Hipócrita, se decía día con día frente al espejo, hipócrita, le coreaban los pájaros tempraneros, hipócrita era hasta consigo mismo, por creer que todo en su vida era perfecto. Dino Cavallone, como muchos otros, era un hipócrita.
Sabía que Hibari se acostaba con Gokudera, ¿Quién lo sabía?, tal vez Yamamoto, pero, eso era porque el chico no quería darse cuenta de ello, pese a que estos pasaban frente a sus ojos tirándose miradas que se desnudaban. Gruño con molestia y maldijo mentalmente al chico de cabellera plateada, ¿Cómo era posible que tuviera engatusado a Yamamoto, y para colmo lo engañara con Hibari, al cual parecía no molestarle demasiado?, claro que al ministro de disciplina tampoco le importaba cogérselo a él, cuando Gokudera estaba con Yamamoto.
Suspiro ofuscado y se mojo la cara, para después verse al espejo, donde su reflejo le mostraba, además de las gotas que resbalaban por sus rubios cabellos, un par de ojeras espantosas, que representan el peso, de lo que un cristiano llamaría pecados.
Se metió en los pantalones de Tsuna más de una vez y lo canturreo en cada esquina, esperando que cuando alguien lo escuchara se lo cantara al guardián de la tormenta, y este, hecho un furia fuera a pedirle cuentas, y se decidiera de una vez que estaba enamorado de su jefe, pero eso no paso. Al parecer el chico no estaba tan enamorado de Tsuna como él pensó. Cortejo a Bianchi, la cual, luego de un tiempo lo mando al diablo, pero el guardián de la tormenta seguía fresco, y él, como buen hipócrita que era le seguía sonriendo. Y ese veneno cada vez le carcomía más por dentro, el veneno de sonreírle al amante favorito de su amante.
Hasta pensarlo daba gracia, veía casi del diario al amante de su amante. Cualquiera lo hubiera tomado por loco, pero él estaba enamorado de Hibari, Hibari encaprichado de Gokudera, y este era feliz con un polvo cada X tiempo. Pero él no, Dino Cavallone no soportaba ser el segundo en la vida de Hibari. El jefe de disciplina de Namimori tendría sus razones para soportar ser el segundo del guardián de la tormenta, pero él, simplemente no podía soportar ser el segundo en la vida del prefecto. Y entonces tuvo la peor idea del mundo, meterse en los pantalones de Yamamoto.
-Yamamoto –llamo el rubio entrando en la oficina del espadachín –, ¿quiere acompañarme por un trago?, se ve que el trabajo de Gokudera va para largo, no sé, tal vez te relaje. –
-Dino-san, realmente no sé –hablo un tanto incomodo el espadachín, que hasta hacia unos momentos había estado limpiando el filo de su espada –. Pensaba esperara a Gokudera, tiene mucho que no pasamos un tiempo juntos. Además a papá le trajeron un salmón, y pensaba invitarlo a cenar sushi esta noche. –
-¡Valla! –Hablo Dino con una media sonrisa –pensé que podría convencerte fácilmente, porque Tsuna me confesó que le pediría a Gokudera que se quedara a esperar noticias de Italia, y ya sabes, el uso horario tan diferente, no sé a qué hora vaya a terminar. –
-Últimamente Tsuna, le deja mucho trabajo a Gokudera –se lamento el guardián de la lluvia con un semblante un poco triste, cosa que alegro al Cavallone.
Seguramente, Dino Cavallone, era el único ser sobre la tierra que cubría las infidelidades de su rival en amor, con la idea de que eso lo molestaría. Cosa que por supuesto era mentira.
-Entonces, Yamamoto, ¿Qué te parece si te olvidas un rato de Gokudera? Cuando él está trabajando, seguro que ni se da cuenta de que no estás. –comento Dino, con toda la mala saña de llevarse a Yamamoto, en un vano intento de dar celos a la mano derecha del decimo. – Además, a mí también me dejaron plantado, y tengo reservaciones para un restaurant, ¿me acompañarías? –
Yamamoto acepto renuente, más que nada por despecho, después de todo, tenía mucho soportando que Gokudera lo pusiera en segundo lugar luego de su trabajo, y eso lo incomodaba en demasía.
Cavallone, quien realmente tenía ya una reservación, condujo hasta un fino restaurante de comida italiana. Sin embargo, el italiano, antes de ordenar la cena, se dedico a pedir diversos cocteles para Yamamoto. Un ruso negro, un amor perfecto, un sexo en la playa y un soviet; y pese a que el espadachín ya estaba más borracho que una cuba tuvieron una amena cena, en la cual Yamamoto se dedicaba a contar sus infortunios amatorios con su novio. Y ya a esas alturas a Dino no se le hizo raro, que tras beberse de un golpe el amareti que les llevaron de postre, el chico se lanzara sobre él.
Con dificultad y entre beso y beso logro llegar a un hotel, dejar a Romario a cargo de pagar un suit y subir con el guardián de Vongola, para que éste descargara frustraciones.
Según la opinión de Dino, Yamamoto era un semental, pero seguía sin compararse con Hibari. Aun así el chico era, y muy bueno, además de atento, cariñoso e incluso tierno. ¿Cómo Gokudera Hayato podía preferir al salvaje de Hibari?, tal vez por la misma razón que él.
Yamamoto, luego del tercer raund se quedo dormido, y Dino aunque un tanto frustrado, opto por hacer lo mismo. Ya en la mañana se encargaría de consolar al pobre chico, que se sentiría fatal por haber engañado a Gokudera. Le diría que esas cosas llegan a pasar, y que si el guardián de la tormenta realmente lo amase le perdonaría todo. Luego de eso seguramente el guardián de la lluvia, presa de la culpabilidad, se quedaría anclado junto a su novio, sin despegarse de él.
El plan era hermoso, perfecto, casi probado y avalado por asociación de infidelidad, sin embargo y pese a todo, el plan de Dino se fue al diablo.
-Dino-san –llamo Romario abriendo la puerta de la oficina de Cavallone –,Yamamoto Takeshi se encuentra aquí. –
-Haz que pase –hablo un tanto sorprendido el rubio. Era extraño que un guardián Vongola lo visitara, por lo general mandaban a Reborn o Gokudera, que era el encargado de tratar asuntos con otros familias.
Yamamoto entro a la oficina y salido con un movimiento de cabeza –Dino-san –hablo con un tono que denotaba tristeza –, yo… le conté a Gokudera lo que habíamos hecho, el término conmigo, lo comprendo perfectamente, pero aun así, me siento fatal. – Dino estaba estupefacto ¿Quién era tan tonto como para decirle a su novio que le fue infiel? –Dino-san ¿quiere ir a tomar algo conmigo? –
El Cavallone asintió más por inercia que por otra cosa. Lo que acababa de pasar era algo terrible, si Gokudera ya no estaba con Yamamoto, Hibari seria u pareja principal… eso quería decir que…
-Yamamoto, espera afuera, dile a Romario que haga una reservación en un restaurante… algo, ahora salgo –pidió Dino con un toque de nerviosismo. No iba a perderá a Hibari, no podía perderlo, lo amaba, y Gokudera sólo quería alguien con quien coger.
Marco rápidamente el número del ministro de disípenla de Namimori –Hibari, ¿Hoy puedes? –
Pregunto luego de escuchar el característico “bueno”.
-Dino, creo que no te necesitare por un tiempo –hablo Hibari, tras el auricular, soltando un bostezo –tal vez algún fin de semana que Gokudera salga, yo te llamare. – Cavallone estaba helado, había pasado de ser el “segundo” a “el amante de fin de semana”, nada podía ser peor que eso.
Dino salió de su oficina y se dispuso ir a tomar con Yamamoto, sonriéndole y consolándole, diciéndole que todo estaba bien, cuando realmente, para ambos, todo estaba y muy mal.
Dino Cavallone era un hipócrita, pero un mal hipócrita, porque aunque había utilizado a Yamamoto, fingiendo ser su amigo para conseguir a Hibari, le había salido el tiro por la culata. Ahora sólo le quedaba tomar con el buen Yamamoto, y esperar a que Hibari lo llamara.