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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo:

Previously in Prison Break xDD

Al final me dice que asi tampoco funca. Ufa!

Esta tarde Aioros no se molestaba ni en hacer que pintaba. Sabía que la situación le ponía muy incómodo y que no tenía la sangre fría como yo.

Le sonreí para darle ánimos. Pero cuando ví que Milo se acercaba con nada mas ni nada menos que Radamanthys detrás suyo me sobrevino el pánico a mi también.

Se había arruinado todo. Miré el compartimiento de los fusibles donde el celular negro descansaba.

Y lo miré a mi hermano. Había cerrado los ojos. Perdimos me dijo moviendo los labios sin emitir sonido.

Los rubios, oficial y convicto caminaban hacia nosotros enojados.

Esperé, el principio del fin.

Pero Radamanthys siguió derecho sin dirigirme la mirada siquiera.

El júbilo explotó en mi cuerpo, me dieron ganas de gritar y abrazar a Milo.

No hablo, le contesté de la misma manera a mi hermano, sonriendo y cerrando los puños en señal de victoria.

Aioros sonrió feliz también. Parecía diez años mas joven.

Pero Milo estaba muy enojado. Al oído me susurro:

 

-Mas vale que ahora pueda hacer las llamadas que quiera.

Llegó el momento de la verdad.

Suspiré, y en voz muy baja también contesté:

 

-Me temo que eso va a ser imposible.

 

Y después de comprobar que los guardias no miraban, abrí la cajuela y saqué el falso

celular negro.

Se lo entregué a Milo que parpadeó confundido. Al segundo se dió cuenta.

 

-¿Jabón?! –gritó. Enojándose tanto que partió al medio lo que tenía en la mano.

-Perdí mis conyugales por jabón. –repitió a los gritos.

 

-Te puedo dar algo mejor que eso. –le repliqué, yo sí en susurros.

 

No dijo nada, seguía mirándome completamente ceñudo.

 

-Como te dije, voy a sacar a Aioros, en un mes, y nos vamos a ir juntos.

 

Como seguía callado, continué con mi estudiada perorata:

 

-Comienza en nuestra celda, desde ahí...

 

Pero ahora sí me interrumpió:

 

-La próxima vez que te vea intentando algo, gato, te voy a partir un palo en la cabeza.

–finalizó, enojado. Y salió por el mismo lugar que un rato antes se había ido Radamanthys.

Suspiré. Cansado y perdido. Aioros otra vez estaba viejo y sombrío.

 

-Eso estuvo bien. –comentó, mordaz.

 

Le lance una mirada de odio.

 

* * *

Miré en el cuaderno que me había dejado Shiva quien era mi próximo paciente.

Sonreí al leer Leo, Aioria. Era el único preso con el que sentía que estaba en la misma frecuencia.

 Nadie me entendía nunca.

Nadie dejaba de lanzarme miradas lascivas e incluso un par de veces me habían tocado la cola al darme vuelta.

Era algo que no toleraba. En mi India natal las cosas eran muy distintas, delicadas y suaves.

Al igual que la voz de Aioria. Me sonrojé. Nunca en toda mi carrera en la prisión me había fijado en un preso. Moví la cabeza, como para sacarme la idea de la cabeza y agarré las inyecciones de insulina y las vendas para el pie.

No podía ser que en menos de una semana ya hubiera tenido problemas con los mafiosos. Esta vez me escucharía.

Lo saludé amistosamente como siempre. Se veía enojado, raro en él.

 

-Parece que andas teniendo mala conducta. –le acusé mientras le sacaba las vendas del mutilado pie.

 

Sonrió, pero solo un poco. Seguí en mi tarea.

 

-Las cosas podrían empeorar, sobretodo si está Death Mask implicado.

 

Le dije eso para que no quedaran dudas que yo sabia lo que en realidad le había pasado.

No dijo nada.

 

-Podría pedir que te trasladen al sector de presos protegidos. –le tiré la idea, aunque sabia que se negaría.

 

-¿Con los soplones y los abusados? –dijo con asco.

 

-Gracias pero prefiero perder todos los dedos antes que eso.

 

Griegos, pensé con fastidio.

 

-¿Estás asustado? –aventuré.

 

Negó con la cabeza. Griegos, repetí.

Sin embargo, salio con algo totalmente distinto. Sentí la nostalgia en su voz, así que lo miré concentrado.

 

-Cuando era pequeño, tenía miedo de los monstruos del armario. –comenzó, ruborizándose un poco. Sonreí.

 

-Es muy clasi--

 

Pero me interrumpió.

 

-Mi hermano mayor, una noche, abrió el armario, se metió adentro y me dijo:

“No hay nada, solo está tu miedo”.

Y palpó todo el hueco para darme a entender que lo estaba tocando. Yo me bajé de la cama y fuí hasta él.

Juntos deshicimos el miedo, moviendo en realidad, el aire.

 

Estaba impresionado.

 

-Tu hermano parece muy inteligente. –le comenté, sincero.

 

-Lo es. –aseguró. El orgullo destilando en su voz.

 

-Pero acá el miedo no es aire...-murmuré, nuevamente serio.

 

-Pero lo que hay que hacer es lo mismo. –me cortó, otra vez.

 

-Pararse, ir hacia él y enfrentarlo. –concluyó.

Creo que se me paró un poco el corazón y los pulmones dejaron de cumplir su función por un momento al escuchar sus palabras. Me ruborice, aunque el no se dió cuenta, tan enfrascado en su historia como estaba.

Le vendé el pie que había quedado a mitad de camino cuando me empezó a contar, y le inyecté la insulina. Después se fue, un poco menos enojado que antes.

 

* * *

 

Finalmente llegamos a la famosa prisión. No podía creer que un establecimiento del gobierno para ayudar a chicos con problemas tuviera justo un convenio con la cárcel donde estaba mi papa.

Que increíble era mi mala suerte.

Me senté en la misma silla que la ultima vez, esperando.

Esta vez mi mamá se había quedado afuera, en el auto, con su nuevo perfecto novio Shura. Era un español completamente estúpido que lo único que le interesaba era el esgrima. Puaj. Y para colmo, trataba de educarme correctamente, no como el salvaje de mi padre. Doble puaj.

Ahí llego, con la mirada no tan perdida como la última vez que nos habíamos visto.

Eso me dió un poco de alegría.

 

-Hola. –dije primero, para que viera que estaba con algo de ánimo.

 

Él sonrió. Sus ojos verdes brillaron de alegría.

 

-Hola hijo. –dijo a su vez. Sentándose. Esta vez no tenia esposas.

 

-Así que volviste...-me miró esperanzado.

 

No quise decirle que me habían obligado a verlo por un plan para corregir adolescentes problemáticos. Le sonreí.

 

Ninguno de los dos dijo nada. Yo mientras lo observaba. Tenía una especie de pantalón y camisa unidos. Era francamente horrible, marrón oscuro.

De repente me acordé que había llevado algo para mostrarle.

Lo agarré de la mochila que había dejado en el piso con disimulo y se lo mostré.

Era una cinta roja.

Llenó completamente el vacío que había habido entre nosotros.

Sus ojos ahora no solo brillaban, si no que estaban conteniendo las lágrimas, y los míos, marrones, tan parecidos a los de mi mamá y tan distintos a los suyos, también.

 

-Te la dejaste en casa, un día...-le expliqué, como para decirle algo y que no se sintiera tan mal. -No creo que me quede tan bien como a vos en la cabeza. –sonreí, tratando de hacerle un chiste.

 

Pareció que me iba a interrumpir con algún halago paterno, así que me apuré:

 

-Pero para que me acompañe la voy a llevar en el brazo.

Y me la até como pude en la muñeca.

Ese simple gesto pareció darle una felicidad incalculable. Sus labios ahora se curvaban en una gran sonrisa.

En un momento pareció darse cuenta de algo, y recobró su mirada seria, aunque su boca no cambio.

-Hoy me dijeron a quienes quería que estén conmigo en el momento de...

 

Se interrumpió. Pero yo sabía a que se refería, así que asentí, incómodo. El momento que habíamos compartido no se había roto, pero había cambiado radicalmente hasta convertirse en algo muy triste.

 

-No sé si pueda manejarlo. –le dije, sinceramente.

 

Sus ojos parecieron caerse un poco, pero se recobró.

 

-No hay obligación, hijo –se apresuró a decir, aunque sentí su dolor. –Solo quería que lo supieras...que hoy al guardia le dije que no quería que nadie me viera morir.

 

Asentí nuevamente, tenía un nudo en la garganta. Pero el siguió, mas tranquilo ahora:

 

-Pero en este momento me da ganas de que estés ahí, de abrazarte. Y de saber que es lo que voy a dejar, la sangre, la tuya y la de Aioria.

 

Se me estaba partiendo el corazón. No podía escucharlo mas, quise levantarme y salir corriendo.

 

-Ustedes dos y Saga son lo que en verdad me importa. –me dijo de repente, siguiendo con su mini discurso improvisado.

 

Sin más levantó la mano y apoyó los dedos en los pequeños huecos que el alambre enrejado dejaba.

 

-Dame la mano –pidió, consternado pero tranquilo, como si hubiera tomado una decisión que lo atormentaba.

No supe que hacer, nuestras manos no podían estar mas separadas.

Lo único que podía tocar eran sus huellas digitales. Quizás eso era lo que quería.

 

-Dame la mano –repitió.

 

Seguí sin moverme. Me sentía fatal.

 

-Dame la mano, Seiya. –esta vez creo que lo ordenó.

 

Y lo hice. Sintiéndome un estúpido acerqué mis propias yemas a las suyas.

Un calor me recorrió desde la punta misma de los dedos hasta la de los pies.

 

-No te voy a pedir que vengas, solo quiero que lo pienses. Tu tio también va a estar.

Me dijo, ahora, muy relajado y nuevamente sonriente.

No pude articular palabra debido al escalofrío de tristeza y empatía que me embargaba.

Solo asentí. Fue suficiente para él.

 

* * *

 

Miré al gato desde mi mesa, se lo veía tranquilo, meditabundo. No era un preso más, ni siquiera era una persona ordinaria. Tenía algo. No lograba saber con exactitud que, pero de todas formas no importaba. No viviría mucho más.

Pasé un dedo por el “destripador”, me lo había dado un sujeto bastante morboso que trabajaba en el sector de las herramientas.

Le había ido a pedir algo para poder torturar a ese minino hasta que me suplicara que lo matara. Era un pedazo de hierro dentado y oxidado, si no moría por el agujero que le haría, lo cual no era una opción, moriría de la infección.

Pensé en Misty, todavía no estaba seguro de que había pasado, se suponía que ese gato tramposo estaba de nuestro lado, ¿Cómo es que habían llegado a enfrentarse? ¿Y cómo es que Leo, tan novato que parecía, le había ganado a Misty?

 

Una figura se interpuso entre mi presa y yo. Reconocí a Death Mask, el mafioso. Nunca le había echado pasto. El no se metía en mi terreno, ni yo en el suyo.

Me acomodé en el asiento, y lo miré pasando la lengua por mis labios. El italiano no estaba nada mal. Sonreí un poco.

 

-¿Buscabas algo? Le dije después de unos minutos de miradas.

 

-Sí, -respondió tranquilo.

 

Alce una ceja, curioso.

 

-¿Y bien? Le animé a hablar.

 

Posó su vista en la lejanía, yo seguí su mirada. Entonces caí en la cuenta de que buscaba Death Mask de mí, me molestó no haberlo pensado yo. Recordé el incidente del patio.

 

-Creo que nosotros dos tenemos algo en común…

 

Nuestro gato seguía absorto en sus pensamientos, ignorante de nuestras miradas.

Le sonreí cómplice, y me paré bruscamente, dispuesto a atacarlo ahora mismo, que contaba con el respaldo del mafioso.

Pero la mano del italiano se posó firmemente en mi hombro devolviéndome a mi sitio. Me retorcí, pero su mano era más fuerte. Lo miré sintiéndome  traicionado.

 

-Tranquilo pececito… me susurró.

 

Enrojecí violentamente. Así me decían mis amigos, sobretodo los mas cercanos, así me decía…

 

-Misty está enterrado por su culpa-le espeté a la sensual cara de Death Mask, que ahora le tenia a dos palmos de distancia.

 

-Tranquilo, el gato va a pagar-me aseguró.

 

Lo seguí hasta una pequeña edificación donde se guardaban las herramientas. Supuse que al ser el amo y señor de la IP, el italiano tenía acceso libre a dicho lugar.

 

-Quedate acá, te voy a traer a Leo en una bandeja.-prometió, dejándome en compañía de sus subordinados.

 

En pocos minutos apareció, junto con Aioria, quien abrió sus ojos con pánico al ver la comitiva que le esperaba. Le sonreí con lujuria, para hacerlo enojar, quería que la cosa fuera divertida. Acaricié los dentados filos de mi “destripador”.

El mafioso lo soltó, cumpliendo su parte.

Sin policías a la vista, ese felino iba a chillar hasta quedarse sin voz cuando sus intestinos bailaran frente a el.

Lo miré fijamente a los ojos verdes. Había terror en ellos.

 

-Te iba a meter esto en las entrañas, gatito, pero-hice una pausa para relamerme- Sos tan lindo cuando estas asustado…

 

Dejé el pedazo de metal sobre una mesa.

 

-¿Qué te parece si la pasamos bien primero?

 

Miré al italiano, el cual me dirigió una mirada aprobatoria.

 

* * *

 

Otra vez el galpón, otra vez Giovanni, y otra vez como gato entre la leña. ¿Tan imposible era esta empresa? ¿Iba a estar al borde de la muerte todos los días?

Pensé en Shaka y si llegaría a vivo a la enfermería para ver su cara de ‘yo sabía que esto iba a pasar’

Afrodita se me acercó despacio, esta vez hablaba en serio, se divertiría conmigo y luego me mataría. Tragué saliva y esperé lo peor.

Pero cuando el sueco llegó junto a Death Mask, que aun me apresaba con una de sus manos, el italiano le propinó un fuerte codazo en su delicada cara que lo hizo caer.

No podía creerlo, y al parecer el rubio tampoco ya que desde el piso y tapándose la cara con una mano, lo miró con sorpresa y decepción.

La guardia, todavía presente, no esperó la orden y se lanzaron sobre Afrodita  con puños y patadas.

El mafioso me arrastró hacia fuera cerrando la puerta tras el.

 

-Nosotros dos tenemos que tener una larga charla.

 

No tenia ganas ahora, pero era el momento. El que había estado esperando.

 

-Al escapar de acá, ¿serías capáz de tener un avión esperándonos a la salida? –pregunté, de una.

 

Sus ojos se cerraron un poco, evaluándome. Se dió cuenta que iba en serio.

 

-Necesitaría la fecha y la hora exactas, pero sí. Podría tranquilamente contar con un avión para ese momento.

 

Asentí, contento. Mi plan había retomado su curso, aún con el reciente problema de Milo que todavía no había solucionado.

Me miró expectante y dijo:

 

-Sabés que si te ayudo, estoy adentro. O mejor dicho, afuera. –rió de su propio chiste.

 

-Por supuesto. –respondí, instantáneo.

 

-Y además, me vas a entregar a Shiryu. –replicó un poco mas serio que antes.

 

-Por supuesto. –repetí.

 

-Entonces voy a necesitar mas datos, lo mas exactos posibles. –empezó nuevamente.

 

Lo mire, ahora como evaluándolo yo.

 

-Te los voy a ir dando cuando se acerque el momento. Pareces una persona muy voluble, Gino.

 

Creo que me estaba pasando de la raya pero no me importo, mi pie nunca volvería a ser el mismo por su culpa.

Casi ví como apretaba los dientes pero en su cara seguía una sonrisa.

 

-Bueno, ¿amigos? –preguntó. Y estiró la mano.

 

-Mientras me sirvas. –contesté con toda la frialdad posible.

 

Y lo dejé con la mano estirada mientras me iba a mi celda.

 

* * *

 

Llegué contento a mi celda, lo de Giovanni había salido mejor de lo que creía, ya no tendría que preocuparme por Afrodita, y ya vería como solucionar las cosas con mi compañero.

Pero mi sentimiento se pinchó como un globo cuando ví a Milo “empacando”. Juntaba sus pocas cosas apresuradamente.

 

-¿Qué-? Balbuceé sin saber muy bien que decir.

 

Milo no me miró a los ojos, y me habló mientras iba de acá para allá.

 

-Perdón gato, pero me voy, no quiero arruinar tus planes, pero no me voy a arriesgar a que me encuentren con un agujero en la celda, y me metan cinco años mas, cuando me falta tan poco para irme.

 

-Pero Milo, no podés hacerme esto—intenté de nuevo, aunque ya sin esperanza.

 

-Nada de eso gato, lo estuve meditando y esto es lo mejor, yo no te arruino, ni vos a mi, así que me voy con un compañero normal.

 

Su última palabra realmente me dolió. Me senté en la cama, abatido.

Radamanthys llegó unos minutos después.

 

-¿Ya estas listo Escorpio?-preguntó. El aludido asintió.

 

-Entonces anda yendo, mientras le presento a Leo su nuevo compañero.

 

Milo pasó avergonzado junto a mi y sin mirarme me susurró:

 

-Suerte con lo tuyo.

 

Me quedé a solas con el policía que parecía estar disfrutando mucho la situación.

 

-Te conseguí un compañero perfecto para vos, gato-comentó alegremente.

-Lo saque del pabellón psiquiátrico- admitió-Y acordate, si tenes algún problema con él, haceme una nota y deposítamela en el sector de las sugerencias-se burló mientras me señalaba el inodoro.

 

Cerré los ojos con pesar. Conociendo al rubio, había buscado al mas demente de todos los convictos.

 

-Pasá, Caronte-ordenó

 

Abrí los ojos para ver al extraño sujeto que compartiría sus horas conmigo entrar cautelosamente.

Decirle loco no era hacerle honor. Toda su apariencia era extraña y sus ojos, algo desenfocados, recorrían el lugar. Lo miré con vacilación, no sabía si había notado mi presencia.

 

-¡Ah! –aclaró el oficial antes de dejarnos -no mantengas contacto visual...

Notas finales: Sigue al lado...¬¬

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