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Santuario por zion no bara

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Notas del fanfic:

Fic dedicado a Sephi y a Son of Hell quienes sugirieron a la pareja, una disculpa por la tardanza.

Es una pareja nueva para mí y trate de hacer un fic sencillo, espero que les guste.

Notas del capitulo:

Recordé que tenía este fic y lo subo ahora.

 

Si las batallas se habían terminado debía ser un momento de dicha y regocijo y así lo fue, al menos al principio pero todas las cosas deben continuar y del regocijo se dio paso a la llamada del destino en que todos debían responder por sus propias existencias para seguir adelante pues quedaba en claro que para todos ellos solo quedaba un camino y era hacia delante. El regreso a la vida de los caballeros dorados semejaba a algo justo, algo que debía ser aunque algunos pudieran guardar sus dudas ¿Por qué unos podían regresar y otros no? La respuesta era sencilla aunque tuviera toques de cinismo: porque los caballeros que sirvieran al Santuario habían ganado.

De otra manera los resultados hubieran sido otros.

Pero como entre esas personas no se encontraban los caballeros del Santuario sus dudas eran otras si era que existían, tan solo parecían concentrarse en seguir adelante y retomar sus existencias en el punto que las habían dejado pero ahora procurando adaptarse a los cambios y sirviendo a su causa solamente. No estaba nada mal. Pero si que podía haber problemas en ese punto, no era nada como la culpa del sobreviviente ni rencor por lo sucedido, no se trataba de eso, pero había un caballero para el cual sencillamente seguir no estaba resultando sencillo, nada sencillo, aunque sus razones eran bastante válidas.

Aioros de Sagitario, caballero dorado de la orden de Atenea, guardián del noveno templo, el mejor de todos ellos, el héroe que había salvado a su diosa cuando era solamente una bebé, y todo eso estaba muy bien pero no parecía significar nada para el joven de cabellos castaños y mirada parda. La verdad era que ese muchacho no encontraba la manera de acoplarse a ese nuevo mundo en el que se encontraba. Y de verdad que era un nuevo mundo. Todos habían regresado pero sus compañeros se habían marchado después de hacer una vida durante todo el tiempo que él permaneció muerto, porque ellos tuvieron esos trece años con los que él no contó, esos mismos trece años que lo separaban de todo cuanto conocía.

Aioros probablemente era el más confundido de todos los caballeros que habían regresado a la vida, la brecha más significativa justamente era que el castaño pasó demasiado tiempo fuera de este mundo mientras los demás tuvieron la oportunidad de vivir. Por ello su nueva existencia lo perturbaba, se sentía perdido, confundido, habían pasado los años y él simplemente no entendía ese nuevo lugar en el que debía vivir. Era verdad sin embargo que a su regreso todos intentaron hacerlo sentir bienvenido, eso no se negaba pero no terminaba de ser tan simple para él.

El de Sagitario de pronto estaba instalado de nuevo en el que fuera su templo pero todos cuanto le rodeaban resultaban unos desconocidos para él, se sentía como si se hubiera dormido una noche y a la mañana siguiente todo fuera diferente. Estaban ahí personas que de pronto ya eran adultas, que le decían que había sido un traidor pero que ahora sabían que no lo era, todo tenía una explicación y él no le guardaba rencor a nadie pero aún así le costaba trabajo seguir adelante.

Incluso con su hermano no lograba comprenderse.

—     Hola Aioria—lo saludaba llegando a su templo— ¿estás ocupado?

—     En realidad…

—     Solo pensaba que podíamos cenar juntos.

—     Lo siento Aioros, es que ya tenía planes para esta noche.

—     Es una pena—decía algo desilusionado.

—     Tengo que arreglarme.

—     Claro.

—     Pero mañana podemos cenar juntos si quieres Aioros.

—     Está bien, mañana veremos eso.

El de Sagitario salió de ahí pero solo pensaba mientras se dirigía a su templo que las cosas nunca volverían a ser lo que fueron, Aioria ya no era ningún niño, no era ese pequeño al que cuidó con todo su corazón, era un hombre joven que tenía una vida propia, en comparación ahora él era el niño. Lo cual provocaba que no pudieran comprenderse. En un principio el castaño había esperado que su hermano fuera un punto seguro en su vida para continuar con su existencia y la verdad no lo era. El joven de Leo tenía ya una vida propia, cuando deseaba estar con él resultaba que tenía compromisos y no se lo reprochaba, pero no encontraba que tuviera un sitio al que perteneciera.

Y eso no era todo.

Si su hermano resultaba un desconocido sus compañeros tampoco estaban mejor. Con más años y más experiencias los demás dorados se le presentaban como unos extraños por completo, a los que conoció cuando eran solo unos niños de pronto ya eran hombres, mayores que él, todos con su propia vida. Incluso Saga y Shura. Sabía que debería tener la misma edad de ellos, una vida como ellos pero no tenia nada. Sin más rencontrarse con el guardián de la onceava casa había sido todo un impacto para él. Verlo ya todo un hombre fuerte y varonil, cercano a los treinta, maduro y seguro de si mismo lo dejaron con un dolor en el pecho ¿Qué había sido del jovencito del que alguna vez estuviera enamorado?

No podía sino recordar los días en que estaban juntos, cuando habían sido unos niños que ansiaban portar una armadura y se encontraron para apoyarse uno al otro, se habían hecho amigos y el tiempo los hizo ser más. Al menos el de mirada parda empezó a sentir que había algo en especial cuando dejaron de ser niños, cuando empezaron a ser jóvenes, y por eso no dejó pasar la oportunidad de estar con el de cabellos oscuros, también estaba Saga pero el de cabellos azules solo era un amigo. Y sin embargo ocurrieron tantas cosas entre ellos… eso no cambiaba que había sido con el de Capricornio con quien deseaba estar, pasar el tiempo, hablar, compartir sus planes y su vida, incluso había soñado con un beso.

Había deseado hacer una vida en la que Shura estuviera a su lado pero las cosas resultaron de una manera distinta, el de España si había hecho una vida pero no con él, la había hecho con Mu ¿Y él? ¿Acaso nadie pensaba en él? Trece años, eran demasiados años para que no ocurriera de esa manera.

Sin embargo darse cuenta de todo eso hacía que el castaño deseara algo más, que buscara algo que le diera sentido a su existencia, que le indicara el camino a seguir; ya no era un guerrero pues no había guerras, no era un hermano mayor pues Aioria tenia una vida propia, no era quien estaba enamorado de Shura pues el de Capricornio tenía a Mu para eso ¿Quién era? ¿Qué era? No lo sabía y no encontraba la respuesta a eso.

 

**********

 

A veces Aioros contemplaba el Santuario y lo hacía como quien contempla el desierto en busca de agua pero no la encuentra y sabe que no la encontrará, había un sentimiento de desesperanza en cada día que pasaba, al principio había intentado decirse que no era nada, después que pasaría y ahora solo le quedaba rogar porque algún día las cosas mejoraran para él pero no estaba seguro que eso pudiera ser posible. Gran parte del problema se centraba en que el caballero de Sagitario seguía siendo un adolescente, uno cuyo mundo había colapsado, no podía decirse de otra manera, porque todo lo que él conociera, la gente que estaba en su vida, lo que amó y conoció, ya no estaba ahí para él.

Lo peor de todo eso era que el de cabellos castaños no contaba con nadie con quien hablar de ello, no existía una sola persona en la que sintiera que pudiera confiarse, alguien con quien compartir todas esas inquietudes que le robaban la calma. Todos los demás esperaban de él cierto comportamiento, así que debía ser atento y dedicado como todos los caballeros de oro pues así esperaban que actuara. No podía mostrarse triste o decaído porque eso hubiera preocupado a Aioria, así que tenía que guardarse sus inquietudes para si mismo. Nadie parecía comprender que a pesar de todo seguía siendo un jovencito, un adolescente, parecía que incluso cuando pensaban en él era con una especie de aura de recogimiento y sacrificio ¿Qué había del chico que a veces tan solo deseaba comer un pastel de chocolate? ¿Del que le gustaba dormir por las tardes? ¿El que amaba los zapatos cómodos? Nadie pensaba en él. Para todos estaba el heroico Aioros y nadie pensaba solamente en Aioros.

Lo peor era no tener a nadie y sabía bien que eso era porque habían aprendido a vivir sin él.

En medio de sus pensamientos e inquietudes Aioros se encontró una mañana con un llamado del Patriarca, asistió tal como era su deber, se dirigió al salón principal para reuniones y vio llegar a los demás caballeros, hablaban entre ellos, se saludaban, compartían comentarios ¿Cómo era que él estaba tan al margen de todo eso?

—     Bienvenidos caballeros, gracias por acudir tan rápido—decía amablemente Shion.

Incluso el de cabellos verdes le causaba una gran impresión, el de Sagitario se sentía fuera de lugar en ese lugar, miraba alrededor, todos eran hombres y él seguía siendo solo un muchachito. Se sentía como el niño que se mete en la sala de los adultos, todos hablando de algo más, algo que no comprendía.

—     Les he pedido que vinieran porque tengo noticias—continuaba el patriarca—He hablado con la señorita Saori, desea venir para este fin de semana.

De inmediato los demás daban sus comentarios de aprobación entre ellos, y no era que al de Sagitario no le agradara pero incluso esa chica le resultaba una extraña, había protegido a un bebé y de pronto era una señorita, no terminaba de sentirse a gusto cuando todo era tan distinto.

—     Espero que estén de acuerdo en recibirla y hacer una celebración por contar con su presencia—seguía hablando Shion de Aries—Hace tiempo que no está entre nosotros y ella misma me ha comentado que desea vernos a todos y saber como nos encontramos.

Los dorados seguían mostrándose de acuerdo y faltaba una noticia más.

—     Por cierto, también vendrán con ella los jóvenes caballeros de bronce, así que estaremos todos en el Santuario.

Mientras el patriarca seguía hablando y comentaba detalles que los demás secundaban o hacían sugerencias el de Sagitario se mantuvo callado ¿Qué podía decir? Sus propias preocupaciones quedaban de lado ante la presencia de su diosa y los jóvenes de bronce a quienes no conocía en realidad, porque una cosa era ser caballeros y otra ser amigos, esos chicos en realidad le resultaban unos desconocidos, tenían más o menos las mismas edades y sin embargo pertenecían a momentos muy diferentes. Así que esa visita para él no guardaba esperanzas particulares, solo restaba aguardar por lo que sucedería.

Cuando llegó el día señalado estaban todos los caballeros dorados y los demás caballeros del Santuario en su lugar, Aioros se incluía pues seguía siendo un dorado y se mantuvo firme al lado de Milo y de Shura. Intentaba recordar haber hecho algo como eso antes pero nunca se dio una reunión tan solemne como para que se presentaran en sus armaduras, las cosas estaban muy cambiadas. Eso no evitaba que se mostraran a gusto, contentos, con tener a esa muchacha de cabellos morados y ojos azules entre ellos, seguía siendo su señora, su diosa, era bajo su nombre que su existencia giraba y lo que hacían tenía sentido y una razón de ser, esa parte era sencilla de seguir.

Sin embargo el de cabellos castaños se dio cuenta de algo mientras se acercaban y eran recibidos, Saori estaba en compañía solamente de cuatro jóvenes, los caballeros de Pegaso, Dragón, Cisne y Andrómeda ¿Acaso no eran cinco? Y como no deseaba quedarse con la duda le preguntó discretamente al de Escorpión.

—     ¿No son cinco los caballeros que escoltan siempre a la señorita Saori?—quiso saber.

—     Si—le respondió el de la octava casa—pero el caballero del Fénix nunca va con los demás, solo se aparece de pronto.

—     Ya veo.

La recepción resultó cómoda, estaba bien, nada que reprochar, además eran honestos en que les alegraba tener a la de cabellos dorados en el Santuario, pero a pesar de eso el caballero de Sagitario tan solo veía pasar los días, uno tras otro, y mientras eso ocurría él seguía sin entenderse. Tan solo le quedaba intentar descubrir un sitio en el cual refugiarse pero  no parecía existir, ni fuera ni dentro de él, tan solo restaba entonces intentar continuar pero no se animaba a pensar en lo que vendría en el futuro ¿seguiría todo de esa manera? La simple idea de que la respuesta fuera si lo desalentaba ¿Ser un caballero dorado era tan descorazonador? No, no lo era, no obstante todo lo ocurrido en su ausencia de trece años no le dejaba mucho a lo cual sentirse unido.

¿Sería así para siempre?

 

**********

 

No tenía porque ser así pero eso no lo supo el castaño sino hasta una noche en que se daba una cena para los visitantes, pocos sabían que en el Santuario se contaba con un amplio y elegante salón para banquetes, un bello sitio hermoso en su sencillez y que brindaba una sensación de comodidad y relajación, permitía perfectamente que los presentes comieran y compartieran de manera animada, amistosa, por lo mismo los grupos no tardaron en formarse. Saori parecía emanar encanto compartiendo breves charlas con todos, sonriendo de esa manera tan única y dejando encantados a todos con su presencia. No estaba nada mal para pasar una noche.

Aún así Aioros no terminaba de sentirse a gusto, no recordaba que le costara tanto trabajo relacionarse con las personas pero estaba completamente consciente que no era lo mismo que hacía trece años, ese mundo que había seguido girando sin él…

—     ¿Cómo te encuentras Aioros?

—     Señorita Saori—respondió como por impulso poniéndose firmes.

—     ¿Todo está bien?

—     Me encuentro perfectamente.

—     Me alegra escucharlo—decía amablemente la joven—Me temo que todo te parezca demasiado nuevo y te agobie un poco que las cosas sean tan distintas.

—     No, estoy bien.

Ella tan solo le sonrió con gentileza y le colocó la mano en el hombro con una confianza bastante especial, no hacía algo como eso con nadie.

—     Estarás listo—aseguraba ella.

—     ¿Listo para qué?—quiso saber él.

—     Para segur con tu vida, lo sé.

Había sido como una promesa y el castaño solo puso verla al alejarse, su señora era gentil, de cierta manera le pareció que el destino le estaba deparando algo pero al final solo sacudió la cabeza y se dijo que no era nada. Se sintió algo cansado de tanta celebración y eligió salir para tomar un poco de aire fresco en medio de la noche. Salió del salón y del templo principal, se dejó acariciar por la brisa en cuanto estuvo afuera, la noche era tranquila, silenciosa, ni siquiera se escuchaba a los singulares insectos nocturnos que solían rondar por el lugar, todo estaba en calma.

—     “Si tan solo pudiera sentirme así de tranquilo siempre”—se decía a si mismo el de Sagitario.

No estaba mal soñar.

Quizás fuera mejor retirarse y descansar, por esa noche no creía que fuera a ser necesario que hiciera algo más ni que lo notaran, su presencia no era indispensable. Las horas anteriores habían sido aparentemente tranquilas pero él estaba cansado, no estaba mal pensar en reposo y quietud, casi bostezaba y fue cuando se dio cuenta. Había alguien más en el lugar, podía sentir su presencia.

—     ¿Quién está ahí?—preguntó de inmediato el castaño.

Miro atentamente al lugar, cubierto por las pálidas sombras formadas a la luz de la luna, era una noche para aparecidos según se veía, sus ojos castaños no perdían un solo movimiento, sabía que no era un enemigo y sin embargo había algo fuerte en esa presencia que le hacía saber que debía tratar con respeto a su dueño, no era de alguien a quien pudiera menospreciarse.

—     Aioros de Sagitario—se presentó ante él.

Se trataba de un joven, debía ser más o menos de su edad, se veía fuerte, tenía los cabellos azules y la mirada gris, una expresión en el rostro de quien ha vivido mucho y lo sabe, sin miedo ni insolencia, solo seguro de su valer.

—     Soy Ikki de Fénix—decía el desconocido.

Al menos para el de la novena casa era un desconocido, ese joven solo era un nombre para él y ahora lo tenía enfrente mirándolo de manera directa.

—     Los demás están en el interior—dijo amablemente el castaño—Sin duda les alegrara verte.

—     Si…pero preferí no entrar—decía directamente el de cabello azul—La verdad no pensaba venir pero Saori me lo pidió la última vez que hablamos, no quiero que se quede preocupada.

—     Oh—no sabía que más decir.

—     Además Shun está aquí, podré verlo.

—     Los hermanos menores—mencionó el de mirada parda comprendiéndolo—Siempre serán especiales, los queremos tanto, te entiendo, yo tengo a Aioros—y lo dijo intentando sentirse optimista.

—     ¿De verdad lo tienes?—le preguntó el Fénix.

Ante eso el de Sagitario no supo que decir.

—     Hacemos todo por nuestros hermanitos, deseamos lo mejor para ellos pero la verdad es que jamás los tenemos—sentenció el de cabellos azules—Ellos crecen y hacen su propia vida.

El castaño sintió deseos de suspirar.

—     Y de pronto ya no son tu hermanito—terminó el de mirada gris.

Los dos jóvenes guardaron silencio, mismo que fue roto por el recién llegado.

—     Me quedaré solo un tiempo, tal vez sea mejor que salude a los demás de una vez.

Con eso se alejó sin darle tiempo al de mirada parda de despedirse, era mejor seguir con su plan de descansar.

Por esa noche lo hizo pero estaba a punto de ocurrir uno de esos momentos que una elección lo cambiaba todo en el Santuario.

 

**********

 

Pero apenas a unas horas de esa escena Aioros fue parte de una situación algo particular y de la que no estaba al tanto, pero no tardó en informarse.

Resultaba que los caballeros de bronce habían sido hospedados en los templos de los dorados, de acuerdo a su signo, pero el caballero de Pegaso deseaba permanecer cerca de su joven amor, el caballero de Andrómeda, y como el Fénix no se había presentado ninguno de los dos tuvo problemas en quedarse lo más cerca posible instalándose Seiya en Leo mientras Shun estaba en Virgo. Los dorados tampoco estaban en desacuerdo así que todo había marchado bien pero la llegada de Ikki lo cambiaba todo. Siguiendo las instrucciones originales el joven caballero castaño debía irse a la novena casa dejando a su amigo de cabellos azules en el quinto templo.

El problema era que los jovencitos no estaban muy de acuerdo con ese plan, deseaban estar cerca pues eran pareja, y solo quedaba un medio para permitirles seguir de esa manera.

—     ¿Podrías quedarte en Sagitario?—le pedía Shun a su hermano.

—     ¿Has pensado en que Aioros puede tener sus propios planes?—preguntaba Ikki a su vez.

—     Pero hermano…

—     Los ruegos no sirven conmigo Shun—advirtió el de Fénix.

Pues los ruegos no funcionaban pero la miradita suplicante de perrito abandonado bajo la lluvia si ya que el de ojos grises terminó cediendo y ambos hermanos se presentaron ante el caballero de Sagitario que los escuchó o más bien escuchó al de ojos verdes que le pidió tener bajo su techo a su hermano mayor para no separarse de su compañero. No hizo falta mucho la verdad pues el de la novena casa era un jovencito amable y no quiso ser quien se interpusiera entre una pareja.

—     Ikki es bienvenido—aseguraba el castaño.

Así que con un apretón de manos todo quedó solucionado, el compañero del joven Aioros sería el también joven Ikki.

Que ambos estuvieran de pronto juntos en un templo no cambiaba mucho su manera de comportarse, sus hábitos, aunque lo más llamativo era que el siempre errante Fénix se quedara por unos días en el mismo sitio, aunque eso se explicaba con dos factores: una petición de Saori y que estuviera su hermanito. Probablemente eran los únicos seres sobre la tierra por los que haría algo semejante. Y aún ellos estaban limitados para tenerlo cerca. Como fuera el joven estaba ahí y eso era lo importante.

Aparte de eso lo cierto era que ninguno de los dos, ahora compañeros de casa por llamarlos de alguna manera, parecía dispuesto a confiarse al otro, charlaban lo mínimo, casi nunca se encontraban y sumidos en sus propios asuntos se dejaban llevar por sus pensamientos simplemente. Quizás hubieran seguido de esa  manera de no ser porque un buen día, más bien una noche, el joven de cabellos azules eligió hacer algo por su amable hospedador de mirada parda.

Esa noche Aioros entró a su templo y de inmediato llegaron a él una serie de aromas bastante buenos, deliciosos, sin duda había comida preparada pero no estaba seguro del origen, así que se acercó suavemente y se encontró con una escena un tanto particular. Ikki de Fénix estaba cocinando.

—     ¿Qué está sucediendo?—preguntó el de Sagitario.

—     Buenas noches—dijo el de cabellos azules— ¿Te gustaría cenar?

—     Claro, huele muy bien—dijo acercándose—No sabía que cocinabas.

—     He aprendido.

—     ¿Qué celebramos?—preguntó con humor el castaño.

—     Nada, había invitado a cenar a Shun pero al final me dijo que tenía planes con Seiya.

—     Lo lamento.

—     Está bien. Además también es para darte las gracias por dejarme permanecer aquí.

—     No tienes que darme las gracias por eso Ikki.

—     Aún así quiero hacerlo Aioros.

No tardaron mucho en tomar sus lugares a la mesa, la comida era bastante buena y aunque al principio no dijeron mucho que no tuviera que ver  con los platillos terminaron recurriendo a un tema seguro.

—     Es una pena que Shun no sepa de lo que se está perdiendo—dijo con agrado el castaño—Esto está muy bueno.

—     Gracias—respondió el de ojos grises—En realidad Shun prefiere las cenas cortas, de todas maneras me agrada cuando estamos juntos.

—     Aioria devoraba todo lo que tenía enfrente, me burlaba de él diciéndole que al menos dejara las servilletas.

—     Shun era algo callado cuando éramos niños, comía todo en bocados pequeños y nunca se terminaba nada.

—     Nuestros hermanitos—dijo con algo de melancolía el de mirada parda—A veces extraño esos días—agregó con suavidad.

—     Yo también—reconoció el Fénix—Antes Shun siempre quería estar conmigo y ahora parece que todo es más importante que estar juntos.

—     Solo ha crecido, al menos lo viste.

—     No lo hice—comentó el de cabellos azules—Nos separamos cuando fuimos enviados a entrenar para ganar nuestras armaduras, él debía ir a la Isla de la Reina Muerte y yo tomé su lugar.

—     Lo protegiste.

—     Pero ese sitio te cambia, no te permite tener corazón, por mucho tiempo creí no tenerlo.

Los dos jóvenes se miraron, había algo en común entre ellos, algo que no habían pensado y que tal vez no tuviera sentido pero estaba ahí, podían sentirlo.

—     No es sencillo entrenar mientras piensas en alguien más—comentó el castaño—Cuando gané mi armadura pensé que todo estaría bien, que podía cuidar a Aioria y servir a mi señora pero…todo se complicó de esa manera que no termino de creer, parece una pesadilla.

—     Si hubieras conocido a Guilty no dudarías que era una pesadilla.

—     Pero hiciste lo que tu corazón te indicaba, proteger a Shun—aseguraba el de ojos pardos.

—     Podría decirte que tú hiciste lo que te indicaba tu deber, salvar a Atenea, aunque para eso tuvieras que abandonar a Aioria.

—     Él era fuerte, lo sé, podría con todo lo que viniera en su vida—calló por unos instantes pero siguió—Pero era tan solo un niño, no debió enfrentar nada de eso solo.

—     No había otro camino Aioros, ninguno de los dos lo tuvo.

—     Si, tal vez tengas razón.

No pudieron decirse mucho después de eso y no porque les afectara, no por lo menos de la manera en que lo pensarían los demás, lo que si quedó de esa noche era que sentían que existía una persona en el mundo con la cual podían hablar, alguien que comprendía lo que significó tener que cambiar su existencia para siempre y sin ninguna esperanza de volver atrás. Lo mejor de todo era que se trataba de alguien que estaba en el Santuario a su lado.

 

**********

 

Era bien sabido por los demás caballeros que Ikki de Fénix no era un sedentario, sino más bien un  nómada, así que se desapareciera de manera constante no extrañaba a nadie, podían pasar horas sin saberse de su paradero y nadie se inquietaba, ya les resultaba extraño que accediera a quedarse aunque fuera de manera temporal en el Santuario. Pero había una particularidad más con respecto al joven de cabellos azules aunque esa nadie la había notado de no ser la otra persona a la que incluía. Resultaba que el joven de mirada gris regresaba de manera consistente a un solo lugar: al lado de Aioros.

El propio Ikki encontraba extraño ese comportamiento de su parte, estaba consciente que no había mucha gente que despertara ese interés en él, por permanecer cerca. Casi sin darse cuenta, de repente, estaba de vuelta y buscaba la presencia del de cabellos castaños. Sin duda los demás hubieran podido creer que se debía a que encontraba cierta estabilidad al estar cerca de un caballero dorado pero no era por eso, el de cabellera azulada notaba perfectamente que el joven castaño en realidad resultaba hasta menor que él, no lo hubiera distinguido como una especie de modelo a seguir, no era nada como eso. Ya resultaba extraño que por edad biológica él fuera mayor, para esos momentos el de ojos pardos contaba con quince años, casi los dieciséis, mientras que él ya tenía los diecisiete, asuntos complicados lo de regresar a la vida, más cuando habían pasado trece años.

Una noche el Fénix regresó al noveno templo, había pensado en si sería lo mejor terminar por irse, Saori estaba bien, Shun estaba bien, ninguno de los dos necesitaba de su presencia en esos momentos y de hacerlo lo sabría e iría a su lado pero en esos instantes no parecía ser el caso. Pensando en esa opción se acercaba a la entrada y se encontró con que no estaba vacía, su guardián estaba sentado en la parte alta de las escalinatas como si se refrescara bajo la brisa nocturna. De inmediato el otro joven lo distinguió y como era costumbre no hacía preguntas sobre su paradero sino de otras cuestiones.

—     Buenas noches Ikki ¿Deseas cenar?

—     No gracias, ya lo hice ¿y tú ya cenaste?

—     Si, lo hice temprano, pero no estaba cansado y salí a refrescarme un poco.

—     Bien…

Le hubiera dado las buenas noches y eso hubiera sido todo pero no pudo hacerlo, se dio cuenta que el castaño estaba cerca de unas plantas silvestres y por lo mismo había unas singulares flores en el lugar, no las había notado antes, el alegre color amarillo, su fragilidad, eran las mismas que había visto antes.

—     ¿Todo está bien Ikki?

—     Si…si.

—     Te quedaste muy pensativo.

—     No es nada—aseguraba el de cabellos azules—Solo son esas flores—mencionó señalándolas—Me hicieron recordar a alguien.

—     ¿Alguien especial?

—     Si.

Se acercó y con cuidado las observó, casi sin darse cuenta el de mirada gris siguió con las palabras que declaraban lo que pensaba.

—     Cuando estaba en mi entrenamiento no creí que saldría con vida, lo que me mantenía en pie era pensar en Shun—decía el de Fénix—Pero llegó un momento en que incluso eso parecía no bastar. Entonces apareció Esmeralda—hizo una breve pausa—Ella me hacía recordar que en la vida no todo era muerte y odio, sin embargo…ella murió.

—     Lo lamento, es muy duro perder a alguien a quien quieres.

—     Gracias.

—     Sé algo de eso.

—     ¿Si?—le preguntaba el de cabello azul un tanto escéptico.

—     También estuve enamorado Ikki—reconoció el de cabellos castaños—Y lo perdí.

—     Aioros…

—     Yo estaba enamorado de Shura—reconoció sin más el de ojos pardos—En aquel momento parecía ser perfecto, tan solo éramos adolescentes y tal vez por eso nada parecía importar que no fuera estar juntos. Pero sabes la historia, lo que ocurrió, y aún cuando esté de regreso el Shura del que me enamoré ya no existe, se ha ido para siempre, y el Shura que es ahora me resulta un desconocido, no estuve a su lado para seguir amándolo.

—     Al final solo queda seguir adelante.

—     Así es—secundó el castaño—Solo se puede avanzar sin preguntarnos cuan duro será, no quedan más caminos.

—     ¿Aún lo amas? ¿De alguna manera?

—     Shura siempre tendrá un lugar en mi corazón pero ya te dije, no es el Shura del que me enamoré, ese jovencito dejó de existir hace mucho, cuando yo mismo morí. No es posible hacer renacer a las flores que se marchitan ¿Y tú? ¿Aún la amas?

—     Esmeralda fue mi esperanza cuando creí que no tenía ninguna—reconoció el de ojos grises—La amé…de cierta manera, pero no como podría pensarse.

—     ¿Cómo entonces?

—     No como un hombre amaría a una mujer—reconoció de manera tentativa.

El castaño comprendió sin necesidad de mayores explicaciones, él mismo tenía ese tipo de gustos así que no los juzgaba.

—     A veces me preguntó…—intentó decir el de Fénix.

—     ¿Si?

—     ¿Tanto depende mi existencia de un instante?—decía el de cabellos azules mirando hacia la noche estrellada— ¿Todo sería diferente si en un solo momento hubiera elegido de otra manera? ¿Si no hubiera cambiado de lugar con Shun? ¿Si hubiera escapado con Esmeralda? ¿Si sencillamente no hubiera reclamado la armadura del Fénix?

—     Si—respondió el castaño sin vacilar—Toda nuestra vida cambia de rumbo en un instante, por una elección que hacemos.

—     ¿Has deseado que tu vida fuera distinta por elegir de manera diferente?—le preguntó con sus ojos grises mirándolo directamente.

—     Nunca—respondió sin vacilar el de Sagitario— ¿Y tú?

—     Jamás.

Al mirarse a los ojos sabían que eran sinceros, ninguno de los dos se arrepentía de lo que había hecho, al contrario, les daba orgullo e incluso consuelo el saber que su elección había contribuido a la vida de los demás, sobre todo en sus hermanos que tenían una existencia propia y eran felices por ello.

Y esa charla dio lugar a algo más: sabían con total seguridad que existía alguien en el mundo que los comprendía.

 

**********

 

Desde ese momento no fue el pasado el que contó entre los dos jóvenes, de pronto todo un nuevo mundo se había abierto entre ellos dos y se trataba del presente. Aioros dejó de sentirse tan aislado en ese sitio e Ikki ya no sentía esa urgente necesidad de marcharse, de pronto había para él un sitio en el que deseaba permanecer, aunque, sin embargo, aún pensaba en irse.

—     Pero ¿Dónde vas?—le preguntaba en una ocasión Aioros— ¿Qué es lo que haces cuando te vas?

—     ¿Por qué preguntas?

—     Solo me gustaría saberlo Ikki.

—     Solo me marcho Aioros.

—     No puede ser tan simple.

—     Lo es para mí. Lo que cuenta para mí no es el destino sino el camino—le explicaba el de mirada gris.

—     ¿Te vas sin un destino pensado de antemano?—preguntaba el castaño como si lo pensara con cuidado.

—     Si.

—     Yo no podría hacer eso, siempre he necesitado tener un destino.

—     ¿Y cuál es?—preguntó el de cabellos azules.

Ante esa pregunta el guardián del décimo templo se sintió sorprendido, pero sincerándose se dio cuenta que solo había una respuesta.

—     No lo sé Ikki, hace mucho que no lo sé—respondió con algo de melancolía el castaño.

Al decirle eso se sintió triste y el joven de mirada parda no era alguien que pudiera ocultar sus emociones, mucho menos cuando eran profundas, el de mirada gris se dio cuenta de inmediato y se sintió triste también, por eso fue a su lado e intentó consolarlo aunque no estaba seguro de la manera de hacerlo.

—     Encontrarás tu destino Aioros—le aseguró con firmeza.

—     No lo sé, no lo sé Ikki—decía el otro con tristeza—Todo es tan diferente, las cosas, la gente, el Santuario mismo es distinto, me siento en otro mundo y no sé como hacer que las cosas tengan sentido.

—     Pero eres Aioros de Sagitario.

—     ¿Y? Eso no cambia las cosas, soy solo un chico, lo era antes y lo soy ahora—decía con un acento de desesperación—Puedo tener una armadura dorada pero eso no cambia nada, incluso ser un héroe cansa y todos lo han dejado atrás. Cuando volvimos a la vida parecía que no podía caminar sin que los demás me dijeran cuanto admiraban que hubiera sacrificado mi vida por nuestra señora pero eso quedó atrás, ahora soy uno más y al mismo tiempo no soy como los demás—parecía angustiado ante esa idea—Siento que ya no queda ningún lugar para mí.

—     No digas eso.

—     Es como me siento.

El joven de cabellos azules sabía lo que era sentirse de esa manera, era verdad, ese vacío que no se llenaba, esa necesidad de algo, el desear un sitio que fuera solo suyo, pero nada de eso se había presentado en su vida. Fue el darse cuenta que ese joven castaño podía comprenderlo lo que le decía que debía hacer algo más, intentarlo por lo menos y por eso se acercó para estrecharlo suavemente entre sus brazos. Resultaban una imagen un podo singular, físicamente no compartían mucho, la delgada y compacta figura del castaño contrastaba fuertemente contra la marcada y fuerte del de cabellos azules, no obstante eso no cambiaba que en su interior, en ese pasado que tuvieron, se sintieran más identificados que con cualquier otro ser vivo.

Hacía tanto tiempo que no se sentía así, entre esos fuertes brazos el joven caballero de Sagitario se sintió protegido, no podía recordar cuando fue la última vez que se sintió de esa manera, se veía a si mismo siempre como el protector y ahora, finalmente, alguien había aparecido para sostenerlo y decirle con su presencia que todo estaría bien, al menos por unos momentos estaría una persona a su lado que cuidaría de él y velaría por su bienestar ¿Qué más daba si eran solo unos instantes? Nadie ni nada lograría borrarlos y el simple recuerdo bastaría para saber que en un segundo fue importante para alguien, que fue único y que nadie había sido más especial que él.

—     No sé porque me siento de esta manera—decía el castaño—No puedo evitarlo, es como si algo faltara, como si no fuera yo, como si esta no fuera mi vida ¿Por qué regrese?—preguntaba con angustia—No lo comprendo, no entiendo que deba estar en un mundo que no es el mío.

—     Estás aquí por una razón, solo debes descubrirla.

—     Pero nadie me necesita—decía con insistencia—Atenea está a salvo, mi hermano ya es un hombre, no hay guerras que deba pelear. No hay nada más para mí en este mundo, no lo hay.

—     Debe haberlo, solo necesitas descubrirlo Aioros. Todos lo necesitamos, no solo los caballeros—el de ojos grises le hablaba con firmeza mientras lo estrechaba con suavidad—Para mí tampoco es sencillo, tal vez por eso parto cada vez, intentando encontrar lo que necesito, pero aún creo en que lo encontraré, lo he encontrado antes y volveré a hacerlo.

—     ¿En verdad?—preguntaba ansioso el castaño deseando creerlo también.

—     En verdad.

Con eso pareció tranquilizarse, se sentía la tensión relajarse y desvanecerse, como si los nubarrones fueran barridos por la fresca brisa, pero así puede ser entre la desesperación y la esperanza. Y también dio paso a algo más.

Ikki no pudo evitar pensar en lo que estaba ocurriendo con él ¿Hacía cuanto que deseaba la felicidad de alguien? La de su hermanito Shun, la de Esmeralda…pero esa dicha nunca había sido la suya, en cambio la de Aioros le parecía su dicha en ese instante. Lo sabía, lo sentía, era él, y por eso sin dudar ni pensarlo buscó sus labios con suavidad.

—     Ikki…—intentaba decir el castaño.

Pero los besos no cesaron.

—     Ikki…

Pero no pudo hablar más cuando se sintió besado con esa necesidad y ternura ¿Era Ikki su destino? Deseaba que si.

 

**********

 

La relación entre Ikki y Aioros progresó con suavidad, no era que se lo propusieran pero tampoco lo negaban, llamaba sin duda la atención de los demás pero como ambos jóvenes se veían contentos nadie pudo decir nada en contra, después de todo eran dos chicos que merecían tener a alguien en su vida y aparte de eso nadie hubiera sido tan arrogante de decir que no tenían la madurez para afrontar lo que viniera de estar juntos o que no sabían lo que estaban haciendo. Así que si alguien tenía reservas sobre ellos dos se las guardaba y era lo mejor ¿Quién sería tan necio de pretender decirle al caballero de Sagitario lo que debía hacer? ¿O de plantarse ante el Fénix pidiéndole explicaciones? Nadie.

Además los dos muchachos estaban en medio de su naciente idilio que les brindaba una calidez sin igual, el que hubiera alguien en el mundo que los comprendiera brindaba un punto seguro a sus existencias que les permitía seguir adelante, tenían a alguien que los hacía dichosos. Todo parecía estar bien, sin embargo había algo que no discutían pero seguía entre los dos, algo importante: Ikki no podía abandonar la idea de marcharse. Eso si, le costaba mucho trabajo decidirse y eso nunca antes le había sucedido. Marcharse era algo natural para él, no se quedaba en el mismo lugar con los demás, prefería irse, aunque después de Aioros esa decisión no resultaba tan sencilla.

Ninguno de los dos muchachos negaba que sentía que su vida tenía un nuevo sentido, que había más que la soledad y que faltaba muy poco para que fueran completamente felices pero también estaban las dudas en su edén privado ¿Serían felices ellos dos? Porque todo era seguro mientras parecieran necesitarse y estuvieran juntos pero ¿Y si no funcionaba? ¿Y si estar juntos no era lo que querían en realidad? ¿Y si se arrepentían? Eso sería lo peor de todo lo que pudiera ocurrirles ya que implicaría lastimar a ese bellísimo joven en el proceso. Ambos tenían esas dudas y si bien no las comentaban no significaba que no estuvieran ahí, de la misma manera que había otra duda ¿Y si eran felices?

No era nada fuera de lo común que se encontraran a veces en las afueras del noveno templo, como a Ikki le gustaba seguir paseando por los alrededores y lo hacía a solas al castaño no le molestaba esperarlo, lo vio llegar a la distancia y fue hacia él. Ikki lo vio acercarse, su hermoso castaño que casi parecía un sueño pues solo en un sueño hubiera podido encontrar a alguien tan perfecto. Sin embargo verlo le provocó un vuelco en el corazón.

—     ¿Qué pasa Ikki?—le preguntó el castaño con dulzura.

El Fénix hubiera querido encontrar la manera de decírselo, pero dudaba, no podía romper con esa dicha que compartían ¿Cómo decirle que pensaba en dejarlo? No en abandonarlo sino en irse un tiempo solamente; Aioros no era como Shun ni como Esmeralda ni como ninguna otra persona, solo era Aioros. Eso era justamente lo que lo hacía tan importante en su vida.

—     No es nada—le aseguró el de ojos grises.

Siendo así entraron juntos al templo de Sagitario pero Aioros aún sentía la inquietud del joven a su lado, parecía lo mejor que hablaran y al mismo tiempo quedaba esa inquietud que dictaba no hablar, las palabras que se dirían iban a doler y lo sabían, entonces ¿Qué podían hacer? Permanecían callados, como azorados, en silencio, sintiendo todas las similitudes de su vida, perderlo todo, uno al morir y el otro al cambiar su lugar, sentirse solos y perdidos en ese nuevo mundo, el tratar de vivir una nueva vida, su existencia contaba con caminos tan estrechos donde ellos no tuvieron opción.

Pero Aioros no hubiera sido quien era sin darse cuenta de las cosas que sucedían alrededor, sentía la silenciosa necesidad del de ojos grises y sabía que era parte de su personalidad, lamentaba que no se sintiera en confianza de sincerarse pero el de cabellos azules podía ser silencioso ante las dificultades, se guardaba las cosas para no preocupar a los otros, y decidió que lo mejor era ser honesto a su vez, era quizás la mejor manera de resolver las cosas entre los dos.

—     ¿Sabes Ikki?—empezó de pronto el de Sagitario—No termino de entenderme con Aioria, solo sé que él está bien y que no me necesita más, también sé que mi vida en estos momentos aún es complicada pero no dejaré de intentar seguir adelante y por encima de todo quiero que seas feliz porque me has hecho dichoso cuando sentía que no tenía nada más—concluyó con la mirada brillante y la voz temblorosa.

—     Shun ha hecho su propia vida, ahora lo sé—dijo como una confesión el Fénix—Pero aún me cuesta aceptarlo, mis amigos siguen con sus vidas y a veces siento que no tengo lugar en todo eso y por ese motivo me marcho y cuando pienso en Esmeralda es solo como un dulce recuerdo, porque nadie, ni siquiera ella, es en mi vida lo que eres tú, Aioros.

Ambos se miraron con intensidad, habían dicho lo que necesitaban decir, lo que los unía y lo que sentían, con sus temores y sus confusiones, pero ahí estaba  y estaban juntos, y ante eso toda barrera cayó, toda inhibición fue superada y ambos quedaron ante un instante decisivo, con la diferencia que eligieron sin presiones ni miedo, eligieron con el corazón.

Ninguno de los dos tenía experiencia pero tampoco dejaban de estar dispuestos, no era complicado cuando estaban cercanos, se gustaban, se querían, todo eso contaba para poder ser alguien abierto a seguir adelante con algo tan importante como resultaba para ellos entregarse a un compañero. Fue Ikki quien tomó por la cintura al castaño para atraerlo contra su cuerpo y besarlo con cariño al inicio y necesidad al final, acariciaba su espalda y lo atraía contra si mismo, casi deseando fusionarse con él y que jamás pudieran separarlos. Aioros lo sentía, le gustaba y correspondía a cada caricia de la mejor manera posible, sin experiencia tan solo podía seguir a sus instintos y todos le indicaban que se pusiera en manos del caballero del Fénix.

 

**********

 

No fue tan complicado hacerlo, ambos tenían más o menos una idea de cómo hacer las cosas en esos casos, aunque claro una cosa era imaginarlo y otra hacerlo, afortunadamente se sentían a gusto y aunque un tanto nerviosos no pensaban en detenerse. Alcanzaron le recámara pues les parecía el sitio más propicio, se miraron a los ojos respirando un poco agitados y ruborizados pero volvieron a besarse y con eso no tardaron en buscar la manera de retirar la ropa que los cubría. Con un poco de torpeza y necesidad lograron quedar desnudos en la noche, se sentían dejando que sus músculos se acoplaran y su piel ardiera en cada sitio que era tocado por el otro, sus manos se hundían en el cabello y respiraban el aroma de su compañero, era sensual e invitante.

Sujetándolo entre sus brazos con cierta fuerza, Ikki llevó a Aioros a la cama, lo dejó sobre las sábanas sin apartarse, no cesaba de besarlo y acariciarlo y con una urgencia que no había sentido nunca quedó entre sus muslos moviendo sus caderas contra la entrepierna del otro, excitándose con fuerza. El castaño no pudo sino gemir, era un poco brusco pero le gustaba, sentía su cuerpo arder por el deseo y se arqueaba sobre la cama urgiéndolo a continuar. Las manos del castaño bajaban por esa marcada espalda y no fueron tímidas en acariciar el firme trasero, en respuesta el de ojos grises buscó el sexo que se elevaba y lo acarició con ternura, no quedaba duda que les gustaba estar juntos y que estaban dispuestos a continuar con su entrega.

Como si fuera un instinto natural deseaban continuar y al mismo tiempo pensaban en la manera de hacerlo, Ikki no aguardó mucho para recorrer ese bello cuerpo que se mostraba dispuesto, con sus labios marcó las rutas que lo llevaban hasta los sitios anhelados, el tierno sexo que estaba elevado y al cual no pudo resistirse, lo besó, los acarició y lo probó con su lengua excitándolo más, satisfecho de escuchar esos sensuales primeros gemidos de su compañero. Pero no tardó en localizar el sitio que en verdad buscaba, la estrecha entrada masculina que no dudó en acariciar con su lengua, cubriéndola lo mejor posible con su saliva y disfrutando de la forma en que el castaño se agitaba y parecía buscar que lo tomara de una vez. De hecho así era, el de Sagitario deseaba como nunca que continuaran, que esa llama que habían encendido se convirtiera en una hoguera.

No se podía negar que ninguno de los dos tenía mucha experiencia, eran muy jóvenes y su vida no había sido precisamente usual, no obstante lo compensaban con bastante disposición; por eso el joven del Fénix se acomodó de nuevo sobre el de Sagitario y lo besó profundamente, tomaba sus labios al mismo tiempo que buscaba entrar en su cuerpo pero no podía, la labor requeriría de algo más de esfuerzo. Entonces guió uno de sus dedos al sitio anhelado y buscó introducirlo, lo que fue un poco incómodo para su compañero que se quejó en un leve gemido. Fue necesario intentarlo de nuevo pero lubricando los dígitos con su saliva, lo que ayudó bastante y excitaba sus sentidos pues entre besos y caricias íntimas era imposible que sus sentidos no ardieran al calor de la pasión. El castaño sentía algo de temor pero no lo detenía, nada de eso.

En esos momentos el de mirada parda deseaba, anhelaba a su compañero, podría vivir o morir por él a una sola palabra de esos labios, y, sin embargo, al mismo tiempo, había un sentimiento de incertidumbre que lo hacía temblar, no estaba seguro de lo que iba a suceder pero quería que ocurriera. Su pulso corría con velocidad, había una lucha en su interior entre la pasión y la castidad pero al sentir que los dedos de su compañero se retiraban de su intimidad, ahora dilatada y lista, y que algo más empujaba en la entrada buscando adueñarse del lugar, solo pudo contener el aliento y quedarse tan quieto como pudo sobre su espalda mientras el de cabellos azules embestía la tierna zona, no fue tan sencillo debido a que ninguno de los dos estaba muy al tanto de esos menesteres pero finalmente el de mirada gris logró su objetivo y empezó a traspasar y separar las delicadas paredes que lo envolvieron de inmediato con cierta dificultad.

Ikki se recostó jadeante sobre su adorado Aioros, lo besaba en el rostro y secaba de esa manera un par de lágrimas que se presentaron, a pesar de todo le había dolido, pero no dejaba de seguir de manera firme y decidida, penetrando con seguridad hasta que no era posible avanzar más. Devorado por la impaciencia y sin poder controlar sus impulsos el de cabellos azules dio inicio a un asalto masculino y decidido, lo cual se contradecía con la dulzura que prodigaba a su compañero entre besos y caricias. El de cabello castaño aún estaba en medio del torbellino del temor y el placer, pero devolvía los abrazos y los besos con ternura, sintiéndose unido a su hermoso amante que lo convertía en alguien nuevo por su mutua entrega. 

Estrechamente abrazados no dejaban de moverse y buscarse, sus caderas parecían hablar por ambos ya que el movimiento era constante, era claro que no contaban con la experiencia para contenerse o aplazar el final, sumergidos en las nuevas sensaciones que los recorrían resultaban incapaces de tomar cualquier decisión. Aún así se dejaban llevar por los sentidos, ese calor que los iba llenando al mismo tiempo que en sus pechos el corazón les latía con intensidad, era una sensación tan extraña, como si algo en sus vientres se volviera rígido mientras que el resto de su cuerpo temblaba. Intentaban hablar pero no lo conseguían, solo se escuchaban una especie de gemidos ahogados intensos y al reconocer la voz de su compañero tan solo querían más.

Con una necesidad impetuosa  sus cuerpos respondían solamente a la pasión, ya no eran dueños de si mismos, eran arrastrados por las sensaciones que descubrían, brillantes y deliciosas. Se estrechaban con tanta fuerza que no quedaba espacio para moverse, solo podían sentirse, se quedaban sin aliento y ya no eran capaces de ver nada, y justo en ese instante sus simientes emergieron con fuerza de sus sexos guiándolos en un clímax demasiado nuevo pero dulcemente placentero. Era su primera vez y no dejaban de disfrutar el que todos sus sentidos se hubieran unido para brindarles un momento de gloria completa, compartida desde lo más profundo de su ser, aún más hermosa porque era al lado de alguien por quien su corazón clamaba.

Ambos estaban recostados sobre la cama, como un instinto completamente natural el Fénix abrazaba protectoramente al de Sagitario, acariciando su brazo mientras dejaba que la dicha lo llenara pero al mismo tiempo el joven castaño sentía con total claridad lo que debía hacer aunque no sería sencillo.

—     Debes irte Ikki.

—     No, no quiero irme, Aioros…

—     Debes irte.

Estaba en claro que el de cabellos azules no quería marcharse pero el de mirada parda no pensaba lo mismo.

—     Debes hacerlo Ikki—le pedía con suavidad el de la novena casa—Sé que ambos aún tenemos dudas con todo esto, es muy nuevo y necesitamos enfrentarlo.

—     ¿Cómo será eso si me voy?

—     Porque es tu manera de ser y no me opongo a ello.

—     No quiero dejarte.

—     Lo necesitas, lo sé.

—     Ven conmigo entonces—le pidió el de mirada gris—Vámonos juntos.

—     No puedo y lo sabes, mi lugar está aquí.

—     Pero yo…

Pero el castaño lo acalló con un suave beso en los labios y mirándolo a los ojos le dijo lo que harían.

—     Vamos a quedarnos juntos Ikki, estarás aquí hasta que me duerma y cuando lo haga te irás, lo harás con suavidad para no despertarme, así no me verás triste por tu partida y te llevarás contigo mi imagen más serena. Acariciarás mi mejilla, te darás vuelta y te marcharás.

—     Aioros…

—     Sea lo que sea que necesites encontrar estando lejos lo descubrirás, por mi parte te aseguro que estaré aguardando por ti y cuando regreses será solo lo que nosotros dos deseemos.

Estuvieron de acuerdo, un beso sello su compromiso.

Aioros se durmió entre los fuertes brazos de su compañero pero cuando despertó por la mañana estaba solo, Ikki se había marchado. Se sentó sobre las sábanas recargando su mentón en sus rodillas, sabía que necesitaba hacerlo, debía dejarlo ir, el Fénix era un alma errante ¿Volvería? Por supuesto, no dudaba de eso, se amaban, pero a veces el amor requiere que uno abra sus alas y vuele, eso no significa que no volverá. Y su fénix de cabellos azules requería renacer, no podía atarlo, eso lo hubiera consumido, cuando estuviera listo regresaría a su lado y él estaría esperándolo.

 

**********

 

Así que el tiempo que vino el joven de cabellos castaños atendía todas sus labores, a veces paseaba por los alrededores y seguía adelante con su existencia. Eso no evitaba que a veces en la soledad de su templo añorara a su compañero, había aún tanto que decirse, como poner en palabras sus sentimientos. Solo debían seguir adelante hasta entonces, darle tiempo al tiempo y entonces, cuando fuera el momento, volverían a estar juntos.

Era temprano, apenas amanecía, y el de mirada castaña dormía en su cama con profundidad, soñaba, había soñado lo mismo desde hacía unos días, que estaba en su templo e Ikki entraba, le abría los brazos y cuando estaban a punto de abrazarse despertaba. Eso no lo inquietaba pero a veces lo dejaba un poco melancólico. Pero no evitó que sintiera que acariciaban su mejilla y antes de terminar de despertar sintió un beso en sus labios. Abrió los ojos y se quedó sin habla ¿Seguía soñando? Ikki estaba ahí.

—     Ikki…—lo llamó aún con voz soñadora.

—     Regresé Aioros.

Terminó por despertarse, no estaba soñando, el de cabellos azules estaba ahí, a su lado y sin más lo estrechaba con fuerza entre sus brazos.

—     Regresaste, regresaste Ikki—era todo lo que podía decir el castaño completamente dichoso.

—     No podía seguir lejos de ti Aioros, regresé y esta vez es para quedarme.

—     ¿En verdad?—preguntaba algo ansioso.

—     Descubrí lo que deseabas cuando me fui—le respondió con ternura.

—     ¿Qué descubriste?

—     Que el sitio en el que deseaba estar era a tu lado—dijo con total sinceridad.

—     Ikki…

Se quedó sin palabras, esa dicha que lo llenaba no le permitía siquiera hablar pero se comprendían, eran similares y sus sentimientos eran todo cuanto necesitaban para permanecer unidos. Sin embargo no se negarían el placer de decirlo.

—     Te amo Aioros.

—     Ikki…Ikki…—intentaba dar una respuesta pero no encontraba la manera de hacerlo.

—     Lo sé.

Se quedaron juntos en un estrecho abrazo dejando que el amor que sentían los volviera uno de nuevo.

En ese mundo tan diferente ese joven al que amaban era su apoyo y su fortaleza,  era su destino y nada más importaba, era su amado y su amante, y sobre todo juntos habían encontrado su verdadero Santuario.

 

 

FIN

 

 

Notas finales:

La próxima semana si nada sucede creo que subiré algo que es con los jueces y Hades.

Atte. Zion no Bara

 


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