- Ah, claro... Yo voy al baño de abajo... Después prepararé la comida. – Cogió el albornoz y él se bajó al aseo de abajo, yo me quedé en el de arriba, que me gustaba más.
Cuando cogí el móvil, me acordé de Lyo, y me di cuenta de que en vez de pensar en Daichi, había pensado en él, que en parte me reconfortó.
Seguí mandándole mensajes a los que enseguida me respondía, así pasé la tarde hasta que llegó la hora de la presentación aquella de la que Allen no me había hablado.
Le pregunté a Daichi que si se venía pero me dijo que estaba cansado que se quedaría en casa, así que me fui solo en mi coche.
Al llegar allí había mucha gente en la puerta y no podía pasar con el coche, tuve que llamar a Allen para que saliera y me hiciera paso. Dentro de la editorial no había tanta gente, y eso en parte era bueno, menos gente a la que dirigir mis palabras y sobretodo agradecer su trabajo. No estuve nervioso hasta la hora de subir al escenario a dar mi discurso antes de Usami y Chiharu, tuve que tomarme dos tilas, que supuse que después no me sentarían bien.
Después de que los tres diéramos nuestro discurso, pusieron una mesa con comida para todos, menos los fans que estaban fuera gritando nuestros nombres, que después tendría que acercarme para echarme alguna foto o firmar algún libro.
De repente me pareció ver a Hiro andando tan tranquilo por allí, que casi me atraganté con el trago que le dí a la bebida cuando lo vi. No me vio, o si me vio, no me hizo caso alguno, subió al escenario y se puso hablar. Dijo que iban a tocar su nueva canción, ya lo que me faltaba, si veía aparecer a Lyoner no iba a poder contenerme las ganas de abrazarle. Después subió Suichi, y cuando subió decidí salir de allí, pero lo pensé mejor y me quedé a ver y escuchar. Como esperaba, Lyoner subió, las fans de fuera enloquecieron cuando lo oyeron hablar y yo no aparté la vista de él ni un segundo. Había crecido, sus músculos estaban más marcados, pero seguía cantado igual de bien. Cuando me miraba sonreía, y yo también me alegraba de verlo.
La canción nueva se llamaba ‘Un juego de dos’, ya la había escuchado antes, Lyo solía traerse la guitarra a mi casa y empezaba a cantarla allí, así que el estribillo sí me lo aprendí:
Eres una muñeca muy indecisa
Rompe en pedazos las noches eternas e inalterables
Entre el rápido viento, la luz me rodea
Produce un sonido que se queda en mi memoria
Eh, cariño, siempre me estás mirando
No te puedo ver, no puedo ver nada
¿Quién está gritando en mi interior?
Eres una muñeca muy indecisa
Si es un sueño que no puede alcanzarse,
De acuerdo, vamos a jugar a querernos.
Tan solo es un juego de dos.
Una muñeca muy gastada y arrugada
Te renovaré para poder jugar contigo,
Otra vez...
La verdad es que me gustaba mucho, de alguna manera la entendía, y eso me gustaba. Cuando terminó de cantar bajó a saludar a todo el mundo y como no, yo no iba a perderme aquella oportunidad, aun que él vino a mí.
- ¡Eh, sabelotodo! ¿No piensas venir a felicitarme o algo? – preguntó sonriendo Lyoner.
- No lo tenía pensado, pero ya que estás aquí... Ven aquí. – dije burlándome, abrí mis brazos y él no los rechazó. Su perfume seguí siendo el mismo, su pelo seguía siendo suave y sus abrazos, cálidos como el sol.
- Cuanto he hechado de menos esto...
- Yo también, esto me recuerda todas las veces que has venido a mi casa... – recordé feliz.
- Es verdad. Que buenos momentos... Me encantaría repetirlos...
- Puedes venir cuando quieras a mi casa, ya sabes, tienes la llave... – vacilé. – Oye, Lyoner, ¿qué tal te ha ido después de lo que pasó en...?
- No muy bien, he estado lamentándome de mis palabras, recordándote a todas horas, en cada minuto, mis canciones han sido tristes desde ese momento. Aun encima me llegaron rumores de que estabas viviendo con otro hombre y eso no me ayudó mucho... – dijo con la cabeza agachada.
- Pero eso no es del todo cierto, si es verdad que vive un hombre en mi casa, es el enfermero que me guía en mis ejercicios de rehabilitación, al no tener casa decidí que se quedara en la mía. Vamos, no te preocupes por eso... Sabes perfectamente que eres el único en mi vida – expresé cogiéndole de la barbilla y levantándole la cabeza. – Y deberías de sentirte orgulloso de haber ocupado todo mi corazón – Iba con intención de besarle pero paré, había demasiada gente.
- Me alegra oír eso, pero no creo que lo nuestro vaya a ser lo mismo. Creía que iba a ser mejor de otra manera, ya sabes, estando con una mujer, como todos mis amigos, pero no he podido, tú estabas en todos los lados, no me has dejado enamorarme de nadie más – dijo sonriendo.
- No vas a poder olvidarme así de fácil, Lyo, tampoco quiero que lo hagas... – advertí.
- ¿Quién me iba a decir que me iba a enamorar de esta forma de ti? Eres de lo peor, estúpido escritor – vaciló riéndose; yo también me reí, porque pensaba lo mismo.