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Idol. por KeikoHikari

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Notas del capitulo:

Bueno ha llegado el momento, esta preciosa historia finaliza. Espero que os haya gustado y disfrutado, tanto como yo, a la hora de escribirla.

-         No interrumpas... ¿Qué más da? Disfruta de mis besos. – continué.

-         ¿No se te ocurre un lugar mejor, Ryuu? – preguntó Allen mientras bajaba las escaleras del altas y caminaba hacia nosotros.

-         Allen... – nombré. – Pensé que ya te habías ido...

-         En absoluto. Alguien tiene que poner orden aquí, soy como tu segunda madre... – Le dirigió una mirada a Lyoner y sonrió.

-         Gracias, Allen. – soltó Lyoner, abrazándose a su cuerpo.

-         ¿Eh? ¿Qué significa esto? – pregunté sorprendido y algo celoso. Allen rió.

-         Mientras tú estabas con tus delirios por el tema de Roxy, yo hablaba con Lyoner todas las noches. Le contaba tu situación, tus acciones y tus pensamientos en aquel entonces.

-         Así es. – asimiló Lyoner. – En realidad nunca me alejé de ti, solo desaparecí de tu vista por un tiempo.

-         No tienes derecho a estar enfadado con ninguno de los dos, él me pidió que no te contara nada y yo obedecí. Hicimos lo mejor para ti. Además, ¿quién crees que le ha dicho a Lyoner que te casabas aquí? Aunque el hecho de interrumpir ha sido todo idea de él...

-         Bueno, eso es porque no encontraba este lugar. – dijo mi pequeño entre risas.

-         Allen... Has hecho todo esto por mí... – dije orgulloso. – Elegí a la mejor persona para pasarme la vida a su lado.

-         No me digas eso... – respondió abrazándome. – Eso tendría que decirlo yo. Desde ahora espero que no me falles en ninguna fecha de entrega de manuscritos. – soltó mientras salía de la iglesia.

-         Este Allen... – susurré. Lyoner me agarró de la barbilla antes de que yo dijera nada y me besó. - Oye, no intentes ser el activo ahora, sabes perfectamente que te encanta ser el pasivo, que sea yo el que te domine. – dije paseando mi dedo índice por sus labios. Él acabó mordiéndolo.

-         No me provoques... A ver si voy a ser yo el que te domestique. – dijo repitiendo lo que yo acababa de hacer con sus labios, aunque yo fallé a la hora de morderle, fue más rápido que yo.

-         Vaya, vaya, ¿estás juguetón?

-         ¿Quién sabe? ¿Tú crees? – preguntó con una risa pícara en su boca. Yo, tentado, le volví a besar.

 

Sin decir nada más, me quité la alianza que Roxy me había puesto, y arrodillándome ante él, se la coloqué.

-         ¿Q-Qué haces? Es de Roxy, ¿no?

-         Mírala mejor. – Se  la quitó, miró el nombre que tenía grabado en el interior. – Yuuto... ¡Es la tuya!

-         Exacto, Roxy se equivocó, y en vez de ponerme la alianza con su nombre me puso la mía, y ahora es tuya. Cuídala. – Él agachó la cabeza, sonrojado.

-         ¿C-Con esto, estamos casado? ¿Estás proponiéndome matrimonio?

-         Bueno, no se puede decir que no, pero tampoco es un sí rotundo, porque no es oficial.

-         Entiendo...

-         Aun así, eso es lo de menos. Todavía no puedes ir paseándote a tus anchas, luciendo ese anillo, tus fans...

-         Cállate. – interrumpió. – Yo haré lo que quiera. – vocalizó agarrándome de la barbilla.

-         Perdona, pero esa postura es mía, pasivo de mi corazón.

-         No me llames pasivo o sufrirás las consecuencias – amenazó Lyoner.

-         Vaya, ¿me amenazas? – Escuché unas voces que estaban muy cerca de nosotros, debían de ser las de los paparazzi que habían decidido entrar a la iglesia. Cogí a Lyoner de la muñeca, lo conduje a una esquina cerca de la puerta principal y le tapé la boca con mi mano. Ellos entraron con sigilo y se dirigieron al altar, era un grupo de siete personas. Cuando le quité la mano de la boca, él seguidamente, introdujo uno de mis dedos en su boca y comenzó a lamerlo, produciéndome un placer tremendo. No pensaba que una tontería así pudiera ponerme tan caliente. Le mordí la oreja en vez de decirle que parara, corríamos el riesgo de que nos descubrieran. Él se reía en voz baja, para callarle, introduje mi mano en el interior de sus pantalones. Noté como un escalofrío recorrió su espalda cuando comencé a tocarle. Su cuerpo se deslizaba hacia abajo, era muy débil cuando mis manos se posaban en su cuerpo. Aproveché entonces para salir con Lyoner de la iglesia, ya que los paparazzi estaban distraídos al fondo del edificio. Al llegar al coche me di cuenta de que yo no llevaba las llaves, las tenía Allen y se me ocurrió una idea. Siempre huíamos de los paparazzi, pero, ¿y si los enfrentábamos por una vez?

-         Bien Lyoner, escúchame, llama la atención a los paparazzi, imagínate que en vez de estar juntos como lo estamos, solo ‘me persigues’ a mi casa porque tú una vez me prestaste dinero y quieres recuperarlo. Haremos un poco de teatro. Cuando terminemos de discutir, rodea la iglesia por el lado contrario y escóndete detrás del coche, yo iré a buscar a Allen para que me dé las llaves, ¿de acuerdo? Da lo mejor de ti, buena suerte pequeño. – susurré dándole un cálido beso en la frente.

-         P-Pero Yuuto...

-         No tengas miedo, vamos. – Se posicionó delante de la iglesia, como si estuviera esperando a alguien y yo me apresuré en ponerme en escena. Poco tiempo después la gente que había en los alrededores nos rodearon, la curiosidad les invadía. Habían presenciado la pésima boda, y querían ver la continuación.

-         Mira, patético escritor, estoy harto de perseguirte, devuélveme lo que es mío. – comenzó a decir.

-         No te debo nada, fuiste tú el que me lo dio.

-         Me diste pena, por eso te lo di. Ahora lo quiero de vuelta. – Los paparazzi no tardaron en aparecer.

-         ¡Que gracioso! Ese dinero ya no es tuyo, estúpido. Ya puedes llorarme y suplicarme, que no vas a conseguir nada.

-         ¿¡Cómo te atreves a llamarme estúpido!? ¡Te voy a poner una demanda!

-         ¡Atrévete! – interrumpí. – No tienes pruebas, no puedes acusarme. – Los flashes de las cámaras volaban, la gente cuchicheaba.

-         Aquí tienes la prueba, la gente está viendo tus respuestas inmaduras. Haz lo que quieras, acabarás devolviéndome el dinero.

-         No lo tengas tan seguro, enano. Yo no estaría tan seguro. – dije dándome la vuelta.

-         ¡Eh, no huyas,  cobarde!

-         Olvídame. – exclamé.

-         Esto no va a acabar así.

-         No te tengo miedo. – acabé diciendo. Yo seguí andando recto y Lyoner en la dirección contraria. Cogí mi móvil cuando ya me había alejado lo suficiente. Telefoneé a Allen, conseguí encontrarlo y tras reencontrarme con Lyoner en el coche, lo llevé a casa junto con Allen.

-         Por fin estamos en casa. – solté.

-         Ha sido un día muy movidito. – intervino Allen.

-         Y que lo digas... – concluyó Lyoner.

-         Esto..., Yuuto, tengo una cosa pendiente con Nami, regresaré más tarde.

-         ¿Con Nami? Allen, ¿tienes una cita?

-         Para nada, son cuestiones de trabajo.

-         Está bien, usa el coche, después mételo en el garaje, no lo dejes fuera.

-         Quieres que me lleve el coche porque se te da fatal aparcarlo, ¿no es así?

-         E-Eso no es así... – Allen rió.

-         Está bien, está bien. Tengo que enseñarte a aparcar bien. Bueno, nos vemos después.

-         Entremos en casa Lyoner, lleva cuidado con la carretera Allen. Si se te hiciera tarde, hay una copia de las llaves en la guantera. – Allen afirmó con la cabeza; acto seguido se fue. Al entrar, lo primero que hice después de dejar las llaves en la mesa, fue tumbarme en el sofá.

-         Añoraba entrar aquí... Este olor a ti, me encanta. ¿Eh? ¿Yuuto? ¿Dónde estás? Pero, ¿qué haces ahí?  Yo creía que ibas a...

-         ¿A hacerte el amor? Estoy cansado – mentí, mostrando una risa picarona.

-         ¿¡Cansado!? El famoso Yuuto Takashi, quien tiene tanta fama en la cama, ¿y está cansado? No me lo puedo creer. ¿Es que ya no te traigo sexualmente? – preguntó intentando poner cara de pena.

-         Yo no he dicho eso, no inventes.

-         Es que sinceramente no me lo puedo creer. – soltó sentándose encima de mi estómago.

-         O-Oye, mi estómago... – Se giró y se sentó mirando hacia mí, se acercó a  mi cuello y empezó a dar pequeños besos. – Me estás aplastando el estómago. – No hice caso a los besos, pero él tampoco paró, así que decidí hacerme el dormido y fingir ronquidos. Al escucharme pareció cabrearse.

-         ¿¡Yuuto!? Esto es increíble. – Se levantó al fin, y cuando iba a alejarse, le cogí de la muñeca y lo lancé a mí para besar sus delicados labios.

-         Tengo buenas dotes de actor.

-         Eres idiota.

-         Sé que estás excitado, lo puedo sentir.

-         Hoy no quiero que seas gentil conmigo, llevo mucho tiempo esperándote. Vamos a hacerlo en todos los rincones de la casa.

-         No te vas a poder sentar en varios días pequeño, ¿estás seguro de lo que dices? Yo te he avisado, no queda lubricante.

-         Perfecto. – Se desabotonó la camisa después de quitarse la chaqueta, arrastró su mano por mi torso. Yo, ardiendo de excitación, me chupé los labios sin perder la risa pícara que tanto le gustaba.

 

Poco tiempo después, los dos, yo debajo y él arriba, tumbados en el sofá. Si Allen llegaba en aquel momento, nos pillaría en pleno acto, así que lo cogí de un brazo y lo llevé arriba, a mi cama. Me extrañó el hecho de que no me dijera que le dolía en ningún momento, aunque gemir si lo hacía, y mostraba una mezcla de placer y dolor en su rostro. Probamos diferentes posturas, de las cuales, él siempre era el pasivo y yo el activo.

-         ¿Estás seguro que quieres seguir? – pregunté besando su espalda. Nuestros cuerpos ya estaban sudando y teníamos la respiración algo agitada. – Ya te has corrido dos veces.

-         Y tú también, n-no pares... – respondió aferrándose a mi cuello con las uñas.

-         Ah, las uñas...

-         ¡P-Perdona!

-         No me molestan, me ponen aún más. – dije dándole un pequeño mordisco en el hombro izquierdo. Un escalofrió recorrió el cuerpo desnudo de Lyoner.

-         Y-Yuuto... M-Me voy a..., ¡ahh!

-         Eso fue rápido – le susurré al oído. Después se tumbó en la cama boca arriba.

-         Esta, ha sido, la mejor decisión, que te he escogido, en toda mi vida, de dejarte mi cuerpo. – jadeó exhausto.

-         Mañana no vas a poder levantarte. – Le besé y salí de la habitación, me dirigí al cuarto de baño. Tomé una ducha y al poco tiempo entró Lyoner quién también se dio una buena ducha relajante. Me acerqué a la cocina, después de recoger toda nuestra ropa que estaba dispersada por el suelo del comedor y llevarla al cesto de la ropa sucia. Lyoner se me acercó por detrás y me abrazó.

-         Te quiero, Yuuto. – Me giré, agarré su mano, entrelazando nuestros dedos y le besé la mano, donde todavía llevaba mi alianza que le había dado horas antes.

-         Dentro de poco yo también llevaré una alianza como esta que tú llevas. – respondí sonriendo.

-         ¿Otra como esta?  ¿Por qué?

-         No vas a ser tú el único que la lleve, pequeño. – Me arrodillé ante él, tomando su mano donde estaba la alianza. Se tapó la boca con la otra mano que le quedaba libre, ya se temía lo que venía a continuación. – Lyoner, ¿quieres casarte conmigo? – Su reacción fue inmediata, se abrazó a mi cuello, llorando de felicidad.

-         ¡Claro que sí! ¡Por supuesto! ¡Sí, sí quiero! Te quiero, te quiero, te quiero. – Yo reí ante aquella manera de repetir lo mismo de diferentes maneras.

-         Yo también te quiero, pequeño. – Y allí en el suelo de la cocina, abrazados, le pedí que se casara conmigo. Sabía que no iba a ser un matrimonio fácil, pero quería pasar el resto de mi vida con él.

 

La persona que yo amaba, la persona que me hacía feliz, era aquel cantante creído, Lyoner Moon, mi pequeño, mi ídolo, aquel al que debía de seguir fielmente.

Notas finales:

Nos vemos en algún especial que subiré en un tiempo. ¡Un beso!


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