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BAJO LA PIEL por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:



TODOS.

Dante se encerró en el baño como solía hacer cuando se sentía furioso, preocupado o triste. En ese momento le costaba elegir entre cual de esas tres cosas sentir.

El agua siempre le ayudaba a pensar mejor. Suspiró sintiendo el líquido delineando su cuerpo.

¿Qué tenía ese maldito Greg que él no tuviese?

Era guapo, sí. 
¿Más que él?, Podía ser. 
Pero Dante estaba seguro de que no podía conocer mejor a Ryan que él.

NADIE podía conocer a Ryan mejor que él.

Los celos le mataban. Por mucho que se dijese a sí mismo que él hacía cien veces lo mismo, que se acostaba con quien fuese... 
Eso no le ayudaba.

Porque sabía que Ryan no era como él. Dante pensaba que si se iba a la cama con cualquiera solo sería un polvo, un pasatiempo sin importancia; pero para Ryan no era así. Ryan se enamoraba. 
Ryan se acostaba con quien significase algo para él.

Si solamente fuese un polvo, a Dante le daría igual. No hubiese puesto confeti en la ventana pero podría vivir con ello.

Lo que le destrozaba era pensar que Ryan pudiese sentir algo por otra persona, irse de su lado. Dejarle solo.

Una cita. Eso solaba realmente mal...

Le pegó un puñetazo a la pared de azulejos.

*********************************************************************

Alex entró en clase con la mirada clavada en el suelo. Malditos psicólogos... 
¿Quién decidía si debía incorporarse a una vida "normal" o no sino él? Odiaba que decidiesen así con su vida.

Y que decidiesen mal, porque no estaba preparado para volver a clase. Alex quería encerrarse en su habitación de nuevo, a salvo de miradas y comentarios hirientes. Las personas eran malas con él cuando le veían débil, y en aquel momento Alex se sentía enormemente vulnerable.

"Es un yonki" 
"Dicen que su madre no le quiere"
"Ha intentado matarse"

Se sentó en su asiento con treinta y dos ojos clavados en su nuca. Intentando hacer oídos sordos a las risas y los susurros.

Desde que Nick le obligaba a tomar su medicación con una precisión casi militar Alex se sentía muy distinto, mucho más presente y eso, para su desgracia, le hacía consciente de lo que pasaba a su alrededor.

Todos le miraban de manera extraña. Algunos con curiosidad, otros con pena, e incluso alguno de ellos con miedo. Permaneció allí sentado contando los segundos hasta que tocase el timbre que finalizase la clase.

Pero el tiempo pasaba tan lento que parecía que alguien hubiese puesto la cámara lenta con un gran mando a distancia.
Alex ni siguiera escuchaba lo que su profesor bajito y con gafas contaba sobre la guerra.

Nick estaría en ese momento en clase. Escuchando a su propio profesor.

Desde que había salido del hospital no se había separado de él. Y Alex estaría eternamente agradecido por eso.

El chico suspiró. Nick había sido su salvavidas después del hospital, como una cálida manta de seguridad y protección que le había mantenido con vida en sus peores días, arropándole, protegiéndolo del mundo. 
Y era gracias a él que ahora se sentía mucho mejor.

Le dolía pensar que en unas semanas deberían separarse y cada uno se iría a casa a pasar las vacaciones.

Tras la clase Alex se escabulló entre la multitud de alumnos hasta llegar al armario de escobas del gimnasio. Se subió en un cubo para alcanzar el escondite de sus drogas. Tomó solo algunas y las guardó en su bolsillo rápidamente antes de que el conserje le descubriese.

Al pensar en la cara de decepción del chico cuando supiese que no lo estaba "dejando" se le hundía el mundo. Pero ya le parecía difícil vivir como para añadirle el peso de dejar las drogas. Las necesitaba, y con ellas se sentía mucho mejor...

Frunció el ceño. No. No se sentía mejor. Puede que cuando subía el efecto de lo que tomaba sí, pero luego se sentía la peor de las basuras por engañar a Nick, por ser un enfermo adicto...

Un par de veces se había puesto a pensar y había decidido dejarlo, pero se le olvidaba en cuanto sentía las ganas de volver.

Suspiró. Era la hora de la comida, pero no fue al comedor. No quería seguir aguantando las miradas de la gente que se atrevían a juzgarle.
Solamente fue al jardín de la fuente, Se tumbó en la hierba y deseó que todo fuese mucho más sencillo.

Pero la vida no era sencilla. Y no iba a hacer una excepción con él.

Cerró los ojos.

—¿P-puedo sentarme? ¿O p-prefieres estar solo? —le preguntó la voz de Ryan suavemente. Él asintió sin abrir los ojos. Dio unos golpecitos a la hierba a su lado, indicándole que se sentase.

Se quedaron sin decir más durante mucho rato. A Alex le gustaba escuchar el ruido del silencio. Voces, ruido de un plato, más voces, pasos, el piar de los pájaros y la pausada respiración de Ryan a su lado.

—¿Te das cuenta de que eres el único que no me ha preguntado por qué lo hice? —le dijo con los ojos cerrados.

Ryan le miró y luego también cerró los ojos, disfrutando del sol.

—Sé por qué lo hiciste —le susurró tranquilamente— Y n-no me parece bien. Siempre hay una solución, hasta para la depresión.

Alex se encogió de hombros.

—Eso no me importa —le dijo sin sonar agresivo o a la defensiva. Era solamente la verdad; que no le importaba. Ryan le entendió y le sonrió. Alex abrió lo ojos y le miró durante unos segundo muy fijamente. Alex acababa de tener una idea— Ryan... eres muy buena persona.

Ryan apartó la mirada azorado.

—Gracias...

—¿Tu me harías un favor? —le preguntó. Ryan asintió sin saber de qué se trataba —¿Tú follarías conmigo?

Ryan se quedó sorprendido por esa pregunta. Pero en cuanto se recuperó le miró con expresión reprobatoria.

—N-no —le dijo muy serio— Claro que no.

Alex bajó la mirada. Sabía que si se lo preguntaba a Marc o algún otro chico de los que conocía le diría que sí, incluso Mikel, o podía buscar en la calle...
Pero no era eso lo que él quería. Quería aunque fuese, confiar en esa persona.
Aunque Max no era santo de su devoción, confiaba en él para ese asunto. (No conocía a nadie que supiese más del tema que él) Y Rya era su amigo. Era amable, y tan simpático...

—¿Por qué no?

—Porque t-tú quieres a Nick —le dijo simplemente. Alex asintió y bajó la mirada porque sabía que se iba a poner a llorar. Era penoso. Algo muy triste, él quería encontrar un poco de consuelo sustituyendo las caricias que anhelaba... pero no podía funcionar— Alex, Díselo.

Alex le miró como si estuviese más loco que él mismo.

—No puedo hacer eso —le dijo el rubio.

—¿Por qué?

—Porque...porque si me rechaza y se va, si se aleja de mí... me muero —le dijo intentando expresar lo que sentía. La conversación con Max le había dejado muy confundido.

Porque...¿Y si Nick sí sentía algo por él? Alex entrevió una posibilidad, un atisbo de esperanza, que sin embargo, se negaba a aceptar del todo.

Ryan se acercó.
—¿Y a-acaso no te estas muriendo ya? —le dijo. Alex lo meditó— Eres valiente, Alex. E-échale valor y díselo. No te rechazará, está colado por ti.

Alex frunció el ceño. Ryan le dio un beso en la mejilla y se puso en pie.

—Suerte con tu cita —le dijo Alex distraídamente.  Se alegró por él. Porque Greg era un buen chico. Era amable, simpático y cariñoso.

El muchacho nunca había querido tocar a Alex, más de una vez habían hablado, pero solo eso. Le había dicho que a él no le gustaba aprovecharse de que estuviese loco y que estuviese triste, no como los otros.

Greg realmente quería a alguien para amar. Y Ryan quería ser amado.

—S-suerte con tu declaración —le dijo Ryan antes de marcharse. Alex sintió un nudo en el estómago.

¿Y ESO COMO SÉ HACÍA?

*******************************************************************

Nick salió de la piscina. Llevaba entrenando mucho tiempo, y tenía las yemas de los dedos de manos y pies arrugadas.

No le gustaba dejar solo a Alex. ¿Y si lo volvía a intentar?
Eso le daba tanto miedo...

Pero progresivamente el chico iba mejorando el ánimo así que sus doctores decidieron que todos debían volver a su rutina.

Nick debía ir a clase, y no podía faltar a sus entrenamientos de natación o el entrenador le sustituiría.

Se duchó para eliminar el cloro de su piel y fue a la habitación sin perder el tiempo por el camino.

Encontró a Alex dormido en su propia cama. Lo que le extrañó. El chico ya se había puesto su pijama, el que le había comprado su madre. Demasiado grande para alguien tan delgado.
Se sentó a su lado y le observó bajo la tenue luz de la lámpara.

Era tan guapo... pero no solo su cuerpo. Su personalidad.

Él. 
Todo.

Alex era hermoso.

Tomó con sus dedos un mechón que tenía en la cara. Al hacerlo tocó su piel. Y sin poderlo evitar acarició su mejilla con la yema de los dedos. Que suave era su piel...

Se mordió el labio inferior resistiendo las ganas de besarle. En lugar de eso tocó suavemente sus labios.

Alex se removió desvelándose y Nick se apartó rápidamente de él antes de que se despertase. Alex abrió los ojos lentamente y se lo quedó mirando sin decir ni hacer nada. Solo observando esos ojos frente a él. A Alex le gustaban esos ojos del color de la Coca-cola.

—Alex... ¿Qué haces en mi cama? —le preguntó Nick un poco nervioso.

—Dormía.

—¿Pero por qué en mi cama y no en la tuya? —insistió. Alex suspiró.

—Porque me gusta como huele tu cama —le dijo Alex con una sonrisita— huele a ti...

Nick se puso algo colorado.

**********************************************************************

Dante acorraló a Greg en el pasillo de la cuarta planta. Le empujó y lo estampó contra la pared.

—¿Quién te crees que eres? —le gritó a punto de pegarle. Greg le fulminó con la mirada.

—No se cómo os pueden confundir, no te pareces nada a él —le dijo con voz envenenada.

Dante sentía ganas de matarlo allí mismo.

—Si le haces daño —le dijo agarrándolo del cuello de la camisa— Te mataré, me da igual pasarme la vida en la cárcel. Disfrutaré arrancándote la puta vida.

Y Dante lo decía totalmente en serio, no era ningún farol. Y Greg lo notó y tragó saliva.

—¡Dante! —gritó Ryan, que venía por ese pasillo. Le separó de Greg de un tirón y se puso en medio— ¿Qué estás haciendo?

Dante no dijo nada, y Greg tampoco.
El chico de rasgos asiáticos se colocó bien la ropa y se frotó el costado, se había hecho daño.

—Greg —dijo Ryan— Déjanos solos.

Greg dudó pero al final se marchó muy enfadado.

Ryan había tomado una decisión. Lo de Greg solo era una cita, insignificante, podía no ser nada... pero también podía ser todo. 
Pero había llegado a la conclusión de que no podía salir con gente si seguía con Dante. Y aunque le doliese en el alma, pensó que lo mejor sería ser como hermanos "normales". Se lo arrancaría del corazón.
Y había cometido un gran error.

En una pequeña pelea se lo había soltado. Si salía con gente, dejaría de follar con él. Lo cual había llevado a su hermano a la desesperación.

Ryan se giró hacia Dante hecho una hidra.

—Que sea la última vez que haces eso —le dijo en su idioma lentamente, como si de la rabia que sentía le costase hablar— No tienes ningún derecho...

—Tú me quieres —le dijo Dante en el mismo estado. Ryan bufó.

—Es verdad que te quería, Dante. Te he amado más de lo normal —le dijo pasando del enfado a la tristeza—, y te quiero... pero ya no es el mismo amor, solo queda... sexo.

—¿Y qué tiene eso de malo? —le preguntó Dante acercándose desesperado. Ryan tragó saliva, nunca le había visto así, parecía tan... suplicante. Su mirada le rogaba que no le dejara.

—Yo... yo merezco más —le dijo con un nudo en la garganta. Repitiendo las palabras que David le había aconsejado. Dante se quedó como una estatua, quieto y con cara de dolor—Y tú también mereces más.

—No digas eso...—le dijo en un murmullo—más que tú no hay nada...

Ryan ignoró el comentario porque así era más fácil. Aunque lo había oído y le había llegado al alma.

—Tú no buscas una relación...—le susurró— mereces poder ser libre, sin tenerme detrás enfadado, celoso. Y yo merezco alguien que me ame.

—Yo te amo —le dijo Dante.

—No, Dante, tu tienes miedo de perderme —le dijo acariciando su mejilla —Y si me quieres de verdad, me dejarás irme con Greg, y con quien yo quiera, me dejarás ser un chico normal... y poder ser feliz de verdad.

Dante asintió. Ryan le dio un beso en la mejilla y se marchó, dejándolo completamente solo en aquel largo pasillo.

********************************************************************

Alex se miró al espejo y luego dejó el cepillo de dientes en su sitio.
Se observó a sí mismo. Pero no le gustaba mucho lo que veía, así que se marchó del baño.

Se sentó en su cama y observó a Nick hacer sus deberes. Parecía tener problemas.

Nick miró de reojo a Alex. El rubio era mucho más listo que él, quizá podía ayudarle...

—Alex ¿Me podrías decir qué es falso en la leyenda de Marco Polo con la ruta de la seda? No sé qué poner, quiero decir... ¿Es una pregunta trampa?

Alex suspiró sentándose en su cama.

—La leyenda dice que Marco Polo fue el primer occidental en recorrer la ruta de la seda. Pero es falso como un billete de cartón —le respondió— ¿Te vale con eso?

—¿Y tú cómo sabes eso?

—Sé mucho más —le dijo el chico repentinamente ilusionado— Sé que el libro que escribió detallando su viaje se llama El Libro de las Maravillas, y que gracias a él enriqueció los comercios europeos. Sé que su hermano y padre fueron por la ruta antes que él. Y los jesuitas, y dos misioneros que se entrevistaron con Gengis Kan para convertirle al catolicismo en mil doscientos cuarenta y cinco, nueve años antes de que naciera Marco Polo en mil doscientos cincuenta y cuatro. Y no sé por qué carajo sé esas cosas.

—Eres como el niño de Slumdog Millionaire.

—Sí.

Nick apuntó lo que Alex dijo palabra por palabra.

—Eres tan listo... —se le escapó, y cuando terminó la frase se arrepintió profundamente, se puso colorado. Alex le sonrió débilmente, no una sonrisa de verdadera felicidad, pero una sonrisa al fin y al cabo.

—¿Qué pasa? —preguntó Alex notando su mirada.

—Nada es que... Estás sonriendo. Hacía mucho que no te veía sonreír.

—Estoy triste - Se encogió de hombros— Pero...me siento mucho mejor.

—Creo... que hay que ser valiente para hacer eso —le dijo Nick. Alex le miró sin comprender— Ya sabes, recuperarte después de...de estar tan mal. La gente no se da cuenta, pero eres la persona más valiente que conozco.

Alex solo se encogió de hombros de nuevo como única respuesta.
Se quedaron en silencio un rato. En el que cada uno puso en orden algunas de sus ideas.

—Alex, ¿y tus amigos? —preguntó de golpe Nick. Intentaba parecer casual, y que no se notase que llevaba mucho tiempo pensando en eso. Alex frunció el ceño— Hace mucho que no te veo con ninguno...

—Ya no quieren nada conmigo —le dijo Alex— porque soy un yonki suicida y les doy miedo.

Nick comprendió. Los muy estúpidos temían que el chico se intentase matar de nuevo, y tener éxito. Tener algo que ver con un suicida, dañar su reputación.

—Pues... Me alegro. Cuando te vi con Marc en las duchas... —le empezó a contar un poco nervioso— Me enfadé mucho.

—¿Por qué?

—Porque esa gente solo se aprovecha de ti y tú te acabas de acostar con él y... de pensarlo me ardía la sangre.

Alex se giró atónito. ¿Todavía pensaba que se había acostado con todos?

No, no podía ser.... eso le dolió mucho. Y pensó que había que aclarar ese asunto, porque no quería que pensase así de él.

—Pero yo no he follado con él —le dijo Alex con un nudo en la garganta— No he follado con ninguno de ellos...

—¿Qué? —le preguntó Nick sorprendido.

—No lo he hecho, ni siquiera dejé que me besaran —le dijo en un murmullo.

—¿Por qué? —preguntó muy interesado.

Alex le miró temblando. Tenía que arriesgarse, si había una posibilidad entre un millón de que Nick le amase... se agarraría a esa posibilidad como a un salvavidas.

—Porque... porque esperaba un milagro —le dijo nerviosamente— que tú vinieras y me rescatases de mi vida de mierda... y poder recompensarte, dártelo todo, que tu fueses ESA persona. El primero —acabó casi en un murmullo, se acercó lentamente a él y le puso la mano en la mejilla.

Nick sentía el estómago como si se lo hubiesen apretado, y su corazón se olvidó de cómo se latía con normalidad.

Alex se lo pensó apenas un segundo. Lentamente se acercó a su boca, y rozó sus labios con los de Nick.

El moreno estaba tan quieto que por un momento pensó que estaba besando a una estatua.
Se separó tan lentamente como se había acercado y sintió que algunas lágrimas se escapaban.

Nick seguía quieto. Y él había gastado su primer beso.

—P-ero... —balbuceó Nick sin saber reaccionar— Por qué no me dijiste...

—Yo... estaba descontrolado e iba vendiendo mamadas porque me sentía solo y...y... Me sentía mal, me daba vergüenza y me... Yo... Yo la he cagado. Pero yo podría haberte amado más que nadie en este mundo... Supongo que ya es tarde...— susurró con voz queda.

Se dio la vuelta para marcharse, pero Nick se puso en pie y le sujetó de la muñeca para retenerlo. Alex se giró interrogante. Nick le miraba muy serio.

—No es tarde —le dijo sin soltarle. Alex pestañeó y abrió la boca sorprendido.

—¿Qué?

—Que si tú me quieres y yo te quiero todavía no es tarde para nosotros. Me da igual lo que hayas hecho, Alex. Me daba igual hace quince minutos y me da igual ahora —le dijo. Nick estaba que no se lo creía, ¡Alex le quería! ¡Alex le había besado!

—¿TÚ me quieres? —le preguntó Alex sintiendo como la vieja alegría renacía en su interior. Nick asintió.

—Como nunca lo he hecho —le dijo tirando de su mano para que se acercase. Alex sonrió. De alegría. De pura felicidad, y de golpe le miró como con reproche.

—¿Y ahora me lo dices? —le dijo como regañándolo— ¿Cuándo nos tenemos que separar por las vacaciones?

Nick le sonrió y Alex también lo hizo. Una sonrisa de verdad.

Se quedó muy quieto cuando las manos de Nick delinearon sus rasgos lentamente. Sintió las yemas de sus dedos sobre su ceja, bajando por su pómulo, su mejillas, su mandíbula y suavemente le elevó el mentón.

Sintió que su corazón se volvía loco.
  
Y sintió los labios de Nick contra los suyos. Los presionó delicadamente y Alex notó que sus labios eran blanditos y calientes tal como los había imaginado.

El moreno se separó, pero él se puso de puntillas y volvió a besarle. No quería dejar de hacerlo, separarse le parecía absurdo.

Se agarró a su camisa, tocando su torso duro y cuando sus labios se entreabrieron Alex pegó un respingo.

Oh. Fue como embotarse de miles de emociones y sensaciones a la vez.
Le encantó el roce de su lengua.

Nick no podía creer que estuviese saboreando aquellos labios dulces, le perecían tan inalcanzables... y ahora eran suyos, solo para él. Su ego le gritaba que él era ESE chico, esa persona especial de Alex, la única que le gustaba... y sería el primero.

Intentaba ser delicado e ir despacio, quería enseñar al Alex como rozar su lengua con la suya con tranquilidad. Pero lo cierto es que le estaba costando contenerse porque, sinceramente, ya no le funcionaba el cerebro.

Se adueñó de su boca, y sus manos no pudieron estar quietas mucho tiempo. Acercó su cuerpo al suyo.
Alex pasó los brazos por su cuello y profundizó en el beso, haciéndolo mucho más apasionado.

Una imagen vale más que mil palabras, pues un beso vale más que un millón. En un solo beso se dijeron todas esas palabras de amor que callaban desde hacía tiempo.

*********************************************************************

Ryan miró tímidamente a Greg.

—Yo...creía que no ibas a aceptar la cita —le dijo el chico medio japonés después de un rato de silencio. Ryan frunció el ceño. Greg se encogió de hombros— Creía que tenías novio. Bueno... eso es lo que la gente dice.

—T-todo el mundo habla sin s-saber nada de nadie —le dijo Ryan dándole una patada a una lata vacía. Estaban en la ciudad, dando una vuelta por la ciudad— N-no tengo novio.

—Me alegro —dijo Greg, Ryan rio y Greg se dio cuenta de lo mal que había sonado la frase— Me refiero... No me alegro de que no tengas novio, bueno, sí, pero... no me alegro de que estés solo... Eh...

Ryan se mordió el labio inferior mientras sonreía. Ese chico hablaba mucho y solía liarse a sí mismo de esa manera. La hacía mucha gracia.

—T-te alegras de t-tener una oportunidad... —le dijo Ryan para ayudarle, porque le veía muy nervioso. Greg asintió.

—¿La tengo? —le preguntó ilusionado. Ryan se puso colorado. Y asintió— ¿Ves? Me alegro de eso. 

Ryan soltó una carcajada.

—Por cierto, tu hermano es muy protector.

—Se preocupa por m-mí —le dijo el pelirrojo a media voz. Greg no dijo nada más del tema. Ryan intentó no pensar en Dante. Pero le era casi imposible olvidarse de él.

********************************************************************

Alex estaba sonrojado y se llevó la mano a los labios. Los acarició lentamente.

—¡Vaya! —dijo sorprendido, Alex nunca había podido imaginar que un beso fuese tan... tan genial. Sentía que si la fuerza de la gravedad no le tuviese atado al suelo seguramente saldría volando, y supo que eso era lo que se sentía cuando te correspondían al amar. Nick le sonrió. Se sentó en la cama.

—Ven aquí —le dijo tendiéndole la mano, Alex la tomó. Y se sentó en el suelo, justo frente a él— Tú y yo... tenemos que hablar —Alex asintió. Entendía que había muchas cosas de aclarar— ¿Desde cuando tú...?

—Me gustaste casi desde casi el primer día que hablé contigo, y después de mi cumpleaños me enamoré— le dijo Alex resumiendo prácticamente la mitad de su adolescencia en dos frases. Nick recordó el secreto de la piscina el día de su cumpleaños. Se sorprendió del tiempo que había estado el chico guardando sus sentimientos— ¿Nick, tú me quieres de verdad? Porque... porque yo no amaría a nadie como yo...Sinceramente, y lo entendería porque no es fácil quererme...

Nick se apresuró a asentir muy nervioso. ¡Lo que faltaba era que no se creyese que le amaba! ¡Joder, Claro que le amaba!

—Es muy fácil quererte, Alex —le dijo— y te quiero, por tu forma se ser... por esa locura tuya, por ser tan dulce, por tus sonrisas...

Alex sonrió poniéndose un poco colorado. Nick se acercó más a él, inclinándose.

—Te quiero por lo listo que eres —le dijo más bajito— incluso te quiero con defectos, con drogas e intentos de suicidio... —Alex bajó la mirada, y Nick le levantó el mentón suavemente con la mano derecha— Te quiero tal como eres.

Alex sonrió porque notó lo nervioso que estaba Nick, como si temiese decir algo mal. Se irguió y juntó sus labios de nuevo. Y notó las manos de Nick en su cadera, tirando de él, acercándolo, incitándole a eliminar el espacio entre ellos.

Se sentó en su regazo sin dejar de besarle, con las rodillas en la cama para no apoyar todo su peso en él. Aunque Alex sabía de sobra que Nick podía con su peso tranquilamente.

Se quedaron un poco jadeantes. Alex no se apartó porque le gustaba estar allí, entre los fuertes brazos de Nick. Cuantas noches había soñado con estar así...

—¿Alex... Por qué yo? —le preguntó Nick acariciando su nuca lentamente. Alex le miró a los ojos y le sonrió. Nick añoraba esas sonrisas; puras, verdaderas, felices.

—Nadie elige de quien se enamora —le dijo en un susurro— Pero yo pienso que fuiste tú porque eres especial, amable, buena persona... sin ignorar el hecho de que eres guapísimo y estás esculpido por los mismos dioses —Nick sonrió divertido y a la vez se sonrojó. Alex rio por su reacción— ¿Estas así de fuerte por la natación o... es que eres así? —le preguntó mirando sus brazos.

Nick se encogió de hombros confundido sin entender a qué se refería.

—No lo sé...—le dijo desconcertado con las mejillas encendidas.

Alex se mordió el labio inferior pensativo y puso la mano sobre su pecho, pero sin llegar a tocarle.

—¿Puedo tocar? —le preguntó como un niño que quiere probar un juguete nuevo.

—Claro que sí —le dijo Nick.

Alex tocó suavemente sus abdominales. Nick tragó saliva. Alex sumergió su mano bajo su camiseta y palpó sus músculos muy lentamente. Sus abdominales eran pequeñas montañitas por las que podía pasear.

—¡Oh, qué duro! —murmuró acercándose más a él. Entonces sonrió de manera más que pícara y miró hacia abajo. Nick cerró los ojos avergonzado— Ui... No es lo único que tienes duro...

Nick abrió los ojos como pidiendo disculpas y le sonrió de una manera que embobó a Alex. El moreno pensó que lo más romántico del mundo en ese momento no era... empalmarse, pero no pudo evitarlo al estar así con el muchacho.

—¿Ves lo mucho que me gustas? —le susurró. Alex se quedó un momento asimilándolo.

—¡Vaya! ¿Eso lo estoy provocando yo? —le preguntó ilusionado. Nick asintió sonriendo.

—Solo tú —le dijo mirándole a los ojos. Alex sonrió de manera que, desde luego, incitaba al pecado.

—¿Y si hago esto? —le dijo pasando la mano por la entrepierna, acariciando. Nick se estremeció. Alex rio.

—Pasaría que me calentarías... todavía más —dijo Nick. Alex asintió pensativo y volvió a acariciar—Se romperán las costuras del pantalón si haces eso otra vez.

Alex rio. Y se quedó mirándole con ojos brillantes de alegría unos segundos.

—Dicen que el sexo es como volar...—susurró el rubio. Nick le sonrió seductoramente.

—Yo te haría volar hasta saturno...—le susurró él a su vez— Si me dejas.

La respuesta de Alex no fue en palabras. Simplemente se pegó a él.

********************************************************************

Max estornudó. 
David le pasó un pañuelo. Ese decía ser el noveno paquete de Klinex que gastaba en aquella mañana.
David se cruzó de brazos mirando como se limpiaba los mocos.

—Que malito estoy... —susurró Max tumbándose de nuevo. David chasqueó la lengua y le puso la mano en la frente. Estaba caliente. Tenía fiebre.

—No te quejes tanto —le dijo— ¿Dónde ha quedado Max el duro?

—No me jodas —le dijo Max de mal humor, su voz sonaba gangosa por la inflamación—, me duele tanto la cabeza....

David sonrió divertido. Era como un gran niño resfriado.

Habían ido a la enfermería, aunque Max se había resistido, al final le había obligado. La enfermera había dicho que solo era un resfriado, que en dos días se pasaba y que no podía hacer nada más que recetarle un jarabe para la tos y unas pastillas para la fiebre.
David pensó que en vez de un resfriado parecía que tenía una enfermedad terminal, tal y como se comportaba Max.

David decidió ocuparse de él con resignación, cuidarle.
Le tapó con una manta, le llevó pañuelos para sus mocos. Le dio el jarabe y las pastillas. Parecía una mama cuidando de su hijito.

Pero le gustaba. El pobre Max necesitaba ayuda.

—¿Quieres tomarte la pastilla? —le preguntó recordando que hacía ya bastante horas de la última toma y el efecto ya debía haberse pasado. Max asintió con carita de pena.

—Dios bendiga al Paracetamol -susurró el pelinegro. Pero estornudó como tres veces seguidas. Frunció el ceño porque la cabeza de daba vueltas por los estornudos. David rio.

Max odiaba enfermar. Odiaba a los virus, los muy cabroncetes iban por el mundo tan tranquilos, infectando a la gente de puñeteros resfriados, y mutar y no ser exterminados jamás. Era un plan maquiavélico. Odiaba estar tan hecho... mierda. Acabar vencido por unos asquerosos bichos invisibles le parecía de lo más humillante.

Al menos David le cuidaba. Le agradecía montones que el chico estuviese allí con él en vez de huir de La Zona 0. Prometió cuidarle él cuando estuviese enfermo.

David le puso un termómetro.

—Toma — dijo tendiéndole una pastilla— eso te bajará la fiebre...

—Tengo frío —le dijo mientras David miraba su temperatura en el aparato.

—Claro, tienes más de 38. A la cama.

—¿Eso es mucho? —Parecía muy interesado. David se encogió de hombros.

—Pronto harás "POP" como una palomita en el microondas —le dijo para tomarle el pelo. Max bufó enfadado— Es coña, hombre. Conmigo de enfermero te curarás en nada... pero tomate la pastilla de una vez.

**********************************************************************
Y en el mismo justo momento en el que Max se tomaba una pastilla Nick, en su habitación, desabotonaba la camisa de Alex lentamente. No podía creer lo que estaba haciendo, lo que iba a pasar.
Fue como si le hubiese tocado la lotería, mejor, mil veces mejor que eso. La ropa sobraba. Se moría de ganas de tocar su piel... pero no quería ir rápido, hacerle daño. Estaba saboreando el momento. Y disfrutaba de los besos del chico. Dulces pero apasionados.

¡Estaba tocando a Alex! Era como un sueño hecho realidad. Tiró la camisa del rubio al suelo. Alex suspiró pegado a él. Su piel era tan suave... tan limpia, tan pura...
Y su cuerpo era un milagro.

Alex notó los labios de Nick en su piel, y pensó que le quemaban. Notaba como su cuerpo se excitaba con cada beso, aquella extraña palpitación en su entrepierna se lo confirmaba. 
Estaba nervioso, más de lo normal. Por fin, él iba a ser el primero. No sabía exactamente qué iba a pasar, porque su conocimiento del tema nunca había sido muy amplio. Pero confiaba en Nick y decidió dejarse llevar, que le enseñase a hacerlo, simplemente, sentir.
Y sentía su corazón tamborilear contra su pecho. Sentía sus manos en su cuerpo y sentía sus labios en su cuello.

Nick lo agarró por la cintura y lo tiró sobre la cama, Alex sonrió y observando como se quitaba la camiseta.

Oh. La temperatura de los dos chicos subía a medida que la mirada de ambos redescubría el cuerpo de otro.

Alex se mordió el labio inferior, ese gesto excitó a Nick más que las palabras.

—¿No crees que llevamos demasiada ropa? —le preguntó el mayor. Alex asintió sonriendo con picardía. Los pantalones del pijama de Alex eran tan grandes que dejaban ver sus cazoncillos y casi se le caían solos. Así que no hizo falta mucho esfuerzo para que también acabase en el suelo, junto a la camiseta y pronto su ropa interior le hizo compañía. Alex se apresuró a tirar de su pantalón para que ambos quedaran en igualdad de condiciones.

El moreno se quedó mirándolo desnudo en su cama. Alex ladeó la cabeza, como un cachorrito, mientras le echaba una rápida mirada a su cuerpo. Ya se habían visto desnudos muchas veces, era inevitable al compartir la habitación, pero aquella vez fue diferente. No era un quiero y no puedo... era algo alcanzable... podían tocarse...

—Nick... —susurró su nombre de manera que parecía sacada de uno de sus sueños húmedos— ¿Es que vas a quedarte toda la noche mirándome?

Nick no aguantó más. Se tiró sobre el chico juguetonamente. Alex rio.
Le gustaba la risa de Alex, hacía mucho que no la escuchaba, y le hacía muy feliz volver a oírla.

Repartió besos por su piel mientras sus manos recorrían su cuerpo. Alex jadeó y se estremeció. Nick le miró.

—No tengas miedo —le dijo suavemente bajando su mano por su vientre lentamente— Confía en mi.

—Confío en ti —le dijo solamente el rubio. Tomó la mano del moreno y la puso sobre su propio miembro, que pedía ser atendido.

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—¿Y qué hacías antes de llegar a este sitio? —le preguntó Greg. Ryan se encogió de hombros. No podía explicarle lo que solía hacer las horas libres con su hermano cuando vivían en casa de su tía Carlota.

—N-nada en especial —le dijo. Dante tenía razón, sabía mentir muy bien— Me gustaba a-aquello. S-siempre estábamos solos Dante y yo, mi madre murió y mi p-padre trabajaba a todas horas y tía Carlota... era una vieja viuda m-muy aficionada al alcohol...

—No parece una infancia muy... divertida —opinó Greg.

—Y-yo era feliz —le dijo pensando el tiempo verbal que había utilizado sin darse cuenta. ERA.

Miró alrededor. Como él era nuevo en esa ciudad no sabía ni a donde ir ni qué hacer. Greg le había propuesto algunos sitios. Pero la verdad era que no le apetecía nada estar rodeado de gente. Entonces le propuso ir al piso que tenía en el centro.
A Ryan le hizo mucha gracia que el chico le explicase repetidas veces que no pretendía llevarle a la cama... y se liaba con sus propias palabras al hacerlo, la mitad de las cosas que decía cuando se ponía nervioso no tenían sentido alguno. Ryan aceptó.

Le gustaba el chico, mucho. Y le pareció la mejor idea de la noche.

Así que allí estaban. En el lujoso piso de Greg. La decoración era de lo más moderna, todo estaba en blanco y negro. No había más colores. 
Sin duda eso mostraba una planificación al decorar, no era simplemente la recolección de muebles y objetos de un sitio y otro.

No se quedaron dentro. Salieron a la terraza. Tenía piscina. Y desde allí se podía ver casi toda la ciudad y a lo lejos el río.

Tenía un diván que parecía cómodo. A Ryan no se le escapó el detalle. Uno. Como si no esperase que nadie viniese.

Greg debió leerle la mente, porque dijo:

—No suelo recibir visitas, así que no me hace falta más de uno... —le dijo ofreciéndole asiento. Ryan obedeció— ¿Quieres beber algo? ¿Comer?

Ryan sonrió y negó.

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Alex cerró los ojos y un suave gemido escapó de sus labios sin poderlo evitar.

Nick besó su pecho, lamió sus rosados pezones arrancándole suspiros y jadeos, y fue bajando y bajando... a la altura del ombligo le hizo costillas, lo que le provocó una risilla.

Nick sonrió contra su piel. Y entonces...

Alex se agarró a las sábanas y su espalda se arqueó un poco al sentir aquella caliente sensación húmeda.

La lengua de Nick la recorrió entera, humedeciéndola antes de agarrarla con su mano y meterla lentamente en su boca, como un abrazo caliente.

No le extrañaba que los chicos quisieran que les hiciese eso.

¡Eso era fantástico! ¿Cuántas sensaciones se había estado perdiendo? Intuía que eso solo era la punta del gran iceberg que era el placer.
Y pensó que valía la pena vivir por sentir aquello, por tener a Nick en la cama... por sentir sus besos. Su amor.

Amor. Esa palabra le gustaba.
Aquel mojado placer recorrían su cuerpo. Y lo calentaba, cada caricia hacía que su cuerpo sintiese un pequeño escalofrío.

No sabía exactamente qué era lo que ansiaba con tanta fuerza, pero quería más, más placer, más de él.

Quería visitar Saturno de una vez, como había dicho Nick.
Volar.

Y Nick debió leer su mente, porque una mano se dirigió a su entrada. Alex  se tensó y se agarró a su fuerte brazo sorprendido. Nick le miró unos segundos.

—Alex, si no quieres...—le dijo— no hace falta hacerlo. No hay nada que una ducha fría no pueda solucionar...

—¿Bromeas? —le dijo Alex— Quiero que te cueles dentro de mí... pero es que estoy nervioso.

—Tranquilo...—le susurró con cariño, Alex asintió suspirando hondo. Sintió como algo ensalivado se metía en su interior despacio.

Al principio dolió, pero luego...
Luego no dolió tanto.
A cada movimiento se sentía mejor.

Y cuando Nick consideró oportuno...

—Ahora me toca a mí —le susurró al oído, Alex se estremeció de pies a cabeza al sentirle contra él. Se agarró a su cuerpo con fuerza.

—Hazme volar —le susurró suavemente también al oído, como si fuese un secreto solo entre los dos, y le mordió.

Nick jadeó y lentamente se introdujo, Alex apretó los dientes. Pero no se quejó. Nick supo que nunca olvidaría ese momento. La sensación de presión, el electrizante placer, Tener a Alex jadeando contra su cuello, las manos del rubio arañándole la espalda.

Y a cada movimiento. Un gemido. Solo el primero que escuchó una obra maestra, como por ejemplo la Traviata, podría entender lo que se sentía al oír a Alex gemir.

Alex se dejó ir, porque nunca había sentido nada parecido. Era mejor que sus pastillas, mejor que los polvos blancos.

Y a medida que pasaba más tiempo mejor se sentía. Y las manos de Nick... y su lengua...sus labios, seguían besando, mordiendo y lamiendo su cuello.

—Nick... —se le escapó en un suspiro. El ego de Nick estaba encantado de oír su nombre ser pronunciado de esa forma, de sus labios, con placer...

Y saber que le gustaba le hacía seguir con más pasión, más fuerza más velocidad.

Y pronto ambos llegaron al cielo en la tierra, que es un orgasmo.

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Ryan frunció el ceño.

—¿Qué hora es? —le preguntó para que le dejase un reloj, su móvil se había quedado sin batería.

Greg miró la hora en su propio móvil. Le miró sorprendido.

—¡Qué tarde es! —exclamó sorprendido el chico del piercing— No te dejarán entrar...

Ryan suspiró. Fantástico, desde luego el tiempo volaba cuando te diviertes.

Porque se divertía con Greg y mucho. Era muy gracioso.

Miró al chico fijamente.

—Te importa si m-me quedo aquí? —le preguntó. Greg le sonrió y negó.

—Claro que no me importa —le dijo— Pero.... Yo solo tengo una cama....

Ryan notó el tono del chico, como si solo quisiese dejarlo caer para ver su reacción.

Le sonrió como sabía hacer él.

Porque Ryan solía ponerse muy nervioso, pero también sabía poner nervioso a los demás.

Notas finales:

** SCREAMING IN GAY **

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