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Lazos de Sangre por AkikoYaoi

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Notas del capitulo:

Una aclaración en cuanto a un pequeño error que cometí en la redacción del capítulo pasado. Decía que el último fin de semana de cada mes correspondía pasarlo en casa de su abuelo paterno. En realidad quise decir que era en casa de su abuelo materno. 

En todo caso, ya hice la corrección del capítulo anterior y cambié el error. Pero lo digo por si alguien que ya lo leyó se dio cuenta, para que no se confunda.

Hanamichi y Kaede se miraban sin poder disimular su asombro. Realmente no se lo esperaban. Esta situación no estaba en los planes de ninguno de los dos.

—¿Se conocen? —preguntó Hiroshi más que nada al pelirrojo.

—Si… somos compañeros del equipo de basquetbol —prefirió omitir la parte que decía que en realidad no se llevaban ni bien ni mal. Simplemente no se llevaban.

—Donde tú eres el capitán —dijo Hiroshi orgulloso.

—Y él el sub-capitán —agregó.

—Ya veo —dijo como si le hablaran del tiempo.

Y se hizo nuevamente un silencio incómodo. Silencio que gracias al cielo fue roto por la señora Egami que los llamaba a desayunar.

—Yo… yo ya desayuné —se justificó el pelirrojo—. Iré a pasear.

—Está bien, cariño —su madre comprendió y no lo presionó. Eran demasiados años de no saber de su tía y su primo como para esperar que reaccionara como si nada.

Hanamichi caminó con calma y como si cualquier cosa hasta llegar a la puerta trasera de la casa. La verdad es que estaba prácticamente en estado de shock, por eso su cara de nada. Al abrir la puerta, una brisa fuerte y fresca lo saludó. Eso lo ayudó un poco a despejarse y aclarar sus ideas. No del todo, por supuesto. Pero sabía perfectamente dónde podría conseguir un poco más de la tranquilidad que en ese momento necesitaba.

Con seguridad, se dirigió hasta las caballerizas e hizo un gesto con la mano a uno de los empleados de su abuelo que ahí trabajaban.

—Buenos días, joven Sakuagi —lo saludó el hombre con respeto.

—Buenos días… —contestó cortésmente—. Akai… ¿puede prepararlo?

—Por supuesto, joven. Se lo traigo de inmediato —contestó el hombre antes de alejarse.

Las ideas se atropellaban en la mente de Hanamichi y no era capaz de entenderlas. En todo caso, no es que se estuviera esforzando demasiado. Sabía que aún no era el mejor momento para eso.

—Aquí está, joven —habló el hombre interrumpiendo sus desorganizados pensamientos.

—Gracias —contestó Hanamichi tomando las riendas del animal que se le ofrecía.

Akai, un caballo árabe alazana, era un regalo que había recibido de su abuelo para su cumpleaños número 14. Adoraba ese caballo, porque por alguna extraña razón, parecía entenderlo. A pesar de ser un animal, era bastante inteligente y comprendía extraordinariamente los sentimientos de Hanamichi.

Lo que más gracia le había causado al recibir, precisamente ese caballo, es que su pelaje era de un color rojizo intenso… como si su abuelo se hubiera estado burlando de él.

Sakuragi caminó un poco más hasta salir de las caballerizas y luego se montó en el animal. Y sin necesidad de palabras ni órdenes de ningún tipo, como si este lo entendiera, se echó a correr a gran velocidad.

La sensación de libertad que sentía cuando montaba así era increíble. Akai era realmente veloz y eso era algo que a Hanamichi le encantaba. Cerró los ojos y se dedicó a sentir y disfrutar del viento frío que le daba de lleno en el rostro, ayudándolo a despejar su cabeza, la cual empezaba a dolerle luego de darle tantas vueltas al asunto.

Akai disminuyó su velocidad y Hanamichi abrió sus ojos para saber por qué. No se sorprendió en exceso al descubrir que acababan de llegar a la orilla de un rio, el cual era el límite de la propiedad de su abuelo. Sabía que nadie llegaba tan lejos, por eso es que, desde que tenía a Akai, solía dirigirse hasta ese lugar cuando necesitaba pensar… como ahora.

Con calma se bajó del caballo sin siquiera pensar en amarrarlo a algún lugar. Era un animal fiel.

Se sacó las zapatillas y se arremangó los pantalones. Caminó hasta el rio y se sentó en una de las rocas, sumergiendo sus pies en el agua. Es cierto que no era precisamente verano y que el agua estaba bastante helada… pero Hana lo prefería así.

Dirigió su mirada al cielo, contemplándolo por un instante. Un largo suspiro escapó de sus labios a la vez que cerraba los ojos. Su cabeza comenzó a formular pequeños recuerdos y él simplemente los dejó correr.

 

~*~

 

El tiempo pasó sin que Hanamichi lo supiera. Al parecer, los recuerdos que tenía de su primo eran más de los que pensó en un principio, porque ahora que estaba en ello se daba cuenta de que inundaban su cabeza a una velocidad vertiginosa.

Para su desgracia, fue bruscamente interrumpido por Akai, que con su cabeza le había dado un pequeño golpe en el hombro para llamar su atención. El caballo se había ido acercando silenciosamente sin que él lo notara.

—¿Qué ocurre, pequeño? —le preguntó Sakuragi mientras acariciaba su cabeza.

Por toda respuesta recibió en relinche.

Entonces el pelirrojo salió de su ensoñación y miró al cielo. Debía ser pasado del medio día.

—Está bien, está bien… volvamos a casa.

El caballo volvió a relinchar, como si comprendiera las palabras de su amo.

Sakuragi sonrió mientras caminaba hasta donde había dejado sus cosas. Arregló su ropa, se calzó sus zapatillas nuevamente y partió de regreso a la casa.

Iba llegando a la puerta trasera de la casa, luego de haber dejado a Akai en las caballerizas, cuando lo vio sentado en las escaleras. Llenó sus pulmones de todo el aire del que fue capaz y luego lo botó. Estaba más tranquilo que en la mañana, pero aun así, tenía muchas dudas.

—¿Lo sabias? —preguntó llamando la atención del pelinegro.

—No… ¿y tú?

—Tampoco —contestó mientras se sentaba a su lado.

—¿Y qué piensas… de todo esto?

—Es… inesperado —la verdad, no encontraba las palabras para describir todo lo que pensaba ni lo que sentía.

—Si… —estuvo de acuerdo.

—¿Y tú qué…? —pero fue interrumpido por un gesto del pelirrojo.

—Llegaron.

—¿Quién? —preguntó confundido.

—¡Cierto! Conoces a la tía Yumiko, pero no conoces a Rika, su hija. Tiene 13 años —le explicó.

—Ahmm… —no sabía qué decir. Tenía más que claro que se había perdido de muchas cosas en todos esos años en que estuvo ausente.

—¡Hana!

Ninguno de los dos la vio venir. Una muchachita alta y esbelta apareció de la nada y se colgó a la espalda del pelirrojo. Si Hanamichi no se cayó con este efusivo saludo es porque ya estaba acostumbrado a él.

—Rika… —dijo como si estuviera llamándole la atención, pero con una gran sonrisa en su rostro.

—Lo siento, lo siento —su despreocupada actitud desmentía a sus palabras.

—Rika, él es… —pero no pudo terminar, porque fue interrumpido por la muchachita.

—Kaede, ¿cierto? —preguntó al pelinegro mientras seguía aferrada al brazo de Hanamichi.

—Si.

—Un gusto —contestó con una sonrisa, aunque sin acercarse aún.

Por alguna extraña razón, parecía haber un ambiente algo tenso. Hanamichi y Kaede tenían aún muchas dudas. También estaba el hecho de que la chica no conocía para nada a su nuevo primo.

—¡Chicos! A comer —los llamó Shizuka rompiendo el tenso ambiente.

—Ya vamos, mamá —contestó el pelirrojo.

 

~*~

 

La verdad es que el almuerzo se desarrolló sin mayores contratiempos. Aunque la conversación fue escasa y el ambiente no era del todo distendido. Shizuka era la que más se esforzaba en intentar que las cosas fueran como si nada, pero aun así, las cosas no salieron como ella esperaba. Definitivamente habían tenido almuerzos mejores.

Hanamichi quería saber solo una cosa y sabía también que su pregunta podía hacérsela solo a una persona sin morir en el intento. Por eso es que al terminar de almorzar siguió a su madre cuando se levantó de la mesa.

—Mamá… —la llamó con cuidado.

—Dime, cariño —dijo inocente a lo que Hanamichi iba a decir.

—Solo quiero saber… ¿qué pasó con mi tía y mi primo? —preguntó suavemente, haciendo énfasis en que era lo único que quería saber.

—Eso es algo de lo que no hablamos —contestó secamente mientras dejaba al pelirrojo solo.

Había sido la misma respuesta que había obtenido a los 5 años. Suspiró. Lo que sea que hubiera pasado, seguía siendo un tabú. Y supo que no iba a obtener respuestas de nadie más, por lo que mejor se hacía a la idea de vivir con la duda.

Lamentablemente, por estar hablando con su madre, había perdido de vista al Zorro. Quería hablar con él y sentía que tenía que hacerlo. Eran demasiadas las cosas que tenía pendiente con su primo.

Pero tampoco tuvo tiempo de salir a buscarlo, porque a medio camino, en el pasillo de la casa, Rika lo encontró y se apoderó de él.

—¡Hana! ¡Vamos a jugar! —dijo alegremente.

—Dame un respiro, pequeña —contestó sonriendo, quitándole seriedad a sus palabras.

—¡No quiero! ¡Quiero jugar! Y no me digas que no, porque tú tienes la culpa —lo acusó mientras le hacía un berrinche.

—¡Está bien, está bien! Tú ganas.

—¡Si! —festejó mientras de un salto se colgaba nuevamente en su espalda.

—… —suspiró rendido. Quería mucho a su prima, y la verdad es que no podía decirle que no.

—¡Vamos! ¡Arre! —dijo mientras apuntaba hacia adelante aún sobre la espalda del pelirrojo.

—¡Oye! Que no soy tu caballo.

—Pues esto también es tu culpa… y lo sabes —volvió a acusarlo Rika.

—… —volvió a suspirar. Es que tampoco había forma de que se enojara con ella.

Hanamichi, con su prima a cuestas, salió hasta el patio de la casa. Allí, en un rincón, tenía una mini cancha de basquetbol. Por supuesto, había sido su abuelo quien la mandara a construir en cuanto el pelirrojo comenzara a interesarse por ese deporte.

Él por su parte, no había encontrado nada mejor que enseñárselo a su prima. Y ahora debía pagar por eso. A la muchachita realmente le encantaba y se le daba bastante bien. De más está decir que gracias a las enseñanzas de Sakuragi, su talento innato se veía complementado con avanzadas técnicas para su edad.

Rika media aproximadamente 1.60 cm y era bastante delgada. Pero a pesar de eso era bastante atlética y deportista. Su largo pelo liso y castaño se complementaba perfectamente con sus hermosos ojos verdes y tez pálida. A pesar de su edad era bastante curvilínea, dejando claro dónde estaban sus caderas, su cintura y sus pechos. Hanamichi siempre había pensado que en un par de años más tendría que andar espantando a la sarta de pretendientes que seguramente tendría. Era su prima, pero le tenía un cariño muy especial, como si fuera su hermana menor.

Ahora, ambos, Hanamichi y Rika, se encontraban en medio de un pequeño partido de básquet. Por supuesto iba ganando el pelirrojo a pesar de no estar dando todo de sí, cosa que enfurecía a su prima. Eran esas actitudes las que le recordaban a Sakuragi que seguía siendo una niña.

—¡Déjame ganar! —decía Rika haciendo un berrinche.

—Imposible —dijo tajante Hanamichi.

—¿Por qué? —preguntó con toda la intención de dar lástima.

—Porque si en algún momento lo hubiera hecho, no serías tan buena en esto. Y creo que puedes ser mejor —dijo mientras lanzaba el balón, anotando tres puntos.

—… —la chica infló las mejillas y no dijo nada. Sabía que tenía razón.

—Yo iré a bañarme, tú puedes seguir practicando… —dijo mientras entraba a la casa.

Hanamichi sabía que comentarios como ese eran los que incentivaban a su prima a mejorar. Y le gustaba. Eso de ser algo así como su entrenador se le había dado bastante bien.

En eso iba pensando cuando llegó al baño. Suspiró. En realidad lo que había querido hacer en la tarde era hablar con Rukawa, pero él parecía que simplemente se había desaparecido. Ahora tendría que esperar hasta después de la cena.

Se bañó con toda la calma de la que fue capaz, tratando de relajar su cuerpo y despejar su mente. Quizás debía dejar de darle vueltas al asunto y ya. Él estaba ahí y punto. En cierta medida sentía que tenía que recuperar el tiempo perdido y después de meditarlo un segundo decidió que así sería.

Salió de la ducha justo cuando su madre lo llamaba, avisándole que la cena sería servida en unos momentos. Solo por eso se apresuró un poco más.

La cena se estaba desarrollando un poco mejor que el almuerzo. Por lo menos había más palabras y no era Shizuka la única que hablaba. Hanamichi no estaba prestando mucha atención al asunto, porque la verdad es que no le interesaba. Pero de pronto, un tema en particular sí que le llamó la atención.

—La casa ha sufrido un par de arreglos en los últimos años —explicaba Shizuka —. Así que solo hay cinco habitaciones disponibles, pero…

—Pues, yo podría dormir con mi madre y así quedaría una habitación desocupada —la que había hablado era Rika.

—Pero solo podemos dejar una habitación disponible —explicó Hikari.

—Yo puedo dormir en el sillón —dijo Rukawa como si nada.

—No hay más opción —dijo Yumiko como si nada.

—No —cortó el pelirrojo.

—No qué —preguntó su madre.

—Mi cama es lo suficientemente grande para dos. Si duerme en el sillón después le dolerá la espalda y no quiero problemas con mi sub-capitán, ¿cierto, Kaede?

—… —el pelinegro no supo qué responder, más que por la oferta, por haber escuchado su nombre de labios del pelirrojo como si nada. Al final, solo asintió con la cabeza.

—¿Ven? Todo resuelto —agregó con una sonrisa.

La cena siguió desarrollándose con normalidad, claro, dentro de los rangos de normalidad que cabían para tan extraño reencuentro: conversaciones simples con frases escuetas.

A pesar de eso, el ambiente pareció ir relajándose poco a poco, siendo capaces incluso de sentarse a ver una película luego de eso.

—Permiso, me voy a retirar, estoy cansado —dijo Rukawa, tratando de ser lo más educado posible.

—Cariño, muéstrale la habitación —comentó Shizuka al pelirrojo.

—Ah, cierto. Bueno… en todo caso yo también estoy cansado y tal vez debería aprovechar el impulso e ir a acostarme de inmediato.

De este modo, ambos muchachos se despidieron y partieron rumbo a la habitación de Hanamichi. Pero antes de llegar a ella, el pelinegro se desvió rumbo al baño. Eso fue lo que Hana aprovechó para poner algo de orden en el cuarto. No es que estuviera excesivamente desordenado, pero sí que había un par de cosas fuera de lugar. Para cuando Rukawa apareció en el lugar, ya todo estaba donde tenía que estar.

—Bueno, yo iré a bañarme, tú puedes acostarte mientras tanto. Siente cómodo —dijo con una sonrisa.

—…gracias —murmuró Kaede, por alguna extraña razón, esa sonrisa le recordaba un par de cosas que seguramente el pelirrojo ya había olvidado.

 

~*~

 

Casi una hora más tarde, mientras se lavaba los dientes, Hanamichi pensaba en qué tan probable sería que Rukawa lo golpeara si lo despertaba. La verdad es que, por lo menos para él, habían sido demasiados recuerdos en su cabeza y sentimientos en su corazón para un solo día. Y quería saber qué pensaba el pelinegro de todo esto.

Se había puesto pijama en el baño para no despertar a su primo en caso de que estuviera durmiendo, pero ahora pensaba que quizás esa hubiera sido una buena excusa para hacer un poquito de ruido y sacar a Rukawa de sus sueños. Pero ya ni modo.

Cuando entró a la habitación, lo hizo sin prender la luz y casi de puntillas. Era su dormitorio después de todo y lo conocía lo suficiente como para chocarse con algo.

A pesar de la oscuridad pudo ver en su cama, mirando hacia la pared, la silueta del pelinegro. Despacio fue metiéndose en la cama, pero las ideas no paraban de dar vueltas por su mente, una en especial. Un recuerdo. Sonrió casi con perversión.

No se lo pensó demasiado. Se dio vuelta en dirección a Kaede y lo abrazó. Un leve y casi imperceptible estremecimiento del pelinegro le indicó que éste aún estaba despierto. Y eso era más que suficiente para él.

Acercándose un poco más a Rukawa, le susurró un par de palabras al oído.

—¿Quieres recordar viejos tiempos?

 

 

Notas finales:

El Caballo Árabe es una raza de caballo con una reputación de inteligencia, carácter fuerte, y resistencia sobresaliente. Con una cabeza distintivamente acincelada y la cola siempre en alto, es una de las razas de caballos mejor reconocidas en el mundo.

Es uno de los caballos pagados y reconocidos por su belleza, su inteligencia, su velocidad (el segundo más rápido del mundo después del pura sangre inglés), su nobleza y amistad hacia las personas y su resistencia. Es de buen carácter, inteligente, abierto y puede aprender rápido toda clase de movimientos. Tiene unos andares muy característicos gracias a la cola levantada, que le confiere un aire "flotante" que lo distingue de cualquier otra raza.

Un caballo tiene capa alazana cuando es de color rojizo, aunque puede tener las crines y la cola pelirrojas o rubias hasta tonos prácticamente blancos, pero nunca negras. La capa está compuesta únicamente por pelos rojizos de distintos tonos, que pueden ir desde el color canela hasta el pardo rojizo. La capa alazana es uno de los tres colores básicos de los caballos y está presente en todas las razas equinas.

 

PD: Por si no se nota... Amo los caballos <3


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