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BAJO LA PIEL por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:



Aquí está RYAN.


Se despertó con un canto gregoriano matándole el amor por la música.

Ryan abrió los ojos.

—¿Qué es eso? —susurró hablando en su idioma, se esforzaba por hablar siempre en español, pero en cuanto se despistaba las expresiones le salían de la boca en portugués y sus pensamientos en italiano.

Miró el reloj y después miró a su hermano.

Dante dormía en la cama de al lado con la boca abierta, en una postura extraña y roncando. Le tiró un cojín a la cara. Dante se despertó sobresaltado, atragantándose con su propia baba.

—¿Por qué coño tienes que hacerme eso todas las putas mañanas? —le dijo también en otra lengua, y es que a los dos les pasaba igual. Dante le miró con cara de mal genio. Ryan sonrió y fue a la cama de su hermano, casi tirándose sobre él.

—¿Por qué siempre dices tantas palabrotas?—le preguntó Ryan con una sonrisa— Te tendré que lavar la boca con jabón.

Dante le besó. Ryan sintió que su cuerpo se derretía, como siempre que su hermano le besaba o le tocaba. Siempre que pensaba en él se sentía como enamorado, que dios le perdone. 
Era una mierda eso de estar enamorado. 
Sobre todo cuando de quién estás enamorado es de tu hermano, y tu hermano gemelo, para rematar.

Y más, si se podía empeorar, cuando tu hermano gemelo es Dante
El arrogante. El insensible.

Ryan pensaba que a veces le odiaba más de lo que le quería, y sin embargo, todo se le olvidaba cuando le miraba como en aquellos momentos.

—Creo que me voy a duchar —le dijo de pronto, y lo dejó allí en la cama, solo, y preguntándose si su hermano le quería de verdad. Ryan tragó saliva y se puso el uniforme.

Guardó su violonchelo en su funda y lo deslizó bajo la cama. Ryan tocaba el violonchelo muy bien, le gustaba el sonido de ese instrumento desde siempre. Cuando lo tocaba recordaba a su madre, ella también tocaba.

Al abrir la puerta se encontró con el chico de pelo negro, guapo y alto que había entrado en su habitación como un torbellino.
Iba acompañado de un chico corpulento de cabello castaño y piel morena que le seguía siempre, como un perro faldero que adoraba a su amo.

Apretó los labios porque sabía que eso era exactamente lo que él parecía cuando iba con Dante. Ryan era su perro, su esclavo, siempre para satisfacer sus deseos, lo peor de todo era que disfrutaba así. 
Haciendo feliz a Dante él era feliz... 
¿O no?

Se dirigió al comedor para el desayuno. Llevaban allí casi una semana, era viernes y no tenía ningún plan para aquella tarde o el fin de semana. Supuso que estaría con Dante.

La puerta ya estaba arreglada. Por lo que nadie les había interrumpido durante...

Las salchichas de ese lugar no le gustaban, en realidad nada de la comida le gustaba. Ni el uniforme, ni el sitio, ni la gente. No le gustaba no poder hablar su idioma nativo y tener que esforzarse en comprender a los profesores. No le gustaba sentirse solo.

Ryan echaba de menos su hogar. Caminó por los pasillos añorando el olor de la casa de tía Carolina, echaba de menos el sol, el campo.

Si su padre no fuese un amargado le hubiese dejado quedarse allí.

Pero no, él decía actuar por su bien, por su futuro y para que se cumpliese su voluntad de que fuese un hombre de brillante porvenir le mandó a ese lugar, para recibir la mejor formación posible.

Suspiró. Apenas conocía a su padre, el gran empresario.
Era dueño de una de las industrias tabacaleras más importantes del mercado.

Pero Ryan no le conocía apenas. Su padre era un hombre mayor, frío y mantenía poco contacto con sus hijos.

Estaba en la mesa solo aunque el resto del comedor estuviese lleno. Así que no le extrañó cuando un chico se acercó para ocupar el asiento.

—¿Puedo sentarme aquí? —preguntó un chico rubio bastante menudo. Parecía delicado y extrañamente distraído.

—S-Sí, C-Claro —dijo él. Tragó saliva e intentó respirar hondo para controlarse.
¿Por qué se ponía tan
nervioso cuando hablaba con la gente? Odiaba tartamudear, así tenía la sensación de parecer tonto en la primera impresión. La gente se quedaba mirando con impaciencia a que acabase la frase y él se sentía morir. Con la única persona que no tartamudeaba era con Dante. Lo que demostraba que no era un problema físico sino de ansiedad.

El chico rubio casi llenó la mesa de bollería. Sonrió, pero apartó la mirada.

—¡Vaya! No te he visto antes —le dijo el chico sonriendo— ¿Me equivoco?

—Llevo a-a-aquí un-na semana —le dijo. El rubio frunció el ceño.

—¡Vaya! Qué raro hablas...

Ryan bajó la mirada colorado.

—S-Sí yo T-t-ttardamuneo...

—No me refiero a eso —le dijo él sonriendo con cariño, le extrañó que un desconocido le sonriese con tanto aprecio. Ryan se sintió infinitamente arropado por un amor anónimo que no alcanzó a comprender. Y no se sintió avergonzado, porque los ojos azules de ese muchacho no le miraban ni impacientes ni burlones ni condescendientes.

—Ah.

—Me refiero a que tu acento suena raro- le aclaró suavemente tendiéndole un bollo de chocolate. Ryan lo aceptó.

—Oh, p-pues n-no sé... vivi-i-ía en Portugal...

—¡Vaya! ¿Eres portugués?

N-noo —respondía Ryan mientras desayunaba— Soy de Italia, p-p-pero crecí en Portugal.

—¿Y has acabado aquí?¡Vaya! —dijo Alex.

Justo en ese momento llegó el chico de cabello negro precedido del perro faldero.

—¡Hola! Nick —le saludó el chico rubio feliz. Nick le saludó con un cabeceo menos entusiasta. No parecía estar de buen humor.

—¿Dónde está David? —preguntó Nick.

—Te he dicho que ahora baja, está hablando por teléfono —le espetó el de cabello negro. Ryan se fijó como el chico de cabello rubio apartaba la mirada y bajaba la cabeza con expresión dolida, concentrándose en su desayuno— ¿Podemos sentarnos aquí?

—Sí —dijo el rubio rápidamente, sin embargo, sonriendo de nuevo. Pero no de la misma forma, parecía forzado.

Ryan asintió lentamente con cautela. El pelirrojo sentía la mirada del chico guapo de pelo negro en él. Intentó acordarse de su nombre. Se lo haba dicho...

¿Cómo se llamaba?

—Max —le llamó un chico de cabello rubio oscuro mientras se acercaba a la mesa. Era el que les había abierto la puerta cuando buscaban un cargador. Un chico de cara redondeada e impoluta piel dorada por el sol— te has dejado el móvil en la habitación, te estaba llamando alguien.

Max miró la pantalla y frunció el ceño. Parecía molesto.

—Nick —le dijo el rubio junto a él—, he oído que ahora duermes en la residencia ¿Es verdad?

—Sí.

Ryan tena la habilidad de saber leer el lenguaje corporal, podía entender lo que le pasaba a las personas observando su comportamiento.

Por ejemplo, después de quince minutos sentado en la mesa con los chicos sabía que aquello parecía más un culebrón turco que un instituto.

Max le tiraba los tejos a David descaradamente. Y David se resistía aunque en realidad le gustase el chico.
Por las miradas que Nick le daba a David y las que le daba a Max, Ryan entendió que al chico le gustaba el trigueño y estaba celoso de Max.

Y el rubio platino llamado Alex miraba a Nick con tristeza, pero sonreía para que no se le notase. Cada vez que Nick miraba a David el chico llamado Alex parecía más y más triste. Así que a Alex le gustaba Nick. 
Aquello no era un triángulo amoroso, sino un polígono.

Lo más triste de todo era que aunque desde fuera le parecía obvio, ninguno de ellos se daba cuanta de nada.

Alex sacó unas pastillas blancas de su bolsillo y se las tomó.
Todos le miraron, sobre todo Nick.

Ryan sonrió bajando la cabeza. Oh, sí. A Nick también le gustaba Alex, aunque ni él mismo se diese cuenta de sus sentimientos, su expresión de alarma le delataba. Se preocupaba por él más que nadie.

—¿Alex?  —le dijo el moreno— ¿Esas pastillas para qué son?

—¡Vaya! —suspiró, y frunció el ceño, parecía perplejo, apartó el último plato— La verdad es que no lo sé muy bien... tengo muchas, son para mi cabeza

Ryan prestó atención.
¿El chico estaba mal de la cabeza?

—¿Pero qué son? —preguntó David. Alex frunció el ceño y vació sus bolsillos soltando varios blisters de pastillas en la mesa.

—Estas son droga, estas no cuentan —dijo apartando dos de colorines y un dibujito moldeado en ellas. Se quedó con un buen montón de pastillas y fue leyendo— Estas son tranquilizantes para el trastorno de ansiedad, estabilizantes del humor, antipsicóticos, antidepresivos, estas para el déficit de atención, estas para el T.O.C pero no me las suelo tomar porque... Porque me dejan tonto, me arrancan el brillo de los ojos y no me entero de nada...

Los muchachos se quedaron boquiabiertos ¡Ese chico parecía una farmacia!
Ryan cogió una de las de colorines. Y la observó de cerca.

—¿Quién te da todo esto? —dijo Max tomando el blister de las pastillas.

—Mi doctor —dijo él secamente. Se estaba poniendo muy tenso.

—¿Y estas? —preguntó Nick señalando las de droga con gesto de regaño.

—Sabes quien me las da —le dijo Alex mirándole fijamente— Es lo que queda de mi regalo de cumpleaños.

—Pero no se puede mezclar todo esto —dijo David— ¿No? quiero decir, que no es bueno mezclar medicamentos...

—Lo sé —dijo Alex mirándole con un poco de resentimiento—, Yo solo hago lo que el doctor dice. Dice que tengo que apoyar el tratamiento con otros para que sea efectivo, o no servirá de nada.

Ryan le vio ordenar las pastillas.

—¿Y qué es lo que te pasa?

—Estoy loco, enfermo  —les dijo muy bajito. Alex se encogió de hombros y recogió todas las pastillas, excepto las de MDMA— ¿Me las devolvéis?

El chico hablaba de pronto con un poco de mal humor. Los chicos lo hicieron.

—Tranquilo, Flipy —le dijo Max— Yo no quiero mierdas que podría haber fabricado tu abuela en una bañera de Tijuana.

-Pues entonces mantén tus manos fuera de MI mierda- le dijo antes de marcharse de mal humor.

*******************************************************************

El profesor de gimnasia le dio miedo. Se llamaba Jack y no paraba de gritar o de estar serio, siempre de mal humor.

Le preguntó a Ryan su nombre y él intentó contestar, pero se puso nervioso y se enfadó porque creía que se estaba burlando de él. Menos mal que llegó Dante en su rescate.

Luego tuvieron otra clase.

Ryan miró a Dante en clase. El profesor estaba cansado y les dejó hacer ejercicios tranquilamente mientras él leía el periódico con los pies sobre la mesa.

A Dante le gustaba aquel hombre, lo sabía. Gracias a dios parecía tan hetero que ni se dio cuenta de las miradas del chico. Eso no le gustaba nada.
¿Por qué su hermano era así?

Antes de darse cuenta estaba coqueteando con una compañera a su derecha. Sus ojos se humedecieron sin que él pudiese evitarlo.

¡Maldita sea! pensó al salir de la clase. Dante salió corriendo tras él. El pasillo estaba casi vacío.

—Hey, hey —le dijo agarrándole del brazo con fuerza y obligándole a girarse hacia él. Ryan intentó soltarse, pero su hermano no le dejó marchar. Apartó la mirada sintiendo lágrimas caer. Odiaba llorar frente a él— Ryan ¿Qué te pasa?

—¿No eres capaz de adivinarlo? ¿No sabes porqué estoy llorando?

—Siempre has sido un poco llorica —le dijo. Ryan le fulminó con la mirada— Te juro que no te entiendo.

Ryan se soltó y se metió en su habitación. Dante le siguió.

—¡Que no me entiendes! —le dijo dolido sentándose en la cama. Dante puso la radio para que no les oyesen discutir desde el pasillo— No me gusta verte ligando con otra gente, mientras yo tengo que fingir que no me pasa nada. Porque claro, eres mi puto hermano. Yo te lo doy todo, Dante, todo. He mandado a tomar por culo todo lo que sé, todo lo que me habían enseñado, mi integridad, mi moral, mi religión. Y lo único que te pido es que por lo menos intentes no follarte a nadie en mi puta cara. Tú para mí eres el único...¿Por qué tú no eres capaz de hacer lo mismo?

Dante se acercó y le miró fijamente. Se arrodilló frente a él.

—La he cagado mucho, ¿eh? —dijo él acariciándole la mejilla por donde paseaba una lágrima de rabia. Ryan asintió.

—Bastante —le dijo apartando la mirada. Dante le abrazó.

Siempre sentía que el mundo se hacía tan pequeño como una canica cuando Dante le abrazaba así, con ademán protector.

—No me gusta verte llorar —le susurró.

—Entonces no me hagas llorar, Dante —le dijo él con voz quebrada. Una canción sustituyó a la que acababa de sonar.

—Déjame compensarte —le dijo mirándole a los ojos. El corazón de Ryan latió más rápido. Dante le besó.

Nunca podría explicar la sensación maravillosa de sentir las manos de su hermano desvestirle. Ryan se mordía el labio para no gemir cuando metió la mano bajo su ropa interior, se limpió los ojos húmedos con el dorso de la mano.

Dante hacía magia. Sí. Era el único capaz de hacerle gemir de placer.
El único que le hacía sentir que se mareaba con un beso. Y se sentía completamente enganchado a esa sensación de peligro que únicamente él podía brindarle.

Dante besó su mejilla mientras arqueaba la espalda.

—¿Me perdonas? —le dijo Dante con voz baja. Ryan asintió.

Siempre era igual.
¿Realmente le quería o solo le quería para poder sentir algo? 
Amaba a Dante, pero se dejaba manipular para sentir aquel placer. 
Eso no estaba bien.

Puede que el amor estuviera muerto. Y ya solo quedaba sexo. Lo más triste de todo es que a él no le importaba eso, mientras Dante estuviese a su lado. 
Le chantajeaba con sexo prohibido y él aceptaba, tras eso cualquier otra cosa solo sería una excusa.

Quizá era eso lo que sentían los adictos a la heroína cuando sabían que el siguiente pico podía ser el último que acabase con sus vidas pero aún así no podían resistirse a su adicción, perdiéndolo todo por una sensación.

Su cuerpo se calentaba hasta el punto de sentir que hervía por dentro. Cada caricia de Dante dejaba una marca intensa en su piel. Intentó no hacer ruido pero la habitación se llenó de jadeos bajos y suspiros. Y también de música.

No estaba seguro de que Dante le amase, su habilidad para entender a los demás no funcionaba con él, era un misterio. En casa del herrero cuchillo de palo decían, y era cierto.

Aún así sabía que aunque Dante no le amase seguiría con él, porque él sí le amaba demasiado. Aunque eso significase aceptar que era un enfermo, un enfermo incestuoso y pervertido que vendía su alma al diablo por poder sentir ese cosquilleo de peligro mezclado con el orgasmo. Ryan ya había aceptado todo eso, y empezaba a vivir bien con ello. 
Porque era demasiado débil como para renunciar a tanto placer.

Dante le besó justo cuando se corrió en su mano. Ryan se quedó con la respiración como loca.

*******************************************************************

—Hagamos algo —le dijo a su hermano en su idioma, se sentía más cómodo hablando así, aunque supiese hablar perfectamente Español. Miró la espalda fuerte se su hermano, y bajó la mirada hasta su trasero.

—Ya hemos hecho muchas cosas —le dijo él encendiéndose un cigarro, este le respondió el Español, se haba fijado la meta de hablarlo también entre ellos para acostumbrarse, aunque a veces se les olvidara y acababan hablando mezclando el portugués y el italiano.

—No me refiero a eso —le espetó sintiéndose un poco mal, otra vez sucio y pervertido—, Me refiero a hacer algo fuera, no sé, o dentro. Pero algo que no sea ya sabes... eso.

Él le miró con el ceño fruncido y le pegó una calada. Luego sacó el humo de su cuerpo.

—¿Qué hay mejor que el sexo?

—Podríamos hacer otras cosas...

—¿Cómo qué? —dijo él sin entender.

—Como dar un paseo... no sé, o ir al cine ¡A cualquier sitio!  —dijo él intentando pensar cosas que no solían hacer— ¿Jugar al Twister?

—Eres muy elástico, seguro me ganarás.

—Cállate –Le dijo enfurruñado— Sé que lo has entendido.

—Es que no entiendo lo que te ha dado con eso de...

—Solo follamos, Dante —le dijo él cortando al otro— Cuando estamos juntos solo follamos. Nunca hacemos nada juntos... O si lo empezamos acabamos follando...

—Pues a mí me parece bien eso.

—¡Pero a mí no! —exclamó Ryan. Dante no conseguía entender que él quería ser normal, como si fuesen novios normales o unos hermanos normales, pero es que no eran nada de eso. 
Ninguna de las dos cosas.
Quería fusionar la relación de novios y hermanos ¿Es que eso era tan difícil de entender?

En la vida Ryan iba por su lado y Dante por el suyo y cuando sus caminos se juntaban simplemente acababan en la cama.
¿Por qué no podían ir los dos caminos paralelos, de la mano, y acabar en la cama de vez en cundo, pero seguir juntos después?

—Vale, Vale —dijo Dante poniéndose la ropa interior— ¿Qué quieres hacer?

—No lo sé —susurró Ryan pensativo.

**********************************************************************

—¿No te parece bonito? —preguntó señalando el paisaje. Estaba sobre el puente de un río. Toda la ciudad estaba frente a ellos.

—Oh, sí —dijo Dante, los ojos se le fueron detrás de una mujer de larga melena rubia— muy bonito...

—No seas cerdo —le regañó.

—No sé de qué me hablas.

Ryan le pegó un pisotón con todas sus ganas.

—Ups, lo siento no quería —mintió.

Se marcharon de allí porque se aburrían.

—No estamos hechos para esto, Ryan —le dijo Dante en portugués.

—¿Qué? ¿Por qué no? —le contestó Ryan en la misma lengua.

—Tú y yo sabemos que estamos demasiado acostumbrados a ir cada uno a la suya, tú tienes tu vida y yo la mía...

—Si quieres irte vete —le dijo enfadado.

—No te enfades... —le dijo él.

—No estoy enfadado —le sonrió, aunque sin ganas.

—Es que he quedado —completó la frase Dante. La cara de Ryan cambió. Ahora sí estaba enfadado.

—¿Has quedado HOY? —le dijo enfadado, pero sin perder los nervios— Se supone que hoy íbamos a estar nosotros dos solos.

—Lo siento.

—¿Con quién has quedado?

—Con una chica —le dijo él quitándole importancia. Ryan asintió mirando al suelo.

—Vale —le susurró— Vete. Yo me quiero quedar aquí un rato ¿vale? Diviértete.

—Vale... Nos vemos luego en la habitación.

—Sí, claro.

*******************************************************************

Ryan se secó las lágrimas. A su lado se sentó Alex, el chico rubio que había desayunado con él.

Su vista estaba tan empapada que ni siquiera había visto al muchacho acercarse. Maldijo la casualidad de encontrarse en el mismo sitio.

—¡Vaya! ¿Tú también vienes aquí a llorar? —le dijo con un chupachups en su boca. Levantó la mirada y pudo ver que el chico también tenía los ojos algo rojos de llorar.

—Y-yo... Y-yo Lo siento —le dijo avergonzado. Alex negó con la cabeza y le abrazó muy fuerte.

Notas finales:

Gracias por leer.

El siguiente cap es para DAVID.


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