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De príncipes y plebeyos por Eruka Frog

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Notas del capitulo:

Hoa =)

 

es cuento que ya evaba adeantado este capítuo desde hace unas semanas, pero uego mi computadora tuvo un intento de suicidio y mientras a mandaba a arregar no podía continuaro. Por suerte salvaron mis archivos y ya no tuve que empezar desde e principio jojo.

Reviews contestándose, muchas gracias por todos ellos, a veces me provoca ir a vuestras casas y hacerles marranadas OwO

 

 

El hombre y la mujer han nacido para amarse, pero no para vivir juntos. Los amantes célebres de la historia vivieron siempre separados.

Noel Clarasó

 

Capítulo III: A unos cuantos nos resulta imposible entender ciertas cosas

 

A Gaara le gustaba cómo lo follaba Sai, y estaba seguro de que nadie lo complacería tanto como el morocho, que lo empotraba de improvisto, lo penetraba con diabólica rudeza para luego susurrarle endulzadas frases de amor. Le gustaba que lo mordiera, que lo rasguñara y lo llevara a la tienda de tatuajes para marcar su nombre una y otra vez en su cuerpo. Le gustaba mirarse en el espejo y mirar su cuerpo lleno de moratones, mordidas y marcas violentas, porque mirándolas se sentía mucho más vestido que con cualquier clase de ropa.

 

Le gustaba Sai, con su voz gélida y sincera, sus ojos de peligrosa negrura y su piel tan blanca y fragante que no podía evitar acurrucarse ahí, desesperado.

 

Le gustaba Sai, pero también le gustaba la mamá de Sai.

 

Era una mujer preciosa, de nombre Kurenai, excesivamente joven, excesivamente maliciosa y sobretodo, cariñosa. Era compositora y de ello vivía en grande, siendo que era una de las mujeres más famosas del continente. Sai había sido fruto de uno de sus primeros mecenas, por allá de sus 16 primaveras, y desde que éste había nacido la mujer se había dedicado a adorarlo y hacer de su vida un cuento perfecto.  Y desde que Gaara había sido adoptado por ella, también había sido destinatario de su devoción; el frío Sai ya no estaba en edad de ser mimado entre los suaves y tibios brazos de su madre, pero Gaara, que no sentía que tuviese una edad porque hasta hacía muy poco había comenzado a existir de verdad, se refugiaba en aquellos mimos con triste necesidad, queriendo fundirse con el tacto de una persona que, sin asomo de dudas, le amaba.

 

Él amaba a Kurenai y a Sai con la misma intensidad, pero no de la misma manera. Kurenai era como una madre, una salvadora y un pecho cálido al cuál aferrarse; Sai, en cambio, era la persona destinada para completarle, la respuesta a su asfixiante necesidad de ser idolatrado, violentado y, al mismo tiempo todo, seducido. Sai no lo entendía, o quizás era tan celoso que aún a pesar de entenderlo, seguía sin aceptarlo.

 

Y él, irremediablemente, se veía constantemente envuelto en los reproches que le hacía a su madre.

 

—Hoy llega mi madre —informó bruscamente el moreno. Habían llegado hacia un par de horas al lujoso piso que Kurenai había comprado no hacía mucho, y desde entonces el de ojos oscuros se había dedicado a ignorarle mientras ambos veían TV. Pasaba un programa de arte de los que al otro tanto fascinaban, por lo que no había reparado en su indiferencia, hasta que habló.

 

—Bien… —respondió, cauteloso.  Kurenai había estado de gira por el país durante casi dos meses, tiempo en el cual el piso había sido todo suyo y el bruno enteramente feliz. Ahora seguramente estaría furioso del regreso de su madre a quien, pese a adorar, no podía evitar envidiar.

 

—¿Bien? —se burló con despreció evidente—no me importa si saltas de felicidad o lo que sea que las niñas hagan cuando se emocionan.

 

—Yo no… —intentó decir, pero inmediatamente fue interrumpido.

 

—¿No, qué? ¿No te emociona que venga?—interrogó, clavando sus afilados y crueles ojos en él. No se había dado cuenta, pero Sai había apagado el televisor—cuando regrese, ya no tendrás que masturbarte sólo, seguro ella te hace el favor.

 

El silencio que procedió a esa injustificada acusación (porque eso era, no importa qué), calló pesado y nebuloso, y ambos continuaron mirándose hasta que a uno se le ocurriera algo qué decir. Sai se había arrepentido de decir aquello, pero no era capaz de retroceder sin admitir que entendía que Gaara no amaba de aquella manera a su madre, y el pelirrojo no veía ningún camino factible por el cuál escabullirse y redireccionar aquella tonta conversación.

 

—Llega a las ocho —añadió el moreno, poniéndose en pie y rompiendo el jueguito de miradas, Gaara tomó la mano que le tendía y asintió.

 

—Haré la cena —intentó soltarse, pero Sai le sonrió y entonces pudo haber dejado de existir el oxígeno y seguiría viviendo sólo con su devoción.

 

También le gustaban sus besos delicados.

 

**

 

No sabía qué mierda hacía ahí. Bueno, sí sabía, pero no lo enorgullecía. Si es que iba a ser que sí era tan tonto como Sasuke decía. Pudo haberse inventado una mejor excusa que “debo ir al médico”  para posponer el contarle al cabronazo su vida privada, pero lo cierto es que cuando había sonado la campana y Sasuke había tomado bruscamente su mano para sacarlo de ahí, no había recordado ni su nombre. Así, cuando él intentó zafarse y el otro le preguntó por qué lo hacía, había soltado esa babosada de la cita médica.

 

Casi se había reído de él. Oh, espera, nada de casi, sí se había reído. Luego lo había arrastrado al menos tres calles hasta llegar a aquel sitio que tenía pinta de piso de soltero empedernido. Según le había indicado, pertenecía a su hermano mayor, aunque prácticamente nunca se pasaba y por tanto él tenía entrada libre.

 

Ahora, con una soda frente a él y sentado en aquel sillón tan cómodo, Sasuke lo miraba desde el otro sofá, totalmente expectante. Miles de explicaciones, a cual más inverosímil que la anterior, pasaban por su mente, pero no lograba arriesgarse a decir ninguna, Jamás se atrevería a contarle la verdad, prefería contarle alguna mentira mucho más patética, porque al menos así no tendría ningún poder sobre él.

 

—Si no vas a hablar, podemos hacer alguna otra cosa, a ver si también pareces niña ahí abajo —la burla le pareció tan aberrante, que se apresuró a cambiar de tema con la mentira que había elegido.

 

—Soy anoréxico.

 

Las risas de Sasuke cayeron sobre él como una lluvia de golpes, pero procuró no variar su expresión. El moreno, sujetando su apenas trabajado abdomen, se puso en pie y caminó hasta colocarse a su lado, todavía riendo. El rubio lo observó con el ceño fruncido y actitud herida, pero no objetó la cercanía. Le parecía que así, pese a lo incómodo, resultaría más fácil dominar el campo de batalla.

 

—Ahora, dime la verdad.

 

—Soy anoréxico  —repuso, inflexible. Sasuke podía no creerle una palabra, pero no importaba, no lo sacaría de ahí.

 

—Supongo que para una persona como tú, hasta su palabra vale poco  —dejó caer con frialdad. En realidad, estaba molesto. El blondo siempre le había parecido estúpido, pero creía que al menos sabía cumplir lo que decía —le contaré a Iruka —aseveró. No era una forma de infligir presión, pero funcionó como tal.

 

—Vale, vale —escupió. El jodido Sasuke sabía como exprimirle los huevos. No resultaba sencillo contarlo, ni siquiera cuando él se repetía fecha por fecha la cronología de su historia. ¿Cómo comenzar a contarle algo que de lejos quería externar?—mis padres murieron —repuso finalmente, considerando que eso, pese a la información insuficiente, sería un buen inicio—un amigo de mi padre me pasa algún dinero cada mes y yo consigo otro tanto cuidando a un par de niños del piso de arriba, aunque tampoco es que sea mucho, porque debido a la política de la escuela acerca de no permitirle trabajar a los alumnos, no puedo buscar nada más.

 

Sasuke asintió como si comprendiera, pero él sabía muy bien que un niñato con la vida fácil no iba a comprenderlo en la vida. Esperó unos segundos a que éste se decidiera a decir algo, porque él no pensaba agregar más. Hablar del asunto siempre despertaba la compasión de la gente y él, mal que mal, vivía a costa de su orgullo.

 

— ¿Lo sabe Iruka?

 

—Sí  —repuso, aburrido. El moreno volvió a asentir y luego lo observó durante un rato con fría curiosidad —¿dónde vives?  —

 

—En un piso cerca del Supermercado Naranja.

 

Naruto esperaba que el interrogatorio siguiera durante un rato, pues Sasuke lucía verdaderamente consternado. Claro, si él no fuese tan absolutamente idiota y distraído, ya se habría dado cuenta de que casi a la mitad de su fantástico relato, Sasuke ya estaba ensimismado en algo más. No podía evitarlo, el rubio era tan condenadamente atrayente, que  podría pasar días y años observando sus agradables y suaves rasgos. Quería tocarlo, susurrarle obscenidades en la oreja y luego arrancarle la ropa con furia.

 

Quería joderlo.

 

Pero para ello, evidentemente, necesitaba algo más que el deseo. Y Naruto era más que deseo. Era anhelo, fortaleza,  pasión y necesidad. Podía notarlo incluso sin escuchar su historia estúpida de huérfanos y mierdas, porque no necesitaba conocerlo para quererlo…

 

—Te amo —curioso, estaba seguro de haber pensando en “me gustas”, pero eso que había salido sonaba mucho más razonable.

 Para Naruto, evidentemente, la primera opción habría sido mil veces más aceptable.

 

 

Notas finales:

Si les ha gustado, pues genial. Que a la gente le guste lo escribes se siente bonito. Espero que puedan y quieran comentar, me digan cómo los trata la perra vida,  si queda tiempo hacer deducciones acerca del capítulo, comentarios obscenos y esas cosas que saben hacer tan bien.

 

Ya me estoy preparando para el capítulo siguiente. Lento, pero espero no pasarme de los quince días. En realida, espero hacer varias actualizaciones por mi cumpleaños (el sábado 25), pero como es semana de exámenes no puedo prometer nada u-u

 

GAO!


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