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El salón de artes plásticas por Naniimine

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Notas del fanfic:

 

 

Notas del capitulo:

¡Hola! ¿Qué tal? Mmmm... Debería estar escribiendo el capítulo diecinueve del "Amo" pero heme aquí cumpliéndole otro capricho a mi adorada Eruka Frog. Como sabran (quienes la conocen, claro) ella es amante de esta pareja tan rara (a mi todavía no logran convencerme), pero como ella se toma la molestia de corregirme todos mis fics, de alguna manera tengo que agradecerle ¿No?

Aun así hice que lo leyera antes de publicarlo, no estaba segura si quiera de hacerlo, no terminaba de convencerme del todo. Pero va ella y esta mañana me deja un mensaje en el muro del fb regañándome porque no lo había publicado xD...

Advertencias: Naruto ni ninguno de sus personajes (Gaara, Sai, Sasuke, elresto) no me pertenecen, todos son creación EXCLUSIVA del gran Masashi Kishimoto. La historia que acá se expone no tiene ningún tipo de relación con el manga/anime (ni con su relleno) de Naruto. Todos los derechos reservados.

OoC Moderado a Severo. Favor abstenerse a leer si esperan conseguir a un Gaara Kazekage o un Sai Anbu.

 

Debido a la temática que suelo utilizar en la mayoría de mis fics, me pidió que fuese un BDSM en el que ambos personajes estuviesen de acuerdo (Esto fue hace tiempo, capaz y no fue así Dx)... Y esto fue más o menos lo que me salió... 

(Lemon, lemon y más lemon. Me estoy vendiendo de una manera tan baja... No hay mucho argumento aquí, por favor LEAN UN LIBRO. NO LEAN FICS)

Moverse con fluidez resultaba una acción difícil de ejecutar debido a las sogas que apretaban su cuerpo por debajo de su ropa, cada amarre rozaba su piel estimulando todos sus receptores nerviosos, respiraba lentamente mientras intentaba concentrarse en esa jodida clase de literatura sin tener mucho éxito. Ya había partido la vara de grafito de su portaminas diez veces por afincarla más de la cuenta, y sus dedos sudorosos no ayudaban a darle la estabilidad suficiente a su escritura; el hiragana y los kanjis no estaban saliéndole muy claros.

Cuando acabó la clase esperó a que todos salieran pero como siempre sus compañeros se quedaban para invitarlo a salir a algún karaoke o a los videojuegos, cosas que haría cualquier chico a la edad de quince luego de salir del colegio.

-¡Gaara! –exclamó uno de los más alborotados del salón- ¿Esta vez irás con nosotros?

“Mantén la voz firme”

-No Naruto –dijo más bajo de lo que quería sonar-, hoy tengo cosas que hacer.

“Joder”

-¿Te pasa algo malo? –preguntó Naruto viéndolo desconcertado con sus grandes ojos azules- Tienes las mejillas rojas y –le colocó la mano en la frente-, parece que tienes temperatura ¿Te acompañamos a la enfermería?

Escuchó el retumbar de su corazón contra sus tímpanos y abrió los ojos desmesuradamente mientras la respiración se le cortaba. Contacto físico… eso era lo menos que quería.

Sacudió la mano de Naruto hacia un lado y tomó sus cosas apresuradamente soltando un gemido que tragó con todas su fuerzas en lo profundo de su garganta. Sin decirle ni una sola palabra a los tres presentes que estaban a su lado, salió corriendo sin ni siquiera tomar el libro de notas de biología que dejaba en la gaveta de su escritorio.

-¡Gaara! ¡Espera! Dejaste tu… -lo vio desaparecer por la salida del salón y suspiró- cuaderno.

Que importaba ese estúpido cuaderno en un momento como ese. Se encerró con seguro en el baño lanzando sus pertenencias en el camino para casi arrojarse a los lavabos, y con manos temblorosas abrió la llave del agua tomando directamente de la misma grandes cantidades para después meter su cabeza directamente bajo el chorro. Soltó otro gemido ahogado cuando esa posición ajustó las sogas contra su piel y apretó sus manos mientras cerraba sus párpados con fuerza.

-Joder –dijo en un hilillo de voz. Aquello era demasiado para él.

Se enderezó rápidamente cuando escuchó como abrían la puerta del baño, supuso que los estudiantes habrían conseguido la llave con el conserje al encontrarlo cerrado. Tomó todo el aire que pudo en sus pulmones y lo soltó inmediatamente al darse cuenta que aquello había sido una mala idea; la expansión del tórax con la inspiración había apretado más los amarres contra todo su tronco y pelvis. Estar así era el peor castigo que hubiese recibido jamás.

Se giró manteniendo el equilibrio y la cordura de su mente para tomar su maletín que había dejado tirado en alguna esquina y salir, no quería encontrarse con nadie ni hablar con nadie. Pero se detuvo en seco cuando lo vio entrar.

-Sensei… -susurró apretando su puño.

-Sabaku-kun ¿Qué hacía encerrado en este lugar? –preguntó el profesor arqueando la ceja mientras se acomodaba los lentes-. Unos estudiantes fueron a mi salón a preguntarme si tenía llave del baño de los chicos porque no conseguían al conserje ¿Por qué no les abriste?

-Sensei –repitió viéndolo con ojos de súplica.

El profesor de arte le sonrió discretamente.

-¿Te encuentras bien? –se cruzó de brazos.

-Joder, no se haga –apretó los dientes mientras se le acercaba.

Una mirada de advertencia dada por aquel hombre le hizo detener sus pasos bruscamente haciéndole bajar la mirada de inmediato.

-Sabaku-kun, no es muy bien visto que un chico se encierre en el baño por tanto tiempo –se giró y caminó hasta la salida.

-Sai-sensei… -susurró en un hilillo de voz.

El profesor sólo sonrió y salió sin decirle más ninguna palabra dejándolo solo nuevamente. A Gaara se le empañó la vista rápidamente dejando caer un par de lágrimas por sus mejillas en menos de un segundo, se llevó las manos a los ojos  y presionó sus dedos contra sus párpados mientras su frustración, el estrés, la rabia y la excitación se mezclaban dentro de su cuerpo causándole más corrientes que acababan en su miembro.

“Y no debes volver a correrte sin que yo lo diga ¿Entendido?”

Sollozó por lo bajo y tomó su maletín maldiciendo internamente a ese sujeto. Su profesor de arte era el diablo en personas, jamás debió creerle a esa sonrisa falsa luego de aquel incidente.

 

 

 

Las clases habían terminado y todos los salones y pasillos estaban desolados. Gaara había sido el último en irse porque ese día era su turno de quedarse arreglando el laboratorio de química; mala suerte que esa tarde el experimento de Naruto y Sasuke, dos amigos suyos, había explotado y dejado un desastre en la mesa número siete. Sasuke estaba molesto y Naruto se disculpaba por millonésima vez con el primero, con él y con todos en el salón. No tenía remedio, nadie se sorprendía del alborotador número uno del instituto.

-Gaara, yo te ayudo a limpiar, descuida.

-No te preocupes, luego me las cobraré

Aunque en ese momento se arrepentía de haberle dicho a su rubio amigo que se fuera, no quería quedarse a solas con el chico; Sasuke parecía a punto de darle una parálisis facial cuando Naruto se ofrecía ayudarlo. Bufó por lo bajo y negó por la cabeza, era tan inverosímil que casi todo el salón supiese las verdaderas intenciones de Sasuke con Naruto menos el último. Bueno, es que… Se trataba de Naruto.

Eran las seis y cincuenta de la tarde para cuando dejó todo ordenado; él y su manía con el perfeccionismo. Tomó su maletín y caminó directo a la salida. Las luces de los salones estaban apagadas y sólo algunos de los pasillos estaban iluminados, cuando estaba a punto de bajar la ultima escalera que lo llevaría a la planta principal y a la salida, escuchó un extraño ruido proveniente de ese mismo pasillo; parecía que algo se había caído y de no haber sido por aquel sollozo que le llamó la atención, no le hubiese importado. Caminó con precaución hasta el origen de ese sollozo y entonces comenzó a distinguir una voz, parecía la voz de uno de sus profesores pero no recordaba de quien era.

-¿No era esto lo que me estabas rogando?

-Sai, para…

Pegó su oreja a la puerta con mucho cuidado de no hacer ruido, quería entender aquellas palabras amortiguadas por la madera. Estaba seguro de haber escuchado “Sai”. Sai era su profesor de arte, un hombre alto de cabello azabache e intensos ojos negros, el color de su piel era mucho más blanca que la de él y tenía una personalidad enigmática. Siempre escuchaba a las chicas suspirar por ese tipo, e incluso a varios de sus compañeros deliraban por el amable y apuesto profesor de arte. A él en cambio, le parecía una persona poco confiable.

-Te podría dejar así como estás aquí hasta mañana.

-No te atreverías.

-Estás demasiado hablador hoy ¿No crees? Si tanto odias estar así, ¿Para qué vienes a buscarme entonces con otros planes? Tú sabes como a mí me gustan las cosas, y en este ámbito yo soy quien manda.

-Espera, ah… -escuchó gemir al otro y se tapó la boca para no dejar escapar aquel sonido de sobresalto que estuvo a punto de soltar

¿Qué rayos era lo que le estaba haciendo Sai a esa otra persona?

-¿Ves? Yo te di oportunidad de ser libre de esta relación a la que tú llamas enferma. Aunque así como estás, duro y con tu culo contrayéndose necesitado, no sé qué debo pensar.

-Sai… Ya, deja de jugar.

-¿Quién está jugando?

Gaara escuchó pasos acercándose hasta la puerta y echó a correr hasta la esquina contraria a las escaleras para esconderse. Respiraba agitadamente mientras se tapaba la boca con fuerza tratando de callar su hiperventilación por esa carrera y por lo que acababa de escuchar ¿Qué era lo que estaba sucediendo allí dentro?

Se quedó quieto escondido en ese lugar y agudizó el oído esperando escuchar la puerta abrirse y luego cerrarse.

-Buenas noches, señor subdirector –le escuchó decir y quedó en completo shock por aquello-. Trate de no hacer mucho ruido en la mañana para que ninguno de los estudiantes se le ocurra entrar acá. Y descuide, yo hablaré con su esposa.

Gaara no daba cabida a lo que escuchaba pero se quedó ahí como estatua, sin moverse y con su respiración casi anulada. La puerta se cerró y estuvo atento escuchando los pasos alejarse por el pasillo rumbo a las escaleras, cuando no lo escuchó más se asomó con cautela comprobando que el corredor estaba vacío y ahí fue cuando con la misma precaución que lo había mantenido oculto en esa esquina, fue acercándose a la puerta del salón de artes plásticas. No se veía la luz encendida por la rendija de la puerta y colocó su mano en el pómulo de la misma dispuesto a abrirla, sin embargo se detuvo.

¿Qué era lo que estaba intentando hacer?

¿Pretendía ayudar al subdirector? ¿A ese hombre mal encarado que odiaba?

Sea lo que sea le estuviese haciendo su profesor de arte probablemente lo tenía bien merecido.

Aunque así como estás, duro y con tu culo contrayéndose necesitado, no sé qué debo pensar…”

Se sonrojó cuando recordó esas palabras y su cuerpo se tensó por ese pensamiento, ¿De verdad estaban haciendo cosas de implicación sexual? Eso violaba todas las reglas de cualquier colegio, incluso si se trataba del subdirector y un profesor. Tenía curiosidad, de verdad quería ver qué era lo que su profesor le había hecho a ese hombre.

-No son horas para que un estudiante de tercer año ande rondando por el colegio.

-Sai-sen…

Se sobresaltó y lo atraparon entre un brazo cubriéndole la boca con una mano.

-Quietecito –murmuró Sai-, si el subdirector se entera de esto va a expulsarte.

Se quedó paralizado y arrugó el ceño ¿No era al contrario? Sabiendo lo que él sabía ya, podría acusarlos a los dos con el director por hacer cosas prohibidas en la institución. Pero la corriente de su pensamiento fue colapsada cuando sintió la mano de ese hombre sobre sus genitales.

-Anda, pero qué tenemos aquí –le tomó del brazo y negó con la cabeza tratando de quitárselo de encima.

-Descuida Sabaku-kun, yo no voy hacerte nada –murmuró dejando de tocarlo-, sólo quería comprobar que sí entendiste la situación allá dentro. Adoro los adolescentes y su explosión hormonal, es tan artística.

Gaara no quería hacer demasiado ruido pero tampoco quería tener al profesor tan cerca de él y aun tapándole la boca, intentó quitarse la mano de la misma sin obtener mucho éxito.

-Espera ¿No quieres echar un vistazo? ¿Acaso no era eso lo que querías hacer?

Su corazón se aceleró mientras su cuerpo se paralizaba, algo bastante contradictorio cuando lo que quería era correr de ahí por la vergüenza e incomodidad que le estaba causando aquella sensación, y ahora que lo pensaba ¿El profesor de arte le acababa de tocar el pene?

-Quietecito y calladito –dijo mientras abría con mucho cuidado la puerta del salón del profesor.

Los ventanales del aula de artes plásticas daban hacia el pequeño bosque trasero del instituto, y esa noche la luna clara iluminaba lo suficientemente bien como para detallar el interior del salón. Abrió sus ojos desmesuradamente y sintió como era aprisionada su boca para que no hiciera ningún ruido; el subdirector estaba desnudo y atado a una silla con las piernas vulgarmente separadas y flexionadas hacia los lados de los brazos de la misma, parecía estar cubierto con muchas sogas alrededor del cuerpo. El hombre estaba vendado de los ojos y respiraba sonoramente mientras se agitaba intentando soltarse de los amarres, por un segundo se quedó en silencio y quieto.

-¿Quién, está ahí? ¿Sai? ¿Sai eres tú? Hijo de puta –decía entre dientes volviéndose a agitar.

Gaara había sentido que habían sido descubiertos, pero Sai parecía tenerlo todo controlado pues volvió a cerrar la puerta con mucho sigilo sin hacer ningún ruido. El mayor atrajo su paralizado cuerpo hacia él alejándolo de la puerta lo suficiente como para soltarlo.

-Usted está demente –susurró molesto acomodándose el morral-, ¿En serio lo va a dejar ahí hasta la mañana? ¿Atado… de esa forma? –se sonrojó fuertemente al recordarlo.

Sai le sonrió inocentemente y asintió.

-¿Qué clase de persona es usted? –rechinó los dientes- ¿Acaso cree que voy a quedarme así sin decir ninguna palabra? Esto está prohibido, rompe todas las reglas, es una completa perversión.

Sai atrapó al pequeño pelirrojo contra la pared deteniéndolo de los hombros y volvió a sonreírle. El mayor se le acercó lo suficiente al rostro como para sentir el cálido aliento del mismo contra la nariz y la boca.

-Dime Gaara-kun, ¿No deseas que haga algo al respecto con tu problema ahí abajo?

El chico sonrió de medio lado. Estaba comprobando lo que ya pensaba de ese profesor, una persona falsa que además no parecía tener escrúpulos.

-¿Está comprando mi silencio de esa manera vulgar? No soy una mujerzuela de esas que mataría porque usted le de atenciones.

El profesor deslizó su mano por el pecho del pelirrojo muy lentamente hasta llegar a la protuberancia que atrapaba el pantalón escolar, le apretujó muy suave entre sus dedos y lo masajeó lentamente.

-Lo sé. Pero eres un adolescente, y los adolescentes siempre están necesitados y curiosos de sexo.

Gaara le sostuvo la mano para detenerlo.

-No, está equivocado conmigo –susurró. Tenía las mejillas calientes y podía sentir su corazón cerca de la garganta-. Ya le dije que…

Abrió sus ojos sorprendido al verse atacado por los labios del profesor. Aquel hombre le mordisqueaba sin pena alguna mientras continuaba masajeando su sexo, e intentaba innumerables veces de meterle la lengua. No sabía cómo reaccionar, estaba tan choqueado que apenas y comprendía que ese era su primer beso, beso que estaba siendo robado por un profesor pervertido y pederasta. Colocó sus manos en el pecho contrario para empujarlo pero sus piernas temblaron cuando la mano del mayor se coló dentro de su pantalón agarrando sin pudor su pene.

-Apenas estás en desarrollo, que tierno –susurró contra los labios contrarios mientras lo masturbaba-. Pero adquirirá buen tamaño con el tiempo –rió por lo bajo volviéndolo a besar.

¿Qué demonios? ¿Cómo estaba permitiendo que eso sucediese?

Que vulgar.

Que vulgar.

Que vulgar.

-Que… vulgar –soltó en un hilillo de voz mientras apretaba la camisa del profesor entre sus puños-. Ya déjeme… Por favor.

-¿Seguro que quieres que pare? –le susurró sensualmente contra el oído mientras continuaba masturbándolo. Aprovechó la cercanía del cuello para morder y lamer aquella zona.

Sai sonrió cuando escuchó aquel inocente gemido reprimido del pelirrojo, y volvió a tomarlo de los labios sin dejar de masturbarlo lentamente. El menor negaba con la cabeza intentando alejarse pero Sai simplemente sabía dónde tocar para desarmarlo y dejarlo desprotegido y manejable.

-Puto… pedófilo –gruñó cuando los labios de Sai volvían a estimularlo a través de la piel del cuello.

-Yo lo llamaría efebofilia. Los niños son muy fáciles –rió-. Los adolescentes son más interesantes.

-Deténgase –dijo volviéndolo a tomar del brazo-, no haga esto. No voy a informar, de esto, al direc-tor –agregó con voz entrecortada-. Pero, deténgase.

-Si quisieras que me detuviera harías más resistencia –murmuró contra su oído-. No te estoy reteniendo.

Gaara se mordió el labio y cerró los ojos fuertemente negando con la cabeza. Sai tenía razón, no lo estaba deteniendo de ninguna forma y él solo estaba dejándose tocar indecorosamente por el contrario.

No. Eso no le gustaba, no le gustaba, no le gustaba.

-Para –dijo agarrándole el brazo con más firmeza deteniéndolo.

Sai se sorprendió por esa acción y luego sonrió, comenzó a presionar ligeramente el pene del chico haciéndolo encorvarse, repitió lo mismo varias veces.

-¿Tú, de verdad quieres que me detenga? Un chico virgen como tú no debería tener tanta resistencia.

-Sai-sensei, por favor…

Sai acentuó su sonrisa y se detuvo alejándose luego de él. Se quedó observándolo detenidamente mientras el chico respiraba entrecortadamente y daba ligeras sacudidas.

-Bien –dijo metiéndose las manos en los bolsillos-, bien. Sólo por esta vez dejaré pasar este incidente. Pero no quiero verte fisgoneando por este lugar a deshoras, quiero que mantengas tu boca cerrada y finjas que nada de esto paso. Jamás viste al subdirector, jamás me viste a mí y jamás sentiste lo que acabas de experimentar. Bueno, no dejaste que acabara pero es lo mismo –se giró y caminó hasta las escaleras-. Yo haré lo mismo –y le sonrió antes de perderse escaleras abajo.

Gaara se dejó caer al suelo mientras respiraba agitadamente, se sentía demasiado raro y con ganas de continuar aquello que su profesor le estaba haciendo pero su moral no le permitía aceptarlo. Era demasiado para él, no concebía ese tipo de cosas aun y menos con un profesor.

Indecente.

Ilícito.

Vulgar.

Pero no podía engañar a su cuerpo.

Le había gustado.

 

 

 

Había llegado a su casa hacía media hora, estaba encerrado en el baño de su habitación. Se limpiaba con un trapo húmedo sus partes nobles con sumo cuidado de no estimularse más de la cuenta, con todas sus fuerzas reprimía los sonidos que querían salir de su garganta cada vez que hacía un movimiento. No pudo evitar verse al espejo, aquellas sogas que rodeaban todo su pecho y abdomen eran una tortura que ya llevaba dos días, Sai se las había atado en su departamento la tarde que había tenido libre de clases. Había descubierto muchos gustos retorcidos de su profesor de arte y uno de esos era esa actividad llamada “bondage”, una técnica en la que utilizaba un complicado entramado de sogas, cintas o cuero para atar su cuerpo en posiciones complicadas para tener sexo con él. Otras veces lo hacía para pintarlo en lienzos o fotografiarlo (lo llamaba “bondage artístico”, pero él lo seguía viendo de la misma manera: Perversión y dominación) simplemente por gusto a torturarlo y verlo suplicar, como en esa ocasión que lo castigaba de esa forma. Ni por más bonito que Sai quería pintárselo explicándole que el “Shibari” era mucho más refinado que el bondage, lo dejaba de ver como un castigo perverso. Le había atado todo su torso y pelvis con esas delgadas y rústicas sogas dónde las más estratégicas y las que le causaban más frustración eran las que se deslizaban sobre sus pezones, las que rodeaban la base de sus genitales y las que atravesaban justo por sobre su ano quedando atrapadas en medio de los glúteos y subiendo por su espalda. Agacharse así era un completo tormento.

No podía tomar un baño decente porque eso empaparía las sogas y al ponerse ropa se notarían las líneas al mojar la tela. No quería que nadie supiera de ello, así que no tenía más remedio que asearse con toallas húmedas. Sin embargo cada vez que pasaba el trozo de tela por encima de su pene sentía sus piernas desfallecer.

No creas que no me voy a dar cuenta si te corres a escondidas. Ya te conozco lo suficiente como para deducir la cantidad de semen que expulsarás a simple vista luego de días de abstención. No es la primera vez que te mantengo en este estado”

Gaara rió mientras negaba con la cabeza.

-Es un hijo de puta –susurró mientras se calzaba la ropa interior y cerraba los ojos al tener nuevamente aprisionado su miembro necesitado contra la ajustada tela-. Que cabrón…

Gaara sabía que perdía su tiempo insultándolo o deseándole las siete plagas de Egipto, pues al final quien había permitido todo aquello había sido él mismo. Su curiosidad y las hormonas alborotadas, más todos aquellos sueños que lo atacaban casi todas las noches dónde Sai le hacía cualquier clase de cosa indecente, fueron lo que lo arrastraron al estado en el que se encontraba en ese instante.

Había aprendido nuevos términos y filias sexuales con ese hombre de los que hubiese imaginado jamás. Y sólo por eso sabía que llevaba una relación “BDSM” con su profesor de arte. Gaara, un adolescente a punto de cumplir sus dieciséis años y que ahora conocía un vocabulario oscuro y pervertido, era el “sumiso”  de un hombre de veinticinco años. Seguramente si la ley supiera de ello, Sai estaría en la cárcel por abuso y violación de menores.

Se rió de sí mismo al darse cuenta de que de nuevo pensaba en toda esa parafernalia de leyes y moral con buenas costumbres (como lo llamaba constantemente Sai), y se terminó de poner el pijama tapando por completo aquella cárcel de cuerdas rústicas que aprisionaban sin piedad su cuerpo, una cárcel que él mismo había permitido. Porque Sai no sólo dominaba su cuerpo, sino también su mente y se había calado tan profundo en la misma (al igual que en su corazón) luego de esos nueve meses de relación con él. No estaba seguro si Sai lo amaba, o si él amaba a Sai, pero estaba claro que ya se había hecho tan dependiente de él que simplemente no deseaba dejarlo. De alguna manera sentía que Sai demostraba su afecto haciéndole toda esa clase de cosas que no cualquiera sería capaz de soportar. Una curiosa manera de dar afecto, claro.

Tampoco era como si quisiera que Sai practicara todos sus fetiches con alguien más, el sólo pensarlo le provocaba unos enormes celos. No quería que Sai tuviese otro sumiso, nada más era él el único indicado para ello.

Pensándolo más detenidamente, tal vez sí quería a Sai, sólo que no de la manera convencional como todas las parejas comunes.

 

 

 

 

Bajaba las escaleras con cautela, por alguna razón sentía que el profesor de arte estaba en su salón de artes plásticas y temía encontrárselo. Nuevamente se le había hecho tarde haciendo las labores de la limpieza en el laboratorio de Química, maldecía su meticulosidad con el orden de las cosas pero la consciencia no lo dejaría tranquilo si no dejaba todo inmaculado.

Ni si quiera se giró a ver hacia ese pasillo (es más, trataba de no verlo ni si quiera cuando estaba atiborrado de estudiantes) cuando pisó las escaleras que daban hacia la planta principal.

-Gaara-kun –escuchó que lo llamó esa calculadora voz haciéndolo detener en seco-, ¿Por qué tan aprisa?

-Buenas noches, Sai-sensei –dijo sin girarse-. Acabo de terminar de arreglar el laboratorio de química –bajó un escalón-, hoy era mi turno –bajó otro-, cada estudiante tiene un día asignado para ello cuando tenemos prácticas –otro escalón más y todavía no entendía porqué le daba tantas explicaciones a alguien que no se las estaba pidiendo-. Y hoy hubo algunos accidentes que mancharon muchas cosas –dos escalones más y estaba a la mitad de la escalera.

Pero Sai lo detuvo del hombro.

-¿Y yo no te dije que no te quería ver a deshoras por acá? –le susurró al oído.

La voz de Sai vibrando contra su oído de aquella manera despertó en él todo lo que esos sueños censurados le provocaba en las mañanas, pero su respuesta más sensata fue echar a correr el tramo de escaleras que le faltaba para llegar al pasillo principal y de ahí toda la carrera hasta la puerta llegando al punto de seguridad donde estaría el vigilante de la entrada a la institución. Sólo que su plan no tuvo éxito por sus piernas de gelatina que se enredaron en el último escalón haciéndolo caer directo contra el suelo, su cabeza golpeó con tal fuerza el piso que terminó dejándolo inconsciente.

 

 

 

 

Cuatro días así y sentía que estaba perdiendo la razón. Durante la noche había estado a punto de tirarlo todo a la basura y masturbarse para quitarse esa frustración. A veces lograba controlarse con su erección, pero otras veces era imposible; siempre cargaba el suéter del instituto para amarrárselo a la cintura por si se hacía demasiado notorio. El acostumbrado mensaje de Sai a las seis de la mañana diciéndole que si no lo veía en el colegio no se molestara en regresar a su departamento, lo hizo levantarse enojado. Estaba harto de sus órdenes, estaba al colapso de la presión por ir a clases portando esas sogas en su cuerpo.

¿Cómo carajos pretendía Sai que él iba a entender una papa de lo que le estaban dando?

Era un jodido pervertido que ya le estaba sacando la paciencia.

No quiero berrinches. Ya estás grandecito para eso, y sabes que lo mereces. Si no te gusta, ya sabes lo que tienes que hacer”

Golpeó la pared del baño enojado por recordar las palabras del profesor, era un maldito manipulador sin escrúpulos. Se quedó un minuto en silencio y luego comenzó a reír muy bajo. La verdad era que él podía dejar aquella relación enfermiza cuando quisiese, Sai se lo había dejado claro desde un principio. Pero el cabrón se había llevado su primera vez en todo, en absolutamente todo y no quería dejar eso como algo “pasajero”. Lo haría hacerse responsable, algún día iba a logar que lo aceptara, y si para eso tenía que obedecerlo en todos sus caprichos iba hacerlo. Una manera demasiado infantil de pensar, pero se mantenía firme a ese pensamiento.

Se echó agua en la cara para limpiarse la humedad de los ojos y evitar verse llorando como una pobre niña lastimada. Realmente era un inmaduro, un iluso, se sentía patético por hacer esa clase de cosas como si fuese una quinceañera enamorada.

¿Qué era lo que realmente sentía por Sai?

¿Por qué se desesperaba tanto en aferrarse a una persona tan inestable como ese hombre?

Se secó el rostro y tomó aire muy lentamente para evitar expandir demasiado sus pulmones y tensar todas las sogas. Suspiró amargamente cuando su cuerpo exigió por la segunda necesidad fisiológica que había estado evitando todos esos días. Supuso que por más sólidos que evitara y se alimentara sólo de líquidos era imposible frenar ese tipo de proceso basal. Sai le había enseñado como arreglar las sogas cuando eso pasara, pero eso implicaba tensar otras que lo volverían loco.

Pero tenía que hacerlo, si Sai decidía estar con él ese día quería estar completamente limpio para ese entonces, aunque de igual forma el mayor siempre se las arreglaba antes para ayudarlo con eso. Sintió escalofríos ante el desagradable recuerdo.

Se llenó de coraje y se mentalizó para lo que tenía que hacer, era momento de utilizar todo su autocontrol para que la presión de las sogas sobre su pene y sus tetillas no lo volviese loco mientras realizaba sus necesidades.

Sai era un maldito hijo de puta al hacerle sufrir de esa forma, ¿Cómo demonios podía excitarle el tenerlo así por tantos días?

 

 

 

Se fue despertando cuando el dolor en sus brazos iba haciéndose cada vez más intenso. Abrió los ojos y se sobresaltó al darse cuenta que estaba a punto de caer al suelo por lo que buscó enderezarse rápidamente, sólo que la posición en la que estaba limitado no le ayudaba mucho a mantener el equilibrio. Se alteró cuando se percató de que estaba desnudo y atado con las muñecas juntas y los brazos detrás de su espalda extendidos hacia una cadena que se fijaba al techo. Bajó su mirada y sus piernas estaban muy separadas atadas a un tubo detrás de sus tobillos. Alzó la vista y se fijo que estaba en la sala de un departamento que nunca antes había visitado.

-¿Sai-sensei? –gruñó el nombre de la última persona que había visto antes de caerse por las escaleras y comenzó a agitarse deteniéndose casi al instante. La incómoda posición de los brazos hacía que le dolieran los hombros-. ¡Sal de una vez por todas! ¡Estoy seguro que fuiste tú el que me hiciste esto! ¡Pedófilo de mierda!

-No deberías hablarle así a un adulto, Sabaku-kun –apareció por una puerta el mayor cargando consigo un lienzo en un cabestrillo-. Y tranquilo, no te haré nada.

-Entonces suélteme ¡Me duelen los brazos! –dijo volviendo a agitarse.

-Trata de no moverte mucho, mantente un poco inclinado y déjate sostener por las cuerdas en esa posición. Verás que dejará de dolerte.

-¿Está hablándome en serio? –le miró incrédulo- No, suélteme, suélteme, suélteme ¡Suélteme ya!

Sai rodó los ojos en blanco y luego de arreglar el cabestrillo junto al lienzo se acercó hasta Gaara donde lo tomó suavemente de las mejillas y se le acercó. Se le quedó observando detenidamente a los ojos sin decir palabra alguna, aquello puso nervioso al pelirrojo que no pudo evitar verlo con malos ojos.

-¿Qué es lo que está mirando? Ya suélteme.

-Eres demasiado hermoso –soltó de repente con voz suave.

Gaara quedó anonadado por aquellas palabras y sus mejillas se colorearon casi al instante que su cabeza procesó el cumplido que el apuesto profesor de Artes le estaba dando.

-Tienes un rostro perfecto, sin una sola mancha ni grano a pesar de ser un adolescente. Un color de ojos demasiado raros para la estirpe japonesa al igual que la intensidad del rojo de tu cabello, naturalmente rojo.

-Soy un mestizo, ¿No es obvio? –dijo aparentando molestia, sin embargo el tono de voz dura que quería utilizar no salió como esperaba-. Ya, ya, ya. Aléjese y suélteme de una vez por todas. Esto es inconcebible.

-No te voy a soltar –dijo sonriendo-, no hasta que te retrate en una pintura. Tu belleza me tiene cautivado, quiero pintarla en uno de mis cuadros para agregarla a mi colección.

-Enfermo –gruñó alejándose. Cerró los ojos al sentir que sus brazos adoptaban una posición mucho más dolorosa si echaba hacia atrás, por lo que se dejó caer nuevamente hacia el sitio en el que estaba.

-Soy un artista que aprecia las cosas hermosas, no le veo nada de enfermo –le dio un beso corto y se separó.

-No intente cubrirlo de esa forma tan estúpida. Suélteme ya, debo llegar a casa. Mis padres se preocuparan.

-Descuida, les he escrito desde tu celular diciéndoles que estarás en casa de un amigo haciendo tarea.

-¿Y no llamaron para confirmarlo? –preguntó anonadado.

-No, al parecer eres un buen chico. Respondieron otro texto diciendo “cuídate”.

Gaara negó con la cabeza mientras reía nerviosamente sin poder creerlo. Eso se lo tenía merecido por ser tan responsable y hacerle ver a sus padres que podían confiar en él.

Su situación no podría ser peor.

-Bien, ahora ponte como te dije y quédate quietecito. Quiero tener un buen ángulo.

-¿Crees que voy a obedecerte?

-¿Tienes otra opción, Gaara-kun?

El mencionado entrecerró los ojos mirándole con odio para luego volver a agitarse y comenzar a gritar que lo soltara. Si Sai no quería ceder, entonces llamaría la atención de los vecinos. El mayor se le quedó observando mientras sonreía y esperaba pacientemente a que se cansara. Media hora después Gaara sudaba y respiraba agitadamente mientras se dejaba sostener de la cadena, tal cual Sai le había explicado. La posición lo tenía agotado y no ayudaba mucho ver a su profesor con aquella sonrisa estúpida viéndolo sin hacer absolutamente nada.

Sai se levantó y caminó hasta una pequeña mesita que tenía cerca de un sillón donde sirvió agua en una copa y se acercó a Gaara.

-Bebe –le dijo tomándole de la quijada suavemente para acercarle la copa.

El pelirrojo desvió el rostro hacia un lado negándose hacerlo, aun seguía respirando sonoramente y se resistía a darle la cara.

-¿Qué pasa, con este, lugar? ¿Por qué, no viene, nadie?

-Porque los departamentos de este edificio fueron construidos a prueba de sonido, ¿No te había comentado?

Gaara bufó y negó con la cabeza sonriendo con desgano.

-Que bien, te lo tenías, preparado.

Sai volvió a tomarle de la quijada para acercarle la copa y darle a tomar agua.

-Bebe, no quiero que te deshidrates. Esto es un arte, no una tortura.

Se atrevió a verlo con ojos iracundos y Sai notó que el pelirrojo había llorado por lo que le sonrió dulcemente.

-Si pones de tu parte también lo disfrutarás, hazme caso.

-¿Por qué? ¿No te da culpa hacerle esto a un estudiante de secundaria?

El mayor desvió su mirada al techo entrecerrando los ojos mientras hacía un sonido que Gaara tomó como de burla al fingir que pensaba, luego volvió a mirarlo para sonreírle y responder sin vergüenza alguna “No”.

-¡Tengo quince años!

-Lo sé. Quiero experimentar con un cuerpo virginal ahora ¿Hay algo de malo en eso?

-¡joder! ¡Estás mal, de la cabeza! –soltó cansado- No, no, no. Yo no quiero, ser esto. No soy, una puta.

-Eso también lo sé, por eso tienes un trato especial.

-¡No! –gritó- Yo quiero tener las cosas de la manera normal, no así, ¿No lo entiendes?

-Bebe agua por favor, ya deja de llorar que no eres una niña.

-Sai-sensei –sollozó-, por favor, suélteme. No me haga esto.

-Bebe el agua primero, te soltaré en breve.

-¿En serio?

-Sí.

Gaara no sabía si creerle o no, pero estaba tan cansado y tenía la garganta tan seca que prefirió beber el agua que el otro le estaba ofreciendo. Tomó la copa completa de la misma y quedó con ganas de beber más, todavía no se había saciado la sed que tenía.

-Más, por favor –dijo cerrando los ojos al sentir su garganta un poco más fresca.

-Está bien –dijo sonriendo.

Sai regresó para llenar la copa y volvió para dársela a beber al sensual pelirrojo que tenía semi suspendido en el medio de la sala. Gaara bebió nuevamente todo el vaso y soltó un suspiro de satisfacción, tenía tanta sed que no se percató del sutil sabor dulzón que tenía.

-Sensei ¿Ahora sí me soltará?

-Lo haré –sonrió- en cuanto termine de dibujarte –y se giró sobre sus talones para regresar a la silla que estaba en frente de Gaara donde tenía el cabestrillo con el lienzo y una paleta de colores con pinceles.

Gaara no creyó lo que acababa de escuchar y se le quedó mirando con cara de sorpresa, expresión que se tornó a una iracunda por cuarta vez esa noche y comenzó a agitarse y retorcerse hacia los lados otra vez.

-¡Dijiste que me soltarías! ¡Suéltame! ¡Suéltame! –volvía a gritar con energías recuperadas- Estoy cansado, por favor. Sai-sensei, se lo ruego –dijo entre diente temblando en rabia por tener que rebajarse a suplicar.

-Sabaku-kun –suspiró Sai viéndolo fastidiado-, ¿Podrías callarte y quedarte quieto? En serio, deseo dibujarte, pero estás haciendo esto poco placentero para mí.

-¿Y a mí que me importa su aberración sexual? Sólo suélteme ¡Joder! ¡Yo no comparto este tipo de prácticas! ¡Jodido violador!

Sai lo miró enojado y se puso de pie de nuevo volviéndosele acercar.

-¿Estoy follando tu jodido trasero? –cerró los ojos y negó con la cabeza mientras respiraba profundamente- A ver Gaara-kun, perdona mi rudeza y mi vocabulario tan poca clase de hace un segundo –sonrió-. Pero que yo sepa sólo estoy usándote como modelo, no estoy haciendo ningún tipo de penetración con mi falo a algún orificio de tu cuerpo en contra de tu voluntad, así que no estoy violándote.

-¿Acaso sabe cuál es el significado de violar?

-Sí, se define como tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad o cuando se halla privado de su sentido o discernimiento. Otra definición sería el abusar sexualmente de una persona contra su voluntad, cuando se encuentra sin sentido, es menor de doce años o tiene algún trastorno mental –dijo cruzándose de brazos mientras veía al techo recitando de memoria las definiciones que se sabía de los diccionarios-. Sí, esas son las que más recuerdo. Claro definiéndolas en el contexto que creo estás tú utilizando.

Gaara tenía la boca abierta y lo veía con ojos entrecerrados con expresión estupefacta, negaba ligeramente con la cabeza y arrugó el ceño.

-¿Está bromeando, cierto?

-No, te estoy contestando con bases lo que acabas de preguntarme. Y que yo sepa tú estás en tus cinco sentidos, no eres menor de doce años y no tienes un trastorno mental. Contando que lo único que estoy haciendo es usarte como modelo.

-¡No tergiverses  las cosas! Es claro que estás ejerciendo una acción en contra de mi voluntad, y eso es violación.

-No es sexual.

-¡Estoy desnudo!

-¿Y ese es el problema?

-¡Joder! ¡Suéltame de una puta vez maldito enfermo!

-Tienes una boca muy sucia para la inocencia que aparentas.

Gaara chilló frustrado y volvió a sacudirse con la rabia a rebosar por todos sus poros debido a la discusión sin sentido que llevaba con ese hombre que tenía en frente. Parecía que veía todo de una manera completamente diferente a la correcta.

-¡Y usted tiene un concepto errado de las cosas para ser un jodido adulto!

Sai suspiró nuevamente y regresó de nuevo a su asiento ignorando los chillidos malcriados del pelirrojo ¿Qué tan difícil era quedarse quieto? Se sentó tomando el pincel de la paleta para clavar sus ojos en el escurridizo adolescente. Que inusual era ver a alguien tan reticente a lo que él le hacía, generalmente los demás no se comportaban de esa forma.

-Esto es nuevo para mí –dijo ladeando la cabeza. Entrecerraba los ojos buscando captar un ángulo que le gustase para dibujar pero teniendo al menor meneándose como una oruga que se acaba de pisar, era problemático obtener una vista que le gustase-. ¿Podrías dejar de moverte?

-¡Suélteme! ¡Puto sensei, suélteme!

Sai volvió a recostarse contra el sillón resoplando cansado, esperaría pacientemente a que el afrodisíaco que le había pasado con el agua hiciera efecto; ahí sí la situación comenzaría a tornarse placentera. Volvió a mostrar su sonrisa discreta mientras sólo lo observaba gruñir.

 

 

 

Finalmente Sai lo llamó esa tarde al salón de artes plásticas, caminó con pasos apresurados para llegar lo antes posible y se mordía la lengua resistiendo los roces que se acentuaban por los movimientos tan bruscos que realizaba al caminar así. Naruto había vuelto a invitarlo a los juegos de video, pero como siempre volvió a negarse; le daba pena rechazar tanto las buenas intenciones de su amigo, pero ahora él estaba enfocado en otra cosa. Ya no tenía tiempo para juegos de chicos.

Llegó al salón y tocó la puerta con insistencia, todo su cuerpo temblaba de sólo pensar que Sai volvería a tocarlo, imaginar que finalmente lo dejaría correrse hacía que su erección palpitara y doliera. Cuando abrieron la puerta salió una chica de segundo de preparatoria la cual le miró ceñuda y pasó de largo sin siquiera ofrecer las buenas tardes, inmediatamente Gaara entró y cerró la puerta. El salón estaba vacío y Sai estaba sentado en la esquina del escritorio leyendo unos papeles que tenía en las manos.

-¿Por qué estabas a solas con una estudiante? –preguntó con voz temblorosa.

Sai no levantó la vista a verlo y sólo se limitó a responderle:

-Estoy a solas contigo ahora mismo.

-Es diferente.

-¿En serio? –respondió indiferente.

Gaara se le colorearon las mejillas de la rabia y estaba dispuesto a darse la vuelta para irse. Los desplantes del mayor le hacían doler el pecho, y eso no era nada placentero.

-¿A dónde crees que vas? –levantó la vista viéndolo por encima de sus anteojos.

-¿Para qué me dices que venga si sólo entro a interrumpir tus citas?

Sai sonrió de medio lado.

-¿Celoso Gaara-kun?

-¿Quién sentiría celos de un cerdo como tú? –gruñó sintiendo como las mejillas se le calentaban cada vez más y el corazón le latía más fuerte.

-¿Tú, por ejemplo? –canturreó.

-Que te jodan –susurró para darse la vuelta y salir del salón.

-Que actitud tan infantil –dijo el mayor con su simétrica voz-, esperaba más de ti.

Aquellas palabras lo hicieron detenerse justo en el momento en el que tomaba el pómulo de la puerta, cerró los ojos fuertemente y se mordió el labio enojado. Sai sabía decir las palabras correctas capaces de hacerlo dudar de las decisiones que tomaba  cuando estaba a punto de tirar la toalla y dejarlo todo.

Escuchó los pasos del mayor acercarse lentamente y tensó todo su cuerpo apenas las talentosas manos de su profesor de arte tocaron sus hombros. Tanto tiempo evitando el contacto físico con su familia y amigos que ese simple toque lo hizo soltar todo el aire que tenía en sus pulmones. Sai sonrió complacido por aquella reacción.

-Gaara-kun –susurró cerca de su oído mientras deslizaba muy lentamente una mano por sobre el tórax del menor. La arrastraba removiendo con sutileza todas las sogas que encarcelaban desde hacía días su piel-, eres un chiquillo muy egoísta. Quieres que todas mis atenciones vayan a ti –canturreaba mientras seguía molestándolo a través de la ropa-. ¿No crees que eso sea un pensamiento demasiado autoritario hacia mi persona? –exhaló lo ultimo rozando sus labios con el cartílago de la oreja del pelirrojo para luego sutilmente lamerle el borde.

Gaara soltó un suspiro y tuvo que apoyar ambas manos sobre la puerta para no perder el equilibrio. Todo su cuerpo ardía por ser tocado por el mayor, y esos manoseos sutiles que le estaba dando hacían que su miembro doliera en necesidad.

-Sai-sensei –susurró mientras luchaba por no temblar cuando la mano del mayor había alcanzado su miembro.

-Gaara-kun, no estás confiando en tu sensei –seguía murmurándole con voz seductora en la raíz de la oreja, rozando sus labios contra la misma en todo momento.

-Me das razones, para no, hacerlo –dijo en un hilillo de voz. Intentaba mantenerse de pie pero sentía que en cualquier momento sus piernas dejarían de funcionarle.

Sai paseó su otra mano por la nuca del pelirrojo y enterró sus dedos en el cabello del mismo, halándolo luego con brusquedad ladeándole la cabeza hacia un lado.

-¿Tú, estás cuestionando mis acciones? –volvió a susurrarle cerca del oído.

Gaara se tragó el quejido de dolor que esa acción le había provocado, pero no pudo ocultar con mucho éxito el gemido que precedió lo primero por culpa de la castigadora mano de Sai sobre su torturado pene.

-No, no, no Sensei.

-Repite: No debo dudar de mi Sensei.

-No, debo, dudar de mi, Sensei… -le costaba mantenerse cuerdo con aquella mano que lo masturbaba lentamente por sobre el pantalón.

-Eso es, buen chico –coló la mano por debajo de la camisa del menor sintiendo las cuerdas sobre las yemas de sus dedos-. ¿Te has portado bien, cierto?

-Sí, Sensei, sí –contestó entre jadeos-. Todo sigue firmemente tenso y en su correcto lugar.

Soltó a Gaara y dio un paso hacia atrás ordenándole que se diera la vuelta y se desvistiera. Gaara se le quedó mirando estupefacto por aquella petición, desvió su mirada al reloj de pared que anunciaba las tres y cuarenta de la tarde lo que aumentó más su expresión de pánico.

-Pero, a las cuatro es tu clase con los de tercero de preparatoria –replicó débilmente mientras estrujaba con sus manos el borde de la camisa.

-¿Ya te olvidaste lo que te hice repetir?

La mirada autoritaria de Sai y su expresión dura lo hicieron bajar la mirada inmediatamente apretando más si era posible el borde de la camisa ¿De verdad quería que se desvistiera faltando tan poco tiempo para que llegaran los otros estudiantes? Aquella era la primera vez que Sai le pedía hacer algo como eso antes de las seis de la tarde, cuando no quedaba casi nadie en el colegio.

-No lo diré dos veces –sentenció la severa voz de Sai.

Cuando Sai adoptaba esa faceta era imposible no obedecerle, su joven mente estaba tan dominada por el mayor que sin recriminar más nada comenzó a desvestirse con manos temblorosas y sudorosas.

 

 

 

Respiraba entrecortadamente sintiendo como esa posición no lograba más que hacerle sentir más la desnudez y vulnerabilidad de su cuerpo, y el ser observado por los intensos ojos negros de ese hombre que se sentaba en frente no hacía más que empeorar su estado.

¿Qué rayos le estaba pasando?

¿Por qué de repente hasta el aire de la habitación lo podía sentir intensamente sobre su piel?

-¿Te cansaste?

-¿Qué, demonios me, hiciste? –preguntó temblando intentando enfocarlo con su vista.

Sai se levantó de la silla y jugueteaba con un pincel entre sus dedos acercándose hasta el menor atado y expuesto, lentamente se paseó a su alrededor observando cada ángulo y movimiento que el mismo realizaba. Quedó de pie justo a la espalda del pelirrojo y deslizó muy lentamente las cerdas suaves del pincel por la curvatura de la columna vertebral. Gaara apretó sus manos encorvándose y cerrando los ojos fuertemente mientras soltaba de golpe todo el aire que había tomado con sus pulmones en la última inspiración que había hecho.

-¿Qué, haces? –dijo apretando los dientes cuando las sintió directamente sobre el ano. Cerrar las piernas era imposible por el tubo que las mantenía separadas y agacharse, o buscar otra posición para resguardarse, resultaba dolorosa por la posición tan peligrosa en la que sus brazos se encontraban atados.

-Nada que te haga daño –canturreó mientras frotaba la brocha sobre aquel pequeño anillo fibroso entre las nalgas del pelirrojo-. Bueno, tal vez un poco –susurró divertido.

-¿Qué, qué andas mur-murmurando? –dijo con voz temblorosa- Para, no me toques –agitaba su cuerpo intentando alejarse de ese toque enloquecedor, pero simplemente era imposible por las ataduras y la posición. Y lo peor era que aquello estaba lejos de disgustarle, de alguna manera le provocaba corrientes placenteras que se dispersaban rápidamente por todo el cuerpo.

Sai sonrió cuando escuchó el intento fallido que hizo el pequeño pelirrojo por ocultar un gemido de satisfacción cuando barrió las cerdas justo cerca de los testículos; era un experto distinguiendo jadeos de placer.

-Pareciera que te gusta que te toquen de esta forma.

Todas sus réplicas se vieron interrumpidas cuando el pincel de Sai se paseó lentamente por su pene, completando la erección que se estaba negando a tener. Cerró los ojos y volvió a encorvar su espalda como respuesta a la sensación que le provocaba aquella brocha restregándosele contra el glande.

-No quiero –susurró quedamente.

-¿Seguro? –preguntó hurgando además, con el pulpejo del índice, el ano del pelirrojo.

Gaara dejó caer su cabeza hacia delante apretando aun más los párpados, el calor que se diseminaba en su cuerpo parecía aumentar causándole temblores y aumento de la respiración. Frunció los labios con fuerza y hundió los dedos contra las palmas de su mano al punto de sentir sus uñas cortas clavándoseles en la piel.

Sai bufó divertido y sonreía de medio lado aventurando solo un centímetro de su dedo en el interior del pelirrojo.

-¡Ah! ¡Duele! ¡No! ¡Dijiste que, no harías nada! –exclamó entrecortadamente intentando alejarse mientras gritaba aquellas palabras.

-Perdona, soy un brusco por no usar lubricante –explicó aun manteniendo aquel centímetro de dígito aun dentro del tenso esfínter-, sólo quería probar si de verdad esto cumplía su entera función fisiológica.

-Que, desagradable –murmuró entrecortadamente por las atenciones más acentuadas con la brocha sobre su pene-. No me, toque, joder –soltó tensando todos los músculos.

Sai se separó de nuevo poniéndosele en frente, volteó el pincel y le levantó el rostro sosteniéndolo con el mismo por la quijada,  le sonrió cuando vio el hermoso tono rojizo que tenían sus mejillas.

-Pareciera que tu cuerpo manifiesta todo lo contrario a lo que dices con sólo roces –se le acercó hasta estar separados por escasos centímetros de los labios- ¿Acaso no quieres que continúe?

-Alé-jate –susurró manteniendo los ojos cerrados para no verlo-. No quiero, esto. Pedófilo violador.

-Voy hacer que te retractes de tus palabras, Gaara-kun –canturreó divertido. Pasó la lengua con sutileza por los labios secos del contrario.

Se separó nuevamente caminando hasta la silla donde había estado sentado, dentro de un pequeño maletín que tenía a un lado del mismo extrajo una delicada cinta roja de seda que estiró varias veces para después sacar una pequeña caja. Abrió el contenedor y extrajo un pequeño óvalo que había preparado mientras Gaara aun estaba inconsciente. Se acercó al pelirrojo y se agachó en frente de él para tomarle del pene con suavidad y comenzaba a juguetear con este entre sus dedos.

-¡Ah! ¡No…! –chilló el chico encorvando su espalda unos segundos para luego comenzar a retorcerse de un lado a otro repitiendo varias veces la misma sílaba: No.

-Relájate –susurró Sai acercándose hasta el miembro del chico. Le pasó la lengua por el glande con lentitud terminando en un movimiento circular con la misma sobre la punta.

-No –susurró completamente avergonzado-. Sensei, no, no haga, eso… Es de-desagradable.

Sai rodeó con sus labios el glande del menor y succionó fuertemente para luego seguirlo lamiendo y mordisqueando con sutileza mientras disfrutaba los sonidos que hacía el pelirrojo. Terminó atando firmemente la base con la cinta roja, se separó para armar un pequeño lazo en el nudo y en el proceso soplaba suavemente sobre el miembro del chico. Se enderezó y observó complacido la vista que le ofrecía ese detalle rojo en esa zona, el contraste perfecto de color rojo que resaltaba el cabello del chico.

-Sensei –dijo cerrando los ojos avergonzado cuando se vio el pene atado de esa forma tan obscena-, no, no me haga, esto –agregó con voz quebrada-. Es humillante.

-Insisto, deberías dejar toda esa parafernalia de moral y buenas costumbres que tanto profesas y ceder  al placer. No le veo nada de malo –le tomó de nuevo de la quijada-. Es artístico –susurró viéndole a los ojos. Las aguamarinas del pelirrojo lo veían con una mezcla de miedo e incredulidad, pero Sai podía detectar rastros de lujuria abnegada encerrados en las pupilas ensanchadas del menor-. No te haré nada que te cause dolor, y de ser así sólo será con fines idílicos.

-Déjese, de sandeces, vulgares –farfulló haciendo su rostro a un lado para evitar la respiración de Sai tan cerca de su nariz-. Y se dice a usted mismo, maestro…

-No –se enderezó y sacó el artefacto ovalado que había extraído de la caja-. Me llaman maestro que es otra cosa –le acercó el artefacto que tenía la forma de una cápsula similar al tamaño de un huevo- ¿Quieres lubricarlo tú?

Gaara parpadeó varias veces viendo el extraño objeto y arrugó el ceño.

-¿Qué, diablos, es eso? –masculló.

Sai le sonrió y se lo acercó a los labios pero Gaara desviaba el rostro hacia los lados evitando que ese objeto hiciera contacto con él.

-Anda, sólo lámelo. Quiero verte haciendo cosas indecentes ¿Es tan malo?

-¡Enfermo! –exclamó mientras seguía luchando por alejar sus labios de aquello.

El mayor chasqueó la lengua y se enderezó nuevamente viéndolo ceñudo. Caminó sin decirle más nada posicionándose nuevamente a las espaldas del menor, sacó un tubito de lubricante y bañó con el gel generosamente todo el pequeño artefacto del que salía una larga cuerda que terminaba en una especie de controlador.

-¿No sabes que es lo que es entonces?

Gaara intentaba mirar hacia atrás pero la posición no lo dejaba, estaba sumamente nervioso por la expectativa de lo que sucedería, él tenía idea de dónde iba acabar eso y tenía mucho miedo. Sus sospechas se vieron confirmadas cuando sintió una superficie babosa, dura y fría restregarse contra su ano. Encorvó su espalda de nuevo y gruñó molesto buscando la forma de alejarse, pero de nuevo la posición lo limitaba causándole dolor. Soltó un chillido de rabia y frustración por la impotencia que sentía en ese momento.

-No, no, no, no –repetía innumerables veces mientras se agitaba, pero Sai parecía decidido en continuar con lo que hacía ahí atrás-. No, no, no, no ¡Ah! –soltó al final abriendo sus ojos desmesuradamente. Eso estaba vibrando, ¡Estaba vibrando!- ¡Basta! ¡No! ¡No lo vayas, a meter! –rogó con voz entrecortada- ¡Por favor! Sensei…

-No seas tan cobarde –rió Sai-. Ni si quiera he metido nada, sólo encendí el vibrador.

Gaara cerró sus ojos fuertemente y volvió a dejarse caer en la posición que Sai le había enseñado para descansar unos segundos y volver a la lucha. No iba a dejar las cosas tan fáciles, aunque en el fondo sabía que no tenía ninguna posibilidad.

Tal vez si hacía caso a Sai no sería tan traumático, pero el problema estaba en que si se lo permitía jamás podría argumentar que se había tratado de una violación.

-Detente… ¡Ah!

 

 

 

El grupo “B” de los de tercero de preparatoria constaba de diez estudiantes, como el salón requería ser espacioso para los materiales con los cuales trabajar era necesario dividir las secciones en dos grupos para poder trabajar con los alumnos y atenderlos adecuadamente. Cada uno preparaba sus utensilios en sus lugares; estaban dispuestos en forma de “C” teniendo en frente una mesa cubierta por un mantel negro que daba hasta el piso. El profesor de artes plásticas terminaba de arreglar una cesta de frutas sobre la mesa junto a una botella de vino con base de un entramado y elegante tejido de delgadas sogas. Se giró hacia los estudiantes y sonrió discretamente  mientras jugueteaba con una larga vela roja entornada entre sus dedos.

-Buenas tardes jóvenes –saludó con su calmado tono de voz-. Esta tarde jugaremos con los colores, sombras y profundidades –se hizo a un lado de la mesa enseñándoles lo que había armado-. Este bodegón que acabé de armar será el ejemplo –encendió la vela y acentuó su sonrisa-. Pero también esta es su evaluación.

Todos los chicos pusieron cara de queja y molestia, otros susurraban disconformes mientras algunos sólo se quedaron con cara de susto.

-Pero sensei, esto no estaba dentro del plan de la clase de hoy.

-¿Tiene algún problema con mi método de evaluación? –preguntó viéndole intensamente.

El chico rehuyó la mirada del mayor sintiéndose intimidado y negó con la cabeza mientras respondía un “No sensei” casi inaudible.

-Bien, porque en lo que esta vela se apague habrá acabado el tiempo de todos –se giró y sonrió cuando vio el agujero en el centro del pequeño recipiente alto que estaba a unos diez centímetros de la cesta de frutas-. Así que les sugiero vayan comenzando –introdujo muy lentamente la vela en el agujero y sonrió divertido cuando sintió la resistencia al meterla en el mismo y luego como tembló ligeramente en sus manos. Se sentó a un lado de la mesa y se cruzó de brazos mientras veía a cada uno de los estudiantes.

-¿Qué están esperando para comenzar? –dijo observándolos por sobre sus anteojos-. La vela se consumirá en media hora.

Los chicos se sobresaltaron al terminar de procesar lo que acaba de decir el profesor e inmediatamente comenzaron a dibujar.

-Recuerden, sombras, profundidades y color. Estoy evaluando.

 

 

 

Respiraba sonoramente, todo su cuerpo temblaba ligeramente de excitación y brillaba perlado por gotas de sudor en todas partes. Sus piernas le dolían por estar tanto tiempo en esa posición pero esa sensación de vulnerabilidad hacía que las corrientes calientes que envolvían su cuerpo aumentaran el palpitar de su miembro. Quería correrse, de verdad quería que lo dejara correrse.

Pero lo había atado también.

-Sai-sensei –susurró viéndolo perdido en el placer-, déjeme correrme –murmuró.

El hombre sonrió complacido al escuchar esas palabras por segunda vez, pero de la misma forma que había hecho hacía quince minutos lo ignoró mientras seguía dibujándolo. Arreglaba el detalle del controlador del vibrador que había introducido en el recto del menor, con unas ataduras más ornamentales atándose a la pierna derecha del mismo.

Gaara dejó caer su cabeza hacia delante mientras soltaba un par de lágrimas de frustración. Aquello era demasiado para él, jamás había sido sometido a un acto tan cruel como ese en el que le impidieran correrse. Bueno, de hecho jamás había intimado con nadie de esa forma. No negaba que se hubiese masturbado como cualquier otro chico, a pesar de toda la moral que profesaba él también tenía sus problemas hormonales.

Pero ser controlado de esa forma estaba volviéndolo loco.

-Sai-sensei… por favor.

Pasarían unos diez minutos para cuando Sai se puso de pie y se dirigió a la mesa donde estaba el agua para terminar de servir lo último que quedaba en la jarra. Se acercó al menor y le ofreció a beber toda la copa quién lo tomó con avidez y desespero dejando escapar restos por los lados de sus labios.

Cerró los ojos soltando un jadeo y lloriqueó por más cuando se hubo acabada. Miró a Sai con ojos suplicantes volviéndole a pedir que le diese más agua.

-Sai-sensei, deme más…

Sai abrió los ojos sorprendido y el corazón le dio un vuelco salvaje al ver el rostro de Gaara diciéndole esas palabras de aquel modo.

Gaara tenía razón, probablemente se había declinado por tergiversar cosas pero esa jodida petición que el menor le había hecho había sonado tan indecorosa y lujuriosa que su propio miembro pulsó en necesidad por follarse al pelirrojo. Sai también tenía su erección desde hacía rato, sólo que estaba acostumbrado a ello por el placer que le generaba ese estado. Le gustaba estar así puesto que al final la recompensa con el orgasmo era mucho más satisfactoria. E incluso eso lo hacía continuar más tiempo luego de haberse corrido.

-Bien –susurró deslizando la copa por la mejilla del menor-. Espérame entonces porque te bebiste toda la jarra que tenía para ti.

-Sai-sensei, apresúrese…

Se giró rápidamente mientras se acomodaba sus lentes y se aclaraba la garganta. ¿Acaso Gaara estaba haciendo ese tipo de súplicas doble sentido a propósito? Que una criatura tan hermosa como la que tenía en su sala le dijese cosas de esa forma bajaba sus barreras de resistencia. Llenó la copa hasta rebosar de otra jarra del refrigerador, y estuvo a punto de salir de la cocina cuando recordó que el vital líquido estaba limpio. Se regresó a la alacena y extrajo una botella pequeña de la cual tomó con un gotero un mililitro y vertió la sustancia en la copa. Tenía que prolongar el efecto del afrodisíaco, Gaara ya estaba entregado al placer y quería hacerlo disfrutar mucho más tiempo.

Había decidido que el pequeño adolescente que desbordaba sensualidad de esa manera tan inocente, sería su nuevo sumiso. Y había decidido hacerlo permanente.

 

 

 

 

La vela estaba a punto de consumirse y Sai se puso de pie para soplarla suavemente y apagarla. Una queja general se dejó oír por el salón soltando frases como “pero si todavía no se apagaba sola” o “¿No había dicho que el tiempo acababa hasta que la vela se apagara?”.

-Silencio –dijo en el mismo tono de voz de siempre a lo que todos obedecieron sin decir más nada-. Y la vela de todas maneras estaba por extinguir la llama, y yo simplemente no quería quemar mi candelabro –sonrió de medio lado-. Ya pueden retirarse, yo revisaré sus trabajos tranquilamente durante la semana.

Comenzaron a ponerse de pie soltando sonidos de disconformidad y molestia, Sai alcanzó a escuchar a alguno de ellos cosas como “¿No te parecía que la vela se movía?”, sonreía divertido por aquello.

Cuando el salón se hubo vacío de estudiantes el profesor se acercó a la puerta y pasó el seguro. Se acercó a la mesa y con suma tranquilidad comenzó a desmontar todo lo que estaba encima. Tomó lo que había quedado de la vela y lo haló sonriendo complacido por el gemido ahogado que escuchó. Terminó de quitar el mantel agujerado y se agachó para ver a su adorable pelirrojo retorcerse mientras le veía desesperado. Lo había atado a un mueble curvado que usaba para colocar a los modelos vestidos para las prácticas de retratos. Sólo que el chico no estaba sentado de la manera como todos los demás. Su trasero quedaba levantado hacia el borde del espaldar dejándolo pegado a la superficie inferior de la mesa y sus rodillas terminaban atadas casi al nivel de su cabeza contra el asiento.

Gaara daba arcadas y sollozaba ahogadamente contra la bola de goma que tenía como mordaza en la boca siendo envuelto en espasmos incontrolables que atacaban su cuerpo. El dolor que le causaba esa posición tan extrema era increíble, sentía que su columna se iba a quebrar en cualquier momento. Pero confiaba en Sai, y sabía que él no haría nada que pusiese en peligro su vida. Hasta ese punto había llegado luego de tanto tiempo junto a él.

Sólo que no podía dejar de llorar como una chiquilla.

-Te ves tan adorable –susurró el mayor admirándolo entusiasmado. Se puso de pie para levantar la mesa y hacerla a un lado, dejando con eso el trasero del pelirrojo nuevamente expuesto- ¿Te gustó ser mi candelabro?

Gaara cerró los ojos y asintió desesperado mientras se removía y gemía buscando ser tocado por el otro. No aguantaba más aquella infinita tortura a la que era sometido, las ataduras apretándose contra su cuerpo sudado en los lugares más sensibles, la posición en la que era expuesto, el haber estado aguantando todo los quejidos de dolor que sintió cuando la cera caliente hacía contacto con los alrededores de la piel de su ano… y el placer que comenzó a sentir después por ello. Todo eso lo estaba volviendo loco, y no hacía más que desear a Sai y lo que tenía en sus pantalones golpeando fuertemente su interior.

El Gaara de hacía nueve meses y medio estaría muriéndose de la vergüenza si lo viera en ese momento.

-Puedo notarlo –canturreó el mayor mientras quitaba delicadamente los restos de cera seca que estaba pegados alrededor del esfínter anal del pelirrojo-. Vaya, estás demasiado ansioso. Ver como se contrae este anillito de filamentos pidiendo a gritos ser follado hace que me excite más de lo que ya estoy.

El pelirrojo cerró los ojos y gimió al escuchar aquello en contestación. Le gustaba que Sai le dijera esas cosas, le gustaba saber que algo de él provocaba algún tipo de sentimiento (o necesidad) en el mayor. Lo hacía feliz, saber que a Sai le gustaba lo que él le ofrecía, lo hacía sentir completo.

Y eso lo había hecho llegar a la conclusión de que estaba completamente enfermo.

Sai acercó su rostro y pasó la lengua por ese lugar sonriendo al notar cómo se tensaba el pelirrojo, los dulces gemidos que soltaba cuando continuó lamiéndole toda esa zona eran música para sus oídos.

-Gaara-kun, eres un buen chico –susurró mientras introducía un dedo ensalivado en el recto del menor-. Te has portado muy bien –continuó con un segundo mientras lo penetraba lentamente con ambos dígitos-. Y eso me hace muy feliz –finalizó minutos después mientras introducía ahora un tercer dedo.

Ver a Gaara retorciéndose de placer entre sus manos era una vista que jamás dejaría de fascinarlo, se veía tan jodidamente sensual que no paraba de maravillarse. Nunca antes alguien había generado tan fuertes emociones en él con sólo verlo obedeciendo a todas sus perversiones. Gaara era el sumiso perfecto.

Inocente.

Sensual.

Rebelde.

Pero obediente.

Y adoraba saber que también era dueño y señor de esa joven mente. Le encantaba ver la mirada de confusión y terror en el menor cuando le decía que si no obedecía podía irse, ya sabía que aunque Gaara no se lo dijera no deseaba alejarse de él y eso lo tranquilizaba. Sabía que sus palabras eran de doble filo, pero confiaba en la adicción que estaba creándole al cuerpo de su joven amante para retenerlo a su lado.

Sólo esperaba que fuese por mucho, mucho tiempo.

-¿Qué pasa? –Susurró viéndole divertido- ¿Quieres otra cosa más grande en tu trasero?

Ver que Gaara asentía desesperado y le veía con los ojos llorosos de deseo rompía todo sus esquemas de resistencia, no tanto por el hecho de que hacía todas esas expresiones por las que había desarrollado sus oscuros gustos, si no porque era Gaara quien las hacía. Definitivamente el chiquillo se había vuelto una debilidad para él en su mundo.

 

 

 

-Sai-sensei… Necesito, ir al, baño –susurró muy bajo casi en un sollozo-. Quiero orinar…

-¿No querías correrte?

-Ya, no aguanto más –lloriqueó-. Por favor, termine rápido.

-Ya está casi listo –murmuró terminando de hacer unos ultimo detalles en el dibujo. Lo giró para enseñárselo al contario- ¿Qué opinas?

Abrió sus ojos sorprendido e inmediatamente se sonrojó más de lo que estaba. Sai había agregado detalles como que parecía estar rodeado por un jardín, pero la pintura que había hecho se veía tan realista que le daba vergüenza verse a sí mismo en esa posición. Era demasiado…

-Obsceno –susurró desviando la vista.

-A mi me parece una obra de arte –se acercó hasta el pelirrojo más no se inclinó hasta él, sólo se paró lo suficientemente cerca de su rostro para que, a la vista de Gaara en esa posición, viera la protuberancia que se hacía en sus pantalones-. Estoy deseoso de seguir jugando contigo ¿Tú no?

Gaara se sonrojó más si era posible y cerró los ojos negando con la cabeza.

-Que vulgar eres, no, aléjate. Sácame eso, ya detente –decía entrecortadamente.

Sai se desabrochó el pantalón y liberó su miembro en frente del rostro del chico.

-Abre los ojos y míralo –rió divertido-. Así es el pene de un adulto.

-Que, desagradable –dijo sin querer abrir los ojos aun. Se paralizó cuando sintió algo baboso y tibio restregándose con su mejilla, el olor intenso a semen que se coló por sus fosas nasales le terminó de aclarar qué era lo que frotaba el sádico de su profesor contra su rostro- ¡Maldito enfermo de mierda! –gritó buscando alejarse. Chilló de dolor por el brusco movimiento y cerró los ojos dejándose caer hacia delante de nuevo.

Sai rió divertido por la reacción del otro y continuó molestándolo con ello. El morbo que aquello le causaba superaba cualquier cosa de las que hubiese hecho antes. Estaba consciente de que lo que hacía era un delito, pero haría que Gaara lo aceptara tarde o temprano.

-Vamos Sabaku-kun, sabes que deseas que te deje correr. Hace un rato me lo dijiste, y al igual que tú yo también deseo tener un orgasmo –se inclinó hasta el oído del menor y le susurró:-. Yo quiero correrme contigo, ¿Me dejarás hacerlo?

-No –susurró luego de unos segundos en silencio.

-¿Lo pensaste, cierto?

-Sai-sensei, por favor –masculló luego de otro fragmento de tiempo en silencio-. Es, desagradable, el sólo pensarlo –admitió.

-¿Por qué?

-Somos hombres, esto, es incorrecto. E ilegal…

-¿Te gusta?

La pregunta de Sai no fue respondida por lo que suspiró y se volvió a enderezar. Tampoco quería hacerle algo tan terrible a Gaara, de verdad deseaba que lo disfrutara, pero entendía que no podía someter a un virgen a ese tipo de prácticas tan violentamente.

Y eso que aquello era lo más sutil…

Desató el amarre del techo con las ataduras de las muñecas de Gaara haciendo que el mismo cayese contra su abdomen alto. Sai lo sostuvo entre sus brazos y se agachó lentamente para que el otro quedara de rodillas. Lo escuchaba sollozar muy bajo y suspirar.

-Gracias –susurró-, gracias –repetía en un hilillo de voz.

Le tomó de las mejillas haciéndolo que lo viera de nuevo a los ojos.

-No lo repetiré de nuevo –dijo seriamente-, así que escucha atentamente –se le acercó a los labios y susurró-. Me gustas. Y esta es mi propuesta, si estás dispuesto. Yo disfruto la vida de una manera muy diferente al resto, y no me preocupa ni la diferencia de edad ni el género. Me excita tener secretos como estos, y hacen que cualquier hora que podamos gastar juntos sea más placentero que días.

Gaara estaba atónito, no sabía que decir ni hacer ante aquella repentina y extraña confesión. Cerró los ojos e intentó alejarse pero todo su cuerpo aun estaba entumecido y adolorido por estar tanto tiempo expuesto a la posición en la que Sai lo mantenía retenido.

-Mientes –susurró-. Sólo quieres manipularme –dijo débilmente-, para complacer, tus fechorías. Yo vi, de todo, lo que eres, capaz.

-Dije que no iba a repetírtelo –lamió los labios del otro-. Tú verás si me crees o no, pero ya escuchaste mis palabras –se acomodó con cuidado de no dejarlo caer al suelo ubicándose a espaldas del menor y lo recostó contra su pecho, terminó de acomodarse el pantalón algo desilusionado-. No voy a violarte -soltó el amarre del miembro del menor y lo comenzó a masturbar-. Pero quiero que recuerdes esta sensación, y que sepas que yo fui quien te la provocó –agregó mientras deslizaba la mano por el pecho del menor. Tomó uno de los pezones del chico entre sus dedos para retorcerlo suavemente.

Gaara gemía, se contorsionaba y repetía negaciones entre alaridos roncos, respiró entrecortadamente cuando Sai se detuvo y dejó caer su cabeza contra el pecho del mismo jadeando. Se atrevió a abrir los ojos y chocó directamente con la implacable mirada del mayor, esa odiosa sonrisa que le daba no hizo más que avergonzarlo volviendo a cerrar los ojos inmediatamente.

-¿Continúo?

Se mordió el labio fuertemente y apretó los párpados  cuando escuchó esa simple pregunta, su pecho subía y bajaba rápidamente intentado acoplar las necesidades de oxígeno a su organismo lo mejor que podía. El calor de sus mejillas se hizo casi insoportable y su cuerpo volvió a tensarse con rigidez cuando Sai lo sentó sobre sus caderas, “esa parte” del mayor dura y tibia restregarse contra sus nalgas era algo que hubiese preferido no sentir, y más aun con la tenue vibración que emitía aquel artefacto que aun mantenía en su interior. Su profesor continuó masturbándolo lentamente mientras seguía pellizcando sus tetillas. Pero la peor parte era aquel simulacro de penetraciones que estaba llevando a cabo.

Se sentía extraño, su cuerpo parecía estar deseoso de experimentar más en las prodigiosas manos del profesor pero su mente se negaba aceptar tal acto como algo correcto.

-Sai-sensei –lloriqueó encorvando su espalda ansiosamente-. Me siento, raro…

-Se llama excitación –susurró la sensual voz contra su oído causándole escalofríos-, tu cuerpo está deseoso por sentir cada vez más y más, y quiere saborear el tan jugoso orgasmo ¿Tú no lo quieres dejar?

-Es, incorrecto –soltó entre suspiros mientras movía la cabeza de un lado a otro. Cada vez más se perdía de la cordura y se entregaba al placer de todo lo que el mayor le hacía.

-¿Entonces es incorrecto algo que te hace sentir bien? –dijo presionando al menor contra su pene.

-Que, vergonzoso…

-¿Ves como estoy? –volvió a empujarlo- Es gracias a ti, ¿No quieres sentirlo enterrarse en tu interior?

-No logrará, persuadirme -dijo entrecortadamente entre jadeos.

-Podría hacerte sentir mucho mejor que ese pequeño vibrador que aun se encuentra dentro de ti –continuó mientras seguía el lento movimiento sobre el pene del menor.

-Sai-sensei… Quiero, orinar…

-¿No será que quieres correrte?

-Sai-sensei –abrió los ojos y lo miró suplicante-, me da, vergüenza.

-Yo limpiaré todo –susurró besándole la frente-, ¿Quiere que continúe entonces?

Asintió varias veces terminando de entregarse a la voluntad de aquel hombre que le enseñaba ese mundo pervertido y placentero. Un mundo al que él jamás pensó iba a pisar tan joven, y que ahora comenzaba a explorarle el lado más oscuro siendo guiado por Sai, comenzando así la historia de una relación que no sabía cómo iba a terminar pero que cómo empezaba, parecía prometer mucho.

 

 

 

Estaba desnudo y desparramado contra en el suelo, recostaba el hombro a las piernas de Sai mientras su cabeza descansaba en el lateral externo del muslo del mismo, respiraba plácidamente manteniendo sus ojos cerrados apaciguando todo lo que su cuerpo acababa de experimentar. Sai apoyaba su cabeza contra el amplio espaldar del sillón y leía un libro de arte contemporánea mientras jugaba con los cabellos de Gaara entre sus dedos.

-Sai-sensei…

-¿Hmm? –contestó sin verlo.

-¿Puedo quedarme esta noche?

El mayor se sorprendió y miró hacia dónde el chico estaba, seguía en la misma posición sin atreverse a verlo; con la cabeza sólo recostada en su muslo viendo, al parecer, hacia los muebles del recibidor. Sai sonrió levemente volviendo su mirada hacia el contenido del libro y continuó jugando con el cabello del menor.

-¿Y a qué se debe esta petición? –respondió segundos después- Generalmente soy yo quien te secuestra.

Sai sintió como el chico se apretaba ligeramente hacia su pierna y frotaba la mejilla contra su pantalón, pero no respondió a su pregunta. El profesor sabía que su pequeña adquisición se hacía cada vez más adicta a su presencia y tratos, aquello no podía tenerlo más satisfecho puesto que él también había caído presa de los encantos de ese inocente adolescente. Sonrió por aquel pensamiento, pues a pesar de que Gaara había perdido mucho de su pureza con él, el pelirrojo seguía destilando ingenuidad cuando lo sometía a sus peculiares prácticas sexuales. Adoraba ver como todavía se sonrojaba de la vergüenza con algunas posiciones o palabras.

-¿Por qué no has ido a vestirte? –preguntó deteniendo por un segundo las caricias sobre el cabello del chico para pasar la hoja del libro, y entonces, continuar enredando los mechones rojos entre sus dedos.

Tampoco quiso responderle. Gaara no iba admitir las cosas que hacía por su profesor, jamás podría hacerlo. Su propia personalidad no se lo permitía, ya de por sí sus contradicciones internas vivían luchando por hacerlo razonar sobre su actual comportamiento complaciente con un pedófilo sádico que se excitaba sólo por tenerlo atado y con objetos en su recto. Las mejillas se le calentaron al recordar todas las veces que había tenido sexo con Sai y agachó más la cabeza buscando ocultar su más que seguro sonrojo del mayor.

Pero sí, para sí mismo admitía que permanecía desnudo porque a Sai le encantaba verlo así. Gaara sabía que en la actual posición en la que se encontraba parecía un esclavo (o mascota en realidad), pero por más feo que sonara al aceptarlo, a él también le gustaba esa relación.

Le gustaba Sai.

Le gustaba porque cuando no estaba en su modo sádico, era atento y cariñoso con él. Claro, no lo demostraba con palabras directas, pero sí con los gestos o las cosas que hacía. Como por ejemplo esa tarde luego de que lo desató de esa suspensión extrema en la que lo tenía. Estaba colgado del techo a la altura justa de la pelvis de Sai, lo tenía atado con todas aquellas cintas y temía por caer y golpearse (o peor, fracturarse). Pero el mayor le tranquilizaba al recordarle que él jamás permitiría que se hiciese daño, que no olvidara que ahora estaba en sus manos. Palabras posesivas y secas, pero que al final lograban borrar el temor. Sin embargo cuando su lado sádico salía a flote podía ser la persona más cruel del planeta, torturándolo hasta el punto de hacerlo llorar y suplicar, Sai sin embargo no se detenía y continuaba fustigándolo sin piedad.

-¿Te gusta, Sai-sensei? –preguntó luego de otro prolongado silencio.

Esa era de las otras cosas que hacía a propósito. Llamarle de aquella forma tan infantil y empalagosa sólo por darle gustos silenciosos al mayor. Lo había descubierto, cuando lo llamaba de esa forma en los momentos clímax de sus sesiones la mirada de Sai se suavizaba y podía ver como el mayor se excitaba por eso.

-¿El qué? –preguntó en voz baja aun concentrado en su libro.

-El que esté así.

Sai bufó y negó con la cabeza sonriendo de medio lado. ¿Qué clase de pregunta era esa? Si por él fuera obligaría a Gaara a estar desnudo desde que pisase la entrada de su apartamento hasta el momento en que se fuera, pero el desvestirlo también era otro gusto que se daba. O en su defecto, verlo desvestirse.

-¿A ti te gusta que te lo confirme siempre, no?

Gaara sonrió y acarició suavemente el borde de la pierna del mayor en respuesta. A diferencia de Sai, él prefería las indirectas.

-Eres un masoquista –cerró el libro y lo puso a un lado de la mesita ofreciéndole la mano al otro para que se levantara y le diese la cara.

-Gracias a ti –contestó tomándola para luego levantarse. Las piernas le temblaban y el haberse puesto de pie había hecho que el semen que estaba aun en su interior escurriera por sus piernas.

-El jovencito decente ha perdido su moral ¿No?

Sintió las mejillas arderle cuando la vista de Sai se clavó en sus genitales y a pesar de todas las veces  que el mayor le había visto desnudo, se cubrió con su mano libre apenado. Después de tantos meses juntos la mirada de Sai era algo que todavía no podía hacerle frente.

-Sai-sensei, deje de mirar –susurró.

-Es inevitable teniendo algo tan provocador en frente –lo atrajo hacia él y lo hizo sentarse sobre sus muslos con las piernas separadas a cada lado de las suyas.

-Voy a ensuciarte el pantalón –susurró colocando las manos en el pecho del profesor para intentar levantarse.

-No importa –dijo con la vista fija en los labios enrojecidos del menor-, sé lavar mi ropa yo solo.

Gaara notó como el hombre se había quedado observando fijamente sus labios y aprovechó el momento para humedecerlos lentamente con su lengua.

-¿Por qué se queda en silencio y después sonríes de esa forma?

-Porque tengo en frente un jovencillo travieso que parece no cansarse de provocar a su maestro.

El pelirrojo terminó por recostarse contra el pecho de Sai ocultando su rostro en el cuello del mismo.

-¿Me das permiso esta vez? –susurró contra el oído del mayor.

-¿Por qué no? De vez en cuando debo recompensarte por portarte tan bien –murmuró acariciándole la espalda delicadamente flagelada del menor. Adoraba saber que aquellas marcas las había hecho él y ver como Gaara se agitaba entre sus brazos cuando las tocaba, le provocaba una enorme sensación de gusto.

Gaara sonrió mientras se estremecía al sentir los dedos de Sai tocando su sensibilizada espalda, aun así besó el cuello del mayor mientras acariciaba la mejilla del mismo. Hacer ese tipo de cosas no era algo que Sai le permitiera siempre, tenía que soportar muchas torturas para que él pudiese darse el gusto de tocarlo.

-Sai-sensei … -susurró contra su oído mientras terminaba la frase “te quiero” en su mente. Aunque deseara a Sai, aunque sus sentimientos por él fueran mucho más allá de aquellas sesiones, se negaba a demostrarle con palabras directas al mayor que lo quería. Eso era darle más poder del que ya tenía.

-Gaara-kun, estás provocando a tu maestro. Compórtate –farfulló divertido- ¿O acaso no fue suficiente todas las horas que jugamos?

-Lo fueron –dijo enderezándose nuevamente mientras juntaba las manos tapando su media erección-. Discúlpame, no quise mostrarme inconforme. Es sólo que me emociono cuando me das permiso para besarte –soltó en voz baja sin quererlo mirar. Y ahí iba otra de sus armas, actuar con timidez e inocencia para obtener más atenciones del mayor.

-Comienzo a pensar que haces todas esas cosas a propósito –dijo tomándole de la quijada firmemente, haciéndolo entender con esa acción que debía mirarlo-. Últimamente has estado muy complaciente conmigo y siempre buscando que te haga más cosas ¿Qué es lo que estás planeando?

-Nada. Sólo quiero estar contigo, es todo –respondió tajante. Arrugó y desvió su mirada hacia otro lado al sentir las mejillas calientes. Si hubiese sido otro habría salido corriendo, pero con Sai eso sería desobediencia.

Sai sintió su corazón palpitando con más fuerza en su pecho al escuchar esas palabras, verlo sonrojarse y avergonzarse por haber dicho aquello le había provocado una sensación tan cálida en el pecho que sintió deseos de abrazarlo. Cedió entonces ante aquella necesidad y lo atrajo hasta su pecho para estrecharlo entre sus brazos. Inspiró el olor del cabello del menor y apoyó su mejilla contra el mismo.

-Esta noche podrás quedarte. Pero considera este tiempo como tu descanso, Gaara-kun. Esta noche no te dejaré dormir –sentenció con voz suave.

El menor tensó su cuerpo al escuchar las últimas palabras que había dicho el mayor. Cerró los ojos y respiró profundo mientras se dejaba arrullar por las suaves y talentosas manos de su profesor de arte, de su excéntrico amante, de ese que había sido capaz de cambiar su mundo completamente.

-Sai-sensei… –susurró dejándose llevar por el sueño.

Esa noche Sai lo dejó descansar en su regazo por una hora, una maravillosa hora que atesoró en lo más profundo de su ser. Muy pocas veces ambos se daban el gusto de dejarse mimar como un par de enamorados, los dos se escapaban de ese rol de “Amo” y “Esclavo” al que estaban acostumbrados, saboreaban un poco del dulce que el mundo monótono llamaba amor.

Los dos sabían que expresar con palabras ese sentimiento rompería el equilibrio que llevaban, y las emociones simplemente acabarían limitadas a frases trilladas y cursis que distorsionarían su relación.

Simplemente las palabras de amor estaban de más entre ellos.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Bueno, si han llegado hasta aquí es porque leyeron el fic (o porque lo pasaron de largo sólo para ver que había escrito acá). Sea cual sea lo que haya sido, gracias por entrar acá y gastar minutos de su valioso tiempo en esto. 

Les recuerdo que este one-shot lo escribí para Eruka Frog, así que muchas cosas no tienen sentido. El fin de esto es sólo para alimentarle los oscuros gustos a mi amada mentora (así como ella alimenta los míos, sólo que lo hace de una manera más elegante *_*)

Bueno, gracias. A ver que me dejan de comentarios, todo es recibido (incluso nominaciones a páginas como FrAw, y esas cosas xD)

Saludos gente, y recuerden: LEAN MÁS LIBROS. NO LEAN FICS.

*Se va a escribir el capítulo diecinueve*


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