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Akai por Paz

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Notas del capitulo:

Kaede en el fondo es un niño alegre...

Akai

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko

By Paz

Capítulo II: Pobre niño rico

 

Kanagawa. Año 1983

El niño correteaba por el parque feliz, alzaba sus brazos en forma de cruz girando sobre si mismo, con la barbilla alzada para sentir el calor del sol en su carita, su mirada chispeaba con la alegría propia de la niñez, sus cabellos negros caía sobre sus ojos, con un gesto típico de él los apartaba de su rostro, más enseguida volvían a caer sobre su frente y entonces los olvidaba y dejaba que cayeran a su aire.

Su cuidadora veía como el pequeño salía corriendo por delante de ella apenas soltó su mano, dejándola muy atrás.

-Kaede... no corras que no puedo seguirte.

El niño se volvió al escuchar su nombre, viendo como su aya intentaba alcanzarle, al principio rió al ver sus pasos saltarines, como el buen niñito que era se detuvo a  esperarla.

La mujer llegó sin aliento a su lado, su excesivo peso le impedía seguir el vivaracho ritmo del niño. Comprendía como debía sentirse, en esa inmensa casa, donde su madre enferma, solo ansiaba tranquilidad y silencio, con un padre exigente que no toleraba el alegre carácter de su hijo tratándole con excesiva dureza y castigando sus menores travesuras, intentando hacer del niño a su imagen y semejanza.

Aquellos momentos, en el parque era donde realmente el pequeño se sentía contento y podía hacer lo que quisiera sin nadie que coartaran su libertad, ni le presionaran para ser lo que no era. Ella comprendía la soledad de su pequeño, se lo habían entregado a los pocos días de nacer y solo conocía sus brazos y sus caricias. Todas las mañanas después del desayuno llevaba al niño para que viera a su madre, quien enseguida se cansaba de su parloteo y exigía que se lo llevaran, también la veía al atardecer, antes de acostarle, sus afanes por conseguir el amor de su madre quedaban relegados por el poco interés que la mujer mostraba hacia su hijo. 

El cariño que ella sentía por el niño era inmenso, más sabía que no era suficiente, a pesar de su corta edad, Kaede era consciente que un día ella se marcharía y no tendría a quien recurrir en caso de necesidad, por eso cuando le sacaba al parque durante dos horas bajo su atenta mirada le permitía hacer todo aquello que en su casa le estaba negado, jugar y reír, comportarse como el niño que era.

Aquella tarde, mientras ella esperaba sentada en un banco, el pequeño Kaede, correteaba detrás de su pelota, una de las veces la pateó excesivamente fuerte y el balón se metió por debajo de unos arbustos, el niño se fue a buscarla bajo la atenta mirada de su aya.

-Vuelve enseguida... –le recomendó- ya es hora de irnos.

El niño se internó por los arbustos, empezaba a creer que había perdido su pelota cuando la vió, se agachó para acercarse lo más posible y estiró la mano para agarrarla, de pronto, vió como un perrito posaba sus patas delanteras sobre la pelota y juguetón la apartaba más aún de su alcance.

-¿Quieres jugar perrito? Alcánzamela... –pidió estirando nuevamente su mano, se la acercó un poco más como si comprendiera sus palabras, más no lo suficiente para llegar hasta ella. Riendo se sentó en el suelo, esperando ver que hacia, no parecía muy decidido a acercarse, del bolsillo de su abrigo sacó una chocolatina y la abrió mostrándosela, tratando de atraerle a su lado.

El cachorrillo que estaba muy hambriento, inclinó la cabeza hacia un costado, mirando con ansia hacia la comida, luego hizo rodar la pelota hacia el niño y se acercó despacio a la mano donde estaba el trozo chocolate, de un bocado se lo zampó, relamiéndose el morro con satisfacción.

-Te ha gustado, perrito. –se fijo que no debía tener dueño porque no llevaba collar- Eres un bonito perrito, me gustas, ¿quieres quedarte conmigo? Te pondré un nombre -acarició su lomo, de un pelaje rojizo, con suavidad. El cachorrillo ronroneó contento y agradecido por el ofrecimiento lamió su mano donde aún quedaba el sabor del chocolate, le miró con ojitos tiernos, pidiendo más- Toma... –le ofreció otro trozo y otro hasta acabar la tableta. –el cachorrillo olisqueó el bolsillo donde había estado guardado, Kaede riendo ante la inteligencia de su perrito, lo tomó en brazos y lo acercó a su rostro riendo, su mejilla entró en contacto con el frío morro del cachorrillo- Eres un perrito muy listo, Akai. ¿Te gusta? –un ladrido feliz fue la respuesta del cachorro y un lametazo a su mejilla que le dejo un rastro de chocolate en la blanca tez del niño.

-¡Kaede!  Ven... tenemos que irnos.

-No ladres...., tienes que estar muy calladito. -le susurró mientras abría su abrigo y le escondía entre su camisa y su cuerpecillo- Quédate quieto, así podré llevarte a casa.

El cachorrillo se sentía tan calentito y a gusto allí que enseguida se quedo dormido.

Su aya al ver su mejilla sucia de chocolate, se apresuró a limpiarle, sin fijarse en el sospechoso bulto que la pelota no podía ocultar.

<º))))))><

-¿Qué significa esto?  -la voz airada de su padre lo sobresaltó.

Temblando el chico se alzó del suelo con Akai en sus brazos, estrechándolo contra su pecho, en un vano intento de protegerlo de la ira de su padre.

-Qué te dije acerca de tener animales en casa. ¿Eh? ¡¡Contesta...!! –se acercó a su hijo sacudiéndolo por el hombro.

-¡Es mío!  -el niño tuvo un instante de valor.

-¡¡¡Tuyo!!!!  -esa palabra lo soliviantó, le recordó una vez más que el padre de su mujer nunca aprobó su matrimonio. No fue ni complicado ni difícil enamorar a la única hija de Rukawa Takeo, había sabido engatusar bien a su madre, que solo veía lo que él quería. Su padre en cambio fue un hueso duro de roer,  los primeros años si vivía allí era por el amor que ella seguía sintiendo por él a pesar de su enfermedad, su esposa seguía amándole, una mujer débil que solo fue capaz de darle un hijo, y que este, indirectamente le arrebató lo que más deseaba, riqueza y poder, más también eso le estaba negado, ni él ni su esposa verían nada de esa inmensa fortuna, el viejo se había asegurado bien, primero arrebatándole a su hijo, que llevaba el  apellido de la familia Rukawa, verdad es que recibió una generosa suma por su renuncia, pensando que más tarde se resarciría de todos los desplantes que ese viejo tenía con él, lo inesperado llego cuando se produjo su fallecimiento, sus ansias de poder se esfumaron cuando se enteró que todos sus bienes estaban a nombre de su hijo, ese pequeño desgraciado le había arrebatado lo que por derecho propio era de su madre, una fortuna donde pensaba meter sus codiciosas manos. Sin embargo, solo era un empleado más, si bien ocupaba un alto cargo en la empresa, no tenía el don de tomar decisiones, otros lo hacían en nombre de su hijo.  Se aseguraría que el niño fuera una continuación de si mismo, solo así cuando pudiera disponer de su herencia, podía echarle mano a esos millones.

Un ladrido le sacó de su abstracción.  La ira regresó a sus ojos. El animalito escapó de los brazos que le cobijaban, raudo fue hacia él y sin una duda clavó sus colmillos en su tobillo.

-¡Kisama! –gritó sacudiéndoselo de encima con una patada que le lanzo lejos de él con un lastimero ladrido.

-¡¡Akai!! -Kaede corrió hacia Akai tomándolo nuevamente en sus brazos, acariciándolo con ternura donde había recibido el golpe.

Tomándole desprevenido, sin contemplaciones, le arrancó de sus brazos al perrito y lo arrojó por la ventana, considerando que estaban en un quinto piso no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir.

-¡¡¡¡NOOOOOO AKAAAAAIIIIIIIII!!!!!!! –gritó el chiquillo llorando ante la inevitable muerte de su perrito.

-¡¡Cállate ya!!! –le sacudió una y otra vez, finalmente, cansado de oírle sollozar e hipar con desconsuelo, pronunciando una y otra vez el nombre del maldito perro, seguro que le había contagiado la rabia, le dolía donde los afilados colmillos se le habían clavado. Le arrastró por la vivienda, llevándole asido por el cuello de su chaqueta, zarandeándole, sin importarle que el chiquillo se estaba ahogando con su propia camisa que se clavaba en su cuello,  solo le soltó cuando llegó al cuarto oscuro expresamente preparado para él y donde pretendía dejarle encerrado- Te quedaras aquí hasta que te calmes.

-¡¡Aiteyu!!  Era mío... era mío... –sollozaba Kaede pretendiendo golpear con sus pequeñas manos al hombre que le había arrebatado a su querido Akai... a su único amigo. Más este le sujetaba por los cabellos manteniéndole fuera de su alcance, tironeando de ellos, aún así el chiquillo no parecía ser consciente del dolor. Tenía que reconocer que tenía valor, más él se lo arrancaría aunque fuera a golpes, cuando acabara con él seria una marioneta a la que podía manejar a su antojo, decidió que ese era un buen momento para disciplinarlo. Kaede soportó el castigo en silencio, sus ojos se secaron, no consiguió de él ni un grito, ni un gemido, solo el silencio.

Despechado por su terquedad, acabo dejándole tirado en el frío suelo. Kaede permaneció allí durante una semana, la misma cantidad de días que había conseguido pasar  junto a su querido Akai. Su única comida era una sopa aguada y pan reseco. Su aya fue despedida por permitirle tener al cachorro y en su lugar apareció un tutor que castigaba con dureza sus errores.

Al principio recordaba a menudo a su perrito, y solo ese recuerdo arrancaba lágrimas en sus ojos azules que se opacaron, perdiendo su natural alegría, el tiempo y el dolor endureció sus sentidos y nunca más entregó su cariño a nadie, ni tampoco consintió que alguien o algo pudiera acercarse a él hasta esos extremos, tampoco se permitió llorar. Su corazón se endureció ante el dolor.

Continúa…

Notas finales:

Un triste final para este capítulo...

 

Glosario de Japonés

Akai: Rojo

Aiteyu: te odio.


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