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Rana Souchi y el joven señorito Morinaga por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Me he tardado subiendo el siguiente cap. lo siento :(, pero aquí está. (Y yo que creía ilusamente que sólo sería un one-shot) la verdad es que se ha extendido, será un fic corto, eso sí, lo juro, ojala les agrade :)

                —¿Puedes creerlo? Es en serio. ¡Puedes creerlo!—gritaba como loco Rana Souchi de un lado a otro mientras Matsuda le sonreía preocupada y Kanako miraba la invitación.

                —No, sinceramente no puedo. Después de tantos años… volver a casa…

Souchi miró a su hermana. No podía estar hablando en serio. ¿O sí?

                —Kanako… olvídalo.

Ella abrió los ojos furiosa y rebatió:

                —¡Claro que sí!

                —¡No!

Ambos hermanos se enfrascaron en la típica discusión mientras Matsuda se acercaba y leía nuevamente la invitación. Era un texto muy simple que decía:

“Estimada familia Tatsumi, siendo miembro de la familia real, extiendo hacia ustedes una enorme disculpa por invadir su hogar, a pesar de no tener conocimiento de su estancia en él. Como modo de compensación, permítanme invitarles a pasar este fin de semana en el castillo Nagoya y disfrutar de un gran banquete que he ordenado preparar sólo para ustedes. Se despide con cortesía: Morinaga Tetsuhiro.”

La discusión entre los hermanos era esa. Souchi no quería aceptar la invitación de un “señorito pervertido” y Kanako ansiaba aceptarla. Muy en el fondo los tres querían volver a casa, pero el hermano mayor era consciente de la imaginación de su hermana. Si aceptaba dicha propuesta, era aceptar que el príncipe Morinaga estaba destinado a romper su estúpida maldición y eso era algo que no debía pensar siquiera.

Matsuda lanzó un gran suspiro y los hermanos Tatsumi se detuvieron. La mujer habló al aire creyendo que nadie la escucharía.

                —Sería lindo volver a casa por unos días.

Kanako miró mal a su hermano y éste bajó la mirada. Bien podía fastidiar a su hermana, pero Matsuda no merecía reprimir de ese modo sus deseos. Resignado y un poco culpable, ya que dicha situación era su responsabilidad, no se negó más.

                —De acuerdo, iremos, pero nada de pensamientos extraños Kanako.

                —Sí, sí… lo que digas.

Ambas mujeres emocionadas se dispusieron a preparar sus cosas mientras Souchi suspiraba con frustración.

Iba a ser un fin de semana largo.

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                —Bienvenido Tatsumi-kun, bienvenidas señoritas—Hiroto hizo ademán de dejar pasar a las criaturas y éstas miraron el castillo con cierta nostalgia. Bastantes años habían pasado desde que vivían ahí.

                —Gracias—respondió secamente Souchi y Hiroto lo miró detenidamente por varios segundos. ¿Cómo era posible que su señor pensara que esa rana era linda? No lo era, todo lo contrario, tenía malos modales y una actitud horrenda.

El aludido hizo su entrada recibiendo a sus invitados con suma emoción. No era para menos, a pesar de su hermosa forma de ser, el joven señorito Morinaga llevaba ya bastante tiempo estando solo (bueno, si quitamos a Hiroto y a su hermano como su única compañía).

                —De verdad estoy muy emocionado—hizo una reverencia en dirección a las “señoritas” para presentarse nuevamente—Damas, mi nombre es Morinaga Tetsuhiro y es un placer estar ante su presencia.

Rana Souchi resopló y las chicas se sonrojaron mientras respondían, o al menos mientras Kanako lo hacía.

                —Es placer es todo nuestro alteza.

                —No, es mío, señorita Tatsumi, este castillo les pertenece y en verdad espero que me disculpen por mi intromisión.

                —No hay problema joven príncipe—respondió Matsuda y Souchi giró los ojos.

“Fanfarrones” dijo en su cabeza y se adentró al lugar sin saludar al joven señorito, el cual, al darse cuenta que había sido ignorado, se adelantó al paso del joven rana y se arrodilló para poder estar más cerca.

                —Antes de cualquier cosa Tatsumi-kun, me gustaría que pasaran a la mesa, tengo un gran banquete para ustedes.

                —Preparaste caldo de insectos o algo por el estilo. ¿Verdad?—enarcó una ceja y Hiroto no pudo evitar reírse con discreción. El joven señorito Morinaga se sonrojó mientras respondía:

                —No, claro que no, solo comida humana normal, estoy seguro que llevan mucho tiempo sin probarla.

Souchi se exaltó y tomó al muchacho de las solapas de su traje mientras le reclamaba:

                —¡Qué tratas de insinuar bastardo! ¡El que seamos unas ranas no quiere decir…!

                —¡Nii-san basta!—Kanako calmó a la fiera de su hermano y miró apenada a Morinaga—le agradecemos mucho su comida joven príncipe, pasaremos gustosos.

La bestia del charco hizo una mueca y soltó al príncipe mientras todos se dirigían al comedor.

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El joven señorito Morinaga había tenido razón. La familia Tatsumi disfrutó bastante la comida. Muchísimo, considerando que llevaban años sin probar ese tipo de bocado. Souchi odiaba las moscas, Kanako prefería comer plantas antes de intentarlo y Matsuda-san… bueno… nadie sabe con certeza qué era lo que comía, pero siempre se escondía para hacerlo. Después de dar las gracias y dirigirse a sus habitaciones para acomodarse y recordar viejos tiempos, Morinaga y Souchi eran los únicos que se habían quedado en el comedor solos (claro, sin olvidar la siempre prudente presencia de Hiroto-kun). El joven príncipe no dejaba de mirar a la rana y ésta, sintiéndose observada cuestionó:

                —¿Qué tanto me ves?

                —Nada Tatsumi-kun, es solo que pienso que en verdad eres lindo—se aventuró a decir sabiendo que podría no volver a ver la luz del sol.

Aquello no ocurrió. Souchi estaba tan satisfecho que no tenía fuerzas para exaltarse. Simplemente ignoró el comentario y preguntó otra cosa que llevaba molestándolo desde que recibió su invitación.

                —¿Por qué nos invitaste? ¿Qué ganas?

                —No gano nada Tatsumi-kun—Rana Souchi enarcó una ceja. No creía eso posible. El joven señorito Morinaga suspiró y le dijo la verdad—Bueno… tal vez… quiera un poco de compañía.

                —¿Ehh?

                —Tal vez no lo sepa debido al hecho de que ha estado viviendo en un estanque estos años, pero no soy precisamente, una existencia agradable para la casa real. Si estoy en el castillo Nagoya es porque mis padres se han cansado de ocultarme en mi propio castillo y, como se podrá dar cuenta, no vivo con nadie más que Hiroto—señaló al aludido quien hizo una reverencia con una mueca triste en su rostro. Rana Souchi comprendió un poco y bajó la guardia.

                —Debe ser horrible que en tu casa no te quieran.

                —Lo es en cierto modo, al menos mi hermano mayor siempre me ha apoyado.

Aquello hizo sentir mal a Souchi. Años sin saber de Tomoe. ¿Dónde estaba? ¿Se encontraba bien? Entendía su egoísmo y había recapacitado sobre ello, actuó de forma incorrecta, orilló a su hermano a huir y seguramente, éste le odiaba desde lo más profundo de su ser. No supo ser un buen hermano mayor, al menos el príncipe no estaba tan solo, pero él, Tomoe se había aventurado a un mundo desconocido, al exilio, completamente solo.

Bueno… casi solo, si olvidaba al bastardo de Kurokawa.

                —Ya veo… bueno… si no es molestia, me retiro.

                —No… espere—pidió el joven e hizo una pregunta que Souchi no esperaba—¿Cómo fue que ustedes cayeron en semejante maldición?

Souchi se paralizó al instante. Hiroto lo notó, sin duda había sido una pregunta con poco tacto y esperaba que la bestia no reaccionara mal con ella.

                —¿Y para qué quieres saberlo?

                —No me lo tome a mal Tatsumi-kun, solo me gustaría saber en qué consiste y tal vez ayudarlo a romperla.

                —¡Ni siquiera lo pienses pervertido!—ya era tarde, Rana Souchi se había alterado. Morinaga no comprendió su reacción y Souchi notó su error—lo… siento… pero no puedes ayudarme, tú menos que nadie.

Tanto el asistente como Morinaga observaron a la rana irse sin decir nada más durante varios minutos. Después, el joven señorito soltó el aire contenido en un suspiro.

                —Te das cuenta. Dijo “lo siento”, él es lindo.

                —Oh sí, muy lindo—Hiroto respondió con sarcasmo. Una palabra amable entre una sarta de insultos y la bestia del charco ya era linda.

Pudo ver la mirada soñadora en su joven señor y se preocupó al instante. “No de nuevo por favor, no tan pronto y no de alguien cómo él” suplicó en sus adentros y Morinaga volvió a hablar.

                —Realmente me gusta. Tiene un carácter tan extraño, pero me encanta.

                —Joven señorito Morinaga, por favor, tenga mucho cuidado. No crea tan pronto estar enamorado. ¿Acaso quiere que le recuerde la razón por la que está aquí?

                —Nada malo llegó a ocurrir afortunadamente—respondió el príncipe sin dejar de sonreír—Fui ingenuo, sí, pero no estaba enamorado.

                —Pero creía estarlo.

                —Esta vez no estoy equivocado.

Hiroto suspiró derrotado. No iba a ganar, el joven señorito, ya estaba condenado nuevamente.

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El fin de semana había transcurrido sin percances y siendo domingo, el último día de su estancia en su antiguo hogar, los Tatsumi empacaban con cierta tristeza. El joven señorito Morinaga ya les había ofrecido quedarse los días que quisieran, pero Rana Souchi se había negado. ¿Quién sabe qué clase de raras intenciones tendría ese tipo como para invitarlos a vivir con él? Era demasiado sospechoso, por ello dijo no, aunque Kanako hubiese replicado y ambos se hubiesen enfrascado en sus típicas discusiones. No, era no.

Ahora caminaba en los pasillos del lugar. ¿Qué estúpido era todo? Detestaba el aura de tranquilidad que albergaba Nagoya desde que el príncipe pervertido había llegado. Antes, cuando entraba al castillo a hurtadillas y recordaba viejos tiempos, el lugar parecía sombrío, aterrador. De ahí que salieron los estúpidos rumores acerca de los fantasmas en Nagoya. “Sí, claro, fantasmas”. Había muchas historias alrededor de su familia, los fantasmas y la bestia del charco eran las más tontas. Estaban las historias acerca de la recompensa que ofrecían las autoridades por encontrar a los Tatsumi y obligarlos a comparecer ante la ley debido a sus pactos con el diablo (pues sólo eso explicaría que hubiesen desaparecido de la nada y los sirvientes se fueran). Por ello nunca develaba su identidad a nadie. ¿Por qué rayos lo había hecho con el joven príncipe? Él menos que nadie debía saberlo. ¿Qué lo orilló a confiar en él?

Escuchó ruidos en la biblioteca y aquello lo despertó de sus cavilaciones. Se dirigió al lugar y al entrar encontró al pervertido sentado en un sofá y leyendo. Al notar su presencia, Morinaga dejó su libro y le saludó con una brillante sonrisa que hubiese deslumbrado a cualquiera. Claro, si es que Rana Souchi lo hubiese notado.

                —Tatsumi-kun, qué alegría. ¿Cómo se encuentra?

                —Bien—respondió escuetamente y miró el libro en sus manos—¿Qué es lo que tienes ahí?

                —Esto… es un libro.

                —Obviamente sé que es un libro, imbécil. Soy una rana no un cavernícola. Me refería a qué tipo de libro estás leyendo.

                —Oh, es una novela al parecer. En realidad no me gustan mucho estas temáticas, busco un libro sobre botánica, pero no sé en donde están, así que he decidido leer cada uno de los libros de la biblioteca hasta encontrarlo.

                —¿Acaso eres idiota?—la rana brincó del suelo al buró que se encontraba cerca del sofá de Morinaga—Sólo debes buscar en el directorio que está guardado en este cajón y ahí te dirá la ubicación de los libros de botánica. ¿Pero por qué botánica?

                —Me interesa mucho, pero en realidad soy un ignorante en ese tema y quisiera especializarme. ¿Usted sabe sobre botánica?

Ese detalle sorprendió a Souchi. Jamás creyó conocer a otra persona que se interesara en lo mismo que él. Viendo que quizá el pervertido no era tan malo, suavizó su actitud y respondió sus preguntas.

                —Pues… no me gusta alardear, pero más de la mitad de los libros de botánica que están en esta biblioteca los he escrito yo.

                —¡En serio! ¡Impresionante!

                —Bueno… no tanto… soy… era un investigador de la botánica, eso explica la existencia del charco en el que ahora vivimos. Ahí realizaba mis observaciones y experimentos, por ello conozco el lugar como la palma de mi mano.

                —Entonces tal vez quiera enseñarme Tatsumi-kun—pidió el joven Morinaga con verdadera emoción en la mirada. “¿Por qué este chico brilla tanto?” se preguntó extrañado Souchi—yo con gusto tomaría clases con usted, si me lo permite claro está.

Souchi lo pensó mucho. Una cosa era que desconfiara del pervertido y otra muy distinta era que negara la circulación de la ciencia. No tenía ese derecho y más si el muchacho deseaba aprender en serio. “Lo pondré a prueba, si resulta ser un fiasco, simplemente lo abandonaré” pensó con determinación.

                —De acuerdo, demuéstrame tu anhelo, a partir de mañana seré tu tutor en botánica.

Los ojos de Morinaga se abrieron con horror y replicó en un grito:

                —¡No!—Souchi lo miró sorprendido—Quiero decir… no sea mi tutor… preferiría que fuese mi senpai.

“¿Acaso no es lo mismo? Bueno, quien rayos entiende a este chico”

                —Esta bien, entonces te veré mañana en el charco, busca todos los libros en este directorio—señaló un libro que había sacado del cajón del buró.

                —S…sí Senpai… gracias.

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Varias semanas habían transcurrido desde ese nuevo pacto. El joven señorito Morinaga y Rana Souchi se reunían todas las mañanas frente al estanque para estudiar y en algunas ocasiones, la rana iba al castillo. Kanako y Matsuda estaban emocionadas, tal vez Souchi no lo viera, pero era obvia la forma en que el príncipe miraba a la rana todo el tiempo. Esa mirada soñadora, esos ojos perdidos, esos suspiros descontrolados que le valieron varios golpes, eran las señales que ellas habían estado buscando por años. Alguien amaba a Rana Souchi. El problema radicaba tal vez, en los sentimientos de la bestia feroz. ¿Rana Souchi también quería a Morinaga? Era probable que no. Sus actitudes denotaban eso, aunque bien, no podían negar que el gruñón de Souchi se mostraba feliz enseñándole botánica al joven señorito, pero eso obviamente, se le podía adjudicar a su gran amor por la ciencia.

                —Ojalá Nii-san quisiera al joven príncipe—musitó en un susurro Kanako mientras veía a su hermano partir en dirección al castillo.

A pesar de haber hablado en voz baja, el aludido la escuchó y volteó a mirarla con una mueca.

                —Kanako, te dije claramente que mantuvieras tus ilusiones a raya.

                —Pero no se trata de ninguna ilusión hermanito, el joven señorito Morinaga te quiere, yo lo sé.

                —¡Basta! Eso es imposible y no quiero que lo vuelvas a repetir—la miró fijamente por varios segundos y después comenzó a alejarse—Ahora me tengo que ir.

Matsuda se acercó a Kanako y le consoló. La niña estaba molesta. El orgullo de su hermano era enorme, tanto, que iba a condenarlas para siempre.

                —Es verdaderamente triste que nii-san no le ame. Morinaga-san es maravilloso. Independientemente de la maldición, el joven príncipe no merece un amor no correspondido como este.

                —Tal vez no, mi niña, pero todo en esta vida pasa por algo, ya verás que sí.

Kanako encogió los hombros y afirmó con la cabeza.

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Estaba realmente irritada. “Tonta Kanako” se decía una y otra vez “En verdad esa niña está desesperada”. Parte de su cerebro razonó que era lógico, después de todo, ella era inocente de esa maldición, solo buscaba ser libre de ella, aun con todas esas locas fantasías. “Maldito Isogai” pensó de repente, solo ese tipo era tan astuto. Sabía muy bien por donde atacarlo. Era consciente que Souchi no tendría inconveniente en ser una rana los años que fuesen necesarios, así nunca rompiera dicha maldición. Pero convertirlos a todos en ranas y provocar la desaparición de todos los sirvientes, había sido un golpe bajo. Rana Souchi era una bestia que no entendía el amor de su hermano, pero no era un ser sin corazón que no sintiera culpa ante la desgracia de su familia.

“Amor… tú… tú también deberías sentirlo” le dijo su consciencia y él sacudió la cabeza. Eso era imposible, en definitiva, era completamente imposible y ni siquiera debería estarlo considerando.

“El príncipe te ama” recordó las palabras de Kanako y la ira amainó.

                —¡Maldita sea! ¡Eso no puede ser!

                —¿Senpai?

Rana Souchi abrió los ojos con sorpresa y se dio cuenta que ya había llegado al castillo y estaba gritando dentro de la biblioteca. Se sonrojó ligeramente debido a la vergüenza y el joven señorito Morinaga le sonrió deslumbrantemente. Adoraba cuando su Rana-Senpai actuaba de forma linda.

                —Deja de perder el tiempo, hay mucho que estudiar. Espero que hayas repasado lo del día anterior porque voy a preguntarte—Souchi cambió el tema.

                —Claro que sí Senpai.

Ambos tomaron asiento y comenzaron la lección. Morinaga era un buen pupilo, realmente ponía empeño en sus estudios y Souchi estaba maravillado con ello. Jamás creyó conocer a alguien así, con tanta determinación, interés y amor a la ciencia.

“Amor”

                —¡Argh! ¡Basta!

                —¿Qué pasa Senpai?

                —Nada idiota, sigue leyendo.

“¿Qué rayos me está pasando?” se preguntaba sin poder concentrarse. “Una sola palabra no puede ser tan molesta.” Miró al joven príncipe tratando de averiguar qué podría estar mal con ese tipo. ¿Realmente Kanako tenía razón? Y si el “joven señorito Morinaga” le amaba… ¿Qué debía hacer él?

“Nada” se dijo serio en su cabeza y decidió despejarse pensando en otras cosas.

                —Oye—le llamó—¿Te puedo preguntar algo y no te ofendes?

                —Claro que sí Senpai, tú puedes preguntarme lo que quieras.

                —Bueno… es algo muy simple… ¿Por qué el título de “Joven Señorito”?

                —¿Ehh?

                —Sí, he notado que todos tus sirvientes e incluso mi familia te llaman así: Joven Señorito Morinaga. ¿Por qué? ¿Acaso no te das cuenta que suena ridículo?

El “Joven Señorito” sonrió discretamente y abandonó su libro para responderle.

                —Eso… eso es algo relacionado a mi pasado, no es algo que pueda contarte a la ligera.

Rana Souchi entendió su poca prudencia y agachó la mirada.

                —Entiendo.

                —Pero no hay conflicto Senpai, yo confío en ti. Te lo contaré todo.

Los ojos de la “bestia del charco” se abrieron con sorpresa. ¿Confiar en él? ¿En serio Morinaga confiaba tanto en él? “Nii-san, Morinaga-san te ama” volvió a recordar y aquello lo descolocó. “¡No! ¡No es verdad!”

                —Escucha, no tienes que hacerlo. En verdad, yo solo tenía curiosidad sobre un hecho sin relevancia, pero no hay necesidad de que me hables de algo tan íntimo.

                —No tengo problema en hacerlo—Morinaga tocó por accidente una de las patas de la Rana y ésta la retiró al instante sintiendo algo extraño por dentro.

“¿Qué diablos me pasa?”

                —No… no me toques, sabes que no me gusta.

                —Lo sé, lo siento Senpai, fue un accidente.

El anfibio era consciente de ello y todo se sumió en un gran silencio incómodo. Si en verdad el príncipe iba a contarle sus secretos, él debería hacer lo mismo. “¿Pero en qué estás pensando? No hay razón para la reciprocidad, si él quiere contarte es su decisión, no necesitas dar nada a cambio”

                —No quiero molestarte, en verdad, no me digas nada.

La brillante sonrisa se apareció en su rostro y Rana Souchi se sonrojó. Ese tipo debía dejar de sonreír de ese modo, en verdad debía dejar de hacerlo.

                —Escucha con atención Senpai. La razón por la que estoy exiliado de mi hogar es muy simple.

Notas finales:

uhhh!!! La historia del príncipe!!! (amo la negación de Souchi, aún en su mente lucha) "Es amor!! Es amor!!!


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