Ahí estaba, de nuevo, parado frente el espejo empotrado en la pared de la habitación, observando detalladamente su cuerpo como ya se le había hecho costumbre. Todos los días se desnudaba frente el espejo esperando encontrarse a sí mismo, algún indicio de que él seguía ahí. 

Sin embargo, cada día era igual y la monotonía comenzaba a exasperarle. Por más que mirara y se detallara, nunca había un cambio. La imagen que se manifestaba en el espejo siempre era la misma, pero nunca era él. Aunque su cuerpo no hubiese presentado el más mínimo cambio, él sabía que se había transformado en otra persona, una persona que aún no conocía.

O quizás, simplemente estaba confundido.

Cuando Naruto y Sasuke se conocieron, la atracción que surgió entre ellos era innegable. No fue amor a primera vista, era algo más ardiente, pero superficial. No obstante, eso no es un problema, el amor se cimienta con el tiempo. Ambos tienen pareja. Y aún peor, a Naruto no le importa realmente descubrir que, en realidad, Sasuke fuese un hombre, el problema es que se acuesta con su padre.

Cross-dresing.

Narusasu.

Muchas veces en nuestras vidas creemos que sabemos de lo que hablamos. Creemos saber perfectamente lo que es la felicidad, la tristeza, el dolor, el odio y, sobretodo, el amor. Sin embargo, hasta que no experimentemos aquel sentimiento nunca sabremos lo que realmente significa y aun así, en ocasiones, es imposible darles un significado.

Esto es precisamente lo que vivirá Naruto que, por azares y deseos del destino, conocerá a la persona capaz de darle nuevos significados a sus sentimientos y de hacer florecer otros. Sentimientos que nunca pensó tener con esa persona quien, desde tiempos antiguos, han estados vinculados para complementarse el uno con el otro. 

Se observaba en ese gran espejo, su torso desnudo blanquecino lleno con marcas, cortes ligeros  y moretones enormes que lo adornaban como a un árbol de navidad, sus brazos no eran la excepción, ni su espalda, ni hablar de sus piernas. La única parte de él que parecía estar casi intacta era su rostro, con un ya casi desvanecido moretón en su ojo izquierdo que lo cubría con unos mechones de su cabello.

{…}

— ¡Deja de fingir!—gritaste con mucho enojo sin darte cuenta de que alguien podría oírte

— ¿De qué hablas?—pregunte nervioso sabiendo de lo que eras capaz

—De esto­— te acercaste y me alzaste la camisa dejando al descubierto mi estómago mostrando mis heridas y al verlas te perturbaste—desgraciado—susurraste soltándome la ropa y saliendo rápido del baño.

  {…}

Tu mirada se oscureció.

—creo que algún día te matará

—no creo que…

—lo hará… y ese día no me gustará decir “te lo dije”