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LA LLAMA por Paris Atreides

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Mis agradecimientos a: Kyo-chan, Marle, AyaneMinato y Angel Dark, por sus comentarios, que me animáis mucho. Sois todas unas fieras Muchos Besitos.

Y tod@s que leen este fic. ;)

Sin más preámbulos:





CAP 2: JUGANDO AL ESC”NDITE.



“A veces sospecho que construimos nuestras propias trampas,
que nos metemos en ellas fingiendo sorpresa.”

(The Sandman)




Saisyu volvió a releer la carta, prácticamente se la sabia de memoria, y cuanto más la leía mas asombro le causaba. En aquel de caro y sedoso papel, en una letra clara y elegante, con pocos palabras se hacía una propuesta que podía cambiar para siempre el sino del clan Kusanagi.
Saisyu meneó la cabeza, al repasar quién la firmaba: Iori Yagami. El sello del clan se encontraba junto a su nombre, un sello que sólo podía ser utilizado por el líder del clan. Saisyu no conocía a Iori, las únicas referencias que tenía las había conseguido a través de Kyo pero todo apuntaba a que no se ajustaba al modelo Yagami y aquella misiva lo demostraba con creces. También sabía que Iori era uno de los Yagamis más poderosos que había visto el mundo en muchas generaciones; ¡¿como si no había podido derrotar junto a con Kyo a un dios?!.
Kyo era el otro punto que le preocupaba de esta oferta, de hecho parecía la clave de todo el entramado, pero Saisyu se preguntaba ahora que era más importante si su responsabilidad como líder del clan Kusanagi o su responsabilidad como padre.

La puerta de su despacho se abrió suavemente, su esposa entró deslizándose con pasos castos y pequeños, al llegar a la altura de Saisyu levantó la mirada, sus ojos estaban llenos de lágrimas.

- ¿Y bien?, ¿qué ha dicho?- le preguntó con preocupación a la vista de aquellas muestras de tristeza maternal.

- Nada, no ha dicho nada. Ni siquiera quiso abrirme la puerta de su habitación.

Los rasgos de Saisyu de tensaron, su mano arrugó le papel, sus ojos se entrecerraron. Parecía que nada podía arrancar a Kyo de su estado enajenación, de su aislamiento, pero tal vez si hubiera una posibilidad de ayudarlo, quizás las suplicas de su madre no le conmovieran pero puede que el fuego púrpura volviera a encender la llama de Kyo.

Saisyu se sentó y empezó a redactar la contestación, a medida que escribía los ojos de su dama se iban agrandado, aquellos hermosos ojos que había heredado Kyo.

- Esposo, ¿estás seguro?.

- No, pero si no salvo así a Kyo por lo menos el clan tendrá un futuro mejor.- su voz tenía una dureza diamantina, como si no quisiera dejar traslucir todos sus sentimientos, a pesar de las dudas su pulso se mantuvo firme. Saisyu Kusanagi no eran de los que vacilaban una vez han tomado una decisión.



A diez en punto de la noche una enorme limusina negra se detuvo ante las puertas de la entrada principal de la mansión Kusanagi, el chofer bajó y abrió una de las puertas traseras, una atractiva figura vestida de negro salió de la oscuridad de su asiento. Con paso felino se dirigió hasta Saisyu, los ojos de los líderes se encontraron y dos fuerzas se levantaron en el aire, dos fuegos chocaron y se tantearon. Se midieron y se inclinaron al mismo tiempo con una ligera reverencia, con la misma deferencia, puesto que eran dos opuestos pero iguales.

- ¿Dónde está?

- En su habitación, pero te advierto que hace seis meses que no sale.

La alta figura se limitó a sonreír, se paso los dedos por los rojos cabellos y sus ojos se iluminaron brevemente.

- Ahhh. A veces es como un niño, le gusta jugar al escondite. Se oculta de mí y siempre espera a que yo vaya a buscarle.

Saisyu hizo una mueca, no le gustaba aquel comentario tan ligero, se podía deducir que la relación entre su hijo e Iori era mucho más compleja de lo que Kyo había dejado entrever. Guardó silencio y con un gesto cortés le indicó a Iori el camino.
Iori avanzó con la seguridad de un conquistador, sabía que rea el primer Yagami que entraba en el corazón de la casa del clan Kusanagi.








- Entonces la invité a salir delante de todos los de la clase. Jamás había pasado tanta vergüenza en mi vida, ella aceptó. Saldremos el sábado. ¿Qué te parece Kyo?- Shingo apoyó el oído en oscura puerta de roble, esperando, ansiando una respuesta pero lo único que le llego fue el silencio que reinaba al otro lado. Nada que delatara que en la habitación se encontraba Kyo, que aún se encontraba vivo.

Shingo llevaba seis meses hablando a aquella puerta, conocía cada una de las imperfecciones de la madera en la que se apoyaba, todos los días después de clase venía y le contaba al invisible Kyo todo lo que acontecía durante su jornada.
Al principio pensó que Kyo con el tiempo le hablaría pero cuando al segundo mes no había recibido ni siquiera un suspiro empezó seriamente a preocuparse, por lo que sabía Kyo ni siquiera abría la puerta a sus padres o a los sirvientes, se alimentaba de noche cuando nadie lo veía. Seis meses desde que lo entraron malherido en la puerta de la mansión, aunque quién le había dejado allí se había preocupado en vendar las heridas más graves del joven Kusanagi. Durante se recuperación, en su delirio Kyo había contado entre gritos como había sido capturado por N.E.T.S y como posteriormente fue rescatado por alguien que no podía recordar. Cuando fue capaz de levantarse por si solo de la cama se encerró en su habitación y rehuyó toda compañía humana, ni siquiera las ordenes rugidas por Saisyu lograron que Kyo saliera de su autoimpuesta reclusión y Saisyu tenía demasiada dignidad como para obligarlo por la fuerza.

- Kyo- Shingo se humedeció los labios- por favor.- susurró, su voz salió rota por el intento de contener el llanto que le atenazaba la garganta.

Shingo cerró los ojos con fuerza, deteniendo las lágrimas. De pronto oyó unos pasos, abrió los ojos con sorpresa pero se sintió desilusionado al darse cuenta que no provenían del interior de la habitación sino del pasillo que conduce hasta la posición donde le se hallaba de rodillas, es postura de suplica, ante la habitación de Kyo.

Sus ojos se abrieron desmesuradamente ante la imponente figura que se materializó ante él. Shingo se levantó y adoptó una postura de combate.

- ¿Qué haces tú aquí?




Kyo volvió a cerrar los ojos, día tras día oí las voces de su madre y Shingo, días tras día no escuchaban lo que le decían. Las palabras habían dejado de tener sentido para él hace mucho tiempo, lo único que deseaba era el silencio, el olvido. Sólo quería que lo dejaran en paz. El dolor de su cuerpo había remitido pero el dolor que parecía estallar en su alma cada segundo, ese no había sanado. N.E.T.S no solo había hecho con su cuerpo lo que quiso sino que además le habían robado su esencia, su orgullo aquello, que lo identificaba como a un Kusanagi. Su llama. ¿Cómo podía confesarle a su padre esa vergüenza?, no, antes prefería la muerte.
Kyo volvió a ahogar el gemido que parecía que iba a escapar de su pecho, se mordió el brazo con fuerza hasta que sintió el sabor metálico de su sangre, manchando sus labios, goteando hasta impregnar las sabanas de su cama.

Frunció el ceño al oír nuevamente la voz de Shingo, no entendía lo que le decía pero tampoco tenía curiosidad por averiguarlo, solo esperaba que se largara de una vez.
“Vete Shingo, no quiero oír tus súplicas. Vete de una jodida vez”.

Se hizo nuevamente el silencio, Kyo respiró más calmadamente. De pronto se oyó un gemido de dolor que le hizo pestañear y una voz profunda atravesó la gruesa puerta como si fuera papel, era una voz que Kyo conocía, sí la conocía muy bien.
“No es posible, él no puede estar aquí”, se sintió como si despertará de un sueño para encontrarse en vuelto en una pesadilla.

- Nunca pensé que fueras un maldito cobarde Kyo.- la voz era profunda y ricamente modulada, sus palabras se clavaron en el alma de Kyo.


Kyo apreció como todo el aire de la habitación era aspirado por el resquicio de la puerta, una luz púrpura empezó infiltrase iluminando la oscuridad de la habitación. El calor empezó a levantar la pintura de las paredes. Kyo contuvo la respiración.

Una enorme explosión de llamas tiró a Kyo al suelo, la puerta saltó convertida en cenizas, las llamas lamían los bordes del umbral y en medio de ellas, como si fuera un dios de la cólera, se erguía Iori Yagami.
Sus ojos escarlatas se fijaron en la flaca figura que se acurrucaba en el suelo, como si el aura de Iori le hiciera daño. Apenas podía creer que aquella patética imitación de ser humano fuera Kyo. La furia hirvió en su sangre. En tres zancadas llegó hasta el cuerpo ovillado de Kyo vestido con un pijama blanco, la camisa estaba abierta por delante, exponiendo la pálida piel de Kyo.

Se agacho y lo cogió con brusquedad por lo cabellos, haciendo que se levantara del suelo. Kyo tenía los parpados cerrados como si quisiera negar su presencia.

- Mírame Kyo.- su voz era veneno y fuego.

Kyo abrió los ojos, unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas a causa del dolor que le producía que Iori lo mantuviera en le aire sólo colgado de su cuero cabelludo. Sus músculos estaban todos agarrotados.

- Ahora que tengo todo tu atención- Iori sonrió con ironía- te informo de que te vienes conmigo. No te preocupes por hacer tu equipaje como sirviente mío tendrás tu propio uniforme.

Kyo abrió la boca, sus ojos rodeados por pálidas sombras azules se entrecerraron, y en seis meses necesitó utilizar la lengua para entonar las palabras. Un grito rasposo salió de su garganta.

- ¡Suéltame cabrón!, ¡yo no soy tu sirviente!

“Vaya, si parece que dentro de esta ruina todavía queda algo de orgullo”. Iori se sintió satisfecho, por lo menos sabia que aquello no sería una perdida de tiempo.
Kyo dirigió un lento puño hacía el rostro de Yagami que lo bloqueó con facilidad. De repente se empezó a resistir salvajemente pero los fuertes bazo de Iori lo rodearon como una garra de acero.

- Eres un bastardo. Suéltame Yagami. Suéltame.

Kyo sentía como todas sus energías se iban desvaneciendo, los meses de inactividad, dolor y falta de alimentos se habían cobrado el preció en su cuerpo. Estaba débil, estaba indefenso, estaba en manos de Iori Yagami.

- Suéltame- su voz salió floja, su cabeza se balanceó hacia un lado como si fuera un muñeco de trapo- por favor……- el susurro desvaneció la mismo tiempo que Kyo se desmayaba.

Iori lo sostuvo delicadeza, cogió en volandas el frágil cuerpo de Kyo y se dirigió la salida con su preciosa carga.
Afuera espera Saisyu que retenía a un asustado Shingo cuya mejilla derecha presentaba un feo moretón. Iori ni los miró, paso a su lado sin decir nada con el inconsciente Kyo balaceándose entre sus brazos. Llegó hasta la limosina negra que esperaba en el patio de la mansión Kusanagi rodeada por todos los habitantes de la casa que miraban con asombro como un Yagami se llevaba a Kyo.
Iori entro en el coche, se sentó recostando con cuidado el debilitado cuerpo de Kyo. El motor arrancó y por la ventana trasera se fue haciendo cada vez más pequeñas las figuras del clan Kusanagi.

Iori se inclinó sobre le rostro de Kyo., controlando su respiración.

- Otra vez tu y yo. Como siempre.- deslizó sus dedos por la suave y sudorosa mejilla de Kyo, en una caricia leve- Eres mío Kyo Kusanagi. Eres mi obsesión.

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