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-…Deidara, pasa al frente, por favor- Ordenó el maestro al escuchar la risita mal disimulada del rubio ante la romántica poesía de su compañera (que para los oídos del rubio era por demás cursi). –Léenos tu poema, si eres tan amable, Dei…- Comentó Kakashi-sensei mirando seriamente al chico, sin quitar su libro de enfrente de su rostro.
Itachi y Hidan reprimieron la risa por haber metido en problemas a su compañero. El resto del grupo simplemente lo miraba.
-Maldición. Te odio Itachi- Murmuró ocultando el rostro entre sus brazos cruzados sobre el escritorio, y mirando de reojo al nombrado.
-Lo estamos esperando, señor Igwa-
Hidan rió suavemente cuando Deidara se puso de pie con desgana, tomó su cuaderno y pasó al lado de él; no sin antes susurrarle “a ti también te odio”. Caminó lentamente, arrastrando los talones. Sentía a fija mirada de muchos de sus compañeros, pero la única mirada que le importaba era la de cierto chico extranjero y pelirrojo que recién había llegado la semana antepasada y con el cual no había tenido el privilegio de hablar; solo habían llegado a cruzar miradas que el mismo rubio cortaba por la vergüenza. Pero, ¿por qué mentir? ¡Eso le había ayudado en su poema!
Después de un par de minutos llego al lugar indicado, se acomodo frente al pizarrón, alisto su cuaderno para poder leer bien, y comenzó:
“No eres más que una marioneta”
Eres una marioneta, tu cuerpo es de cristal;
No tienes nada por dentro, por lo que no me puedes amar.
Tus ojos grandes y marrones me miran sin piedad,
Pero sé que tu alma es frágil y está llena de bondad.
Su aterciopelada y varonil voz hacia que todo el salón estuviese en absoluto silencio mientras hablaba, dejando un leve eco al terminar la primera estrofa.
Con esas facciones finas y rostro aniñado,
Te ves tan dulce, casi delicado,
Pero posees un cuerpo escultural y tan deseado
Que no me sorprende que a más de uno hayas cautivado.
Alzó la vista al escuchar como sus amigos intentaban contener la risa. Se sonrojó violentamente, pero aun así buscó la mirada del pelirrojo, la cual no sostuvo ni por 2 segundos ya que tenía que continuar leyendo aunque se supiese el poema de memoria; después de todo, él lo escribió, ¿o no? Pero no quería parecer un nerd y arruinar su reputación.
Me encantan tus ojos grandes e intimidantes,
Tu cabello suave y sedoso;
Siempre con tu porte tan elegante,
Y por demás poderoso.
De repente, sintió una penetrante mirada posarse fijamente sobre él, por lo que levantó la vista para juntarla con esos ojos miel por escasos segundos; mientras en labios se formaba una diminuta sonrisa de satisfacción.
Como quisiera tocarte y acariciarte,
Pero tengo miedo
No quiero quebrare y ese bello cuerpo maltratare
De entre el público se escuchó un “Ja” seco y sarcástico, sin embargo, Deidara no pudo reconocer a quien le pertenecía aquella voz; pero no podía evitar alzar la vista para buscar a mirada -al parecer aburrida- de Sasori.
Mírate, ¡Oh, mírate! Y dime,
¿Cómo haré yo para conquistarte
Si como un mocoso malcriado ya me tachaste?
Dime, por favor, dime ¿Cómo haré
Para enamorarte y de mi vida no apararte?
Exclamó con tanta pasión en sus palabras, que hasta sus amigos estaban callados y prestando atención.
¡Oh, que no daría por cruzar nuestra mirada!
Amor, dime amor, ¿qué has visto en mí?
Porque de ti amo todo y detesto nada.
Recitó sin si quiera mirar el cuaderno donde tenía escrito el poema, manteniendo fija su vista sobre la del pelirrojo, mientras pronunciaba cada palabra lentamente.
Pero, ¿quién soy yo para buscarte?
¡Soy solo un loco enamorado con un deje de ilusión!
¡Completamente idiotizado por un títere manipulador!
¿Y quién eres tú para enamorarme?
¡No eres más que una marioneta sin corazón!
...Pero tu cuerpo me fascina
Y por ti pierdo toda muestra de razón.
Finalizó con energía. Hubo silencio por un momento, todos lo miraban sorprendidos. Dei se sonrojó, bajó la vista y susurro un “Gracias”, para volver a su asiento y ocultar su rostro entre sus brazos.
-Uy, Dei. Qué lindo poema- Se burló Hidan. A lo que el otro solo respondió con un “!mmmgt!” y una mirada asesina.
-…Dei, no quiero alarmarte ni nada, pero alguien te está viendo- Le susurró Konan al oído, captando la atención del rubio y señalando disimuladamente hacia el frente.
Sus ojos azules buscaron curiosamente a la persona que lo estuviese mirando, y grande fue su sorpresa al encontrar a Sasori casi girado en su asiento para observarle fijamente con una ligera media sonrisa; hasta que el profesor le pidió que se sentara bien.