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Two Moons por Aigooo

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Capítulo 2

“Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde el primer momento." Milan Kundera (La insoportable levedad del Ser)

El mundo es mucho más horroroso de lo que creemos. Mucho más atemorizante. Él lo sabía muy bien. Lo veía todos los días, esa cara oculta a la mayoría de las personas, y que solo unos pocos tenían el privilegio de conocer. El mundo es un lugar cruel y sin escrúpulos, donde los engaños, las mentiras y las traiciones son el motor que lo hace funcionar. Y su trabajo consistía precisamente en frenar en la medida de lo posible ese motor que, lentamente, nos irá destruyendo a todos.

       Por eso se hizo fiscal. De pequeño aprendió lo que el mundo en verdad es y se dijo a sí mismo que no viviría en el engaño en el que viven la mayoría de las personas, y que sería un pilar más que sostuviese esa mentira para el resto de personas, mientras que él viviría en el lado más oscuro y siniestro, el verdadero.

Sin embargo, a veces sentía que el peso que llevaba sobre sus hombros a su joven edad era demasiado para él. Había visto muchas cosas, cosas horribles, había conocido muchas caras del ser humano, ninguna agradable de ver, la desesperación, el odio, la avaricia… son sentimientos con los que tenía que lidiar día a día, sentimientos ajenos, y era agotador, terriblemente agotador.

       Suspiró. Llevaba horas en aquel lugar, lleno de cajas apiladas de cualquier forma y llenas de polvo, el blanco artificial de los tubos de luz hacía daño a sus ojos, con los que empezaba a ver borroso. A pesar de llevar horas sentado en el suelo frío, tenía la sensación de haber estado corriendo una maratón en su lugar.

     Todo era gracias al nuevo caso al que había sido asignado, necesitaba buscar en los archivos a una persona; Seo Eun Gi. Desgraciadamente para él, el almacén de archivos de casos pasados era mucho más amplio de lo que recordaba. Se frotó los ojos y dejó a un lado de mala manera el documento que hasta hora sostenía en sus manos. Nada. Ni rastro. De pronto, el timbre de su móvil empezó a sonar, rompiendo con el silencio.

– ¿Qué ocurre, hyung?

–Tú, niño prodigio, ¿dónde estás?

–En el almacén de archivos, ¿por qué? –oyó un gran suspiró al otro lado del teléfono.

–La jefa nos va a matar a los dos pero… qué demonios, no es justo. Chaval, mueve el trasero y sube a la sala de interrogatorios, tengo a Choi Dong Man.

     Inmediatamente después de oír aquello se levantó y salió corriendo hacia la salida tan apresuradamente que se tropezó con algunas cajas que él mismo había dejado en el suelo anteriormente, cayendo y maldiciendo en voz alta una serie de palabras que ni él mismo recordaba saber y que ningún niño debería oír. Se levantó con la mayor dignidad que pudo y, esta vez con más cuidado, volvió a apresurarse hacia la puerta. El ascensor le pareció demasiado lento, por lo que optó por subir los cuatro pisos que le separaban con la sala de interrogatorios a pie. Llegó sudoroso y sin aliento y notaba la mirada de extrañeza que le echaban algunos de sus compañeros de trabajo, pero no le importó. Aminoró el paso, se remangó las mangas de su camisa blanca cuidadosamente y se colocó adecuadamente la placa que colgaba de su cuello, se paró frente a la sala de interrogatorios donde sabía que estaba su hyung y, antes de entrar, se secó con su pañuelo de seda azul marino las gotitas de sudor que brillaban en su frente.

    Al abrir la puerta, se topó con una escena a la que ya estaba acostumbrado. Kang Yong Jae, su hyung, estaba sentado en la mesa de madera vieja con una mano amenazante levantada y con una expresión de irritación, mientras que, frente a él, se encontraba Choi Dong Man, un tipo bastante desagradable a simple vista y claramente asustado.

– Aigoo*, mira quien está aquí, idiota. ¿Te acuerdas del fiscal Park Ji Hyun? –agarró a Choi Dong Man de la nuca y lo obligó a mirar a Ji Hyun. – Su cara de niño engaña a mucha gente, pero tú y yo sabemos de su mal carácter, ¿verdad que te acuerdas de su mal carácter?

    Ji Hyun observó tal espectáculo apoyado en la puerta que acababa de cruzar. Choi Dong Man se retorcía como un animalillo asustadizo ante la amenazante camaradería del fiscal Kang Yong Jae, sin duda era un hombre de la peor calaña, capaz de hacer atrocidades y, sin embargo, al primer sentimiento de peligro, se volvía dócil y patético.

–Choi Dong Man, creía que teníamos un trato. –decidió interrumpir de una vez esa escena y dejar de perder el tiempo. Le dio un golpe a Yong Jae para que se bajase de la mesa y se sentó frente al criminal. –Era muy simple, tú nos ayudabas y nosotros te ayudábamos a ti. Sin embargo, dejaste de mandarnos información, y lo que es peor, desapareciste por unas semanas. ¿A qué crees que estás jugando?

–Para ti es fácil decirlo, ¿verdad? Pero soy yo el que se está jugando el cuello. Ese cabrón está empezando a sospechar de mí y si se entera estoy muerto. Así que paso.

     El silencio se hizo en la sala. El topo estaba repantigado en la silla mirando desafiantemente a Ji Hyun, Kang Yong Jae se apoyaba con ambas manos en la mesa y miraba con una ceja alzada al criminal, y Ji Hyun le sostenía la mirada con una expresión que no le iba nada a su cara de niño.

–Pasas. –Sonrió de lado. Se levantó y agarró de las solapas a Choi Dong Man, cuando habló su voz sonaba más grave y amenazante de lo que cabría imaginar en alguien con su aspecto de niño inocente. – ¿Crees que tienes esa opción? Esto es muy sencillo, o nos ayudas, o vas directo al calabozo en este momento, ¿entiendes,idiota? –lo soltó bruscamente, haciendo que rebotase contra el respaldo del asiento. Justo en ese momento, la puerta se abrió y entró por ella la fiscal Goon Sook Ja con cara de pocos amigos.

 –No sé qué crees que estás haciendo aquí fiscal Ji Hyun, pero te agradecería que no maltrates a mis detenidos. De eso me encargo yo.

     Ji Hyun frunció los labios y se echó a un lado cuando Sook Ja se fue a sentar en la silla donde poco antes estaba él sentado.

–Choi Dong Man ssi*, no me gusta que me tomen el pelo. Te comprometiste a ayudarnos, y eso es lo que vas a hacer. ¿Te ha quedado claro? Sin embargo, comprendo tu situación, y ya que tus crímenes son menores y has colaborado con nosotros en estos últimos meses, siéndonos de gran ayuda, solo te pediré algo más y te daré tu libertad. –Ji Hyun y Yong Jae se miraron sorprendidos y, antes de que les diese tiempo a alguno de los dos a protestar, Sook Ja siguió hablando. –Quiero que nos ayudes a infiltrar a alguien en la banda Tengu.

 

 

      Clic clac. Golpea el mechero contra la barra y levanta la mano para pedir de nuevo. La camarera teñida de rubio le dedica una sonrisa mientras masca chicle y le sirve. Mueve un billete delante de su nariz y ella lo coge gustosa. Observa cómo se aleja; el minivestido que lleva parece caro aunque, vamos, preciosa, no cuela, eres camarera.

      Neugdae da un trago al líquido del vaso y luego lo mueve, haciendo que brille tenuemente bajo la luz artificial. Tras dar otro trago, gira y apoya la espalda contra la barra para echar un vistazo rápido a la poca gente que hay. El alcohol empieza a quemarle el cerebro así que agradece haber cerrado el trato antes de empezar a soltar hipidos.

     Ve a su cliente salir del local y se siente satisfecho por el buen trato al que han llegado: le ha colado un centenar de berettas viejas por más de lo que valen. Le repateaba tener que ir a Seúl para tratar con clientes. Cuando se daba el caso de que al comprador no le daba la gana de ir a la sede de Incheon mandaba a alguno de sus chicos para negociar, pero había casos especiales en los no le quedaba más remedio que mover su propio culo porque el interesado en su material tenía el símbolo del won pintado en la frente con letras de neón. Si era un cliente tan importante prefería estar presente en las negociaciones.

      Las voces chillonas de vete tú a saber qué grupo de chicas se le clavan en la cabeza y la música retumba sin piedad mientras las luces de colores iluminan la pista vacía… Definitivamente, aquello no era un sitio como los que él solía ir. Allí nadie le conocía, el jefe no se acercaría a decirle que le invitaba a las copas. No había mucha gente en el local porque era entre semana y demasiado temprano así que no le importaba mucho no estar en la zona reservada con los empleados a sus pies.

    Se vuelve a llevar el vaso a los labios e inclina la cabeza para apurarlo todo. Cuando vuelve a bajarla, todo le da vueltas. Debería parar de beber o conducir de vuelta hasta Incheon iba a ser toda una aventura.

     Un grupo de chicos jóvenes acompañados por una chica se acercan riéndose a la barra. Uno de ellos, el más grande vestido con ropa cara se apoya demasiado cerca de él, rozándole el cuerpo. Neugdae lo mira de reojo y decide que aunque tenga espacio de sobra como para ponerse más apartado y aún así se haya puesto a su lado, no lo va a matar. Está a punto de levantarse para irse pero entonces el tipo lo mira por encima del hombro.

—Eh, tú —el tipo apoya los codos sobre la barra — ¿Qué tal si te apartas un poco?

   Los otros chicos a su lado sueltan risotadas y la  chica mira con desagrado su cicatriz, lo cual hace que la agresividad de Neugdae aumente. Se repantinga en la silla y apoya los antebrazos en la barra, hacia atrás, haciendo que la camiseta se le pegue al cuerpo.

—Eh, tú — lo imita y señala con la cabeza al tipo— ¿Qué tal si sacas tu culo de pijo de aquí y te vas a otro sitio? Y de paso te llevas a esos cretinos y a esa zorrita contigo.

     El tipo parece pensar que Neugdae se ha pasado y se gira completamente hacia él con los puños apretados y echándole una mirada asesina. Sus amigos, ofendidos, lo incitan a que golpee a Neugdae. Cualquier otro día habría pensado que patear unos cuantos culos sería un final de jornada laboral de puta madre, pero hoy no tiene ganas y solo quiere volver a casa cuanto antes. Sin embargo, el tipo se acerca más todavía con la amenaza pintada en los ojos.

 

      El bullicio que caracterizaba al mercado de Namdaemun siempre le había ayudado a evadirse de los pensamientos que le atormentaban. Teniendo en cuenta que era el mercado más grande de toda Corea era normal que miles de personas se congregaran allí, por lo que el alboroto era monumental y así era mucho más sencillo acallar los malos pensamientos. El sol hacía poco que se había escondido y las luces artificiales amarillas y naranjas empezaban ya a brillar, iluminando los miles de puestos de ropa, artesanía y accesorios para el hogar que había por doquier. Nunca compraba nada. Y no era porque le gustara hacerse con la mejor ropa de marca, sino más bien que, para él, ese lugar era simplemente un sitio donde perderse.

     Había cambiado la placa y el traje chaqueta por unos vaqueros y una sudadera gris, no solía vestir de esa manera porque le hacía parecer aún más niño de lo que ya aparentaba y eso era algo que simplemente no podía soportar, pero a veces la comodidad le ganaba la batalla. Se detuvo en un puesto donde se vendían figuras tradicionales de cerámica y paseó vagamente la mirada por todas ellas sin llamarle ninguna especialmente la atención. De pronto, por encima del bullicio característico, se escuchó el grito de una mujer. Ji Hyun alzó la cabeza y miró a su alrededor en busca del origen de ese chillido, a pesar de estar fuera de servicio, su instinto le impulsaba a actuar de esa manera, y logró encontrar el origen a pocos metros de él. Una señora estaba tirada en el suelo, gritando, corrió hacia ella y la intentó tranquilizar.

–Ahjumma*, ¿está bien? –preguntó ayudándola a levantarse. La mujer no paraba de lamentarse, prácticamente sin percatarse de su presencia.

– ¡Aigo, mi bolso! ¡Ese hijo de mala madre me ha robado el bolso, aigo! ¡Aigo!

     Ji Hyun miró por todos lados en busca del hombre al que se había referido esa ahjumma y entre el gentío pudo ver la figura de un hombre no muy alto y grueso corriendo a toda prisa. Sin pensárselo dos veces salió detrás de él para recuperar el bolso de la pobre mujer.

– ¡Eh, tú! ¡Detente!

     Esquivaba a las personas como buenamente podía, a veces era irremediable chocar con algunos de ellos y oía como lo maldecían cada vez que eso sucedía ya que ni siquiera tenía tiempo de detenerse a pedir una disculpa. Corrió alrededor de cinco minutos por el transitado mercado, no obstante, hubo un momento en el que el ladrón decidió ir por uno de los callejones que dejaban atrás el mercado, mucho más oscuro y menos concurrido lo que, irónicamente, le facilitaba el trabajo. Dejaron ese callejón para adentrarse en uno incluso menos transitado y mucho más cuesta arriba.

 

 

     Neugdae es fuerte y alto, aunque comparado con él, que es un tío de casi dos metros y una espalda enorme, parece un pelele. Aún así, el tipo es solo un bravucón y no parece convencido de querer meterse mucho más con él. ¿Te asusto, grandullón? Da unos pasos hacia atrás y se arregla la chaqueta con gesto avergonzado. Sus amigos lo llaman cobarde en voz baja pero ninguno de ellos parece atreverse tampoco a enfrentarse a él.

—Aiiish. —Neugdae se rasca la cabeza, mete las manos en los bolsillos del pantalón y se pone de pie para después dirigirse a la puerta del local. Cuando llega a ella se gira un poco y les sonríe— Un placer, caballeros.

    Abre la puerta de una patada, sale al exterior y cruza a la calle de enfrente. La luz del día al principio ciega sus ojos acostumbrados a la semioscuridad y las luces de colores. Cuando su cuerpo empieza a asumir el cambio, escucha la puerta del local abrirse de nuevo. El tipo, seguido por un par de sus amigos, se dirige hacia él con la mirada enfurecida.

— ¿Has cambiado de idea? ¿Vienes porque te has enamorado de mí? —le grita Neugdae mientras se acerca —. Es halagador pero no me pone que me sigan.

   De verdad que a Neugdae no le apetece pelear, pero el tipo debía pensar que tenía que limpiar su honor o algo así. Suspira y lleva la mano a su chaqueta, buscando su pistola. La sacaría para asustarlos lo suficiente como para que lo dejaran en paz. No está, la pistola no está. Refunfuña con fastidio. ¿Qué clase de líder de banda de armas era que se dejaba su maldita arma en el coche?

—Deberías tener un plan B. —El tipo parece que le ha leído la mente y se frota las manos acercándose cada vez más a él.

—Tengo uno.

— ¿Sí? ¿Y cuál es? — Parece relamerse ante la idea de machacarle.

Neugdae se estira la camiseta para alisársela y levanta los brazos hacia su cabeza, se peina el pelo largo con los dedos y se lo recoge en una coleta alta.

—Umm… esperar tu prueba de amor. Ven, dame un besito, guapo.

    El comentario parece enfadarle más y aprieta el paso. Cuando llega su lado estira los brazos con toda la intención de estrangularle pero Neugdae es más rápido y lo sujeta por las muñecas. Da vueltas con él agarrado mientras tararea la canción del grupo femenino que sonaba antes en el local.

—Oh, no bailas muy bien —se burla.

      Cuando el tipo sale de su confusión, intenta darle un cabezazo pero Neugdae se aparta y aprovecha para soltarle una mano y clavarle el puño en las costillas. Sus amigos ya han llegado a su altura y se preparan para atacar. Demasiado lentos. Neugdae suelta la otra mano del tipo, lo empuja lejos y aprovecha que está libre para darle una patada a uno de sus amigos, empujándolo hacia el otro. Están aturdidos pero el otro se ha recuperado del empujón y golpea a Neugdae antes de que pueda reaccionar; le da un puñetazo en la mandíbula y está seguro de que le ha partido el labio con la fuerza del impacto. Unos cuantos mechones de pelo se le han escapado de la coleta, cayéndole por la cara, y nota la sangre caliente en su boca.

     Los tres lo rodean. Neugdae rueda los ojos, aquello le está costando más trabajo del que le gustaría.

     Antes de que pueda hacer nada, los dos amigos lo cogen por detrás y lo inmovilizan. Oh, vamos. El tipo grande sonríe altivamente. Le da una patada en el estómago y un puñetazo en la nariz, haciendo que Neugdae se doble en dos por el dolor. Escucha a los otros reírse. Definitivamente, no saben con quién están tratando. Aprovecha el cuerpo de los que lo sujetan para impulsarse y saltar. Levanta ambas piernas y estrella con fuerza los pies en el pecho del otro, que sale despedido un par de metros hacia atrás para después caer al suelo. Ante la sorpresa de los otros dos, logra liberar un brazo y golpea a uno de ellos en la barbilla. Cuando por fin logra soltarse se gira con rapidez y agarra a ambos por el cuello de la camiseta y les hace chocarse entre sí con tanta fuerza que ambos caen al suelo. No parece que vayan a dar más problemas así que busca con la mirada al otro. Justo a tiempo porque se ha acercado peligrosamente a él con el puño levantado.

—Ah, por fin a solas. —Neugdae se besa la palma de la mano y sopla como si le lanzara el beso.

    El tipo, furioso, con los ojos inyectados en sangre y la nariz hinchada, agita las manos en el aire intentando alcanzarlo.

—Me lo he pasado bien contigo, pero es hora de irme —Neugdae le da un puñetazo en la cara y antes de dejarlo reaccionar vuelva a golpearle en el estómago. El tipo se tambalea así que Neugdae le da el golpe de gracia y cae sobre sus amigos.

     Neugdae mira su obra, con la respiración entrecortada. Chasca la lengua y apoya las manos sobre las caderas. Afortunadamente, no había nadie más en aquella calle y si alguien los había visto había decidido pasar de largo, porque habría sido un problema que llamasen a la policía o algo así.

    Se aleja de allí con paso lento. Seúl era una ciudad bulliciosa y estaba cerca del centro pero esas calles parecían estar bastante apartadas. Se lleva una mano al labio y se restriega para limpiarse la sangre, aunque lo único que logra es esparcirla por toda la mejilla. So Ra lo iba a matar.

     Conforme avanza empieza a cruzarse con gente; señores mayores o colegiales demasiado metidos en sus asuntos como para prestarle atención. Pero como para fastidiar, su tranquilidad no tarda en desaparecer; escucha gritos lejanos que parecen acercase más y más. Se da la vuelta justo a tiempo para ver a un hombre corriendo perseguido por otro.

 

– ¡Yah, ahjussi*! ¡Detente! –en ese momento el ladrón se giró hacia Ji Hyun, por un momento sus miradas se cruzaron y pudo darse cuenta de que no aguantaría mucho más ese ritmo de carrera. Ji Hyun sonrió, pronto lo atraparía.

    Sin embargo, para sorpresa suya, el ladrón dejó de correr, miró a su alrededor, en busca de algo que le pudiera servir para zafarse de él, como no vio nada más a mano, agarró a un chico que pasaba por allí y, para sorpresa de ese chico y la suya propia, lo interpuso entre ambos, como si fuese un escudo. Ji Hyun paró en seco y miró anonadado al chico que tenía enfrente. En lo primero que se fijó fue en la cicatriz que le cruzaba el ojo, después en la expresión de su cara, una mezcla de incredulidad e irritación en aumento, algo que le hizo gracia.

– ¡Eh, viejo! ¿Qué coño estás haciendo? ¡Suéltame!

    Ambos lo ignoraron. Ji Hyun hizo el amago de ir hacia la derecha, pero el ladrón reaccionó más rápido de lo que esperaba y fue hacia el lado contrario, arrastrando al otro con él, escondiéndose como un cobarde.

–Ahjussi, déjese de juegos tontos y deme el bolso.

     Esta vez Ji Hyun lo intentó por el otro lado, pero el ladrón reaccionó de la misma manera, mientras que el rehén que tenía en sus manos se retorcía, intentando liberarse.

– ¡Aish! Métete en tus propios asuntos, mocoso. – Ji Hyun decidió que lo más sensato era intentar razonar con él.

–Ahjussi, si me da el bolso le prometo que no llamaré a la policía, ¿de acuerdo?

     El ladrón pareció pensárselo durante un instante, o eso creyó Ji Hyun. De repente vio como algo se encendía en la mirada del ladrón y, momentos después vio como empujaba al chico que tenía bien sujeto contra él y corría, alejándose.

      Ji Hyun, impotente, solo pudo ser espectador de la escena que se le presentaba, ya que no pudo evitar que le cayera encima el peso de, por lo menos, un hombre de metro ochenta. Ambos cayeron al suelo y dieron varias vueltas antes de detenerse por completo. El dolor de la caída todavía le palpitaba, sin embargo, había algo extraño. Estaba tirado en la calzada todo lo que era de largo, que no era mucho, pero el suelo era… ¿blandito? Se quedó así más tiempo de lo que cabría esperar, se había dado un buen golpe en la cabeza y todavía se sentía mareado.

       Se incorporó no sin dificultad, todavía un poco aturdido por el dichoso golpe, quedándose sentado sobre ese suelo tan peculiarmente blandito. Se restregó los ojos con ambas manos, pues veía algo borroso, y cuando las apartó se topó de frente con la cara del hombre al que aquel ahjussi había agarrado. Se miraron fijamente durante lo que pareció una eternidad.

–Eh, niñato, ¿piensas quedarte así todo el día? Ya sé que soy irresistible, pero no me va la pederastia.

    Ji Hyun despertó de su trance de la forma más brusca, como si hubiese sido golpeado hasta el cansancio y, metafóricamente así fue, en su orgullo. Se apartó inmediatamente, tremendamente avergonzado al darse cuenta de la situación en la que ambos se encontraban. El chico de la cicatriz y cara de malas pulgas se incorporó y ambos se quedaron sentados el uno al lado del otro. Ji Hyun no se atrevía a mirarle a la cara, aquella situación era demasiado absurda.

–Aigo, aigo. Creo que me he roto algo. –oyó decir al chico de la cicatriz en el ojo mientras escuchaba como se hacía crujir algunos huesos. Le miró de reojo. Tenía el cabello largo recogido en una muy despeinada coleta y prácticamente toda su vestimenta era de color negro, se percató que tenía algunos moretones en la cara que parecían bastantes recientes y que claramente no se debían a la caída. Un tipo bastante sospechoso, pensó su lado más policíaco. Justo entonces le miró y Ji Hyun se vio completamente pillado en su repaso visual. – ¿Debería romperte esa cara tan bonita que tienes? –le soltó como si le estuviera hablando del tiempo. Ji Hyun frunció el ceño, miró más allá del chico de la cicatriz y de pronto, como si una bombilla se le encendiese, recordó el motivo por el cual estaba allí tirado.

   Se levantó de un salto bajo la atenta mirada de su acompañante y empezó a trotar para ir nuevamente tras el ladrón, no obstante, antes de coger ritmo, se detuvo en seco, se giró, hizo una leve inclinación a modo de disculpa y volvió a emprender su camino, esta vez corriendo a toda prisa, dejando a un muy malhumorado “chico de la cicatriz”.

Notas finales:

Aigo: "¡Dios mío! ¡Cielos!". Expresión que se utiliza mucho para denotar sorpresa, algo increíble...

Ssi: sufijo que se añade al nombre que denota respeto.

Ahjumma: Señora mayor / de mediana edad. Normalmente se usa para las amigas de la madre, las dependientas, las señoras de los bares…

Ahjussi: Señor mayor / de mediana edad.


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