- Lyoner... – Al oír mi voz, se secó las lágrimas que corrían por su mejilla y se levantó, pero no me miró.
- No me contaste nada... – musitó.
- ¿Sobre Roxy? ¡Ya has oído que no sabía nada! – defendí.
- Vas a casarte... Tienes que darle nietos a tus padres, yo no pinto nada... Será mejor que lo dejemos. – Intentó marcharse, pero le agarré del brazo e impedí que se fuera.
- ¿Qué estás diciendo? ¿Vas a dejarme? – Él se quedó callado.
- Yo no puedo darte hijos...
- ¡Pero yo no quiero hijos! Yo te quiero a ti, me da igual si no tengo hijos. – dije acercándome a su cara.
- P-Pero...
- No hay peros que valgan. Pensaba que no iba a volver a verte cuando te has ido tan de repente de casa. He sentido miedo.
- Ha sido una sorpresa lo de Roxy, ¿cómo te crees que iba a reaccionar? No me ha sentado nada bien. – refunfuñó. Yo solté una pequeña risa.
- Lo sé además me lo imaginaba, estas cosas no te las sueles tomar a bien.
- Y, ¿qué va a pasar con ella? – curioseó.
- Tampoco quiero ser grosero con ella, le dejaré quedarse a dormir en casa por esta noche, mañana ya pensaré algo, te lo prometo, no va a pasar nada. – dije.
- C-Confío en ti. – tartamudeó.
- Tengo que irme ya, nos vemos mañana. – me despedí. Sin entretenerme más, marché de vuelta a mi casa, donde me esperarían Roxy y Allen.
- ¿Lo encontraste? – preguntó Allen cuando me vio entrar. Yo asentí.
- ¿Hiciste que entrara en razón? Ese chico suele tomárselo todo a la ligera.
- Lo sé, pero está todo arreglado. Solo me falta... – dije mirando a Roxy.
- Le he ofrecido café y ha aceptado, es lo único que ha dicho hasta el momento... – dijo Allen.
- Entiendo. Esto... Roxy... ¿Qué te parecería quedarte a dormir esta noche aquí, en mi casa?
- ¡C-Claro! – intervino ella. – P-Pero no quiero ser una molestia...
- No te preocupes. Yo quería preguntarte..., ¿desde cuando estás interesada en este matrimonio concertado?
- Ya veo que no me recuerdas... Estuvimos en primaria juntos, ¿? ¿Rosa?
- ¡Oh, cierto! ¡Mi pequeña Rosita! – exclamé. – Sí que has crecido, tu pelo ha cambiado, no te había reconocido, estás hecha toda una mujer.
- Gracias Yuuto. Pues todo empezó cuando te cambiaste de colegio, nuestros padres ya tenían el matrimonio pensado desde que a penas llegábamos al pomo de la puerta.
- ¿Qué estás diciendo? Eso no puede ser así, mis padres me dejaron una vida privada libre, nunca me comentaron nada sobre todo esto. – rectifiqué.
- Y-Yo... S-Siempre me has gustado... Yuuto... – soltó Roxy. El mundo parecía haberse parado cerca de mí, no sabía qué decir.
- Vamos, te llevaré a tu habitación. – intervino Allen, incitándola a subir las escaleras.
- ¡E-Espera! – Ella se acercó a mí, me dio un beso en los labios y me susurró. – Quiero meterme ya en el papel de esposa. – Después se subió junto a Allen.
¿Qué iba a hacer yo ahora? El asunto sobre el matrimonio crecía cada minuto que pasaba. No parecía que el tema fuera a zanjarse. Esto iba en serio; las maletas de Roxy llegarían en la mañana, estaba por seguro que ella se instalaría en mi casa. Yo no quería eso.
Por un momento pensé que mi vida se había acabado. Después de reconciliarme con Lyoner, ¿qué iba a pasar ahora con él cuando viera a Roxy actuar como mi mujer? No iba a dejarlo, eso lo tenía muy claro. Tenía que seguir manteniendo nuestro secreto, Roxy no podía enterarse de nada de lo nuestro.
Entré a la ducha con la idea de relajar la mente y después me acosté en la cama. Cuando los primeros rayos de sol entraron por mi ventana e incidieron en mis ojos, desperté con un olor a café a mi alrededor. El olor provenía de la cocina, Roxy nos había hecho el desayuno a mí y a Allen. Realmente parecía estar entusiasmada con la idea del matrimonio. Me daba pena quitarle la ilusión pero esto no podía ir más lejos.
Me senté a trabajar en mi despacho, tenía que seguir con mi nueva novela de amor paranormal. A la hora de estar sentado allí sentí que me faltaba alguien, y efectivamente, faltaba Lyoner recostado en el sofá canturreando, pero no estaba. No era habitual que a esa hora no hubiera llegado todavía a casa. Rebusqué en mis bolsillos buscando mi teléfono, mas no lo encontré. Examiné la chaqueta que me había puesto la noche anterior y encontré la pulsera que le había regalado a Lyoner por nuestro aniversario. ¿Qué hacía la pulsera allí? Lyoner siempre la llevaba puesta, nunca se la quitaba. A menos... Que ya no la quisiera. Cuando encontré el móvil intenté localizarle, pero tenía el móvil apagado porque no lo me lo cogió, o eso pensé yo. Tampoco estaba en el hotel, no me había informado de si tenía futuros conciertos, así que no sabía seguro dónde se encontraba, quería buscarle, pero no sabía por donde empezar.
Intenté no ponerme nervioso y ordenar las ideas mientras daba vueltas alrededor del sofá del comedor.
- ¿Yuuto? ¿Sucede algo? Pareces inquieto. – soltó Allen.
- Allen, me ha abandonado... Lyoner me ha abandonado. – tartamudeé. Le enseñé la pulsera.
- Esta pulsera... Fue...
- Mi regalo... La he encontrado en mi chaqueta, puede ser que ayer cuando lo abracé, la metiera en mi bolsillo. No me di cuenta, pensé que estaba todo arreglado.
- Ryuu... No pierdas la calma. Habrá tenido algo que hacer en el último momento y no le dio tiempo a avisarte. Verás como en una semana o así estará por aquí, no te preocupes. – Intentó consolarme.
- Yuuto... – vocalizó Roxy que entraba desde la cocina. - ¿Estás llorando?
- No te preocupes Roxy, se le ha metido una pestaña en el ojo derecho y estoy intentando quitársela. Puedes estar tranquila. – intervino Allen.
- ¿Estás seguro?
- Es la verdad Roxy. Mis ojos son débiles, ¿no conoces esa frase que dice que los ojos claros son más débiles que los oscuros? – pregunté.
- E-Entiendo... B-Bueno voy a salir fuera a comprar algo para comer, nos vemos después. – Cogió su bolso y se fue.
- No lo soporto más Allen, como siga aquí me voy a volver loco. Dentro de poco querrá acostarse conmigo y que cumpla como marido, ¡me niego! Fuimos muy amigos cuando éramos pequeños, pero las cosas han cambiado. ¿Dónde estará mi pequeño...?
Ella en la habitación donde Lyoner durmió la primera noche en el mi casa, yo en mi habitación, me negaba a dormir junto a ella. Tenía una relación que mantener.
Un día, dos días, tres días... Así pasaban los días, tan rápidos que a penas podía cogerlos. Las horas sin la compañía o el acoso de Lyoner se volvían días. En esos momentos me recordaba lo mucho que estaba enamorado de él, y cuánto era de importante en mis días diarios.
Lyoner seguía sin darme señales de vida, ni un simple mensaje, tampoco llamadas perdidas. Recibí una llamada de mi padre, quería verme. Al llegar a casa de mis padres me dieron la noticia: En un mes, me casaba. Un sastre me midió. Ese era mi futuro, iba a casarme. Después de dos semanas empezaba a aceptar el hecho de que Lyoner me había abandonado. Da igual el tiempo que pasara, yo seguía llorando cada vez que lo recordaba.
Una mañana, salí a buscar el periódico en mi buzón como de costumbre, pero no lo encontré. Entré en casa y Allen estaba admirando la tele apagada. Tenía un papel arrugado en la mano.
- ¿Has visto el periódico Allen? No está en el buzón, ni tampoco lo he visto por aquí. – dije.
- N-No, no lo he visto. Puede que hoy se hayan olvidado de dejar un ejemplar por aquí. – Se dirigió a la cocina y tiró el papel a la papelera junto a la basura. Cuando se fue, yo lo volví a coger. El papel era un artículo del periódico que yo estaba buscando. La noticia principal me impactó tanto que estuve llorando toda la mañana.