban, por lo que no tuvo más remedio que apoyarse por completo en el mueble, bajando el torso hasta quedar casi a un ángulo de noventa con respecto de sus miembros inferiores. El dedo que había irrumpido en su cavidad le arrancaba hondos gemidos, obligándolo a apretar los párpados y fruncir el bonito entrecejo.

-Shhh… mi amor… Que nos pueden escuchar…- murmuró pícaramente el mayor de ambos, añadiendo un dedo más al voluptuoso suplicio. Apartó los rizos dorados de sobre la espalda de su novio; acariciándola, arañándola. Éste dio inicio a las oscilaciones de su coxis, como si quisiera que sus entrañas se comieran por completo la mano ajena, en aras de no dejar de experimentar las placenteras acometidas. Entonces, justo cuando más contraía su recto, se movía y ahogaba lúbricos sonidos, Matsumoto cambió el pequeño diámetro de sus dedos por el grosor de su miembro duro y deseoso.

-¡¡Nhhhh!!- se quejó Hayashi, no pudiendo articular un ensordecedor grito porque, justo en ese instante, Hide había colocado la mano sobre sus labios. Aprovechando que el escritorio detenía el cuerpo del chico, no le urgió sostenerlo, por lo cual comenzó a embestirlo luego de que llegara al fondo de su alargado y cálido músculo.

Con los almendrados ojos prácticamente desorbitados por el placer, el líder de X-Japan continuaba silenciando sus gemidos y jadeos al proferirlos contra la palma extendida de la araña rosa, quien ahora, además, se había inclinado para asir la hombría ajena. Habiendo salivado de previo su mano, sujetaba el órgano rígido, frotándolo con sus expertos dedos. Los cuatro paralelos, colocados contra el quinto y opuesto, acompañaban el rectilíneo movimiento con presión, manifiesta sobre todo en el anillo que formaban pulgar e índice. Yoshiki ya no pudo soportar semejante ataque, propinado contra aquellos dos tan sensibles flancos.

Siendo acallado todavía por la amada mordaza, se liberó, eyaculando en la mano de su fogoso amante el semen caliente que guardaban sus viriles entrañas, y éste, apremiado por la exquisita reacción y las contracciones que le apresaban el miembro, no tardó en secundarlo.

Hide alzó su mano embadurnada en el espeso fluido, colocándola delante del rostro de Yoshiki.

–Come, porque no quiero escuchar a nadie preguntando cómo fue que se te regó la mayonesa tan lejos de las papas y la hamburguesa…-

 

 

Las siete de la mañana. Cautivo en el tráfico interminable del centro de Tokio, el de Tateyama suspiró. Hacía un calor insoportable, y para colmo, el aire acondicionado se le había averiado y no había tenido tiempo de llevarlo a arreglar. Bajó la ventana, resignándose a pasar todavía un buen rato en la fila. Mientras tanto, seguía cavilando la mejor manera de decirle a su amado guitarrista pelifucsia que no estaba dispuesto a acompañarlo en la famosa película de ángeles caídos comeojos y escenas de sexo anormal en iglesias. El día anterior pudo evadirlo seduciéndolo, pero no cabía duda de que ahora, no más llegar a la oficina, sería lo primero con lo que le saldría. Arrugó la nariz.

-Pssst… ¿Por qué tan serio?-

Despertó bruscamente de su ensueño. Esa voz no podía sino desequilibrar todo a su alrededor.

-¿Tú otra vez? ¿¡Qué no te has muerto con comida intoxicada que algún alma caritativa haya puesto en la basura!?-

En la acera contigua, sentado contra la pared de ladrillo y fumando con total tranquilidad, sonreía el pordiosero de cabellera negra con forma extraña. Enarcó una ceja tras darle al tabaco una calada, sonriendo con malicia.

-No, aún no. Necesitaba vivir para ver cómo quedaba la tapa de tu auto con la decoración que le hice…-

-¡Tarado! ¡Es que no puedo bajarme de aquí, pero te juro que de hacerlo, te agarraría a golpes! ¡No sabes cuánto me costó quitarle esa maldita mancha negra!-

El berrinche del mayor divertía enormemente al chico callejero. No podía negar que se mirara muy simpático cuando se enojaba, y que despertara todas las emociones habidas y por haber; a excepción, claro está, del miedo.

-No seas exagerado. Como si no tuvieras suficiente metálico para pagar cualquier arreglo, o comprarte un coche nuevo, si te da la gana.-

-¡Tú que sabes de cómo se gana el dinero! ¡Sólo eres un majadero vagabundo que va por ahí, molestando a los demás!- Yoshiki miró al frente, notando que persistía la insoportable cola que le imposibilitaba avanzar de donde se encontraba. -¡Maldición! ¿Por qué demonios no se mueven?- gritó alterado, agarrándose del volante con fuerza.

Tusk observaba entretenido aquella cómica y hasta memorable escena, cuando en eso, volteó instintivamente al sentir sobre el suelo unos pasos que se acercaban. Apenas divisó de quienes se trataba, se levantó y tiró el cigarrillo, yéndose de ahí con prisa. Se escondió en el primer callejón que encontró.

-¡Oye, no te vayas! ¡No he acabado de insultarte!- vociferó el femenino músico, mirando al otro retirarse. Se le hizo muy raro aquello. Por donde segundos antes se encontraba el de ojos negros, caminaba ahora una señora, acompañada de un par de hombres ataviados de rígido negro y gafas oscuras. No constituía un gran misterio su probable oficio, ya que reunían todas las características estereotipadas para ser guardaespaldas.

“Es evidente que huye de ella… ¿Por qué será?” El baterista se movió lo suficiente como para aparcar su auto a un lado de la calle, sobre el cordón de la acera, y tras ataviarse como era debido, siguió al singular grupo. Dejó una distancia prudencial para que los tipos no fueran a percatarse de que los seguía.

Sorprendentemente, la dama y sus acólitos se introdujeron por el mismo lugar que siguiera el joven mendigo, aunque parecía que no lo habían visto lo suficiente como para adivinar su rumbo. Además, el chico les llevaba bastante distancia. Yoshiki intentó no ser muy obvio, por lo que calculando llegar al mismo punto que la elegante mujer pero por otros callejones, se separó de su rastro. Por fin se encontró con que el pelinegro había sido hallado.

-No hay nada que usted pueda hacer al respecto, Iida-san. Por más que me amenace, si Seiichi quiere continuar tocando con nosotros, es su decisión. ¿Y sabe? Debería dejar de impedírselo, porque es muy bueno con el bajo. Nada de malo tiene que intente perseguir sus sueños de ser famoso.-

La mujer miró con evidente desprecio al pordiosero, sin deshacer su pose, mientras que sus acompañantes permanecían inmóviles como estatuas. Mantenía sendas manos a cada lado de la cintura.

-Por supuesto que es muy bueno. Ha sido educado para ello.- Su tono era golpeado, y ponía mucho énfasis en las palabras que resaltaban sus intenciones. -Pero tiene que usar su talento para música de verdad, no para tirarlo en la basura que ustedes hacen. Mi hijo entrará en la orquesta sinfónica nacional, y del que lo apoye en lo contrario, ya me encargaré. Es muy fácil borrar el rastro de a quienes nadie extraña…-

El pianista tembló ante aquella afirmación. Esa dama lucía capaz de llevar a cabo lo que decía, no sólo por su forma de aseverarlo, sino también porque parecía indudable el hecho de que contara con los medios necesarios para hacerlo. Empero, la sorpresa del oculto mirón se redobló instantes después: el chico le sostenía la mirada a la tipa, y la suya era incluso fiera y decidida. Su cortesía al hablarle había sido sólo eso; cortesía. Más nunca sometimiento.

En un rápido pero suficientemente claro ademán, uno de los hombres vestidos de negro levantó el extremo derecho de la falda de su saco, dejando ver el revólver que se encontraba metido bajo la pretina de su pantalón, entre ésta y la camisa. De lejos, habría sido prácticamente imposible determinarlo, ya que era casi del mismo sombrío color que la ropa del individuo, de no ser por la luz del sol que justo en ese momento se reflejó sobre el metal del arma.

-No me retes, mocoso.-

Ambos, en silencio, miraban a Iida-san retirarse junto a su comitiva. Mas a los segundos, una tercera voz se escuchó.

-¡Tusk! ¡Diablos, te he buscado por todos lados!-

De nuevo, Yoshiki se sintió como obligado a despertar. Se dio cuenta de lo que había hecho, siguiendo a un tipo sin importancia por entre los callejones, sólo para enterarse de un rollo personal que nada tenía que ver con él. Comenzó a sentirse bastante estúpido, y pasada la curiosidad inicial, retomó su actitud usual. Con cuidado, se cercioró de que nadie estuviera viéndolo, y se incorporó de nueva cuenta a la concurrida calle principal.

Sacó su auto de donde lo había dejado, y como no estaba dispuesto a llegar aún a la disquera debido al asunto que ocupaba su mente desde hacía dos días, se decidió a ir por un café. Un café acompañado de un par de deliciosas papas ralladas.

Sentado en una de las mesitas exteriores con toda su parafernalia de incógnito, el líder de X-Japan repasaba la nómina de las bandas en su sello, tratando de pensar en alguien que le sustituyese en aquel engorroso papel de ángel pervertido. Pero ninguno de sus colegas músicos se le antojaba adecuado. O eran muy atractivos, o pasaban por ser sujeto de sus sospechas y celos. Estaba tan ansioso que había comenzado a morder la tapa del lapicero, mientras su café se enfriaba.

-¿Qué haces?-

Aquella voz profunda: tan cercana y repentina. El pobre rubio casi se atora con la bebida.

-¡Carajo, no hagas eso! ¡Me asustaste!- El baterista tomó una servilleta para limpiarse el pantalón y los labios, bufando cuando ya la tos se lo permitió.

-¿Me vas a decir que no te diste cuenta que estaba aquí?- Tusk se apoyó en la verja roja con un brazo y la frente, usando su mano contraria para hurgar en sus bolsillos. –¡Imagínate no más si yo fuera una fanática loca, todo lo que te hubiera hecho!...-

El mayor se ruborizó al recordar con aquella mención ciertos episodios de sus encuentros cercanos y forzosos con algunas de esas maniáticas mujeres. Nunca amante alguno había tenido tanta aparente avidez por tocar sus partes íntimas. Esas chicas eran lo peor que había.

-¡Pero no lo eres!- repuso por fin el de largos cabellos. –Y a todo esto, ¿cómo supiste que yo estaba aquí?- Tomó los anteojos por una de las patillas, bajándoselos un poco para poder mirar fijamente al otro. -¿Por qué me sigues? ¿Acaso te gusto?-

El pelinegro acabó de colocarse un cigarrillo en los labios y encenderlo. -¡Tú sí que eres chistoso! Número uno: había que ser imbécil para no darse cuenta desde la primera vez de tu enfermizo gusto por esa chatarra de comida; y número dos, yo no tengo como mucho que hacer durante el día, así que desperdicio mi tiempo como mejor se me ocurra… Pero bueno, dime, ¿qué es lo que estás haciendo con esos papeles?-

-¿¡Qué te importa!?- El rubio azotó la mesa con la palma. -¡Estás loco si piensas que luego de tratarme así, voy a responder tus estúpidas y metiches preguntas!- Y cambiándose de escaño, se ubicó en uno donde justamente le daba la espalda al menor. Sus ojos cafés retornaron al papel que tenía delante, posándose en las últimas palabras que había escrito, sobre las razones para rechazar a todos sus conocidos con el fin de que lo relevaran en el filme de Hide. Una idea se encendió en su mente.

-¡Tusk!-

Hayashi se volteó, asumiendo que el mendigo no estaría todavía muy lejos. Tenía razón: el chico seguía apostado a la reja.

-¿Y tú cómo sabes mi nombre?- El más alto lo miraba extrañado, a muy poca distancia.

-Eeehh… Pues… yo… esteee… ¿Qué importa eso ahora? ¡Tengo un trabajo para ti!- La adorable cenicienta retiró sus gafas, abriendo luego lo más que pudo sus primorosamente ornados orbes color almendra.

-Depende. No limpio tuberías, no hago jardines, no lavo autos y más importante todavía: no canto en bodas.-

-¿Cantar… en bodas?- Ahora el extrañado era Yoshiki.

-Sí. Nunca te dan suficiente comida, y te obligan a estar todo el rato de pie. Y les importa un comino si te estás quedando afónico.-

-¡No lo decía por eso! Entonces tú eres quien canta en la band…- el mayor se apuró a corregirse- ¡Entonces tú cantas!-

Tusk se alejó un poco. –Sí, así es…- El otro no quitaba su tonto gesto de asombro, por lo que fastidiado, concluyó -¡Ya sé que no me veo como el nena de Atsushi Sakurai, pero sí, yo canto! ¡Quita de una buena vez esa cara de idiota y dime ya de qué se trata el dichoso trabajo!-

El rubio sacudió la cabeza: de nuevo pensando en cosas que a él no le importaban. Verdaderamente, el asunto de la araña lo estaba descompensando bastante.

-Todo lo que tienes que hacer es salir en una película con Hide. Junto con él, serás una especie de ángel caído. Tienes que lamerle los ojos y dejar que te los lama…-

Si no fuera porque él mismo atestiguaba que lo que bebía el mayor era café y que estaba sentado dentro de un MacDonald’s, jamás hubiera dejado de creer que estaba ebrio. Ebrio, o drogado.

-Yoshiki, ¿qué clase de taradez es esa?- No pudo evitar sonreír al decir aquello. El rubio era más gracioso de lo que alguna vez hubiera pensado.

-¡No es una taradez! De acuerdo… sí lo es, ¡pero mi limoncito está muy emocionado con la idea! ¡Así que no vuelvas a burlarte!- De nuevo el bonito entrecejo fruncido y los dientes visiblemente apretados.

-Bueno, ya, cálmate, que no es para tanto- intervino el de cabello negro. –A pesar de todo, creo que no suena tan mal. Pero aún no puedo tomar una decisión. Tendrás que darme algo de tiempo.-

El pianista no podía creerlo. Aquel pordiosero desafiaba todos sus escasísimos conocimientos sobre ese segmento de la población. Era como salido de una historieta.

-Y ya me voy. Tengo asuntos gastronómicos importantes que arreglar. Nos vemos luego.-

Tras una ligera sonrisa, el fornido chico se alejó, dejando a Hayashi nuevamente con las palabras en la boca.



[1] Las premisas de que Hide ama los limones y de que todos los miembros de Spread Beaver son sus primos, se hicieron extensivas a este fic (XD).


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