Sentía en su piel un calor abrazador y unos exquisitos labios recorrer su cuello, moviéndose vorazmente hasta uno de sus hombros, dejando un fino camino de saliva. No podía evitar gemir, sus caderas se unieron, apretando con mayor delicia su gran bulto. Aquella sonrisa lo hacía temblar, lo que a Marshall le sobraba era sensualidad, algo que aunque detestara admitir, lo obligaba a estar a su merced. Aquel par de colmillos color perla brillaban, no sabía si su más grande temor era saber que muchos pudiesen haber muerto a causa de ellos, o que eso no le importaba en lo más mínimo, lo que más quería era sentirlos. Cada vez que el vampiro daba pequeños mordiscos a su cuello o labios, eran una completa odisea, tan malditamente adictiva.
Pero estos fugases pensamientos desaparecieron en cuando sintió una mano recorrer su vientre, pasando descaradamente por debajo de su pantalón y llegando a su entrepierna. Aunque el príncipe no se quedaba atrás, deseaba casi tanto como Marshall ver la expresión del otro. Acarició su miembro despacio, ambos querían más y pronto la ropa comenzaba a estorbar. El vampiro masturbó con más ímpetu el miembro contrario, haciendo que Gumball lo soltara y gimiera audiblemente.
Los dedos del príncipe se hundían en esos cabellos tan oscuros como la noche, enredándose mientras ambos se besaban con inmensa pasión. Las lenguas jugueteaban y luchaban entre ellas por el dominio de la otra mientras sus dueños gemían y se retorcían uno encima del otro. El príncipe ya no podía soportarlo más, deseaba a aquel chico más que nada en el mundo. Sus manos tocaban cada centímetro de su espalda, acercándolo más a él. La mano de Marshall continuaba con su labor, moviéndose de arriba abajo y ocasionando grandes espasmos en quien estaba debajo de él. La lujuria y el gozo eran casi insoportables. Gumball separó sus labios del otro y no logró contener aquel grito con el que llegó al clímax.
-Bubba…- Susurraba en su oído, tan embriagante ese sonido.-Bubba.- Podría escuchar esa voz toda una eternidad.- ¡Bubba!
-¿Qué?
-Despierta, creo que tienes fiebre, estas muy rojo y…- Marshall veía un enorme bulto en la entrepierna del príncipe, las batas de hospital son bastante delgadas. Gumball se dio cuenta y se cubrió con una almohada. Después de que se desmayara en el reino helado, Fiona y Cake se encargaron de llevarlo de vuelta al castillo del dulce reino y llamar a la doctora helado. El desmayo no fue lo grave, sino los golpes que tenía en la cabeza y el cuerpo. Junto con una posible hipotermia por estar demasiado tiempo en el suelo de hielo, ya que Marshall y Fiona se debatían por quién llevaría cargando al príncipe y ninguno de los dos quería.- …deberías hacerte cargo de eso.- Marshall señaló la evidente erección de Gumball y por más que lo intentara no contuvo las risas.
-¡Déjame en paz! Además por tu culpa estoy herido.
-Son sólo pequeños golpes Bubba. Por cierto no deberías tener moretones, aun no entiendo esa piel tuya.- El vampiro miró detrás de la bata de Gumball, la cual apenas y podía cubrirle.
-¡No me mires!- El príncipe tomó una sábana y se cubrió hasta el rostro con ella.- Y no quiero hablar contigo.
-¿Por qué no cariño?
-¡No me llames así! Dejaste que la reina helada me besara y estoy golpeado por tu culpa. No quiero verte.
Marshall se acercó al príncipe que aún seguía cubierto por la sábana. La removió para poder ver su rostro y besó con ternura sus labios.- Háblame cuando dejes de estar de sensible n-o-v-i-o.- Alargó cada letra aún sin despegar sus labios y se encaminó hasta la puerta saliendo por ella. Gumball volvió a recostarse sobre su cama, queriendo descansar para poder recuperarse e intentando no volver a soñar con Marshall.