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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo:

Holaaa. Dia de actualizacion hoy xD

Gracias, gracias por los reviews, gracias a Cybe (idola) a Claire y a xxxHolic.  Y a los demas que lo leyeron.

Seguimos con estos capitulos que en la serie original son dobles, y por esa la historia continua.

 

Afuera había un pequeño caos, Shion daba órdenes a diestra y siniestra y estaba totalmente alterado. Me acerqué hasta él, despacio, dudando.

-¿Señor Shion?

-Radamanthys, caminá conmigo, estoy un poco ocupado.

Lo seguí a paso rápido, ni siquiera me miraba a la cara.

-¿No cree que deberíamos meter a nuestros hombres por las cañerías? En menos de diez minutos…-comencé. Pero el Director me cortó-

-Estarían todos adentro y en treinta tendría que contar los cadáveres de todos los convictos. No Wyvern, no quiero muertes.

Refunfuñé, pero él ya iba dos pasos adelante. Yato se acercó corriendo con un teléfono.

-Sr. Shion, Sr. Shion. Creo que va a querer atender esta llamada. –dijo llegando junto a èl. –Es el Gobernador. –agregó, azorado.

Shion atendió al instante. Yo me quedé junto a él, escuchando, a ver si podía darme cuenta lo que el Gobernador quería.
Sabía que era un tipo duro, y que estaba a favor de la justicia. La verdadera justicia.

-Sí, señor. –decía Shion apesadumbrado.

-Comprendo, comprendo…Pero quedese tranquilo, su hijo está a salvo.

Yato, junto a mí, hizo un gesto muy infantil en su, de por sí, cara de nene. Pero yo me sentía igual. No teníamos idea de cómo estaría el quisquilloso hijo del gobernador.
La enfermería estaba tranquila, pero el guardia del lugar no había respondido a la llamada general.

Cuando cortó Shion me ordenó que averiguara el paradero del doctor D’Virgo. Enseguida me puse a trabajar, el horno no estaba para bollos.

* * *

El gato se veía exhausto, yo lo observaba ridículamente de brazos cruzados.
No sabía por que me había llevado ahí, si ni siquiera me daba nada para hacer.
Cuando terminó de hacer el primer agujero paró. Lo miré expectante.

-Es tu turno Milo-dijo tendiéndome la extraña batidora.

Alcé una ceja. No toqué el artefacto.

-Ah no gato.-protesté-No puedo dañar así a un escorpioncito inocente.

Ahora él me miró incrédulo.

-¿Qué?

-No te hagas el desentendido gatito.- Le reté. ¿Cómo podía no entenderme?- ¿Por qué te decimos gato? Porque sos Leo. De León, un gato.-traté de hacerlo entender.-No le harías daño a un felino, ¿o si?

Aioria me miró, tratando de procesar todo lo que había dicho. Se quedó unos segundos en silencio.

-¿Los escorpiones son tu bichito de la suerte?- me preguntó tranquilo

-Claro, papi.

-Entonces quién mejor que vos para tratar con el- me señaló el dibujo. –Con él acá, nada te va a salir mal.

Medité un segundo sus palabras. Tenían un poco de sentido, después de todo, no era un daño real, ¿verdad?
Agarré la batidora y oí el suspiro de mi amigo. Con fuerza empecé a girar la manija para que el hierro girara haciendo de una especie de agujereadora manual.

-A vos si que se te da bien “engatusar” a la gente, eh gato...-mascullé, era un trabajo de locos, y el calor que hacía en el edificio se multiplicaba por diez en aquel extraño lugar.

…l simplemente rió, pícaro.

* * *

Lejos había quedado Sagitario y sus ganas de defenderme, lejos e inconsciente. Piscis me había arrastrado hasta el sector A y no había podido hacer nada para defenderme. Este tipo tenía mas fuerza de lo que aparentaba, y además había varios presos siguiéndonos. ¿Qué esperanzas me quedaban?
El patio cerrado del pabellón estaba plagado de convictos, habían hecho desastres con el papel higiénico, y había pequeñas fogatitas. ¿Qué demonios planeaban?
Piscis me tironeó hasta que ambos quedamos exhibidos en el bacón. Me mostró como un trofeo, y los demás lo vitorearon.
-Señores, les presento a Jabú-dijo con su extraño acento.-El adorable guardia novato-se burló.

Las risas lo secundaron.

-Y una vez que nuestro querido poli y yo nos hayamos hecho amigos...-continuó el sueco con una expresión demente en sus ojos.
Sabía muy bien lo que planeaba. Tenía miedo, no por nada estaba encerrado ahí.

-Todos van a poder tomar su parte-concluyó y sus compañeros gritaron.

Cerré los ojos con angustia. Pensé en Saori y en Sasha, esperándome en casa. Afrodita me arrastró hasta quien sabe donde. No podía ganar, aún si noqueaba al rubio, cientos de presos estarían allí para evitarme huir.
Como ya dije, no podía ganar. Pero caería peleando.
Como pude me zafé de los blancos y en apariencia delicados dedos de Piscis y corrí por el estrecho pasillo del segundo piso. No llegué muy lejos, puesto que Afrodita me derribó dos celdas más adelante.
Agité mis piernas tratando de darle una patada. Pero ese hombre parecía no sentir dolor. Evitó mis piernas y se sentó sobre mi pecho.

-Eso no se hace caballito-me retó con voz melosa. -No te preocupes, no tengo SIDA-agregó.

Desesperado me escabullí a rastras. Afrodita bufó. Al parecer ya se estaba irritando.
Pude pararme, pero él me tironeó de la camisa y tropecé. Había entrado en una celda, quizás encontraba algo con que herir a ese loco.
Mi precario equilibrio se derrumbó con el segundo tirón, y caí.
En un intento por sostenerme me apoyé en el pequeño inodoro, al menos no me golpearía la cara.
Cuando toda mi fuerza quedó sobre este, cedió y se salió.
¿Todos serían tan frágiles? Pensé estúpidamente. Luego lo ví. Y también Piscis.
Sus ojos claros se abrieron con sorpresa al descubrir el hoyo tras el sanitario que yo había derribado.

-Se están escapando-Susurró, retrocediendo unos pasos. Anonadado.

Luego se giró dispuesto a salir, olvidándose completamente de mí.

-Se están—Alcanzó a decir antes de que alguien mas alto le pusiera la mano en la boca ahogando sus palabras.

Observé con horror como lo aplastaba contra las camas y se llevaba un dedo a la boca.

-Shhhhh-ordenó el imponente Death Mask.

Lo único que me faltaba, el mafioso

* * *

Ya llevaba mi segundo agujero, quería demostrarle a Aioria lo fuerte y resistente que era, aunque aún no entendía demasiado bien de que iba todo.

-¿Cómo sabes el lugar correcto? Pregunté mientras tomaba un minuto de descanso.

-Lo tengo tatuado. Saqué el “lugar correcto” de los planos.-me explicó.

-Ah...-no sabía muy bien que pensar. Los tatuajes del gato me ponían nervioso. Tanta meticulosidad y perfección me hacia sentir muy estúpido.

-Si vos lo decís gato- dije en tono despreocupado.

-Es simple matemática- dijo como si tal cosa- medí la altura por el ancho...

Siguió farfullando fórmulas que no entendí.

-Lo peor que podría pasar es que lo haya calculado mal y perforemos los tubos de gas que tienen que estar por algún lugar del otro lado de esta pared.-concluyó.

-¿Tubos de gas? –repetí con temor- ¿Qué pasa si perforamos un tubo?

-Explotaría y moriríamos carbonizados-dijo como si fuera obvio y poco preocupante.

Tragué saliva ruidosamente.

-¿Pero vos sos bueno en matemática, no?

…l sonrió con gracia. Pero su sonrisa se esfumó cuando un extraño ruido resonó por todo el lugar. La asustada cara de mi amigo fue lo último que ví antes de salir corriendo hacia nuestra celda.

* * *

Escuché un ruido muy fuerte arriba de nuestras cabezas.
Sólo podía significar una cosa. Y una cosa muy mala. Algo o alguien –me recorrió un escalofrío de solo pensarlo- había movido el inodoro.
Milo dejó lo que estaba haciendo y su cara empalideció, dándole un extraño aspecto de fantasma bajo la extraña luz de la lamparita improvisada.
No necesitamos hablar para ponernos de acuerdo.
En menos de veinte segundos ya asomábamos nuestra cabeza por el hoyo.
Y ahí fue cuando el mundo se me vino abajo. Nada de lo que había pasado hasta ahora –mis dos dedos menos, mi ida y vuelta con el compañero de celda, mi fallido traslado- habían sido tan terribles como lo que estaba viendo.
Un jóven guardia, creo que era Jabú, estaba mirándome desde la esquina de mi celda, la sangre le caía de la nariz y de la ceja y en las mejillas tenía moretones violáceos y costras rojas oscuras de más sangre que se le había secado.
No terminaba de salir del hoyo, por lo que Milo me empujó el pie desde atrás.
Estaba quieto, paralizado. No podía creerlo. No podía entenderlo.
Mi cabeza daba vueltas buscando alguna excusa creíble, buscando alguna solución, pero no la había. Estaba arruinado. Esta vez en serio.
Finalmente, haciendo acopio de mucho valor me paré.
La situación era Dantesca o Fellinesca: Death Mask le tapaba la boca a Afrodita y lo miraba con odio irradiando de sus ojos oscuros. El rubio, apresado bajo la gran mano del italiano no tenía cara de susto o de incomodidad, sus ojos brillaban de excitación y alegría. Jabú estaba como ido. Después de la sorpresa inicial sus ojos se habían vuelto a perder en la nada.

-Tenemos un problema. –dijo Death Mask soltando por fin a Afrodita. Este respiró hondo pero no perdió su cara alegre.

Vaya. Chocolate por la noticia.
Milo se revolvía incómodo cerca de mí. Hacía un molesto ruido con la lengua.

-Jabú vió el agujero y ahora hay que matarlo. –dijo Afrodita moviéndose de lado a lado como era su costumbre.

-No vamos a matar a nadie, -contesté. Cada vez me parecía más falsa mi premisa.

-Pero vió el agujero. –replicó Piscis sin dejar de moverse. Me estaba poniendo frenético.

-No vamos a matar a nadie. –seguí yo. Milo detrás mio seguía haciendo ese chasquido de negación, no sé si por lo que decía yo o por lo que decía Afrodita.

-Por favor, no voy a decir nada. –murmuró el policía desde el piso, mirándonos con los ojos vidriosos. –por favor, tengo una hija.

Afrodita se le acercó, aunque no se agachó junto a èl.

-Viste el agujero, vas a tener que morir.

En ese momento Death Mask se movió, fue tan rápido que me costó darme cuenta lo que sucedía.

-Vos también lo viste. –le dijo a Afrodita que lo había levantado desde su lugar y otra vez lo apresaba contra la cama.

No contestó.

-Los policías siguen afuera por que él está dentro. –comentó Milo rompiendo el silencio que se había hecho de pronto al callarse un poco Afrodita.

-Pero vió el agujero –insistió el rubio nuevamente.

-¿Y cuál es tu problema? –le pregunté ahora mirándolo con odio. Èl sonreía.

-Querrás decir nuestro problema, bonito. –me corrigió. –Soy parte del equipo ahora.

Giovanni, Milo, Jabú y yo nos miramos incapaces de desmentirlo.

Me golpeé la frente contra la pared, derrotado.

* * *

Mi gatita se había ido. Cuando todos empezaron a gritar y a correr de acá para allá se asustó y salió corriendo. Pobrecita, debía estar quietita en algún rincón temblando de miedo. Me crucé con varios de los presos que venían desde las oficinas de los guardias mas allá de nuestro pabellón, pero yo iba hacía el otro lado. Tratando de alejarme un poco de la locura y tratando de encontrar a mi Shunrei.
En el medio del camino ví a alguien tirado en el piso. Reconocí a Aioros Sagitario, desmayado y con un pequeño charco de sangre junto a su cabeza.
Me asusté, ojalá no le hubiera pasado nada. Su hermano me caía muy bien.
Fui hacia él despacio, un par de presos pasaron nuevamente corriendo junto a mí y lo saltaron. Uno casi le pisa la mano que tenía estirada.
Cerré los ojos por la tristeza que me ocasionaba ver como la humanidad caía tan bajo. Era realmente desalentador.
Me agaché y giré no sin esfuerzo al jóven Aioros. Efectivamente tenía algunos golpes en la cara y un corte en la cabeza. Sus rizos castaños se habían apelmazado junto al lugar donde le salía sangre.
Lo moví con suavidad, tratando de que despierte.
Al cabo de unos segundos abrió los ojos, sobresaltado.

-Tranquilo, tranquilo Aioros. Soy Dohko. –le dije en voz baja, para que se calmara.

Sus ojos verdes se enfocaron en mí y se relajó. En seguida se puso de pié. Casi se va al piso de nuevo, porque al parecer se había mareado, pero no dijo nada.
Griegos. Pensé.

-¿Sabés donde está Leo? –me preguntó de pronto. La sangre le caía muy despacio pero le iba cubriendo la cara.
La verdad es que no lo había visto, pero eso no quería decir nada, mi celda estaba abajo, y la suya en el piso de arriba.

-Primero deberías verte esa herida. –le dije calmado sintiéndome de pronto un enfermero presto a ayudar.

-No pasa nada, -contestó moviendo la cabeza, -necesito ver a Leo.

* * *

-¿Queres saber donde está Leo? –le pregunté. Era mi día de suerte.

Mi ex jefe Icelos me había llamado la tarde anterior y me había ordenado matar a Aioros Sagitario.
No podía encontrar una mejor oportunidad que esta. Le diría que sabía donde estaba su querido hermano, lo llevaría a algún lugar propicio y acabaría con él.
La gente preocupada es muy fácil de manipular.

-Morfeo, -me dijo la víctima con los ojos extremadamente abiertos. –si, por favor.

Dohko que estaba ahí puso cara de preocupación, pero no dijo nada. Mas le valía, estúpido viejo.

-Vení, yo lo ví hace un rato. Está en el otro pabellón.

Y corrí en dirección a la puerta abierta. Y Aioros me siguió.


* * *

El pabellón era un caos. Afrodita había logrado un motín tal que estaba seguro que la milicia no tardaría en entrar y matarnos a todos. Deseé que Shion fuera un hombre más piadoso de lo que era yo.
Miré a mí alrededor. Aioria tenia la mirada perdida, como pudiendo ver las cosas mas allá, el futuro de sus decisiones. Milo se tironeaba un mechón de pelo, y lo enroscaba en su dedo una y otra vez. Era mucho más emocional que el gato y su estado de nerviosismo y preocupación lo delataban. El policía novato miraba al piso y de vez en cuando susurraba cosas. Probablemente estuviera rezando, y Afrodita era su razón, ya que el sueco lo miraba con sus ojos increíblemente claros brillantes de excitación y locura.
Suspiré audiblemente. Cuatro pares de ojos se posaron en mí.

-¿Y bien gato? –aproveche para preguntar ahora que tenia su atención- ¿Que hacemos?
El griego entrecerró los ojos, como si tomar esa decisión le produciera dolor.

-Creo que no hay que pensarlo mucho, ¿eh, chicos?-hablo en su lugar Afrodita.-Matamos al lindo Jabu, y plan resuelto.
No le llevé el apunte. Aioria no dijo nada.

-Creo que ahora lo más importante es terminar con el trabajo que empezamos- dijo segundos después, con voz trémula.
Milo asintió.

-Yo creo que lo primero que hay que hacer es matar al poli…-volvió a decir Afrodita, pero no lo dejé terminar.
Antes de que pudiera decir otra palabra ya lo tenía tomado del cuello y a centímetros del balcón. El se dejaba llevar, como si fuera un muñeco de trapo.

-Dejá de meterte-le susurré al oído y notar su estremecimiento involuntario me hizo sentir poderoso.-Esto no es asunto tuyo.
El sonrió pícaro. Aun seguíamos casi pegados.

-Death Mask-me respondió, también en susurros- Si querías tener algo conmigo, solo tenías que pedírmelo.
Le puse la mirada mas fría que tenía, esa que hacía que mis enemigos se orinaran encima. A él solo pareció excitarlo.
No se como había salido ese tema pero lo cambié abruptamente.

-Si él tiene que morir- señale a Jabu con la cabeza- vos también. ¿No te parece?
Soltó una carcajada cristalina.

-Apuñalame Giovanni, apuñalame y tirame por este balcón- ahora su voz se volvió fria como el hielo-vamos a ver cuantas veces puedo gritar sobre tu pequeño agujero antes de morir desangrado.
Solté un poco el agarre, sabia que no mentia en absoluto, pero el odio me impedia soltarlo del todo.
El continuó:
-Antes de que una sola gota de mi sangre toque el piso, todo el pabellón se va a enterar. Lo miré con odio. Había perdido este round.
Finalmente lo dejé libre. El sonrió con su victoria.
El gato, que había estado pendiente de todos nuestros movimientos bajo los hombros derrotado.

* * *

No hay nada peor que hacer zapping horas y horas y no encontrar nada para ver.
Bueno, en realidad si. Y más teniendo en cuenta todo lo que paso últimamente. Pero bueno, debe estar entre las cosas más fastidiosas.
Pasaba canal tras canal aburrido, mientras escuchaba como mamá y Shura discutían arriba. Se iban a alguna estúpida fiesta de los estúpidos amigos de él. Mamá me había pedido que los acompañara, pero no tenía nada que hacer en un lugar como ese. Todos con sus narices paradas y sus discusiones filosóficas.
Seguí castigando el control remoto hasta que vi algo que me hizo volver los dos canales que había pasado en mi frenético intento de encontrar algo decente para ver.
“Tensión en la prisión estatal Sunion” rezaba el noticiero.
Me sentí como dentro de una película, esos momentos bizarramente obvios en que el protagonista se entera por la televisión o por la radio -que escuchó de casualidad- de un accidente terrible o de una invasión alienígena.
Pero la realidad tristemente superaba a la ficción. Decía que se había producido un motín y que estaba por intervenir directamente la guardia nacional.
Subí el volumen, ansioso. Quizás mostraban a los presos. Quizás decían cuantos heridos había y quizás, -el canal era uno de los mas morbosos- leían una lista de víctimas.
Un sudor frío me recorrió al pensar esto. Aunque fuera a morir pronto tampoco era justo que lo asesinaran a sangre fría o lo ahogaran contra el piso en un intento de huir de gases lacrimógenos.
Shura y mamá bajaron la escalera, ella estaba muy hermosa, con un vestido plateado y azul sencillo. …l ni me fije.

-¿Pero como es que todavía esta así vestido este niño? –preguntó él con su acento ibérico.

Mi mamá le susurró algo que no escuche ya que estaba totalmente compenetrado en la noticia.

-“Hasta ahora no se sabe la cantidad de heridos pero ya se escuchan los helicópteros del gobernador de Athenas y su séquito” –informaba el notero.

Marin se acercó y miró la tele. Se puso pálida por un segundo, lo pude notar, y después, me dijo que apagara.

-Te das cuenta que es la cárcel donde esta papa, ¿no? –le pregunté, totalmente indignado.

-No hay nada que puedas hacer por él, cariño. –me contestó con fingida dulzura.

Era increíble, mi propia madre me estaba diciendo que me olvidara de que mi padre podría estar muerto.

-¡Vamos Seiya, apurate a cambiarte! –me ordenó Shura desde la escalera, moviendo el pie de un lugar a otro, en el clásico gesto de alguien que esta apurado, o que no dice lo que en realidad piensa.

-Shura no te metas, Seiya no viene a la reunión. –lo retó mi mamá.

Me alegré, por lo menos en esto se ponía de mi lado, con suavidad me agarró del brazo.
En sus ojos marrones se leía la pena que le causaba toda esa situación.

-No me hagas una escena, por favor. –imploró. –este tema lo pone muy incomodo.

Señaló a su marido que seguía al pie de la escalera, molesto.
Fué la gota que rebasó el vaso.

-Ah, bueno, solo hablábamos de mi padre y su vida. –me paré para ir a su encuentro con rabia.
–Si eso no te molesta mucho. –le dije al final.

Se ruborizó violentamente, presa de la vergüenza y la ira.

-Manteneme afuera de esto. –dijo con voz dura.

Mamá llegó hasta nosotros y nos miró con los ojos abiertos por la sorpresa. No sabía que decir, y eso me dolió.

-Ya lo hago, no te preocupes, ya lo hago. ¿Sabes porqué te dejo afuera? Por que mi vida y la de mi papá no tienen nada que ver con la tuya. No tenemos nada en común.

Era cierto, no podía encontrar nadie menos parecido a mi padre que él.
La miró a mi mamá que se había quedado helada al escucharme:

-¿Ves? Esta es la clase de porquería que tengo que soportar.

Abrí la boca de pura sorpresa. ¿Así que él era el que debía soportar cosas? ¿…l se creía que su vida era difícil?

-Oh, por favor. –exclamé –por todos los dioses, no tenés ni idea lo que es sufrir, vos, con tu estúpido club de esgrimistas snob, no sabes lo que es—pero me quebré, con lágrimas en los ojos, me quede callado.

No quería llorar delante suyo.
Mi mamá me abrazo, con dureza. Un poco para consolarme, un poco para que me calle.
Pero me solté, en un movimiento brusco.

-Dejame en paz. –le grité.

-¡Cuidado con los modales, niño! –me retó también gritando Shura.

No, esto era demasiado.
Le propiné un empujón en su bien formado pecho, y él también me topeteó.

-No podrías soportar un día en la cárcel, no tenés ni la mitad del coraje que tiene él. Sos patético –le escupí, con asco.

Me pegó una cachetada que me tiró al piso. Clásico. Pero enseguida me levanté.
Mi mamá grito, sus rizos colorados se movían con violencia.
-¡Andá a tu cuarto, Seiya! –me ordenó señalando con el brazo estirado las escaleras.
-Subí a tu cuarto. –repitió, fuera de sí.

Los miré a ambos, mientras sentía que el corazón se me salía del pecho.

-¿Esta es la clase de hombre que amas? –le pregunté
.
Ella no dijo nada, él hizo un gesto amagando a responder, pero no lo hizo.

-¿Cómo pudiste fijarte en papá y después en él? –finalicé.

Y me fuí a mi cuarto sintiendo el piso frío en mis pies descalzos. Temblé levemente, pero no estaba seguro que fuera por eso.


* * *

Las cosas se desmadraban, cada vez más a nuestro alrededor. Simplemente no sabía que hacer. Solo quería quedarme sentado y que de algún lugar del cosmos viniera la solución. Pero solo vino una complicación. Se hizo un silencio en nuestra atestada celda y alguien abajo anunció:

-¡Miren! ¡Miren! ¡Jamian esta por atacar al Dr!

Milo me miró, no se porque, pero sus ojos celestes se clavaron en mi de forma instantánea. ¿Acaso sabía algo que yo no?

Salí de mi prisión sin importarme nada, ni el agujero, ni Jabú, ni Gino, ni Afrodita.
Ahora solo me importaba Shaka. Bajé las escaleras de dos en dos hasta el salón de vigilancia de los guardias. Ahí estaba. Varios presos supuestamente enfermos lo amenazaban con pedazos de vidrio cortados, matafuegos e incluso uno con la muleta que tenía. Shaka estaba encerrado en un consultorio con el semblante completamente relajado. Su pelo le caía desparejo sobre los hombros, como si hubiera forcejeado con alguien.
En verdad, un convicto llamado Jamian estaba por romper la puerta e iba directo hacia él. A saber las cosas que le haría.
Sabía que Shaka podría defenderse, ¿pero y si ese dejaba entrar a otro, y a otro?
El corazón me latió con fuerza en el pecho. No, Shaka era de vital importancia para mi plan de escape. Shaka ya se había tragado mi cuento de la insulina. No podía pasarle nada y tener que empezar de nuevo con otro.
No quería a otro. Todo era parte del plan, me trate de convencer.
Volví a la celda en donde nada había cambiado. Y todos me miraron con sorpresa cuando saqué el inodoro y empecé a meterme por él.

-¿A dónde vas gato? ¿Seguimos con el escorpión?-me preguntó Milo haciendo un ademán de seguirme.

Lo miré con medio cuerpo dentro de las cañerías.

-Si y no- respondí, siempre misterioso.

Milo resoplo.

-Vos vas a continuar el trabajo, yo tengo otras cosas de las cuales debo ocuparme.

Al terminar de decir esto alguien emitió un gemido de angustia. Había sido Jabu. Sabía que mientras estuviéramos yo o mi amigo nada iba a pasarle.
Antes de desaparecer en la oscuridad miré a Afrodita y luego a Death Mask.

-Nadie toca al guardia ¿está claro?- dije con la voz mas firme que tenía. Todavía era el líder de la misión y todos sabían que de mí dependía todo nuestro éxito. Al menos por ahora seguirían mis ordenes. –Nadie.

Una vez adentro me largué a correr por los túneles camino a la enfermería.

* * *

Kanon se removía incómodo en su asiento de turista.
Sabía que le daba mucho miedo volar, pero el mismo había insistido en que tomemos el avión. Si bien la penitenciaria Sunion, e incluso Rodorio pertenecían a Athenas, el centro de la ciudad estaba a varias horas en auto. Horas que no teníamos.
Por fin me sentía el mayor al ver el nerviosismo en los ojos de mi hermano.
Desde que había decidido ayudarme con el caso, no había tenido un momento de vacilación o inseguridad. Había averiguado muchas cosas importantes a las que yo nunca hubiera podido ni acercarme. Era un abogado magnífico y se había tomado el tema de salvar a Aioros de forma muy personal.

Cuando el avión se elevó al cielo mi hermano se puso pálido.

-Tranquilo Kan-le dije con voz serena.- Es un viaje corto, cuando te quieras acordar vamos a estar aterrizando.

Al escuchar mi última palabra Kanon se asustó aun más y empezó a hiperventilar.

-¡Kanon basta o te vas a marear!-ya que la tranquilidad no había funcionado, levanté mi voz y le dí una orden clara, como a una persona en shock.

Pareció funcionar. Le acaricié la mano para demostrarle mi cariño y el apoyó su cabeza en mi hombro. Me tensé un poco por la sorpresa. Si bien de chicos habíamos sido muy unidos, hacía muchos años que no pasábamos tanto tiempo juntos y aun no teníamos la suficiente confianza.
Me alegré que mi gemelo hubiera dejado todo atrás y no se hubiera contenido. Sentir el peso de su cabeza en el hombro me dió una cálida sensación de paz interior.

-¿Quién crees que pudo haber llamado desde Athenas?-dije para distraer a Kanon.

-¿Quién crees vos?-me respondió mi hermano con picardía, sin cambiar de posición.

-¿Estas hablando de Athena?-mi voz sonó preocupada. -¿Crees que ella preparó todo esto? ¿Mandó a matar a su hermana e inculpó a Aioros?

-No, supongo que podría ser cualquiera- aunque era obvio que no pensaba así.

No dije nada más. Las sospechas de Kanon me habían alterado, si realmente la vice presidenta estaba atrás de todo esto, las cosas iban a empeorar antes de mejorar.
Suspiré despacio y noté que mi hermano se había dormido. Aproveché para tomarle mejor la mano e intentar tranquilizarme. Kanon me la apretó también.
Notas finales:

Ojala les haya gustado. Muchos problemas para todos y ademàs...¡Kanon tenìa miedo a volar xDDD!

Gracias por leer!

Besitos


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