Marshall y el príncipe flama habían regresado a la cocina del castillo del dulce reino. Ya sólo tenía una pared, donde seguía dibujada la cara de Phil para el ritual. Lo demás se hallaba destruido, desde el gran salón, hasta el sótano donde estaba el laboratorio de Gumball. Ambos chicos recorrieron las ruinas del castillo hasta encontrarse con el resto de los destrozos del reino. No había nadie, el monstruo se había ido hace un par de horas, las mismas que ellos habían utilizado para su viaje a la Nocheósfera. La oscuridad permanecía, eran cerca de las 3 de la madrugada, pronto amanecería y si eso ocurría el vampiro demoraría más tiempo en derrotar al zombie mutante.
-Bien, ya estamos de vuelta. ¿Cuál es el plan?- Cuestionó el príncipe flama notando la completa seriedad en el rostro y por su puesto la mirada rubí de su acompañante no muerto.
El mitad demonio palpó el bolsillo izquierdo de sus jeans, sacando de este el Amuleto de Energía Apocalíptica que su madre, la señora del mal, le había prestado.- Buscaremos a ese bastardo azucarado, lo mataremos e iremos en busca de Bubba, Fiona y Cake.
El príncipe flama soltó una leve risa que calló con su mano derecha, acto que enfureció al vampiro, apresurándose a lo que diría.- Sigo sin creer que te guste ese…
Marshall se acercó al rostro del príncipe interrumpiendo su mofa, amenazándolo con sus colmillos y con el amuleto del que destellaba un brillo color jade.-Si valoras tu vida no terminarás esa frase.- Acercó a escasos dos centímetros el amuleto para hacer énfasis en la advertencia.- Esta cosa puede apagarte como una velita de cumpleaños, mi madre no usó todo su poder contigo porque le agradas, pero yo no seré tan amable como ella.
El príncipe tragó con fuerza la lava que hacía como su saliva y aunque no tembló, sí dio un paso hacia atrás, evitando seguir mirando las orbes llenas de furia del vampiro. –Ok, cálmate, no es para tanto.
Con el mismo enojo que antes, Marshall tomó por el cuello de la ropa en llamas para que no intentara escapar.- ¿Amas a Fiona?- Sonó más como afirmación que como pregunta. Se podía escuchar el rechinido de los colmillos por la tención de su mandíbula. El príncipe sólo logró asentir levemente con su cabeza, intimidándose aún más.- Pues lo que sientes por ella no es nada, ¿me escuchas? NADA comparado a lo que siento por Bubba. Y si te atreves a mencionarlo una vez más.- Aferró con mayor fuerza su ropa a pesar de que el fuego le calcinaba la piel.- Te mataré tan lenta y dolorosamente en medio del profundo océano que tus gritos serán ahogados por miles de litros; y no me importa lo que diga o haga Fiona ante eso, yo te mataré y disfrutaré cada segundo de tu agonía.- Escupió a su rostro, el cual se evaporó con su inconfundible sonido “tssssss” al desaparecer en el aire. Finalmente lo soltó y comenzó a caminar.- ¿No vienes?- Continuó su camino y el príncipe comenzó su andar detrás de él, aún atemorizado por lo que acababa de ocurrir.
Se habían adentrado en silencio a las entrañas del bosque, encontrándose con árboles derribados y restos de betún por todas partes, incluso encima de animales y arbustos. Siguieron el rastro hasta llegar a la Ciudad Champiñón. Muchas de las casitas de champiñón estaban mordidas y no se encontraba ningún habitante.
Continuaron su travesía del camino con betún hasta toparse con el reino desayuno. La torre principal era una gran cafetera de la que brotaba un río de café expreso, rodeada de huevos estrellados de los cuales la yema de cada uno se iluminaba entre la negrura nocturna, los puentes de tiras de tocino se extendían a lo ancho del río de humeante café.
Al aproximarse, ambos notaron un gran hueco de la enorme cafetera, de donde, el zombie rompió las paredes y logró entrar. Marshall aceleró el paso y el príncipe lo siguió con algo de dificultad, puesto que todo lo que tocaba se quemaba al instante, las enormes tiras de tocino ardían hasta carbonizarse y sólo dejar caer cenizas dentro del río que rodea al castillo. Tuvo que comenzar a correr sino quería terminar siendo extinguido dentro del café, que aunque estuviera caliente, seguía siendo líquido y aún podía apagar su cuerpo.
Los gritos comenzaron a oírse, eran los gobernantes del reino; el príncipe desayuno y su hermano menor, el príncipe tostada. Al entrar a la torre, divisaron a los guardias, que eran huevos y naranjas con armaduras, intentando controlar a la bestia que apenas y cabía en el reducido salón.
-¡No podrán derrotarlo! ¡Sólo sáquenlo de aquí!- Ordenó el vampiro a los guardias, los cuales se negaron rotundamente al únicamente aceptar decretos de alguno de sus príncipes.
-¡Háganlo!- Gritó el príncipe flama amenazando a la docena de guardias con su fuego.
Con grandes tenedores empuñados por los guardias y ayuda de refuerzos, sacaron al zombie de azúcar a empujones, el cual cayó dentro del río gruñendo guturalmente. Algo del azúcar se disolvió en el café, pero aún continuaban los huesos en su lugar. Marshall se colocó en el cuello el amuleto; creció convirtiéndose en murciélago con tentáculos y cuernos parecidos a los que su madre obtenía al transformarse en un monstruo.
Se lanzó contra el zombie y comenzó a golpearlo brutalmente. Los guardias, el príncipe flama y los otros dos príncipes salieron para ver la pelea. Ambos gigantes se hallaban cubiertos de café ardiendo y ninguno parecía estar cediendo. El zombie golpeó en el estómago al vampiro y como respuesta el otro le regresó un puñetazo en el cráneo. Los guardias prefirieron no exponer a algún habitante del reino y comenzaron a evacuar el lugar.
Marshall mordió un brazo del zombie, mientras el otro golpeaba donde anatómicamente estaría su hígado. El sol comenzaba a asomarse por el horizonte, no había tiempo ni oportunidad para esconderse, la piel del vampiro se quemaba. El zombie aprovechó para derribar a Marshall e intentar arrancarle la piel.
Gritaba de dolor intentando alejar al enorme esqueleto. Su piel ardía imparable. Con un último esfuerzo logró incorporarse, tomarlo por los hombros y golpearlo en su frente con la suya; dejándolo temporalmente desorientado, movimiento que aprendió anteriormente de Fiona y que le costó un gran esfuerzo para no desmayarse al realizarlo. El zombie se tambaleó lo suficiente como para que se mareara y no notara que Marshall tomaba impulso para patearlo en la entrepierna. En seguida los miles de huesos unidos se desprendieron, junto con los restos de la dulce gente y hundiéndose en el río.
Marshall regresó a su forma habitual, se apresuró para entrar al castillo y resguardarse de los sofocantes rayos solares. Después de algunos minutos y con ayuda del amuleto, sus heridas cicatrizaron rápidamente.
Los habitantes del reino desayuno ayudaron a los del dulce reino a salir del café. El príncipe flama habló con los otros dos príncipes contándoles el origen del zombie, por supuesto disfrazando un poco la verdad para que todo el alboroto no pareciera que era culpa de Gumball, aunque así fuera; y que cuidaran a la dulce gente mientras el dulce príncipe era rescatado.
