Otra vez, ¿cuántos más? Una nueva oportunidad
Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen
By Paz
Capítulo 3: Cambios
Recordaba que aquella tarde, vió de manera muy vaga el interior, atravesar toda América en avión y coche había sido demasiado para él, por eso a solicitud de Rukawa, preparó una cena ligera y tomó posesión del dormitorio que le había asignado, durante dos días lo único que hizo fue dormir, despertaba, hacia sus necesidades, preparaba el desayuno para Rukawa y él y volvía a acostarse.
Una mañana despertó despejado por completo. Se sintió animoso y tras darse una ducha bajo a preparar el desayuno.
Rukawa se detuvo junto a la puerta de la cocina al ver que esa mañana estaba despierto, lo sabía por la enorme cantidad de comida que había sobre la mesa.
-Buenos días... no te quedes ahí parado -dijo sin darse vuelta. Le había sentido llegar.
-Buenos días, veo que hoy si estas despierto -comentó sentándose y mirando el contenido de los platillos-Todo se ve delicioso. Te has debido levantar muy temprano.
-No lo creas... -se acercó para sentarse frente a él, dejando la tetera sobre la mesa una vez que le sirvió.
-¿Puedo utilizar tú teléfono para hacer una llamada? -Preguntó cuándo estaban acabando su desayuno- me fui sin despedirme y ya deben estar preocupados por mi ausencia. -se apresuró a añadir cuando vió su mirada fija en él- Te pagaré el gasto que haga.
-Ese detalle no me preocupa, si vas a trabajar desde aquí tendrás que hacer más de una llamada internacional, una más o una menos no va a arruinarme. Llama siempre que quieres.
-Gracias. Esta tarde acabaré de leer los contratos que me diste, cuando quieras te daré mi opinión.
-vendré antes y lo discutimos -dijo tras agradecer la comida se levantó.
-De acuerdo.
Sus primeros meses allí fueron muy duros, porque aunque intentaba apartar de su mente lo sucedido, cuando menos lo esperaba salía del fondo de su mente agobiándole un sentimiento de dolor, por ese motivo, para evitar tener un momento de su tiempo para pensar se lanzó de lleno para que sus actividades ya fueran físicas o mentales le mantuvieran ocupado.
Rukawa le dio carta blanca para hacer todo lo que quisiera con su hogar, le dijo textualmente:
-Considérate como si fueras el dueño. Cualquier cosa que no te guste puedes cambiarla sin pedirme permiso. Todo lo que tienes que hacer es pasarme las facturas y yo me haré cargo de ellas.
-¿Estás seguro? -preguntó sorprendido.
-Si..., la casa la compré hace unos años, venía así y por comodidad no hice ninguna reforma, por eso, haz con ella lo que gustes. -vió el brillo ilusionado de sus ojos- Me harías un gran favor, mis ocupaciones me impiden tener tiempo para tratar con contratistas, fontaneros y demás.
El bufido que dio hizo asomar una sonrisa en sus labios, siempre había deseado tener una casa a la cual poner en ella todo aquello que a su entender era agradable para convivir con la persona amada, y aunque ese no era el caso, pondría todo su esfuerzo para que Rukawa se sintiera cómodo en su hogar.
A veces se preguntaba qué sentido tenía todo lo que había pasado, se lamentaba por lo que había perdido, la confianza en los hombres, sobre todo, porque ahora sabía que era más cínico respecto al amor, endureciendo su corazón, era consciente que atraía a hombres y mujeres, más su corazón ya no palpitaba en exceso cuando se sentía atraído por los primeros, ahora solo los veía como personas con las que se reunía por motivos de trabajo.
Rukawa como si comprendiera sus estados de ánimo le confortaba con palabras que le sonaban huecas, que si iba a adquirir más experiencia en la vida, que ya no se dejaría guiar por lo que veía, sino que buscaría el interior de las personas, que si bien ahora se sentía mal, podría llevarle a un bien, él asentía a todo, pero aún así no se sentía animado y como si finalmente Rukawa se diera cuenta volvió a su actitud reservada, hablando con él exclusivamente de trabajo, dejando lo personal aparcado a un lado.
Se lo agradeció.
Aquella tarde, luego de dos días de descanso, primero se comunicó con Yohei, si bien tuvo que insistir con varias llamadas porque por el motivo que fuera la telefonista no conseguía hablar con su amigo, cuando finalmente pudo hablar con él se sintió mejor.
-Hola Yohei... -saludó cuando escuchó su voz- Discúlpame por no llamarte enseguida. ¿Estas sentado? -Preguntó dejando salir una risilla de puro nervios- Hazlo, como ya puedes imaginar no estoy en Japón, sino en el Estado de Nueva York. Es mejor que no sepas el lugar exacto, sobre todo porque imagino que Sendoh ya ha pasado por ahí buscándome. No creas que he seguido un impulso, realmente necesitaba poner distancia entre nosotros, me ha costado mucho darme cuenta. Solo fui un juguete en sus manos, descubrí que me engañaba, nunca era el mismo hombre, tres veces a la semana los llevaba al piso confiado en que yo estaba fuera, -necesitaba decirlo y sabía que Yohei como su amigo iba a comprender que tenía que romper con esa relación- solo que un día me adelante y le descubrí. Me sentí incapaz de reprochárselo... pero necesitaba saber y estuve vigilándole, así conocí sus hábitos. Me ofrecieron un trabajo en America y no dude en aceptarlo, no se cuando regresaré, -dejo escapar una risa alegre- Si me gusta esto puedo quedarme para siempre. Por de pronto, puedo decirte que el lugar es fascinante, la vivienda esta ubicada en una zona residencial, desde la calle apenas si se distingue porque tiene unos árboles tan altos en el jardín y la calle que queda oculta. Tiene dos pisos y una cocina increíble, ahí puedo lucirme -expresó alegre- Dile a los muchachos que estoy bien..., -le escuchó un momento- por supuesto, se que puedo contar con vosotros, más adelante, cuando me sienta más seguro respecto a Sendoh os daré mi dirección, aunque ya sabes que podemos comunicarnos por e-mail. Mi nuevo jefe me ha dado carta blanca para hacer obras en la casa, dijo que él no tenía tiempo, que confiaba en mi criterio. Este trabajo me ayudará a no pensar demasiado, será como una liberación, pero no creas que es lo único que haré, por de pronto, me ha entregado unos contratos para que estudie su legalidad, vas a sorprenderte cuando te diga su nombre, pero no lo haré ahora... Jajajajajaja... -su risa se trasmitía a través del cable telefónico- Nunca pensé que él me ayudará. Voy a estar tan distraído que no se cuando podré volver a comunicar contigo..., además considerando el cambio horario... tenemos que pensar que día nos conviene a ambos. -finalmente acabaron poniéndose de acuerdo. Solo entonces Hanamichi se despidió.
Cuando cortó la llamada comenzó a estudiar a fondo cada contrato, cuando Rukawa regreso, tenía las carpetillas dispuestas sobre la mesa, en cambio, su portátil estaba abierto dando por concluido su propio trabajo su cartera de valores estaba al día, se había puesto en contacto con sus respectivos clientes aconsejándoles acerca de los valores del mercado.
Cuando escuchó que se abría la puerta de la calle, miró la hora, pasaban de las seis de la tarde. Cerró su carpeta, desconectó el portátil y levantándose fue a la cocina, tenía preparados algunos postres para acompañar al te después de cenar.
-¿No te importa si cenamos en la cocina? -preguntó tras darle la bienvenida a su hogar.
-Casi lo prefiero... -respondió fijándose que la mesa ya estaba dispuesta para los dos- Iré a ponerme cómodo.
Mientras estuvo ausente le dio tiempo a sacar del horno la comida, Rukawa tenía bien provista su alacena y encontró alimentos frescos, verduras y frutas, carnes y pescados congeladas y también enlatados en cantidad suficiente para una temporada, echó mano de los primeros para evitar que se estropearan.
Se esmero en la preparación sintiéndose satisfecho al verle degustar cada trozo que se llevaba a la boca.
-¡¡Delicioso!! Gracias por la comida. ¿Cómo es que sabes cocinar? -preguntó acercándole su jícara para que le sirviera té.
-Fue durante un verano, estaba en casa de mis abuelos, era el único chico, había leído todos los libros que atesoraba mi abuelo y ya no sabía que más hacer, me estaba aburriendo y todavía me quedaban dos semanas de permanencia allí, fue entonces que mi abuela me propuso que le ayudara en la cocina. -recordó aquellos meses pasados a su lado con nostalgia- cuando mis padres conocieron mis habilidades me pidieron que una vez al mes preparara un menú para agasajar a empresarios o políticos según los beneficios que esperaban obtener.
-Debías tener muy poco tiempo para ti, entre los estudios, el basketball y tus amigos... -se calló al fijarse que una sonrisa asomaba en los labios de Sakuragi- ¿Qué...? ¿Estoy equivocado? -inquirió.
-Tenía doce años y todo el tiempo que quisiera, por entonces, todavía no conocía a mis amigos, llegaron a mi vida poco después de cumplir catorce. -se levantó recogiendo la mesa y dando así por terminadas sus confidencias- Te deje los contratos sobre la mesa de la sala, me he tomado la libertad de escribir sobre ellos acerca de algunas cuestiones.
Rukawa entendió que le estaba indicando que dejara la cocina libre, así lo hizo y mientras Sakuragi ponía en funcionamiento el lavavajillas, fue a sentarse en un sofá delante de la mesilla donde estaban las carpetillas. Al principio le oía trajinar en la cocina, luego se enfrascó en las diversas notas que estaban escritas al costado de la impresión de los contratos.
Levantó la mirada cuando escuchó sus pasos.
-He revisado todos y salvo algunos reparos en puntos clave la legalidad de los mismos es correcta -dijo Sakuragi sentando frente a él, estiró el cuello para fijarse que contrato tenía en las manos comenzando a exponer su opinión acerca de ese.
Cuando comenzó a hablar con conocimiento de causa, la seriedad y los profundos conocimientos del tema dejo a Rukawa impresionado. Sus lógicas apreciaciones le daban la pauta de que Sakuragi tenía toda la razón cuando se autodenominaba un genio en su adolescencia.
Durante la siguientes dos horas, estuvieron entretenidos, Rukawa le escuchaba con atención, haciendo preguntas sobre el motivo de las modificaciones que proponía obteniendo respuestas satisfactorias, cuando concluyó Rukawa se lo agradeció, Sakuragi había cubierto todas las posibles eventualidades que pudieran presentarse.
Tras recoger todo, le miró en silencio dudando en hablar, finalmente se decidió.
-¿Puedo hacerte una pregunta?
Asintió.
Sakuragi creía saber que deseaba saber, era algo que le pasaba cuando comenzaba a hablar, sin embargo, quedo gratamente sorprendido al oírle, al menos él fue más original.
-¿Por qué en la preparatoria te mostrabas tan torpe? ¿Por qué me odiabas?
-Son dos... -aclaró sin sentirse molesto, aunque era bastante difícil contestar la segunda de ellas- Me aburría... -confesó bajando la mirada, sintiéndose avergonzado por su comportamiento hacia él- No podía ser yo mismo, mis padres no deseaban que se supiera que era más inteligente que ellos, por ello curse todos mis estudios como los demás niños. Cuando ellos empezaban a aprender el silabario, mi nivel era superior porque ya conocía los cuatro alfabetos, sin embargo, no podía destacar con lo cual comencé a aburrirme desde mi primer día de clases. Encontré en las peleas una válvula de escape a mi inactividad, quería seguir aprendiendo, sentirme rodeado de gente con mis mismas inquietudes, me sentía como si estuviera en una prisión. -hizo una corta pausa, como si estuviera dándose ánimos- Una mañana conocí a la persona que me ayudo mucho, solo que ella no lo sabía, sentí que podía extender mis alas y volar de ese encierro, mi mente se abrió a nuevos horizontes, saber que estaba ahí me sostuvo cuando le necesitaba, aunque mi actitud no era la correcta, comprendí que en muchos aspectos era como yo, sentía que podía confiar en él, solo que llevaba tanto tiempo bajo mi mascara que no fui capaz de sacármela. Me dio un sentido nuevo a mi vida -levantó la mirada- Nunca te odie, solo que no supe como pedirte que fueras mi amigo. Lo lamento.
Rukawa estaba impactado con sus últimas palabras, nunca había pasado por su imaginación que Sakuragi se sintiera así respecto a él, habían pasado años discutiendo y peleando cuando pudieran haber sido los mejores compañeros. Siempre fue consciente Se sentía mal por su forma de ser, Sakuragi envió sobre él rayos de luz que le hicieron conocerse mejor, dio alegría a su triste existencia y también le hizo saber que era capaz de tener sentimientos como los demás, si bien no lo demostró por miedo y cuando junto el valor necesario fue demasiado tarde.
-No hay nada que disculpar... -se apresuró a recoger la documentación- Mi comportamiento también fue censurable. -Se levantó- Me llamo Rukawa Kaede.
Sakuragi comprendió que se estaban dando otra oportunidad.
-Mi nombre es Sakuragi Hanamichi -y en lugar de inclinarse alargó su mano derecha.
Rukawa la estrechó con firmeza y al momento, sintió como si una corriente eléctrica se desplazara a través de sus manos unidas, no podía saber que Sakuragi estaba sintiendo lo mismo que él.
Se miraron como si pretendieran reafirmar su deseo de amistad.
-Buenas noches, Sakuragi.
-Hanamichi... -le corrigió.
Asintió comprendiendo.
-Tú puedes llamarme por mi nombre... -concedió.
-Que descanses, Kaede...
Minutos después en la soledad de su dormitorio Hanamichi se miraba la mano con incertidumbre. ¿Qué había sido aquello? Nunca antes había sentido algo así. Tampoco podía compararlo, porque nunca antes había estrechado la mano de nadie. Su tradicional saludo era suficiente y nadie que fuera ajeno a su cultura lo pasaba por alto por respeto.
Durante los siguientes seis meses, su vida fue un caos, al principio tuvo que lidiar con el ayuntamiento para que le dieran el permiso de obras, cuando por fin lo tuvo, el contratista y sus hombres tardaron cuatro meses en realizar las obras que reformaban la vivienda, fue un ir y venir de camiones con materiales, madera y ladrillos, ventanas y puertas, sanitarios, caños y cables, de albañiles, fontaneros, electricistas y él controlando que todo quedara a su gusto, a veces deseaba que Kaede estuviera allí para que diera su opinión, después de todo era su casa, sin embargo, unos días antes que comenzara la obra le había dejado solo.
Recuerdo de Hanamichi
-Mientras dura la obra puedes quedarte en las instalaciones junto a la piscina, es una pequeña casita, cocina, dormitorio y baño -le llevó para que lo viera- Aquí puedes vivir mientras esta la obra.
-¿Y tú?
-Tengo en propiedad cinco plantas, allí esta la sede de mis empresas, él último piso es un apartamento, -era donde vivía habitualmente- confío en tu buen gusto, piensa en ella como si fueras a tener la casa de tus sueños. Me comunicaré contigo a última hora de la tarde, para que no te sientas abandonado.
Su sonrisa le dejo deslumbrado.
Fin del recuerdo de Hanamichi
Antes de retirar los andamios llegaron los pintores, finalmente todo fue quitado y cuando todo quedo despejado llegó el turno de los jardineros y cuando todo acabo, Hanamichi recorrió orgulloso el interior de la casa. Ahora había llegado el momento de pensar en el mobiliario.
Una vez más lo consultó con Kaede y este volvió a darle carta blanca.
Continúa en el próximo capítulo...
Paz