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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo:

Hola!! Volvimos! Y con un capitulito largo porque abarcamos el capitulo entero de la serie.

Gracias a Cyberia y a Karin por sus reviews, es lo que nos da energia para ponernos a escribir.

Esperamos que Claire y las demas chicas que siempre nos dejaban no se hayan sentido defraudadas por el fic y que les siga gustando ^^

Sin mas, el capitulo que trae mucho Saga, Kanon y un personaje nuevo ^^

El shampoo que nos daban en la cárcel era realmente asqueroso. No es que fuera un pretencioso, pero la verdad es que parecía jabón blanco. Mis rulos eran muy rebeldes y si no los desenredaba bien parecía realmente un león.
En eso estaba cuando me asaltó la clásica sensación de que me estaban observando. No fue algo que me gustara mucho, dado que estábamos en las duchas y me sentía bastante expuesto, pero no era alguien que miraba los tatuajes grabados en mi piel, si no que miraba mi cabeza, buscando mis ojos.
Volteé con fastidio y mientras el agua me daba en la cara vislumbré la pequeña figura de Shun. El “compañero” de Afrodita. Lo había visto pocas veces de cerca y me impresionó lo joven que era. No se me ocurría como alguien con el miedo escrito en la cara pudiera terminar preso. Pero de hecho, acá estaba, y eso me sorprendía. Pero no era el momento de hacer análisis, el chico estaba ahí por algo. Lo miré con las cejas alzadas, interrogándolo.

-Ayudame. –murmuró.

Me quedé helado, a pesar de que el agua seguía corriendo caliente por mi cuerpo.
Me alejé de la ducha para poder mirarlo bien.

-Por favor, ayudame. –repitió.

¿Qué era lo que quería? ¿Qué lo aleje de Afrodita? Me recorrió un escalofrío al pensar como tendría que tratarlo el rubio para el chico acudiera a mí, que apenas lo conocía.
Antes de que pudiera contestar algo, Afrodita mismo vino caminando hasta llegar a nosotros. Shun lo miró con sus ojos grandes y salió corriendo, presa del miedo.
Piscis siguió hasta mi cubículo y me recorrió con la mirada de arriba abajo. Dejó escapar un leve suspiro de su boca, después asintió con admiración. La rabia me recorrió entero. Cerré el agua, agarré una toalla y me envolví en ella.

-Dejalo en paz. –intenté ayudar a Shun.

…l ya se había bañado y andaba con el pantalón puesto tratando de secarse el pelo. Su pecho era tan blanco que las venas se veían dandolé un aspecto violáceo.
Levantó las cejas igual que yo había hecho con su chico y me ordenó que no me metiera.

-No cuando estoy tan involucrado en tus asuntos, gatito.

Suspiré, tenía razón. No podía permitirme enojarme con él. Ni por Shun ni por nadie. Primero estaba Aioros.

-Lo que hagan entre ustedes es tema suyo. –contesté para que quedara claro que no iba a interferir.

-Me pareció. –dijo antes de alejarse sacándose la toalla de la cabeza y tirándola en un tacho de lavandería.

Yo caminé para el otro lado, hacia los guardarropas. Y nuevamente me encontré con Andrómeda.

-Por favor, ayudame.

Sin contestarle me alejé de él dejándolo con sus grandes ojos vidriosos.

* * *

Estaba muy enojado. Le había pedido a Shion que me dejara salir para buscar a Seiya y se había negado. Sí, había sido muy estúpido de mi parte pedirle al dueño de la cárcel que me dejara libre, pero sabía que había una ley especial para estos casos. No contaba con que la ley no cubría a los presos sentenciados a muerte.
Le dí nuevamente un mazazo al hoyo. Era realmente cansador, pero ya todos habían hecho un turno, y ahora era el mío.
Además, con la rabia que tenía, necesitaba algo para descargarme.
Entró Radamanthys, criticó a Milo diciendo cosas contra los griegos y los vagos. Le mostró en la pared el cuadro que decía que era el empleado del mes, o algo así. Escorpio lo miró con asco mal disimulado mientras Afrodita detrás suyo hacía como que contaba cuantas bolsas de enduido íbamos a necesitar.
La verdad que el tiempo que pasábamos todos juntos era insoportable. Mi hermano se quedaba callado la mayoría de las horas pensando quien sabe qué y picaba en su turno en completo silencio, respirando acompasadamente para llevar el ritmo. Me enfermaba cuando se cerraba tanto, y sobretodo de mí.
Milo no paraba de hablar, de Camus –ya me sabía la historia completa de su vida-, de un tal Crystal, de los viajes a Siberia que había hecho y de cuanto le gustaba el chocolate caliente.
El italiano cada tanto le arrojaba una de esas miradas hastiadas muy suyas y el pobre rubio se callaba por unos minutos. Afrodita entraba y salía con una libreta en la mano, cada tanto cantaba, cada tanto molestaba a los demás con frases hirientes.
Y mientras, el hoyo seguía creciendo. Ya tenía el tamaño de mi mano abierta. Y es decir mucho.

Dos horas después, cuando el día de trabajo ya estaba llegando a su fin, nos surgió un gran problema. Si bien el agujero cada vez crecía mas, a la par lo hacia la montañita de cemento picado que sacábamos de allí.

Aioria, el más inteligente de todos nosotros, fue el primero en darse cuenta. Por supuesto ya tenía un plan.

-Tenemos que deshacernos de esto, tirando piedrita por piedrita.- Dijo muy serio.

Milo lo miró con curiosidad.

-Afuera, en los caminos, en todos lados.-continuó mi hermano- Llama la atención todo junto, pero por separado no.

-Bien pensado Gato- lo felicitó Death Mask y se metió un puñado en el bolsillo. Todos lo imitamos.

En las siguientes horas que estuvimos en el patio, fuimos desperdigando cemento partido por todos lados. Debía ser bastante cómico vernos de lejos. Pero dicen que la necesidad tiene cara de hereje.

* * *

Era el último recreo luego del trabajo, y aunque preferiría estar picando una salida en el almacén, allí estábamos con Milo, tirando poco a poco los restos de material. Lo mismo hacían todos. No era agradable, pero era lo mejor que se me había ocurrido. Mientras mirábamos la llegada de nuevos presos a Sunion.
Era todo un acontecimiento, comparado con la monotonía del patio cotidiano. Caras nuevas, algunas muy jóvenes bajaban de un autobús enrejado.

-Novatos- dijo Milo, con aire burlón. –Espero que no tengamos ningún apodo de animal entre ellos y podamos decirles “pescados”.

No pude contestarle, porque en ese momento noté a Afrodita observando a los nuevos, tal como nosotros. Miraba embelesado a un jóven que acababa de bajar.
Era muy llamativo, tenía el pelo tan rubio como Piscis y unos enormes ojos celestes muy claro. Era muy bonito, y tenía una expresión desafiante.
Cerré los puños con enojo, aún recordaba la carita de Shun pidiéndome ayuda. Ese maldito sueco ya estaba echándole el ojo a una nueva víctima.

* * *

Estaba solo, inusual en mí, ya que me gusta andar acompañado, y siempre tengo a mis chicos que me cuidan como si fuera de cristal.
Llegaban chicos nuevos y todos estaban distraídos en eso. Apuesto a que Sage estaba evaluándolos para ver a quien puede meter en el grupo.
Me reí para mi mismo y recordé la cara que había puesto cuando había pisado la prisión por primera vez. …l y su gemelo me habían intimidado mucho. Jamás hubiera pensado que me convertiría en el líder de la banda.
Un reflejo de algo me hizo cerrar los ojos. Seguí con la vista el recorrido. El reloj del Gato. Hacía mucho que no hablábamos con él, una vez que había obtenido sus pastillitas había desaparecido de mi vista. Las pastillitas de las que no me había aclarado nada.

Me concentré más en su figura lejana desde mi sitio a la sombra. Tenía el típico cuerpo griego. Musculoso, alto, rulos, ¡Ja! Parecía el mismísimo David.
En mi inescrupulosa observación noté que se movía lentamente, como escondiendo algo. Siempre había pensado que ocultaba algo, y ahora era más que evidente.
Aprovechando que no tenía escolta me acerqué a pocos metros de él sin que lo notara. Estaba muy concentrado con los novatos.
Pasé distraídamente por su lado y noté que era lo que hacía.
¿Estaba tirando pequeños pedacitos de escombro? ¡Estaba tirando pedacitos de escombro!

Até los cabos en segundos, la IP, el incendio, el almacén, el Pugnac… Miré a sus compañeros y no me sorprendí al notar que también dejaban caer su lluvia de cemento y piedras. Así que el gatito no era tan manso después de todo. Si estaban planeando una fuga Mu no se iba a quedar afuera.

* * *

La voz y el acento típicamente inglés de Radamanthys nos dijo por altavoz que debíamos volver a las celdas, así que Milo y yo nos dirigimos hacia allá. Otra vez se había atacado hablando de Camus, “uno de los presos nuevos lo había hecho pensar él”, aunque no le encontraba una verdadera razón.
Era tarde y estaba cansado, los brazos me dolían horriblemente. Después de todo la albañilería nunca había sido lo mío.
“Vos estas para planear la obra Aioria, no para hacerla” me había dicho mi hermano el día que le dije que trabajaría, de peón de albañil si era necesario para ayudar con los gastos. “No desperdicies tu inteligencia”.
Sonreí con verdadera alegría al recordarlo. Mi hermano me había dado su parte del seguro de mamá para poder pagarme la universidad.

-¿Y vos de quien te estas acordando Gato? Que pones esa cara…-

-De un buen momento- le respondí aun pensando el ello mientras atravesábamos las puertas
enrejadas que separaban los pabellones con el exterior.

-¿Un buen momento en la enfermería quizá?-me preguntó socarrón.

Me reí con la ocurrencia de Milo, y los colores subieron a mis mejillas.

-No seas- - Pero no pude terminar de defenderme ya que al entrar a la zona de celdas me choqué contra un tumulto de gente que obstruía el paso.

Todos cuchicheaban. Seguí la vista hacia donde todos miraban. Me quedé helado.

El cuerpo inerte de Shun Andrómeda colgaba al vacío desde el segundo piso. Al parecer había usado las sabanas para atárselas al cuello y al barandal.
Quise moverme, no sabía hacía cuanto había pasado, quizás aún estaba vivo- -Pero la gente me lo impedía. Intenté abrirme paso entre ellos, pero la mano de Milo me detuvo.
Lo miré enojado.

-Ya es tarde gato-su voz era muy seria.-No podés hacer nada.

No me moví, pero seguí mirando al chico. Era tan joven…yo podría haber hecho algo…me había pedido ayuda…

-Que alguien lo saque de ahí-decía un preso lejos mío. Algunos lo secundaban.

-Yo no lo toco-dijo otro con repulsión y Milo tuvo que sostenerme para que no le saltara encima.

* * *

Estábamos en la capilla, después de la muerte del pobre chico al que no conocía. Mi hermano estaba destrozado. Al parecer el chico le había pedido ayuda contra Afrodita y él, sabiamente, se la había negado. Pero Aioria no lo veía así. Aioria hubiera dado un brazo por ese chico si yo no hubiera estado involucrado. Así que en definitiva la culpa era mía. ¿Me sentía culpable? No, la verdad no. No podía dejar de pensar en Seiya, en donde estaría, en si había podido conseguir ayuda, en si se habría ido a refugiar en la casa de algún amigo. Lo cierto es que no sabía si tenía alguno siquiera.

-Podía haber hecho algo. –dijo mi hermano por enésima vez sobre el murmullo constante del cura.

-No lo conocías Aioria, calmate. –le contesté, en un susurro lo suficientemente alto como para que le quedara claro.

-¿Y? –preguntó, con la voz quebrada. Lo había escuchado así cientos de veces, estaba conteniéndose para no ponerse a llorar.

-Hice lo más fácil. –siguió.

-No podías involucrarte, era peligroso para el plan.

-No es así como ella nos crió. –Largo de repente, recordando a nuestra madre, cosa que me clavo un puñal en el corazón, rápido y sin anestesia.

No supe que contestarle, y el aprovechó para seguir torturándose.

-Nos enseñó a extender la mano al que lo necesita, no a mirar para otro lado.

Ahora sí encontré la respuesta:

-Me estás ayudando a mí. –le dije con dulzura.

Pero esta vez parecía no bastar.

* * *

No podía quedarme tranquilo en esta casa. No podía simplemente conectarme a la computadora como hacía Saga y desconectarme –valga la contradicción- de todos.
Cada lugar me traía recuerdos, cada aroma me transportaba a los días y días que pasábamos con Sorrento hablando, besándonos y acostándonos en cualquier lugar fuera o no una cama. Habían sido momentos hermosos, pero habían pasado.
Fui hasta la cocina y abrí la alacena. Acomodé un poco las cosas y ví la pistola que mi novio había llevado un día para esconder en la cabañita. En ese momento me había parecido una mala idea y creo que hasta habíamos discutido. Pero ahora se me antojaba genial tener un seguro en la casa.
Salí de la cocina sin más, debatiendo si valía la pena contarle a mi gemelo sobre el arma. Decidí que sí, si algo llegaba a pasarme no quería que quedara sin protección alguna.
En eso estábamos cuando, para variar, el tema de Aioros asaltó nuestra conversación.
Cada vez quedaba menos tiempo, cada vez estaba mas cerca de la muerte y nosotros seguíamos en veremos. Mi hermano se estaba derrumbando, una vez más, así que yo debía ser el fuerte.
Tenía que ponerme a pensar. ¿Cuál es la pista mas importante para descubrir un crimen? En este caso, un hecho. ¿Quién se beneficia? ¿Quién se beneficiaba con matar a Aioros? Todavía no lo sabíamos, pero podíamos averiguar la otra pregunta: ¿Quién se beneficiaba en matar a Artemisa? Ya habíamos pensado en su hermana y no habíamos llegado a nada. Teníamos que ir a las fuentes. O bueno, por lo menos, a lo más cercano a la fuente: Touma Icaro, el muy joven amante de Artemisa.
Sonreí, el niño sería una presa fácil. A mi hermano mucho no le gustó esa expresión pero poco le importó, si era para ayudar a Aioros estaba dispuesto a hacer cualquier cosa.
¡Ese era mi gemelo!

* * *

Mi primer día en la cárcel. ¡Mi primer día en la cárcel! No podía creer que estuviera viviendo esto. ¿Qué habría pensado mi madre? Bueno, no importaba, el caso es que ahora estaba acá, y tenía que sobrevivir, y tenía que demostrarles quien era y que Hyoga Cisne no se amedrentaba ante nada.
Caminé por todo el patio mirando a los cientos de reclusos. Ví uno cerca de mí que al parecer se había depilado las cejas, enteras, y se había tatuado unos puntos en su lugar. Parecía amigable.

-Hey, ¿qué onda?

-No me hables, europeo. –me cortó.

Parecía amigable. …nfasis en el parecía. Estaba muy interesado mirando a un chico de pelo enrulado. Ay, capaz lo había molestado mientras admiraba a su amante. Vaya baboso.
Caminé un poco más, los presos estaban abrigados pero yo casi ni sentía el frío. Me arremangué un poco la camisa celeste que me habían dado –que por suerte hacía juego con mis ojos- y me acerqué hasta un rubio que estaba sentado en un banco.

-Hola amigo, ¿Cómo va todo? –comencé.

Pero sus ojos no se movieron del guardia que pasaba cerca. Con la mano que le llegaba casi hasta el piso toqueteaba la tierra, como enterrando algo.
Sin mirarme contestó:

-No hablo con extranjeros.

Suspiré profundamente, haciéndome el aburrido. ¿Acaso todos eran tan difíciles? No importaba, no sería la primera vez que me sentía rechazado por ser distinto.

* * *

-Pobre chico, está un poco confundido con su nacionalidad. –dije en voz alta, a nadie en particular.

El italiano me lanzó su mirada marca registrada pero no me importó. Le sonreí coquetamente hasta que se entró al almacén, nuestro lugar de escape.
El gato ya se había arrodillado junto al hoyo y picaba furiosamente. El uniforme le subía y le bajaba mientras hacía fuerza y los bucles se le pegaban a la frente cuando transpiraba. Lo miré con deleite, pero la mirada asesina que me dirigió su hermano me hizo voltear.
Lijé un poco la pared que usábamos para demostrar que hacíamos algo dentro del almacén y no volví a correr la vista hasta que Milo entró agitado por la puerta susurrando apresuradamente:

-Viene un guardia, viene un guardia.

Aioria se alejó del hoyo rápidamente mientras Death Mask acomodaba la alfombra encima y Aioros y yo llevábamos la mesa. El guardia entró justo cuando la apoyábamos sobre el piso.
Era el estúpido de Yato.

-Vamos, vamos, salgan de acá hasta que los llame de vuelta.

Giovanni parecía sorprendidísimo de que alguien como Yato impusiera órdenes sobre las suyas. Lo miraba totalmente incrédulo. Pero el oficial no le daba importancia. Nos esperó a que saliéramos todos y nos guió hasta el patio.
Aioria también estaba sorprendido, así que se escondió un poco detrás de una pared y se quedó observando la entrada del almacén. Todos lo imitamos. Parecíamos los Tres Chiflados.
Grande fue nuestra sorpresa cuando vimos entrar al nombrado oficial y a ¡una chica!
El gato dijo que era la secretaría de Shion. Poco importaba, ahora tendríamos que esperar con el corazón en la boca hasta que salieran sin descubrir el hoyo.
Transpiramos como quince minutos, hasta que el pendejo y la secretaria, esta última acomodándose la estola que llevaba al cuello, salieron como si nada.

-¿Habrá visto el agujero? -Preguntó estúpidamente Escorpio

Obviamente no era así, ya que por más estúpido que fuera el joven oficial, no hubiera salido lo más tranquilo después de semejante descubrimiento.
Pero había estado cerca, al parecer Yato y la chica habían estado usando la mesa como cama, y no se habían caído por unos escasos centímetros.

-Necesitamos encontrar alga para tapar ese hoyo mientras no estemos trabajando en él-
Aioria dijo lo obvio con palabras.

-Siempre tan inteligente, bonito-le dije con ironía.

Tuve que esquivar el manotazo que me lanzó Aioros.

* * *

Llevaba más de veinte minutos esperando. Era una persona paciente, pero aún así me estaba hartando.
Cuando estaba a punto de cortar, me atendió una voz femenina.

-Disculpe la molestia Dr. D’Virgo, ya encontré los datos de Leo. ¿Qué es lo que solicita?

Suspiré y conté hasta tres mentalmente. Era como la quinta persona a la que debía contarle todo.

-Miré señorita, el tema es el siguiente, cuando el Sr. Aioria Leo fue encarcelado, aún trabajaba, y si mis datos son correctos, la obra social a la que estaba adherido lo cubre hasta tres meses después desde el momento que deja el trabajo.-le expliqué despacio para no perderla- Lo que yo solicito es que esta se haga cargo de sus tratamientos médicos aquí en la prisión, ¿me explico?

La chica pareció procesar todo lo que acababa de decirle.

-Bien, se que el señor Leo ya usó la póliza que se le cubre por psiquiatría, pero tendría que averiguar si aún estando preso…

Siguió balbuceando, pero yo me había quedado en la palabra psiquiatría. ¿Aioria consultaba un psiquiatra?

Colgué el teléfono de inmediato, le diría a Shiva que intentara por la mañana, quizá había gente un poco mas idónea.
Enseguida revisé el folio de antecedentes médicos de Aioria, que, me ruboricé al pensarlo, ya me lo sabía de memoria. Los ojos verdes me miraban acusadores desde la fotografía.
Me dirigí hacia los doctores que lo habían atendido. Tenía pocos, y no me costó nada buscarlos en la guía. Rápidamente anoté el teléfono del psiquiatra, y la dirección.
¡Eso no se hace Shaka! Me reprendí mentalmente. Pero ya no podía opacar la intriga que tenía. Estaba dispuesto a todo para conocer un poco más a ese intrépido y misterioso león.

* * *

Era otro día, otro maldito día sin saber nada de Seiya. Ya estaba desesperado y pensaba los peores desenlaces. Sabía que no podía hacer nada. Ni Shion ni Aioria (cada uno desde su lugar) querían dejarme salir. Me senté en la cama. No había dormido prácticamente nada pensando en mi hijo.
Un ruido en el pasillo me llamó la atención. Probablemente era Garan trayéndome el desayuno, prácticamente era mi guardia personal.

-Arriba Sagitario- dijo golpeando la puerta.-A desayunar.

Me paré junto a la puerta y esperé la bandeja por el cuadradito retráctil que tenía la puerta. Cuando el oficial pasó su mano, se la apresé. No lo había intentado antes, y ya no tenía nada que perder.

-Soltame Aioros, por favor, no hagas locuras.-me dijo calmadamente mientras forcejeaba conmigo.

-Garan, necesito hablar por teléfono- casi le supliqué

-Aio, sabés que no tenés esa clase de beneficios…

-Garan, mi hijo esta perdido allá afuera, es solo un chico…se que vos tenés una hija…Lithos- me alegré de recordar su nombre, una jovencita preciosa que el policía me había mostrado orgulloso en fotos.-¿Qué pasaría si fuera Lithos?

-Dos minutos- me dijo una vez que estábamos frente al teléfono

-Gracias- le dije con toda sinceridad. El sonrió.

Rápidamente marqué los números del celular de mi hijo.

* * *

La brisa matutina en mis pies desnudos me despertó. Era increíble que ya fuera de día.
Y era increíble que hubiera pasado la noche acurrucado sobre una garita de gas. Y era increíble que mi madre estuviera muerta.
Tenía hambre y estaba sucio, pero no tenía dinero y nadie que me lo prestara. Suspiré, acababa de levantarme y ya estaba exhausto.
Por hacer algo, abrí mi teléfono y busqué la foto. Allí estaba mi perseguidor empuñando el arma. Lo cerré de golpe hastiado, maldito asesino.
Recordé a Saga y marqué su número. Nadie me atendió, ni siquiera en su celular.

-¿Qué esperabas Seiya? -me dije en voz alta. La desesperación volvió a asaltarme. Ya no me quedaban salidas.

Aún tenía el celular en la mano cuando empezó a sonar. El identificados decía: ‘Interno de Sunion’ Las manos me temblaban ansiosas por atender.

-¡Papá!-grité al auricular sin preocuparme si era realmente él.

-Seiya, gracias a Zeus que estás bien- una extraño calor me recorrió al oír la voz de mi padre .

-¡Mataron a mamá! La mataron…- al decirlo en voz alta se hizo mas real y estuve a punto de quebrarme.

-Papá, yo no lo hice, te lo juro- sabía que el nunca pensaría mal de mí, pero sentí la necesidad de aclarárselo.

-Lo sé hijo, escúchame, tenés que buscar a Saga, el te va a ayu- -

-Ya lo intenté, no me responde- lo corté desanimado. Aunque luego me arrepentí, el estaba tratando de ayudarme.

-Intentá con Kanon Gemini- dijo de pronto, como recordándolo- Es el hermano de Saga, está ayudándolo con mi caso, trabaja en Proyecto Justicia.

-Kanon- repetí para grabarmelo y darle a entender a mi padre que lo haría.

Me aferraba al celular y a su voz, que ahora me trasmitía palabras de consuelo. Hubiera querido transportarme hasta él.
Los frenos de un auto me hicieron girar. Horrorizado reconocí a los gemelos que habían estado en mi casa.

-Oh Dioses, están acá- dije en voz alta y mi padre escuchó.

-¿Seiya? ¿Quienes están ahí?

Pero yo ya no podía hablarle. Salté ágilmente al piso y eché a correr, los tipos me siguieron. Todavía oía a papá cuando me metí el teléfono en el bolsillo.
Luego de cuatro cuadras estaba realmente exhausto, pero aún me seguían.
El canoso a pie y el rubio en auto. Me llevaban escasos metros. Tratando de desorientarlos y apostando a mi suerte me metí en un estacionamiento y me tiré bajo un auto. Por suerte para mi había muchos estacionados.
El hombre de mi foto llegó rápidamente. Sabía que estaba bajo un auto, pero no cual.

-Seiya, Seiya, Seiya, ya estas grandecito para jugar a las escondidas, ¿no te parece?

Seguía sus pies desde mi ubicación. Se acercaban peligrosamente.

-Mamá te va a retar si te ensucias la ropa arrastrándote por ahí – se burló. – Aunque te va a ser un poco difícil escucharla ahora…

Me estaba picando, lo sabía, pero no iba a darle el gusto, ahora que mi padre me había dado otra chance de contactar con algún tipo de ayuda, no iba a rendirme. Nunca.

-¿Todavía no lo encontraste?-preguntó una segunda voz, la de su gemelo, supongo, al tiempo que el segundo par de pies se acercaban. Noté que rodeaban una camioneta cerca mío y aproveché para arrastrarme tres autos mas lejos.
Cuando el primero se acuclilló, aun apuntando su pistola, pude vislumbrar su cara de frustración al notar que no había nadie allí.
Salí del estacionamiento y me quedé oculto en una esquina. El auto mal estacionado de los gemelos estaba interrumpiendo el paso y los autos habían empezado a tocar bocina como locos. Finalmente se cansaron de buscarme, y apurados por el escándalo se metieron en su vehiculo y se fueron.
Hice algunas cuadras más por las dudas y luego me tiré al piso a descansar.

* * *

A Kanon se le había ocurrido investigar al amante de Artemisa. Era buena idea, pero implicaba volver a la realidad. Volver al mundo exterior y temer que descubrieran que estábamos vivos. Pero no importaba, como ya dije hasta el cansancio, cualquier cosa por Aioros.
Nos habíamos acicalado lo más posible con ropa de la cabañita, ya que el círculo social que frecuentaban Artemisa y Touma era un poco más elevado que el nuestro.
Caminamos juntos por la fila de mesas que estaban en el lujoso muelle donde sabíamos que el chico iba a almorzar. Cuando lo divisamos, Kanon se adelantó dándome a entender que iba a hablar él. Nunca desaprovechaba la oportunidad de filtrear. Incluso con un pobre viudo, me horroricé falsamente al notarlo.
Pero me horroricé de verdad cuando mirando hacia ambos lados robó un celular muy moderno de la mesa contigua a la de Touma.

-Vi eso. –le reproché.

La sonrisa le brilló en su cara pícara.

-Necesitamos conectarnos con nuestra antigua vida. No pasa nada, lo voy a devolver.

No vió la cara que le puse porque estaba muy ocupado acercándose a nuestro objetivo. En realidad, Icaro no era tan joven como la prensa amarillista lo había pintado. Si era menor que Artemisa y sí tenía pinta de modelo, pero tampoco era un adolescente ingenuo, y lo demostró al contestar sincera y rápidamente todas nuestras preguntas:

-¿Así que Artemisa tenía varios enemigos?

Asintió.

-Un montón, Sr. Marina –mi hermano se había inventado un apellido para pasar desapercibido. Vaya ideas, se sentía James Bond.

-¿Un montón...? ¿Podrías ser más específico?

El chico sonrió. Era pelirrojo y los mechones de cabello le tapaban los ojos cuando hablaba y gesticulaba.

-Políticos, empresarios, toda la gente que está comiendo acá, compañeros mismos de la fábrica…

-¿La fábrica? Puntualmente, ¿a que se dedicaban?

-Con el proyecto que Misa tenía, podríamos haber eliminado la necesidad del petróleo. Nuestra energía se basaba en agua, digamos…-nos miró, para saber que tan alto era nuestro nivel de entendimiento.

-Agua usada. Era como un reciclaje de agua, que además, daba energía.

Abrí los ojos impresionado, era un proyecto muy ambicioso.
Kanon parecía pensar lo mismo, miraba al joven fijamente, pero no se daba por vencido.

-¿Alguien “en especial” que podría haberlo hecho?

Pero esta vez negó con la cabeza.

-Perdón, pero en cuanto corroboré que había sido Sagitario el asesino dejé de buscar.

El asesino. Me recorrió un escalofrío de rabia y tristeza. Mi gemelo lo entendió, además Touma no iba a agregar nada a nuestra investigación.
Nos paramos y nos fuimos, no sabíamos muy bien como sentirnos.

* * *

Ese rusito estaba en mi grada. Sonreí. Las cosas me salían mejor de lo que pensaba. Después de que mi conejito decidiera abandonarme, debía buscarme otro. Me acerqué despacio. No quería ahuyentarlo.

-Hola rubito- le dije mientras me sentaba a su lado.-Parece que no tuviste buenas suerte haciendo amigos.
El chico me miró. Parecía tristón. Era adorable.

-¿Y vos quien sos?- me dijo prepotente.

-Un amigo –le contesté.

La mirada escéptica que me dirigió se me anotojo muy sexy. Me senté junto a él y le toqué la rodilla con la mano. Se puso rígido. ¿Hey, acaso era tan feo?

-¿Cómo te llamas? –le pregunté para sonar amigable.

-H-Hyoga C-Cis-ne –tartamudeó y después hizo un puchero.

Le presioné más la rodilla. Así que no era tan prepotente cuando lo apuraban un poco.

-Yo te voy a decir pato, por esa carita que ponés.

Esto sí pareció enojarlo. Me sacó la mano de un tirón y se levantó, temblando de furia.

-¿Quién te dió permiso para tocarme?

Pero mis amigos ya estaban alrededor suyo. Hicieron una especie de pared y no lo dejaban salir. Caminó de un lado a otro, intentando escapar.

-¿Por qué no le dejás en paz? –dijo una voz cerca mío.

Me dí vuelta mientras Hyoga seguía esquivando los manoseos de mis chicos que lo tenían totalmente encerrado. Era el gato, obviamente.

-¿Otra vez vos, Aioria?

Sus ojos chispeaban de furia.

-Dejalo tranquilo, decile a tu gente que lo deje. –ordenó.

Yo negué con la cabeza.

-Ay, gatito, gatito, ¿vamos a volver a tener esta discusión?

En el tiempo que hablábamos Hyoga había aprovechado para darle una piña a uno de los míos y se había alejado corriendo.
Me enojé realmente, el estúpido gato me había sacado mi presa.

-Corré patito, pero no vas a llegar a ningún estanque lejos de acá. –le grité. Luego, enfurecido, me dirigí a Aioria que seguía ahí parado:

-No vuelvas a meterte conmigo o voy a contar todo lo de tu agujero, tu inodoro y tus planes de escape.

Lo tenía en la palma de la mano y ambos lo sabíamos. Se dio vuelta hecho una furia.
Hyoga se metía ya en el pabellón, vaya perdida de tiempo.
* * *

El doctor D’Virgo llegó temprano al consultorio. No necesitaba mi entrenamiento como psiquiatra para darme cuenta que estaba muy –demasiado- interesado en nuestro tema de consulta.
Sonreí con empatía, Aioria Leo era una persona fascinante desde el punto de vista médico. Era incluso más estupendo interiormente que los rizos claros, la piel bronceada y los ojos verdes brillantes.

-Hola, buen día, soy Shaka. –se presentó extrañamente nervioso. Le indiqué que tomara asiento y juntando mis manos en el gesto clásico del psicólogo lo miré y le aclaré:

-Quisiera que supiera lo incómodo que me siento traicionando la confianza médico-paciente.

Su frente se arrugó un poco y se dejó ver un lunar pequeño que tenía justo entre las cejas. Tenía el flequillo peinado hacía el costado y el pelo atado prolijamente en una cola baja. Se veía muy lindo, pero completamente fuera de lugar. Era obvio que estar en el lugar del paciente no le agradaba.

-Lo entiendo Dr. Elcid, pero quisiera ayudar a Aioria, a Leo-se corrigió rápidamente.

Hum, pensé, el inconsciente no descansa nunca, pero no se lo dije.

-Y si usted me cuenta un poco de él quizás podría conectarme mejor y ayudarle a pasar esta etapa difícil. –dijo sin tiempo a que pudiera replicar.

Suspiré profundamente y asentí. Tenía razón, y además se notaba que estaba realmente compenetrado.

-Comprendo. Le explicaré.

Sus ojos brillaron de entusiasmo, eran de un color celeste claro.

-Aioria sufría de una patología muy rara llamada inhibición latente.

Parpadeó, confundido:

-Disculpe, no conozco el término.

Me crucé de piernas y le expliqué con tranquilidad:

-La gente con inhibición latente, ve las cosas cotidianas como esta lámpara, por ejemplo. –le señalé la que estaba en la mesita. –pero la procesa en su totalidad.

Shaka me miraba sin respirar prácticamente, intentando entender. Traté de ser más claro.

-Ven la lámpara, pero además ven los enchufes, la tulipa, la lamparita, los cables, incluso los tornillos y las arandelas. Sus cerebros están más abiertos a los estímulos del medio.

Le hice un gesto con la mano, demostrando la totalidad del ambiente.
Asintió, en sus ojos se reflejaba la comprensión poco a poco.

-Nuestras mentes se cierran a esta información, porque si no, nos volveríamos locos.
Si alguien con un bajo coeficiente intelectual, sufre de esto, en la mayoría de los casos desemboca en una enfermedad mental.

Se acomodó en el sillón, incómodo nuevamente. Intentó decir algo pero lo corté:

-Pero si tienen un alto coeficiente—

-¿Cómo Aioria? –interrumpió, incapaz de contenerse.

Le sonreí asintiendo.

-Resultan genios creativos.

-¿Genios? –preguntó.

-En esta época se les dice así a cualquiera. –le contesté, con cierto fastidio –pero Aioria, y la gente como él, son genios en el sentido clásico de la palabra.

Movió la cabeza para decirme que comprendía.

-Además tenía un pequeño problema de autoestima, es muy común en las personas que pierden a los padres de niños. –le comenté.

Shaka estaba azorado, había sido demasiada información y se sentía extasiado.

-No sabía todas estas cosas de él. –largó con intensa sinceridad reflejada en su cara joven.

-Entonces quizás no conozca a Aioria Leo.

* * *

Increíblemente todo iba bien. Todo menos el hecho de que un chico que me había pedido ayuda estaba muerto y el hecho de que Afrodita nos tenía como quería. La rabia me carcomía por dentro.
Milo dormía sobre las sábanas ya, totalmente agotado. El ruido de su respiración acompasada era tapado por la melodiosa –y escalofriante- voz de Afrodita, unas celdas abajo nuestro que cantaba una canción sobre patos.
No entendí muy bien a que se refería, pero busqué con la mirada entre las demas habitaciones a Hyoga. Ahí estaba, cuatro celdas mas a la izquierda, sentado en la cama de abajo llorando copiosamente por lo que podía ver desde ahí.
Se me estrujó el corazón, el chico había estado todo el día haciéndose el superado y ahí estaba, al caer la noche, mostrando su verdadera identidad.
Me sentí mal por él, sabiendo lo que era que Piscis te tuviera entre ceja y ceja, amenazándote sutilmente.

-Todos los patitos, se fueron a bañar…-entonaba.

Pero no podía hacer nada por él. No podía arriesgarme a que contara todo. No podía…

* * *

El auto chirrió peligrosamente al estacionarlo frente a la cabaña. El viajecito que habíamos hecho para ver a Touma no le había sentado bien. Kanon bufó.

-Mas te vale que no te rompas, cacharro-le dijo al auto.

Habíamos estado todo el viaje de regreso configurando hipótesis sobre cual podría ser el móvil para matar a Artemisa. Seguramente sería dinero, el que recaudaba la empresa de purificación de agua. ¿Pero quien quería tanto dinero, y para que?
Nos bajamos y nos metimos a la cabaña. Nos pusimos una ropa cómoda y de entre casa. Lamentablemente la mayor parte del ropero pertenecía a Sorrento y no nos entraba a ninguno de los dos.

-¿Estas usando tu motín?-le pregunté con ánimos de hacerle un chiste viendo como mi hermano usaba el celular robado.

…l me sacó la lengua.

-Eso no fue lo que nuestros padres nos enseñaron-le reprendí

Esta vez Kanon me mostró su dedo mayor.

-Tampoco eso.

Nos reímos un rato mientras mi hermano levantaba los mensajes de su teléfono. Lo miré mientras el escuchaba atento, frunciendo un poco el entrecejo.

-¿Qué pasa?-le pregunté, temiendo la respuesta. ¿Y ahora qué?

Terminó de escuchar y cortó. Garabateó un número de teléfono en un papel. Luego se volvió hacia mí, que lo miraba expectante.

-Seiya Sagitario me dejó un mensaje en la contestadora del trabajo. Al parecer mataron a su madre y ahora dos tipos lo persiguen para matarlo. Parecía muy alterado.

Abrí los ojos como platos mientras escuchaba a mi hermano.

-Por los Dioses, ¿Esos tipos mataron a Marín?- Me tapé la boca con la mano. No es que fuéramos íntimos amigos, ni mucho menos, pero no quería que muriera.

Kanon, que no sabía mucho del tema se quedó pensativo.

-Podría ser una trampa. No sé si deberíamos llamarlo. Acordate que estamos muertos para el resto del mundo.

Lo miré como si hubiera dicho una blasfemia.

-Es Seiya, no me importa si nos descubren. Nos vamos a arriesgar. Dame ese maldito teléfono. Voy a llamarlo.

Kanon me lo tendió.

-No dije nada.

* * *

No daba más. Había corrido todo el día. Eran como las tres de la tarde, estaba totalmente agotado. Me senté en un parque, mientras veía los autos pasar. Sentí frío y angustia. Ninguna de las dos cosas que podría solucionar ahora.
De improvisto, y asustándome, sonó el teléfono. Era un número desconocido.

-¿Hola? –pregunté con temor, pensando que quizás fueran los gemelos.

-Hola Seiya, soy Saga.

Eran los gemelos, pero no los malvados. Sentí una alegría inmensa, sabría que si me llamaban era para ayudarme.

-Ay Saga, por favor, hacé algo, no doy más, ¿dónde estás? –mi voz sonaba más implorante de la que en algún momento hubiera querido demostrar ante el novio de mi padre.

-Seiya, no estamos en Rodorio. –contestó.

Se me fué el alma al piso. No pude articular palabra.

-Vas a tener que venir vos, hijo. Escuchame, estamos en—

Pero otra vez había visto el auto de mis perseguidores. No, era increíble.

-¿Cómo es que siempre saben donde estoy? –le pregunté a Saga con la voz llorosa.

-Escuchame –siguió él sin contestar mi pregunta. –estamos en Athenas. Vas a tener que tomarte un micro que te lleve. En el hotel Hijos de las Estrellas.

-Hijos de las Estrellas –repetí como había hecho con mi papá el día anterior.

-No apagues el teléfono, nos veremos allá. –me ordenó Saga antes de colgar.

Respiré profundamente. Todavía los gemelos no me habían encontrado, seguían dando vueltas en su auto. Pero antes de que pudiera ponerme a correr, sucedió un milagro.
Pusieron marcha atrás y se fueron del lugar. No podía creerlo. La alegría me embargó nuevamente, tapando la angustia que había sentido tan solo momentos atrás.
Me encaminé lentamente hasta una terminal que había visto al pasar corriendo ayer.
Me estaba guardando el celular en el bolsillo cuando me vibró.
Sorprendido y asustado de que mi suerte acabara tan pronto reconocí el número que recién me había llamado Saga.
El mensaje de texto decía: “T stán siguiendo x el cel. No estamos en At. Estamos n una ksita n la playa a 2 hs d ahí. Tomat l micro q t vamos a buskr.”
Tardé un segundo en descifrar el texto y después seguí hasta la terminal. Compré un boleto a la zona turística del Mediterráneo y al pasar junto a un tipo que dormía en un banco le robé las zapatillas que tenía al lado de un bolso. El guarda hizo un sonido de disconformidad pero poco me importó. Ya tenía los pies helados y magullados de andar descalzo tanto tiempo.
Antes de subirme a mi micro pedí entrar a uno que iba a Athenas con la excusa de buscar a un familiar y dejé el celular en el baño del mismo antes de salir.
No terminaba de creerme que estuviera haciendo todo esto, digno de una película, pero así era mi vida ahora y tenía que comprarme el mayor tiempo sin perseguidores posible.
Triste me dejé caer en el asiento que me correspondía y me dispuse a dormir tranquilo por una vez en varios días.

* * *

Saga estaba como loco. Parecía que se iba a reencontrar con Aioros en vez de con el hijo. Caminaba de acá para allá en el lugar donde habíamos estacionado. Estaba oscuro y hacía frío. Las luces de la terminal del pueblito no iluminaban lo suficiente.
Finalmente, después de largos minutos, el micro llegó.
Era blanco y largo, hacía mucho ruido en comparación con la quietud del ambiente y me fastidió. No quería que nadie interrumpiera mi cabañita tranquila.
Frenó y solo el hijo de Sagitario bajó.
Me sorprendió un montón, pensé que sería un chico más grande, pero era un jovencito con unas zapatillas varios números mayores que el tamaño de sus pies.
La cara de alegría que puso Saga al verlo me conmovió. Ambos habían pasado por mucho y estaban contentos de encontrar alguien que compartiera sus sentimientos por Aioros.
Se abrazaron como si hiciera siglos que no se veían y supuse que así sería.
El chico tenía lágrimas en los ojos cuando se separó de mi hermano para saludarme a mí. Me reí de la cara que puso cuando vió que era tan parecido a mi gemelo. …l también sonrió, un poco y se limpió las mejillas con el dorso de la mano.
Nos subimos los tres al auto y nos fuimos a mi cabañita. No felices, pero un poco más tranquilos.
Notas finales:

Bueno, un poco de paz, para variar.

Esperamos que les haya gustado, gracias por leer. 


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