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Intoxicado por un rojo intenso. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Esto que se disponen a leer es un extra. No es una continuacion del fic ni mucho menos. Es un texto extra, como una especie de fanfic de mi propio fanfic, lol.

Pueden pasar de el completamente, es un pwp homoyuri (relacion ¿lesbica? entre uke y uke) y la verdad la trama es mas floja que yo en un viernes por la noche xd. Ni mi gato se la creyo.

Pero tenia ganas de un homoyuri con Juha, y de compartirlo con ciertas amiguitas del facebook ;)

Bueno, ojala lo disfruten, y si no, los tomatazos son buenos para el cutis.

 

Homoyuri

 

-¡Oh Dios mío! Vine tan pronto como me enteré. – lady Bunnie corrió a sentarse a su lado en la cama. Cogió sus manos entre las suyas - ¿Cómo estás?

-Estoy bien. – aseguró lady Juha, dejándose acomodar el cabello por su amigo doncel.

-¿De verdad? ¿Qué te sucedió?

-¿Qué oíste? – preguntó cauteloso el pelirrojo. Cuando se es espía al servicio de una poderosa logia no se puede ser del todo sincero con los amigos.

-Que Jack el destripador te había atacado anoche en un callejón.

Lady Juha miró a su esposo. Lord Marco permanecía de pie, algo alejado de los donceles para permitirles algo de intimidad, luego de abrirle la puerta de la recamara a lady Bunnie.

-Bueno, si hubiera sido Jack, no estaría ahora contándotelo, ¿verdad? – recurrió a la explicación que Mycroft Holmes le había dado hacia algunas horas.

-No, supongo que no. – lady Bunnie se permitió un suspiro de alivio - ¡Oh querido! Que susto terrible me lleve cuando Petri me lo dijo.

Lord Lindroos, el esposo de lady Bunnie, lo había leído en el planchado periódico.

-Estoy bien. – dijo lady Juha mirando a su marido – Querido, ya casi es hora del té…

-Por supuesto, que distraído soy. Se los prepararé yo mismo. – captando la indirecta lord Marco se retiró. Había cosas que sólo se podían compartir entre donceles, heridas que sólo entre ellos podían curarse, y ser violado podía ser una de ellas.

Apenas salir, lord Marco se apoyó en la puerta cerrada, con los ojos cerrados y los puños apretados. Quería matar al canalla que había violado a su esposo embarazado. ¡Criminal infame! Los donceles embarazados eran sagrados, intocables, rodeados por el halo místico que les confería su próxima paternidad. Pensar en un futuro papá, y al mismo tiempo en sexo, era tabú. Que él y Juha se pasaran ese tabú por el arco del triunfo y disfrutaran del sexo estando Juha embarazado no disculpaba en lo más mínimo al maldito violador.

Ojala la compañía doncellil aliviara su dolor, deseó lord Marco, retirándose a la biblioteca a tomar un escocés.

 

-¿Cómo estás? – repitió lady Bunnie tras escuchar el seguro de la puerta.

-Adolorido. – confesó lady Juha.

-Pobrecito… - el hermoso doncel pelinegro acarició la mejilla del hermoso doncel pelirrojo. - ¿Qué pasó? – las pupilas castañas vibraron cada vez más rápido, conforme el silencio de Juha se prolongaba - ¿Estas herido? – inspeccionó la parte visible de él, sus brazos, hasta el codo, y su cuello.

Lady Juha reposaba en camisón, sólo se había puesto la bata, vaporosa y lila, para recibir a su visitante. Tal familiaridad se justificaba a medias por el hecho de que lady Bunnie, cuyo verdadero nombre de soltero fue Kristian Ranta, y él, habían sido compañeros en el colegio de monjes en Helsinki donde ambos habían estudiado siendo aún niños. Se habían separado cuando termino su educación básica y se habían reencontrado en Londres, el lugar más inesperado.

Lady Bunnie iba apropiadamente vestido para una visita vespertina. El azul de su vestido realzaba la negrura de su cabello, lustroso y largo hasta media espalda, aunque en aquellos momentos estaba recogido en un moño alto, rematado por un coqueto sombrerito. Bajo el polizón de su vestido poseía un trasero a los gustos de la época: carnoso y abundante. No era tan acinturado como lady Juha (bueno, cuando este no estaba embarazado) pero su vientre y su pecho estaban lisos de nuevo, como si aún no hubiera tenido a su primogénito, un hermoso varoncito de cuatro años idéntico a su padre.

Su rostro era ovalado, de rasgos redondeados y dulces, con unos hermosos ojos lánguidos enmarcados por unas pestañas largas aunque no curvas. Sus labios eran más largos y carnosos que los de lady Juha. Una belleza impactante, capaz de presentar batalla a la belleza del pelirrojo.

-No en una parte visible… - respondió a su pregunta, sonrojándose.

-¡Oh! – exclamó lady Kristian, llevándose la mano a la boca en un gesto exquisitamente inglés.

No en balde llevaba más de dos años residiendo en Londres.

-No querrás decir que… ¿tu bebé está bien? – lady Kristian llevó la mano instintivamente al vientre de lady Juha.

-Sí, el bebé está bien. – Juha también se acarició su abultado vientre y las manos de ambos se encontraron. Entrelazaron los dedos.

-¡Oh Dios mío! – Kristian apretó los dedos de Juha – No puedo creerlo, es demasiado horrible. – con la otra mano acarició la mejilla de Juha.

El doncel embarazado revivió la angustia, el pánico, y los ojos se le humedecieron.

-Lo más horrible fue que creí que estaba en manos de Jack el destripador y mataría a mi bebé.

Lady Kristian apenas contenía las lágrimas. Era un papá muy paternal, un esposo muy celoso de su honra. Abrazó a su amigo. Ambos donceles se estrecharon, Juha, desahogándose.

-Ya, ya… - Kristian le acariciaba el cabello – no pienses más en eso. Conozco a un hipnotista maravilloso capaz de hacerte olvidar cualquier cosa.

Juha se separó. El listón que cerraba su bata a la altura de la clavícula se había desatado, y por entre los bordes de la tira bordada se apreciaba su blanca piel, y, quizá demasiado abajo, la tira bordada del camisón. Alcanzaba a verse el nacimiento de sus pechitos.

-Yo… no quiero olvidarlo.

-¿Qué? – se extrañó lady Kristian. El querría olvidarlo, pues era olvidarlo o suicidarse. No podría vivir con el recuerdo de haber sido violado. No podría darle la cara a su amado marido tras haber sido ultrajado por otro. - ¿Acaso te… gustó?

Lady Kristian sabía que estaba traspasando los límites de la amistad al hacer aquella pregunta tan impropia, cuya respuesta creía conocer, pero siempre había juzgado a lady Juha como demasiado… poco recatado. Impresión de juventud que se le había recalcado al ver como se comportaba ya adulto. ¡Por Dios! Aquel beso que se había dado con su marido en el café del teatro La rosa había sido escandaloso. Al duqueso de York, anciano y puritano, habían tenido que volverlo en si con sales luego de que presenciara aquello en compañía de sus hijos y nietos.

-¡No! – exclamó Juha - ¿Cómo puedes preguntarme eso? – sus bellos ojos grises lo miraron dolidos – La experiencia fue horrible pero… creo que me ayudará a ser mejor persona. El dolor, aunque no es agradable, te hace más fuerte.

Kristian lo miraba sin acabar de comprenderlo.

-Pero, ¡¿Cómo puedes vivir con eso?! Un varón que no era tu marido te toco, te hizo suyo.

-Sí… - Juha tembló – Tengo miedo, no sé si podré volver a ser de Marco sin estremecerme, sin recordar a ese muchacho…

-¡Ay Juha! – Kristian volvió a abrazarlo - ¿ves? Deberías ver a mi hipnotista…

Juha negó con la cabeza.

-No, me parece que la hipnosis es cosa de brujería.

Ahora fue Kristian quien se sintió ofendido.

-Por supuesto que no, la hipnosis es una ciencia…

Juha llevo su dedo a los labios de Kristian, haciéndolo callar.

-Kride, no me siento bien.

-¿Quieres que me vaya? – preguntó con voz más chillona de lo le hubiera gustado.

-No – lo abrazo – quédate conmigo querido. Disfruto tanto tu compañía y hoy… me haces falta.

Kristian recordó que su amigo necesitaba cariño y cuidados. Iba dárselos. Se acostó a su lado en la cama, abrazándolo y acariciando delicadamente su cabello. Juha se dejó querer. Se sentía tan bien ser mimado por Kristian.

-Y… ¿Cómo está tu… - lady Bunnie no podía decir la palabra.

-Me duele, pero el doctor me atendió. – respondió apenadito, como cuando estaban en el colegio y sus cuerpos estaban cambiando con la llegada de la pubertad, y en susurros avergonzados se preguntaban el uno al otro si él también sentía raro en el pecho y en la colita.

-Te preguntaba porque tengo un bálsamo que me recomendaron luego de que diera a luz… después de parir a mi bebé sentía que no podría ser de Petri nunca más de cómo me dolía y… a la semana de usarlo estaba listo para el amor de nuevo.

-¡Vaya! – exclamó Juha con interés – Y, ¿tienes aun de ese bálsamo?

-No aquí, en mi casa…

Juha jaló la campanilla y al instante Marco abrió la puerta. Lady Kristian se sintió un poco avergonzado de que el marido de su amigo los encontrara abrazados en la cama. “Pero ¿Por qué?, se dijo, no tiene nada de malo…”

-Mi amor, Kristian tiene un bálsamo maravilloso para mi herida, pero está en su casa.

-Iré por él.

-Lo acompañaré, milord.

-No – Juha lo estrechó – quédate conmigo.

-Quédese con mi esposo por favor, lady Kristian.

-De acuerdo… Entonces le daré instrucciones. ¿Tiene papel y pluma?

Lord Marco facilitó al doncel papel, tinta y pluma. Este escribió dos notas.

-Esta es para mí amo de llaves, en ella le indico cual bálsamo debe daros, y la otra es para el mayordomo, especificando órdenes para el niñero y para que avise a mi marido que mi visita a lady Juha se prolongara hasta la noche.

-Mil gracias milady. – Marco besó caballerosamente su mano. – Regresaré lo antes posible.

Los donceles se quedaron acostados en la cama. Lady Kristian no había yacido jamás tan íntimamente con nadie salvo su marido. El profundo escote del camisón le permitía ver subir y bajar el pecho de lady Juha. Aprovechando que este tenía los ojos cerrados se lo miró. Sus pechitos eran ya tan grandes como los suyos cuando nació su bebe, y a Juha aún le faltaban dos meses de embarazo. Cómo iba a tenerlos cuando lactara, por Dios.

Se sintió muy avergonzado cuando Juha abrió los ojos y lo pilló mirándole los pechitos. El rubor inundo sus mejillas, impidiéndole disimular.

-Creí que aun te faltaban dos meses…

-Así lo dicen el médico y el partero.

-¿No te sientes raro con tus pechos?

-Un poco. – se los agarró. ¡Se los agarró y los bailó! – Pero me gustan. La ropa se ve más bonita cuando los tienes.

Kristian rió. Ese era el Juha que recordaba. Tan hermoso y seguro de sí.

-¿Cómo eran tus pechos Kristian?

-Menos grandes que los tuyos. – respondió de inmediato.

-A Marco le encantan. – volvió a bailarlos.

-A Petri también. – confesó y ambos rieron como colegiales. – Juha, ¿la primera vez te dolió?

-Sí, y también la segunda.

-A mí me dolió hasta la quinta. Incluso ahora, luego del bebé, si Petri está demasiado apasionado me duele.

-¿Es muy brusco? Porque si te pones arriba puedes dominar su brusquedad…

-No… - Kristian se sonrojó intensamente, aunque eso ya lo sabía y lo había hecho.

-¿Su miembro es muy grande?

-¡No! Es decir, sí, es grande, pero no es eso. Es… - Juha lo apremiaba con la mirada – que su ardor es tanto que… me lo mete casi de inmediato.

-Ya. Usas lubricante, ¿verdad?

-Sí.

-Que se le va a hacer. Así son los varones. También mi Marco está a veces tan excitado que me penetra sin prepararme.

-¡Juha! – se escandalizó Kristian.

-¿Qué? – reto este – Has vivido demasiado entre ingleses. Recuerda las leyendas de nuestra tierra. El esposo de Leminkainen le reñía porque no lo hacía suyo con la frecuencia que el deseaba.

Kristian mantenía la mirada baja. Error, así veía  el nacimiento de los pechitos de Juha a través del escote. Levantó los ojos y estos se encontraron con los grises, bellísimos y vivaces de su amigo. Tan hermoso. Luego de haber conocido los placeres de la carne a manos de Petri reconoció lo que había sentido a veces por Juha como deseo. ¡Deseo por otro doncel! No se lo había dicho ni a su confesor. Pero era deseo, agitándose en lo bajo de su vientre, deseo por su amigo embarazado y recién violado.

Tenía los ojos cerrados, sintiéndose una horrible persona, cuando Juha lo besó. De momento ni siquiera procesó lo que estaba pasando. Fue hasta que Juha despego sus labios que abrió los ojos y tomo conciencia de que su amigo embarazado y recién violado lo había besado. Y ahora lo miraba expectante, quizá un punto temeroso. Pero se lamía los labios.

El fiel esposo y recto doncel que había en él le exigía matar al desgraciado, pero lo que hizo fue besarlo. Estirar el cuello y besarlo, abrazándolo mas fuerte. Juha cedió con un gemidito, separando los labios y permitiendo a su lengua desvergonzada colarse entre ellos. Lento, pero sin detenerse, Kristian llevó su mano al pechito derecho de Juha, lo cubrió y lo apretó. Juha gimió de nuevo y bajó su mano por su espalda, acercándolo a él. Dejó que su amigo dominara el beso, pues sabia cuanto le gustaba tener el control. Kristian era muy bueno besando. Pero él era mejor: enredo su lengua con la suya como había aprendido a hacer en Egipto.

Kristian, gratamente sorprendido se dejó hacer, aprendiendo. Cubrió su otro pechito con su otra mano, sobándolos ambos, se sentían taaan bien: suaves, carnosos, apretables, daban ganas de nunca quitar las manos de ahí. Besarse con Juha también era muy agradable, besaba muy bien y aunque ahora dominaba el beso no se sentía tan dominante. Petri, incluso cuando lo dejaba ser el seme, mantenía esa rudeza, ese instinto de dominar que suponía poseían todos los varones. El beso con Juha era más suave, era lento, sensual: no tenía prisa por abrirlo de piernas. No iban a abrirse de piernas, solo iban a besarse tanto como quisieran.

El doncel pelinegro rompió el beso para ver completo el rostro de su amigo. Era bellísimo. Acarició su mejilla con la punta de sus dedos. Juha le correspondió, también le gustaba lo que veía. Acercaron lentamente sus rostros para fundirse en otro beso, dulce, relajado. Kristian seguía masajeando los pechitos de Juha en tanto este lamentaba que el estorboso armazón metálico del polizón le impidiera acariciar los mejores atributos de su hermoso amigo.

Así los encontró lord Marco al abrir la puerta de improviso. Kristian se soltó inmediatamente, sentándose tieso en la cama. Juha también se asustó: vio que su marido había visto. Pero se tranquilizó al ver que no le disgustaba.

Marco se hizo el disimulado y avanzó hasta lady Kristian para entregarle el pomito del bálsamo maravilloso.

-Aquí esta, milady. Debo deciros que contáis con una servidumbre maravillosa. Vuestro mayordomo Nails es tan ingenioso y eficiente que me dan ganas de robároslo.

Kristian estaba tan avergonzado que no atinaba a contestar nada.

-Marco, solo tú piensas en mayordomos cuando lo que vamos a necesitar es un niñero. ¿Podrías pedir que me preparen la tina aquí? Kristian va a enseñarme como debo aplicarme el bálsamo, y es necesario un baño.

Kristian estaba tan sorprendido como Marco pero lo disimulaba muy bien.

-Por supuesto querido. Lady Kristian, es usted tan gentil. – cogió su mano para besarla de nuevo, mirándolo como loco durante una fracción de segundo antes de posar sus labios. – Por favor, cuide de mi bello esposo.

-Así lo haré. – respondió lady Kristian, casi sufriendo un soponcio por escuchar lo que aparentemente era el permiso del marido para juguetear con su esposo. Cuando lord Marco se retiró encaro a lady Juha - ¡Atrevido! ¡Desvergonzado! ¡Impúdico! – atacó a enérgicos susurros.

Lady Juha rió bajito.

-¡Basta ya! Eras tú el que tenía las manos sobre mis pechos. Y de verdad necesito un baño – se sentó – Marco suele ayudarme pero no quiero que me vea así.

Ver que había una manchita de sangre en el lugar en el que había estado el trasero de Juha hizo milagros en el ánimo de Kristian.

-Está bien. – dijo tomando un tono serio - ¿Tienes un camisón que pueda ponerme para bañarte?

-En el ropero, a la derecha, hay varios…

Los había, y muy indecentes. Uno rojo de satín, corto hasta la rodilla que haría sufrir otro desmayo al duqueso de York. Uno negro de encaje, largo hasta el piso, pero tan tenue que el doncel que lo tuviera puesto no ocultaría nada de si. Precioso. Otro de seda china con pequeñas flores bordadas en el ruedo y en las mangas. También estaban ahí colgados sus corsés, que ahora no usaba. Eran preciosos. Uno negro con pasalistón rojo y botones en forma de corazón decorando al frente despertó su envidia: como si no fuera bastante que los usara así de pequeños los usaba así de bonitos. Cogió un ligero camisón de lino, sin mangas, y desapareció tras el biombo. Juha lo vio colgar su vestido y su fondo de la parte superior del biombo. Imaginárselo desnudo al otro lado del biombo lo hacía ponerse duro. Cuando salió era una visión: el lino blanco trasparentaba sus miembros y sus brazos desnudos, marfilinos, parecían los de una estatua. Se había soltado el cabello, que caía liso y brillante hasta media espalda.

-¿Tienes algo con que pueda cubrirme los hombros? Me da frio… - añadió abrazándose, pero más bien el gesto era pudoroso ante la deleitada mirada de Juha.

-Sí, claro, coge una bata o una chalina…

Kristian tomó una chalina triangular y se la ajustó sobre los hombros. Volvió a sentarse a su lado.

-¿Te… golpeó el hombre?

Juha negó con la cabeza.

-Pero tus manos – las tomó de nuevo – tienes rasguños.

-Me los hice arrastrándome, no podía caminar. Mis rodillas también están así.

Kristian se sintió conmovido: un pobre doncel embarazado, arrastrándose desnudo por un callejón, ¡horrible! ¡Horrible!

Abrazo a Juha. Cuando los criados terminaron de meter la bañera y los baldes de agua les pregunto si tenían ruda y miel. Se las trajeron.

-Levántate el camisón. – ordenó Kristian. Juha lo hizo – Hasta ahí está bien. – indicó cuando lo llevaba a medio muslo.

Era una visión maravillosa la de su amigo, con el pelo rojo despeinado, el escotado camisón y las piernas completamente expuestas. Se arrodilló frente a él, con una jofaina y un paño en el que había envuelto la hierba seca. La metió en el agua caliente y luego la aplicó como una compresa sobre los rasguños y moretones que destacaban en la blanca piel. Notó que había más hacia arriba de los muslos, así que metió la mano de la compresa bajo el camisón, subiéndolo más y más hasta que ya no se pudo. Juha no llevaba ropa interior y eso lo hizo respirar agitadamente.

-¿Me lo quito?

“¡No!”, fue la primera reacción del pudoroso doncel, pero si iba a bañarlo, no podría hacerlo vestido. Asintió, tragando saliva cuando Juha, de pie, se sacó el camisón por arriba. Era tan bello que tardó un segundo de más en darse cuenta que también tenía moretones en el vientre. Le aplicó ahí la compresa, procurando no mirar arriba ni abajo, sólo a su abultado vientre.

-Se movió. – dijo para distraerse de las cosas que estaba fantaseando.

-Sí… - Juha tampoco era indiferente a que el bello pelinegro estuviera tocándolo.

-¿Se mueve mucho?

-Bastante.

-Déjame ver tu trasero. – lo ayudó a girarse. Tenía algunas marcas pero, en realidad, estaba mejor de lo que había imaginado.

-Ah! – Juha gimió al sentirse tocado ahí.

-Lo siento. – Kristian pasó su compresa por las curveadas nalgas del pelirrojo. Luego se levantó, dándose cuenta con vergüenza que su camisón se alzaba escandalosamente a la altura de la entrepierna.– Listo. Entra a la bañera.

La pieza, de madera curtida, era alta y espaciosa.

-Ayúdame. - Lo sostuvo mientras apoyado en él, entraba. – Auch. – se quejó al sentarse.

-¿Te arde el agua?

-No.

-Entonces no hay peligro de infección. Con el bálsamo te sentirás mucho mejor. – Kristian había tomado un producto especial para limpiarse el cabello, mezcla de jabón y aceites, y de pie detrás de Juha se lo aplicaba. Le masajeó la cabeza y luego los hombros. Juha, satisfecho, se inclinaba hacia delante, disfrutando el masaje con los ojos cerrados, y después, del agua tibia que Kristian vertía sobre él, perfumada.

-Kristian – dijo volteándose en la bañera – entra al agua.

Los cabellos le flotaban en torno al pecho, medio tapando la vista de sus pechitos. El agua clara permitía apreciar su cuerpo desnudo. Su mirada era incitante. Kristian se metió con todo y camisón. Se sentó sobre sus piernas en el agua, mirando bajo, a donde el nivel del agua hacia ondular los cabellos rojos sobre los pechitos. Él ya había tenido y sabia lo bien que se sentía que los masajearan. El pie de Juha acarició su muslo y no pudo contenerse más. Acarició su pierna bajo el agua y se acercó a él. Juha también se inclinó. Volvieron a besarse en el agua. El cabello de Kristian se mojaba de abajo hacia arriba, los ondulantes mechones se mezclaban con los del pelirrojo.

Sabía que a veces los donceles solteros practicaban jugueteos entre ellos para desfogar el deseo que ardía en sus cuerpos sin quedar deshonrados, para aprender a complacer a su futuro marido, pero ellos no tenían esa excusa. Ambos estaban casados y seguramente lord Marco se encargaba del deseo de Juha tan bien como Petri del suyo. Juha seguro sabía complacer a su marido mejor de lo que él sabía complacer al suyo. Aun así estaban en esa tina besándose, tocándose. Él no podía retirar las manos de los pechitos del embarazado. Se pegó a él, pero su panza impedía… no quería lastimarlo.

-Juha…

-Estoy bien. – sólo entonces noto que tenía lagrimas deslizándose por sus mejillas. – De verdad. – cuando Kristian le masajeó los pechitos recordó al muchacho, como se los apretaba, el terror que había vivido. Claro que no había comparación entre los apretones del muchacho y el suave toque de Kristian, y así como se había sentido aterrado en poder de aquel, creyéndolo Jack el destripador, se sentía tranquilo y a gusto en compañía de su amigo.

-Tal vez deberíamos terminar esto.

-No, por favor. No quiero llorar cuando Marco me tome en sus brazos. Tengo que lidiar ahora con esta… “afección psíquica”, como la llamaría herr Freud.

Kristian respingo al oír mentar al escandaloso doctor de los histéricos ladys vieneses. Y se atrevía Juha a criticar a su hipnotista.

-Ya veo. Así que me usas como remedio. – dijo más resentido de lo que hubiera querido.

-Sabes que no me gustan los remedios amargos. – lo abrazó cariñoso – Eres el único que puede ayudarme, Kristian, y el único que deseo que lo haga. – Kristian lo miró a los ojos – Sí… - Juha entornó los parpados – me gustas Kristian, - sus dedos subían por su cuello hacia sus labios -eres un doncel muy hermoso y… mi amigo. – acariciaba sus labios y el cosquilleo era insoportable.

Capturó sus dedos y los chupó, mirándolo. Juha ladeó su rostro y lo acercó a su mejilla, besándosela, acomodándole el pelo detrás de la oreja. Bajó a besitos hasta su cuello y volvió a subir, retirando su mano para volver a unir sus labios a los del pelinegro. Se estrecharon. El camisón empapado de Kristian apenas y estorbaba. Juha tanteó tocándolo por abajo y al no encontrar oposición se apoderó de sus nalgas, acariciándolas sobre la tela. Kristian quería caricias al frente así que se separó un momento para quitarse el camisón y arrojarlo a un lado de la tina.

Quedo desnudo, con sus pezones erguidos en medio de su pecho plano como de virgen. Juha lo acarició, tratando de imaginar cómo se vio cuando tenía pechitos. No importaba, era muy bello así como estaba ahora. Le frotó un pezoncito y llevó sus labios al otro jugando a ser varón, pero su toque era de doncel. Se lo lamía suavemente y lo frotaba entre sus labios más que chuparlo. Kristian llevó la mano entre sus piernas y empezó a masturbarse. Juha lo notó y lo imitó con la mano libre.

Jugueteó con su otro pezón antes de subir de nuevo besando esa piel deliciosa hasta sus labios, fundiéndose en un beso apasionado pero delicado. Juntaron sus torsos lo más que pudieron y Kristian llevó su mano al pene de Juha y la de Juha a su pene. Masturbarse bajo el agua era un poco más difícil, pero placentero.

Kristian se metió entre las piernas de Juha, empujándolo hacia atrás hasta dejarlo recargado en la pared de la tina con el agua al cuello, renunciarlo a besarlo para poder masturbar sus penes juntos estando el de rodillas entre sus piernas. Era placentero pero Juha quería más.

-El agua esta fría, salgamos.

Kristian asintió, lamentándose por que creyó que lo dejaría insatisfecho. Pero en cuanto se secaron con las toallas Juha se recostó en la cama, de ladito, alzando una pierna y volviendo el rostro le dijo:

-Es hora de que me pongas ese maravilloso bálsamo.

Kristian sintió que le temblaban las piernas: Juha estaba ofreciéndosele. Se acercó, desnudo y empalmado, y cogió el pomito.

-Solo tomas una porción generosa, como del tamaño de una avellana, y con uno o dos dedos la untas bien, adentro, hasta que se absorba…

Estaba acostado detrás de él, con el dedo encremado cerca de su trasero.

-Enséñame… - gimió Juha.

Cuidadoso, atento al gesto del pelirrojo, Kristian le introdujo el índice. Juha apretó los labios y cerró los ojos en un gesto adolorido. Kristian se excitó aún más. Terminó de meterle el dedo, después de todo, lo estaba curando…

-Se siente bien. – susurró Juha.

-¿Verdad que sí?

-Sí, se siente alivio, como fresco y… ummm.

Kristian estaba untando bien el bálsamo con su dedito, dentro y fuera, girándolo dentro.

-Ponme un poco más, trata de llegar más hondo.

Kristian besó su hombro y le aplicó más ungüento, con otro dedo. Era la primera vez que le metía mano a otro doncel y vaya si le estaba gustando. Pego su pecho a su espalda y siguió besando su hombro, su cuello, su mejilla mientras con su dedo aliviaba al pelirrojo. Este lo sentía bien, pero en realidad estaba lastimado, así que cuando sintió que el bálsamo se había absorbido empujó con el trasero a Kristian.

-Ahora esa crema – señaló un pomo grande en su tocador – la usó en todo el cuerpo.

El pelinegro asintió y fue por ella. Tenía un suave perfume de jazmines. La frotó en las manos para calentarla y empezó a untársela a Juha sobre los pechitos. Luego sobre el vientre, los muslos, las nalgas, ¡oh! Llevaba tanto tiempo empalmado que comenzaba a dolerle. Pero cuando terminó de ungirlo Juha cogió la crema y se puso a ungirlo a él. Sus caricias eran deliciosas. Gimió cuando pasó cerca de su pene pero el pelirrojo pasó de largo, dispuesto a continuar con su tormento: lo acostó bocaabajo y se puso a masajearle la espalda, las nalgas.

Juha disfrutaba de tocar sus carnosas, redondas y apetitosas nalgas. Kristian tenía un trasero que cualquier varón desearía. Él lo deseaba, y no era un varón. Toqueteó el interior de sus nalgas y en el colmo del atrevimiento pasó su lengua sobre su orificio.

-¿¡Que!? – Kristian respingó.

-Solo quiero lamerte – lo tranquilizó Juha - ¿Tu marido nunca lo ha hecho? Es delicioso. – seguía acariciándole las nalgas.

Esa era una pregunta muy íntima.

-Sí… - respondió apenas audiblemente.

Juha volvió a lamer su entrada y Kristian no se opuso más. Se alegró de ello a los pocos segundos, pues la lengua de Juha era igualmente suave y delicada en su culito como lo había sido en su boca. Lo lamía con dedicación, con paciencia, saboreándolo, piqueteándolo a ratitos con su lengua dura, presionando luego en una larga y húmeda lamida. Relajado pues no había peligro siendo ambos donceles, Kristian disfrutaba de lo que Juha le hacía sentir.

El pelirrojo estaba encantado de hacerle eso a su bello amigo. Encontraba placentero estarlo lamiendo, sentirlo vibrar de placer por lo que le hacía. Metió su mano bajo su cadera y Kristian la levantó, apoyándose en las rodillas para que pudiera masturbarlo. Ahogaba sus gemidos contra la colcha, babeándola. Jamás hubiera creído que un doncel pudiera hacerlo sentir tanto placer. Juha continuó hasta que sintió los fluidos del pelinegro empapar su mano. Entonces se recostó y en cuanto el otro lo miró le pidió que se la mamara.

Kristian se acomodó perpendicularmente a Juha, apoyando su codo entre sus muslos para llevar su pene dentro de su boca. Juha gimió al primer contacto de esa lengua caliente y mojada que serpenteaba sobre su miembro en tanto los labios se cerraban más cerca de su pubis, subiendo hasta casi tocarlo y bajando hasta la mitad, lamiendo, frotando con sus labios sensuales, chupando después, sacándolo de la boca para lamer solo la puntita, la parte más sensible que hacía que le costara trabajo contener sus gemidos. Si gemía demasiado fuerte Marco acudiría a ver si todo estaba bien y si, lo estaba, pero en un modo que prefería no compartir con él.

Con la mano cuyo brazo no tenía flexionado, sosteniéndose, Kristian acariciaba un pechito de Juha. Le habían encantado, se comprimían tan deliciosamente bajo su palma, eran tan suaves al tacto…

-Aah, aaah, aaaahh! – Juha se corrió en su boca, inundándosela con sus dulces fluidos.

Kristian se los tragó y se aseguró de dejar bien limpio su pene. Luego se acostó a su lado y volvió a besarlo, acariciándolo en los hombros, en los brazos, siendo correspondido por el ardiente pelirrojo.

-Tu piel es tan suave. – le dijo, besándole la clavícula.

-La tuya también. – respondió, recorriendo desde su cadera hasta donde alcanzo de sus muslos – Eres tan hermoso Juha.

-Tú también Kristian, Petri es muy afortunado por tenerte.

-Y Marco a ti. – Kristian se soltó del abrazo. Se sintió un poco culpable al oír mentar a Petri.

-¿Qué pasa? – Juha le acarició la mejilla.

-No… ¿no crees que acabamos de serles infieles a nuestros maridos?

-No creo. – respondió deslizando su dedo por el pecho de Kristian – Sólo jugueteamos un poco, ni siquiera nos penetramos…

-¡Juha! – exclamó escandalizado Kristian.

-¿Qué? – replicó este, divertido – Somos donceles, no cuenta.

-Eso sí cuenta.

-¿De verdad? Estamos casados Kristian, lo que teníamos que guardar nuestros maridos ya lo han tomado, cientos de veces. No pierden nada.

Kristian seguía mohíno, sin convencerse. Juha lo besó de nuevo, a la francesa. El pelinegro cedió y volvió a ponerle las manos encima.

-Esto está bien – le dijo cuando besuqueaba cerca de su oreja – besarnos y acariciarnos.

-¿Y lamernos atrás y adelante?

-Sí. Hasta meternos los dedos, pero el único hombre que va a poseerme es mi marido, y tú deberías hacer lo mismo.

Juha puso carita triste.

-Así lo deseaba pero…

-¡Oh! Lo siento, no quise decir…

-Está bien. Sé que quisiste decir, y te lo agradezco. – lo besó, pero en la mejilla – Gracias. Ya me siento mejor. No lloraré cuando Marco vaya a hacerme suyo.

-Me alegro mucho. – Kristian le devolvió el beso en la mejilla. Se levantó y ambos donceles se ayudaron a vestirse mutuamente. Juha estaba demasiado débil para apretarle bien el corsé a Kristian pero este habría lucido regio hasta sin corsé. – Juha – le dijo al final – hazme salir por la puerta trasera, no podría ver a tu marido a la cara hoy.

El pelirrojo asintió y lo acompañó hasta la puerta trasera. No entró a la casa hasta verlo tomar un coche de alquiler. Encontró a Marco en la salita.

-¿Qué haces de pie?

-Acompañé a lady Kristian a la salida.

-¡Juha! Debiste hablarme. Vamos, a la cama. – lo cargó.

-¡Oh! No podemos ir a la cama. – lo miró a los ojos. – No aún.

-Quien piensa en eso. – le besó la frente – Lo importante es que te cures y… te sientas tranquilo.

-Me siento tranquilo. Me hizo bien pasar tiempo entre donceles con Kristian.

Marco sonrió, recordando que los vio besarse. Diablos, le habría gustado ser papel tapiz de esa habitación.

-Me alegro. Entonces, ¿Cuántos días tendremos que esperar para ir a la cama?

-Unos tres, tal vez menos… - respondió apretándose para ver cómo se sentía.

-Que sean tres. No quiero lastimarte.

-¡Oh, ese bálsamo es maravilloso! – aseveró lady Juha.

 

Fin

 

Notas finales:

No estoy muy segura sobre dejar esto publicado. Creo que no llega al estandar de calidad literaria que me exijo para publicar. Si no me convenze lo quitare.

Bueno, aun falta la tercer aventura de lady Juha, la que ya les habia adelantado seria sobre la reunion de los Norther kings en Egipto. Ya tengo las notas y he trabajado en la historia, espero sacarla antes de junio.

Y... ¡voy a ver a Wintersun en vivo!!! :D!!!

Kiitos!


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