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Dulce por zion no bara

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Notas del fanfic:

Es una pareja que ya tenía tiempo que no usaba, espero que les guste aunque es un fic corto.

 

Notas del capitulo:

Fic dedicado a Bluecrack quien deseaba algo de esta pareja, espero que te guste aunque es un fic corto.

 

 

El viaje había sido largo, no importaba de todas maneras cuando podía estar en casa nuevamente, sus estudios habían culminado favorablemente y le daba gusto estar de vuelta pues se sentía contento, vería a sus amigos, ejercería su profesión y le parecía que su vida estaba muy bien en esos momentos. Una vez que los pasajeros pudieron descender del avión y dirigirse a las afueras, en la estación, el alto y corpulento joven de cabellos negros y ojos oscuros no tardó en darse cuenta de que ya estaban dos personas esperándolo.

—    ¡Aldebarán!

Aldebarán De Tauro volteó y con sus ojos negros reconoció a quien lo llamaba, se trataba de su amigo Aioria De Leo, sonriendo ampliamente y casi corriendo a su lado.

—    ¿Cómo estás Aldebarán?

—    Que bueno verte Aioria.

Se dieron un abrazo y al separarse el de cabellos negros se dio cuenta de que no solo su amigo de cabellos rubios oscuros estaba ahí para recibirlo.

—    Que bueno que estás de vuelta Aldebarán.

—    Muchas gracias Shura.

Así pues su amigo rubio y el otro de cabellos negros, Shura De Capricornio, habían ido a recibirlo.

—    No esperaba que vinieran los dos—dijo Aldebarán.

—    En cuanto supimos que regresabas nos organizamos para venir—respondió Aioria.

—    Ahora que estás en casa te ayudaremos a instalarte—mencionó Shura.

—    Muchas gracias—dijo el de ojos negros—Aún tengo que ir por el resto de mi equipaje así que tal vez tarde un poco.

—    No importa—dijo Aioria—te esperamos.

—    Trajimos auto—comentó Shura.

Ya que parecía que solo esperaban por él, el de ojos negros fue a la zona de equipaje para recoger el suyo, una vez que tuvo lista esa parte procedió a ir con sus amigos que de inmediato lo ayudaron con sus maletas y lo llevaron al automóvil de Shura, metieron el equipaje y se instalaron en el interior. Estaban listos para marcharse.

—    Espero que te guste lo que encontramos Aldebarán—comentaba el joven De Capricornio—Seguimos tus indicaciones sobre el departamento y estarás a prueba por un mes, si te convence solo necesitarás extender el contrato.

—    Es un buen sitio Alde—dijo el de cabellos rubios oscuros—Ya verás que te va a gustar.

—    Confío en su juicio—dijo el recién llegado—Gracias de nuevo por ayudarme, la verdad no me emocionaba llegar a un hotel, necesito mi propio espacio.

—    Aunque pudiste quedarte con uno de nosotros—mencionó Shura—No me hubiera molestado que estuvieras unos días en casa.

—    A mi tampoco—dijo Aioria—Hubiera sido divertido.

—    Se los agradezco—dijo Aldebarán—Pero en verdad prefiero tener mi propio espacio ahora que regreso a la ciudad.

—    ¿Y como te fue Alde?—preguntó el De Leo— ¿Todo bien con tu beca?

—    Me fue muy bien.

En unos instantes el joven de cabellos negros procedió a contarles todo lo relacionado con sus estudios desde que partiera con una beca para hacer un máster en una prestigiosa universidad en el extranjero sobre su misma carrera, había estado preparándose en filología portuguesa así que se consideraba bastante listo y bien preparado para desarrollar su trabajo.

—    Entonces lo del trabajo ¿Es un hecho?—preguntaba Shura.

—    Si, también por eso me di prisa en regresar—respondió Aldebarán—Uno de mis maestros me recomendó y cuando en la editorial vieron mis antecedentes me ofrecieron el trabajo y acepté, debo presentarme mañana mismo.

—    Entonces será mejor que descanses y te prepares—comentó Aioria.

—    Llegamos—anunció el otro.

Bajaron del vehículo después de estacionarse en un edificio de cinco pisos, el lugar se veía bien, suficientemente agradable para una persona al menos; llevaron al de ojos negros al quinto piso justamente ya que ahí estaba su departamento, abrieron la puerta y el recién llegado entró, vio el interior con interés.

—    No está nada mal—comentó Aldebarán— ¿Cómo fue que lo consiguieron?

—    Conocemos al dueño—dijo Aioria—Le hablamos de un amigo y como iban a desocuparlo hicimos el trato antes de que saliera un anuncio.

El de ojos negros inspeccionaba el sitio, a cada instante se convencía más de que era un buen sitio, era amplio, tenía una buena vista de la ciudad, estaba amueblado, recorrió las otras habitaciones, encontró la cocina y el baño además de la recámara y una habitación más pequeña que bien podría ser otra recámara o para guardar cosas pero en ese instante se decidió lo que haría.

—    Aquí es donde trabajaré—anunció Aldebarán.

Con esas palabras los otros dos supieron que de verdad estaba convencido de su elección.

 

 

Unos minutos después ya estaban ayudando al de cabellos negros a instalarse pero como se hacía tarde era mejor tomarse un pequeño descanso para tomar algo así que salieron del departamento y fueron a una cafetería que quedaba a un par de calles del edificio, no esperaban por algo en especial pero les serviría para seguir conversando y poniéndose al corriente de todo lo que necesitaban saber en esos momentos entre ellos, eso y que sin duda el dulce aroma del lugar invitaba a entrar.

Tomaron una de las mesas del lugar, de las que no daban a la amplia ventana, sino de las internas, los atendió un joven y atento mesero de cabellos lavandas y ojos verdes y ordenaron rápidamente: Shura pidió té con bizcochos, Aioria una malteada con pastel de chocolate y Aldebarán un café negro simplemente pues no era muy afecto a lo dulce pero cuando les llevaron sus órdenes solo los dos primeros recibieron lo que ordenaron pues el de ojos negros tuvo ante él un café capuchino con crema y chispas de chocolate y un delicioso panecillo de café pero no dijo nada al respecto, seguramente había sido un error, había bastante gente en el sitio y eso era posible, así que se lo tomó mientras seguía la conversación con sus amigos.

Escuchó algunas cosas de otros amigos de la ciudad y sobre todo de los que tenía en la mesa con él, algo en particular le llamó la atención.

—    Así que ahora ya tengo dueño—decía con humor Aioria.

Así era, sus amigos tenían por lo que escuchaba una relación con alguien, por lo que comentaban estaban bien y eran algo estable y no solo una unión pasajera.

—    Pues si es para bien en sus vidas felicidades—dijo el de cabellos negros amablemente.

Cuando terminaron con sus bebidas liquidaron sus cuentas y fueron a un supermercado para comprar algunas provisiones que sin duda necesitaría el de ojos negros en su nueva casa, lo ayudaron a instalarse lo más pronto posible y más bien arreglaron lo más importante pues sin duda su amigo necesitaba descansar para estar listo a integrarse a su nuevo trabajo al día siguiente. Se despidieron y le desearon lo mejor, además de acordar verse para saber como le había ido en su primer día de trabajo.

Aldebarán al anochecer vio por las ventanas, suspiró, de verdad le daba gusto regresar, tan solo esperaba por lo que le ofrecería su nueva vida. Además al escuchar a sus amigos hablar de sus relaciones le había dado una idea que deseaba poner en práctica una vez que estuviera lo bastante acoplado a su nueva vida.

 

 

Al día siguiente temprano el joven de los ojos negros ya estaba listo para instalarse en su nuevo trabajo, abordó un taxi y le indicó la dirección, no tardó más que lo necesario en llegar y una vez ahí entró sin tomarse tiempo para nada a su nuevo empleo. Llegó a una oficina y dio su nombre a una secretaria, la persona le pidió que esperara un instante y tan solo un minuto después apareció de nuevo la secretaria para decirle que podía pasar. El joven entró a la oficina y fue recibido atentamente.

—    Bienvenido Aldebarán De Tauro—lo saludó un caballero de ojos verdes y cabellos rojizos—Soy Dohko De Libra, me da gusto que aceptaras nuestra propuesta de trabajo.

—    El placer es para mí—respondió el de cabellos negros.

—    Te mostraré el sitio.

De inmediato los dos salieron de la habitación y Dohko le dio un breve pero informativo recorrido a Aldebarán sobre su nuevo lugar de trabajo, se trataba de una editorial que manejaba diversos títulos y temas, el trabajo de Aldebarán sería de asesor y corrector de textos, algo que se le daba muy bien y que con sus referencias estaba más que calificado para cumplir. El sitio estaba bien, era una casa editorial bien establecida y reconocida y sin duda el trabajo nunca faltaba, además le ayudaría a relacionarse con escritores y otros editores, no estaba nada mal.

—    Está será tu oficina—le anunció Dohko.

El de cabellos negros vio el espacio atentamente, esperaba algo más pequeño pero le daban un amplio espacio perfectamente dispuesto para trabajar.

—    Espero que te encuentres cómodo aquí Aldebarán, si necesitas algo solo házmelo saber.

—    Lo haré.

—    Te pondré al tanto de algunas cosas.

De inmediato el caballero de mirada verde le explicó sus primeras obligaciones y le mostró algunos de los artículos y textos en los que estaban trabajando y que esperaban él se hiciera cargo de inmediato.

—    Empezaré en este instante—dijo Aldebarán.

—    Te dejo trabajar entonces—dijo Dohko.

Así fue como el de los ojos negros dio inicio con su nuevo trabajo y esa misma semana ya se sabía en la editorial que habían encontrado a un excelente empleado y trabajador en ese hombre, era responsable, capaz, ordenado y adelantaba su trabajo además de no tener un solo error en su labor, no podía ser mejor.

Pero para Aldebarán había algo que deseaba poner en práctica desde su llegada y en esos momentos ya tenía a alguien que le interesaba. El asunto era que al escuchar hablar a sus amigos de sus relaciones el de cabellos negros se había dado cuenta de que entre sus estudios y estar fuera tanto tiempo para justamente estudiar no se había dado tiempo de conocer a alguien que fuera lo suficientemente especial para que deseara que estuviera en su vida, tan solo deseaba intentar conocer a alguien, para ser exactos a alguien del sexo masculino.

 

 

Al entrar a trabajar en la editorial a pesar de ser tan dedicado a su labor no había perdido detalle de una persona que trabajaba en el mismo piso que él, era un chico joven, alegre y apuesto llamado Milo De Escorpión, contaba con ojos azules inquietos y cabellos azules brillantes, era pasante en el lugar y ya habían charlado varias veces en sus descansos, a su parecer era bastante agradable y hasta ese instante le daba la impresión de que le gustaría conocerlo más fuera del trabajo, fue por eso que lo invitó un fin de semana a salir y el muchacho había aceptado. Hasta ese momento todo estaba bien entre los dos.

La cita era para el mismo viernes en la noche, Aldebarán se había ido velozmente a su casa para darse una ducha rápida y cambiarse de ropa, su estilo era más bien casual, pantalones de vestir y saco pero no corbata sino camisas de cuello alto, se vio al espejo antes de salir de su departamento, se dijo a si mismo que se veía bien y estaba listo para reunirse con Milo. Fue de inmediato al sitio en el que se reunirían para irse al cine desde ahí, al llegar se encontró con que él ya había llegado.

—    Hola Milo—lo saludó—Perdona si te hice esperar.

—    No hay problema—respondió él—Además me encontré con un amigo en este sitio.

Era cierto, estaba sentado al lado de otro chico conversando cuando él entró y no tardó en darse cuenta de dos cosas: del lugar en el que había sido citado y de que parecían conocerlo muy bien pues cada persona del sitio parecía saludarlo. Era un centro de entretenimiento, contaba con una mesa de billar además de la barra y algunas otras cosas como un disco de tiro al blanco.

—    Si estás listo Milo…—trató de decir el De Tauro.

—    Aún tenemos unos minutos Aldebarán, tomemos algo.

Pidió de inmediato un par de bebidas y al de cabellos oscuros no le pareció tan malo eso, estaban a mitad de sus vasos cuando alguien más se presentó.

—    Hola Milo—dijo un chico acercándose a él.

—    Hola—respondió el de cabello azul.

—    ¿Me darás la revancha?

—    En otra noche.

—    ¿Vas a acobardarte?

—    En tus sueños.

Terminó con su bebida de un solo trago y le habló al de cabellos negros.

—    Esto solo tomará unos momentos Aldebarán.

Al de ojos negros tan solo le quedó ver que tomaba unos dardos en su mano izquierda y empezaba a tirar con la derecha, era muy bueno, no lo vio fallar un solo tiro; de hecho Milo en verdad era un muchacho alegre y divertido, demasiado, eso parecían saberlo muy bien los que lo conocían ahí que disfrutaban de competir contra él. Por su parte Aldebarán tan solo lo miraba, sin duda estaba más interesado en los dardos y sus conocidos que en él, el tiempo pasó y se hizo tarde para cualquier plan que hubieran podido tener. Al despedirse fue con amabilidad, Milo estaba sonriente hablando de algo de haber puesto en su lugar a más de dos y pagó los tragos pero sin duda el de ojos negros ya sabía más de él de lo que hubiera querido. No estaba mal para amigo pero nada más.

Ya era un poco tarde así que tomó un taxi a su casa, la noche no había sido lo que esperaba.

Antes de llegar a su destino se decidió por tomar algo más para después irse a descansar y le pidió al taxista que lo dejara antes, para ser exactos en la cafetería que estaba cerca de su departamento, desde ahí caminaría. Entró al lugar y se dirigió a una mesa para ordenar algo.

—    Buenas noches—le dijo el joven mesero de mirada verde de la ocasión anterior— ¿Qué te servimos?

—    Un café negro por favor—dijo él.

—    En un momento.

El muchacho se apresuró a pedir una bebida y cuando regresó con el de cabellos negros no era lo que había pedido, le dio un café moka doble acompañado de un muffin de chocolate con nueces. El de los ojos verdes le sonrió gentilmente y él no pudo decirle que se había equivocado, se decidió por beber el café igual y se convenció de que sabía bien, mejor que lo que había pedido, disfrutó la bebida y cuando la terminó pagó lo que debía para irse a su departamento. Antes de acostarse a descansar se dio cuenta de que su cita fallida lo había decepcionado un poco pero se sentía mejor a pesar de todo, eso de un buen café acompañado con algo de sabor dulce lo había ayudado. Se recostó y no tardó en dormirse.

 

 

Ese fin de semana Aldebarán había acordado verse con sus amigos Aioria y Shura en su departamento y estos aparecieron lo suficientemente puntuales.

—    Hola—los recibió el de ojos negros.

—    ¿Qué tal Alde?—preguntó Aioria.

—    Espero que estos días hayan estado bien—dijo Shura.

Se dispusieron a charlar por un buen rato mientras veían un juego de fútbol americano en la televisión, mientras veían el deporte comentaban algunas cosas y sobre todo las dos visitas estaban interesados en saber que tal le estaba yendo a su amigo en acoplarse en su nueva vida y el de ojos negros les comentó algunas cosas, incluso lo de su cita con Milo y el resultado que había tenido.

—    No se escucha mal que sea divertido—decía Aioria.

—    No digo que sea malo—respondió Aldebarán—Solo que me gustaría salir con un muchacho más interesado en mí que en sus amigos.

—    Solo fue una experiencia Aldebarán—agregó Shura—Estoy seguro de que puedes salir con otras personas.

—    No estoy diciendo que quiero comprometerme de inmediato pero me gustaría salir con alguien especial.

—    Puedo presentarte a un amigo.

Tanto el de cabellos rubios como el de ojos negros observaron al De Capricornio.

—    Es un amigo de hace tiempo—continuó Shura—Trabajamos juntos y te puedo asegurar que es agradable, además es serio y dedicado y muy lindo.

—    La verdad Shura yo…

—    No digas que no Aldebarán, no pierdes nada con conocerlo.

—    Supongo que no.

—    Muy bien, les concertaré la cita.

—    No sabía que la hacías de casamentero Shura—intervino el De Leo.

—    No lo hago Aioria, pero me agrada ayudar a mis amigos.

—    Veremos si es ayuda cuando se conozcan.

Unos días después, a mediados de la semana, Aldebarán estaba en la mesa de un restaurante esperando por el amigo de Shura, el De Capricornio le había dado muy buenas referencias de él  y no dudaba de la palabra de su amigo. Vio su reloj, había llegado antes y estaba a tiempo la otra persona, unos segundos después alguien se acercó a la mesa, se trataba de un muchacho de ojos azules y cabellos rubios.

—    Buenas tardes ¿Aldebarán?

—    Así es, debes ser Shaka.

—    Mucho gusto.

Se levantó atentamente de su sitio y le acercó la silla, era cierto que era muy lindo, parecía que las cosas empezaban bien entre los dos.

—    Shura me ha hablado muy bien de ti Shaka.

—    Es una persona muy amable Aldebarán.

—    Si, lo es.

El tiempo pasaba y para el de cabellos negros no estaba mal, el sitio era bueno y la comida estaba muy bien, de hecho parecía que todo marchaba bien en ese encuentro de no ser porque llegado el momento el de los ojos negros se dio cuenta de que casi toda la conversación la había llevado él y que su joven acompañante se limitaba a hablar solo cuando le preguntaba algo.

—    Perdona Shaka, no quisiera estar aburriéndote.

—    No me aburres Aldebarán.

—    Es que no has dicho casi nada.

—    Estoy bien, te lo aseguro.

Un poco más de tiempo y conversación convencieron al de los ojos negros que Shaka era un muchacho agradable, atractivo, inteligente pero no era una persona con la que pudiera entenderse, era demasiado silencioso y complaciente, no parecía capaz de mantener una decisión propia y siempre estaba de acuerdo en todo. Definitivamente no era para él, aunque para un amigo le agradaba bastante.

Llevó a Shaka a su casa en taxi y se despidieron, le indicó al conductor a donde ir, prefería irse a su casa y descansar un rato, además tendría tiempo para trabajar en algunos textos que necesitaba corregir. Se sentía un poco cansado, tal vez se debía a la comida, necesitaba algo que lo ayudará a mantenerse despierto y supo lo que necesitaba. Bajó antes del taxi para pasar a la cafetería que estaba a dos calles de su departamento y entró, tomó una mesa del interior y unos momentos después apareció el joven mesero de las dos veces anteriores.

—    Hola—dijo el de cabellos lavanda— ¿Qué puedo servirte?

—    Un café negro por favor—dijo él.

—    En un momento.

El de cabellos negros no esperó demasiado pero en vez de tener su orden lo que recibió fue un descafeinado endulzado con sacarina y un bollo de semillas de amapola, de todas formas no estaba de humor para mucho así que simplemente se lo cenó todo y se fue a su casa. Ya en su departamento se convenció que no estaba mal lo de salir aunque los resultados no hubieran sido los mejores; se dispuso a trabajar en sus textos pero llegada la noche se decidió por descansar, no era el empleado del universo así que se tomaría unas horas de buen sueño. Y ciertamente descansó cómodamente esa noche.

 

 

Cuando los tres amigos volvieron a reunirse no lo hicieron en la casa de ninguno, sino que tenían planes de irse a ver un partido de baloncesto y acordaron verse en la entrada del estadio, justamente mientras esperaban en la fila para entrar y tomar sus lugares charlaban un poco sobre lo sucedido con la salidas de Aldebarán.

—    Me hubiera gustado que resultara Aldebarán—decía el de cabellos negros cortos—Perdona, parece que no soy bueno uniendo parejas.

—    No te disculpes Shura, creo que Shaka es un muchacho agradable pero no me veo como algo serio a su lado.

—    Pero no por esto debes renunciar a salir Alde—intervino Aioria—Creo que debes intentarlo de nuevo.

—    Supongo que no estaría mal.

—    Entonces te presentaré con un conocido mío.

—    ¿Ahora tú serás el casamentero?—preguntó el De Capricornio.

—    Algo así, creo que te gustará, este chico es decidido y firme.

—    Quizás sea mejor dar algo de tiempo Aioria—comentó el de ojos negros.

—    Oye, te hará bien salir Alde.

—    Bueno, en eso creo que tienes razón.

—    Me haré cargo.

En ese momento la fila para entrar empezó a avanzar y los tres jóvenes se dispusieron a disfrutar de su juego.

Con unos días Aioria se comunicó con Aldebarán para decirle que todo estaba arreglado, le indicó el lugar y la hora para que estuviera listo y se encontrara con su conocido que por lo que supo era amigo del novio del joven De Leo, el comentario era el mismo: era determinado y firme. Y no sabía cuanto.

El trabajo iba bien, así que cuando Aldebarán pidió un permiso para salir un poco más temprano no le fue negado, se alistó para su nuevo compromiso y se puso en camino, la cita era en un sitio que acababa de abrirse, se trataba de un teatro que se había remodelado y esa noche era la reapertura, los pronósticos eran buenos. Al llegar el de los ojos negros esperó atentamente por la llegada de la otra persona, Aioria no le había dicho demasiado pero si le había dado sus señas generales y le dijo como se llamaba el muchacho al que esperaba. Unos minutos más y apareció alguien que correspondía a sus señas.

—    ¿Aldebarán De Tauro?

Quien preguntaba era justamente un joven hermoso de ojos celestes y una cabellera igualmente celeste, definitivamente debía ser él. Pero antes de que pudiera decir siquiera Buenas Noches el de ojos negros fue interrumpido.

—    Soy Afrodita De Piscis ¿entramos?

Sin otra palabra ya estaban adentro del lugar buscando sus lugares.

—    Aioria me ha hablado de ti Aldebarán, dice que trabajas en una editorial.

—    Si, estoy…

—    Debe ser un trabajo interesante.

—    Es…

—    Ya va a empezar la función.

Vieron la obra, estuvo bien, comentaron sobre la función mientras salían del teatro y se quedaron en un restaurante cercano para cenar, fue una noche particular para el de ojos negros. Afrodita era sin duda un muchacho determinado, poseedor de una belleza peculiar, inteligente, conocía bastante del mundo pero sin dudas sus gustos eran diferentes. En lo que Aldebarán escuchaba se dijo que si algún día necesitaba ayuda de Afrodita lograría lo que le pidiera pero también podía contar con los dedos de una mano lo que había podido decir durante toda la cena; el joven de cabellera celeste era dominante y muy centrado, centrado en si mismo y apenas si dejaba espacio para una conversación, hablaba y él escuchaba, no estaba mal pero le hubiera gustado poder decir algo.

La noche llegó a su fin y le tocó irse en taxi pues Afrodita llevaba su propio auto, se despidieron amablemente y al igual que en sus salidas anteriores el joven de cabellos negros tuvo que convencerse que no era un muchacho para él, quizás pudieran ser amigos pero nada más. Sin duda era difícil encontrar a una persona que pudiera comprenderlo pero por el momento era mejor regresar a casa.

A unas calles el transito estaba muy pesado así que Aldebarán decidió bajarse antes y caminar a arriesgarse a quedar en medio de un congestionamiento. No pensaba en hacer nada en especial pero cuando estaba a dos calles le llegó el aroma especial y dulce de la cafetería a la que había ido antes, se decidió por tomar algo y entró, se dirigió a una mesa y en un instante apenas ya estaba el atento mesero de mirada verde a su lado preguntando.

—    ¿Qué deseas?

—    Un café negro por favor.

—    Al momento.

No tardó en volver a su lado pero sin el café negro, lo que llevaba era un café de vainilla francesa al lado de unos éclairs. El de ojos negros no dijo nada, tan solo lo bebió, sabía bastante bien de hecho, dulce pero no demasiado, cuando lo terminó se fue a su casa a descansar, tal vez lo que necesitaba era calmarse y tan solo permitir que las cosas sucedieran a su propio tiempo en lugar de estar buscando que sucedieran. Con ese pensamiento se sintió mejor y se fue a dormir con tranquilidad.

 

 

Unos días después Aldebarán se había reunido con sus amigos Aioria y Shura en casa del rubio, lo estaban ayudando pues el de ojos verdes había cambiado su sala y ¿para qué tener amigos sino para ayudar? Más cuando se deben subir y bajar muebles por escaleras, como casi todo cuando hay hombres reunidos en una labor que tiene que ver con sus manos primero dijeron como lo harían porque les parecía lo más sencillo pero hasta que lo estaban haciendo se daban cuenta que no era lo mismo planear que hacer; de todas maneras lograron terminar con la tarea y pudieron tomarse algo juntos en la nueva sala de su amigo de Leo.

—    Muchas gracias—decía el rubio—Sin su ayuda no hubiera podido terminar tan rápido.

—    No es nada—dijo Aldebarán.

—    Para nada pero ¿Por qué no contrataste a alguien para que lo hiciera?—preguntó Shura.

—    Porque pensé primero en ustedes—dijo el rubio sonriendo.

Siguieron charlando de nada en particular por unos momentos hasta que el tema recayó en la vida sentimental del De Tauro aunque tan solo concluyeron que no existía tal vida sentimental.

—    Solo quiero encontrar a una persona que me comprenda—decía Aldebarán—Alguien con quien charlar y entendernos y que nos gusten las mismas cosas.

—    Que mal que no aparezca aún—decía Aioria.

—    Solo dale tiempo a las cosas Aldebarán—decía Shura—Ya verás que cuando la persona indicada aparezca habrá valido la espera.

—    Si, supongo—concluyó el de cabellos negros.

Aunque se quedaron conversando llegó el momento en que ya era de noche y parecía mejor que cada quien fuera a descansar, Shura se ofreció a llevar a Aldebarán pero éste se negó, salió y tomó un taxi para que lo llevara a su casa, en el camino se dio cuenta de que no tenía nada para cenar en su departamento, era mejor comprar algo y en esas ideas se decidió por la cafetería a dos calles de su casa, detuvo el taxi, pagó su cuenta y entró al establecimiento.

Inusualmente no había mucha gente a esa hora pero no lo tomó mucho en cuenta, tan solo fue a una mesa y espero a que lo atendieran.

—    Buenas noches—lo saludó el joven mesero— ¿Qué quieres que te traiga?

—    Un café negro por favor.

—    Muy bien.

Esperó unos momentos y cuando el joven regresó le llevó una taza de café con leche. El de los ojos negros solo entonces se decidió por hacer algo al respecto.

—    No pedí esto—dijo él.

—    Lo sé, solo te doy lo que necesitas.

—    ¿Qué?

—    Cada vez que has venido aquí has pedido café negro pero no era lo que necesitabas, eso solo te hubiera tenido toda la noche despierto, mejor te traía algo que te caería bien y pareces de los que disfrutan del sabor dulce aunque no lo reconoce.

—    ¿De verdad cada vez me has traído algo que necesitaba?—preguntó medio desconcertado.

—    Si—dijo el de cabellos lavandas con naturalidad—La primera vez fue un capuchino con crema y chispas de chocolate acompañado de un pancillo de café, estabas animado así que te di algo para tomar igual de alentador; después fue un café moka doble con un muffin de chocolate y nueces, eso fue para levantarte un poco la moral; luego vino el descafeinado y un pan de semillas, traías una cara que sin duda necesitabas tranquilizarte y descansar; más recientemente fue uno de vainilla francesa con éclairs, solo para que tuvieras algo dulce, tenías cara de resignación. Siempre he creído que un toque de dulce en nuestras vidas nos levanta un poco el ánimo.

—    ¿Y este porqué es?

—    Porque sin duda no has cenado, un simple café negro no es lo mejor para irte a dormir.

El joven de los ojos negros lo miraba un tanto sorprendido, de verdad era bueno para saber lo que andaba en su mente cada vez que sus caminos se habían encontrado, de manera ligera y apenas sin sentirse pero lo cierto era que ese muchacho de resplandecientes ojos verdes delante de él parecía saber más de él que muchas otras personas.

—    ¿Deseas algo más?—preguntó el mesero.

—    Pues… ¿con qué acompañarías esta taza de café con leche?—preguntó el De Tauro.

—    En un momento te traigo algo.

Lo vio alejarse de su lado pero le había llamado la atención ese muchacho que sin siquiera haberle sido presentado ya sabía tanto de él, como si pudiera comprenderlo sin necesidad de palabras, cuando regresó le llevó un dulce panecillo con arándonos y pasas.

Aldebarán esperó hasta que era la hora de cerrar de la cafetería y lo hizo tan solo aguardando para hablar con el joven mesero que lo había atendido.

—    ¿Aún sigues por aquí?—preguntaba el de mirada verde poniéndose una chaqueta.

—    Si, la verdad es que me preguntaba si te molestaría que te acompañara—dijo el de ojos negros.

—    No vivo lejos.

—    Yo tampoco.

Tan solo sonrieron suavemente.

—    Está bien pero primero dime como te llamas.

—    Aldebarán De Tauro.

—    Mu De Aries.

—    ¿Aries? No pareces de por aquí.

—    No lo soy.

—    Creo que me gustará saber más de ti Mu.

Empezaron a caminar y el de ojos negros no dejó de sorprenderse un poco al ver el sitio al que llegaban.

—    Vivo aquí Aldebarán, te dije que era cerca.

—    Esto no es posible.

—    ¿Qué?

—    Vivo aquí.

Era cierto, estaban en el mismo edificio.

—    ¿También vives aquí Aldebarán?

—    Si, en el quinto piso Mu.

—    Entonces eres el nuevo.

—    Así es.

—    Mi padre me dijo que habían tomado ese departamento pero no sabía quien.

—    ¿Tú padre?

—    Shion de Aries, es el dueño del edificio.

A cada instante el de cabellos negros estaba más sorprendido y gratamente asombrado de que aparentemente en un segundo la vida lo estuviera poniendo en el mismo camino de un agradable y lindo muchacho con el que se estaba entendiendo muy bien, tan bien que ya era casi la una de la mañana cuando cada uno se decidió a irse a su departamento a descansar pues era tarde pero también se comprometieron a verse al día siguiente. Aldebarán llegó a su departamento con una gran sonrisa, le parecía para no creerse haber conocido al lindo y dulce Mu.

 

 

Fue así como todo dio inicio, Aldebarán y Mu siguieron viéndose y cada vez con más frecuencia hasta que llegó a ser todos los días. Charlaban de todo y a cada momento encontraban más y más de lo que tenían en común, además de que el de cabellos negros se enteró de varias cosas con respecto a él, como el hecho de que era el hijo mayor, tenía un hermano más pequeño que se llamaba Kiki pero vivía en otra ciudad con su padre y él estaba ahí porque estudiaba docencia, se encargaba del departamento y lo de ser mesero era para apoyarse con algunos gastos y el horario le resultaba bastante conveniente.

A cada cosa que sabía le gustaba más y más ese muchacho de cabellos lavandas de ojos verdes que le sonreía con frecuencia, tanta que el día que se animó a besarlo siguió sonriéndole.

Desde ese instante en adelante no pasó mucho para que se convirtieran en una pareja más o menos formal y eso se debió a una ligera pelea que casi los separó.

—    Es que él no lo entiende—decía Aldebarán.

Estaba con sus amigos en su departamento, Aioria y Shura habían ido porque les parecía que su amigo necesitaba de su apoyo pero no estaban seguros de entender su comportamiento.

—    ¿Qué te hizo Mu?—preguntaba Shura.

—    Según él no es para tanto—decía el de ojos negros.

—    ¿Qué?—preguntaba Aioria.

El De Tauro suspiró y les dijo lo que pasaba.

—    Mu me dijo que quiere que pasemos un fin de semana fuera de la ciudad.

Sus dos amigos no parecían comprender cual era el problema.

—    ¿Y tú no quieres Alde?—indagó el de cabello rubio oscuro.

—    Claro que quiero Aioria.

—    ¿Entonces?—trató de saber el joven.

—    Es que Mu quiere que vayamos a la playa, yo quiero ir a esquiar, para tirarme al sol puedo hacerlo cualquier día en la azotea del edificio, se lo dije y él tan solo me contesta que exagero y que para esquiar lo podemos hacer después cuando tengamos más días de vacaciones.

Definitivamente los dos que escuchaban no parecían poder decir nada y eso era porque nunca hubieran creído que Aldebarán les diría algo que les sonaba muy irracional.

—    ¿Por qué quieres ir a esquiar?—preguntó Shura.

—    Es que quisiera que la primera vez que vayamos juntos a un sitio fuera de la ciudad sea especial—dijo el de ojos negros—Me gusta mucho esquiar y conozco bien las pistas, además ya saben que era uno de los sitios a los que iba con mi familia cuando era niño. Solo quería estar con él y que pudiéramos hablar un poco más de mi familia.

—    Alde—se animó a decir Aioria— ¿Él sabe porqué te interesa ir a esquiar?

—    ¿Qué?

—    Es que si no le dices porqué es importante para ti no creo que él lo pueda adivinar.

—    Lo mejor es que hables—comentó Shura—A menos que prefieras que una pelea como esta termine con todo lo que tienes con Mu.

El de ojos negros parpadeó un par de veces pero su silencio les dijo a sus amigos que sin duda ya estaba más tranquilo y dispuesto a hablar en lugar de solo enfadarse.

—    Hablaré con Mu—dijo finalmente Aldebarán.

Sus amigos se despidieron y él los acompañó hasta la planta baja, después entró de nuevo al edificio y fue al primer departamento que era el que ocupaba el muchacho de cabellos lavanda, era necesario que hablaran.

 

 

Llamó a la puerta y unos segundos después esta se abrió. Los dos se quedaron mirando por unos instantes y él supo que debía hacer algo.

—    ¿Quieres pasar Aldebarán?

—    Si, gracias Mu.

El joven entró y el otro cerró la puerta.

—    Yo…Mu. Vine para disculparme.

—    Aldebarán…

—    Solo escúchame por favor. Es que de lo del fin de semana, cuando empezamos a hablar de ello yo quería llevarte a un sitio especial para mí, por eso te dije lo de esquiar. Cuando era niño y aún vivían mis padres durante las vacaciones es lo que hacíamos, vivíamos cerca de la playa así que para nosotros ir a esquiar era de verdad especial y pensé que sería un buen lugar para pasar un par de días y que pudiéramos hablar un poco más de nuestras familias. Pero si lo que quieres es que vayamos a la playa por mí está bien, no es el sitio lo que me interesa sino estar contigo.

El de mirada verde lo miraba y no le decía nada pero después de unos instantes continuó.

—    Creo que si vamos a la playa esto no me va a servir Aldebarán.

Le dijo eso abriendo una bolsa de una tienda departamental y mostrándole una chaqueta como las que usan los esquiadores.

—    Mu.

—    No me interesa si es en el sol o en la nieve Aldebarán, solo quería un lindo fin de semana de los dos. Y ahora que me has dicho porque es importante para ti me parece genial la idea de ir a esquiar.

El de cabellos negros ya no le dijo nada, tan solo se le acercó y con una sonrisa lo estrechó entre sus brazos para después besarlo en los labios.

—    Eres único Mu.

—    Que bueno que te has dado cuenta Aldebarán.

Se sonrieron ampliamente y siguieron besándose por unos instantes, después de eso decidieron quedarse juntos por un largo rato, era mejor que terminaran de ponerse de acuerdo en lo del viaje para que no tuvieran contratiempos y de hecho no los tuvieron al menos en la planeación y una vez que esa parte estuvo lista siguieron solo charlando como ya era costumbre entre los dos, largamente y sin sentir el paso del tiempo. Ya era tarde cuando se decidieron a despedirse pero no pudieron hacerlo, no pudieron porque en el camino a la puerta volvieron a besarse y les gustó hacerlo, les gustó más al pasar sus manos mutuamente por el cuerpo del otro y probablemente hubieran seguido tocándose solamente pero ya no era suficiente.

Hasta ese momento los dos jóvenes habían sostenido una intimidad más bien superficial, no total, se besaban y en ocasiones sus manos habían explorado bastante por debajo de la ropa pero nada más aunque en ese instante sin duda estaban muy dispuestos a seguir.

—    Aldebarán—susurró el de ojos verdes.

Lo hizo de una manera que al joven de los ojos negros le resultó imposible negar que estaba excitado por tenerlo entre sus brazos y poder besarlo, siendo así dieron unos pasos a la puerta pero no la abrieron sino que quedaron recargados contra la entrada mientras sus cuerpos seguían buscando más de su compañero. Fue así que las manos se hicieron bastante hábiles para desabrochar ropa, lo hicieron mutuamente aunque no buscaron quedar desvestidos por completo en ese sitio, volvieron a besarse y se dirigieron con un tanto de premura a la recámara del de cabello lavanda pues no estaban muy seguros de mucho pero si de que les gustaría estar en un sitio privado.

 

 

Una vez que traspasaron la puerta fue el De Tauro quien atrajo al joven de ojos verdes contra su cuerpo y no pidió permiso ni buscó consentimiento de ninguna manera, simplemente entre besos lo despojaba de su ropa y lo llevaba al lecho hasta que chocaron contra el mueble y no perdió tiempo, tan solo lo tomó por los hombros y con su propio cuerpo lo hizo recostarse sobre las sábanas. Cuando se separaron de nuevo fue solo unos instantes ya que Aldebarán no pensaba en esperar: Se desvistió en cinco segundos para asombro de su compañero.

—    Eres rápido—comentó el De Aries.

—    No para todo—dijo él.

Quedaron sobre la cama, Aldebarán sobre Mu, al principio solo trataban de acoplarse al cuerpo de su compañero, buscaban la postura más cómoda y que hiciera el encuentro lo más placentero posible pero una parte de ellos estaba un poco nerviosa de la situación ya que si bien no era la primera vez si lo era como una pareja. Se abrazaron y se estrecharon mientras los besos seguían entre ambos jóvenes aunque sin duda no podrían seguir mucho tiempo de esa manera, a cada instante su respiración se agitaba y los latidos de su corazón se hacían veloces; Aldebarán besaba el rostro de Mu y descendió un poco por su cuello buscando su pecho para besarlo y cuando ascendió de nuevo y tomó sus labios no resistió más no sentirlo.

Solo una de las piernas del de cabellos negros se deslizó entra las de el joven de cabellos lavandas quien no tardó en responderle separando sus muslos y permitiendo que quedara entre ellos, el contacto de su turgente sexo con la masculina intimidad causó un estremecimiento y el de ojos negros no tardó en buscar quedar dentro del joven de ojos verdes aunque sabía que antes de lograrlo necesitaba hacer que fuera más sencillo para los dos, sobre todo para el de mirada verde que no se negaba a nada, parecía muy dispuesto a que continuaran y prueba de ello era que una de sus manos estaba ya en la entrepierna del de ojos oscuros acariciándolo y excitándolo velozmente con precisión.

Aldebarán se dejó llevar en muy poco tiempo, le gustaba que lo acariciaran de esa manera, sentir como el deseo se intensificaba y ponía su sexo más rígido y se humedecía, fue por saber que estaba listo que necesitaba de su compañero de mirada verde, así que se inclinó sobre su cuerpo, descendiendo hábilmente y cubriendo de caricias encendidas la piel que cruzaba, marcando con besos la suave línea del abdomen de un Mu que gemía en voz baja, conforme se acercaba al sitio deseado el de cabellos negros el de cabellera lavanda separaba un poco más sus piernas esperando por lo que haría.

No esperó demasiado el de la familia Aries, sintió como una varonil mano tomaba con suavidad su medio erguido miembro y lo frotaba gentilmente por la punta para después disfrutar de unas caricias húmedas impartidas por una habilidosa lengua que lo humedecía y ayudaba a que cuando fue cubierto por unos labios fuera más sencillo deslizarse, tan solo le quedaba gemir y agitarse sobre las sábanas diciendo dulcemente el nombre del otro hombre que estaba encantado de verlo responder de esa manera a sus caricias. Tuvo que dejar de hacer lo que hacía para dirigir sus atenciones a la masculina entrada que ansiaba conocer, no dudó en besarla primero y acariciarla después para asegurarse que era más sencillo que sus dedos la traspasaran, primero uno con suavidad pero cuando se sintió seguro de ser bien recibido fueron dos los dígitos que suplantaban temporalmente lo que ambos jóvenes deseaban, una unión física completa y no meros paliativos.

Cuando ambos se sintieron listos y dispuestos volvieron a buscarse y a estrecharse mientras se besaban con intensidad, sus brazos pasaban por el cuerpo de su compañero aferrándose a él y sin permitirle apenas el que hubiera una parte de ellos que no se sintiera mutuamente, era casi como si su piel ardiera y no pudieron evitar el siguiente paso, de hecho lo deseaban bastante. Con algo de ímpetu Aldebarán comenzó a traspasar el tibio refugio que se abría a su paso, que lo cubría y lo estrujaba haciéndolo excitarse aún más, fueron solo un par de movimientos en los que gemía como con fatiga y el De Aries dejaba escapar unos sonidos como lamentos de sus labios, estaban completamente unidos y no dejaron pasar el momento, casi en el acto empezaron a moverse, cada uno tratando de encontrar el ritmo adecuado y poniendo todo de su parte para ser complacientes con la otra persona a la que tanto querían.

Se movían entre el cariño y la pasión pero conforme seguían sin duda era la pasión la que estaba ganando, sus caderas se encontraban a cada instante y se estrechaban con más fuerza mientras que una sensación de goce absoluto se presentaba y los llenaba y los llevaba al extremo de sus emociones; el de cabellos oscuros llevó una de sus manos entre los vientres de los dos y sujetó con velocidad el rígido sexo de su compañero para complacerlo y que lograran su culminación a la vez, los dos lo deseaban con intensidad.  A cada instante se estrechaban con mayor ardor y los gemidos se hacían más constantes y agudos, la situación era insostenible y sintieron como si algo en su interior se tensara hasta que no podían más y el éxtasis los cubrió por completo, el De Tauro primero y el De Aries solo unos instantes después.

Permanecieron unidos mientras trataban de respirar con un poco de calma y se tranquilizaban un poco pero al hacerlo se separaron y encontraron refugio en los brazos de su compañero.

—    Eres encantador Aldebarán.

—    Tú eres maravilloso Mu.

Y decían eso sonriendo ampliamente.

—    ¿Te gustaría quedarte o tienes que irte?—preguntó Mu con voz dulce.

—    Me encantará quedarme.

Se recostaron bajo las sábanas y no tardaron en dormirse aunque no se separaron, el de mirada verde quedó entre los brazos del De Tauro y no le molestó eso, al contrario, le gustaba sentirlo en su vida y saber que estaba a su lado y que lo comprendía sin importar lo que sucediera, era sin duda alguna una persona muy especial ese lindo muchacho. Antes de dormirse acarició su cabello lavanda con ternura, nada podía ser mejor que ese instante y ¿Quién sabe? Tal vez el destino le tuviera más sorpresas y sin duda alguna esperaba que el muchacho entre sus brazos siguiera ahí para compartirlas. Seguía sonriendo, una simple coincidencia lo había llevado al lado de Mu, el dulce Mu, sin duda hay muchas cosas dulces en nuestras vidas pero pocas tan dulces como el amor.

 

 

FIN

 

 

 

Notas finales:

Espero que les gustara. La semana que enra si nada sucede continuaré con los otros fcs, creo que será el final de Reencuentro.


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