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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo:

Mas del gatito moviendo los hilos de todos xD.

Le dedicamos este capitulo a EN PEDAZOS, si, sabemos que es un fic, pero es genial asi que bueno xDD.

Gracias por las lecturas y mil gracias por los reviews.

 

 

Me sentí muy emocionado cuando salí de mi celda para ir a la IP, vería a mi hermano por mas tiempo del poco que disponíamos en la capilla y podría contarle mis planes con profundidad. Disipar sus posibles dudas y devolverle ese brillo a sus ojos verdes.

Me vestí con un overol azul y me encaminé junto con otros convictos hacia la zona de trabajo.

Solo reconocí a Dohko, a quién el uniforme le quedaba algo holgado debido a su baja estatura. Me sonrió sorprendido de ser compañeros de trabajo y me señaló al italiano, que también nos acompañaba, y llevaba su overol con la misma elegancia que un Armani negro.

Con la cabeza y sus ojos me preguntaron como había conseguido que Death Mask me ingresara a la IP luego del desastre del día anterior. Puse una cara pícara como toda respuesta y este meneó la cabeza sonriendo.

Me encontré con Aioros en el edificio de administración que estábamos pintando. Apenas unos metros nos separaban, y ya podía oír la pesada respiración de mi hermano, resoplando por la situación. No es que no se alegrara de verme, de eso estaba seguro, pero sabía que no confiaba en mi plan –aun- y que creía que, luego de su ejecución  me quedaría tres años mas -con suerte-cumpliendo mi condena.

Pero no iba a ser así, él y yo nos iríamos juntos de allí y recordaríamos esos tiempos con una sonrisa muchos años después.

 

Pasamos así cerca de dos horas, cuando finalmente nos dirigimos al vestuario a cambiarnos. Los chicos de Death Mask me miraban con furia contenida y el buen Dohko con gracia. Se quedó muy asombrado al ver mi tatuaje, aunque no tanto como mi hermano que dejó caer su mandíbula de la sorpresa.

El chino lo observó con atención y luego me mostró la feroz cara de un tigre en su espalda. Según él llevaba años allí, pero resplandecía como si recién hubiera sido tatuado.

Solo quedábamos nosotros tres y el comprendió que quería estar solo con mi hermano, y nos dejó amablemente. Lo saludé con un gesto de la cabeza y luego me volví para enfrentar a Aioros, quien aun miraba mis tatuajes consternado.

Le expliqué a mi hermano que llevaba en ellos todos los planos de la prisión, ya que mi firma había trabajado en su reconstrucción.

Le llevó un momento entrever bajo la figura del gran león que las finas líneas que le daban forma al fondo, eran en realidad el detallado plano de Sunion.

Igualmente no quedó convencido.

 

-Aioria. -me dijo, poniendo la misma expresión que usaba hace años para explicarme porque debía irse a trabajar incluso los fines de semana.

 

-Por mas que  hayas planeado todo, vas a trabajar con personas vivas, son impredecibles, no podes confiar que todo va a salir tal cual vos lo imaginaste.

 

-Planeé cada posible problema y todos tienen una solución. –aseguré.

 

El me miró con sus ojos cansados, tratando de buscar algo con que arremeter.

 

-No te preocupes hermano- le dije, mi voz destilaba confianza. –Todo va a salir bien.

 

Estaba cayendo el sol cuando nos separamos y deseé que esa noche mi hermano pudiera dormir sin el peso de la inminente ejecución sobre su cabeza.

 Y aunque creía que el día había terminado, cuando volví a mi celda encontré a un alteradísimo Milo.

 

-Gato, que suerte que viniste, tenemos un registro minucioso, ayudame a deshacerme de esto.

 

-¿Registro minucioso? –Repetí como un tonto -¿Qué es eso?

 

-¿Y  vos que crees gato? La razón por la que el agua del baño no funciona, impidiéndonos tirar las cosas por allí

 

-¿Qué cosas? Yo no tengo nada – le dije para tranquilizarlo.

 

-Pero yo si- casi gritó de los nervios. Y me pasó una especie de cuchillo hecho a mano con algún fierro. Lo miré sorprendido.

 

-Solo es un seguro gato- me respondió, y luego agregó- Tiralo donde puedas.

 

Me dí vuelta al tiempo que Radamanthys y Shion se paraban frente a mi celda. Ups.

 

-Con las manos en la masa, eh.-dijo el más joven socarronamente, y luego continuó

-Juntando armas para la guerra de razas, ya veo.

 

No dije nada, no quería delatar a Milo, pero los ojos de Shion me miraron inquisidoramente. El  rubio noto mi indecisión.

 

-A menos que no sea tuya gato.

 

El director espero que contestara. Como no lo hice, esta vez fue él en preguntar.

 

-¿Ese elemento es tuyo Leo?

 

Me mantuve callado, pero mis ojos, y la ansiedad de Milo detrás de mí, nos delataron.

 

-Tres días en confinamiento en solitario, Escorpio, -dijo finalmente con su voz de policía, tan diferente a la que había empleado para hablar de su amor.

 

Mi amigo bajó su cabeza en señal de derrota y salio de la celda, mientras que Radamanthys hacía un intento de entrar. Shion lo detuvo.

 

-Esta celda ya está. -decretó.

 

El rubio protestó:

 

-Pero, señor- -

 

-Obedezca oficial Wyvern.-Le ordenó visiblemente enojado.

 

Este se ruborizó, de la vergüenza, y al pasar a mi lado para seguir su camino me susurró tan bajo que solo yo pude oírlo:

 

-Èl podrá mandar este lugar de día, pero yo mando de noche.

 

* * *

 

Mis pasos rápidos resonaban en el tribunal silencioso.

 

-¡Señor Sísifo! -Grité  y mis palabras hicieron eco.

 

El aludido detuvo su andar y se giró para mirarme. Pareció sorprendido al notar que era yo quien lo buscaba.

 

-¿Si?-Enarcó una ceja

 

-Disculpe, soy Saga Géminis, abogado- Me presenté rápidamente – Me enteré de que usted fue el abogado de Aioros Sagitario durante su juicio.

 

Suavizó su rostro y pude notar que no era mucho mayor que yo.

 

-Con que era eso -dijo como uniendo cabos.

 

-Sé que ya no es asunto suyo, pero yo quisiera intentar una apelación de su sentencia, y necesito- -

 

-Es una batalla perdida. -Me cortó

 

Parpadeé enfadado, ¿quién era él para decirme? Pareció notar mi gesto y agregó:

 

-Pero es su tiempo no el mío.

 

-¿Es usted un familiar? -Preguntó luego.

 

Negué con la cabeza.

 

-Un amigo de la infancia-contesté secamente, no quería darle muchas explicaciones.

 

-Puedo darle todo lo referente al caso, si quiere, pero le aconsejo que no tenga muchas esperanzas.

 

Y mientras abría su maletín y rebuscaba entre sus cosas continuó:

 

-Sagitario trabajaba para Artemisa, tuvieron una discusión bastante fuerte, y a las tres semanas, aparece muerta, y encuentran a Aioros con el arma homicida y sangre del muerto en su ropa. No hay mucho con que trabajar, ¿no le parece?

 

No pude decir nada en su defensa, vaya abogado que resulté ser.

 

Finalmente me dio un dossier con el nombre de mi chico y con un saludo cortés se alejó de allí.

No habían pasado mas de treinta minutos cuando vi de nuevo su cara.

Supongo que el café junto a los tribunales era un lugar fácil para buscarme.

-Saga-me llamó, y me sorprendí que recordara mi nombre.

 

-Sísifo-respondí

 

Me tendió un sobre papel madera abultado.

Lo miré con sorpresa.

 

-Es la cinta de seguridad del estacionamiento.-Me informó –Creí que podría ayudarte a cerrar esta puerta, a terminar con  esta historia.

 

Como no sabia que decir, no dije nada.

Cuando se estaba yendo le dedique una sonrisa fingida y un ‘gracias’ poco audible.

Apreté el cassette entre mis manos. No importaba lo que viera allí, mi historia con Aioros Sagitario, nunca estaría terminada.

 

* * *

 

Lo primero que hice al levantarme, cuando tuve un tiempo libre, y ya que Milo no estaba conmigo, fue ir a las benditas gradas de Afrodita a continuar con la tarea que me habían interrumpido el otro día. Esta vez llevaba una moneda. La encaje en el hueco del tornillo y empecé a girarlo con disimulo. Recordé cuando había averiguado que esa marca del tornillo era la que necesitaba y me había tatuado el tamaño correcto.

Esta vez cedió enseguida, debería haber intentado de esta manera la primera vez y me habría ahorrado problemas. Problemas que ahora se avecinaban con paso decidido.

 

-Así que...Leo...volviste –me dijo Afrodita con su inseparable compañero agarrado de su bolsillo.

 

No supe que responder, me faltaban menos de diez segundos de desenrosque y me podría ir de allí. Pero era demasiado tarde.

Albafica, uno de los guardias del rubio me agarró la mano que tenía extendida y me hizo soltar la moneda y con ella el tornillo que estaba a punto de tener en mi poder.

 

-¿Con que buscándote armas para la guerra, eh, gatito? Al final no eras tan santo...         -murmuró Afrodita muy alegre, mirándome de arriba abajo, evaluándome.

 

Se paso mi preciado tornillo por la boca y lo mordió como si fuera el tallo de una rosa.

Me dió ganas de darle una bofetada, borrarle la sonrisa y agarrar mi tornillo.

Pero no hice nada, no podía ponerme a pelear otra vez ahora que tenia a Shion comiendo de mi mano. Suspiré con fuerza dándole a entender lo enojado que estaba y espere.

 

-Hey, señoritas, ¿Qué pasa ahí? –gritó Radamanthys desde el otro lado del alambrado, pero mirándome con sus ojos ambarinos con el mismo odio de siempre.

 

-Nada, oficial, todo tranquilo. –contestó Afrodita estirándose y pasándole subrepticiamente el tornillo a su compañero que se lo escondió rápido en el bolsillo.

 

-Mas te vale. Cuidate con el gato, Dita, no es lo que parece...-le habló el policía metiéndome en la conversación sin ningún sentido.

Afrodita se acercó un poco más a mi y me agarro el mentón, igual que había hecho Radamanthys el otro día.

 

-Nosotros le vamos a poner el cascabel, no se preocupe Jefe.

 

Todos rieron mientras me sentía humillado.

Ni bien el guardia miró para otro lado me solté de un golpe.

 

-Devolveme el tornillo. –le increpé.

 

-Vení a buscarlo. –contestó, metiéndoselo en el bolsillo con una sonrisa en su delicada cara de ángel malvado.

 

Suspiré con rabia y me alejé. Tendría que pensar en otra cosa para apropiármelo.

 

Nos fuimos a almorzar, lo hice solo, en un costado de mi atestada mesa, pensando en Milo y en el miedo que tenía a la guerra racial como para hacerse un arma.

No sabía que me esperaba ese día, pero me mantendría al margen. Lo único que necesitaba ahora era mi tornillo. Pensé en una solución fácil: Death Mask.

Me acerqué hasta él mientras salíamos del comedor hacia las celdas.

Sus guardaespaldas se tensaron enseguida. El simplemente les hizo un gesto de la mano, aburrido.

 

-¿Qué se necesita para revisar a otro preso? –pregunté directamente, mientras caminaba casi a la par suya, aunque era un poco mas alto que yo.

 

Sus ojos se achicaron un poco por la sonrisa irónica que me ofreció:

 

-Se necesita a Shiryu. –contestó burlón.

 

-Te lo voy a dar ni bien hayamos atravesado estas paredes. –hice un gesto significativo con la cabeza. –Ni un segundo más, ni un segundo menos.

 

Ahora él movió su cabeza, sin perder la sonrisa.

 

-Tus necesidades no son problema mío. –y dió por finalizada la charla.

 

Me aleje de él, derrotado. Tendría que conseguirlo por mi cuenta.

 

* * *

 

Estaba acostado en mi celda de máxima seguridad, mirando hacia el techo. Lo único que podía hacer, pero por lo menos, mientras estaba dentro no tenía que tener las manos atadas. Las moví libremente por la pared mas cercana, sintiendo el salpicre del cemento bajo mis dedos.

Pensando en Saga, en su pelo largo y en su sonrisa derretidora de glaciares.

Recordé la vez que se graduó de abogado, tan feliz y radiante que estaba.

No tenía esperanza de que su gemelo fuera a verlo, pero ahí había aparecido. Saga prácticamente había saltado del escenario y había corrido hacia él. Kanon lo había abrazado educadamente pero pronto se había ido.

Igual la alegría de Saga le había durado hasta la noche. Esa noche…La recordé mientras la sonrisa se extendía por mi cara. Su diploma aun estaba en la mesita de luz a la mañana cuando nos despertamos, mas enamorados que nunca. No era alguien muy romántico, pero en ese momento me tenté. Agarré la cámara de fotos con la que habíamos estado filmando su promoción y nos saqué una, besándonos.

Saga se había ruborizado.

En vez de darme alegría el recuerdo me dió angustia. Lo que daría por tener esa foto ahora, aunque sea para verlo de esa manera. Pero no, no iba a poder ser, y Aioria iba a hacer todo lo posible pero seguía siendo una locura.

Nadie se había fugado nunca de esa prisión y mi hermano, si bien era capaz de ingeniar un plan perfecto, también era buena persona y no era capaz de arriesgar vidas por lograrlo.

En este tiempo que no había estado conmigo no se iba a volver Maquiavelo, ¿O si?

 

 * * *

 

Estaba acostado en mi celda de confinamiento mirando hacia el techo. No tenía resentimientos contra el gato, pobre, se notaba que le faltaba calle y picardía.

Solo me daba rabia haber sido tan tonto de no haber planeado esto, con la guerra tan cerca. Y ahora me la iba a perder. No sabía si eso era bueno o malo. Tenía ambas partes. No me iba a involucrar pero tampoco me iba a proteger ningún bando en el próximo enfrentamiento que hubiera.

En fin, cuando llegue el momento vería lo que hacía. Pensé en el gato, desprotegido y con su afán casi ridículo de salvar a su hermano.

No podía culparlo, pero tampoco podía entenderlo, era una locura.

Pensé en mi Camus, y me quede helado… ¡Hoy era su cumpleaños!

Me agarró una desesperación terrible. Si no lo llamaba no se enojaría, se sentiría muy triste y desgraciado, y el estúpido de Crystal aprovecharía para consolarlo.

Sabía como era el muy maldito. Cerré los puños de pura impotencia. Quizás podría pedirle al guardia que me dejara hablar por teléfono.

Era también una locura, pero tendría que intentarlo.

 

-Oficial, oficial. –llamé a los gritos.

 

-¿Qué pasa? –contestó de mala manera.

 

-Dejeme hacer una llamada, por favor. –pedí, casi rogué.

 

-Oh, seguro. –respondió enseguida. Mi corazón latió con fuerza, esperanzado.

 

-¿Y también te traigo café y medialunas? –siguió con burla.

 

Me enojé, pero estaba demasiado desesperado para decirle algo.

 

-¡Por favor oficial! ¡Una llamadita nada mas!

 

Se alejó con sus botas haciendo ruido y me tiré en la cama, derrotado y furioso.

 

* * *

 

Estábamos de recreo una vez mas, pero al ser de noche no podíamos salir al patio, solo quedarnos en el pabellón o ir a bañarnos.

Me acerqué al balcón de mi celda y miré hacia abajo, a la de Afrodita y Misty.

No estaban. Sonreí. Era el momento.

Sentí los ojos de alguien mirándome desde mi mismo piso. Era Mu, su celda quedaba justo enfrente de la mía. Me sonrió con su cara rara y me hizo un gesto de que le faltaba muy poco para conseguirme mi Pugnac.

Le agradecí con la mano y bajé rápidamente hacia la celda vacía de los rubios.

Entré, estaba muy prolija, pese a lo que había podido pensar de antemano. Había varias fotos de ellos afuera, sobretodo de Misty con varios amigos. Empecé a revisar debajo de los colchones, adentro de la mesita de luz, en los recovecos. No encontré nada. Desesperado me tiré al piso, por si estaba debajo de la cama. Pero no. Lo que sí vi fueron un par de zapatos que estaban en la puerta junto a su respectivo cuerpo.

Oh no. Afrodita y su...algo...habían vuelto.

 

-Bueno, bueno, bueno –empezó con la misma lascivia y burla de siempre. –La curiosidad mato al gato...

 

Esta vez tendría que usar otra técnica-

 

-Quiero entrar. –mandé sin importarme las consecuencias.

 

Sus ojos claros se abrieron de la sorpresa. Quizás quería poner una cara inexpresiva pero no pudo evitarlo. Los ojos de Misty, en cambio, estaban cerrados de la rabia y los celos.

No dijo nada, pero yo sí.

 

-Quiero estar de su lado en la guerra racial. –seguí, envalentonado.

 

Asintió, con una sonrisa, dando a entender que me escuchaba.

 

-Solo necesito mi tornillo. Tenían razón, lo estaba sacando para la guerra. –mentí.

 

Misty se lo sacó del bolsillo y me lo mostró. Con razón no estaba en la celda. Lo tenía encima.

 

-Hey, bonito, hay que aprender a gatear antes de caminar –me dijo Afrodita sin perder su expresión y moviéndose un paso para acercarse mas a mí.

 

Alentado por la decisión de su compañero, Misty agarró un palito de helado que estaba en la mesita y me lo puso en el bolsillo delantero de la chaqueta celeste.

 

-¿Por qué no probas con esto? –preguntó, tomándome el pelo.

 

Afrodita rió con la ocurrencia.

 

-Tiene razón, bonito, por ahora practica con eso, después vemos cuando te subimos a las grandes ligas. Y dió otro paso.

 

Me alejé instintivamente y les dejé el espacio para que entraran.

 

-Ya te ibas, ¿no? –preguntó Misty enojado.

 

No respondí, dudando. No podía irme sin mi tornillo.

Pero Afrodita me despejó las dudas.

 

-A menos que prefieras quedarte.

 

Y palmeó la cama con un gesto rápido de la mano.

 

El estomago me dió un vuelco y me dí vuelta antes de vomitar del asco.

Esto se estaba estirando demasiado.

 

* * *

 

La capilla estaba abarrotada ese día, y mi hermano, que estaba junto a mí, me explicó que era un buen lugar para los contrabandos de armas, ya que los oficiales no estaban tan atentos. Me sentía extrañamente chico allí junto a él, tanto que lo hubiera tomado de la mano, como aquel día en el funeral de mamá. Era una de las pocas cosas que recordaba, pero los sermones del cura siempre lo traían a mi memoria.                        

Me contuve porque Aioros se habría asustado por mi comportamiento extrañamente cálido y tierno, no es que no amara a mi hermano, él no dudaba de ello, pero, de adulto siempre me había comportado fríamente con él porque no aprobaba su modo de vida. Mientras que yo estudiaba en la universidad para tener un futuro, él arruinaba su presente con drogas, delitos y malas compañías. No entendía porque hacía eso y me molestaba que desperdiciara así su vida, así que simplemente me fui distanciando, separándolo de mi vida, que si bien no era perfecta, luchaba día a día para mejorar.

Me sentí mal al pensar que si quizá no lo hubiera abandonado, y lo hubiera cuidado, aunque fuera el menor, no estaríamos en esta situación ahora.

 

Los susurros de Aioros me trajeron al presente.

 

-¿Cuáles son las posibilidades de éxito? –me preguntó, siguiendo la conversación que habíamos tenido en el vestuario. Probablemente había estado pensando en mis palabras el tiempo que estábamos separados.

Sonreí antes de responder.

 

-Todas-dije convencido. Él me miró con el ceño fruncido.

 

-Esta bien, pero son muchas, no te preocupes, todo va a salir bien.-aseguré.

 

-Vas a necesitar dinero-  Su voz sonó retadora.

 

Miré a Dohko sentado en una esquina, él si parecía rezar.

Aioros no quedó conforme.

 

-Y alguien que nos ayude a desaparecer una vez que estemos afuera-continuó, poniendo palos en la rueda.

 

Esta vez  miré a Giovanni, que también cuchicheaba como nosotros, tres bancas mas adelante.

-Aio, por mas que pudieras aliarte con esa gente,- su vos sonó reprobadora ahora, -¿Cómo demonios vamos a conseguir salir de estas paredes?

 

-La enfermería- dije, como si fuera lo mas fácil del mundo. Continué, tal vez conocer a fondo el plan tranquilizaba a mi hermano:

 

-Es el eslabón mas débil de la cadena de seguridad,  solo necesito unas simples pastillas para seguir aparentando ser diabético e ir preparando todo mientras vaya ahí casi a diario.

 

-¿Entonces eso es todo? ¿Nuestro éxito depende de un puñado de pastillas? No se Aioria...

 

Y ahí estaba la desconfianza otra vez.

 

-Ya casi me las consiguen, tranquilo.

 

Esta vez miré a Mu, quien miraba al cura, pero no parecía prestarle nada de atención. Aioros siguió mi mirada como había hecho con los anteriores.

 

-¿Un extranjero? ¿Confiamos nuestra vida a un extranjero a horas de la guerra de razas?- Alzó la voz mas de lo deseado y un policía cerca nuestro nos retó.

 

-Tranquilo hermano, todos están trabajando para mí- le dije con tranquilidad- Solo que aun no lo saben.

 

* * *

 

Mis ojos se iluminaron cuando Mu pasó a mi lado y me mostró rápidamente un frasquito lleno de pastillas. Ya estaba empezando a preocuparme.

Lo seguí disimuladamente y me condujo hacia un pasillo desierto que terminaba en unas rejas que daban al patio trasero.

Cuando se detuvo lo imité.

 

-Conseguí tu pugnac gatito.-Me dijo con su voz suave y agitó el frasquito frente a mis ojos.

 

-Mu, cuanto te agradez- - dejé de hablar cuando unas fuertes manos me sujetaron con fuerza desde detrás de la rejas y me aplastaron contra ellas. Pude notar que eran los chicos de Mu.

 

-¿Pero que? -Empecé consternado, pero Mu me paró.

 

Su voz ahora sonaba amenazadora, ya que no había perdido su tono suave.

 

-Así que te gusta jugar con la gente gato.- Sus ojos refulgían de rabia y su cara estaba crispada. –Me usas para que consiga lo que necesitas y después te alias con mis enemigos.

 

No entendía de qué estaba hablando.

 

-Te vi con el grupito de los rubios del norte, esos discriminadores y agrandados europeos...-casi escupió al hablar de Afrodita y compañía y pude ver hacia donde apuntaba la cosa.

 

Mu me había visto en la celda de este y me había oído decir que quería unirme a ellos.

Cerré los ojos con pesar al notar la tremenda confusión.

 

-No, Mu, te juro que era una mentira, ellos tienen algo que yo necesito.-intenté explicarme, pero supe que no iba a servir de nada.

El joven tibetano vació el frasco de pugnac en su mano.

 

-Curioso gato, yo también tengo algo que vos necesitas.

 

Metió en su bolsillo las pastillas y tiró el frasco vació a mis pies. Dio media vuelta haciendo ondear su castaño pelo largo, y se alejó de allí. Sus monos me soltaron y por fin pude moverme.

No valía la pena ir tras el, ni enfrentarme a su grupo, ya que eran cinco y yo apenas uno, ni siquiera contaba con Milo.

Maldición, maldición...

 

-¡Maldición!- grite mientras le daba un puñetazo  a las rejas. Todo se había complicado de una estúpida manera, el mismo día que le había dicho a mi hermano que no tenía de que preocuparse.

 

Notas finales:

Las cosas se complican para el gatito..¿podra solucionarlo todo? Esto y mas, en el proximo capitulo, en la misma amoryaoihora y por el mismo amoryaoicanal. xDDD

Esperamos que les haya gustado.

 Besitos


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