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Meeerryyy…¿Me enseñas? por Pity

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Ya hacía tres semanas que Pippin había aprendido a nadar, y con su inseparable compañero habían vuelto al río bastantes veces. Ese día pensaban tomar un baño justo antes de ir a la taberna que Merry tenía tantas ganas de visitar. Sin embargo, este también estaba interesado en otras cosas. Había vivido más cosas que su amigo, así que no se explicaba que le provocaran tanta sorpresa los cambios que se estaban operando a ultravelocidad en su mejor amigo. La verdad es que el joven Tuk estaba poniéndose en forma con lo de la natación chapucera, y tenía un talento inusitado para moverse de una manera que cada vez era más difícil de obviar para las chicas sobre y debajo de la Colina. Merry no podía menos que envidiarlo.

 

En muchos aspectos seguía siendo un crío, y eso era divertido para los dos. Hacía dos minutos era el niño de siempre, su amigo desde la infancia, con el que diez años después tenía una pelea de salpicarse agua como si no hubiera pasado nada desde entonces. Pero de repente Pippin se ponía a pensar en la taberna y decidió salir a secarse al sol para poder ir en condiciones. Quería estar presentable para las chicas.

 

Merry, desconcertado, miraba a su Pip, que estaba apoyado en los codos, boca arriba, algo espatarrado pero de manera elegante, en pantalones, empapado de arriba abajo y sonriendo alegremente, eso sí, como siempre.

 

Merry ni con toda su experiencia entendía por qué ciertas situaciones se daban con Pippin. Esa era una de esas situaciones. Así que salió del río malhumorado, pasó caminando al lado del Tuk sin decir palabra y unos metros más allá de un grupito de seguidoras de Pippin para nada disimuladas, y se metió entre los árboles. En seguida se desabrochó los pantalones, y su cara  se transformó. Tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta, una expresión que sólo gente de género femenino en la Comarca le conocía.

 

-          Merry…

 

Él giró la cabeza sobresaltado al oír la voz de Pippin a su espalda.  ¡Desde cuándo era tan silencioso el hobbit más escandaloso de la comarca! Merry se giró sobresaltado, mirando a su amigo.

 

-          ¡Mierda, Pippin!, ¡lárgate!

 

-          Me han entrado ganas de mear… ¿qué te pasa? si hacemos concurso de meadas desde que tengo uso de razón, no se a que viene est…¡Oh!

Pippin lo entendió todo cuando vió que su mejor amigo le volvía a dar la espalda, con la cabeza baja y empezaba a arreglarse los pantalones.  Una rabia muda empezó a manar de esa espalda.

-          Mierda, lo siento Merry, lo siento, lo siento, me voy, lo siento…

-          ¡¡Largo!!

Pippin se fue corriendo de allí, cogió su ropa y se dirigió a casa de Merry, que era la que estaba más cercana. La sonrisa que le caracterizaba se le había borrado. En realidad le había herido el tono de su amigo, no creía que el accidente justificara que le hablara así. Luego estaba la intriga, por llamarla de alguna manera, de saber cuál de esas chicas que pululaban por allí a menudo (ni se había dado cuenta de que él tuviera algo que ver con ellas) había causado esa reacción a su mentor.

 

Pippin ya estaba hecho un pincel. Había cogido prestada, evidentemente sin permiso, una camisa verde de Merry que le sentaba de maravilla, y se había peinado y todo. Le había dado tiempo incluso a tomar un tentempié (sin duda en lo que había empleado más tiempo). Aún así estaba algo preocupado por si su amigo todavía estaba enfadado con él cuando apareció por la puerta. El mayor se lo quedó mirando, serio, pipa en mano, y lo repasó de arriba abajo arqueando las cejas. Entonces el examinado cayó en que quizás haber cogido su camisa no había sido la mejor idea dadas las circunstancias.

-          Habrá que esperar a Frodo, se viene con nosotros.

-          ¡Qué bien! Hace tiempo que ya no sale, se nota que se está haciendo un carcamal, ¡jajaja!

-          Sabes que es por lo de Bilbo. Además últimamente habla mucho con Gandalf. Algo le preocupa.

-                      Si, si, ya lo sé, ya no se puede ni bromear.- Pippin lo miró con cierto reproche. – Se le echa de menos ¿verdad?- Esta vez el comentario, aunque sincero, iba con cierta picardía. Era consciente de que lo que era Merry para él, Frodo lo había sido un día para Merry. Cuando era más joven y estaban los tres tenía que idear gamberradas para que los otros dos no se pusieran a hablar de cosas que aún no entendía. Pero como los celos y la envidia no tenían cabida en la cabeza del alegre hobbit, en seguida empezó a tener ganas de que Frodo llegara y pasarlo bien los tres como hacía tiempo.

 

Por fin llegó el primo de Merry con Sam. Al último no lo conocían tanto, pero si algo guiaba al grupo es que se guiaban por la vieja regla de “los amigos de mis amigos…”. Pronto, se fueron poniendo al día en el camino. Sin embargo, a Pippin no le pasó inadvertido que Merry hablaba más con los otros dos que con él. Pero lo que le llegó a tocar las narices fue que cuando subieron a la balsa, Merry evitó mirar a Pippin y ni siquiera se hizo mención de la nueva habilidad del Tuk. Pippin tuvo que sacar el tema y Merry le quitó importancia.

 

Una vez llegaron a la famosa taberna, Pippin se centró en hablar con los otros dos, igual que su amigo, y recordó, cerveza en mano (buenísima por cierto, tenían razón los rumores) a lo que había venido. Mientras los demás seguían, él fue a “por otra cerveza” y estudió el local atentamente. Pronto localizó su objetivo.

 

-          ¿Dónde se ha metido Peregrin?

-          Sam, lo puedes llamar Pippin. Creo que estamos a punto de presenciar su primera cacería.- Dijo Frodo, un poco más feliz y hablador de la cuenta con dos jarras en su haber.

 

Merry se quedó callado, observando. Pippin jugueteaba con la jarra pegada a sus labios pensativamente al lado de una columna de madera, con los ojos fijos en algún objetivo invisible. Su mejor amigo no podía dejar de mirar esa jarra, hasta que notó un codazo de Frodo.

 

-          Bueno, entonces parece que va en serio, ¿eh?

-          Sí, desde hace unos días está muy pesado. Tiene un grupo de borreguitas que le siguen allá donde va. Además míralo, si se acerca más a la columna seguro que la quema.

A estas palabras que se pronunciaron como una tortura, le siguieron las carcajadas comprensivas de los otros dos, que no comprendían tanto como creían, hasta que el grupo de amigos se quedó mudo de asombro. Vieron cómo el más joven hablaba con Lavender Brandigamo, otra prima de Merry, vigorosa, con una cabellera cenicienta y frondosa, bonita de cara y con un corsé que enseñaba más de lo que cubría. Cuando Sam cerró la boca comentó la jugada:

-                     Pues sí que se ha espavilado rápido… Lavender, con el permiso de usted, señor Meriadoc, digo señor Merry, también tiene muchos seguidores últimamente, aunque claro…- Entonces se oyó un balbuceo parecido a “..sita Coto…ucho mas …mosa” mientras Sam se iba poniendo colorado hasta las orejas.

Mientras tanto la parejita se había trasladado al centro del bar donde empezaron a bailar efusivamente. A Merry le pareció que en un momento dado Pippin lo miraba. Supuso que quería compartir su entusiasmo.

-                     Sin embargo aquí estás tú, el célebre conquistador, sentado al lado de los solterones. Todavía no has hablado con nadie más, y eso en ti es muy raro.- Dijo Frodo, como siempre señal de que sabía más de lo que decía.

-                     Nah, hoy es su noche.

-                     ¿Qué os pasa, Merry? – De nuevo Frodo hizo gala de su don para la observación.

Ahí su primo, después de unos segundos de silencio, salió del apuro comentando de nuevo lo que envidiaba el éxito de su mejor amigo, y en seguida desvió el tema hacia Frodo, que se escabulló como pudo y dejó vía libre a  Merry para sacar toda la información que pudo a Sam. A punto estuvo de llamar a Pippin para ello, pero cuando se giró no había ni rastro ni de él ni de su acompañante.

 

 

Notas finales:

Frodo, que listo que eres. Por cierto ¿qué fuiste exactamente para Merry? No lo se ni yo, lo dejo abierto al gusto del consumidor. 

 


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