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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo:

 

Hola a todos!! Aca estamos de vuelta con el gatito y su pandilla. Perdon por no contestar los rr del capitulo anterior, la verdad es que queriamos subir el capi y nos teniamos que ir a estudiar, asi que quedaron sin respuesta, pero nos alegran muchisimo, muchisimo! Estos ultimos los hicimos antes de subir el nuevo capi asi que quedaron bien.

Gracias! 

Parecía que salía de un problema y me metía en otro. Después de la molesta visita de los gemelos esos que se creían dioses, lo que me faltaba, un motín.
No podía entender como se había desbaratado tanto la situación. Muy pocas veces había habido un desastre de tanta magnitud. Y cuando el helicóptero empezó a hacerse oír sobre nuestras cabezas supe que los problemas no hacían más que empezar.
El gobernador D’Virgo estaría acá en menos de diez minutos dando sus órdenes de justicia ciega.
Me apresuré a ordenarle a Yato y a un par más que cortaran el agua.
Radamanthys, que estaba cerca, frunció tanto el ceño que parecía que solo tenía una ceja rubia. Sabía que no era la manera en que él hubiera hecho las cosas. Pero no me importaba, era el protocolo y lo seguiríamos.
Nadie iba a morir hoy mientras pudiera evitarlo. Pensé en mi chino, en casa, siempre con miedo de que sucediera algo como esto. Pero nada iba a pasar.

Un par de helicópteros sobrevolaban Sunion.
Ya que el gato había ordenado no tocar al guardia, me salí de la pequeña celda y me fuí hacia la ventana. ¿Confiaba en Afrodita? La verdad es que no, pero supe que por la cara de frustración que puso que no iba a hacer nada con el pobre Jabú.
No por ahora al menos.
Con un gesto de la mano, llamé a uno de mis chicos que corría en el piso de abajo de acá para allá, tirando papeles y haciendo fogatitas. Si que eran estúpidos, eh.
Con el calor que hacia prendiendo fuego. Me mordí los labios con fastidio.
Subió y me sonrió con alegría desbocada. Estaba muy loquito con todo esto del motín.

-¿Qué pasa, Jefe? –me preguntó sin perder la sonrisa.

-Quiero que te acerques a la ventana y les digas a los guardias lo que yo te diga.

Dante asintió, sintiéndose un pequeño héroe.

-¡Vamos a negociar! –le ordené. El repitió.

Desde abajo se escuchó la potente voz de Shion. Con que nos habían dado con el líder. Sonreí un poco.

-¿Qué quieren?

Medité un rato, quería varias cosas, pero por ahora, que encendieran de nuevo el aire acondicionado. Se lo hice saber.
Shion no contestó.

-¡Tenemos un guardia de rehén! –aulló Dante con la voz cargada de victoria.

El Director tampoco contestó, pero ví que le hablaba algo a Radamanthys, seguro quería saber quien era. Se bajó el megáfono de la cara. No iba a seguir hablando. Yo tampoco. Las negociaciones habían sido breves.
Dante seguía mirando a través de los barrotes.

-Jefe, ¿por qué no habló usted con ellos? –me dijo después de un rato dándose vuelta para mirarme.
-Por que no quiero que me disparen. –y me encogí de hombros.

* * *

Morfeo me llevó por un montón de pasadizos que ni sabía que existían.
Tantos años ahí adentro y nunca había pasado por ahí. Quizás se debía a que había pasado el 90% del tiempo encerrado en mi pequeña celda esperando la muerte.
Pero ahora no era el momento de pensar en eso, ahora lo único que importaba era Aioria, que él estuviera bien.
Llegamos a un lugar que parecía que quedaba cerca de alguna caldera, ya que había humos en el ambiente, que le daban a la habitación una extraña sensación de bosque de película de terror.
Caminamos de un lado para otro y en un momento el humo se me vino a la cara, los ojos me ardieron un poco pero no me importó. Traté de enfocarme en Morfeo, pero no lo vi delante mío. ¿Se me había perdido? ¿Cómo no lo había visto irse?
El pecho se me llenó con una sensación de angustia, no tenía idea de donde estaba y tampoco sabía dónde estaba mi hermano.
Pero lo que sentí en ese momento me cortó todo pensamiento. Un alambre, en el cuello. Me estaban ahorcando. Con dolor me dí cuenta que Morfeo me estaba tratando de matar. No era que sabía donde estaba Aioria, solo quería quedarse en algún lugar solo conmigo. Para acabar con mi vida. ¿Por qué? ¿Quién estaba detrás de todo esto? ¿Quién?

* * *

El gato se había ido, otra vez. Yo sabía que tenía que ver con que su doctorcito estaba en problemas. A un bicho romántico como yo no se lo engaña tan fácilmente.
El gato estaba muy embobado por su médico rubio, aunque lo ocultara bajo su cara de indiferencia Aioria marca registrada. Sonreí para mis adentros.
Pero un ruido muy característico me sacó de mis pensamientos. Afrodita le estaba desabrochando el cinturón al pobre oficial. La visión me produjo nauseas, Jabú, que seguía en su posición junto al inodoro, con la sangre seca marcándole la asustada cara, y el rubio en cuclillas frente a él, con sus largos brazos estirados hacia su entrepierna.

-¿Qué haces, pervertido? –le pregunté con rabia.

Me miró con sus ojos celestes claros, sorprendido de mi reto.

-Solo quería sacarle el cinturón para que este mas cómodo. –me dijo con voz burlona, aún agachado en el piso.

Lo miré con enojo.

-¿No escuchaste al gato? Nadie toca al guardia.

Finalmente se paró, estirándose todo lo alto que era.

-Esta bien rubito, tranquilo. Lo que dice el gato es palabra santa. ¿Acaso no es él el dueño del plan?

Me dí cuenta que lo hizo a propósito, para que, si las cosas llegaran a fallar, la culpa recayera sobre Aioria. Pero Jabú se había dado cuenta.
-No voy a decir nada. –murmuró.

Ninguno le contestó. Afrodita seguía de pie delante de mí.
Mi reloj sonó, había pasado una hora desde que habíamos salido por primera vez del hoyo y nos habíamos encontrado con todo esto.
No podía perder más tiempo, hacía una hora también habíamos dejado de agujerear la pared. ¿Confiaba en Piscis como para dejarlo sólo con el guardia? La respuesta era no, pero era necesario hacerlo. A fin de cuentas me había hecho caso.

-Ahora me voy, pero no lo toques. Acordate que estas en mi casa. –le dije con voz dura, mirándolo fijamente.

Puso carita de inocente y sus rasgos me parecieron realmente bellos. En verdad que era un demonio en el cuerpo de un ángel.

-No te preocupes, Milito –me dijo. –Soy parte del equipo ahora.

* * *

Caminé rápido por las bien conocidas cañerías. Era sumamente fácil llegar a la enfermería sin el miedo de que alguien estuviera por hacer el conteo.
Igual me apuré, Shaka podría estar en peligro grave. No tenía idea de por qué en el video lo había visto con una cara tan relajada, estando a punto de encontrarse con varios presos enfurecidos.
Seguro tenia que ver con su educación hindú. Me ruboricé al notar que interesante me parecía ese hombre.
Llegué a donde me parecía debía estar Shaka. Los gritos que hacían los enfermos me mostraban el lugar, y además me asustaban.
Levanté el panel del techo y lo ví. Estaba sentado en el piso con las piernas cruzadas, su expresión de paz no concordaba con la situación.
Miré hacia la puerta y las ventanas. Una estaba rota y uno de los presos trataba de agrandar el hueco del vidrio con un matafuegos. Otro, desde el costado, con una barra de hierro también golpeaba la puerta con violencia.

-Vamos enfermero, vamos a jugar. –le gritaban con lascivia.

El parecía no darse cuenta.
Le chisté desde el techo, levantó la cabeza y me miró con sorpresa. Sus mejillas se colorearon brevemente. Se paró en la mesa y agarrando mi brazo subió junto a mí.
Pronto estuvimos los dos en el cielorraso.

-Hey, gracias –susurró.

Yo también le susurré un de nada, y un hola. Nos miramos, pero no era el momento de hablar. Los presos se habían dado cuenta que Shaka se había escabullido por el techo, así que enseguida se pusieron a golpear las planchas de aglomerado para tratar de levantarlas.
Ahora sí Shaka pareció asustarse. Algo me dijo en la cabeza que era por mí, pero no me lo quise creer. Caminamos medio agachados por adentro tratando de escapar, pero fué muy lento. De golpe apareció una cabeza, le dí una patada y sentí el ruido del golpe contra el piso. No podíamos seguir por ahí arriba.
Bajamos por una escalera de emergencias y nos quedamos en la habitación administrativa pensando cual sería el mejor movimiento.

* * *

Me estaba fastidiando que todos me trataran como un paria. ¿Qué les hacia pensar que tenían derecho a mandonearme? Estaban acá dentro tanto como yo.
Y además, tenían un hoyo en su pared.
Ahora que estaba solo era mi momento de actuar. No tocaría al guardia, le había dado mi palabra al italiano. Un escalofrío me recorrió la espalda al pensar en él. Era demasiado grande, demasiado sexy. Pero debía pensar en otra cosa.
Jabú se acomodó un poco en el piso y profirió un gemido bajo, cargado de dolor. Podría divertirme un rato con él. Aunque Milo no me había dejado sacarle el cinturón por lo menos tenía acceso a la billetera que se le había caído cuando lo zamarreé en primer lugar.
Era de un bonito cuero. La abrí, no había plata, pero si muchas tarjetas de personas y hasta algunas de supermercados. Lo que me llamó la atención fue una foto de una niña rubia en un vestido rojo. Era muy bonita.

-Huy, huy, huy, ¿Quién es esta diosa?

La cara de Jabú se puso pálida. No me dijo nada, pero no necesite más.

-¿Así que esta es la pequeña Unicornio?

Al parecer se sorprendió de que supiera su apellido. Pero por favor, ¿no conocía a Afrodita?

-Que hermosa, ese parece un vestido de egresados...

-Dejá eso. –me murmuró, pero en su voz no había ni pizca de orden, estaba perdido y lo sabía.

Jugueteé con la foto un rato más, moviéndola de acá para allá y agarrándola con la boca.

-Cuando salga de acá me voy a divertir mucho con tu niña, la voy a ir a buscar a su casa –y le dije el nombre la calle que tenia escrito en su cédula.

-Bueno, por lo menos hiciste algo bien.

Me dí vuelta sin necesidad al escuchar esa voz. Sabía que era Giovanni.

-Recordá el nombre de esa calle, es nuestro seguro. –me dijo en voz baja, pero lo suficientemente alta como para que lo escuchara Jabú.

-No voy a decir nada, -repitió este por enésima vez.

-Eso no lo sabemos, y es mejor asegurarnos. –me acerqué hasta el y le dí una cachetada. Quería impresionar a Death Mask, demostrarle que era rudo como él.
Pero surtió el efecto contrario. Nuevamente me levantó del suelo como si pesara cinco kilos.

-Al darme cuenta que sos un ser mas primitivo que yo –me dijo suavemente, tratándome de idiota. –me voy a quedar acá vigilándote.

-Gracias. –susurró Jabú.

El italiano lo miró y le sonrió con petulancia.
Por lo menos seguía bajo sus manos. Me relajé saboreando el momento.

* * *

Seguí el ruido que hacían al moverse. Estaban en el piso de arriba de donde yo estaba, la zona de las calderas. Me alejé de ellas y subí rápidamente.
No me fue nada difícil encontrarlos, podría haber descrito la escena sin necesidad de verla.
Por ese mismo motivo me apuré, Morfeo estaba prácticamente encima de Aioros con sus piernas enredándose en la cintura de este y haciendo muchísima fuerza con sus brazos al tratar de ahorcarlo.
El pobre Sagitario se debatía como podía, pero estaba en una posición muy incómoda. El humo se los llevaba y los traía de vuelta en la frenética danza mortal que estaban llevando a cabo. Era momento de actuar. Miré para todos lados evaluando el terreno. Una cañería un poco oxidada, suficiente para mí. Hice la fuerza en el lugar correcto y rápidamente me quedé con el largo caño en la mano.
Aioros estaba tosiendo sangre, el alambre le estaba hiriendo la garganta, por dentro y por fuera, y Morfeo parecía pegado a su espalda.
Espere el momento y le dí un fuerte golpe en la cabeza. La presión que estaba ejerciendo disminuyó enseguida.
Y también la fuerza de sus piernas. Aioros se lo sacudió como pudo esperando que cayera, pero ambos nos quedamos atónitos cuando Morfeo se desprendió y después de un rebote, cayó por el balcón hacia el piso de abajo.

-¡No! –gritamos Aioros y yo al mismo tiempo. Pero él se puso a toser nuevamente.

También cayó al suelo en cuatro patas y se puso a jadear.

Me acerqué a él suavemente tirando el caño que produjo un ruido molesto.
Esperé a que pudiera volver a respirar normalmente para preguntarle como estaba.
Al rato bajamos, cabizbajos, sin saber muy bien que decir.
El cuerpo sin vida de Morfeo nos miraba acusador. La excusa de defensa propia no nos parecía convencer, y ambos estábamos callados y con la mirada perdida.
Me quedé pensando en lo que había hecho, hasta que Sagitario me sacó de mis pensamientos cuando se agachó junto al cuerpo, y agarrándolo por los hombros le gritó:

-¿Quién te mando? ¿Quién te mando a matarme?

Le puse una mano en el hombro y ambos nos volvimos al pabellón.

* * *

No podía hacer otra cosa más que seguir escarbando con mi agujereadora eléctrica.
El gato no estaba, afuera era un caos, nuestra celda era un desastre y la pared seguía entera.
Me sobresalte al oír un ruido detrás mío. Death Mask se había colado por el hoyo y miraba todo con sus ojos borgoñas. Al parecer su curiosidad lo había sobrepasado y había abandonado la celda, a Afrodita y a Jabú. Muy irresponsable de su parte.
Pero no era asunto mío y no quería discutir con un mafioso.

-¿Qué estas haciendo? –preguntó maravillado. Otro que no entendía las matemáticas.

Sonreí con superioridad.

-Es una Ley del Junco que me explicó el gato. –dije, autosuficiente.

El italiano se quedó serio, prestándome atención, me sentí muy poderoso.

-¿Y cómo funciona? –interrogó, apoyando una mano sobre la pared.

-Bueno, si se hacen los agujeros correctos en los lugares especiales. –Le marqué los puntos en el escorpión. –la pared pierde fuerza y podemos pasar.

Me miró arrobado.

-Es maravilloso. –murmuró.

Yo asentí.

-Quiero hacer un poco. –dijo de pronto.

Dudé, no estaba seguro si dejarle nuestra única arma, en todos los sentidos, a Death Mask, pero no tenía muchas chances contra él. Traté de escaparme por la tangente:

-Pero mira que si te equivocás, podemos perforar la tubería del gas y explotaríamos, y moriríamos carbonizados. –cité al gato.

…l no pareció asustarse.

-Dame, quiero hacer un poco. –insistió.

Lo dejé, al fin y al cabo era un trabajo muy cansador para uno solo.
Al cabo de varios minutos, traspaso de mano de obra y unos fuertes golpes, la pared, increíblemente, cedió.
Giovanni y yo nos abrazamos con júbilo, gritando y festejando.
Una corriente de aire entró por el agujero que habíamos abierto, dándonos el fresco aroma de la libertad.

-¡Lo hicimos, lo hicimos! –gritaba con alegría.

Death Mask reía, era muy bonito verlo, me uní a su risa, pero ambos nos callamos cuando oímos el inconfundible ruido de disparos afuera.

* * *

-¡Gobernador, va a convertir esto en una masacre! –le reproché, con respeto, pero también con enojo.

Me miró, pero con los ojos tan entrecerrados que parecía ciego.

-Shion, lo único que le pedí era que me hijo estuviera a salvo, y resulta que ni eso me pudo asegurar.

Ví como Radamanthys abría sus ojos ámbar, sorprendido por la sorpresa del trato que me estaba propinando Asmita. Me sentí agradecido por su gesto. Recordaría comentárselo en un momento mas tranquilo.

-Capitan Wyvern, -llamó el Gobernador.

Este se acercó con cautela, sacándose la gorra de policía.

-Digale a sus hombres que entren, las balas de goma primero para aplacarlos un poco. Los francotiradores ya están apostados por si las cosas se salen de control.

Radamanthys me miró, le asentí con la cabeza. Estaba totalmente en desacuerdo con la acción pero no quería ponerlo en contra de Asmita a él también.
Se fué hablando por el radio.
Mis agentes y los grupos comandos que bajaban del helicóptero se fundieron en un mar azul y verde preparándose para ingresar a mi prisión y acabar con el motín a cualquier precio. Maldito sea el que comenzó esto.

* * *

Aioria se estaba portando como un caballero en su brillante armadura, y la verdad, me molestaba. No era una damisela en apuros. No tenía que darme la mano para bajar del techo, ni tenía que ayudarme a pasar entre las viejas ventanas rotas de la habitación donde estábamos. No se porqué lo hacía, y me molestaba.
Sus manos sudadas se unían a las mías como si tuvieran algún tipo de pegamento y su mirada preocupada me atravesaba como si tuviera rayos X. Ya me estaba poniendo nervioso, mas de lo que había estado hoy durante el ataque de los presos.
Caminamos un rato más, oyendo disparos y gritos afuera. Estábamos cerca, pero era el momento mas importante, era el momento en que nos separábamos y yo debía fingir que me había escabullido solo. Con suerte nadie creíble podía decir lo que había visto en la enfermería. Ni siquiera yo.

-¿Cómo llegaste hasta ahí? –le pregunte de improviso, tironeándole la mano con la que me sujetaba como a un niñito.

Se dió vuelta, estaba todo transpirado y los bucles castaños se le pegaban a la frente dándole un aspecto encantador. Me hubiera gustado ahí mismo subirme encima suyo, que ambos cayéramos sobre alguna de las mesas que se nos interponían en el paso y besarlo salvajemente. Pero no era el momento y tampoco sabía si eso era lo que el quería. ¿O no?
Se quedó pensativo, mientras sus ojos verdes miraban de un lado a otro, pensando una respuesta creíble.
Esta mintiendo, pensé con sabiduría profesional. Pero no dije nada, a ver que decía.
-Mi primer trabajo en la IP fue limpiar las tuberías de la calefacción. Se junta mucho moho ahí arriba, por la humedad del calor. –contestó como si fuera lo mas normal del mundo.

No supe que pensar, no podía haberse inventado eso en tan poco tiempo.
Asentí. …l sonrió.
Llegamos juntos hasta una puerta, la que conectaba el edificio con el patio, estaba a diez pasos de quedarme tranquilo un largo rato y pensar en todo lo que había pasado.
Pero lo que ví me dejó helado. Sobre la frente perlada de Aioria estaba el inconfundible punto rojo de las mirillas de las armas. Francotiradores. Querían matarlo.
Sentimos unos gritos que venían desde adentro, al parecer algunos presos habían llegado hasta el mismo lugar que nosotros, no podíamos ponernos a pelear en ese momento. Aioria también se dió cuenta.

-Te están apuntando –le señalé con un gesto de los ojos, imaginando que el que estaba haciendo eso nos veía a ambos.

Se tensó por un momento, pero después se relajó.

-Levantá las manos y salí por la puerta tranquilo. –me dijo.

-Pero te van a matar. –me sentí un nene caprichoso.

-Andá, no hay problema.

Y me puso las manos en la cintura para darme vuelta. El calor que me produjo este simple contacto me recorrió entero, pero antes de voltear la cabeza ví el punto en su frente, temblé, pensando lo peor y le hice caso.
Cuando había dado tres pasos fuera de la puerta, escuché varios cuerpos caer al piso.
No podía hacer nada por él, cualquiera de mis acciones lo perjudicarían, así que caminando lentamente me acerqué a mi padre que me esperaba con los brazos abiertos.
Cuando estuve al abrigo de su pecho, me puse a llorar descontroladamente.

* * *

Estábamos en un oscuro estacionamiento de Athenas, no se porqué habíamos ido allí, pero luego de bajar del avión, Kanon había retomado el control de la situación y ya había hecho algunas llamadas. Una de ellas nos había llevado hasta ese lugar.
Llevábamos no más de media hora cuando apareció una impresionante camioneta.
Me tensé un momento, y mi hermano lo notó. Me puso una mano en el hombro.

-Tranquilo Saga-trato de que me relajara- ese es mi informante.

-¿Estamos seguros que es de confianza?-le pregunté con temor, últimamente estaba muy paranoico.

-Relax bro, es un viejo amigo.

Hice una mueca y respiré hondo. Ojalá todo saliera bien.

La camioneta por fin llego hasta nosotros y dentro de ella un joven nos miró sonriente.
-Hola Kani- se burló. Este le envió una mirada de reproche.

-Hola Baian, este es Saga, mi hermano.- Me presentó Kanon, y yo le sonreí forzadamente.

-Wow, si que son iguales-comentó alegre- Sorrento tenía razón...

A la mención de su ex fue mi gemelo el que se tensó. Para hacerle un favor cambié el tema:

-Baian, te agradezco lo del llamado.

Supe que algo no iba bien cuando Baian frunció el seño.

-Ah, respecto a eso, acá tienen-nos extendió un papelito con un número rápidamente anotado y debajo de este, una dirección.

Mi hermano y yo lo miramos atentamente.

-Fué muy difícil conseguir el teléfono del cual se hizo la llamada.-No entendía porque se disculpaba, hasta que dijo:

-Lo siento, es un teléfono público.

Kanon cerró los ojos con decepción. Luego miró a su amigo.

-Esta bien Bi- gracias por tu esfuerzo. El chico sonrió.

-De nada Kani, fue un placer ayudarte. –Volvió a encender su camioneta, de la que no se había bajado, y puso la primera marcha.

No fuí capaz de agradecerle como había hecho mi hermano, me sentía muy frustrado.
Cuando salimos de aquel estacionamiento, nos tomamos un taxi rumbo a la dirección del papel. El hecho de que la llamada se hubiera producido desde un teléfono público nos derrumbaba la idea de interrogar al culpable y hacerlo declarar, pero igualmente iríamos a investigarlo.
Kanon no había hablado mucho durante el viaje y yo no tenía ganas de hacerlo tampoco. Todo el viaje había sido decepcionante, poco ayudaría a Aioros, y para colmo
en el aeropuerto habíamos visto una devastadora noticia en la tele de que los conflictos en Sunion habían empeorado y la milicia local había intervenido en el asunto.
Kanon pagó el auto que nos dejó en una concurrida esquina en la que reposaba el viejo teléfono público. Empezamos a escudriñar los negocios que había allí, todos parecían bastante inocentes.

-Saga, mirá eso- mi hermano me señaló un pequeño edificio el alquiler.-Voy a preguntar que había allí antes.

Se alejó hasta un edificio donde interrogó a un portero. Volvió con una cara de emoción.

-¿Qué te dijo?- lo increpé incapaz de aguantar la ansiedad.

-Antes pertenecía a una compañía purificadora de agua “Icarus”.

Abrí los ojos sorprendido

-¿La compañía de Artemisa? ¿Acaso no puede ser mas obvio?

-Si, increíble- respondió Kanon.

Nos tomamos un momento de reflexión, en el que ninguno de los dos dijo nada. Súbitamente el famoso teléfono sonó.
Miré a mi hermano. Tenía la misma cara de desconcierto que yo.
Al tercer timbrazo atendí.

-¿Hola? ¿Quién habla?-dije dudando

-Saga Geminis, haces demasiadas preguntas. Estás metiéndote en asuntos que no te importan.- Era una voz neutral, probablemente distorsionada con algún aparato.

No supe que contestar, al verme Kanon me arrebató el teléfono.

-¿Quiénes son? ¿Qué quieren?-preguntó a los gritos.

Ambos escuchamos cuando la extraña voz nos dijo:

-Gemelos Gemini, saben demasiado, dense por muertos.

Contemplar la cara de miedo de mi hermano fue como mirarme al espejo.

* * *

Llegué jadeando hasta la celda de Aioria, tenía la vista nublada y me faltaba el aire, pero quería asegurarme que mi hermano estuviera bien.
Me quedé de piedra al encontrar en ella al loco de Afrodita con Jabú, el guardia que había intentado proteger antes de que me noquearan.
Sin detenerme a preguntar me tiré sobre el rubio con el puño preparado.

-Hey hey hey, tranquilo, potro- gritó desesperado- No toqué a tu hombre, lo juro- me señaló a Jabú que me miraba aliviado, como si fueras su ángel de la guarda.

-Preguntale, en serio-continuaba Afrodita tratando de zafarse.

Lo solté, aunque seguí mirándolo feo. No me gustaba nada que estuviera allí. No entendí

-¿Dónde esta Leo? –le increpé.

Pero no me contestó, ya que el inodoro se salió de lugar empujado por una mano, y luego un cuerpo que reconocí como de Milo.
Ni el sueco ni el guardia parecieron sorprenderse en absoluto. Luego de Milo, el italiano Death Mask emergió del agujero.
Afrodita pareció notar mi expresión de horror.

-Tranquilo grandote, ahora soy del equipo, lo sé todo, y también este.- señaló a Jabú con la cabeza.

Oh dios, esto era demasiado.
Agarré al amigo de mi hermano y lo tironeé afuera de la celda.

-¿Qué demonios es todo esto, Milo? ¿Cómo dejaste entrar allí a Cáncer? ¿Y qué hace ese loco diciendo que es parte del equipo? ¿Qué pasa con el guardia? ¿Dónde esta mi hermano?...

-¡Hey Aioros!-me gritó Milo- ¡Basta ya!

Sin darme cuenta estaba empujando a Milo contra los barrotes del balcón.

-No sé nada, todo salió mal...-Siguió farfullando pero yo ya corría escaleras abajo.

Había divisado los rulos de Aioria entrar por la puerta lateral.
Estaba transpirado y manchado de algo que parecía hollín. Pero entero, y sin rastros de sangre de alguna herida.
Llegué a su encuentro y lo abracé con fuerza. Èl me apretó también. Los presos hacían desmadre a nuestro alrededor. Olvidé todos los problemas que nos esperaban en la celda y me concentré en abrazar a mi hermano sano y salvo.

* * *

El la celda no cabía ni un alfiler, Aioros, Milo, Giovanni, Afrodita, Jabú y yo éramos demasiados para los dos metros cuadrados que esta poseía.
El sueco había vuelto con su postura de matar al pobre guardia.
No me gustaba la idea de que un policía supiera nuestro plan, pero no íbamos a matarlo, y no se me ocurría otra opción.
Miré a mi hermano y la marca que tenia en el cuello, no sabía como aún podía estar en pie luego de toda la sangre que había perdido y las golpizas que había recibido.
Era verdaderamente fuerte, y me sentí muy seguro con él en la misma habitación.
Milo y el italiano habían logrado tirar abajo la pared con éxito y ya estábamos un paso más cerca de nuestra libertad. Había logrado ayudar a Shaka y aún sentía la adrenalina en mi cuerpo luego de escapar juntos.
Solo faltaba resolver un tema. Jabú.
Un griterío me hizo sobresaltar, mi hermano peleaba con Afrodita.

-¡Ya basta!-me hice escuchar y todos se callaron al instante. El rubio se me acercó lentamente.

-Gatito, gatito...- pero no llegó a decirme nada, porque mi hermano lo estampó contra la pared.

-No le hables a mi hermano con esa voz, ¿me escuchaste?-lo zamarreó. A él no pareció molestarle, pero no volvió a intentar nada.

Las sirenas empezaron a sonar como locas, y por los altavoces nos ordenaron que permaneciéramos tranquilos. El tiempo se había acabado, y nos convenía terminar lo antes posible con esta locura.
Miré a mi hermano, y este me entendió. Se acercó a Jabú y lo levantó.

-No digas nada, o lo sabremos- le dijo, seria pero amablemente. El aludido asintió torpemente.

Antes de que hubiera salido de la celda, Death Mask le mostró la cedula de identificación que Afrodita había robado de la billetera.

-Sabemos donde vivís-le amenazó.

Finalmente salió, y todos los demás inquilinos detrás.
No estaba del todo tranquilo, pero no creía que Jabú fuera a delatarnos. Le dí un último abrazo a Aioros y lo seguí, decidido a acompañarlo hasta los pasillos.
Salimos justo para ver, como si fuera en cámara lenta, como Afrodita, salido de quien sabe donde, se abalanzaba sobre el pobre oficial.

-No-dije con un hilo de voz, incapaz de hacer nada mas.

Pero el rubio ya había hundido uno de sus cuchillos caseros en el estomago de Jabú. Sentí la mano de mi hermano apretándome el hombro, quizá temía que corriera hacia ellos e hiciera alguna locura. O quizá solo lo hacia para trasmitirme afecto.
Me dí cuenta que estaba temblando. Aioros intensificó su agarre.
Insatisfecho con su labor, Afrodita empujó el agonizante cuerpo del oficial por el balcón, que chocó contra el suelo produciendo un ruido sordo.
Allí finalmente quedó inmóvil, frente a Dohko, que miraba la escena entristecido.
Todavía impactado miré al sueco reprochadoramente.

-Una para el equipo- dijo este guiñándome un ojo con descaro.

* * *

Por fin todo había terminado, los guardias habían entrado con gases lacrimógenos y palos y la infame infantería del Gobernador D’Virgo había hecho el resto. Observé como era abrazado por su hijo que había escapado de la locura. El frío Asmita le correspondió con dulzura el abrazo, pero no tuvo mejor idea que reprocharle:

-¡Te dije que esto iba a pasar algún día! ¿Por qué seguiste insistiendo en trabajar acá?

La cara de odio que le puso el Dr. Shaka fue un poema. La verdad que la cara de Shaka era una obra de arte de por sí. Desde que había entrado a trabajar acá me había maravillado, pero no tenía nada que ofrecerle. Había empezado como simple secretario de un juez, pero al ver tanta injusticia en las sentencias me decidí por hacerme policía, y terminé acá, en una de las cárceles más importantes del país. Shaka siempre me había tratado con buena onda, pero hasta ahí habíamos llegado. Decidí que me acercaría hasta él para consolarlo, estaba muy enojado.

-¡Hey, Doc! ¿Sobrevivió al terremoto?

Me sonrió a pesar de todo, sus ojos aún irritados.

-Hola Lune, ¿Cómo estás? ¿Tuviste algúna herida? –preguntó mientras se sentaba en la parte de atrás de una ambulancia abierta.

-Siempre tan profesional. –le contesté tranquilo, sentándome en el lugar que me ofrecía.

Sonrió nuevamente, pero luego se puso serio.

-Me imagino que cuando mandaste a los chicos de la IP a limpiar el moho les habrás dado barbijos, ¿no? Esas inhalaciones pueden ser peligrosas.

No entendía nada, ¿moho? ¿barbijos? Le pregunté a qué se refería.

-Cuando los internos que trabajan en la IP limpiaron las cañerías de la calefacción…-comenzó. Pero lo interrumpí:

-No, nunca mandé a nadie a limpiar eso. Te imaginarás que no voy a arriesgarme a que los presos sufran una intoxicación y me culpen a mí.

Asintió, pensativo. Algo le daba vueltas en la cabeza pero no me quiso decir. No le pregunté, tampoco teníamos tanta confianza. Además vió que un Sargento caminaba por el lugar con una tableta en la mano y sus ojos se iluminaron.
Le hizo un gesto para que se acercara.

-¿Esa es la lista de muertos? –preguntó con la voz temblorosa.

El uniformado asintió, entregándosela. La cara de alivio que puso cuando leyó los nombres me dió una punzada de celos.
Mejor suerte la próxima vez, Lune, pensé mientras me alejaba a seguir con mis obligaciones.
Notas finales:

O_o poor Jabu. Pero bueno, todavia queda Yato xD

Lo que Dohko salvaba a Aioros fue completamente inventado porque en la serie no pasa, pero ya que Cybe y Claire pensaron que era asi...bueno, lo hicimos para ellas, esperemos que este a la altura de lo que pensaban ^^

Besitos a todos y graciiiiass!!


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