Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

LIE TO ME por Kitana

[Reviews - 45]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Hola a todo el mundo, bueno,pues sin más preambulo acá les dejo la actualización y perdónpor la demora

- No se me ocurre que decir... - susurró Kanon mientras evadía la mirada de su pareja y su hermano.

- Dile todo. - aquello más que petición, sonó a una orden en labios de Saga. Kanon lo miró de reojo y se llevó las manos al cabello.

- Entiende que no es fácil, cabrón. - dijo como una súplica.

- Basta, sí no quiere decirlo... no me importa, no voy a seguir con esto. - dijo Milo visiblemente irritado.

- No... yo... uno de estos días tenía que decirlo, y es mejor decirlo ahora que después... es tan buen momento como cualquier otro, ¿no' - Kanon estaba terriblemente nervioso. Milo se quedó callado, empezaba a entender que ese tema era algo que no volvería a tocarse jamás. Las miradas que los hermanos intercambiaban, sencillamente eran de complicidad, una que sólo se alcanza cuando has compartido algo verdaderamente traumático con alguien. - Éramos niños... demasiado niños para entender lo que pasaba en casa, un buen día nos dimos cuenta de que papá no iba a volver... mamá se puso muy mal, habían discutido... Pasó una semana y papá regresó. Quería llevarnos con él y ella no lo dejó... gritaron y gritaron durante horas... él la golpeó... Saga y yo nos escondimos en el baño, estábamos asustados. - Saga se había arrinconado en el lado opuesto de la habitación, como si el distanciamiento físico bastase para alejarse de sus emociones en esos momentos.

 

Kanon se tomó un momento para tranquilizarse, ¡se moría por un cigarrillo!

-Ella gritó mucho... más que de costumbre. - dijo Saga al notar que su hermano se quedaba callado. - Ninguno de nosotros entendió nada... de pronto los gritos pararon... alguien corrió y escuchamos que mamá lloraba. Sabía que nos escondíamos en el baño, y nos buscó...

- Cuando la vimos, con la ropa rota y la nariz sangrando, debimos asustarnos todavía más... pero ella sonreía... tenía la sonrisa más hermosa de todo este pinche mundo. - dijo Kanon con lágrimas en los ojos. - Nos dijo que iba a dormirse, que no llamáramos a nadie y nos sirvió la comida. Comimos en silencio, la escuchamos cantar en el baño, como siempre, pensamos que ya todo había pasado. Pasaron las horas y ella seguía en el baño. Cuando oscureció, sentimos miedo. Yo no me atrevía a ir, pero Saga sí.

- La vi en el baño, en ese momento no entendí que estaba muerta. Pensé que estaba dormida. - dijo Saga con ironía.

- Nos quedamos despiertos un buen rato, hasta que el sueño y el hambre nos ganaron.

- Pasaron cuatro días antes de que alguien se diera cuenta de lo que había pasado. No nos atrevimos a salir ni siquiera cuando la policía y los paramédicos rompieron la puerta, estábamos demasiado asustados porque mamá no podía despertar. - la voz de Saga se oía hueca, carente de emoción alguna, y Kanon, Kanon lloraba copiosamente.

- ¡Teníamos siete años! - dijo aferrando los brazos de Milo. - ¡Ella se mató y le importó madres lo que iba a pasar con nosotros!

- Dejó una carta para nosotros, nunca la leímos. ¿Cómo le explicas a un niño que su cabrona madre se mató porque su padre la dejó por otra? - dijo Saga furioso. 

 

Milo prefirió guardar silencio. No sabía que decir... ¿eso explicaba la forma de ser de los hombres que tenía enfrente? La respuesta, al menos para él, era un rotundo sí.

- Yo ya me voy.  - dijo Saga y tomó sus cosas, sin más abandonó el departamento. No quería estar ahí. Esos dos tenían asuntos que arreglar y él... él tenía que ocuparse en algo, lo que fuera. Tal vez sólo dormiría, pero, por ningún motivo pensaría en lo que había dicho esa tarde, en todas las imágenes que habían venido a su mente al evocar aquellos días.  En cuanto estuvo en casa, puso música a todo volumen y empezó a beber. Tenía una mezcla de sentimientos difíciles de explicar, difíciles siquiera de describir. ¿Por qué demonios había venido a su mente la imagen de Aioria cuando vio a Milo y a Kanon abrazarse como si la vida les fuera en ello? ¿Por qué había sentido esa necesidad de abrazar al gato? ¿Por qué a él precisamente? El pensamiento le revolvía las ideas más todavía.  Siguió bebiendo, como si con eso bastara para olvidar esas ideas, ¡cómo si el alcohol taponara las heridas que se negaba a reconocer! No, él no era como Kanon, no podía ser como él, sencillamente porque estaba tan desencantado de todo y de todos que le era imposible tener ilusiones. Él no era Kanon, nunca iba a ser Kanon.  Tenía miedo de volver a sentir lo que había sentido cuando descubrió que su madre estaba muerta. Nunca se lo diría a Kanon, pero él lo había notado mucho antes de que el olor empezara a esparcirse por el departamento. Pero no había querido reconocerlo, ni siquiera mencionarlo. Cada vez que Kanon se quedaba dormido, por el hambre, harto de llorar, él se introducía en el baño y palpaba el rostro sonriente de su madre, la había tocado y estaba fría, tan fría como el cuerpo de aquel cachorro al que a penas recordaba. Sabía que no iba a despertar, pero aún así, seguía diciéndole a Kanon que ella sólo dormía. Cuatro días mantuvo la mentira, rogando porque alguien más viniera y los ayudara, rogando porque su padre volviera. Pero él no volvió, de la misma manera en que su madre se había negado a seguir viviendo. A partir de entonces, se fijo en su mente infantil que sólo él estaba  a cargo de Kanon y de sí mismo, que no debía haber nadie más, porque si llegaba a haberlo, seguramente causaría el mismo desastre que sus padres. No tenía entre sus planes volver a sufrir de esa manera, no tenía entre sus planes permitirse ver de nuevo esa mirada vacía en los ojos de Kanon.

 

Vació la última botella que le quedaba antes de quedarse dormido. No quería que las cosas siguieran el rumbo que estaban tomando. Comenzaba a sentir culpa... y esa sensación era verdaderamente desagradable. Alguien como él no se sentía culpable, era mejor dañar a ser dañado, esa siempre había sido su filosofía. Y no iba a cambiarla sólo por la manera en que le había mirado ese gato maldito.

 

Con el paso de los meses, las cosas parecieron tomar su curso nuevamente, la banda estaba en plena preparación para la nueva gira y a penas tenían tiempo de nada. Eso le había ayudado a no pensar, a reprimir ese sentimiento de culpa que iba desarrollándose a una velocidad impresionante. Había estado a punto de preguntarle a su jefe por Aioria, pero se reprimió, en parte porque esas cosas no iban con él, y en parte porque sabía que Milo no iba a tomárselo bien, seguramente creería que se trataba de un alarde de cinismo.

 

Kanon notó el cambio de su hermano y lo atribuyó al hecho de que su secreto ya no era tan secreto. Una mañana, antes de que el ensayo comenzara, se acercó para hablarle.

- Hola, tú. - le dijo empujándolo con el brazo como cuando eran adolescentes.

- Hola tú. - respondió Saga devolviéndole el empujón. - ¿Qué traes?

- ¿Yo? Nada, el que trae algo eres tú, cabrón.

- Estoy crudo, nada más.

- Pendejo, llevas crudo toda la semana.

- ¿Me vas a regañar? - Kanon negó con la cabeza.

-  Estoy preocupado, nada más.

- Ya sabes lo que dicen, hierba mala nunca muere... mejor ve a hacerle arrumacos a tu noviecito y déjame en paz, pinche Kanon.

- No, tú tienes algo.

- ¿Cómo sabes? ¿Ahora eres brujo o qué? - Kanon se echó a reír.

- Te conozco bien, cabrón, no puedes venirme con pendejadas a mí.

- Tienes razón, si tengo algo, pero no te voy a decir nada, ni a ti ni a nadie. No me serviría de nada porque es una enorme pendejada lo que me pasa.

- No te creo, tú no te emborrachas todos los días por nada. ¿Qué te está pasando? - Saga se encogió de hombros.

- Ya te dije que no es nada, mejor vamos a ponernos las pilas porque se ve que el patrón está de malas.

- Ni creas que se me va a olvidar.

- Si, ya sé que tienes memoria de elefante, pedacito de cabrón. - dijo Saga intentando sonreír.

- No te pongas briago hoy, acuérdate que mañana nos vamos.

- ¿Mañana? ¿No era el viernes?

- Buey, mañana es viernes. - dijo Kanon y le dio un golpe en la cabeza. Saga se quedó pensando, las cosas no podían seguir así.

 

"Pinche gato cabrón... por tu culpa ya no sé ni en que día vivo..."  Pensó mientras intentaba concentrarse en el ensayo. Intentó no pensar en él, pero cada vez que su jefe comenzaba a cantar esas malditas canciones cursis que Kanon le ayudaba a escribir, sentía una enorme necesidad de ver a Aioria, ¿por qué? ¿Para qué? no tenía respuestas. Todo lo que le venía a la mente era la última imagen que recordaba haber tenido de Aioria, el castaño despeinado, lloroso, mirándole con esperanza... no podía con eso.

 

A pesar de las advertencias que le hiciera Kanon, decidió que no estaba mal ir a beberse unas copas. ¿Quién se iba a enterar? No le importaba mucho lo que pensara su hermano, ni lo que su jefe dijera al verle al día siguiente con resaca, nada le importaba, todo lo que quería era deshacerse de esa sensación que corroía sus entrañas cada vez que recordaba a Aioria.

 

Se presentó en uno de los tantos bares que había frecuentado en los meses recientes. Se sentó en la barra dando la espalda a todo lo demás.  Poco, o más bien nada, le interesaba de lo que pasaba alrededor. Él sólo quería beber. Beber y que todos le dejaran en paz. Alguien se sentó cerca, ni siquiera se dio cuenta en que momento el recién llegado estuvo a su lado, codo con codo.

- ¿Me invitas a tu cama? - le dijo aquella voz que conservaba todavía trazas de infante.  Ni siquiera se molestó en responder, no estaba  interesado, por extraño que pareciera, no estaba interesado en acostarse con nadie, al menos no de momento.  Lentamente volteó a mirarlo. Era hermoso, con esos ojos verdes, enormes y que lo miraban como si quisiera devorarlo.

- Otro día, niño. - dijo y se levantó para desplazarse lejos de esa juvenil tentación que le sonreía con descarada provocación.

- Anda, no seas mojigato. - le insistió.

- ¿De que se trata? Ya te dije que no, además, todavía apestas a pañales, mocosito cabrón. - el chiquillo rió con ganas mientras se acercaba de nuevo. - Mira, todo lo que quiero es ponerme borracho, no me interesa acostarme contigo ni con nadie. Y como no estoy de humor para pendejadas, me largo. - dijo mientras pagaba al cantinero su cuenta para después abandonar el bar con un muy mal sabor de boca, después de todo, a Kanon se le había concedido que no bebiera demasiado.

 

A pesar de la distancia, a pesar de sí mismo, Aioria no podía dejar de pensar en Saga, el gemelo seguía ocupando cada resquicio de su mente. Aquella fresca tarde en Nueva Delhi, miraba hacía el Ganges y pensaba en él. Era extraño, había ido hasta allá para olvidar, pero parecía que la presencia de Saga resultaba, no difícil, sino imposible de borrar. Lo extrañaba, a pesar de que le había roto el corazón, a pesar de que había pisoteado su espíritu, a pesar de todo, seguía enamorado de él. Bebió lentamente la limonada frente a él para apagar la sed. La India era hermosa, pero no bastaba para opacar el recuerdo de la mirada sensual y provocadora de Saga.  Miró el reloj que ceñía su muñeca, faltaban diez para las cuatro, tenía que darse prisa si es que quería alcanzar a Shaka y Mu en la biblioteca, como se suponía era el plan.

 

Caminó lo más rápido que pudo. Un tanto sofocado, pero a tiempo, llegó a la biblioteca justo cuando sus amigos se disponían a cerrar.

- Creímos que no llegabas. - dijo Mu mientras terminaba de apagar las luces.

- Me entretuve más de lo esperado en el mercado.

- Deberías tener cuidado, uno de estos días alguien podría asaltarte. - argumentó Shaka.

- Estoy de acuerdo, tienes cara de turista. - dijo Mu entre risas.

- No son graciosos, ¿saben?

- A mí si me hizo gracia. - dijo Shaka mientras acariciaba la mejilla de Mu. El joven de largos cabellos castaños se prendió al estilizado cuello del rubio y le besó en los labios.

- Los espero afuera. - dijo Aioria con una sonrisa. Salió de la oscura biblioteca para admirar el cielo teñirse con los matices del atardecer. Se sentía bien, cierto, pensaba continuamente en Saga, pero no con ese penetrante dolor acompañándolo. Ese, sin duda, era un avance. Seis meses no bastaban para olvidar, pero sí para aliviar un poco el dolor.

 

Había vuelto a escribir, hacía unos días que había enviado una parte a su editor y esperaba la respuesta de éste. No albergaba demasiadas esperanzas, pero, sin duda, tenía la ilusión de que, al menos, el editor le haría un buen comentario, quizá un poco halagador. En suma, estaba mucho mejor que cuando había llegado.

 

Pero, sin duda, Saga seguía tan presente en él como el primer día.   Por más que  intentaba sacarlo de su corazón, más arraigado en éste parecía estar.  Comenzaba a resignarse a ese amor sin esperanza, sin embargo, eso no quería decir que el sentimiento hubiese muerto. Amaba a Saga, aunque estaba del todo resignado a que ese amor carecía de oportunidad, simplemente era imposible que Saga le correspondiera. Él no podía darle lo que quería y él ya no estaba dispuesto a que su vínculo con él se redujera a lo puramente sexual.  Había entendido, sin embargo, que no hallaría en Saga esa clase de amor que estaba buscando, Saga era como era y nada le haría cambiar su manera de ser.

 

Había llegado a esa conclusión después de largas reflexiones, después de noches y noches en vela y de llanto. El reconocer y aceptar su situación, sin duda, le había dado una tranquilidad invaluable. Estaba empezando a reconstruir todo lo que se había roto.  Aún lloraba al recordar a Marín, seguía sintiéndose culpable por  las circunstancias de la desafortunada muerte de su esposa, sin embargo, poco a poco ese nefasto sentimiento remitía.

 

Empezaba a entender que no toda la carga debía de reposar sobre sus hombros. Tampoco culpaba a Saga ya, simplemente había terminado por aceptar la muerte de su esposa.

 

Lentamente, paso a paso, se recobraba a sí mismo, y esa sensación, superaba con creces todo lo que había fuera. Empezaba a hacer lo que Milo siempre le decía que hiciera. Ocuparse de sí mismo era, verdaderamente, una tarea exhaustiva. Había sido bueno, después de todo, emprender aquella odisea a solas, cada vez que se sentía tentado a delegar alguna decisión en alguien más, bastaba con que mirara a los lados y se diera cuenta de que estaba sólo. No había nadie a quien encargarle las riendas de su vida, así de fácil y así de complicado era.  La vida no volvería a ser la misma, sin embargo, empezaba a disfrutarla de nuevo.

 

Cada mañana se levantaba y miraba las cicatrices en sus muñecas y recordaba el gesto con el que lo miraba Kanon. Había empezado a descifrar ese gesto. No era desprecio, más bien era un dolor profundo, algo que no podía ser explicado con palabras. Era un dolor que superaba con creces al suyo. Se preguntaba si acaso Saga hubiera reaccionado de la misma manera en que lo había hecho su hermano, no podía dejar de pensarlo aún cuando sabía que era una actividad inútil.  Tenía que reconocer que tal vez no estaba enamorado de Saga, sino de lo que él imaginaba en Saga. El gemelo siempre había sido muy claro con respecto a lo que esperaba de él  y de lo que estaba dispuesto a ofrecerle. Nunca había mentido, y él se lo había tomado a mal. Esa era la pura verdad. Cierto, Saga no había sido el más cuidadoso de los hombres al decírselo una y otra vez, sin embargo, dentro de esa crudeza, Aioria no podía detectar un afán de dañarle directamente. Entendía que las cosas sencillamente se habían dado de la manera equivocada, pero aún así, el dolor no menguaba del todo, era soportable, sí, pero no desaparecía.

 

Se había sumergido en mil y una actividad al lado de sus amigos, esperando con ello poder olvidarse de Saga y todo lo que él representaba en su vida, sin embargo, aquello había resultado tan inútil como arrojar oro a los cerdos.

 

Al fin sus amigos le dieron alcance, en medio de una animada charla, llegaron hasta un pequeñísimo restaurante  muy cerca de la casa de sus anfitriones. Cenaron sin prisas, y como era temprano todavía, decidieron caminar hasta su hogar. Mientras caminaban. Mu señaló algo en lo que Aioria no había reparado.

- ¡Scorpion Corp. Vendrá a la India! - dijo el castaño mientras asía con fuerza la mano de Shaka, el rubio sólo sonrió y miró a Aioria.

- Aioria conoce al vocalista, son amigos de infancia, ¿cierto, Aioria?

- ¿De verdad?

- Sí, Milo es mi mejor amigo. - dijo el griego intentando evadir la sensación que le invadía al saber que pronto vería a Saga.

- Tal vez podrías conseguir boletos para nosotros. - dijo Shaka en tono de broma.

- Si... claro, llamaré a Milo.

 

No estaba seguro de que fuera el momento preciso de reencontrarse con Saga. Miró el cártel, detrás de Milo, con una enorme sonrisa aparecían ellos, Saga sosteniendo con gesto sensual sus baquetas y Kanon, con gesto más serio, contemplando un punto indefinido. No estaba listo para algo como eso, pero, una vez más, se percataba de que la vida no espera por nadie.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).