- Déjalo, yo lo curaré, de todas formas la culpa ha sido mía... – dije con certeza.
- No ha sido culpa tuya, tú tranquilo, seguro que lo puedes hablar con él y explicárselo, sé cómo se siente, yo he pasado por lo mismo. – respondió sincero.
- Te he hecho mucho daño, bueno mejor dicho, os he hecho mucho daño, soy de lo peor que puede haber en el mundo. No te merezco Lyo.
- Yo no vine aquí porque tú me lo pediste, que en parte sí, pero no fue por eso, el corazón me lo dijo, me aconsejó que no lo volverías a hacer.
- Oye, no te pongas cursi, que me desenamoro muy fácilmente.
- Eres un estúpido.
- Tu estúpido escritor.
- Exacto, y ahora no hables, voy a echarte alcohol y te va a escocer, procura no gritar – indicó riéndose. Me subí al lavabo y me senté mirando hacia él. - ¿Por qué no te sientas en una silla? ¿Tienes que estar tan alto?
- Desde aquí puedo mirarte esos ojos tan bonitos que tienes. Me enamoraron desde el primer día que me miraste con esa mirada fulminante y me terminaste de enamorar cuando me hiciste un guiño – expliqué detalladamente, quería ver su respuesta.
- Vas a hacer que me sonroje. – replicó.
- Voy a besarte – dije con intenciones de lanzarme.
- No, no lo vas a hacer – y enseguida me echó el alcohol, al cual yo reaccioné cerrando muy fuerte los ojos. – Te dije que escocia.
- Otras cosas me han dolido más.
- No quiero hacerte recordar esos momentos así que cambio de tema. ¿Cuándo me vas a dejar verte tocar la guitarra? O el piano, me da igual – pidió amablemente, aun que parecía más que iba a ser un chantaje.
- Te mostraré mis artes de músico cuando tú me digas que me quieres, en el tiempo que hemos salido nunca me lo has dicho, siempre he sido yo... Y eso no es justo. – chantajeé yo.
- ¡Eso es chantaje! No pienso decirte eso, esas palabras no están en mi vocabulario, así que te quedas con las ganas. ¿No te sirven los te quiero de mis canciones? - preguntó.
- No, no me sirven. Quiero un te quiero cariñoso, de esos que son susurros, que después venga un beso apasionado y por último acabemos en la cama. – sugerí.
- ¿¡Tú estás bien de la cabeza!? Y-Yo no hago esas cosas tan..., raras...
- ¿No quieres hacer el amor conmigo? Me acabas de decepcionar... Yo quería hacerlo contigo... – dijo intentando darle pena.
- ¡Y-Yo no he dicho eso! P-Pero...
- Sin peros, no soy nuevo en esto, con lo cual tengo experiencia, algo que tú no tienes enano.
- Lo hiciste con él, ¿verdad? – dijo agachando la cabeza y apretando los puños.
- Bueno... No quiero mentirte, así que, sí, lo hice con él – confesé, sabía que no le iba a gustar nada, pero quería serle sincero.
- Lo sabía... – sollocé.
- ¡Pero fue un momento de lujuria! Y-Yo no quería hacerlo, pero pensaba en ti y me entraban ganas. Y Daichi me incitó y al final..., acabó así... L-Lo siento – Empecé gritando, pero lo último lo dije casi murmurando, estaba arrepentido, pero eso ya no había forma de olvidarlo.
- ¿Pensaste en mí cuando te estaba penetrando?
- ¡No seas tan vulgar, Lyo! – exclamé sonrosado.
- Eso me hace feliz – dijo abrazándome. – No todo es malo.
- No todo es negro o blanco, siempre hay momentos grises. Pero prefiero no entrar en descripciones específicas. –
- ¡Ah! ¡Sangre en el suelo! ¿¡Yuuto, que has hecho!? – vociferó Allen, no lo habíamos oído abrir la puerta, pero se hizo notar cuando entró. ¿Dónde te has metido?
- Estoy en el baño, Allen – respondí.
- ¡Me puedes explicar lo del suelo! Espera... ¿qué te ha pasado en el labio? – En ese momento Lyo se quería separar de mí, hacer espacio entre nosotros, pero no lo dejé y lo apreté contra mí. – Siento interferir en lo que parece ser un abrazo, pero tenía que soltarlo, si la sangre deja mancha en el suelo, ¡te vas a enterar!
- A-Allen, el piso es mío...
- ¡Me da igual! El que se encarga de la limpieza aquí soy yo, así que más te vale limpiar eso de inmediato. Y antes de irme otra pregunta... ¿ha venido Daichi? – preguntó Allen curioso. Yo asentí con la cabeza. – Entonces ya sé lo que ha pasado. Y estoy cansado y cabreado, así que me voy a la cama. ¡Buenas noches! – dijo cerrando la puerta del baño con un portazo.
- E-Está cabreado – señaló Lyoner.
- Has acertado – dije riéndome. Me bajé del lavabo pero no quería soltarle.
- Oye Lyoner, está oscureciendo, ¿quieres que te lleve al hotel de siempre?
- S-Sí será mejor, tampoco quiero molestarte, si no puedes o no quieres llevarme no hace falta... – adjuntó.
- Quiero llevarte, sé que te gusta mi coche, y más me gusta aún que te sientes en él, así que vámonos. – Cogí las llaves del coche y le llevé al hotel de siempre. Él salió del coche y yo también.
- No hace falta que salgas, ya has hecho suficiente por mí – replicó.
- Ahora ya estoy fuera del coche. Oye – dije cogiéndole de la muñeca y dándole la vuelta -, ¿no piensas besarme?
- Y-Ya te he dicho que no, te he curado el corte, y será mejor que no lo humedezcas.
- Sabes perfectamente que me gusta pasarme la lengua por los labios constantemente, dudo que quede algo de alcohol, y tú hoy no te me vas a escapar – y lo cogí por la cadera y lo pegué a mí, y así lo besé con todo mi amor y cariño que había reservado única y exclusivamente para él.
- Q-Que estás haciendo... – murmuró. – Aquí nos puede ver algún paparazzi... Y no me des estos besos, no sin antes sentirlo de verdad.
- ¿Sentirlo de verdad? ¿Es que yo lo siento de mentira? ¿Qué estás diciendo?
- Alguien no se acuesta con alguien por error... – reprochó.
- Oye Lyo, no me reproches eso, ya te he dicho que estoy realmente arrepentido. – justifiqué intentando que entrara en razón. Él rió.
- Es broma, estaba haciendo tiempo para ver si en realidad tu boca sabía a alcohol – dijo riéndose.
- Eres muy malo conmigo – expliqué. Le volví a besar acariciándole el rostro y el pelo y así concluyó el día. Noté cómo Suichi me observaba desde el pequeño balcón en lo alto. – No le gusto a tu amigo. Bueno nos vemos mañana.
- A Suichi no le gusta nadie con quién esté, es así. E-Está bien, hasta mañana – y se adentró en el hall del hotel, yo me monté en el coche y me volví a casa, cansado.