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BAJO LA PIEL por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:

TODOS II.

Nick abrió los ojos cuando sintió como alguien se estiraba perezosamente a su lado. Y lo primero que vio fue una cabeza rubia incorporándose en la cama. 


 


Alex también se había despertado. Se agarraba la cabeza con ambas manos.


 


—¡Vaya! —susurró achinando los ojos— mi cabeza... 


 


A Nick también le dolía mucho la cabeza y tenía los síntomas claros de una resaca monumental.


 


Fuera se oían ruidos, voces de mujeres. En especial la voz de UNA mujer, que era quién estaba armando más jaleo.


 


Alex abrió mucho los ojos y su cara se tiñó de una profunda sorpresa. Salió corriendo, literalmente.


 


Nick fue detrás sin entender lo que pasaba. Se quedó arriba de la escalera.


 


En la puerta de la casa había un montón de maletas, que unos hombres apilaban en el recibidor de la casa. La mujer que hacía tanto ruido era Amy DeLoop, la madre de Alex.


 


Nick la hubiese conocido en cualquier parte. Salía en todos los canales de música, en Internet, en la radio. Su hermana era muy fan de sus canciones. 


 


Su cabello rubio era tan claro como el de Alex, lo tenía largo y liso.


 


Debía tener unos treinta y cinco como mucho. Era preciosa, por eso era la fantasía sexual de la mitad de los habitantes del planeta.


 


—¡Mamá! —exclamó Alex saltando los escalones casi de dos en dos. Amy le sonrió con alegría. Alex le abrazó con cariño— ¡Has vuelto!


 


—Sí, hijo. Miami es un muermo —le dijo ella acariciándole el pelo. Alex le miró a la cara sonriendo—. Pero ahora estoy muy cansada, así que me voy a la cama...


 


La sonrisa de Alex se congeló en su cara.


Nick pudo ver el momento exacto en el que comprendió de que ella seguía sin acordarse de su cumpleaños.


Alex se apartó de ella con repentina frialdad. Y luego Alex dibujó en su cara una de esas sonrisas que no eran felices, pero que la gente no sabía distinguir. 


Sonrió sin ganas de sonreír, pero nadie se dio cuenta.


Excepto Nick.


Nick notó de que esa sonrisa no era como las otras. Era forzada y en sus ojos no brillaba ningún tipo de júbilo.


 


—Vale —le dijo intentando parecer alegre.


 


—Cariño, ¿Dónde has dejado mi caja? —dijo un hombre moreno, con el cabello despeinado y una perilla ridículamente cuidada.


 


Alex se lo quedó mirando.


 


—¿Éste quién es? —preguntó extrañado. Sin cortesías fingidas ni nada parecido.


 


—ÉL es Tom, cielo —le dijo su madre tomando de la mano al hombre— Es mi esposo, nos casamos en las Vegas ¿Verdad que es fabuloso?


 


Nick miró a Alex sorprendido. El chico frunció el ceño y tragó saliva.


 


—Fabuloso —repitió muy tenso— Sí, fabuloso como una escupitajo en el ojo. 


 


—Hijo, yo...


 


—¡Vaya! —dijo repentinamente irritado— Eh... ¿Qué ha pasado con Bob?


 


—¿Bob? —preguntó ella pensativa.


 


—El rubio del coche rojo...


 


—Oh, cielo, John, era John —Alex se encogió de hombros—. Ese es historia, le dejé hace semanas... Pero Tom, es el amor de mi vida.


 


Alex sonrió.


 


—No tienes por qué casarte cada vez que encuentras tu amor eterno, mamá —le dijo él con tomo feliz, aunque en realidad fuera un claro reproche. Ella se quedó algo cortada. Miró a Nick.


 


—¿Y este chico quién es? ¿Un amigo? —preguntó. 


 


Alex abrió la boca para decirle que no, que él no tenía amigos.


 


—Sí —dijo Nick  acercándose, Alex se lo quedó mirando sorprendido— Soy un amigo. Me llamo Nick.


 


—¡Qué bien! —exclamó ella,luego miró a Tom— Eh... nosotros nos vamos a descansar... Adiós chicos.


 


Al pasar por al lado de Alex, Tom le miró de arriba abajo y luego le sonrió de lado. A Alex no le gustaba aquel hombre.


Se giró hacia Nick.


 


—¿Por qué has dicho que somos amigos?


 


—¿No quieres que lo seamos?


 


—¡Vaya! Sí, claro —dijo como si solo eso fuese algo imposible y maravilloso.


 


—Pues entonces, lo somos —le dijo él sonriendo.


 


Alex miró como se marchaba en taxi mientras sentía esa extraña sensación de calidez que había sentido en la piscina antes de dormir.


 


Tenía un amigo... 


Y era la única persona en el mundo que le gustaba. 


 


********************************************************************


 


Los sábados y domingos no había clases, por lo que el himno de la escuela no sonaba. Tenían todo el día para salir y hacer lo que quisiesen pero las puertas de la escuela cerraban a las diez de la noche.


Ni un segundo más. Era mucho más difícil entrar que salir, normalmente la gente prefería quedarse fuera.


 


David abrió los ojos a las diez porque su teléfono sonaba.


 


—Apaga ese maldito móvil —gruñó Max adormecido y con un humor de perros. El chico no era una "Morning Person" precisamente. 


 


—Ya voy —le dijo. Lo dejó sonar más rato del necesario para molestar al chico pero finalmente lo descolgó.


 


Era su madre. Como siempre, le decía temores de sus delirios y él, como siempre, le consoló hasta que estuvo más tranquila. Los doctores decían que era beneficioso para ella que le llamase, que le ayudaba a mejorar.


 


Se fue a la cama, pero ya no tenía sueño.


Llamaron a la puerta.


Abrió y era un chico pelirrojo, no muy alto. Sus ojos eran verdes.


 


—Hola —saludó con aplomo— Soy nuevo y nos han dado la habitación de aquí enfrente. La ciento seis. 


 


—Vale, ¿Pero quieres algo?


 


—Sí... —dijo una tímida vocecilla a su lado. Venía de un chico idéntico al otro. Eran gemelos, pero ese chico miraba al suelo cuando hablaba y lo hacía muy bajito.


 


—¿Tenéis un cargador de este móvil? —preguntó el primer chico que había hablado enseñándole el aparato. Tenía un acento al hablar, pero no sabía identificar de donde.


 


—Eh.. Yo no, pero creo que él tiene. Pasad y se lo preguntáis —dijo él. Los chicos entraron en la habitación, que estaba hecha un desastre por culpa de David.


 


—¡Max! —le gritó David zarandeándolo.


 


—Calla la puta boca —dijo el otro hablando contra la almohada, por lo que su voz sonaba amortiguada.


 


—¡Tenemos visita! —le dijo muy alto cerca de su oreja.


 


—Pues cuando se vaya la visita te voy a matar —le dijo el otro de malos modos. Cuando no le dejaban dormir era un gruñón. Se puso en pie.


 


Max se quedó mirando a los dos gemelos, no estaban nada mal. 


Eran pelirrojos, con una cara bonita y un cuerpo bastante bueno...


 


Uno parecía tener carácter, estaba allá plantando con un móvil en la mano y cara de impaciencia. El otro miraba al suelo con aire tímido.


Tenían que ser nuevos, porque sino, ya los hubiese visto.


 


—¿Tienes el cargador de esto? —le dijo el gemelo más seguro de sí mismo. A Max le gustó su acento extranjero.


 


—No —dijo él. David suspiró exasperado.


 


—Está mintiendo —dijo el chico de ojos color miel haciendo su cama— Sí que tiene.


 


—Vale, sí tengo —dijo el poniendo los ojos en blanco.


 


—¿Me lo prestas? —dijo como si fuese algo obvio que no preguntaba por saber la respuesta, si no para que se lo dejara.


 


—¿Sois nuevos? —preguntó Max.


 


—Sí.


 


—¿Cómo os llamáis? —preguntó interesado.


 


—Yo soy Dante —dijo el más seguro de sí mismo—, mi hermano es Ryan. ¿Me prestas el maldito cargador de una puta vez?


 


Todos se quedaron atónitos. Bueno, menos Ryan que ya parecía acostumbrado a lo malhablado que era su hermano.


 


—Sí —dijo Max dándoselo.


 


—Gracias —suspiró— Te lo devuelvo en una hora, vámonos Ryan.


 


—Adiós... —susurró el joven antes de salir. 


 


Max se quedó mirándoles marchar, David sintió algo extraño. No le gustaba esa mirada.


 


—¿Te gustan esos también? —preguntó un poco sorprendido— ¿Es que a ti te gusta todo el mundo?


 


—Puede —le dijo encogiéndose de hombros– Pero tú sigues estando en mi TOP, David El Nuevo.


 


—Es un honor —ironizó él.


 


********************************************************************


 


Alex se quedó en su habitación.


 


Oía los gemidos de su madre y su nuevo marido.


 


Llevaban así tres horas. Paraban y después seguían de nuevo.


Alex intentaba mantenerse ocupado. Se puso a ordenar por tamaño todo lo que pilló. Y luego lo dividió en colores y tonalidades.


 


Cuando ya no tuvo más que ordenar se tumbó en su cama.


 


Se acordó del regalo de cumpleaños de Mikel. No tardó en sonreír mientras el humo salía de sus labios.


Oh, aquello era un regalo del cielo. Tras unas caladas se sintió diferente, y todo parecía menos importante.


 


Le dio la risa al oír a su madre gemir. ¿Así era como descansaban? Pues vaya descanso...


 


Rio entre dientes.


Si follar con su nuevo marido era más importante que estar con él...


Si era eso lo que le había tenido tan entretenida que ni había recordado su cumpleaños... 


 


Él no se iba a quedar esperando a que acabasen para hablar con su madre, después de todo el tiempo que había estado sin verla...


Después de todo lo que le había pasado, de lo difícil que era para él estar bien en su mente... 


 


Se puso en pie y buscó en su cajón algo para llevarse. En el cajón guardaba chocolatinas y caramelos, todos separados por colores y perfectamente ordenados. Cogió cuatro paquetes de Lacasitos, un puñado de caramelos de limón y su bolsa de hierba para hacerse otro porro cuándo se acabase. Lo metió en la mochila y abrió la puerta.


 


Justo en ese momento la puerta de la habitación de su madre se abrió, al fondo del pasillo. Era Tom que iba solo vestido por una sabana a la cintura.


Alex le pegó otra calada.


Y se lo quedó mirando, le dio la risa. Tom le miró de arriba abajo.


 


—Alex ¿Verdad? —le dijo.


 


—¡Vaya! Soy el único hijo que tiene, no hay otro con el confundiese —dijo con tono pensativo, como si le costase concentrarse para decir la frase entera— Deberías aprendértelo, ahora soy tu hijastro. 


 


—Claro —le dijo y miró como Alex le pegaba otra calada. Se lo quitó de la mano y Tom le pegó otra. Después lo colocó de nuevo en los labios del rubio— Tu madre me dijo que eras guapo, pero yo no espera que lo fueses tanto.


 


Alex se encogió de hombros. Tom le acarició la mejilla mordiéndose el labio. El rubio se apartó, no le gustó como le miraba.


 


—Tu esposa te espera, Bob —le dijo.


 


—Es Tom —le corrigió el hombre, Alex se encogió de hombros como si le diese lo mismo como se llamase. Le tiró el humo a la cara.


 


—Fóllatela otra vez. Y deja de coquetear con su hijo —le dijo— Esto no es una porno y eso que tú quieres NO va a pasar. Adios, Bob.


 


Dicho eso se marchó dejando a Tom muy impresionado. Antes de que bajase la escalera, Tom le vio meterse unas pastillas en la boca y tragar.


Oh sí, el chico tenía su carácter. Y era adorable, más cuando iba así de drogado. Tom pensó en que no estaba nada mal.


 


—Toooom— le llamó Amy con voz aguda.


 


—Ya voy, cariño. 


 


***************************************************************


 


—Jodida puerta de mierda —suspiró Dante cerrándola de golpe. El pestillo estaba roto, y tendría que decírselo al conserje o pensarían que la había roto él. A demás a veces se atascaba y no se podía abrir bien.


 


Ryan suspiró. Dante siempre había sido muy mal hablado.


Ryan miró como le quedaba el uniforme del instituto en el espejo. Odiaba el gris.


Y todo era gris en ese lugar.


Bufó y tiró de la corbata. Odiaba la estúpida corbata. 


¿Por qué demonios tenían que llevar eso allí?


 


Dante se acercó.


 


—¿Sabes lo bien que estás con uniforme? —le dijo él al oído. Y le abrazó por la cintura.


 


—shhhh —le susurró intentando que le soltase— Aquí nadie puede saber lo nuestro, Dante.


 


—Ni aquí, ni en ningún sitio, hermanito. Somos unos bastardos inmorales —le dijo pasando sus labios por su cuello.


 


*****************************************************************


 


—Ah. 


 


Oyeron David y Max. Se miraron sorprendidos. Y afinaron el oído.


 


—Ah. 


 


David sonrió. Max se acercó a la puerta de su habitación y la abrió. Echaron un vistazo y los ruidos venían de la habitación de enfrente. La de los gemelos.


 


—¿Eso es de los nuevos? —preguntó David. Max rió.


 


—No lo sé, pero si lo es, quiero enterarme de a quién se está follando ese el primer día- le dijo y salió al pasillo.


 


******************************************************************


 


Llamaron a la puerta con golpes.


Ambos se miraron. 


 


—El pestillo está roto —le dijo Dante a Ryan.


 


—¿Qué? —exclamó gritando. Dante le tapó la boca con la mano. El pomo de la puerta giró. 


 


—Me cago en... —gruñó Dante poniéndose en pie corriendo, buscó un lugar donde huir.


Pero el armario era minúsculo y bajo la cama había maletas y cosas... miró la ventana.


 


—¿Dante? —preguntó Ryan viendo como el chico ponía un pie el en alféizar— ¿Dante, estás loco?


 


El chico desapareció por el hueco de la ventana. El pomo giró, pero la puerta estaba atrancada y no se abrió.


Ryan corrió hasta la ventana pensando que su hermano se había tirado desde un tercer piso.


 


—¿Dante?


 


—¡Abre la puta puerta!


 


—No me dejes aquí, Dante —le exigió él susurrando. No podía verle, pero oía su voz y sabía que no se había matado— Cuando te encuentre te voy a romper las piernas. 


 


La puerta se abrió de golpe, y Max casi se cayó al suelo por el esfuerzo.


Ryan se tapaba con una sábana, estaba rojo como pocas veces en su vida.


Max miró alrededor y se sorprendió de que no hubiese nadie allí.


Solo Ryan. Sabía que era él porque estaba rojo y miraba al suelo con timidez.


 


—Vengo a por mi cargador —mintió Max descaradamente, Ryan señaló un enchufe donde estaba conectado. Max lo tomó. Miró de nuevo alrededor.


 


—¿Dónde está?


 


—¿Q-Qu-Quién? —tartamudeó. Oyó un ruido en la ventana, parecía que su hermano tenía problemas en su escondite. Para disimular el ruido pegó tres patadas al suelo de pronto. 


 


Max se sobresaltó por ese gesto. 


 


—¿Estas solo? —preguntó sorprendido.


 


—S-Sí...


 


—He oído gemidos —dijo Max con el ceño fruncido pero con una sonrisa divertida.


Ryan pensó que eso no podía negarlo.


 


—E-E-Era y-yo... —le dijo sin apartar la vista del suelo en ningún momento.


David asomó la cabeza por el marco de la puerta para observar mejor la situación.


 


—¡No! —exclamó el chico rubio como si no se lo creyese—¿Eras tú solo?


 


—S-Sí... —dijo pensando que mataría a su hermano por meterle en aquel lío— M-Me S-s-sentía solo...


 


David rió. Max alzó una ceja.


 


—Así que eras tú mismo, tú solo, practicando un poco de amor propio —le dijo él repasando su cuerpo unas cuantas veces. No se lo creía ni por asomo. 


 


—S-Sí...


 


—¿y eso también te lo has hecho tú? —Le dijo señalando un chupetón del cuello—Porque si lo has hecho no se como sigues vivo... ¿Eres contorsionista extremo? 


 


—No —le dijo muy nervioso— f-fue m-mi... —musitaba, un ruido se oyó desde fuera y para camuflarlo tosió sonoramente— Mi novio.


 


—¿Estás bien? 


 


—Sí. 


 


—¿Eres gay?


 


—Sí. 


 


—¿Tienes novio?


 


—Sí, sí —mintió él— T-tamp-poco t-tengo que daros explicaciones... d-dejadme t-t-tranquilo. 


 


****************************************************************


 


Cuando cerró la puerta puso delante una pesada maleta para que no se abriese.


Se acercó a la ventana. Su hermano estaba sobre el pequeño alfeizar, pegado a la pared. Estaba desnudo y se resbalaba todo el rato.


Le dio un ataque de risa.


 


—¡Deja de reírte y ayúdame, gilipollas! Joder, me esta viendo el culo el jardinero —le gritó de mal humor.


 


—¡Qué vergüenza me has hecho pasar! —le dijo dándole un empujón cuando le ayudó a subir. Dante se puso de rodillas a besar el suelo firme.


 


—¡Oh! ¡Tú no has estado colgando de la ventana, en pelotas! —le dijo él— A demás a ti se te da bien mentir. Con esa cara de niño bueno, y esa timidez tuya... nunca nadie piensa que mientes, por eso lo haces constantemente.


 


—Oh, Dante, eres inaguantable —le dijo apartándose de él. Se puso los pantalones y intentó salir por la puerta, pero estaba atascada— ¡Y soluciona esto!


 


Dante se puso en pie y le abrió la puerta con un fuerte tirón. Ryan alzó la cabeza bien digno. 


 


—Gracias —le dijo— Eh... sigo enfadado —le dijo antes de irse.


 


Dante cerró la puerta y sonrió.


 


—Este hermano mío es la hostia —susurró buscando algún cigarrillo en la maleta de su hermano, donde los había escondido. Pero no encontró nada— ¿y ahora qué fumo yo?


 


*******************************************************************


 


—Increíble —dijo Max con un ataque de risa— ¿Viste su cara?


 


—Oh, pobrecillo —dijo David, aunque también tenía un ataque de risa encima.


 


El teléfono de Max sonó. Era Nick.


 


—¡Hey! ¿Qué? —dijo extrañado, parecía repentinamente preocupado— ¡Nick escúchame! —le dijo— ¿Dónde estás? Vale, quédate ahí, ahora mismo voy.


 


David le miró preocupado.


 


—¿Pasa algo?


 


—Es Nick, dice que nos necesita. Está de bajón.


 


Ambos salieron rápidamente y tomaron un taxi hasta un hotel llamado María Christina. 


David había oído hablar de él por televisión, era uno de los hoteles más pijos y finos de la ciudad.


 


—¿Por qué está de bajón? —preguntó David sin entender.


 


—Es un poco sensible —le dijo él como si eso fuese un terrible defecto por su parte—. Nick se esfuerza para que sus padres le quieran ¿Sabes? Pero ellos siempre le comparan con su hermano... Nunca será suficiente... Le machacan para que sea quién herede toda esta cadena hotelera y al mismo tiempo le castigan por ser un inútil. Es mucha presión. Y cuando Nick se siente mal se emborracha, y cuando bebe se pone triste y bebe más... Beber mucho siempre empeora las cosas. 


 


—Yo... no... no sabía eso —susurró.


 


-No sabes casi nada de nosotros- le dijo Max sin parecer enfadado-, Piensas que somos niños ricos malcriados y prepotentes, que con tener dinero ya deberíamos ser muy felices. Te atreves a juzgarnos... pero no sabes nada.


 


David suspiró, no contestó porque sintió que Max tenía razón, en parte.


 


Cuando llegaron lo encontraron en la recepción, con la ropa algo sucia, despeinado y muy borracho.


 


—Siento haberos molestado... —susurró intentando vocalizar. Apestaba a whisky. 


 


—Tranquilo, gigante. Nos aburríamos sin ti —le dijo Max. Luego le miró de arriba abajo con aire crítico. 


La verdad es que el chico tenía un aspecto lamentable. 


 


—¿Esa es la ropa que llevabas ayer? —preguntó Max plantándose frente a él. 


 


Nick asintió.


 


—Me he pasado la noche dando vueltas por la ciudad con un loco porrero, adicto a los antidepresivos que a demás es una especie de asexual... —les dijo sin vocalizar muy bien.


 


David miró a Max para ver si él entendía algo. La cara de Max mostraba su desconcierto.


 


—Vale —le dijo acercándose y tirando de él— Este es el hotel de tu padre, así que no creo que ninguno de los que trabajan aquí tenga cojones para echarte a la calle. Pero tampoco puedes dar un escándalo en la recepción... no se lo merecen... sobre todo esa preciosa señorita de allí. Venga, cabrón. Mides dos metros, pon de tu parte. 


 


Nick estiró las piernas torpemente para ponerse en pie.


Max podía con Nick porque era fuerte, pero aún así David quiso ayudar. Cada uno lo cogió de un brazo y los echaron sobre los hombros. Le subieron a una habitación, Nick tenía la llave de la suit. Lo dejaron caer en la cama.


 


—Llevo casi dos días borracho —les dijo riendo. Y tapándose la cara con las manos. Max le puso una mano en el pecho.


 


—Vaya record, tío.


 


—Se van —dijo Nick de pronto.


 


—¿Quién?


 


—Todos —dijo él simplemente— Anthony ha tenido un accidente.


 


Max frunció el ceño y miró a David, que se mantenía apartado sin saber qué hacer.


 


—Anthony es su hermano —explicó el de pelo negro— Ayúdame a quitarle la ropa, necesita una ducha de agua fría.


 


—Se ha roto no se qué hueso de la mano... —les explicó Nick siguiendo con su historia. Max le fue desabrochando la camisa y David le quitó los zapatos. El chico seguía tumbado lacio en el colchón. 


 


—Eso esta bien, dentro de lo que cabe —le dijo David— Quiero decir... podría ser peor.


 


—Cierto, tío, hay miles de enfermedades mortales y gente que se muere en accidentes. A él solo se le ha roto un huesecillo de nada —le intentó tranquilizar. Le pasó los brazos por las mangas para desnudarle. 


 


—Lo sé. Se curará en poco tiempo. Tres semanas con escayola —le dijo Nick dando manotazos al aire— Mis padres se han enfadado mucho porque volvía tarde a casa y me han dicho que haga las maletas. Que echan de menos a Anthony, que deberían estar cerca de él y que nos vamos a Londres...


 


—¿Qué? —exclamó Max poniéndose en pie. Por primera vez David pudo ver el verdadero pánico en la cara de Max. 


 


—Yo no quiero irme —dijo Nick incorporándose torpemente— ¿Por qué todo es una mierda?


 


—¿Qué pasó después? —preguntó David.


 


—Les dije que no quería ir. Que Anthony podía apañárselas sin mí, y me dijeron muchas cosas que bueno... fueron crueles. 


 


—Tu hermano no es tan perfecto— dijo Max como si él guardase un secreto.


 


—Sabes que es mentira. Joder, Es el gilipollas más asquerosamente perfecto que conozco. ¡Le odio!


 


—No es verdad. 


 


—Tienes razón, lo sé... le quiero. Es mi hermano... Y le quiero. 


 


Max miró a David, Era la primera vez que veía a Max con aquella expresión. Estaba realmente asustado.


En su interior Max notaba crecer la desesperación. No podían llevarse a su mejor amigo. No podían. 


 


—No puedes irte... —le dijo acercándose—¿Qué hago yo sin ti?


 


Nick rio y le acarició torpemente el pelo.


 


—Yo no me voy —dijo—. Me quedo aquí, solo, pero me quedo. Me internan el lunes en la residencia. 


 


—¿Y tus padres han aceptado? —preguntó David.


 


—No les importo demasiado —dijo asintiendo con la cabeza. 


 


—¿Entonces por qué estas así?


 


—Porque mis padres se sintieron muy aliviados cuando les dije que prefería quedarme aquí solo. Si hubieras visto sus caras... Solo soy una carga...


 


—No estás solo ¿Qué somos nosotros? ¿Fantasmas? —le dijo Max, miró a David— ¿Verdad de que no está solo, David?


 


—No, claro que no. Estamos aquí. 


 


Nick sonrió. Max también lo hizo y le besó, juntando sus labios bruscamente.


David tragó saliva.


 


—Oh, pequeño cabroncete, te quiero ¿Sabes? —le dijo Max cuando se apartó y Nick rio— Ahora, vamos a ducharte, porque hueles a borracho. 


 


Entre los dos le quitaron los pantalones y le llevaron al aseo. Allí Max miró a David.


Max conocía lo suficiente a su amigo como para saber que aquellas no eran las condiciones en las que quería que David le viese desnudo. Nick lamentaría aquella noche, e intentó quitarle esa preocupación. 


 


—Será mejor que salgas... —le dijo sin intención de ofender, con tanta amabilidad como fue capaz— Conozco a Nick, si le ves desnudo... se morirá de la vergüenza cuando se le pase la borrachera.


 


David pensó que lo mejor era esperar en la cama. Como estaba nervioso se puso a cotillear la suit, nunca había estado en un hotel tan lujoso.


 


Max ayudó a Nick a entrar en la ducha. El chico se sentó torpemente. 


Encendió el grifo y le pasó agua por la cara al chico. 


Parecía dormido, pero no lo estaba.


 


—¿Cuánto has bebido? 


 


Se encontraba en un extraño estado de inconsciencia que provocaba el alcohol. Pero sabía que le escuchaba. 


 


—Todo se solucionará —le dijo pasándole la esponja por la espalda con cariño— Ya lo verás.


 


**********************************************************************


 


Alex sintió que había alguien detrás suya. Se giró y allí estaba Tom, observándole.


Alex se quedó mirándole extrañado.


 


—¿Y mi madre? —preguntó.


 


—Haciendo la maleta —le dijo Tom. Alex frunció el ceño y se sorprendió.


 


—¡Vaya! ¿Os marcháis...? —preguntó indiferente. Tom se acercó.


 


—Ella se va. Solo dos días —le dijo él— volverá pronto. Yo me quedaré aquí... para conocerte mejor...


 


—¿Por qué deberías conocerme tú? —le dijo el chico rubio sentándose en su cama. 


 


—Bueno, soy tu padrastro, ¿Recuerdas? 


 


—Con conocer a mi madre te basta. Solo estás con ella por su dinero ¿Cierto?


 


—¿Por qué dices eso?


 


—Es evidente que no le quieres. Estas casado con ella y me miras de esa manera... —le dijo Alex mirándole fríamente a los ojos. 


 


—Shhh —le dijo Tom cerrándole la boca con suavidad. 


Alex rehusó del contacto retrocediendo un paso. 


 


—Cuando te vi con tu amigo noté como le mirabas —le dijo Tom acercándose mucho a él. Alex retrocedió lentamente de nuevo— Y pensé que me hubiese encantado que me miraras como lo hacías con él... 


 


—¿Sabes lo celosa que es mi madre...? —saltó de pronto Alex apartándolo de un empujón. Tom vaciló un segundo— Sin la validación en un juzgado de este estado vuestra boda en las vegas no vale nada. Y si sabe que estas aquí diciéndome esas cosas se volverá loca, te echará a la calle y se quedará todo su dinero que...¡Wow! es mucho...


 


Alex pensó que estar a solas con ese hombre durante dos días podía ser muy peligroso. 

Notas finales:



El siguiente cap.....----> RYAN.


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