Cuando despertó se sintió mejor, había descansado y los golpes ya no dolían tanto. Habló con la doctora helado, la cual lo dio de alta y llamó a mentita para que lo llevase a su habitación; esa era una de las tantas ventajas de poseer médicos personales en el castillo. Ya estando ahí tuvo tiempo para recordar lo sucedido los últimos días, se percató de que no había atendido los deberes reales desde hace mucho y por lo tanto tendría demasiados asuntos pendientes. Aún con eso en mente, no pudo evitar hacer un recuento de los últimos hechos en su vida.
En primera instancia, uno de los porteros que creía haber encerrado se había escapado, tenía que hacer una gran revisión a la seguridad y buscar mejoras para que no volviese a ocurrir. Después estaba el asunto del príncipe flama, un caso muy difícil ya que su madre es una de las más grandes villanas en Aaa y hacer una petición para una audiencia donde tendría que hablar del estado su hijo y no provocar una guerra, sería muy difícil; además de que tendría que enviar guardias para que vigilen al príncipe día y noche por si se presentara alguna desestabilidad molecular en él, para lo que también debería hablar con Fiona y no lo tomara como un acto de celos. Aunque esto último sería lo menos probable, porque ella y Cake están comenzando a sospechar sobre su “relación” con Marshall, si es que se le puede llamar así.
Tenía muchas cosas que hacer y a estas se le acumulaban más y más. No sólo debía arreglar asuntos que tenía que ver con su cargo, sino que debía aclarar su vida personal para poder realizar con mayor eficacia todo lo demás. Y ya sabía a dónde iba con esto, debía resolver o llegar a algún acuerdo con el vampiro con respecto a los sentimientos de ambos. Cada vez que tocaba el tema temblaba inconscientemente, no sabía si tomarse en serio a Marshall o no, porque no tenía ni la más remota idea de lo que pasaba por su cabeza. Lo que había pasado el día anterior lo molestó demasiado y debe admitir que no actuó de la mejor manera.
Siendo el monarca del duce reino; y prácticamente de los demás ya que los otros príncipes nunca se tomaban en serio sus papeles, él siempre debía ver por el bien de los otros reinos, mientras otros estaban en busca de alguna chica o coqueteándole a Fiona; él se tomaba su trabajo con completa diplomacia. Si bien se llegaba a tomar libertades para sus pasatiempos como hacer conciertos para la dulce gente con su material de laboratorio o incluso cocinar, la verdad es que casi todo su tiempo lo empleaba para ir a conferencias científicas o resolviendo problemas, incluso causados por él mismo, al lado de Fiona y Cake.
Con todo esto encima, se dio cuenta de que casi no había disfrutado su vida. Claro, tenía amigos y se divertía a su propia manera, pero no había algo que le dijera que lo que había hecho hasta ahora en sus 18 años de existir valiera la pena. Sentía un vacío, un gran hueco que no ha podido llenar, al menos no hasta ahora. Marshall era aquella pieza faltante en su rompecabezas interno, aquel que aún con su desordenada y espontánea personalidad, le hacía sentir que veía el mundo con mayor claridad, todos sus problemas se esfumaban en un instante.
Lo había visto muchas veces en sus experimentos sobre física, los opuestos se atraen y ¿qúe más opuesto que sus personalidades? Esa era la explicación más razonable que podía imaginar a su actual situación. ¿Amor? Claro que era eso, revisó los síntomas innumerables veces creyendo que se había contagiado de algún tipo de virus o que un espectro como los que abundan en aquellas tierras lo había poseído. Descartó toda posibilidad pero no podría ser otra cosa más que amor, sino cómo es que soportaba todas las bromas, insultos y humillaciones. Aquel sentimiento te deja sumamente ciego ante lo que ocurre alrededor, tal vez por eso no vio siquiera los mismos sentimientos que Fiona le profesaba. Y por suerte, o desgracia, al parecer Marshall le correspondía, pero todo era tan confuso. A pesar de que aparentemente sienten lo mismo, ¿por qué continúan las bromas? No estaba dispuesto a seguir con eso si continuaba así, debía actuar y reclamar el respeto que tanto se merece por parte del vampiro. ¿Pero cómo iba a hacerlo? Marshall sólo entendía con bromas, bromas pesadas. Debía buscar algo muy vergonzoso, recopilar información que le pudiese servir. Tenía que conseguir alguna fuente, alguien lo suficientemente cercano que lograse darle lo que necesita.
-¿Fiona, puedes venir al castillo?
-¿Hay algún problema? ¿Ya se recuperó de los golpes?
-Me encuentro mejor, debo hablarte sobre varios asuntos.
-De acuerdo, sólo iré un momento con el príncipe flama e iremos Cake y yo al dulce reino.
-Te espero.-Colgó. Desde que patentó mejor los cristales para comunicarse, podían hacer la función de celulares y sin los horribles dolores de cabeza que provocaban los traídos desde el reino arcoíris.
Pronto daría en marcha su plan, si lograba nivelar las cosas, trabajaría mejor en su larga lista de pendientes, con la distracción irritante llamada Marshall neutralizada, podría intentar con él una verdadera relación donde este lo pudiese respetar.
Firmó algunos papeles antes de que las heroínas llegaran. Fiona tenía unas cuantas quemaduras en el rostro, pero se limitó a no mencionárselo y fue directo al punto.- Te he llamado para que puedas contarme algo.
-Tenemos una charla pendiente príncipe.- La ojiazul se cruzó de brazos mientras Cake jugaba con los documentos que faltaban por firmar.
-Es sobre eso.- Hizo una larga pausa y suspiró antes de continuar.- Ni yo sé que es lo que pasa, pero te lo contaré después, sólo quiero que me ayudes con algo.
-¡Suéltalo ya!- Cake se impacientaba y dejó los papeles desordenados en un montículo sobre el suelo.
-Quiero que me cuentes todo lo que sabes sobre Marshall, cualquier cosa.
-¿Para qué?- Fiona enarcó una ceja.
-Estoy harto de que me insulte y me humille, quiero nivelar las cosas.
-No estoy segura.
-Por favor.- Gumball hizo unos grandes ojos suplicantes.
-Podría ser divertido.- Cake miraba a Fiona tratándola de convencer también.
-Pero sabría quién se lo dijo.
-Sólo hazlo.- Cake la jalaba del brazo.
-Asumiré toda la culpa, no se enterará que me ayudaron.
-Está bien.- Gumball y Cake gritaron de emoción.- ¿Pero qué quieres saber?
-Algo personal.
-¿Recuerdas lo de las papas? O la vez que cantó con la reina helada, cuando estuvimos en su casa o su muñeco de felpa.- Cake miraba muy emocionada a Fiona.
En cambio, la rubia observaba muy preocupada a la minina. -No sé si debamos contarle todo.
-No seas aguafiestas, cuéntale.
-Bueno... a Marshall se le da mucho contar su vida en la letra de sus canciones. Una vez habló de su mamá y de que se comió unas papas, por alguna razón lo molestó y se dejaron de hablar por unos siglos.
-¿Sólo por eso?- El príncipe la miraba con sorpresa.
-Sí, también lo vimos haciendo una melodía con la reina helada. Creímos que lo estaba atacando pero estaban tocando música.
-Eso es muy extraño.
-Luego nos quedamos atrapadas en su clóset antes de una práctica. Tiene un diario que graba en forma de canciones.
-Y conocimos a una de sus ex novias.- Cake se sentó sobre la cabeza de Fiona y comenzó con la historia.- Terminaron porque ella cambió su muñeco de felpa por una vara mágica.
Gumball rió un poco.- Creo que eso es suficiente.
-Promete que no nos delatarás.
-No le diré nada. Por cierto, sobre el príncipe flama y tú… me alegra mucho la noticia.- Sonrió y Fiona se ruborizó.
-Lamento las peleas que tuvimos.
-No te disculpes, tenías motivos para enfadarte; pero quiero que lo vigiles, si se pone fuera de control avísame.
-De acuerdo.- Ambas hermanas salieron del castillo y se dirigieron en busca de nuevas aventuras. Mientras tanto, el dulce príncipe se ingeniaba la manera para contarle lo que sabía a Marshall y demostrarle que no es tan superior como pensaba, pero debía ensayar las palabras adecuadas y enfrentarlo directamente.