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Ilusiones por zion no bara

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Notas del fanfic:

Es solo un fic pequeño que quise intentar, espero les guste.

Notas del capitulo:

Espero que se pasen muy bien estas fiestas y que las cosas salgan como las esperan, Feliz Navidad.

Atte. Zion no Bara

 

 

Había una especie de presencia pero eso solo sucedía cuando no estaba despierto, cuando dormía parecía que había alguien, alguien a su lado que reía y sabía sonreír y no ocultaba sus sentimientos, alguien que a pesar de todo veía lo bueno de la vida y confiaba en la gente además de trabajar duramente para que sus sueños y los ideales de un mundo en paz pudieran lograrse, había sido tanto lo sucedido entre los dos, nunca de una manera convencional y tal vez por eso era que había llegado tan hondo en su alma.

Y ahí estaba, mirando en sueños ese horizonte lejano de un paisaje hermoso y espléndido pero no podía ser de otra manera siendo la persona que estaba ahí, la veía a lo alto de una especie de colina, corriendo hacia la parte superior con una risa de adolescente que acaso nadie sino solo él había escuchado de manera tan franca y abierta mientras el sol iluminaba su cabello castaño y parecía que todo se llenaba de su presencia y que incluso el aire era distinto solo porque estaba ahí. Su figura se detenía de un solo movimiento, no se movía por unos instantes y parecía que voltearía pero no lo hacía, se quedaba ahí y él trataba de acercarse, de decir algo, tan solo de prolongar el momento el mayor tiempo posible pero no era plausible, lo sabía, trataba de gritar pero no se escuchaba nada. Solo entonces ese joven volteaba y parecía mirarlo pero no sabía si era de esa forma, lograba ver que movía sus labios, decía algo, no era en voz alta y sin embargo lo escuchaba claramente.

—    Te espero. 

En ese instante un agudo sonido se hizo escuchar, el hombre recostado en su cama estiró una mano para apagarlo y se levantó en un instante, seguía siendo alguien muy disciplinado y fiel seguidor de sus hábitos. A pesar de que llevaba mucho tiempo sin dormir bien no se le notaba, prefería no pensar en ello y hacerlo de lado, era mejor así para tratar de seguir adelante aunque después de tantos años parecía una locura que no lo hubiera logrado. No desde ese día en que…

Agitó su cabeza, no necesitaba de esas ideas, fue hacía el baño para darse una ducha, el agua tibia lo ayudaría a terminar de despejarse y prepararse para el resto del día en que estaba tan ocupado pero desde hacía un tiempo eso era común, además no eran el tipo de preocupaciones que había enfrentado cuando siendo un hombre todavía joven la Tierra había sido azotada por sus enemigos y por esos mismos planes que alguna vez pusiera en marcha, ya no eran esos días, así que no estaba tan mal hacerse cargo de sus asuntos que a esas alturas eran mucho más sencillos. Se vistió aprisa, tenía planes para desayunar así que no tomó más que una taza de café negro antes de dejar su casa, se vio una vez solamente en el espejo antes de salir, estaba impecable como siempre, a pesar de que era ya un hombre maduro seguía siendo atractivo. Estaba listo. Salió de su casa y se dirigió directamente al centro de la ciudad donde se encontraría con una persona especial para él.

 

 

No pasó mucho para que antes de que alcanzara su oficina la persona con la que iba a verse lo interceptara y lo saludara.

—    Buen día Saga.

Volteó y se encontró con una imagen viviente de él a pesar de lo diferente que habían marchado las cosas para los dos

—    Buen día Kanon.

En un instante los dos se habían dado un abrazo, no se habían visto por unos meses y tan solo habían mantenido comunicación por teléfono, algunos mensajes, nada más y era mejor verse para poder charlar.

—    ¿Estás listo o dejaste algo para el último momento Saga?—le preguntaba su hermano.

—    Estoy listo, como siempre.

—    Entonces vamos, no deseo retrasarme para alcanzar una mesa, no estoy de humor para esperar.

El hermano mayor de ojos verdes no protestó y ambos salieron a un restaurante cercano, al menos a Saga le convenía que fuera tan cerca de su trabajo de los últimos años y como Kanon estaba de visita no parecía ser una mala opción. Llegaron al lugar y tomaron una mesa, les llevaron unas cartas y ni siquiera las miraron, ordenaron algo ligero y cuando se los llevaron supieron que podían charlar abiertamente de lo que traían en mente.

—    ¿Cómo está Ikki?—preguntó Saga de inmediato.

Años atrás Kanon e Ikki habían coincidido en la mansión Kido, de qué manera nadie estaba seguro pero lo cierto era que se habían entendido, se habían seguido viendo y un buen día los sorprendieron a todos diciéndoles que se casaban, su matrimonio había sido bastante firme pues hubo un par de cuestiones a las cuales se enfrentaron, una infidelidad del gemelo y mudarse por el trabajo del caballero del Fénix pero al final siguieron juntos y estaban más unidos que nunca.

—    Él está bien—fue la respuesta de su hermano bebiendo de su vaso—Al menos estaríamos mejor si no tuviéramos una discusión cada tres días porque hubo problemas.

—    Como viniste de visita supuse que las cosas estaban bien en tu casa.

—    Y lo están, me gustaría que las cosas estuvieran siempre tan tranquilas—decía Kanon—A veces en la casa me parece que voy a enloquecer por todo lo que sucede.

—    ¿Tan mal andan las cosas?

—    No tienes ni idea de lo que es tener a un muchacho que nunca se calla y cree que los problemas son divertidos.

—    ¿Por qué me parece que hablas de ti mismo?

—    Vamos Saga, ya dejamos la adolescencia atrás hace bastante tiempo, Pólux me esta volviendo loco lentamente, lo peor de todo es que Ikki siempre le disculpa lo que hace y dice que ya se le pasara.

—    No se escucha nada bien pero ¿tan graves son los problemas con él Kanon? ¿No hay nada que se pueda hacer?

—    Solo es que sus notas andan muy tambaleantes Saga, no quisiera que perdiera la escuela.

—    Creo que te preocupas de más, es joven y quiere algo más que escuela y disciplina.

—    Pues mientras esté en mi casa bajo mi techo serán mis reglas—dijo firmemente Kanon.

Al de cabello azul le daba un tanto de risa todo eso pues con los años su hermano menor de la mirada verde se había hecho estricto y muy respetuoso de la disciplina y hablaba del deber y el honor y lo correcto, nunca lo hubiera creído siendo que contaba con toda una historia tras de si por su juventud. Escuchó un poco más como se quejaba el gemelo menor de su hijo, curiosamente, gemelo menor pero no dudaba en alabar a su hijo mayor Castor, el muchacho era inteligente y dedicado y estaba en la universidad becado y con excelentes notas y recomendaciones además de contarle todo lo posible de su hija menor, Esmeralda, una muchacha dulce y afectuosa que no daba preocupaciones de ninguna clase. Su tío los quería mucho a los tres y se alegraba de saber que estaban bien.

—    Creo que cuando los vea tomar su camino por completo estaré tranquilo—decía Kanon tomando un poco de comida de su plato.

—    No lo creas—dijo Saga—Ya ves a Death Mask, sus hijos siguen siendo su prioridad por encima de todo. 

—    Aún debe estar recuperándose de la boda pero me da gusto que Afrodita y él estuvieran contentos. Por un momento temí que Death dijera a mitad de la ceremonia que se oponía.

—    Si lo hubiera hecho su hija se hubiera escapado con su novio y no se lo perdonaría.

—    Es cierto.

Apenas unas semanas antes los dos habían estado en la boda de la hija mayor de Death Mask, habían visto lo felices y orgullosos que se veían Afrodita y su amigo de Italia por el evento y a ellos les alegraba, habían conocido a Rosa desde que nació y verla convertida en una mujer y casarse fue un verdadero momento de satisfacción, la muchacha, que parecía la versión femenina de su padre de Piscis, estaba hermosa en su blanco vestido de novia y con una corona de rosas blancas en el cabello celeste y sobre todo sonriente mientras que su familia se mostraba serena en la formal ceremonia pues el que fuera caballero de Cáncer y su compañero sueco tenían dos hijos más que eran su orgullo y su alegría.

—    Quisiera hablar con Milo—comentó Saga después de un rato—Me preocupa un poco no saber de él aún.

—    Sabes que está de vacaciones—respondió Kanon—Quiere tiempo con su esposo, lo de Camus lo sorprendió demasiado y no quiere arriesgarse de nuevo, además necesita ocuparse de su hijo.

—    Si, entiendo eso pero al menos debería enviar un par de líneas para saber como van las cosas y cuando regresará.

—    Tal vez Shaka pueda ayudarnos en eso, ya que están en su casa puede que nos responda si preguntamos.

—    No quisiera molestar.

—    Solo estamos preocupados Saga, no tiene nada de malo que queramos saber de nuestros amigos.

Milo se había casado con Camus, aparentemente siempre había habido algo entre los dos, cuando regresaron a este mundo se habían solucionado las cosas entre ambos de manera favorable y con el tiempo se casaron, de su unión había nacido un hijo solamente, Albert, era un excelente joven idéntico a su padre de Escorpión de no ser porque tenía los ojos y la mirada y más bien el carácter de su padre de Acuario; en los meses pasados el venido de Francia había sufrido un leve infarto y su esposo y su hijo no habían querido separarse de su lado y se habían tomado vacaciones para cuidarlo. Era en esa parte que entraba también Shaka.

El de la India había regresado a su país y había fundado un centro educativo y no estaba solo, se había casado con Shura y por increíble que pareciera habían tenido siete hijos, pudieron ser más pero el de Virgo estuvo algo grave durante el último embarazo y el español decidió operarse para ya no tener hijos; eran cuatro chicos y tres chicas de diferentes edades y la luz de los ojos de sus padres. En ese momento Milo y su familia se encontraban con ellos para que Camus descansara y se recuperara más prontamente y no fuera tan difícil para el de los ojos azules de Escorpión concentrarse en cuidar de los suyos.

—    Por cierto Saga, me preguntaba si vas a ir a la fiesta—preguntó Kanon.

—    ¿Cuál?

—    La de la señorita Saori.

—    Hace mucho que dejó de ser la señorita Saori Kanon.

—    Lo sé pero hay cosas que nunca podré dejar pasar y esa es una de ellas.

Eso se debía a que Saori llevaba años de casada y con su propia familia, aunque nunca se esperaron que las cosas resultaran de la manera en que salieron ya que esperaban que se casara con el siempre leal Seiya que sin duda era su más cercano y querido amigo pero no fue así, la reencarnación de Atenea se había casado con el que fuera el caballero del Dragón, Shiryu, ambos estaban muy felices en su matrimonio y más que complacidos con sus dos hijos.

—    No sé si iré Kanon.

—    Por favor ve, Ikki estará aquí, le dará gusto saludarte, también a mis hijos, podrás saludarlos.

—    Lo pensaré Kanon.

—    En verdad me gustaría que fueras Saga.

Los dos hermanos siguieron charlando un rato, se veía en ambos el paso del tiempo, ya había arrugas en sus ojos y líneas de expresión marcadas como si fueran los anillos de un árbol e indicaban su edad, las canas también estaban presentes y todo en ellos marcaba la madurez, era todo un logro llegar a su edad tomando en cuenta que habían sobrevivido a la guerra y forjaron la paz que ahora disfrutaban todos y seguían asegurándose de que ese ideal se cumpliera. Finalmente les pareció que era el momento de continuar con sus actividades y el menor de los gemelos se ofreció a llevar a su hermano hasta su trabajo.

Una vez que llegaron se despidieron y Saga se dirigió a sus oficinas, el edificio era suyo de hecho pues había logrado crear una importante empresa que se dedicaba a la importación y exportación de arte, desde esculturas hasta libros y pinturas, con los años se había dedicado a tareas administrativas, los que lo veían pasar lo saludaban atentamente pues la disciplina era vital para que la empresa marchara, cualquiera de los del lugar lo sabía y sin duda nadie se arriesgaría a hacer enojar al dueño y fundador de su empresa, Géminis Inc.

El trabajo era algo bueno, al menos lo era para Saga, cuando estaba en su oficina debía hacerse cargo de un sinnúmero de cosas pero las cumplía todas con exactitud, no tenía problemas en ello sobre todo cuando lo ayudaba a no pensar. Su asistente entró y le extendió algunos documentos que debía firmar, era un chico joven y guapo y que más de una vez le había coqueteado, a él le parecía bastante incomprensible que un muchacho que podría ser su hijo le coqueteara pero aunque no fuera de esa manera el de mirada verde no se fijaba en los hombres, no le interesaba ninguno. Solo él le había importado de verdad.

 

 

Al día siguiente Saga llamó a Kanon para confirmarle que iría a la fiesta y su hermano se alegró, además tenía algo que comentarle.

—    Que bueno que te animas a ir Saga—decía el gemelo menor—Llamé a Shaka, dice que vendrán a la fiesta, también Milo, las cosas están bien con Camus y estará presente.

—    Que bueno que puedan venir.

—    Y no solo ellos, llamé a Shiryu y por lo que pude hablar con él Mu y Aldebarán quedaron muy formales de venir, parece que también Afrodita y Death Mask confirmaron su presencia.

—    Me da gusto escuchar que estará Mu, tiene tiempo que no lo veo.

—    Shiryu también me dijo que Dohko estará y por lo tanto irá Shion, así que no creo que los demás se nieguen a asistir.

—    Pareciera que estaremos casi todos. Solo espero que no cancelen de último momento.

—    Seguro que estarán ahí, Ikki me dijo que Shun y Hyoga irán, por lo tanto estará su Natassia y si ella está Hakurei es muy capaz de arrastrar a sus padres para ir.

No era mentira, desde que eran niños el hijo del que fuera el patriarca y el caballero de Libra parecía beberse los vientos por una de las bellas hijas de Shun con Hyoga, la hermosa Natassia y no era el único sinceramente.

—    Está bien Kanon, estaré ahí al menos un rato.

—    Nos veremos ahí Saga.

Cuando colgó Kanon no pudo sino pensar en que tal vez hubiera sido mejor decirle a su hermano que también irían Seiya y su esposo con su hijo pero al final le pareció que era mejor de esa manera, no se habían visto en casi veinte años, tal vez era mejor que lo hicieran finalmente.

Solo quedaba esperar porque llegara la fecha señalada.

Llegó finalmente pues se trataba de la fiesta de Navidad y el día estaba delimitado perfectamente.

La fiesta era grande, fastuosa, perfectamente atendida y la mansión Kido estaba resplandeciente con luces por todo el lugar, figuras simbólicas de la temporada y sobre todo con el enorme árbol natural que dominaba el salón principal; no se podía esperar menos de un evento organizado por Saori Kido quien seguía teniendo mucho de la belleza de su primera juventud pese a los años que ya habían transcurrido, ella se había casado con el caballero del Dragón, Shiryu y entre los dos habían guiado perfectamente y con inteligencia todos los bienes de la familia, para esos momentos su esposo era jefe directivo y ella seguía enamorada de él y encantada de ser su esposa mientras que el de mirada verde sin duda seguía enamoradísimo de su compañera por la cual ni siquiera volteaba a ver a otra mujer, nunca habían tenido necesidad de nadie más.

Estaban en compañía de sus dos hijos, los dos ya unos muchachos, Ryu y Matzumaza, tenían algo de ambos, la mirada de su madre y el cabello de su padre además de un firme sentido de ayuda hacia los demás y una estricta disciplina interna que los había ayudado a lograr todo lo que se habían propuesto hasta ese momento. Esa fiesta, pese a que se buscó que fuera privada, mostraba lo que la familia en los años anteriores había conseguido sin escatimar en nada y también era para agasajar a sus invitados, todos amigos suyos.

Los invitados estaban casi completos en cuanto entró Saga.

 

 

El de los ojos verdes examinó el lugar con atención y cuidado, un viejo instinto de los días de la guerra que nunca había perdido, se acercó a donde estaban sus amigos y conocidos pero ninguno de ellos iba solo, todos estaban acompañados por sus parejas y sus hijos, habían formado sus familias y se les veía sonrientes y contentos de charlar al respecto. Vio a Kanon al lado de Ikki y sus hijos iban con ellos, Castor y Pólux, gemelos, tenían algo de cada uno de sus padres, probablemente lo más notable era que contaban con la mirada gris de Ikki y los cabellos azules de Kanon y la joven Esmeralda encantadora con su mirada verde y su sonrisa de misterio. Lo saludaron de inmediato con entusiasmo y de paso los demás presentes charlaban un poco de todo entre los demás.

Milo sostenía por el brazo a su querido Camus que se encontraba recuperado y sonreía abiertamente mientras que su hijo Albert permanecía silencioso y atento a lo que le decían algunas de las muchachas presentes que lo encontraban muy guapo. Shaka siempre amable y estaba con Shura que seguía siendo muy formal y dedicado, iban acompañados solo de sus hijos más grandes, la encantadora Lakshmi, su hermosa Savitri y el primogénito, Rodrigo, único nombre que había logrado imponer el de Capricornio en sus herederos, curiosamente se parecía bastante a su padre español aunque con los ojos azules del de la India, como fuera él se mostraba muy sonriente y amable, ellas estaban más interesadas en los muchachos, sin más Savitri no dejaba de sonreírle al apuesto Albert.

También se podía ver a Mu y Aldebarán tomados de la mano con sus dos hijos, era una visita especial pues los dos estaban ocupados en su negocio, tenían tres hoteles de lujo en Brasil y los atendían sin perder de vista a sus hijos, el mayor un alto muchacho y muy serio llamado Hamal y su hija una muchachita muy menudita y hermosa que nombraron Europa, él muy parecido al de Tauro y ella muy parecida al de Aries, pero los dos sonrientes e inteligentes con el carácter de ambos. Por otro lado se podía ver a Shion y a Dohko que habían ido desde China donde contaban con una propiedad, aunque no acompañados de su único hijo, Hakurei, un joven cuya fisonomía recordaba mucho a la de su padre de Libra aunque con la mirada rosa de su padre de Aries, era un muy buen estudiante por lo que sabían, se había adelantado años de escuela y ya estaba en su doctorado para orgullo de sus padres.

Aunque no fue de extrañarse que apenas viera a Shun y a Hyoga para que dejara a sus progenitores, no por los caballeros en si pese a que los saludó muy atentamente, sino porque todos los jóvenes presentes sabían que con ellos llegaban sus tres hijas, el asunto era que la genética había hecho su trabajo y sin duda las tres chicas eran unas bellezas, sin más Natassia hacía voltear a cualquiera y casi le rompió el corazón a más de tres cuando dijo que tal vez debía hacerse monja, eso pasó y el hijo de Shion y Dohko no parecía querer arriesgarse a perderla. Con ella estaban además sus dos hermanas, Sadachia y Leda, bonitas, un poco tímidas y sonrientes, quienes prontamente también estaban rodeadas por algunos de los muchachos.

En ese momento hablaba Death Mask, como siempre un tanto arrogante pero templaba ese carácter la presencia de Afrodita que conversaba amablemente con algunos de ellos mientras que sus hijos Alrisha y Alfarf, más parecidos a su padre italiano no solo en el físico sino también en el carácter, hablaban con otros.

—    ¿Aún no te recuperas Death?—le preguntaba Milo.

—    Es mi hija—decía el que fuera caballero de Cáncer—No sé porque a todos les parece tan extraño que me costara dejarla ir.

—    Rosa es una muchacha maravillosa—agregó Shura—No veo porqué esperabas que nadie lo notara.

—    Si, lo sé, pero ¿tenía que ser tan pronto?

—    Así es la vida, sigue su curso—comentó Dohko.

—    Pues ya los veré cuando un cualquiera que no conocen y que ni de su familia es llegué a su casa para decirles que se lleva a su hija.

Los que solo tenían hijos sonrieron pero extrañamente los que tenían hijas pusieron una extraña expresión en sus rostros, sin más Hyoga miraba a su Natassia que charlaba animadamente con el joven Hakurei.

Siguieron hablando entre ellos, compartiendo historias, anécdotas, poniéndose al día sobre lo que había pasado en ese tiempo sin verse, pero mientras todo eso pasaba alguien se sentía a cada momento más fuera de lugar, como si no tuviera ningún motivo para estar ahí. En algún momento Saga sintió que necesitaba alejarse, él no comprendía lo que compartían sus antiguos compañeros, parejas, familias, hijos, él no tenía nada de eso y lo estaba sacando de balance el escucharlos hablar de todo ello. Era mejor retirarse por unos instantes y estar a solas con sus pensamientos. Se dirigió a la terraza de la mansión y dejó que el aire de la noche jugueteara con su cabello que a pesar de los años seguía rebelde.

 

 

Permaneció observando el cielo de la noche y no pudo evitar preguntarse en que momento quedó atrás, todos siguieron adelante pero él no pudo o no quiso ¿Cuál había sido el motivo? Y en ese instante dejo de pensar pues la presencia de alguien en el lugar lo puso alerta y dio vuelta, la persona que había aparecido en el lugar lo dejó sin palabras.

Se trataba de un muchacho castaño y de ojos igualmente castaños, una figura núbil y fina en su juventud, tal y como él la había visto tantos años atrás, esos días de su primera juventud en el Santuario que quizás habían sido los más felices, cuando se decía de él que era como un dios encarnado debido a su belleza casi angelical, a su bondad, su generosidad e intachables valores pero había alguien más en su vida, esa persona que sonrió al verlo por vez primera, cuando fue su rostro el único que vio y lo más hermoso que recordara de su vida en el Santuario. El muchacho recién llegado por su parte solo lo observaba y no le decía nada pero se acercaba con pasos suaves como si apenas caminara.

—    Aioros—dijo él como un suspiro.

—    Aioros—se escuchó que lo llamaban.

Quien se acercaba en ese instante era el caballero que alguna vez custodiara el quinto templo Aioria, Aioria de Leo, él también había asistido a pesar de que debía estar sumamente ocupado con todo lo referente a su nueva vida en Grecia, al lado de su esposo habían instalado una finca equina que había ganado gran reconocimiento en los años anteriores pero al mismo tiempo habían vivido un poco aparte de la vida de sus antiguos amigos. Sin duda el que ambos hubieran asistido esa noche había sido un favor expreso a Saori.

—    Tu padre te busca Aioros—dijo Aioria.

El muchacho castaño hizo un breve saludo y se alejó mientras que los dos hombres se quedaron a solas y fue el de cabello corto quien se decidió a hablar.

—    No sabía que vendrías Saga.

—    Me insistieron para que viniera—respondió el de ojos verdes—Parece que todos vinieron.

—    Seiya quería que viniéramos, decía que era momento de que nuestro hijo conociera a algunas personas—aguardó unos instantes pero continuó—Hace mucho desde la última vez que te vi.

—    Casi veinte años Aioria.

No valía la pena que pretendieran que entre los dos había afinidad alguna, nunca la había habido aunque tampoco rencor pero sin duda jamás encontraron necesario ni benéfico tratar de mantener algún tipo de lazo entre los dos.

Pero lo único en lo que pensaba el que fuera caballero dorado de la tercera casa era en ese muchacho castaño.

—    Es muy parecido a él.

—    Lo es Saga—respondió Aioria—Cuando decidimos que se llamaría así parecía lo mejor, nunca creímos que con los años el parecido sería tan grande.

—    Si—dijo como si le faltara el aliento.

—    ¿Te encuentras bien?

—    Si…pero es mejor que me retire.

—    Pero…

—    De verdad Aioria, no creo que pueda sentirme a gusto esta noche.

—    Como lo desees.

Sin otra palabra se retiró dejando a Saga solo en la terraza, ver a ese muchacho lo había afectado aunque no iba a reconocerlo, mucho menos ante sus compañeros, esperó unos momentos para aparecer de nuevo en el salón, no tardó en ver que varias personas rodeaban a ese joven de mirada y de cabellos castaños. Sin duda era alguien brillante como lo había sido él…no se sintió capaz de resistir para continuar en ese sitio así que simplemente salió tan aprisa como pudo sin despedirse siquiera. Había sido demasiado para una noche.

 

 

Mientras tanto en el grupo que rodeaba al joven castaño, quienes no habían tenido la oportunidad de verlo en años, de inmediato hizo notar lo que pensaban de verlo.

—    Eres el retrato de tu tío—dijo abiertamente Dohko.

—    De verdad que eres idéntico a él—comentó Mu.

—    Y ya eres todo un jovencito—mencionó Milo.

—    Tus padres deben estar orgullosos—expresó Shaka.

Y los comentarios fueron similares, el joven los escuchaba solamente y respondía amablemente pero tenía dudas y solo después de un rato se animó a preguntarle a alguien que consideraba era quien podría decirle lo que quería.

—    Señor Kanon—dijo atentamente el joven.

—    ¿Qué sucede?—preguntó el gemelo menor.

Se encontraban un poco apartados de los demás, así que podían hablar libremente por unos instantes al menos.

—    La verdad es que conocí a Saga de Géminis—dijo abiertamente el muchacho castaño.

—    Ah.

El de la mirada verde no estaba seguro de que pensar acerca de que los dos se vieran de frente.

—    ¿Es cierto señor Kanon? ¿De verdad lo que dicen de él y mi tío es cierto?

—    Eran otros tiempos, nosotros éramos diferentes.

—    ¿Lo quería tanto?

—    Y más aún. Nunca hablamos de tu tío frente a él, todos sabíamos que era un tema complicado.

—    Mis padres nunca me dijeron mucho de mí tío, creo que a mi padre le cuesta recordarlo.

—    Él era alguien muy especial, lleno de vida y era como si brillara, creo que fue por todo eso que tu padre te llamó como él.

—    Si, supongo.

—    Veo que las muchachas de la fiesta están por golpearme por acapararte, ve y diviértete.

—    Gracias señor Kanon.

—    De nada.

Cuando el joven se separó de su lado no pasó mucho tiempo para que fuera abordado por algunos de los jóvenes presentes incluidos los hijos de Shura y Shaka, los de Saori y Shiryu e incluso por las hijas de Hyoga y Shun. Kanon los observó por unos momentos y sintió la mano de Ikki que se acercaba a él.

—    ¿En qué piensas Kanon?

—    De verdad es idéntico a él.

—    También pensé en algo cuando lo vi.

—    ¿En qué Ikki?

—    En la última vez que estuvimos todos reunidos.

El de ojos verdes ya no dijo nada pero comprendió lo que decía, era cierto, la última vez que todos estuvieron en el mismo sitio había sido años atrás, varios años atrás, un día que se consideraba de un nuevo inicio en la Tierra, al menos para ellos que pudieron regresar a la vida después del triunfo del Santuario sobre Hades, el mismo día en que supieron que todos los dorados podían regresar a la vida, todos, excepto Aioros de Sagitario.

 

 

Saga regresó a su casa, no tenía nada más que hacer ni el deseo de hacerlo aunque fuera necesario, en realidad ver a ese muchachito le había traído demasiados recuerdos, no pensaba que algún día vería de nuevo ese rostro, el que había visto cuando era un joven guerrero esforzándose en ser el mejor caballero que pudiera para honrar a su armadura y que buscaba terminar con las injusticias y servir a su diosa. Aioros, Aioros, Aioros, él lo había sido todo mientras sintió de si mismo que no era nada, un espléndido joven que le recordó que era un ser humano y no solo un guerrero y que lo quiso con todo su ser aunque él no hizo lo mismo.

Siempre hubo algo entre ambos, siempre barreras que él levantaba para excusarse de no estar con el castaño, y Aioros había aceptado eso, lo había aceptado todo de hecho mientras que el de Géminis seguía corriendo en círculos alrededor. Su vida alguna vez estuvo completa y se perdió de un futuro pleno solo porque no deseaba dejar de ser quien era y tomar lo que se le ofrecía a manos llenas pese a amarse. Pero su historia de amor no había sido de un final feliz sino uno fatídico, quizás esa fuera la verdadera naturaleza del amor, compleja y contradictoria.

—    Aioros—dijo en la oscuridad de su habitación.

Se quedó recostado en la cama sin mirar nada que no fuera la oscuridad y era imposible que no pensara en esos momentos, que después de todos esos años en los que se negó a si mismo el pensar en él ahora tenía que enfrentar lo sucedido. El joven Aioros, era tan parecido a él, aunque había algunos detalles en los que se diferenciaban, sus ojos castaños aparentemente eran los mismos pero no para él, los del muchacho de esa noche eran intensos pero los de él, los de su Aioros, habían sido castaños con un toque de dorado que podía hacer palidecer a las mismísimas armaduras que usaban, dorados como el amanecer, tan llenos de vida y mostrando sus sentimientos sin miedo alguno.

Saga no podía sino pensar, recordar, cual había sido el momento más feliz de su vida, ese instante en que en verdad se sintió dichoso y sabía bien cual había sido, aquel día al lado de Aioros, podía recordarlo hasta el último detalle como si tan solo hubiera ocurrido el día anterior…

—    Buen día Saga—lo saludó Aioros.

—    Hola Aioros—le respondió él de Géminis.

Los dos eran unos adolescentes en esos días pero de alguna manera no se veían como niños de ninguna forma, eran más bien jóvenes que estaban dando los firmes pasos que fundamentarían sus existencias el resto de sus vidas y estaban orgullosos de ello, de sus armaduras y de servir al Santuario.

—    ¿Quieres que vayamos a entrenar?—ofreció amablemente el de Sagitario.

—    Si—logró responder.

Así que los dos se pusieron en camino, en los días anteriores habían descubierto un buen lugar o al menos a los dos les gustaba pues se trataba de un sito solitario en el que casi nunca pasaba nadie, más bien estaba oculto entre las rocas pero a ellos les había servido para afinar sus habilidades y comprender mejor lo que era un combate. Una vez que alcanzaron el sitio que eligieron se preparaban para continuar con sus planes pero al mismo tiempo el de cabellos azules no podía sino mirar al muchacho castaño que se encontraba a unos pasos de él, no sabía el porqué, no podía comprenderlo, simplemente ese muchacho ante sus ojos ocupaba demasiado de sus pensamientos en los días anteriores, no había una explicación, simplemente ocurría.

De hecho alguien que fuera un testigo observador se hubiera dado cuenta de que algo sucedía entre ellos dos desde hacía tiempo, después de todo ya no eran niños aunque tampoco eran hombres, simplemente la vida les demostraba que siempre pueden suceder eventos inesperados a las personas que están dispuestas a arriesgarse un poco y tomar lo que se les presenta en el camino, aunque en el caso de ellos dos no estaban seguros de nada, ni siquiera podían decir con exactitud lo que sucedía entre los dos, simplemente se dejaban llevar por los acontecimientos.

Como fuera el de cabello azul veía alistarse al de mirada castaña y se quedó contemplándolo absorto por su presencia, era como si todo lo bueno que pudiera tener de la vida, al menos del tipo de vida que había conocido, se concentrara en ese joven castaño en ese instante.

—    ¿Estás listo Saga?

—    ¿Qué´?

—    ¿Ya estás listo para entrenar?

—    Yo…

Pero no sabía que decirle.

—    No te preocupes Saga—le dijo Aioros sonriendo—Está bien, creo que no siempre debemos estar entrenando, a veces debemos hacer algo más.

—    ¿Cómo qué?

—    Pues…no sé…podríamos hablar de algo más, que no sea entrenamiento ni el Santuario.

El de Sagitario no había dejado de sonreír y ante eso el gemelo mayor se le rindió sin más, en poco tiempo estaban los dos juntos, sentados uno al lado del otro, hablando o más bien Aioros hablando y Saga escuchando, le parecía que podía escucharlo hasta el final del tiempo.

—    Espero no aburrirte Saga.

—    ¿De qué hablas?

—    Es que no has dicho nada.

—    Prefiero escucharte.

—    Gracias.

Esa gentileza de Aioros a veces desarmaba al de mirada verde, no se lo explicaba pero así era, ese joven castaño se comportaba de una manera que nunca había sentido en nadie más, podía ser un excelente guerrero y al mismo tiempo ser alguien muy amable y abierto y franco, además de apuesto, vibrante, encantador y hubiera seguido diciéndose lo que sentía de no ser porque el de Sagitario lo miró directamente con sus pupilas castañas de toques dorados brillantes.

—    ¿En qué piensas Saga?

Abrió la boca pero no fue capaz de decir nada, tan solo agachó la mirada sin poder moverse de su sitio y fue en ese momento cuando las manos del otro joven tomaron su rostro gentilmente y lo acercaron a su cuerpo para sentirse besado con dulzura un instante después.  Para el de Géminis nunca estuvo en claro lo que vio el de Sagitario en él pero cuando lo besó supo perfectamente que sentía lo mismo, que era correspondido y que tan solo necesitaba seguir a su corazón para ser feliz. Sin embargo también ocurría que a Saga no le gustaba que se notaran sus emociones pero a veces eso era complicado si estaba cerca de Aioros. Sus aventuras juveniles eran algo diferente a lo que sentía por él, un amor lleno de gentileza y calidez del castaño pero a veces lo que sentía era un irresistible deseo de poseerlo y no estaría satisfecho si no conseguía que fuera suyo, no se negaba a si mismo que había soñado con escenarios en los que estaba con el de Sagitario como algo más que amigos, mucho más y sin ser siquiera quien tomaba la iniciativa ahora estaba en brazos de ese joven que lo era todo para él.

—    Aioros.

Hasta decir su nombre parecía hermoso.

El de ojos castaños lo observaba de frente como esperando por lo que le diría y sin embargo el de Géminis no estaba seguro de lo que debía decirle.

—    ¿En qué piensas Saga?—repitió la pregunta sonriendo.

—    En que me gustas Aioros—dijo con voz suave y cálida—En que nunca dejaré que me separen de ti.

—    ¿Nunca?

—    Nunca—le aseguró.

En ese momento el de Sagitario le sonrió más ampliamente, una sonrisa que jamás le había visto nadie ya que era únicamente para el joven de cabellos azules que parecía beberlo con la mirada.

 

 

Sin decirle nada Saga estrechó su mano suavemente y sin más los dos se pusieron en camino, aún no estaba claro el sitio al que irían pero no hubo muchas dudas cuando alcanzaron el templo más cercano que fue el de Géminis. Antes de entrar el de mirada verde se detuvo un instante, como si aún lo pensara, como si quisiera preguntar algo a su compañero pero el castaño solo le sonrió de nuevo y eso bastó para que no quedara duda alguna entre los dos sobre lo que estaban haciendo en ese sitio.

Ambos jóvenes llegaron a la habitación, a pesar de todo Aioros se veía un poco nervioso pero Saga no pensaba en detenerse, de inmediato lo atrajo para poder besarlo y lo acarició por la cadera para después subir suavemente un poco de su camisa, lo besaba y al final lo empujó dócilmente sobre la cama haciendo que cayera recostado, una de sus fuertes manos lo acarició por encima de sus pantalones y jugueteó un poco más con él sobre las sábanas, robándole unos besos a veces dulces, a veces intensos; acostado sobre su cuerpo lo acariciaba y retiró su camisa, con una sonrisa se acomodó en su abdomen y comenzó a besarlo por la entrepierna, observándolo con una sonrisa prometedora, abrió la camisa descubriendo parte de su pecho y su abdomen, lo besó con suavidad para llegar a los pantalones y abrirlos lentamente, entonces los retiró jalándolos por sus piernas para seguir el camino de sus muslos y apartar de la misma manera la ropa interior ante la mirada castaña del de cabellos castaños que sonreía con nerviosismo.

Al quedar ante sus ojos el sexo de Aioros no dudó en tomarlo por la base para acariciarlo y lo frotó un poco y con su lengua humedeció la punta, despacio lo llevó entre sus labios, probándolo y apartándose para buscar su rostro, se turnaba entre la cabeza y el tronco para estimularlo a la par que se  aseguraba de su excitación, cuando lo sintió rígido lo fue llevando lentamente a su interior, probando ese sabor masculino e intenso a la vez, una de sus manos trabajaba la base mientras su boca probaba todo lo que podía del ya erguido miembro y a momentos miraba fijamente al de cabellos castaños. En algún instante del encuentro debió ser demasiado para Saga pues no aguardó demasiado para separar los bien torneados muslos de Aioros y quedar ante su entrepierna pero no buscaba su turgente sexo, era diferente.

Con sus dedos Saga separó suavemente el redondeado trasero de Aioros y dejó descubierta su masculina entrada, sin aguardar la probó con su lengua, acariciándola, humedeciéndola, pasando por el húmedo músculo como si buscara saciar su deseo, invadiendo la sensible zona y provocando gemidos de placer en el de mirada castaña quien no podía ahogar sus gritos cuando el erótico explorador entró más profundo, tanto como podía y unos dedos separaban más sus redondeces haciendo más accesible el camino y fue entonces cuando un dígito presionó su entrada, solo la punta ingresó pero esa activa lengua no dejaba de lubricarlo y el de cabellos azules lamió sus dedos para frotarlos rítmicamente en su estrecho pasaje, gimió con fuerza y él mismo se llevó una mano a la boca buscando que no lo escucharan.

Esa varonil lengua no esperaba, de nuevo estaba en Aioros, abriéndolo y descubriéndole un placer que lo hacía desear más, fue por eso que cuando un dígito buscó penetrarlo resultó más sencillo y descubrió sus íntimas paredes, se hundió en él para retirarse y volver a entrar con intensidad, unos momentos más y fueron dos dedos los que abrían su masculina intimidad, alistándolo para lo que venía. Saga escuchaba al castaño gemir, no pudo sino retirar sus dedos para tomarlo por la parte alta de sus muslos y separarlos, llevando su lengua al íntimo lugar y recorriéndolo con necesidad para después volver a frotarlo con sus dedos en la sensible zona que parecía abrirse como un capullo mientras su dueño gemía aún más fuerte por unos leves golpecitos con la punta de los dedos del otro hombre.

Aioros se acariciaba el pecho, arqueaba su espalda, ansiaba más y Saga se dispuso a dárselo, acariciando su turgente miembro logró con singular habilidad quitarse la ropa, se dejó ver por el de mirada castaña quien apenas si pudo hacer nada, le separó las piernas exponiendo su entrada y con cuidado llevó su miembro rígido y listo a la inexplorada zona. Primero fue la cabeza, solo la cabeza, pues el de cabello castaño al sentir la invasión se tensó y de inmediato le pidió que fuera despacio, el de ojos verdes se apoyó en sus brazos y empujó suavemente mientras Aioros gemía con un poco de dolor pero podía con ello aunque no se animaba a apresurar las cosas pues el de mirada castaña seguía pidiéndole que fuera despacio.

Así que él otro joven procuraba ir aumentando el ritmo poco a poco, se hundía hasta la mitad para ir ganando velocidad pero entre gemidos y su propia urgencia terminó por embestir al de cabellos castaños por completo provocando que gimiera con dolor pero ya estaba en su interior y no pensaba sino en lo delicioso que era, por eso no pudo evitar moverse a mayor velocidad y Aioros casi gritó, el de Sagitario no se resistía pero el asalto lo dejaba sin voluntad alguna, Saga se agitaba y se adueñaba de su cuerpo tocando los sensible sitios que nadie había conocido, separando esas estrechas paredes hasta lo más hondo y despertando el placer completo entre los dos.

Saga besó en los labios con pasión a Aioros para hacer más intensas las embestidas, el de cabellos castaños parecía más dueño de si mismo y se dejaba llevar aunque aún diera algunos gemidos de dolor entre sus voces de placer. Siguieron agitados y entregándose pero el éxtasis los cercaba, el sexo de Aioros se frotaba entre los cuerpos de ambos y aunque apenas rozándolo el centro de placer del de mirada castaña era estimulado en cada movimiento, sus voces se volvieron agudas mientras los espasmos casi violentos se adueñaban de sus vientres, no pudieron continuar por mucho tiempo pues el orgasmo llegó liberándolos hasta la culminación completa.

Después vino la calma, una suave y duce calma que los envolvió mientras se quedaban relajados en brazos del otro.

—    Nunca nos vamos a separar ¿verdad?—preguntaba Aioros.

—    Nunca—le aseguró el otro.

—    Quiero estar contigo por el resto de mi vida Saga, siempre contigo.

—    Yo también.

—    Te amo Saga.

—    Lo sé.

La respuesta del de cabellos azules no fue tan inesperada, Aioros presentía que Saga nunca le diría que lo amaba a pesar de que los dos lo sabían, era simplemente como si las palabras, al menos esas palabras, no salieran de él, le daba la impresión de que para el de ojos verdes si las sabía no tenía porque decirlas. En esos momentos se sintieron muy felices, completamente dichosos, no hubo más de aquello que pareciera importante sino solamente lo que debía ser, sin embargo en su memoria ese día siempre quedaría como el más hermoso que hubiera vivido, el día que supo que Aioros también lo amaba, se lo había dicho y se lo había demostrado, no se guardó nada de si mismo, simplemente se lo entregó todo, pero así es con el amor, ese día lo comprendió, no se elige, simplemente se da.

De todas maneras no hubo tiempo de pensar en eso pues sus obligaciones los reclamaban y cada uno se disponía a cumplirlas. Si Saga hubiese sabido lo que vendría con toda seguridad no hubiera dejado a Aioros como lo dejo ese día, tan solo con una mirada furtiva a la distancia mientras que el castaño si volteó por completo a verlo y le sonrió, eso fue todo.

 

 

Lo que vino después en sus vidas fue demasiado complicado, tanto que parecía imposible comparado con lo felices que habían sido por un día: Vinieron las pruebas, los errores, la manipulación, los antecedentes de una batalla que duraría tanto y cuyo costo sería tan elevado. Perdería a Aioros, habría sido la mano de Shura la que se levantó para herirlo pero fue él el responsable, lo supo siempre, nunca podría olvidar la expresión en el rostro del castaño cuando lo descubrió al intentar eliminar a Atenea y nada de lo que viviera se compararía con el dolor que sobrevino a ese momento de su vida.

No, si hubo un momento peor que ese, lo sabía bien. Cuando regresaron a la vida por gracia de su diosa pero supo claramente que el joven castaño no podría volver, no terminó de comprenderlo, las vagas excusas que le llegaban eran algo sobre el momento y el motivo de su muerte, que había ocurrido muchos años antes, que no se relacionaba directamente con las demás batallas ni con haber servido, fingido o no el sometimiento, a Hades, eran tantas las explicaciones que a él simplemente no le interesaron, solo entendía de todo ese argumento que los demás podrían regresar a la vida, todos, excepto Aioros.

Cuando se entrevistaron con Saori notaron que la joven de cabellos morados estaba silenciosa y decaída, vencida, una mujer de su temple nunca se mostraba así y sin embargo parecía a un paso de las lágrimas pero sabía que los demás merecían una explicación sobre ese asunto.

—    La sentencia fue clara, ustedes podrían regresar—dijo la joven con sus ojos azules brillantes.

Los demás esperaban en silencio y ella supo que no podía prolongar la noticia.

—    Pero es imposible que recobremos a Aioros.

Nadie de los que la escucharon se movió, no dijeron nada, fue en ese instante cuando Saga dio un paso como si quisiera decir algo pero casi cayó al suelo, Kanon estaba a su lado y lo sostuvo entre sus brazos.

—    Saga—lo llamó su hermano.

Pero un segundo después el de ojos verdes se había incorporado y salió a toda velocidad del lugar, nadie pudo detenerlo hasta que llegó al templo de Sagitario ¿Qué buscaba en ese sitio? No importaba lo que buscara, no había nada ni nadie, todo estaba en silencio, no dijo nada, permaneció de pie mirando sin mirar. Cuando los demás le dieron alcance lo vieron de esa manera y aunque no hablaron de ello comprendieron que era más que culpa o dolor, lo que lo había llevado hasta ese sitio era muy diferente. Intentaron hablarle pero la única respuesta que lograron escuchar fue desoladora.

—    ¡¡¿¿Por qué regrese si iba a estar sin él??!!

Saga no supo nada de lo que sucedió a su alrededor en las horas siguientes, se quedó ahí simplemente a la espera de un milagro que jamás ocurrió.

El joven de ojos verdes se mantuvo horas abrazando el recuerdo del joven al que tanto amo y al que nunca se lo dijo, nunca dijo abiertamente “Te amo Aioros” y a eso se sumaban los sentimientos de pérdida y soledad, nunca más estarían juntos, no pudo protegerlo ni salvarlo ni recuperarlo, nada haría que su vida fuera la misma. Cuando les dieron la noticia Saga creyó que mentían, no era posible nada de lo que escuchaba, él no podía dejarlo solo, no era posible. Aioros se le había entregado por completo y completamente enamorado, él sabía eso aunque nunca le dijo nada abiertamente, debió hacerlo pero no lo hizo y eso había creado un sentimiento de culpa muy profundo en su interior.

No le dijo que lo amaba, no le dijo una sola palabra de sus sentimientos, ni siquiera le dijo algo la última vez que se vieron y era muy doloroso tener que reconocerlo. Pudo sobrellevar ese sentimiento de pérdida por trece años, trece años en los que sostuvo una batalla consigo mismo hasta que su diosa regresó a ocupar su lugar y no le importó perder su propia vida pero cuando lo vio una vez más, tan solo ese breve instante ante el muro de los lamentos, fue de nuevo sentirse un adolescente y saber que nunca dejaría de amarlo.

Cuando pudieron hacerlo salir de Sagitario se quedó inmóvil y sin ver a nadie realmente; la noticia corrió velozmente y los demás caballeros se mostraron sinceramente dolidos por lo sucedido. Cuando se llevó a cabo un servicio fúnebre para el joven que nunca regresaría se presentaron muchas personas a dar sus últimos respetos a la persona que había salvado a su diosa, quien había logrado que todo lo que vino después, pese a los conflictos, fuera posible. En una habitación privada se reunieron los doce caballeros dorados junto con Kanon y Shion, además los jóvenes caballeros de bronce y todos por igual se mostraron unidos por la pena aunque Saga no dijo ni una palabra en todo ese tiempo, sus amigos trataron de que se desahogara pero no lo consiguieron y desde ese momento, cuando la tumba en memoria del joven Aioros fue erigida, como si fuera un pacto silencioso nunca se volvió a hablar de él frente al gemelo.

 

 

Y las cosas siguieron adelante, hicieron sus vidas y formaron sus hogares pero el de cabellos azules no lo hizo, se quedó a solas con sus recuerdos sin percatarse de que las cosas habían cambiado, solo hasta esa noche que había visto a un muchacho idéntico a él aunque sabía perfectamente que no era él. El único. El de ojos verdes siguió recordando esa noche a solas en su habitación lo sucedido, tal vez de haber sabido que no habría más días para ellos dos lo hubiera visto de frente, le hubiera sonreído, le hubiera dicho que lo amaba pero ya no tendría la oportunidad, lo dejó ir y las cosas ocurrieron de la peor manera desde ese instante.

Su vida jamás volvió a ser la misma, ni la que había sido ni la que pudo ser, por las mañanas al despertar era la tristeza la que generalmente estaba ahí, una desesperación muy difícil de ocultar mientras el mundo continuaba vivo y el de mirada verde se sentía triste, quería verlo de nuevo, recordarlo pero era demasiado. Sin más esas mañanas llenas de sol, tan brillantes, a veces casi lo hacían olvidar, el menos por unos momentos, hasta que recordaba cuanto le gustaban al castaño esas mañanas.

Si las mañanas eran malas las noches eran peores pues cada noche estaba solo, su única esperanza era esa luz que brillaba del recuerdo del hermoso castaño ya que creía en lo que habían sido y lo que podían ser. Le hubiera gustado ser más fuerte y permanecer a su lado pero sabía que no era así, ya no había esperanzas para él y estaba demasiado abandonado para llorar. Si tan solo hubiera podido sostenerlo estrechamente entre sus brazos por el resto de su vida cuando le dijo que lo amaba, resonaban en sus oídos esas dos palabras que lo habían embriagado: Te amo. Sin embargo creía que no eran sino víctimas de una vida que no habían pedido.

Saga hubiera dado cualquier cosa por poder estar al lado de Aioros, por verlo de nuevo, todos esos años había sido como si no alumbrara el sol y soplara un viento frío, extrañaba ese juvenil cuerpo, acariciar su fina espalda cuando se tendía suave y delicado a su lado. No sabía vivir en esa soledad sin el joven castaño, buscaba su calor y solo encontraba oscuridad y frío. Al menos era así mientras debía vivir pues existía ese otro mundo en el que no todo estaba perdido.

Saga se quedó dormido, solo en sus sueños había encontrado algo de la presencia del castaño, desde que lo perdiera había soñado con él aunque esos sueños no eran más que fragmentos en los que se encontraba completamente solo al despertar, no quedaba nada, no para él, por eso rogaba en su interior por poder conservar al menos esa tibieza, implorando a los dioses solo por un poco más de tiempo pero nunca era suficiente, era como si soplara el viento y se lo llevara todo ¿Qué había después de eso? Solo sabía que sus caminos jamás volverían a cruzarse, que solo le quedaban sus recuerdos de él para darle  un poco de alegría a su corazón y sin embargo esos mismos recuerdos creaban un mar profundo y amargo en el que se ahogaba irremediablemente. 

—    Aioros…—lo llamó en sueños.

Saga se vio en el mismo sitio, era el lugar en el que siempre lo veía mientras soñaba, escuchaba esa risa que sonaba libre y alegre, veía su cabello iluminado por el sol, la forma tan sencilla en la que corría hacía la colina y se quedaba ahí pero algo mas sucedió esa vez, algo que nunca había sucedido: Aioros se detenía y volteaba por completo a verlo con una sonrisa.

—    Saga—lo llamaba en un grito.

Pero el de cabellos azules se quedaba exactamente en donde estaba, como si no pudiera moverse, tan solo lo miraba y sin comprenderlo se sintió súbitamente triste, tan solo y triste como ese día en que lo perdió para siempre, que lo había dejado herido y del que nunca pudo recuperarse.

—    Saga—volvió a llamarlo el castaño—Te espero Saga.

Solo entonces el gemelo sintió que podía moverse, de forma lenta y un poco tambaleante logró subir a su lado, fue como una eternidad pero cuando estuvo delante de él todo lo había valido, era tal y como siempre lo recordó, con su frágil figura y su juvenil belleza, lo sintió oprimir sus dedos entre los suyos y lo vio sonreír pero no supo que hacer, no encontraba las palabras y parecía que de un momento a otro lo perdería todo de nuevo y no pudo evitar llorar, llorar como no pudo hacerlo años atrás cuando se separaron.

—    No llores Saga, ahora no nos separaremos.

—    Aioros…Te amo tanto Aioros…

—    Lo sé Saga, lo sé, siempre supe que me amabas, fue tu amor lo que me mantuvo aquí esperándote.

—    He visto lo que tienen los demás Aioros, sus esposos, sus hijos, sus familias,  pude tenerlo todo contigo pero lo arruiné…lo lamento…lo lamento tanto…Aioros quiero estar contigo…

—    Vamos a estar juntos Saga, no te preocupes por eso.

Se quedaron abrazados por unos instantes hasta que el de ojos verdes sintió que algo pasaba, como si los años no contaran ni la distancia ni el tiempo, como si nunca se hubieran separado, al apartarse un poco del castaño para besarlo supo que definitivamente algo había cambiado, no se veía como un hombre maduro que había pasado esos años solo, no, se veía como el joven que alguna vez había sido con sus ropas sencillas de entrenamiento, el mismo joven que se había enamorado de ese muchacho delante suyo que tan solo le sonreía. Y él sonrió también. Se besaron con intensidad y Saga supo que nunca más quería dejarlo ir y que adonde fuera que Aioros estuviera él lo seguiría.

 

 

Para los allegados era un momento difícil pero de todas maneras se hicieron cargo de lo que hiciera falta cuando supieron la noticia. Cuando Saga murió dejó todo en orden, siempre había llevado un control riguroso de todo y por lo mismo al no presentarse a su trabajo ni responder sus llamadas Kanon se inquietó y fue a buscarlo. Lo encontró en su cama sin vida pero sonriendo.

Sus amigos se encargaron de que la ceremonia fúnebre se llevara a cabo, no hubo ningún impedimento en que fuera sepultado al lado de la tumba que se había dedicado a Aioros, aunque varios se preguntaron como pudo sobrevivir tantos años sin él, la ceremonia se celebró con sencillez y en silencio aunque sin lágrimas, todos sabían que su amigo de ojos verdes no era alguien que llorara. Se retiraron sin decir nada, tan solo esperando por lo mejor de los días que les quedaran y ninguno tenía idea de que finalmente las ilusiones que dos personas habían compartido alguna vez finalmente se hacían realidad.

 

 

FIN

 

 

 

Notas finales:

Nos leemos.


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