Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

De príncipes y plebeyos por Eruka Frog

[Reviews - 57]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

 

Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez.

Gabriel García Márquez (1927—?)

Capítulo VIII: Compañía

El olor a licor era tan desagradablemente fuerte, que arrugó la nariz y terminó alejándose de aquel viejo. No pasaba nada, ni tampoco temía estar siendo grosero, porque Jiraiya, su tutor, estaba tan ebrio que ni siquiera lo notaría. Se había presentado por la mañana de aquel domingo, muy temprano y desquiciando a Gaara, que terminó por marcharse a la biblioteca. Ahora, repantingado en su sofá con una botella en una mano y en la otra el control remoto, parecía muy dispuesto a pasar “tiempo de calidad” con él.

 

Agradecía toda la ayuda que le daba. Había sido un gran amigo de sus padres, y por tanto estos lo habían nombrado su tutor, incluso pasando por alto su irresponsable modo de vivir. Naruto suponía que su problema con la bebida se había acrecentado en los últimos años, aunque no lograba recordarlo muy bien. El caso es que pese a todo, cada mes le enviaba puntualmente un cheque y tres o hasta cuatro veces por año le hacia alguna visita, asegurándose de que se encontraba bien. Era su familia, o lo que intentaba pasar por tal.

 

Su teléfono vibró, llamando su atención sobre otros asuntos menos deprimentes. Un mensaje corto de Sasuke lo hizo sentirse emocionado pese a no desearlo. Era lo que siempre lograba el moreno, junto a enrojecer sus mejillas y enloquecer su respiración.  “Te recojo en 5 minutos” decía simplemente. Miró al viejo, que ahora se reía estruendosamente de algo en la TV, aunque estaba seguro de que no le prestaba mucha atención. ¿Estaría bien que Sasuke lo conociera?

 

El pulcro, egomaniaco y arrogante Sasuke conociendo al borracho y pervertido Jiraiya. No podría soportar tal vergüenza ni la mirada de profunda decepción que seguramente le otorgaría. Tomó sus llaves, una chamarra y se despidió secamente, aconsejándole luego desde la puerta que no tomara más, aunque sabía muy bien que lo haría.

 

Esperó al Uchiha en las escaleras, y éste llegó puntualmente. Su hermano conducía, porque Sasuke aún no sabía hacerlo y no era tan temerario como Sai. Itachi era casi irritantemente complaciente con su hermano, pero le agradaba su aire solemne; tenía una personalidad gélida, pero carente de la arrogancia del resto de su familia. No sólo le prestaba su piso cada vez que al moreno se le pegaba la gana, sino que también le facilitaba dinero cuando ocurría que Uchiha Mikoto, su madre, intentaba mostrarse inflexible y estricta (en lo que siempre terminaba fallando cuando se trataba de su familia).  Y hacia de chofer, al parecer.

 

—Mi madre te invita a cenar –informó cuando se bajó a abrirle la puerta (ni siquiera recordaba cuándo había perdido la discusión respecto a eso). Asintió, la verdad es que  le apetecía muchísimo una buena cena después de la porquería que había almorzado.

 

—Buenas tardes, Naruto—kun –Saludó Itachi con formalidad. La verdad es que pese a salir con Sasuke no se sentía homosexual, pero tenía que decir que Itachi era tan atractivo que hasta el heterosexual más aguerrido se sentiría tentado.

 

—¿También a ti te han arrastrado?  —Deidara, el… interesante novio del Uchiha más grande, lo saludó con una irónica sonrisa. Era todo lo contrario a Itachi; explosivo, irreverente y orgulloso.  Mikoto lo odiaba y él la odiaba a ella. Misteriosamente, a él, Naruto, lo adoraba.  Se lo había dejado caer a Gaara, y éste se había limitado a ser franco y cortante (como siempre) en su respuesta:

 

—Le das lástima porque eres huérfano.

 

Vaya putada, si le daba lástima sólo por eso, le gustaría saber cuánta lástima le daría si supiera que encima, de no ser por su adorado hijo, no podría llegar a fin de mes sin saltarse tres o cuatro comidas. Deidara estuvo parloteando todo el camino acerca de la escultura que no le había costado nada vender a un pobre tipo encandilado por su atractivo, y quejándose de lo aburrido que iba a ser aquella noche. Le sorprendía que Itachi ni siquiera frunciera el ceño antes los más que explícitos comentarios sexuales que el rubio hacía de otras personas ni de los groseros adjetivos en los que encasillaba a la matriarca Uchiha. El mayor se limitaba a sonreír ante los primeros y en pedirle prudencia en cuanto a los segundos, sin llegar a mostrar sentimientos negativos.

 

Itachi aceptaba cumplir los caprichosos deseos de Sasuke con una solicitud tremenda, y soportaba el agresivo carácter de Deidara con paciencia y afecto, y sin embargo Naruto no podría denominarlo como débil o carente de personalidad. Daba la impresión de que era el único a quien Sasuke escucharía en un momento de rabia, y pese a todo podía captar en el rubio una fervorosa adoración.

 

—¿Cómo se conocieron? –interrogó curioso, una vez llegaron a la impresionante casa de Sasuke, y Mikoto los entretuvo un rato con té y pastitas mientras supervisaba a sus maravillosas cocineras.

 

—Este hijo de perra me vio en la TV cuando daba una rueda de prensa sobre mi más reciente exposición, me buscó, me acosó durante dos meses hasta que accedí a salir con él y luego otros dos meses hasta que acepté ser su pareja –resumió el blondo con una sonrisa que, aunque maliciosa, no ocultaba cierto cariño.

 

Cuando la cena estuvo lista, comieron en un ambiente tranquilo. El silencio era roto por preguntas ocasionales de Mikoto, dirigidas a Naruto en un tono amable y a Deidara en uno que rozaba lo insultante. El rubio mayor se dio maña hablando de los cuadros de aspecto caro que decoraban la estancia, desdeñándolos y aseverando lo peor sobre estos, aunque Itachi le comentó, al terminar, que en realidad se le iban los ojos por todos ellos.

Siempre que visitaba la casa de Sasuke se sentía tratado de forma tan amable, que olvidaba que en casa tenía un casero exigiéndole la renta y dos niños en el piso de abajo a quien cuidar pese a lo cansado que estuviera, porque eran su trabajo y no podía darse el lujo de negarse la oportunidad de conseguir dinero extra.

 

—Quédate esta noche –pidió el moreno, rozando su nariz en su oreja. Los tratos de Sasuke para con él eran dulces, aunque en excesivo posesivos. Todavía se gritaban y peleaban buena parte del tiempo, pero las cosas eran muy diferentes de cuando se habían conocido. Ya no se burlaba de él por sus clases particulares con Shikamaru, sino que lo animaba a estudiar también con él. Y ahora, hasta sus burlas sexuales tenían un aire de respeto y… ¿eso era malo?

 

—No, tengo que ir a casa –negó –baño –anunció. Se dirigió al que estaba cerca de la cocina, cavilando acerca de sus propias observaciones que le parecían francamente masoquistas. ¿Cómo era posible que añorara cuando Sasuke se metía con él? Pero era así, incluso extrañaba la indiferencia de sus compañeros y sus ocasionales putadas, porque su trato amable y admirado de ahora le resultaba nauseabundo y falso. Sólo era tratado de esa manera porque estaba con el ídolo de la escuela.

 

—No es buena idea… Itachi… —los gemidos provenían del baño y estaba seguro de que era la voz de Deidara. Joder, ¿por qué demonios estaban haciéndolo ahí si la habitación de Itachi estaba justo arriba?

 

—Siempre es buena idea –la burla que sonaba en la voz de Itachi lo hizo detenerse de darse la vuelta y largarse. Ya no sonaba solemne, sino irónica y despiadada.

 

—¿Y si alguien viene?

 

—Les diremos que me sedujiste y probablemente, si es mi madre quien nos encuentra, te eche de la casa.

 

—Cerdo… bastardo… ¡ah!

 

Deidara sonaba totalmente descompuesto por el placer, mientras Itachi parecía totalmente dueño de la situación. Caminó sin hacer ruido hasta estar de vuelta en el salón, pensando en que su análisis sobre Itachi no había estado alejado de la verdad. Deidara podría gritar y quejarse, hacer aspavientos agresivos y muecas de insolencia, pero Itachi le tenía lamiendo sumisamente su mano.

 

La verdad lo apuñaló por detrás sin tener tiempo para defenderse.

 

De regreso a su casa, se detuvo en la puerta de su apartamento, mirándola como quién mira una audiencia que está ahí para juzgarte. Que te dice que lo sabe todo aún si no lo ha visto. Abrió intranquilo, Jiraiya estaba comiéndose una lata de atún que seguramente habría tenido que comprar, porque él no tenía más que sopas y galletas en la despensa.

 

—Has vuelto, muchacho, ¿dónde estabas? –interrogó descuidadamente. El viejo no era del tipo que se preocupaba hasta la médula ni que se metía en sus asuntos. 

 

—Estaba con un amigo –respondió mientras le prepara algo de té.

 

—Es bueno… que tengas algunos buenos amigos… a tus padres les habría gustado que siguieras siendo el chiquillo insoportable de siempre –aseguró con cierta nostalgia, estaba todavía ebrio, no iba a esperar un comportamiento racional de su parte.

 

—Ya… —repuso.

 

—Eres un luchador, muchacho… yo escogí ese nombre tuyo... porque lo sabía, sabía que eras fuerte… si no lo fueras, me preocuparía, pero yo sé que sabes cuidarte muy bien solo.

 

—Lo hago –asintió, encogiéndose de hombros.

 

—Estoy muy orgulloso de ti…

 

Le dio un largo trago a la botella de licor, ignorando por completo el té que le había puesto justo delante.  Se levantó dando un bostezo y fue a tirarse al sillón, donde casi de inmediato se puso a roncar, totalmente perdido. Sabía que en la mañana tendría que limpiar su vomito y soportar una cantaleta llena de promesas sobre visitarlo pronto.

 

Nunca podría presentárselo al arrogante Sasuke, porque moriría de vergüenza. No soportaría jamás que Jiraiya, el único ser que se preocupaba genuinamente por él, que extraía de su adicción al alcohol la fuerza necesaria para visitarlo y enviarle dinero, confiando en su fortaleza y en su capacidad de supervivencia, conociera al mimado, rico y altivo Sasuke y se diera cuenta de que esa fortaleza  se iba por tierra cuando estaba con él, convirtiéndolo en un chico que olvidaba que en su mundo las cosas no se obtenían estirando las manos.

 

Su relación era un insulto a la memoria de sus padres, pero sobretodo una ingratitud hacia el empeño de aquel viejo por mantenerlo con vida.

 

 

**

Por lo menos, se dijo, había conseguido averiguar que sus hermanos se encontraban todavía en Japón. No era mucho, pero cualquier adelanto le parecía razonablemente satisfactorio. Había dado con esa leve pista luego de hablar con un amigo de la infancia de Kankuro, que al parecer les había pasado algunos yenes para pagar un boleto de tren a algún sitio, cuando su hermano se había llevado a Temari para alejarla del acoso de su padre.  El amigo le había asegurado que Kankuro no se habría podido marchar de Japón, pues haría cosa de un año, otro amigo, que ahora estaba en Egipto, lo había encontrado en una conferencia de marionetas (no recordaba en donde) y le había asegurado estar muy cómodo como para marcharse.

Hacía calor, eran las tres de la tarde y el sol estaba quemaba. Había una heladería muy cerca de ahí, donde las canastillas de helados eran gigantescas y tenían más de 40 sabores, y además, se ajustaba a su bolsillo. Kurenai había insistido en seguir pasándole al menos una pequeña cuota, para que no tuviera que trabajar, y sus lágrimas habían sido tan sinceras, que no había podido negarse. Naruto le había recriminado su falta de determinación, pero hay cosas que simplemente no están en nuestro carácter.

 

—Vainilla –pidió, luego de leer tres veces el menú. Siempre pasaba, leía y releía el menú pese a saber que terminaría escogiendo el mismo sabor. Fue a acomodarse a una mesita, la más alejada.

 

—No comas de esa manera… es jodidamente erótica.

 

Podrían torturarlo durante años, pero nunca olvidaría la voz de la persona que más amaba en el mundo. Sai se sentó delante, con una paleta cubierta de caramelo que a su ver era imposible de comer. ¿Le habría seguido durante mucho rato o la cosa era reciente? No le importaba, su presencia jamás sería menos que agradable.

 

—Podemos hacerlo en los lavabos –propuso descuidadamente. Le daba lo mismo si se habían alejado para tener un tiempo solos o lo que fuera, porque la realidad era que joder con Sai era adictivo y llevaban buenas dos semanas sin apenas tocarse. Como Sasuke bien decía, uno terminaría violando a media clase al otro, y no podría apostar quién. De cualquier forma, el de ojos negros se carcajeó y las chicas de unas mesas más adelante los miraron coquetamente, esperando llamar su atención con sendas risitas a coro.

 

—¿Dos veces? –preguntó, interesado genuinamente.

 

—Por lo menos…

 

No solía hacer bromas, pero al parecer el humor ácido y depresivo de Naruto hacía estragos en él.  Además, estaba con Sai, a salvo.  Lentamente, saboreando la tensión del local y las miradas de sorpresa, se acercaron, uniéndose al fin en un toque íntimo y conocido. El mundo era el mundo, una cosa enorme y muy alejada de ellos, y las personas eran entes molestos que les quitaban el tiempo con sus estúpidas normas de moral y decencia.

 

No importaba si ahora vivía con Naruto, si ahora podía repasar el menú miles de veces, si el propio moreno estaba quebrantando su lamentable ultimátum  o si estaba buscando a sus hermanos, Sai siempre iba a ser Sai.

 

Y el siempre lo escogía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Pues eso... que volví. El capítulo lo escribí hace dos semanas, pero la verdad que no he tenido tiempo de nada. Espero que les gustara.

 

Échenle un ojo al fanfic que voy a subir en un ratito =D


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).