Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Angel Mao: Deep of the Winter por Kurenai Mido

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ya sé que lo de Tucker no está bien, pero a mí me da más pena que enojo... quien no se enamoró sin remedio alguna vez de alguien prohibido >.< 

Acostado en la cama, mientras la doctora Clarkson lo ayudaba a flexionar las piernas hacia arriba y hacia abajo, Mao sostenía una charla sentimental con Anabeth, una chica de su misma edad que al igual que él acudía al hospital varias veces a la semana para hacer su rehabilitación; debido a las notorias similitudes entre ambos (incluso en modo en que habían perdido la movilidad de sus piernas) no tardaron en hacerse amigos, y siempre que se veían tenían algo para contarse. En esa ocasión, Mao le confesó que estaba muy triste porque Riley se había marchado el día anterior a Ryworth.

 

-Yo quería pasar las vacaciones con él- suspiró el pelinegro- porque aunque no voy a la escuela, en el año estudio en casa y él tiene más trabajo, y no podemos vernos tanto como creía al principio. Y quiero verlo, quiero estar con él…

 

-Te entiendo- aseguró Anabeth, mientras su doctor la ayudaba con el mismo ejercicio.- ¿Quién no quiere pasar tiempo con la persona que ama? Debe ser difícil…

 

- Sí, pero no puedo hacer nada, y eso me da mucha impotencia- soltó Mao de pronto, sonrojándose un poco.- Porque si quisiera seguir a Riley no podría, y si quisiera distraerme aquí tampoco podría, ¡por culpa de la maldita silla! Te juro que muy pocas veces como ahora he sentido la necesidad de recuperarme tan fuerte, tan urgente. No quiero que siga pasando el tiempo y Riley se vea obligado a cuidar de mi como si fuera un enfermero y no mi novio. No es justo para él.

 

-Pero sabes que no estarás así para siempre, ¿verdad?- preguntó Anabeth, mirándolo sorprendida. Mao titubeó.- Ahora tienes una razón poderosa para esforzarte con la rehabilitación, de modo que no tardarás mucho en caminar de nuevo. Estoy segura.

 

-Gracias, Anabeth. Yo espero lo mismo.- Ambos jóvenes rieron y luego Mao agregó:- y espero que un día de éstos salgamos juntos tú y yo, porque eres mi mejor amiga.

 

-Bien, Mao, arriba- indicó la doctora Clarkson con suavidad tras terminar la secuencia de flexiones. Mao se incorporó y se frotó las piernas, comprobando con satisfacción que sentía un cosquilleo, y luego se despidió de Anabeth.

 

-Mamá me pidió que hoy vuelva temprano porque en casa no hay nadie, pero la próxima vez te invitaré a comer.

 

-Okey. Y yo aceptaré con mucho gusto.- Mao fue ayudado a sentarse en su silla y se acercó a besar a Anabeth en la mejilla como despedida, proclamando una vez más que tenían que verse fuera del hospital más seguido. Mientras la doctora lo llevaba a la salida y lo asistía para subirse al taxi (especialmente contratado por su madre, pues ese día ni ella ni su padre habían podido acompañarlo), se lamentaba de no haber aceptado, años atrás, regresar a la escuela. Tras el accidente había sentido demasiada vergüenza como para enfrentarse a compañeros y maestros, pero ahora y visto desde la distancia era una decisión que no volvería a tomar; el no ir a la escuela lo había privado de hacer amigos de su edad y tener compañía en la etapa más difícil de su vida, y ya era muy tarde como para retomar. Le faltaba un año y medio para graduarse, y era ese un tiempo muy escaso a su juicio como para forjar lazos verdaderos.

 

Usualmente cuando le tocaba viajar solo, el taxista (siempre de la misma agencia, una de confianza) lo ayudaba a subir y bajar del auto y a guardar la silla en el baúl, pues así se lo indicaban Sun o Camryn. Pero esa vez, al llegar a la puerta de su casa, lo ayudó otra persona. Se sorprendió muchísimo.

 

(…)

 

Marcharse de la ciudad de un día para otro fue lo más fácil y lo más impulsivo que había hecho en toda su vida, y no se arrepentía demasiado. Al ser su propio jefe no le costó mucho dejar Kat´s Records en manos de Brenda, su empleada de mayor confianza, y aducir que se sentía muy estresado y se tomaría una semana de vacaciones. Lo siguiente que hizo fue comprar por internet un boleto en micro, regresar a casa y armar las maletas, soltando vagas explicaciones a sus padres y hermana sobre su repentina decisión. Pero Linda era perspicaz; ella sabía que Riley se hallaba en Ryworth y se lo había contado, de modo que si ahora le explicaba que “por casualidad” iría allí, podía sospechar que su verdadera intención era ver a Mao a solas. No le convenía que alguna vez Riley supiera eso, de modo que tuvo que neutralizarla con toda su inteligencia.

 

-Mira, Linda- la encaró- voy a andar de acá para allá y no quiero que nadie sepa, de modo que tú por favor no lo comentes mucho. ¿Puede ser?

 

-Bueno, sí…

 

-Si lo haces te dejo quedarte en mi departamento todo cuanto quieras.- Ante ese ofrecimiento los ojos de Linda brillaron y aceptó olvidarse de él por completo, lo cual lo alivió muchísimo. El departamento en cuestión lo había alquilado para mudarse con Clare cuando estuvieran casados, pero como eso evidentemente no iba a pasar ahora estaba vacío y a él le dolía mudarse allí, de modo que no le costaba nada ofrecérselo a Linda. Solucionado ese pequeño inconveniente ya no tenía impedimentos para viajar y encontrarse a Mao solo y bien dispuesto a juntarse con él hasta que Riley regresara. Reconocía que iba a ser un consuelo para el menor, un simple sustituto, pero no le importaba. A esas alturas se sentía tan vulnerable y nostálgico que no le importaba nada, ni siquiera saber que su actitud era patética y triste.

 

Quería enterrar en lo más profundo de su mente todas las dudas y ansiedades, toda la culpa y la confusión, aunque fuera por esos pocos días. Con eso presente pasó las horas de viaje ensayando diversas explicaciones que podría dar a Mao sobre su presencia en la ciudad, pues debía asegurarse que pareciera lo más casual posible. Luego, con toda seguridad, Mao se lo contaría a Riley; eso le daba una única oportunidad para sorprenderlo y que su hermano no interfiriera.

 

Ni bien bajó del micro tomó un taxi hasta el hotel en que había alquilado una habitación, que quedaba en el centro; le resultaba cómodo en muchos aspectos y decidió deshacer primero sus maletas antes de llevar a la práctica su plan, ya que era temprano y estaba algo nervioso como para salir enseguida. Mientras iba guardando su ropa y efectos personales, echaba frecuentes vistazos al reloj para calcular la hora exacta. Tenía que funcionar; tenía que funcionar o haría el mayor ridículo de su vida.

 

Alrededor del mediodía se dio una ducha y se cambió con esmero, observándose en el espejo con cierta autocrítica. ¿Se veía más viejo que Riley? Aunque solo le llevaba cuatro años, le preocupaba lucir demasiado mayor y por comparación salir perdiendo. Por fin decidió que todavía podía considerarse joven y en carrera y bajó a la calle, donde tomó un autobús que- según cálculos previos- lo dejaría a dos cuadras del vivero en que trabajaba su hermano (que gracias a Dios quedaba frente a la casa de Mao). El viaje le insumió escasos diez minutos. Al bajar, sintió que su corazón se aceleraba como el de un chiquillo.

 

-Esta debe ser… la casa de Mao- musitó con respeto, viendo el elegante frente de la casa Lang Liu. Si bien no llegaba a ser una mansión era mucho más grande y fina que las casas de su barrio, con un jardín perfectamente cuidado, garaje y rejas doradas: se sintió un poco intimidado antes de entrar a Las Acacias con el aire más inocente del mundo y saludar al señor Joseph (a quien conocía a través de Riley).

 

-Mi nombre es Tucker LaBranche- dijo sonriendo- soy el hermano mayor de Riley.

 

-¡Ahh! Mucho gusto, señor Tucker. ¿Viene a ver a Ray?

 

-En efecto; estoy pasando unos días aquí y quisiera verlo y hablar con él…

 

-Es una pena que no supiera nada de ello, señor, pero Riley no se encuentra- explicó Joseph- está en Ryworth ocupándose de unos negocios para mí, y volverá recién en ocho días.

 

-¡Pero qué mala suerte!- se quejó Tucker, fingiendo una mueca de desencanto.- No, claro que no lo sabía. Quería darle una sorpresa. ¡Qué lástima que no podré esperarlo!

 

-Son cosas que pasan- consoló Joseph.

 

-Sí… bueno, me temo que entonces no tengo motivo para seguir importunándolo, si él se halla de viaje. Regresaré a mi hotel. Muchas gracias por todo, señor.

 

-No es nada, no es nada…

 

-Ahora probaré buscar a mi cuñado, que según sé vive en este barrio- añadió como al pasar, sonriendo con aire despreocupado. Y, tal como previó, fue interrumpido por Joseph, que lo llamó apurado al oírlo decir aquello.

 

-¡Espere! ¿Dice que busca a Mao, el novio de Riley?

 

-Sí… lo conocí en Navidad, nos hicimos amigos entonces. ¿Sabe donde vive?

 

-Aquí mismo, señor, frente a Las Acacias- explicó señalando la calle de enfrente.- La casa de rejas doradas. Vaya y pregunte si está, porque quizá hoy le tocaba su terapia de rehabilitación. No estoy muy seguro.

 

-Muchísimas gracias, señor Joseph- agradeció Tucker tendiéndole la mano con aire afable.- Iré ahora mismo a fijarme.

 

Contento con su pequeña actuación cruzó y tocó el timbre de los Lang Liu, pero nadie salió a atenderlo. Desorientado, aguzó el oído: no venía sonido alguno de la casa, aunque las persianas del piso alto estaban subidas. ¿Qué sucedía? Calculó por lo que sabía que Mao estaría en la clínica con uno de sus padres, pero que el otro se quedaría en la casa para recibirlo de regreso: pensaba usar eso para hacerse invitar y esperarlo dentro, pero si no había nadie no podría quedarse en la puerta por tiempo indefinido. Comenzó a preocuparse y a pensar que su esmerado plan quedaría en la nada cuando avistó un taxi que doblaba la esquina, y al acercarse éste su corazón dio un fuerte brinco: reconoció enseguida a través del vidrio la tierna figura de Mao. De inmediato alzó la mano para saludarlo y atraer su atención, cosa que logró.

 

-¿Tucker?- dijo el menor con tono de sorpresa, esbozando una sonrisa.- ¿Eres tú?

 

-Claro, ¿Quién más?- retrucó él, feliz.- Vine de sorpresa, a verlos a ti y a Riley, pero el dueño del vivero me contó que él no está… ¡ah! Permíteme ayudarte- se interrumpió al ver al taxista quitando la silla del baúl.

 

-Gracias.- Mao le tendió los brazos con confianza a su cuñado para que éste lo sentara en su silla, pero no notó el calor que emanaba de Tucker y por lo tanto siguió hablando como si nada.- Sí, Riley está fuera de la ciudad. ¡Qué pena que no lo supieras antes! Te habrías ahorrado el viaje. ¿O acaso estás de vacaciones también?

 

-Me tomé una semana libre, sí. Pero no todo está perdido, al menos puedo verte a ti- agregó con tono plácido.- Solo por eso ya valió la pena.

 

-Que amable al decir eso- agradeció Mao, tras despedir al taxista.- Ven, pasa. Mis padres no están pero no importa, te atenderé yo solo. Al menos llegué antes que te fueras, ¿verdad?

 

-Sí, que suerte. Pero si no encontraba a nadie hubiera vuelto otro día, sabes.

 

Tucker siguió al menor al interior de la casa con determinación pero con nervios, al saber que estarían solos, aunque en ningún momento dejó de oír lo que le decía para no parecer atontado. Mao lo hizo pasar a un espacioso y elegante living y le ofreció asiento mientras se quitaba el abrigo, al parecer genuinamente contento de verlo allí sin previo aviso. Se preguntó si lo que estaba haciendo no era manipular a Mao. Antes que pudiera llegar a una conclusión sobre eso, tuvo que regresar a la realidad para responder una pregunta.

 

-¿Cuánto piensas quedarte en la ciudad, Tucker?

 

-Um… yo pensaba una semana, nada más. Vine para descansar y para verlos a ustedes… bueno, ahora, a ti solo nomás, si quieres.

 

-¡Por supuesto! Somos amigos. Y estoy de vacaciones, así que puedo acompañarte cuando quieras salir a algún lado.- Le dedicó una sonrisa tan dulce que sintió como se le aflojaban las piernas.- ¿Cómo te va en casa, de todas formas? ¿Y a tus padres y a Linda?

 

-Están todos bien gracias a Dios. Yo soy el que necesitaba alejarse un poco y bajar el ritmo, y aquí me tienes. ¿Y tú? ¿Cómo te está yendo con la rehabilitación?

 

-Bien, creo. Pero cuesta mucho.- Se encogió de hombros.- Supongo que es cuestión de paciencia y esfuerzo, ¿no? No te aburriré con los detalles, pero gracias por preguntar de todos modos. Eres muy amable.- Echó un vistazo al reloj.- Vaya, son casi las doce y media y mi madre no ha vuelto… ¿te molesta si la llamo antes de seguir? Quiero saber si vendrá o no para almorzar.

 

-Adelante, llámala tranquilo- aceptó Tucker sin problemas. Mientras Mao hacia ese llamado él fingió buscar algo en su mochila, tanto como para tener las manos ocupadas, mientras en realidad se debatía entre el deseo de estar con el pelinegro a solas y la prudencia que le aconsejaba que sería mejor tener a su madre presente. Con Camryn allí debería moderar sus miradas y cualquier otro gesto de afecto excesivo, pero ¿acaso no había ido allí exactamente para eso?

 

-Mamá no viene- dijo el menor un rato después, dejando su celular sobre la mesita ratona.- Tenía que hacer muchos trámites y todavía no ha terminado, así que me tocará hacerme el almuerzo. ¿Te quedarás a comer conmigo, no?

 

-Será un placer acompañarte- gorjeó Tucker.

 

-Pero debo advertirte que no sé cocinar muy bien- previno- si te parece, podríamos pedir una pizza, de lo que gustes. Conozco una buena pizzería de por aquí.

 

-Me parece perfecto- aceptó el mayor sin problemas.- Me gustan con extra queso.

 

De modo que Mao llamó a la pizzería Antonelli y encargó una grande con extra queso y jamón italiano, y mientras llegaba el pedido tendió la mesa en la cocina, riéndose un poco de lo que él consideraba una excentricidad inocente.

 

-Casi nunca comemos aquí, porque estamos acostumbrados a usar el comedor; pero desde que fui a la casa de ustedes me parece que es mucho más cómodo e íntimo comer en la cocina, así que cada tanto la utilizo yo solo, o Dewey me acompaña.

 

-Se nota que eres un joven muy sencillo- elogió Tucker.- Me agrada eso de ti.

 

-Digamos que Riley me ayudó mucho a salir de mi burbuja- rió Mao, apuñalando con su risa al mayor: era obvio que no podía quitar a su hermano de la charla así como así. Se repuso tan rápido como pudo y continuó. Continuaría hasta donde la suerte le permitiera llegar.

 

-Ahí llegó la pizza- anunció Mao al oír el timbre.- Voy por ella, ¿bien? No, no te preocupes- añadió al ver que se aprestaba a seguirlo al recibidor- puedo solo.

 

Tucker se disculpó y terminó de  tender la mesa con cierto aire de satisfacción ante la independencia y la fuerza de Mao; lo impresionaba más que antes ver de cerca lo bien que se manejaba con su silla de ruedas a cuestas, tanto que deseó poder abrazarlo para demostrarle su orgullo. No lo hizo, por supuesto, pero sí que le hubiera gustado. En cambio si se dedicó a divertirlo con historias de la tienda y con otras cosas que se le ocurrieron para amenizar el almuerzo, que resultó un éxito tal y como lo esperaba. Mao se abrió a él más que como lo hacía en sus charlas por Facebook y le contó intimidades valiosas, lo que le hizo sentir que estaba un poco más cerca de su corazón, y procuró aconsejarlo lo mejor que pudo y reiterarle su completo apoyo. Mao a su vez le preguntó, con mucho respeto, si había vuelto a saber de Clare.

 

-Algunas cosas- confesó Tucker, sin tapujos.- Pero sabes, ya no me lastima oír de ella y creo que tampoco me lastimaría verla o cruzármela por la calle. Ya la he superado, Mao, porque soy lo bastante sensato como para darme cuenta que estoy mejor solo que en mala compañía. Como dijo mi hermano, es mejor que sucediera antes y no después de la boda.

 

-Me alegro mucho, Tucker, de verdad- felicitó Mao a su cuñado- es genial saber que esa mujer ya no puede afectarte. Tú te mereces algo mejor.

 

-Gracias, corazón.- El apelativo cariñoso se le escapó de forma tan involuntaria que no lo notó hasta que vio como las mejillas de Mao enrojecían. Entonces no le quedó más remedio que desviar rápido la conversación, antes que el menor sospechara algo.- Um… esta pizza en verdad está buena.

 

-Sí… sí, claro. Sírvete todas las porciones que quieras.- En ese momento se oyó abrirse la puerta de calle, y ambos alzaron la vista.- Mamá, ¿eres tú?- inquirió Mao parpadeando.

 

-Sí. ¿Estás en la cocina, querido?

 

-Sí, pero adivina, estoy con un amigo.- Al poco rato Camryn apareció en el umbral de la cocina y Tucker se paró para darle la mano, pensando que lo mejor era presentarse como correspondía.- Mamá, él es Tucker, el hermano mayor de Riley. Tuc, esta es mi mamá, Camryn.

 

-Mucho gusto, señora- dijo el mayor con educación.

 

-Igualmente, joven.- Camryn le dirigió una mirada aprobadora.- Bienvenido a nuestra casa.

 

-Es muy amable- agradeció Tucker sentándose otra vez.- Como me tomé unos días libres decidí visitar a mi hermano y a Mao, pero Riley no está… por suerte justo llegaba Mao y fue lo bastante amable como para invitarme a almorzar; espero que no le moleste.

 

-No, por favor- negó ella- no es ninguna molestia. Los amigos de mi hijo pueden venir cuando quieran.

 

-¿Te fue bien?- preguntó el pelinegro mientras comía.

 

-Puf; no me hagas acordar. Fue espantoso, tardé un montón y lo peor es que no terminé y tendré que volver mañana.- Suspiró.- Pero no quiero abrumarlos con mis problemas.- ¡Sigan, sigan comiendo tranquilos! Yo iré arriba y me quitaré los zapatos, que me están matando- rió.

 

-¿Sabes algo? Le has caído bien. Quizá te invite a cenar mañana, ¿te gustaría?

 

-¡Por supuesto! Solo avísame y aquí estaré.

 

Quince minutos después terminaron de almorzar y Mao juntó todo velozmente para poder acompañar a Tucker hasta la parada de bus, pues éste comprendió que no debía abusar de su suerte y permanecer más de lo debido en casa de Mao; el tramo fue corto (dos cuadras) pero para su satisfacción esta vez el menor no se opuso a que le llevara la silla, de modo que tuvo la sensación de ser tan cercano para él como era Riley. El corazón no dejó de latirle con violencia en ningún momento, e incluso se duplicó cuando le dio un beso de despedida en la mejilla. Su piel olía a juventud, y su cabello a durazno. Deseó poder devorárselo.

 

-Te llamaré por lo de la cena- prometió Mao, algo nervioso sin saber por qué.

 

-De acuerdo, bonito. Nos vemos pronto- finalizó Tucker con osadía antes de subirse al autobús.

 

(…)

 

Riley también se sentía nervioso sin saber por qué, en su habitación del hotel en Ryworth. La negociación iba bien, y el nuevo local prometía, pero otra cosa estaba atormentándolo en la conciencia y estaba convencido que tenía que ver con Mao.

 

Extrañaba mucho a su novio y por las noches lo imaginaba a su lado, entre sus brazos, dándole serenidad y calidez. No fue sino hasta que se marchó que comprendió lo mucho que deseaba tener a Mao para sí, a salvo de peligros y tentaciones, y supo que era el principio de anhelo de convivencia. Su cuerpo y su mente comenzaban a reclamar cosas que las visitas no podían satisfacer, y pensó que sería bueno ir sabiendo que pensaba Mao al respecto. La intuición le decía que de no ser así, pronto podría verse desafiado en el cariño del pelinegro. No podía permitir que sucediera tal cosa, y aunque la distancia actual no ayudaba decidió no dejarse estar y llamarlo enseguida. Era ya la mañana del tercer día y probablemente Mao estuviera en casa, y aunque no estuviera, apostaba cualquier cosa que no se separaba de su celular.

 

-Hola, mi amor. ¿Cómo amaneciste hoy?

 

-¡Riley!- exclamó gozoso el menor al oírlo.- Siento que pasó una eternidad desde que te fuiste, así que amanecí pensando en ti… ¿eso contesta tu pregunta?

 

-Sí, y me encanta- admitió el moreno con languidez.- Yo también te extraño mucho, corazón, y ya quisiera volver, para poder abrazarte y llenarte de besos…

 

-Basta, que me da vergüenza- pidió Mao apenado.

 

-Cuéntame, dulce. ¿Qué has hecho en estos días para no sentirte solito?

 

-No vas a adivinarlo nunca- contestó Mao riendo.- ¡Ayer almorcé con Tucker!

 

-¿Con Tucker?- repitió Riley sin comprender.- ¿Cómo es eso?

 

-Resulta que se dio unos días de vacaciones y vino aquí a vernos, ya sabes, pero al llegar a Las Acacias el señor Joseph le contó de tu viaje- informó Mao sin recelar nada.- ¡Y justo cuando él salía de Las Acacias yo llegaba del hospital, así que nos encontramos! Lo invité a casa y estuvimos charlando un buen rato; por cierto, te manda saludos.

 

-Vaya, que lástima- se quejó Riley- me hubiera gustado saludarlo. Pero seguro que para cuando yo vuelva él ya se habrá ido, así que…

 

-Mala suerte, Ray- consoló su novio.- No te entristezcas por eso.

 

-Sí, tienes razón. ¿Dime, y como lo viste, bien?

 

-Muy bien. Me aseguró que Clare es cosa del pasado y le creo, lo cual es fantástico porque él no se merecía sufrir por semejante mujer. ¿No te parece?

 

-Desde luego…

 

-Esta noche vendrá a cenar a casa- añadió Mao sin darse cuenta del súbito silencio de Riley- mamá ya me dio permiso. ¿A ti no te molesta, verdad?

 

-¿Por qué habría de molestarme, mi amor? Al contrario, quiero que te diviertas todo lo que puedas.

 

Pero al mismo tiempo que decía eso, Riley se dio cuenta que le molestaba muchísimo que Tucker estuviera con Mao y él no, aunque fuera por unos días y por casualidad. Después de cortar tras unos diez minutos de charla romántica, recapacitó, y se dijo que era tonto sentir celos de su propio hermano porque se juntara con su novio y le hiciera algo de compañía.  Tucker no representaba ni un peligro ni una tentación de esas que atemorizaban su inconsciente. 

Notas finales:

Dudas, preguntas, lo que sea, acá estoy :) Por cierto si en algún lugar notan que cambia el nombre de la ciudad donde vive Mao (si es que alguna vez lo puse en alguno de los fics de AM) es solo que me lo olvidé y tuve que inventarle otro (ahora me pregunto en serio si alguna vez lo puse o____O) Nos vemos en el capi 3! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).