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Un camino un poco distinto por PukitChan

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Notas del capitulo:

¡Segundo One-shot!

II

~Ritmo~

 

«Teddy: Metamorfomago, perteneciente a Hufflepuff como su madre, pero tranquilo e inteligente como su padre. Siendo de la misma edad que de Victoire Weasley y habiendo crecido juntos, ¿cómo no enamorarse? Quizá rompería el corazón de Dominique pero, ése era su camino trazado… pero, ¿desde cuándo un merodeador respeta las reglas? 

UN CAMINO UN POCO DISTINTO

 

II

~Ritmo~

 

Por:

PukitChan

  

 

«Baila. No dejes de bailar mientras suena la música. ¿Lo entiendes? Baila. No dejes de bailar. No pienses por qué lo haces. No le des vueltas ni le busques significados. En realidad, no significa nada.»

 

Haruki Murakami.

 

 

Ted Remus Lupin siempre había tenido su propio ritmo.

 

—Me gustas. Sé que no te importa y puede que te dé igual porque están ellas. ¡Siempre han estado ellas, maldita sea! ¿No las detestas? Porque yo sí… ¡bueno! del modo en que puedo detestarlas por estar tan cerca de ti y también por… ¿sucede algo?

 

Sin poder evitarlo, Ted llevó el dorso de la mano izquierda a sus labios, tratando inútilmente de reprimir una sonrisa.

 

—Déjame ver si lo he entendido claramente —exclamó, no sabía si divertido o avergonzado. Quizá una mezcla de ambas—. Tú… ¿me estás declarando tu amor?

 

El menor abrió la boca para decir algo, aunque lo único que logró fue sonrojarse visiblemente por lo pálido de su piel. Cerró los ojos, dándose cuenta de lo estúpido que sonaba dicho en esas palabras. Ahora se explicaba por qué no se había detenido a pensarlo.

 

—Sí. Eso es lo que digo —murmuró, encogiéndose de hombros—. Sólo quería que lo supieras.

 

Era la primera vez que alguien interfería de esa manera en su ritmo.

 

~∞•∞~

 

 

En un suspiro lleno de resignación, el hombre levantó la vista hacía el enorme castillo que, orgulloso, se erguía a lo alto de aquellas colinas, rebosante de magia. Aquello no había cambiado en lo más mínimo desde su primera visita, aunque ahora Ted Lupin, ex alumno de ese colegio, admitía que no importaba cuánto tiempo pasara, siempre se sentiría impresionado y quizá hasta intimidado por aquella magnifica construcción. 

 

Teddy se rascó la nuca, incómodo de volver a su colegio tantos años después de haberse graduado. Sentía una dulce nostalgia y al mismo tiempo esa ridícula sensación de volver a ser el niño que corría en los pasillos y se mostraba orgulloso de su magia. Un vistazo alrededor fue suficiente para alcanzar a apreciar el campo de Quidditch donde el equipo de Slytherin tenía su práctica. Recordó con orgullo como en sus dos años de capitán del equipo de las serpientes siempre los llevó al triunfo, algo que Victoire, la hija de Bill y Fleur, le reprochaba constantemente al ser la cazadora de Ravenclaw.

 

Recordaba con claridad el orgullo en los ojos de Andrómeda y Harry, el día en el que se despidió por primera vez de ellos en el andén 9 ¾ de King’s Cross. También la felicitación que recibió de ambos al saber que había sido sorteado para Slytherin, haciendo que Ron perdiera una apuesta contra Harry, ya que el pelirrojo había asegurado que quedaría en Hufflepuff como su madre, Tonks. Harry, divertido, aquella vez había dicho que era nieto de Andrómeda. «Y creo que la sangre Black tiene su peso» murmuró su padrino mientras le revolvía su cabello.

 

Teddy no podía dejar de pensar que Harry parecía conocerlo mejor que él mismo.

 

Sacudió su cabeza, tratando de despejarse de aquellas memorias. ¡No se supone que había ido a Hogwarts para pensar en su vieja pubertad! Acomodándose la túnica, el metamorfomago sonrió y caminó rumbo al castillo. Como lo esperaba, y tal cual se lo había indicado Hermione al pedirle aquel favor, la profesora de Artimancia salió de su salón vacío para darle la bienvenida.  Después de una breve charla, donde la profesora le ofreció té y realizó una serie de cuestionamientos sobre Hermione, Ted logró recibir el libro que había ido a buscar: hasta donde sabía, existían muy pocos ejemplares y el que se poseía en Hogwarts era uno de ellos.

 

—Muchas gracias por todo, profesora —Sonrió Ted, inclinando su cabeza ligeramente—. Prometo que tendrá noticias de Hermione muy pronto.

—Descuide señor Lupin —dijo la mujer, agitando su mano—. Siempre es agradable recibir visitas, más de uno de mis mejores alumnos. A propósito de ello, ¿cómo está la señorita Victoire Weasley? —preguntó, insinuante—. En su último año la vi muy unida a usted.

 

Ted dibujó una sonrisa nerviosa y se encogió de hombros de manera descuidada, tratando de mostrar con este acto la mayor indiferencia posible.

 

—Vic está muy bien, también le ha ido excelente en su trabajo.

—Por supuesto, no me esperaba menos de alguien como ella —asintió la profesora varias veces con la cabeza pero sin mirarlo, perdida en sus propios pensamientos. Luego, la mujer clavó sus ojos en los de Teddy, dedicándole una mirada cómplice—. Espero que todo salga bien entre ustedes.

 

Antes de que Teddy pudiera replicar, la campana que indicaba el inicio de la clase salvó a Ted de aquella situación. Bastó una despedida y un agradecimiento rápido para que el incómodo interrogatorio en el que se había sumergido quedara en el olvido. Sin embargo, Ted no se dio cuenta que mientras salía, sumergió en sus pensamientos, un chico lo miraba con el ceño fruncido mientras otro lo codeaba burlonamente. 

 

 

 

~∞•∞~

 

 

Uno, dos, tres…  y el ritmo asciende y después se tranquiliza, volviéndose una melodía infinita… uno, dos, tres… y entonces la música se vuelve algo triste y melancólico que no puede dejar de producirle la sensación de que hay algo que está mal en esa situación.

 

Levanta su rostro, uno, dos, tres, y entonces, Teddy mira atentamente la melena pelirroja que se balancea de atrás hacia adelante, enmarcado el hermoso rostro de Dominique Weasley, la segunda hija de Bill y Fleur, la hermana menor de Victoire. Uno, dos, tres. Los dedos de la muchacha se hunden en las teclas del piano que toca con suavidad, mientras sus ojos permanecen cerrados, ignorantes de la mirada que Teddy posa sobra ella cuando la escucha tocar.

 

Uno, dos, tres… la melodía es tierna, es frágil y es triste, contrario a Dominique, porque ella es rebelde, bromista y fuerte. Porque nadie que la viera tocar en ese momento pensaría que es la misma chica de la vestimenta de negro, la del piercing en los labios que escandalizaron a su madre y a su hermana, pero que le hicieron soltar una risotada su padre.   

 

Dominique, la pequeña chica que Teddy consideró su hermana, como lo fueron los Weasley para su padrino. Uno, dos, tres¸ el muchacho escucha el ritmo que parece surgir de la misma soledad hasta que se desvanece totalmente. Uno, dos, tres, cuenta en silencio y entonces la pelirroja abre sus ojos y ladea el rostro para ver el del hombre que la acompaña. En sus mejillas aparece un leve rubor que su pálida piel no logra ocultar por mucho que lo intente.

 

—Hermoso, Dominique, como siempre.

 

La chica desvía la mirada una vez más hacia el piano, acariciando las teclas; sin embargo, su fuerza de voluntad se esfuma en cuestión de segundos y alza los ojos azules una vez más para ver a Ted, quien le sonríe con esa amabilidad dolorosa que le recuerda aquella tarde de verano, donde se le declaró, diciéndole que ella era mejor que Victoire. Con Dominique, Ted podía descontrolarse y ser alegre y ruidoso. ¿Acaso quería una aburrida vida con su hermana mayor?

Pero, como era de esperar, él la rechazó de un modo en el que no podía odiarlo. Simplemente, aunque deseara hacerlo con todas sus fuerzas, le era imposible odiarlo. Quizá precisamente por eso le gustaba tanto… tal vez por eso, Victoire también estaba enamorada de él.

 

—Muchas gracias —respondió ella, sonriendo sin poder evitarlo. Un suspiro imperceptible escapó de sus labios porque, después de todo, ya habían pasado muchos años.

 

~∞•∞~

 

Tip, tap, tip, tap… y la dulzura de sus elegantes movimientos iban de un lado a otro. Tip, tap, tip, tap… Victoire, con su cabello dorado, sus hermosos ojos y sus atractivas facciones hacían de ella una de las chicas más hermosas que se habían visto. Tip, tap, tip, tap… y la música apasionada crea un ritmo especial en el que Victoire, con su grácil andar, se dedica al ballet, a la feminidad. Y nada en ella sugiere que sea hermana de Dominique, porque ambas son tan distintas como el sol y la luna. Porque Victoire es femenina, tierna y dulce, pese a que sabe ser firme con cada una de sus decisiones. También, de vez en cuando, como Fleur deja escapar su vanidad que no impresiona a nadie pero que molesta bastante.

 

Tip, tap, tip, tap… Ted recuerda la primera vez que la vio bailando y desde entonces supo que aquel sería su camino marcado. La atenta Vic, con la que creció en Hogwarts, la que fue su mejor amiga hasta que entendió que ella quería algo más.

 

La forma en la que Ted lo descubrió fue de la manera más incómoda posible. Ella le pidió verse en King’s Cross en su último año. Lo besó y justamente James llegó para interrumpirles. Sin poder evitar su mal humor, Teddy le dijo al hijo de su padrino que se larga, ya que no era precisamente el momento más adecuado. Armándose de paciencia, Ted le explicó a Victoire que no podía corresponderle.

 

«¿Por qué?» fue lo que preguntó ella en un lastimero sollozo.

 

Tip, tap, tip, tap…

 

«No lo sé» fue su respuesta «Pero no puedo hacerlo».

 

Y así fue como Ted Lupin le rompió el corazón a dos Weasley.

 

 

 

~∞•∞~

 

Sigue el ritmo, déjate poseer por él. Crea un compás que te sincronice con tus latidos…

 

No podía creer lo que estaba haciendo. Ted sonrió divertido mientras observaba la nieve caer en aquella fría noche de diciembre. Parado frente a un bar cualquiera del callejón Diagon, el metamorfomago desvió su mirada hacía el papel que estaba escrito con la horrenda caligrafía de James, indicando que, efectivamente, ése era el lugar al que le pedido que asistiera.

 

El por qué James lo había citado en ese lugar, alegando que tenía una sorpresa que decirle, era lo que menos curiosidad le causaba a Teddy. ¿Le querría presentar a la novia que finalmente se haría oficial? James Potter, un muchacho rebelde que cursaba su último año en Hogwarts, parecía finalmente haber caído ante los encantos de una chica de Gryffindor, lo cual por sí solo ya era una absoluta sorpresa. ¿Qué más querría el muchacho de Ted, además de mofarse de él, porque sus relaciones no duraban lo suficiente? Porque James es rebeldía, alegría y locura. Es un estadillo, es un ritmo que se mueve a extrema velocidad, tanta, que Ted se pregunta cómo es posible no desentonar. Pero así es James, se responde a sí mismo, puro movimiento.

 

Al entrar, encuentra a James en una mesa circular, justo frente al escenario. Como era de esperar, una chica lo acompañaba, y aquello hace sonreír a Ted. Siempre supo que el mayor de los Potter sería así, lo imaginó desde que lo vio desde pequeño. Pero aún no se explica por qué lo citó ahí, cuando es obvio que James no necesita compañía.

 

—¡Ted! —gritó James, con la voz rasposa, seguramente con unas copas de más—. ¡Hermano, qué bien que hayas venido!

 

Y pasando sus brazos por los hombros de Teddy, James lo arrastra hasta la mesa, donde lo obliga a sentarse y a tomar una larga dosis de cerveza antes de que revelar la sorpresa en todo ese embrollo.

 

—¿Y bien? ¿Por qué la importancia de que esté aquí? —cuestionó el mayor, levantando su ceja. James sonrió y alzo los hombros mientras señalaba el escenario. Al parecer, tocaría una banda, nada impresionante. Sin comprender y con la mirada llena de interrogantes, Ted le lanzó una nueva mirada confusa a su amigo quien parece estarse divirtiendo bastante con eso.

—No entiendo, James.

 

Las luces se van y los murmullos de las pláticas se desvanecen. La música en vivo está por comenzar.

 

—Tú solo cállate, mira y escucha —ordena James, tan seriamente, que Ted no tiene más remedio que obedecer a aquel niñato. Mira al escenario, los instrumentos musicales. Entonces  los pasos de los integrantes de la banda se escuchan y todo queda en súbito silencio.

 

Ted no comprende por qué su corazón aumentado su ritmo.  Las luces iluminan a los jóvenes que pretenden ganarse su vida en la música.  Pero Ted sólo mira con sorpresa a uno.

 

—¡Siete, ocho, nueve….!

 

 

 

~∞•∞~

 

 

Agitado, Ted se levanta de la cama, empapado en sudor frío. Ha vuelto a soñar con él y está empezando a darse cuenta de que todo en su vida se ha descontrolado, sin comprender cómo una sola presentación pudo causar ese efecto en su persona.

 

¡Siete, ocho, nueve…! susurra aquella voz en su mente en un ritmo disparejo, mientras le llegan recuerdos del muchacho de la misma edad James. Del hombre que estaba de pie en el escenario, gritando a viva voz el nombre su banda mientras se dejaba envolver por la ruidosa música.

¡Siete, ocho, nueve…! Había gritado aquel chico rubio de largos cabellos que eran sostenidos en una descuidada coleta. El hombre de belleza impactante y salvaje, el hombre que Ted nunca antes había visto de esa manera hasta esa noche en la que James le pidió reunirse para presenciar la banda tocar.

 

No lo olvidaba, al hombre que cantaba en el escenario, con ropa cuidadosamente elegida para hacerlo lucir mejor, con una sonrisa desafiante, con un apasionado ritmo que envolvió a Ted mientras miraba fascinado como aquel niño se había vuelto un deseable individuo.

 

Aquella noche, Ted Remus Lupin se dejó llevar por el rimo de Louis Weasley, el hermano menor de Victoire y Dominique.  ¡Siete, ocho, nueve! Sollozaba su mente mientras recordaba aquellas fascinantes gotas de sudor recorrer el cuello de Louis, la musculatura del rubio, la manera en la que se movía eróticamente al ritmo de la canción de su banda.

 

¡Siete, ocho, nueve…! Y repentinamente, Louis no era más el hermano menor de las dos chicas a las que Ted le había roto el corazón. Louis Weasley era un hombre con un ritmo que lo cautivaba. ¡Siete, ocho nueve! Recordaba los ojos de Louis clavándose en los suyos, observando fascinando como el rubio se relamía sensualmente los labios, comprendiendo entonces que se estaba dirigiéndose a él. Que esa canción, que ese baile, que esa insinuación sexual era exclusivamente de Louis hacía Teddy, conspiración en la que James había participado.

 

¡Siete, ocho, nueve! Y una palpitación se traslado hasta su entrepierna, haciéndolo sentir tan duro como una piedra. ¡Siete, ocho, nueve! Y Teddy recuerda haber huido del bar, y aparecerse en su casa mientras se masturbaba pensando desesperadamente en Louis, en sus labios gruesos, en sus facciones, en su maldito trasero respingado.

 

Cuando Ted se ha derramado en su propia mano, se pregunta qué ha pasado. ¿Louis Weasley? ¿Por qué, desde cuándo? ¡¿Acaso está loco?! ¡Por Merlín, va de la misma edad que James! Aunque seis años de diferencia no es mucho en realidad… ¡¿Qué diablos está pensado?!

 

¡Siete, ocho nueve!

 

…y los acordes aquella noche, no dejaron de sonar.

 

~∞•∞~

 

Ted Remus Lupin siempre había tenido su propio ritmo.

 

Fue Ted quien lo citó. No fue necesaria la presión de James, pero si tuvo que escuchar sus burlas acerca de lo pasmado y erecto que había estado aquella noche, en ese bar. El ritmo de James siempre fue especial, acelerado y alocado.

 

Pero el de Louis era diferente. Era encantador y asfixiante. Te inundaba con lujuria y cariño. Era el único ritmo que había descolocado a Ted. Por eso lo citó cerca de la Madriguera, pero no demasiado. En lugar donde podrían estar a salvo y en privado. Esperó nervioso hasta que Louis apareció.

 

El hombre rubio de 17 años, incómodo miró a Ted, quien le invitó a acercarse a su lado. Mas antes de que Lupin pudiese decir algo, la impetuosa forma de ser de Louis se hizo se presente.

 

—Me gustas —gritó Louis, sonrojado. ¡Qué mierda, total, en el bar casi se le había restregado!—. Sé que no te importa y puede que te dé igual porque están ellas. ¡Siempre han estado ellas, maldita sea! ¡Mis hermanas! ¿No las detestas? Porque yo sí… ¡bueno! del modo en que puedo detestarlas por estar tan cerca de ti y también por… ¿sucede algo?

 

Sin poder evitarlo, Ted llevó el dorso de la mano izquierda a sus labios, tratando inútilmente de reprimir una sonrisa. Merlin, ¿cómo no lo había visto de esa manera todos esos años?

 

—Déjame ver si lo he entendido claramente —exclamó, no sabía si divertido o avergonzado. Quizá una mezcla de ambas—. Tú… ¿me estás declarando tu amor?

 

El menor abrió la boca para decir algo, aunque lo único que logró fue sonrojarse visiblemente por lo pálido de su piel. Cerró los ojos, dándose cuenta de lo estúpido que sonaba dicho en esas palabras. Ahora se explicaba por qué no se había detenido a pensarlo.

 

—Sí. Eso es lo que digo —murmuró, encogiéndose de hombros—. Sólo quería que lo supieras.

 

El ritmo de Louis Weasley era diferente a cualquiera. Y Ted, que siempre había aprendido a combinar su ritmo con el de otras personas, por primera vez que encontró en el dilema de acomodar el ritmo que un chiquillo rubio le había hecho perder.

 

—Tú también me gustas, Louis.

 

El rubio abrió los ojos, impresionado.

 

—¿Qué? Pero… ¿Y Vic? ¿Y Dom…?

 

Teddy sonrió, levantando una ceja.

 

—Te prefiero a ti.

—¿Desde cuándo?

 

Lo meditó.

 

—Desde ahora. ¿No quieres?

 

Louis Weasley, con su particular ritmo, asintió.

 

—Ahora, follemos, Ted Lupin.

 

El mayor se carcajeó.

Le gustaba ese ritmo.

 

Sucedió que, sin explicación alguna, Louis Weasley sincronizó su ritmo al de Ted Lupin.

Sucedió que, Ted Lupin hizo del cuerpo de Louis Weasley su instrumento.

 

Notas finales:

Ok, este one-shot fue un desmadre total, pero me encantó escribirlo. XD JAJAJAJAJ. ¡Gracias!


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