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BAJO LA PIEL por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:

HOOLAAAA!!! este capitulo va especialmente dedicado a GAMBIT!! ^^ por prestarme su bonito poema para esta historia. :D

La canción es How disappear Completely de Radioherad
http://www.youtube.com/watch?v=7vFaoA7t2RE Por favor, ponedla en ese trozo para hacer más emocionante la lectura :P

Alex miró el estúpido lienzo en blanco apoyado en aquel estúpido caballete de madera que cojeaba cada vez que se apoyaba para pintar en él.
Odiaba la clase de arte y dibujo.

Todos dibujaban frutas y retratos con una calidad decente pero él no tenía talento, era un completo inútil y le salían cuadradas hasta la O dibujadas con compás.

Lo peor no era evidenciar su mala mano con la pintura. Eso podía soportarlo. 
Lo peor era cuando la rara de su profesora se ponía imaginativa y hacía clases como aquella, en la que los alumnos debían expresar sus sentimientos. Alex sospechaba lo que le pasaba a esa mujer. Seguro que esa señora también era amiga de Mikel y Romano. Porque los culpables se reconocen y Alex reconocía perfectamente el olor que se le pegaba a la ropa cuando tenían clase después del almuerzo. 
Después de unos cuantos. Cualquiera se pone artístico.

Miró alrededor.

Todos parecían saber perfectamente qué sentían y lo plasmaban muy concentrados con sus pinceles.
Pero Alex no tenía ni idea qué era lo que sentía la mayoría del tiempo.

Miró los botes de pintura a su lado. Luego su lienzo en blanco.

¿Cómo pintar lo que sientes cuando no sabes qué sientes?

Podía dejarlo en blanco. 
¿Eso era un sentimiento?

A su lado una chica hacía un dibujo lleno de tonalidades rojas y amarillas. A su derecha un chico hacía otro con azules .

-¿Alex? -le dijo su profesora acercándose- ¿Por qué no pintas?

-No sé cómo pintar algo que no sé qué es -le dijo. Ella, por supuesto, no le entendió.

-Un sentimiento -le dijo-busca un sentimiento y ¡plaf! ¡Plasmarlo!

-Pero -dijo él un poco enfadado, ¿Es que no le estaba escuchando?

-¡Plasma! ¡Expresa! -exclamaba ella levantando la voz y llamando la atención de todos los alumnos. Alex frunció el ceño porque le dolía la cabeza y esa mujer tenía la voz muy aguda. Rogó para que se callara, pero ella hablaba y hablaba y hablaba; y él se estaba empezando a cansar de tanto grito. Suspiró abrumado intentando calmarse.
Todos le miraban y habían dejado de dibujar. Bajó la mirada avergonzado.

-¡El sentimiento en el arte lo es todo! ¡Dibuja! -decía ella. Sus oídos zumbaban por la ansiedad, notaba las miradas clavadas en él y sabía que si tenía un ataque allí mismo daría un espectáculo vergonzoso.

"cálmate, cálmate, CONTRÓLATE"

Alex tiró el pincel contra el lienzo y la pintura negra salpicó la tela dejando un gran manchurrón, el pincel rebotó como en la piel de un tambor y salió disparado salpicando de pintura lo que encontró a su paso.

-¿Quiere que me exprese más?

La profesora, que tenía salpicaduras de pintura negra en la cara, estaba tan pasmada que se había quedado con la boca abierta.
Alex esperó que se enfadase, porque le haba manchado y eso estaba mal. Pero ella sonrió.

-¡Genial! -dijo tomando el lienzo- ¡Esto es verdadero arte! ¡Es espontáneo! ¡Veo rabia, veo Frustración!

Alex tardó en reaccionar, le temblaban todavía las manos. Intentó sonreír, pero no supo hacerlo.

-¿Le gusta? -preguntó extrañado. Ella parecía fascinada.

No se preguntó si era producto de los porros, de tripis o si se había escapado de un manicomio. Eso no importaba mientras ella pensase que había hecho algo bien y fuese ella quien pusiera la nota.

Alex se escabulló en el cambio de clase para dar un comunicado por la megafonía. 
Se dirigió al estudio con paso decidido. Tenía planeado algo.

Sacó el poema que había encontrado en la calle, lo tenía guardado en el bolsillo del pantalón dobladito con cuidado, como un tesoro.

-Duele -susurró el título. Le hubiese encantado saber hacer magia de esa manera; escribir y poder mostrar lo que sentía, pero él no sabía hacer eso, lo que sí sabía hacer era leer.

Y eso iba a hacer.

Suspiró y le dio al botón rojo en el panel de control de la megafonía.

******************************************************************

En todas las aulas oyeron el ruido en los altavoces. Max se preguntó por qué demonios algunos alumnos miraban los altavoces cuando se transmitía algún comunicado, como si el aparato les devolviese la mirada.

-Duele -dijo la voz suave de Alex-, escribir esto en un papel, sin saber si algún día lo vayas a leer, y si eso logra suceder... sabrás todo por lo que pasé.

Miró a Nick por si él sabía qué tramaba el rubio, pero por su cara no parecía estar informado.

-Duele estar sentado bajo el manto de la luna, Solo con el aroma que dejas y con un corazón destrozado... que se niega a llorar.

Nick tragó saliva. Ese poema era muy triste. 
¿De dónde lo había saco el chico? Seguro que iba dedicado a ese chico que le gustaba.

-Duele mirarte y desearte, resistiendo el impulso por lanzarme a tus brazos para sentir tu calor y oír tu respiración. Duele cada... Cada segundo en que no estas, ya que sin ti no soy... Solo... solo un alma atormenta que te quiere encontrar para descansar...

Nick, en silencio, escuchaba la suave voz de Alex decir esas palabras que por algún motivo le llegaron al alma. Su voz se entrecortaba un poco y sabía, sin verlo, que estaba temblando.

La clase entera estaba en silencio, escuchando a Alex leer. Incluso el extraño profesor. Max podra haber apostado un brazo de que casi todos los alumnos del centro estaban con la boca bien cerrada en ese momento.

-Duele cosas tan simples como vivir, respirar, sentir, tocar, soñar y escuchar, sufriendo por no poder decirte mis sentimientos. Duele el saber que debo seguir solo, conviviendo...

Alex estaba a punto de llorar, pero se aguantó.

-Duele mi alma, duele mi corazón- dijo cada vez más bajito- duele mi espíritu, duelen tantas cosas... pero así me siento mejor, porque sé que existes y con eso... me conformo.

Acabó casi en un susurro y cerró el micrófono. Una lágrima le nubló la vista.

*********************************************************************

Nick todavía pensaba en el poema, le daba vueltas a algunos versos que todavía recordaba.

Todos hablaban de Alex, fuese donde fuese. Solo oía cotilleos sobre él. 
Alex esto y Alex lo otro.

Se sentó solo en una mesa del comedor, apoyó el peso en sus codos con los ojos cerrados suspirando cansado.

¿Tanto estaba sufriendo Alex por ese chico que le gustaba?

Ryan se sentó a su lado. En silencio como solía hacer.

Nick le miró de reojo, era completamente opuesto a su hermano, él era sensible, y parecía entender a los demás. Aunque el chico fuese callado y tímido, era simpático. Nick apenas había entablado una conversación con el muchacho porque siempre quedaba tras la actitud engreída y socarrona de su hermano.

-Ryan -le llamó suavemente,el chico le miró- Tu eres amigo de Alex ¿no? Te he visto hablar con él muchas veces ¿Tú sabes qué le pasa?

Ryan clavó la mirada en su plato. Por supuesto que lo sabía, pero no le parecía bien decírselo si Alex no quería.

-Alex -suspiró- E-Está enamorado.

Nick escuchó eso, y aunque ya lo suponía, le sentó como un pisotón. Frunció el ceño asimilándolo, aquello era demasiado malo e irritante para pensar en ello. 
Solo de pensar que Alex amaba a alguien sentía que se le desvanecía el suelo.
Nunca se había sentido tan abatido por una noticia, cuando corría el rumor de que Alex se acostaba con cualquiera se sintió molesto, celoso. Pero aquello era diferente. "Enamorado" era una palabra demasiado grande como para reaccionar solo con celos.

Y con mala cara se giró hacia el pelirrojo.

-Bueno -dijo con voz seca- ¿Y puedes estar seguro de eso?

Ryan suspiró cansado. Estaba claro que a Nick le gustaba, si es que no le quería. Dudaba que solo le gustase su cuerpo, le debía gustar realmente el chico, en todos los sentidos. Nadie aguantaría a Alex y se preocupara por él de esa manera si no le quisiese.
Lo que pasaba es que Nick era demasiado obstinado como para darse cuenta de sus propios sentimientos.

Porque estaba fuera de sus planes amar al chico loco. Dudaba que Nick hubiese llegado a amar realmente a alguien.

-Y-yo también he a-amado -le dijo pensando que quizás le haría pensar y recapacitar sobre sus sentimientos- Es como si tu m-mundo solo girase entorno a e-esa persona, sin ser así. Es en la primera persona en la que piensas cuando despiertas y la u-última antes de dormir Y sientes que es única, especial y que quieres e-estar a su lado.

Nick se quedó escuchando y dándole vueltas.

-Re-recapacita eso -dijo Ryan antes de marcharse porque había visto entrar a Dante.

********************************************************************

David cerró el libro. El día estaba estaba nublado pero todavía así entraba una agradable luz tenue por la ventana. 
Miró de reojo a Max, solo vestía un pantalón porque se había manchado y cuando sustituía su camiseta le llegó un mensaje a su móvil.

Max y él habían hecho un trato.

Incluso había firmado un contrato escrito a bolígrafo azul para que ninguno de los dos pudiese negar sus palabras después.

Por estúpido que pareciese, a ambos le había parecido más importante que un contrato ante notario, aquel era un contrato inquebrantable.

Demasiado importante para ser tomado a la ligera.

Tras una larguísima conversación en la que la luz del amanecer les sorprendió charlando sentados en el suelo, uno frente al otro, habían puesto en orden sus sentimientos.
Y hasta que no quedaron completamente satisfechos no habían comenzado un nuevo día.

David miró dentro de sus propias emociones para entender qué quería de aquella inesperada relación. Todavía le costaba hacerse a la idea de que tenía un novio. Y comprendió que sus sentimientos estaban más motivados por sus propias inseguridades que por el amor que sintiera hacia el chico.

David no se sentía celoso porque alguien más estuviera con el pelinegro, se sentía mal preguntándose el valor que eso le ponía a él mismo, si eso significaba que para Max era menos importante.

Se lo explicó al chico sincerándose completamente y Max, en lugar de burlarse de sus palabras le escuchó atentamente.

Max, por su parte, le respondió que pensaba que el sexo era algo amplio y maravilloso que se podía disfrutar independientemente de los sentimientos cuando se tenía un vínculo tan fuerte y seguro como el que sentía él por David. 
David no le quería, Max lo sabía. Pero eso no cambiaba sus propios sentimientos.

Cada mañana Max se sentía más y más agradecido de tener al chico a su lado, se despertaba con el muchacho roncando contra su pecho y babeando con el pelo despeinado; y Max se sentía realmente afortunado.

Cuando meditó sobre aquello llegó a la conclusión de que poner en peligro sus bonitos despertares por unos cuantos polvos era estúpido, no quería hacer daño a David.

Quizá valía la pena dejar pasar un par de traseros guardando el pájaro en la jaula e intentar ser una pareja convencional si con ello mantenía a David a su lado.

Max vio como David se levantaba de su cama. Dejando el libro a un lado y se acercaba a él.

-¿No te gusta el libro? -preguntó con una ceja alzada. David se encogió de hombros.

-Me aburre -le dijo sentándose junto a él en su cama. Max se encogió de hombros.

Siguió con su móvil hasta que pronto lo apartó con mala cara.

-¿Qué pasa? -le preguntó David.

-Es el puto divorcio -le dijo Max suspirando exasperado- ¿Para qué quiere mi padre mi custodia? No lo entiendo, que se la deje a mi madre. Intentando joderse entre ellos me estan jodiendo a mí

David le miró sin decir nada. Solo le acarició el brazo con cara de pena. Ese gesto le calmó más que cualquier otra palabra. Le sonrió débilmente.

-Siento que tengas que escuchar mi mierda -le dijo- Como si fueses un psicólogo... nos falta el diván.

David rio.

-Sabes que me gusta la psicología -bromeó- venga, túmbate.

Max rio y aceptó la invitación tumbándose apoyando la cabeza en su regazo.

-¿Qué te preocupa? -le preguntó David acariciándole el cabello.

-Que me molesten -dijo mirando al techo- Que no me dejen tranquilo y me metan en sus problemas.

-¿Por qué?

-¿Por qué qué?

-¿Por qué tienes miedo de eso? -suavemente, David le quitó el pelo de la frente para seguir peinándoselo con los dedos.

-No me gustaría -le dijo frunciendo el ceño. David asintió.

Bien sabía que a Max le costaba mucho hablar de sus sentimientos y se estaba intentando sincer así que no quería presionarle.

-Te sentirás mal porque en realidad te da pena que tus padres te ignoren y prefieran pelearse -le dijo tranquilamente- Y sabes que si quieren tu custodia es solo para joder al otro, sabes que ninguno te quiere con él de verdad y eso te duele.

Max asintió lentamente, no le sorprendió que David le entendiese tan bien. El rubio se acercó y le susurró contra sus labios:

-Tus padres son unos completos gilipollas.

Parecía muy convencido.

-¿Ahora te das cuenta? -inquirió Max- yo lo intuía desde los cuatro años.

David le sonrió. Y le miró a la cara. Max se apresuró a incorporarse y a limpiarse los ojos.

-¿Estas llorando?

-No -le mintió Max- Es que algo se me ha metido en el ojo, en ambos ojos y... Bueno, yo...

David se lanzó contra su cuerpo, callándolo juntando sus labios. Por algún motivo ver a Max siendo vulnerable le ponía prendido en fuego.

Max no tardó en reaccionar. Le besó de manera que hizo estremecer cada recoveco de su cuerpo. Cuando se separó de él, Max le sonreía mirándole a la cara.

-¿Sabes lo mejor? -le dijo Max. David negó- En unos meses tendré dieciocho y los perderé de vista.

David asintió sonriendo, Cuando Max fuese mayor de edad él tendría diecisiete durante dos meses más. Y ambos serían legalmente independientes para decidir sobre su vida.

Volvió a besarle. Se subió sobre Max y ambos cayeron hacia un lado de la cama. Sentía las manos de Max, una en su muslo, casi sobre la entrepierna, la otra en su nuca.

Evitando que se apartase, los brazos de Max se tensaban y cuando David pasó sus manos por ellos notó cada músculo endurecido.

No era el único músculo que tenía endurecido. David se pegó a él ávidamente. 
Tocó la piel de su pecho. Y cuando Max le soltó para separarse David permaneció con las manos donde las tenía, sobre sus pectorales.

-Me compraré un piso en el centro -le contó Max con una sonrisita. David asintió distraídamente y mordiéndose el labio movió sus manos lentamente hacia abajo, acariciando su piel.

Notaba que la respiración de Max iba más rápido. Se inclinó para besar su cuello.

-Cuando me vaya -le dijo Max, sujetándole la cara con las manos para mirarle a los ojos muy serio, David nunca haba oído la voz de Max en un tono tan seductor- quédate conmigo.

David abrió la boca y luego la cerró sorprendido.

-¿Qué?

-Solo dime: yo me iré contigo- le dijo observando sus reacciones. Sus ojos grises brillaban de excitación, pero también de ilusión; y David sintió que se derretía.

-Yo...

Max, todavía con sus manos a ambos lados de su cara, acercó sus labios a los suyos para hablar contra ellos.

-Quédate conmigo -le susurró como en un ruego. Realmente era una súplica. Max estaba temblando, sabía que el chico lo notaría, pero no podía evitar descomponerse de nervios. David tragó saliva.

-Sí -le dijo asintiendo. Max le sonrió y le besó en el cuello cariñosamente.

David notaba la mano de Max sujetando su trasero, acercándolo más a su cuerpo.

-Yo me voy contigo a donde tú quieras...

*******************************************************************

Alex miró por la ventana.
El cielo de la ciudad siempre estaba encapsulado por una capa de polución; por muy oscura que fuese la noche ya nunca podía ver estrellas sobre su cabeza. Eran pasadas las diez de la noche pero Nick no estaba allí, volvería tarde tras un intenso entrenamiento de natación.

La fecha de su competición se acercaba y quedaba pocas semanas para celebrarlo. El chico pasaba entrenando la mayoría del tiempo.

Los padres de Nick no iban a verle nadar,estaban en Londres. Nick estaba triste por eso. Y no había nadie en el mundo que entendiese mejor ese sentimiento de decepción que él.

Alex pensaba que sus padres estaban muy ciegos, muy sordos y (seguramente) muy retrasados mentales para despreciar a Nick de esa manera. Él era un buen hijo, se esforzaba para dar la talla.
Era bueno, y era útil.

Alex tragó saliva para deshacer el nudo angustiado de su garganta.

Aquella perpetua sensación de aflicción le aprisionaba el pecho quitándole el aire.

Debía llenar su mente con un buen pensamiento, para recordarse a sí mismo que no todos sus días eran malos. Necesitaba revivir un momento alegre.

Nick.
Nick en su casa, en su cumpleaños. Abrazándole después de salir de la piscina para decirle que se lo había pasado bien.

Se aferró a eso para alejar sus malos pensamientos.

Solo de acordarse del momento en la piscina su cuerpo actuaba solo. Por un momento lo haba tenido tan cerca, tan mojado.

Suspiró y cerró los ojos. Pensando en el cuerpo del chico. Con los ojos cerrados casi pudo ver en bucle el glorioso instante en el que salió de la piscina completamente empapado.

Se mordió el labio inferior.

Ese era el único cuerpo que quería que le tocase, tocar, besar y abrazar.

Quizá otro chico hubiese entendido mejor qué le pasaba, pero Alex no estaba acostumbrado a sentir ese cosquilleo cálido en su cuerpo.

Apoyó una mano en el frío cristal de la ventana y con los ojos cerrados con fuerza siguió imaginando para mantener esa nueva sensación que crecía en su cuerpo.

Nick debía ser cálido, como lo había sido cuando veían la película, y tan amable...

Cerró los ojos de nuevo y se imaginó las manos de Nick vagando por su cuerpo.

Se sorprendió cuando casi al instante se endureció solo con pensar en eso.
Su corazón latía increíblemente fuerte y Alex, sin poder evitarlo, entreabrió los labios cerrando con más fuerza los ojos.

Siguió imaginando que su propia mano era la de Nick. Y gracias a que Alex tenía mucha imaginación pudo engañar a su cuerpo que estaba realmente excitado por primera vez en su vida. 
Se imaginó a Nick a su lado. Acariciando su cuello y bajando la mano tan lentamente que parecía torturarle.

Le gustaba ese juego. Jugar a ser amado. Bajó la mano por su pecho, y por su vientre, que por el contacto se encogió sintiendo un cosquilleo. Aguantó la respiración.

Alex se estremeció.
Cerró su mano entorno a su pene. Apretó los ojos intentando mantener su fantasía a pesar de que su mano estaba fría y la piel de esa parte de su cuerpo caliente.

Hizo lo que sabía hacer. Lo que les hacía a ellos antes de metérselo en la boca. 
¿Eso era lo que ellos sentían?
No podía saberlo.

Lentamente, tanto que parecía casi una tortura se acarició pensando en su amor.

La sensación era demasiado grande para su cuerpo, se sentía a punto de explotar. Golpeó la pared con la mano con la que se apoyaba, se escuchaba jadear, porque sentía que la energía iba a traspasar su piel.

Apretó los dientes.

Y de repente ese calor que se concentraba en su bajo vientre se intensificó. Y una sensación parecida a la electricidad se extendió por su cuerpo como en oleadas. Cegándole y...

¡Plaz! Aquella sustancia blanquecina manchó su mano.

Abrió los ojos y pestañeó mientras sacaba la mano de su ropa interior. Notaba su loca respiración.

En cuanto volvió en sí mismo se sintió sucio y muy triste. Parecía un psicópata obsesionado con su víctima haciendo eso pensando en él.

Pero es que esa era la única manera de que su cuerpo levantase de su coma sexual. Al principio pensó que su falta de libido se debía a su medicación, pero había dejado de tomar sus medicinas hacía ya bastante y seguía exactamente igual.

Si se pudiese empalmar con los demás chicos o chicas todo sería más sencillo, porque al menos podría estar con otra gente en vez de ser su muñeca hinchable.

La idea no le gustó nada de nada.

Se metió en la ducha rápidamente y se encogió bajo el agua. Sentándose de manera un poco infantil y sin poderlo evitar, comenzó a sollozar. Haca mucho tiempo que no lloraba de
esa manera.

Estaba mal, muy mal. Se abrazó a sí mismo pensando que pronto su montaña rusa caería, y que cada segundo que pasaba se notaba más devorado en las terribles fauces de la depresión.

Pronto, cuando fuese prisionero de ella, no tendría ni fuerzas ni ganas de intentar vivir, ni vería motivos para seguir haciéndolo. Pronto, sumido en la pena solo recordaría la tristeza y no podría recordar ningún momento feliz en su vida, como si alguien los hubiera borrado de su mente.

Su móvil sonó. Lo había puesto junto a la bañera porque esperaba una llamada. Lo tomó y descolgó.

-¿Sí? -dijo intentando que su voz no sonase tan mal.

-Hemos quedado- le dijo Marc-¿Estás bien?

-Sí -le dijo Alex- Voy en cuanto deje de llorar, ¿vale?

-Vale.

Y colgó.

*********************************************************************

Ryan estaba sentado tranquilamente en la cafetería de la residencia cuando una sombra a su derecha le habló.

-¿Puedo sentarme aquí? -le dijo un chico de sedoso cabello negro y ojos rasgados. Parecía asiático, su piel clara no lucía ni una sola imperfección. Ryan se llevó inconscientemente la mano a su mejilla pensando en su piel pecosa.

Ryan asintió sorprendido y extrañado de que no se sentase en otra mesa, cuando justo a su espalda había una que estaba completamente vacía.

Ryan le observó de reojo mientras se sentaba. Era alto, más que él. Y bajo el uniforme parecía delgaducho.

Se puso algo colorado porque el chico le miró y le descubrió observándole.

Apartó la mirada y siguió con su libro de economía.

-Me llamo Gregory -le dijo el chico. Ryan se puso muy nervioso, como siempre que conocía a gente y tenía que hablar- Pero todos me llaman Greg.

-Ryan -dijo solamente.

Él le sonrió y le tendió la mano.

-Encantado de conocerte, Ryan -le dijo. El pelirrojo se la estrechó y después apartó la mano rápidamente. Ryan bajó la mirada y después le miró de nuevo.

Abrió la boca para decir algo, pero la cerró pensando que mejor no, no quería tartamudear y parecer idiota. (Más idiota) Porque abriendo la boca y cerrándola parecía estúpido del todo.

Pero Greg no parecía tener prisa para que terminase la frase y le miraba sin burlarse de él.

-¿E-Eres de mi clase? -le preguntó. No estaba muy seguro porque no se había fijado en nadie.

-Sí -le dijo tranquilamente- Me siento cerca de ti en muchas clases.

-¿S-Sí? -interesado intentó hacer memoria.

-Sí, en economía, historia, Inglés avanzado...

Ryan asintió pensativo. No lo conocía en persona, pero recordó que una vez lo había visto paseando con Alex.

Le avergonzaba no reconocerlo después de que el chico estuviese estudiando a su lado durante tantas clases. Le sonrió.

-¿Tú eres el del hermano gemelo? -le preguntó Greg para sacar un tema de conversación. Ryan asintió.

-Dante -le dijo un poco nervioso. Greg sonrió.

-Un nombre curioso -comentó.

-S-se lo puso mi m-madre por Dante Alighieri- le dijo él.

-¿Ese quién es?

-E-el autor de la Di-divina Comedia -le dijo el pelirrojo- Y yo soy Ryan por mi p-padre.

-Pues yo me llamo Gregory porque mi madre es inglesa, y mi apellido es Tanaka por mi padre japonés.

Ryan reparó en la manía de morderse la cara interior del labio que tenía el muchacho, como si se pegase mordisquitos nerviosos y ese gesto moviese su nariz como un conejito. A Ryan le gustó ese gesto. El chico parecía nervioso.

-Tú tampoco pareces de aquí. Tienes acento de fuera -añadió suavemente tras un silencio, parecía empeñado en no dejar morir la conversación.

-Soy Italiano -le dijo y se dio cuenta en ese momento de que estaba bastante tranquilo. Y que hablaba con razonable fluidez para acabar de conocer al chico- Pero crecí en Portugal.

Ryan no pudo aguantar una sonrisa. Poder mantener una conversación como una persona normal fue una inyección de seguridad para su autoestima.

Mientras los alumnos iban y venían de la cafetería ellos permanecieron en sus asientos. Ryan notaba un cosquilleo en el estómago, solo un poco, por la emoción de hacer un amigo.

Hablaron durante mucho tiempo. Ryan se sentía a gusto con el chico, porque era simpático y le trataba muy bien, si se ponía nervioso, esperaba pacientemente a que acabase de hablar.

-Ryan -empezó Greg poniéndose nervioso- ¿Te... Te apetece ir un día a algún sitio? Me refiero... a dar un paseo conmigo...

Ryan frunció el ceño repentinamente consternado. ¿Eso era una cita? Desde luego, sonaba como una cita.

Su primer pensamiento fue para Dante y luego se obligó a recordarse que él nunca le había pedido una cita y que seguramente estaría follándose en aquel momento a cualquier cosa.

Igualmente no estaba muy seguro.

Miró al chico que esperaba mordiéndose nerviosamente el labio. Era guapo. Y a demás simpático...

"¿Por qué no?" pensó.

Solo era un paseo, eso no significaba que fuese a tirarse en la cama del chico de pronto, aunque esa idea tampoco le acababa de disgustar.

-Si no quieres no pasa nada -le empezó a decir preocupado por su silencio. Ryan se hizo esa pregunta muy serio. 
¿Quería?

Sí. Quería porque le apetecía y punto. Estaba harto de estar detrás de su hermano como un perro, él también podía hacer amigos.

-M-Me encantaría -le dijo sonrojándose intensamente.

*********************************************************************

Alex entró a su casa, o lo que había sido su casa. Solo de visita. Ya había renunciado a volver. Pero le apetecía ir porque así podía hablar con Ana, solo ella le entendía y sabía consolarle bien.

Vio maletas de color rosa en la puerta.

Antes de buscarla se fue a la cocina a buscar algo de comer.
Abrió mucho los ojos cuando al abrir la nevera la encontró casi vacía.

¡Eso no poda estar pasando en su casa!

Ana siempre se ocupaba de tenerla a rebosar para él. Su hogar estaba en completo silencio. Se preguntó dónde estaba el ama de llaves.

Subió la escalera y se quedó quieto cuando oyó sollozos. Fue hacia allí y se encontró a Amy en su cama, llorando. La mujer yacía con la mirada perdida y el brazo extendido acompañada por una goma y una jeringuilla vacía.

Se le haba corrido el rimel por las mejillas con tanta lágrima.

-Mamá -susurró él acercándose, no se sorprendió por la terrible escena- ¿Qué ha pasado? La nevera está vacía y te encuentro llorando...

Ella le intentó abrazar torpemente, levantando sus brazos sin control. Alex se quedó más preocupado todavía.

-¿Dónde está Tom? -le preguntó.

-Hemos cortado.

-¿y Ana?

-La he despedido- le dijo sin dejar de llorar.

Alex se quedó de piedra. 
¿Qué? 
Sin Ana no podía estar, ella era la única que se comportaba como una madre con él.
Pero no dijo nada. No hubo fatiga ni ataques de ansiedad, de pronto Alex se sintió completamente vacío. Y se tocó el pecho pensando que notaba en él un agujero.

-¡Les he pillado a los dos, me estaban engañando!

-Ana no haría eso -le dijo él con tono inexpresivo- Eres demasiado celosa, eres paranoica.

-¡No me crees!

La voz de su madre sonaba pastosa hablando desde aquel lejano mundo de las drogas. Ella intentaba mirarle, pero sus pupilas no enfocaban en su cuerpo. Alex conocía bien esa sensación. 

-Mamá -dijo él acercándose a ella en la cama- Ella me ha criado, ha hecho más de madre que tú. No me la quites, por favor. Por favor. Te lo ruego.

Amy apartó la mirada, se tumbó en la cama rendida por el esfuerzo.

-Yo era muy joven -le dijo intentando excusarse- Me quedé embarazada y mi carrera... sé que no soy muy cariñosa.

-¿Cariñosa? -inquirió Alex entrecerrando los ojos- Hay grupos terroristas más cariñosos que tú.

Ella hizo como que no le escuchó. Alex se tumbó a su lado, apoyando la cabeza en su pecho. Su corazón latía anormalmente lento.

-¿Por qué me dejaste nacer?- le dijo el rubio sintiéndose realmente desgraciado. Ella se encogió de hombros.

-Era lo que se debía hacer -le dijo ella. Alex le acarició la mejilla. Alex sentía ganas de llorar. Pero no lo hizo.
El agujero en su pecho se comía las lágrimas.

-Mamá, me quiero morir -le confesó el chico sintiendo que abría su pecho de par en par con toda la sinceridad de la que era capaz.

Ella negó torpemente con la cabeza y manoseó el aire.

-Mamá, Solo cierra los ojos. Tápate los oídos y duerme.

-No.

-¿Por qué?

-Porque me voy -logró decir. Alex se abrazó a ella con fuerza, ella no le devolvió el abrazo.

-¿Por qué hay maletas en la puerta? -le preguntó hablando contra la piel de su busto como cuando era pequeño y ella le dejaba dormir en su cama. Alex tenía miedo, muchísimo miedo. Se estremeció siendo de nuevo el crío que tenía miedo a las tormentas, pero en ese momento la tormenta era la inexorable tristeza que le engullía.
Necesitaba ayuda, necesitaba un abrazo.

-Mañana me marcho -dijo ella- empiezo la gira por Europa. No lo estropees.

Alex asintió comprendiendo. Que le quería, decía.

Le había dejado sin Ana. Solo y sin nadie. Si eso era amor que baje dios y lo vea.

**********************************************************************

Alex se sentía realmente derrotado.

Agarró la botella de whisky que había comprado y bebió un largo trago.

Estaba solo.

Había estado pensado mucho, sus pensamientos obsesivos se engordaban alimentados por la depresión.
Nick no le quería. Su madre no le quería. ¿Había alguien que le quisiese? Lo dudaba.

Porque él estaba enfermo.

Enfermo de tristeza, de alegría, de soledad. Un mes estaba feliz, y al siguiente estaba hundido en la miseria.

Y esas épocas de profunda tristeza eran horribles. El infierno dentro de su cabeza. Le estaba pasando de nuevo y ya ni su medicación podía evitarlo.

¿Por qué vivir así?
¿Qué sería de él en el futuro, cuando fuese un hombre adulto solitario? Viviría siempre con su tristeza a cuestas pesándole en los hombros, demasiado raro para tener amigos, demasiado inútil para tener un trabajo.

No se podía vivir de esa manera.

Bebió y bebió; Y pensó de nuevo en morir. La muerte no debía ser tan mala, solo es mala cuando es peor que la vida que dejas atrás.

Alex pensaba que la muerte debía ser simplemente desconectarse, como una televisión vieja. No creía en el cielo ni en el infierno, eso solo eran conceptos inventados por el hombre. Pero le muerte era otra cosa.

Pensó que tras la agonía de morir el celebro dejaba de funcionar y pum. La nada.
Menos que nada, porque al estar muerto no se enteraría de que hubiese falta de algo.

Así pararía el infierno que se le venía encima, y que le seguiría visitando periódicamente una y otra vez toda su vida mientras siguiera enfermo.

Sabía qué hacer. 
Su canción. La canción de su muerte. Desde siempre había pensado que iba a morir escuchando How Dissapear Completly de Radioheard. Aunque viendo la sección de comentarios de youtube Alex no era el único que encontraba en aquella canción un himno de la depresión.

Alex encendió los altavoces. La canción sonó, el chico subió el volumen tan alto, que si gritaba nadie le oiría sobre la música.

Y gritó. Gritó hasta que no le quedó aire en los pulmones, pero cogió aire y volvió a gritar.

Cayó al suelo de rodillas, temblando por los sollozos, las lágrimas caían por sus mejillas.

Se limpió las lágrimas y respiró hondo para tranquilizarse.

Buscó debajo de su cama una caja. De ella sacó, una bolsa llena de pastillas y un paquete de caramelos.

Se tomó una pastilla. Y le pegó un trago a la botella. Y luego otro y otro.

Sonrió cuando la botella cayó vacía a su lado. Sí, eso le ayudaba.

Aspiró un tubito de polvos blancos.

Lo primero que notó fue aquella familiar sensación de falso frío, aunque su cuerpo aumentase la temperatura. Lo segundo fue la sensación de vértigo como si su cuerpo se desplomaba sin moverse, el suelo parecía desaparecer bajo él y, sin embargo, se notaba ascender. Su estómago se contrajo y notaba cada célula de su cuerpo, su piel... Notaba el aire, notaba el polvo, notaba su vello erizándose por toda su piel.

Su garganta se cerró con un enorme nudo hecho de nervios y cuando respiró el aire que entraba en sus pulmones le trajo placer.

I'm not here, decía la canción. Yo no estoy aquí.

-Im not here -cantaba a media voz el chico dando vueltas con los ojos cerrados, se sentó y se tomó otra pastilla.

Se sentó con las piernas enredadas, como los indios. O por lo menos lo intentó.

Vació la bolsa de pastillas en el suelo y luego la de caramelos.

-I'm not here -susurró él tomando otra pastilla- In a little while,Ill be gone.

"En un momento me habré ido"

Siguió tomando todas las pastillas, acompañadas de los caramelos. Las pastillas hacían su efecto, nublando su vista. De esa manera no distinguía las pastillas de las golosinas. Y era una sorpresa sentir el azúcar inesperadamente en su boca.

En pocos minutos se acabaron las pastillas y los caramelos, también la canción estaba acabando.

En el momento exacto en el que todas las pastillas que había tomado de golpe inundaron su sangre de droga, el chico comprobó como la sensación que notaba cambiaba radicalmente del placer eufórico al mareo.

El chico se derrumbó en el suelo de rodillas intentando no vomitar, su estómago luchaba por su supervivencia.

Se tumbó en el suelo. Y el cuerpo que unos minutos atrás había notado ligero ahora parecía pesar tonelada, todo era lento, el mundo era ajeno.

Era una sensación horrible parecida a caer desde una enorme atracción de feria sin llegar nunca al suelo, gritó. De pánico, de dolor. Todos sus sentidos estaban entrando en colapso y le dolía el pecho. Sus pulmones intentaban respirar pero no recordaban como hacerlo. Temblaba, no supo si de miedo o por las convulsiones, y poco a poco, cada vez más le invadía una extraña somnolencia que conocía bien alejando esa agonía que estaba viviendo.

Las puertas de la muerte.

Algo en su pantalón vibró. Al principio le costó comprender lo que pasaba, cuando quiso mirar fue consciente de que no veía.

Deslizó el botón verde sin ver ni siquiera quién era el que llamaba.

-¿Alex? -dijo la voz conocida de Nick. El chico rubio hizo un ruido para que supiese que le escuchaba. Tenía sueño pero su corazón iba a explotar en su pecho, le costaba tanto hablar...- Alex, ¿Qué te pasa?

No hubo respuesta.

-Tengo que decirte algo -insistió la voz de Nick en algún lugar cerca de su oreja derecha.
¿Dónde estaba su teléfono? No recordaba.

-Pues date prisa -le susurró el chico arrastrando las palabras con voz ininteligible- El tiempo...

-¿Qué? ¿Qué te pasa?

-Me...muero- le dijo el chico totalmente tranquilo.

-¿Qué has hecho? -estalló alarmado.

- Me... he... -le susurró el chico con un suspiro apenas audible. Entonces el chico ya no habló más.

La música sonaba.

-¿Alex? ¡ALEX! -gritaba la voz del teléfono.

"I'm not here"

****************************************************************

Nick abrió la puerta de la habitación de Alex de una patada.

Se lo encontró en el suelo, junto a una botella vacía de whisky y un charco de vómito.

La música sonaba. Max estaba con él, y el chico se había quedado congelado en la puerta, con los ojos muy abiertos al verle y las manos en su cabeza.

-¡Llama a una ambulancia! -gritaba Nick yendo junto al niño que yacía inconsciente en el suelo- ¡MUÉVETE! ¡Pide ayuda!

Max asintió nerviosamente y comenzó a llamar.

-Alex -susurró Nick al borde del pánico.

Lo tomó entre sus brazos para escuchar si su corazón latía. El chico estaba tan pálido que daba miedo. Y su cuerpo parecía un muñeco, lacio y sin vida- no, no, no...

Oyó un débil latido, tan débil que Nick se estremeció. 
Tenía restos de espuma en la boca, como si tuviese tenido convulsiones. 
Golpeó al chico en la cara para que recuperase la consciencia, pero no halló resultado. El chico ya estaba muy lejos.

-Por favor, por favor -repetía a punto de llorar, demasiado asustado para hacerlo- No puedes morirte, ¿me oyes? No me dejes...

A Alex le costaba respirar, escuchó un horrible sonido cuando le abrazó.

-Aquí no, no ahora -repetía Nick sin saber muy bien qué decía. Vio a su lado la bolsa de pastillas vacía y comprendió lo que había pasado.

Colocó al muchacho en el suelo bruscamente, llevado por el nerviosismo le tumbó con la cabeza inclinada hacia un lado, y le metió los dedos en la boca muy hondo y le apretó el abdomen con su otra mano. El chico vomitó inconsciente, manchándose la cara.

Nick recordó sus cases de primeros auxilios cuando comenzó en natación y se aseguró de que el chico no se ahogase con su lengua limpiándole la garganta con los dedos.

Oía a Max pedir una ambulancia por teléfono.

-Te quiero, pequeño... ¿Me oyes? No me dejes, por favor. Alex, por favor. Te quiero.

Nick sintió lágrimas pero no le importó.

Estiró los brazos sin saber siquiera si lo estaba haciendo bien, ojalá hubiese atendido mejor en aquellas clases, pero no podía darse por vencido. Comenzó a hacerle las compresiones de una RCP.

No podía creer que justo cuando entendía que le quería, y que él quería estar con él... Cuando iba a armarse de valor e iba a contárselo él chico hiciese eso...

Unos minutos después se llevaban al chico en una ambulancia.

********************************************************************

Llevaba dos días inconsciente.

En cuanto los sanitarios habían llegado habían separado a Nick del chico, que seguía insuflándole aire y haciéndole compresiones a pesar de los calambres de sus brazos. Cada vez que presionaba sentía que se le iban a caer.

Más tarde el doctor le había dicho que aquella desesperada acción había sido decisiva para mantener con vida al muchacho.

Los enfermeros le inyectaron rápidamente Naloxona y se lo llevaron en una ambulancia a toda prisa.

La directora Regina se había hecho cargo de enviarle al mejor hospital de la ciudad. Le había preguntado a Nick que había pasado y, aunque sabía perfectamente lo que el chico había hecho, dijo que solo se lo había encontrado y que no sabía nada más.

Ni siquiera entendía por qué le había dado esa respuesta.

La directora le había dado permiso para ausentarse en las clases si quería quedarse con el chico en el hospital hasta que le dieran el alta. Nick entendía el motivo.

Porque si él no se quedaba con Alex, nadie lo haría.

Su madre estaba en paradero desconocido. Por mucho que intentaron ponerse en contacto con ella solo encontraron el buzón de voz de su agente. Debía estar ocupada en su gira europea.

Los médicos le dijeron que el chico estaba vivo de milagro, había sufrido una sobredosis, pero tras hacerle un buen puñado de cosas médicas que Nick no entendía le habían salvado.

Los peores momentos de su vida los había pasado en la sala de espera.

Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde... 
Pero él lo sabía, incluso antes de creer que se moría.

Se había hecho a la idea de que amaba al chico loco.

Ryan se acababa de marchar, había ido a visitar al muchacho pero las enfermeras no le dejaron estar mucho tiempo. 
Nick se sentó en la silla del acompañante rascándose los ojos con cansancio.

-¿Por qué has hecho esto? -le preguntó destrozado, era una completa estupidez hablar con él porque estaba sin conocimiento, pero así se sentía mejor.

El chico permanecía con la cara inexpresiva como muerto, pero ahora tenía mejor color de piel.

Le tomó la mano entre las suyas apretándolas con cariño. 
Y para su sorpresa sintió que la mano se movía un poco, solo un tenue movimiento de dedos, como si reaccionase al contacto.

Y Alex abrió los ojos lentamente. Nick nunca haba estado tan feliz de ver esos ojos azules.

Llamó a las enfermeras a gritos. Ellas le examinaron por todas partes durante un rato.
Apartaron a Nick y solo le dejaron entrar cuando se aseguraron de que el chico estaba bien y que no tenía secuelas ni daños celebrares.

Nick se acercó muy lentamente. Alex le miraba con demasiada fijeza.

-Alex, ¿Estás bien? -le preguntó suavemente.

-¿Dónde estoy? -murmuró él mirando alrededor. Sus ojos se posaron en los tubos de la vía que tenía inyectada.

-En el hospital -le dijo enfadándose de pronto- ¡Cómo se te ocurre hacer eso! ¿En qué demonios estabas pensando?, ¿Eh?

-Pensaba en morir -dijo sinceramente Alex. Parecía otra persona. Su voz estaba muerta, sus ojos estaban vacíos. En él no había nada y solo parecía un cascarón vacío completamente vulnerable. 

Alex pudo notar como la cara de Nick se volvía de completa rabia incluso sin mirarle.

-¿QUÉ? -exclamó gritando descargando los nervios que había soportado- ¿Es que estás loco?

-Sí -le dijo solamente aquel cascarón que era su amigo. Parecía triste, Tanto que ni siquiera tenía fuerzas para discutir- ¿Qué haces tú aquí?

-Yo te encontré -le dijo sentándose de nuevo a su lado- Y te quiero cuidar.

-¿Estás enfadado porque me he intentado suicidar o porque has sido tú el que me ha encontrado?

-¿Qué estas diciendo? -le dijo atónito, pero la expresión del muchacho era de tal tristeza que comprendió que se lo preguntaba de verdad.

-Alex, me importas -le dijo Nick apartando la mirada nervioso.

-¿Por qué? -preguntó Alex. Nick sintió una bola de nervios atascada en su garganta. Tenía que decírselo. Tenía que...

Siempre le había costado un mundo declararse. ¿Y cómo iba a decirle al muchacho que le quería cuando estaba en aquel estado?

-Porque... P-orque... -balbuceaba- Porque estar contigo... me... Me hace muy feliz...

-¿Y eso porqué?

-Porque yo te... Te... -tragó maldiciéndose- te tengo mucho cariño.

Su lengua le traicionó en el último momento, no era en aquel hospital donde quería declararse. Quería recordar ese momento con nostalgia y una sonrisa en la cara, y para eso necesitaba evitar relacionarlo con la imagen de Alex muriéndose en el suelo.

Se acercó acariciándole la mano. Alex se giró hacia él y le sonrió con tristeza.

-¿Sabes que eres en la última persona en la que pensé antes de morir? -le dijo Alex.

-No has muerto -le corrigió Nick.

-Por que tú no me has dejado. Ni queriendo puedo morirme, tengo mala suerte hasta para eso -suspiró Alex un poco irritado.

-Espero que eso sea una broma. No me obligues a abofetearte.

-¿Está aquí mi madre?

-No, no le podemos localizar.

-¿Sabe alguien que estoy aquí?

-Pues... sí. La directora, mi madre, Max y Ryan.

-Vale -suspiró poniéndose más triste.

El doctor llegó y comenzó a hablar con Alex, para ver qué había pasado.

Nick esperó en el pasillo para otorgarles la privacidad que la ley exigía. 
Y cuando el doctor abandonó la habitación se encontró con él en el pasillo. Parecía muy cansado.

-El chico me dice que ha sido una sobredosis accidental. Pero cuando llegó aquí sus niveles en sangre de opiáceos, éxtasis y sedantes podrían dejar K.O a los Guns and Roses, solo con el porcentaje de alcohol en su torrente sanguíneo habría caído en coma etílico, y eso que tú le hiciste vomitar, ¿Crees que hay algo de accidental en eso?

Nick se apoyó en la pared, sus piernas temblaban un poco. Se frotó la cara con las manos. 
No supo qué contestar. Así que el mayor se acercó para hablarle en voz baja.

-Mira, hemos tenido que hacerle un lavado de estómago, y repetirle los intravenosos de Naloxona, pero más que eso nada podemos hacer. El problema es su mente, su cuerpo estará bien cuando se recupere. Pienso, que teniendo en cuenta su historial psiquiátrico, mi recomendación es que ingrese en una clínica de rehabilitación. Pero siendo él un menor, yo no puedo obligarle sin el consentimiento de su tutor legal. Tú también eres menor ¿Verdad?

Nick asintió. El hombre suspiró y simplemente le deseó suerte.

El doctor se marchó y Nick volvió junto a Alex.

El chico le sonrió débilmente.

*******************************************************************

Alex volvió a la residencia al día siguiente.

Amy le había llamado por teléfono y le había dicho que le quería y que no volviese a intentar morir. Alex no se tomó en serio ninguna de las dos cosas.

Nick le había arrebatado el teléfono de las manos para decirle a la mujer que era una madre horrible. Le gritó que su hijo había estado en el hospital solo mientras ella ignoraba las llamadas de todos. Amy le dijo que se metiera en sus asuntos y Nick le contestó que "sus asuntos" era su hijo. Luego ella le colgó.

Alex se quedó mirando aquella escena sin saber cómo reaccionar. Se sentía muy confundido y cansado.

No podía salir de la habitación. Alex se había convertido en el cotilleo por excelencia, todos hablaban de él y cuando se olvidaban el chico les daba nuevos motivos para hablar.

Nick no se apartaba de él casi en ningún momento. Lo que le hacía pensar que quizá si podía superar el escalón que le ponía la vida. Era más fácil si no estaba solo. 
Nick se sentó en su cama.

Alex le miró mientras este le apartaba el cabello de la cara lentamente.

-Cuando te vi casi muerto tuve tanto miedo... -le dijo Nick a media voz. Alex notó la manera en que le miraba. Y su corazón se disparó.

-Dime porqué.

-Porque tu haces mi mundo mejor -le dijo lentamente. Alex sonrió aunque se encontrase mal. Pero Nick notó que algo no iba bien y se quedó mirándole preocupado.

-¿Alex estás bien? -le preguntó examinándolo.

Alex sabía a lo que se refería. El más puro y duro síndrome de abstinencia. Se encontraba tan mal como si estuviera enfermo.

-No -le dijo.

-¿Por qué tiemblas? -dijo Nick muy preocupado, notó sus manos en su pecho. Sentía su corazón a mil- Estás muy pálido... tienes mala cara.

-Hace mucho que no tomo nada -le dijo Alex enseñándole sus manos temblorosas.

Nick entendió. Por eso el chico estaba tan nervioso, tenía el mono.

Antes de marcharse del hospital el doctor le había dicho que eso pasaría. Le habían dado medicinas antídoto de opiáceos y habían eliminado de su cuerpo todo rastro de droga, y ahora su cuerpo lo notaba y necesitaba más.

El doctor le había dado algunas instrucciones que seguir pero todavía así Nick no tenía ni idea de qué hacer en esa situación.

Alex le miró suplicante. Sabía lo que quería.

-No -le dijo.

-Por favor -le rogó suplicante. Nick tragó saliva. Nunca haba visto al chico, que solía ser orgulloso, tan desesperado- dámelas...

-No voy a darte droga- le dijo Nick muy serio.

-Lo necesito -le susurró.

Nick se quedó mirándole. Por la cara angustiada del chico no debía ser agradable. No le gustaba verle así. 
¿Qué debía hacer?

Sabía que si no se las daba se pondría peor, le había advertido el doctor. Y él no sabía cómo actuar en una situación así, si se hubiese informado antes seria su enfermero.

Eso haría.

Pero en ese ese momento...

-Por favor -le imploraban sus ojos- Dámelas.

Y Nick cedió.

-¿Qué necesitas?

-Dámelo todo- le dijo. Nick se tensó.

-No.

-Dame... dame -dijo un poco distraído. Alex no sabía exactamente qué era lo que más ansiaba- Esos polvos blancos que hay en mi bolsa.

Nick se sentía fatal mientras los sacaba, se sentía como la basura más inmunda del planeta, como si le estuviese envenenando; Bueno, era exactamente lo que estaba haciendo.

Le dio a Alex un tubo con unos polvitos en su interior. No quiso mirar, así que se giró y miró al techo. Cuando se dio la vuelta los polvitos habían desaparecido.

Alex se llevó la mano a la nariz. Estaba sangrando.

Nick se apresuró a traerle un rollo de papel higiénico del baño para limpiarle la sangre. Había manchado las sábanas con unos lunares de olor escarlata.

Alex empezó a llorar.

-Eh, eh... -le susurró limpiándole con cariño. Alex bajó la mirada- No llores... No pasa nada...

-Soy lo peor, Nick -lloraba él todavía temblando. Nick negó.

Nick vio el momento exacto en el que aquello le hizo efecto. Alex se quedó quieto cerrando los ojos, respirando profundamente, y entreabrió los labios en una expresión de sorpresa e intenso placer. Agarró las sábanas cerrando los puños, como si sintiera que iba a caer.

Pero cuando abrió los ojos, en su mirada perdida no había placer, solo la tristeza más desoladora que Nick hubiese visto en su vida. Sus pupilas estaban diminutas entre todo ese azul.

-Nick, abrázame, ¿vale? No me dejes solo.

Nick se apresuró a obedecer. ¿Cómo no hacerlo?

Le rodeó con los brazos y se acomodaron en la cama.

-Todo estará bien -prometió el chico moreno al oído- yo me quedo contigo, estoy aquí.

-Gracias -le dijo Alex.

 

Notas finales:



El siguiente cap----> DAVID.


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