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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo: Bueno, antes de volver definitivamente a la escuela, traemos un capitulo mas, un poquito mas subido de tono que los anteriores, pero muy poquito xD

Se lo queremos dedicar a la cumpleañera mas talentosa, Cybe, idola, te queremos. Ojala lo disfrutes.

Sin mas, este capi que quedo muuy largoo >.
-Guardaste la flor.

Lo primero que me dijo Aioria cuando entró a la enfermería me hizo ruborizar. Obviamente había dejado la flor de papel que me había regalado en un lugar muy visible para que lo notara, pero tampoco era para que se diera cuenta enseguida. Incluso parecía que se divertía a mi costa.

-Soy de juntar cosas. –le contesté buscando el estetoscopio. Hoy además tenía que realizarle un pequeño examen de rutina.

Estaba verdaderamente turbado con el solo hecho de levantarle la remera y ponerle campana sobre su torso tatuado. Me estaba pasando de la raya con este recluso. Estaba enamorándome estúpidamente a sabiendas de que para él solo era una diversión mientras duraba su condena. Pero no me importaba, ya no había marcha atrás.

-¿Juntar cosas? –preguntó mientras se sentaba en la camilla. Miró hacia los costados. –Claro, se nota que sos todo un desordenado.

Rió un poco. Sus rulos estaban mojados, al parecer hacia poco se había bañado. Imaginármelo en la ducha me causó un escalofrío.

-Deberías ver mi departamento. –Le contesté para contradecirlo, sin pensar.

Sus mejillas se tiñeron de rojo.

-Wow, ya me estas invitando a casa…

Me dió ganas de pegarle en la cabeza, me sentía como un chico jugueteando con la persona que te gusta.
No le contesté. No tenía sentido.

Se levantó la remera cuando me acerqué con el estetoscopio.
Se lo coloqué y lo hice respirar hondo. Sentir su corazón fue demasiado para mi cuerpo. La erección que me produjo me dio vergüenza. Y deseo.

Lo miré a los ojos. Los tenía muy cerca. Eran verde brillante. Me hizo pensar en esmeraldas pulidas, todas en sus iris, tan bellos, tan….

-¡Doctor D’Virgo! –Shiva nos interrumpió. –Hay muchos pacientes esperando.

Suspiré resignado, intentando calmarme. …l también.

* * *

Mirar a Saga y Kanon discutir era muy extraño, casi cómico. A pesar de las terribles circunstancias en las que nos encontrábamos, me reí.

-¿Me estas diciendo que no querés hacer nada? –le decía un acalorado Kanon a su gemelo.

Hacían los mismos gestos y movían las manos de igual manera.

-No, te estoy diciendo que vamos a hacer lo que teníamos pensado- respondió Saga.

Su hermano se le acercó y le habló lentamente, como explicándoselo a un niño.

-Acabamos de descubrir que Athena, la vicepresidenta de este país, desvió los fondos de la compañía de su hermana -a la que mando a matar-, para financiar una campaña millonaria; y nosotros, que sabemos toda la verdad, nos vamos a quedar callados.

A Saga no le pasó desapercibido el tono que empleaba su hermano.

-Tenemos que ayudar a Aioros, eso es lo que importa.

Me miró y yo le sonreí levemente, agradecido. El nunca olvidaba a mi padre.

-¡Esto no es cosa de un solo hombre!-replicó Kanon- No digo que no lo ayudemos a él, pero tenemos que apuntar mas alto, todo lo que nos pasó…

-Justamente Kanon, ya es suficiente, no soporto mas esta carrera, estar al límite constantemente…

Parecía a punto de quebrarse. Imaginé todo el estrés acumulado que llevaría encima ese hombre que se tomaba las cosas de manera metódica y obsesiva. Sacando la inminente muerte de mi padre y lo que eso le provocaría.

Su hermano lo abrazó de repente, teniendo la misma impresión que yo.

Me sentí de más, así que salí de la habitación para buscar algo de comer. Recordé a mi madre. Ojalá aun viviera. La extrañaba mucho.

* * *

-Ayudame, ¿queres? –Mu intentaba salir del profundo hoyo y me tiraba la mano. Antes de tomársela me moví de un lado a otro, como evaluándolo.

-¿Eso que tenes ahí son cuernos? –pregunté. Tenía curiosidad, no era para molestarlo. Bueno, quizás un poco.

Me lanzó una mirada de odio que no pegaba nada con su cara de niño bueno. Tal vez lo había subestimado. Lo ayudé a salir solo porque no quería problemas tan temprano.
Se me puso justo al lado, sentí su respiración en la nuca. Era unos centímetros más alto que yo.
Antes que pudiera decir algo, Cancer, desde la esquina me hizo un gesto para indicar que me tocaba a mi. Puchereé.

-¿Me vas a decir que hay un hoyo en todo Sunion en que no querés meterte? –dijo finalmente Aries con malicia.

Le intenté dar una piña a la que se defendió, y luego él me tiró una a mí.
De repente tuvimos a Aioros junto a nosotros. No se si era mas alto o mas bajo, pero lo cierto es que intimidaba. Nos miró a ambos.

-Nadie pelea, ¿esta claro?

Señaló el hoyo con su brazo bronceado.

-Afrodita, ¡adentro!

Me metí sin ganas. Los observé desde mi posición. El gato sonreía por el gran número de macho dominante de su hermano. Mu sin embargo seguía serio. ¿Qué le pasaba a ese tibetanito? ¿Tenía ganas de lío?
Miró a Death Mask que hacía como que escribía en una carpeta. Lo observe, moviendo el pico como para que escucharan que hacía algo.

-¿Cómo es que el sargento Fusilli no hace nada?

Me enojé. Nadie tenía derecho a molestar al italiano excepto yo. Igual dejé que él mismo se defendiera. Era lindo verlo serio.

-Yo llevo las cuentas. Se necesita mano de obra y se necesitan jefes. –Sonrió.

Eso le pasaba al estúpido Mu por meterse con alguien por encima de su tamaño. Antes que pudiera ponerme finalmente a cavar, entró Milo. Su pelo rubio todo alborotado. Debía haber viento afuera.

-Viene un guardia. –susurró.

Acomodamos todo en menos que canta un gallo. Me puse a lijar como hacia habitualmente.

-¿Qué pasa oficial? –preguntó Sagitario desde el piso donde se suponía que pasaba cemento.

El policía ni le contestó.

-Leo, acompañame. Tu visita conyugal llegó.

Me sorprendí tanto como Aioros, y eso que él era el hermano.

* * *

-Primero lo van a inspeccionar. –Me dijo el guardia rubio desde un costado, mirándome con lascivia. Estaba acostumbrado a ese tipo de miradas, pero ninguna con ese color ambarino. Me ponía más nervioso de lo que estaba.

Un oficial me palpó de arriba abajo. Me revisó rápidamente la ropa y después de completar unos papeles anunció que estaba limpio.
Transpiré durante el examen. Si alguien se enteraba iba a estar en problemas. Y Aioria también.

-Tu cara me resulta familiar. –anunció de pronto con su claro acento inglés.

Respiré profundo.

-Tengo una cara común. –Contesté mecánicamente.

Levantó una ceja con sorpresa. Era evidente que no le gustaba como le contestaba.
No me importó.
Por fin me dieron el visto bueno para entrar a la habitación con mi “esposo”, el que había ido a ver.
Aioria se veía mas delgado que la última vez que lo había visto, sus rizos castaños estaban bastante desdibujados y tenía ojeras bajo los ojos. Pero estaba igual de hermoso que siempre. Sonriendo me abrazó.

-¿Tuviste problemas para entrar? –interrogó en voz baja, sentándonos en la cama.

Negué con la cabeza mientras observaba alrededor, era un lugar muy frío, nunca lo hubiera elegido para tener relaciones con nadie.

-¿Es muy horrible este lugar? –le pregunté, no podía contenerme. Comencé a girar el anillo que él me había regalado.

-¿Te acordás el hotel en donde nos conocimos?

Asentí. ¿Cómo olvidarlo?

-Excepto el shampú, el resto es igual. –rió de su propio chiste.

Suspiré profundamente. Hundiéndome aún más en el colchón desvencijado.

-¿Trajiste lo que te pedí? –inquirió después de un rato en silencio.

Volví a asentir.

-Me dio mucho miedo que me descubrieran cuando me revisaban, pero por suerte no pasó nada.
Le entregué la tarjeta de crédito que habíamos arreglado que le llevaría cuando me llamara.
Ese había sido el pacto. Yo era japonés y había venido a vivir a Grecia para escapar del hogar donde había crecido. Mi vida había sido un verdadero infierno y había elegido ese país porque me maravillaba su mitología. Pero no era tan fácil ser extranjero. Mi carácter me había llevado a varias peleas callejeras importantes y estaban por deportarme cuando lo conocí.
…l me hizo revivir a cambio de unos favores. Nos casamos para que me permitieran entrar en sus conyugales, pero nunca nos besamos siquiera. Aunque seguramente le había dado pena mi historia era claro que su interés en mí era únicamente de “negocios”. Hablamos un rato más y cuando le golpearon la puerta al cabo de una hora, me miró a los ojos y dijo:

-Ikki…gracias.

* * *

Estaba cansado y aun tenía todo un día de trabajo. Ojalá fuera el día de Aioria. Había pasado la noche en vela pensando en él y en nuestro último encuentro.
La forma en que mi cuerpo había reaccionado y el deseo de estar junto a él constante que ahora sentía.
Estaba confundido, nunca me había pasado nada semejante, y menos con un paciente, y menos con un preso.
Suspiré y maldecí al notar que me había quedado sin ibuprofeno. Era el fármaco base ya que los internos usualmente se quejaban de dolores musculares y cefaleas.

Bueno, al menos tomaría algo de aire para descansar y despejarme.
Dejé a Shiva vendando a un prisionero, ¿no se suponía que no tenían objetos cortantes? Estúpido Radamanthys y su escasa vigilancia.

El almacén de fármacos estaba junto a la sala de visitas conyugales, mas de una ves había espiado las despedidas de las parejas, me daba lastima y a la vez emoción, que a pesar de sus actos, sus amantes los visitaran con tanto amor…

Unos rulos dorados me llamaron la atención y me acerqué más a la ventana para ver mejor.
Me quedé estático al verificar que era Aioria, y sobretodo al ver que se despedía muy cariñosamente de un atractivo joven oriental.

¿Aioria estaba casado? Mi corazón se puso a bombear furiosamente y los dedos me temblaban al tratar de introducir la llave del almacén.
¿Estaba casado con él? Por fin la pude abrir y me dirigí hacia lo que buscaba.

La tercera vez que se me cayeron de las manos, decidí que me estaba comportando como un estúpido. Me senté en el piso y respiré hondo.

-Tranquilo Shaka.

Me tomé unos segundos de meditación y luego salí del almacén sin volver a mirar.

* * *

¿Asi que estaba casado el leoncito? –No iba a dejar pasar una oportunidad tan buena de molestarlo. No se había visto envuelto en ningún otro lio y seguía siendo el favorito de Shion. Era mi momento.

Aioria no respondió a mi pregunta. No importaba, yo seguía mandando.

-Comprenderás que es el procedimiento habitual…-le dijo mi compañero mientras él se sacaba la remera y se bajaba los pantalones delante nuestro.

Asintió. Hacía como que no le importaba que tuvieran que revisarle el ano para ver que no ocultaba ninguna clase de drogas o armas.
Pero si le importaba.
Sus mejillas bronceadas estaban rojas y su frente perlada de transpiración.
No era mi tarea, pero realmente la hubiera disfrutado. Haciéndole saber quien tenía el control.
Mientras estaba semi agachado mirando con ojos perdidos hacia delante seguí:

-Me parece haber visto a tu chonguito anteriormente…

No dijo nada. Su espalda se movió un momento mientras respiraba profundo. Me le acerqué un poco.

-No tengo idea, señor. –contestó en forma perdida.

-Tal vez en otro conyugal, -comenté con una media sonrisa. –Viendo a otro de los presos, mata dos pájaros de un tiro…

-Tampoco tengo idea, señor. –repitió como un tonto.

Me enojé, me dieron ganas de darle una cachetada por su falsa falta de interés.
Mi compañero anunció:

-Está limpio.

Recogió su remera y se subió los pantalones. No me dirigió la mirada.

-Ahora te sugiero bañarte. –le dije cuando aún podía oírme -Nunca se sabe las enfermedades que pueden contagiarte esta clase de gente.

Mi compañero revoleó los ojos con aburrimiento.


* * *

-Ah, volvió el Don Juan. –exclamó Death Mask mitad con gracia mitad con fastidio.

Milo se levantó de donde estaba y me apuró:

-Yo te cuento todo lo mío con Camus y vos ni siquiera me contás que estas casado…

Y así siguió como por media hora. Mi hermano también hizo cara de enojado pero no comentó nada, fiel a su estilo. El resto no se atrevió a cuestionarme y yo tampoco les di lugar a que lo hicieran.

Eso había sido a la mañana. Ahora estábamos en el período después de comer, al que Milo llamaba ingeniosamente: la siesta.
Era un momento tranquilo en que nadie molestaba y los guardias aun no habían terminado de almorzar por lo tanto no estaban dando vueltas por las celdas.
Era mi momento.
Agarré la tarjeta que me había traído Ikki y recordé el momento en que la armaba, hacia ya tantos meses en mi lujoso departamento.
Sin más le arranque el plástico mientras Milo sentado en la cama movía sus piernas nervioso.

-Si te descubren con eso, gato…

-Tranquilo. –le dije por décima vez. –Sin la marca simplemente es un plástico con una banda negra.

-Si, negra te va a quedar la cara si te encuentran. –insistió.

Yo simplemente sonreí. Dándole un último aviso me metí en el hoyo detrás del inodoro y salí a los pasillos de nuestra ruta a la libertad.
Después de unos metros, salí por una puerta de emergencia al lugar que necesitaba. El sector de los archivos.
Había cientos de estantes con divisiones y un montón de sobres marrones.
Busque la L rápidamente y en pocos minutos encontré el mío. Parecía que fuera ayer cuando entraba a la cárcel y los oficiales hacían el inventario con mis cosas. “…documentos, un par de fotos, cadenitas, un traje negro, un grabadorcito, un reloj de oro…”
Todo estaba dentro del sobre marrón (la ropa en una bolsa de plástico adjuntada aparte), menos el reloj.
Lo busqué con desesperación, dos veces más. No estaba.
Alguien me había robado el maldito reloj. Tendría que recuperarlo
Agarre las cosas con rabia y me volví a la celda.

* * *

-Uff…-un suspiro cansado salió de mi boca. Había manejado durante la madrugada para acabar con los gemelos y era lo único de mi trabajo que no me gustaba. Pero ya había llegado.
Agarré de la guantera un trozo de lija y sin pestañear me la empecé a pasar por las mejillas. Dolía, si, pero no me hizo mella. Me miré al espejo retrovisor. Me desordené un poco el cabello y ensaye una cara de loca. Perfecto.
Tomé la pistola, me la calcé en la cintura y bajé. El lugar era muy bonito, ideal para un asesinato impune. Sonreí de lado.
Golpeé la puerta de la cabañita con vehemencia.

-Ayuda por favor. –imploré en voz baja y quebrada.

Se escucharon ruidos dentro. El movimiento de una silla y pasos.
Mi cuerpo tembló lleno de adrenalina. Disfrutaba llevar a cabo mis misiones, disfrutaba cada plan, cada imagen en la mente de lo que vendría y disfrutaba del éxito conseguido. Era una cazadora nata.
Seguí con mi pedido de auxilio. Se oyeron murmullos, seguramente los gemelos estaban deliberando que harían conmigo.
Al cabo de unos segundos la puerta se abrió. Dos personas completamente iguales me recibieron con el temor pintado en sus bellas facciones. Muy bien. Showtime.

-Lo siento, mi auto, no sé que paso…-logre articular.

Saga, o Kanon, no se, me hicieron pasar, el muchacho también estaba ahí con los rulos alborotados y cara de dormido. El pequeño recibidor estaba oscuro aun, las persianas bajas no dejaban pasar el sol que estaba comenzando a salir.

-Tranquila, no pasa nada –dijo uno de ellos. –Kanon, traé el botiquín. –Hizo un gesto con la mano.

Era mi pie para entrar. Desenfundé el arma que traía y le disparé rápidamente al gemelo que se estaba por ir.

-Nadie va a ningún lado. –anuncié con voz cantarina, sonando igual a las películas.

Seiya se quedó estático, Saga corrió a ayudar a su hermano pero yo fui más rápida. Le dí un certero culatazo entre la cabeza y el cuello y se desplomó junto al gemelo que yacía en el piso, desangrándose.
El chico intentó escapar pero era un conejo contra una serpiente. Yo era la serpiente, por supuesto. Hice una mueca.
A los pocos minutos ya tenía a Seiya y a Saga atados a las sillas y a Kanon me lo había llevado a un cobertizo unos pasos afuera de la cabaña. El sol aún no se asomaba por completo pero podía ver a la perfección la palidez del gemelo mientras su sangre corría desde su hombro.
Por ahora lo dejaría ahí, empezaría con el pequeño.

Cuando volví a la cabaña nadie se había movido. Las sillas seguían en el lugar donde los había dejado y de sus bocas tapadas con cinta salían sonidos de forcejeos.
Arrastré con esfuerzo a Seiya hasta una habitación cercana. No podía estar frente a Saga o querría hacerse el valiente como al parecer era su costumbre.

-Hola Seiya –le susurré al oído. Sus grandes ojos marrones se dilataron por la sorpresa de mi cercanía.

-¿Alguna vez estuviste en un hotel de lujo? –pregunté pasándole las manos por los rulos y redondeando su mentón.

No contestó nada, apenas se movió.

-Podes armar todo el lío que quieras, pero lo bueno que tiene es que cuando salís, todos limpian tu desastre. Cuando volves a la habitación, está la cama hecha, las botellas juntadas, la alfombra impecable.

No pareció entender mi analogía. Le saqué la cinta de la boca, pero siguió callado.

-Solo tenes que decirme que saben realmente del caso de tu papi. –le aclaré con una sonrisa.

Hizo un puchero que se me antojo adorable. Negó con la cabeza. Esta bien, tendría que ser mas persuasiva. Me pasé la lengua por los labios. Suspiré.
Me senté a horcajadas encima suyo. Se tensó por el peso, pero no me importó en lo mas mínimo.

-Sei…-murmuré. –Sabes…esto puede terminar bien. –le mentí.

Le pase un dedo nuevamente por sus joven rostro, estaba aterrorizado.

-Papi estaría orgulloso de vos. –dije en voz baja, melosa.

-Ambos podemos tener algo que queramos. Simplemente tenés que decirme quién más sabe de esto. Quién más esta involucrado.

Me acerqué mas a su cuerpo bronceado. Tembló involuntariamente. Sonreí de lado.

-Puedo ser un pendejo estúpido, pero sigo siendo un Sagitario. Y se la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal.

Terminó su improvisado discurso heroico y me miró altivo. Le dí una cachetada, para que se diera cuenta que aún mandaba yo. Y me alejé, furiosa. Debía hacer hablar a los gemelos.

* * *

El gato caminaba conmigo. Se notaba que le gustaba mi compañía y le agradecía por eso. Era una persona muy inteligente y con la que se podía mantener una conversación interesante.
Cada tanto sonreía y se veía muy joven. O pensé que quizás yo estaba muy viejo.

-Radamanthys me puso un nuevo compañero de celda. –le comenté.

Me miró con atención. Antes que pudiera hablar llegó Hyoga cantando y moviéndose como un rapero blanco.

-Bueno, hablando de Roma…-lo señalé.

Me hizo chocar las manos a modo de saludo y mirando a Aioria le preguntó si podía hacerlo entrar en la IP.
Obviamente el otro negó con la cabeza, automáticamente. Yo sonreí.

-Necesito plata. –anunció mi compañero ahora, dejando de rapear con los ojos fijos en el gato.

Este sonrió también.

-Nos pagan l9 centavos la hora. –le contestó.

Hyoga se agarró la cara con las manos en un gesto de exagerada desesperación.

-Daría cualquier cosa por no tener que pasar todo el día acá.

Meneé la cabeza pensando que debía tranquilizarlo, si no enloquecería. Y aún le faltaban varios meses adentro.
Finalmente se alejó.

-Es como criar un hijo. –le dije a Aioria que seguía mirándolo con una sonrisa. –Ya crié uno y ahora con los años me cae otro.

Aioria sonrió con su boca y con sus ojos, pero no comentó nada. En lugar de eso preguntó:

-¿Sabés si los guardias les roban a los presos?

Buscamos uno de los bancos y nos sentamos mientras yo me reía por lo bajo.

-Por supuesto que les roban. Lo malo es que cuando te enteras estás afuera y ya es demasiado tarde. –le informe ufano.

No podía creer que fuera tan ingenuo. Esa característica no iba muy de la mano con la inteligencia. O quizás sí.

-¿Sabes de algún poli mas ladrón que el resto? –inquirió al cabo de un rato.

Asentí, pero antes le advertí:

-Dejame afuera de lo que estés planeando.

Achinó los ojos con picardía.

-No se lo voy a decir nadie.

Con la cabeza le señalé a Aiacos.

-Es el peor.

El gato asintió.

* * *

Mi hermano estaba muy extraño. ¿Qué demonios era eso de que estaba casado? ¿Por qué no me había dicho nada?
Conociéndolo, Aioria era capaz de contraer matrimonio con un desconocido si eso lo ayudaba con el plan. Sabía que estaba comprometido con el éxito, pero no tanto.

Los demás presos estaban tranquilos, después del último encuentro bastante agitado, parecía que todos habían llegado a la conclusión de que los intereses eran los mismos. Todos trabajaban en silencio, en realidad no todos, ya que el italiano, según el: “supervisaba”.

Moví la cabeza entre divertido y disgustado.

De repente Aioria salió de la habitación y yo lo seguí, era el momento justo para hablar a solas.

Perceptivo como siempre, una vez afuera se paro para enfrentarme.

-¿Vas a preguntarme quien es?-me dijo con fastidio.

-No. -Respondí secamente. Ya habría tiempo para ese tema.

-Quiero saber si tenés noticias de Saga, después del mensaje de Seiya no volví a saber nada.

Aioria negó con la cabeza.

-No, hace bastante que hablamos por última vez.-

Mi corazón se estrujó. Tenía la esperanza de que a mi hermano se le hubiera pasado por alto darme las novedades de los gemelos.

-Algo anda mal- dije pesimista.

El silencio de Aioria no me dió esperanzas.

* * *

-Hum. –Algo parecido a un gemido escapó de mi boca.

El dolor era insoportable. Sentía como la sangre se escurría de mi hombro de manera vertiginosa, como una cascada y que no podía hacer nada para evitarlo.
Ya veía bastante borroso y los escalofríos me recorrían el cuerpo como ondas eléctricas de alguna especie de macabra picana humana.
Pensé en Saga. ¿Cómo estaría? ¿Le habría disparado también? Y la pregunta que no quería hacerme. ¿Estaría vivo aún?
Intenté concentrarme y pensar en las posibilidades claramente. Sin influenciarlas por los sentimientos. Esta mujer quería información, seguramente la había enviado la vice presidente, ahora también devenida candidata a presidente.
No era probable que ya lo hubiera matado. Seguramente Saga se daría cuenta de una buena manera de entretenerla. Traté de ilusionarme con eso. Además era fuerte, inteligente y hábil. Sí, sí.
No había forma que una mujer, por más arma que tuviera le ganara a mi hermano.
Me tranquilicé un poco, pero tardé menos de un minuto en que un escalofrío me volviera a recorrer haciéndome cerrar los ojos del dolor y darme cuenta que con la mínima oportunidad que hirieran a Seiya mi gemelo tiraría su inteligencia, fortaleza y habilidad al diablo y se rendiría mansamente.
Una lágrima se resbalo por mi sucia y transpirada mejilla. Me sentía completamente indefenso, ahogándome y nadie me rescataba.
En esos momentos de angustia escuché pasos. Con tacos. Era ella.
Me incorporé como pude y traté de enfocar la vista. No me rendiría, no gritaría y no lloraría. Moriría valientemente.

-Hola. –saludó estúpidamente cuando ingresó al cobertizo en el que alguna vez Sorrento había escondido regalos para mi.

La miré desafiante.

-Tu hermano y el hijito del preso parecen ser muy tercos. –anunció con voz tranquila.

Me alegré, significaba que aún estaban vivos.

-O quizás tienen una fe absurda en tu sistema circulatorio. –comentó secamente. –Estás perdiendo litros de sangre por minuto. En menos de una hora vas a estar seco, muerto, acá, al igual que todos tus sueños de tener una vida alegre.

Inspiré, enojado, intentando poder hacer algo para herirla. Aunque sea verbalmente.

Con la mano izquierda tanteé a mi lado un tronco. Quizás podía partírselo en la cabeza y que no me viera. Que me diera el tiempo suficiente para correr y solo verificar que Saga y Seiya estuvieran bien.
Lo agarré, aunque el dolor punzante del hombro me hacía ver las estrellas.

-No pensaras pegarme con ese tronco, ¿no? –dijo de pronto.

-Tus tendones están cortados, el mero esfuerzo de mover el brazo va a dolerte mucho.

No la escuché, lo hice igual. El grito que escapó de mi garganta que sorprendió. Nunca había sentido tanto dolor físico como ese momento.

Sonrió, la muy perra. Tenía unos labios gruesos que recordaban a estrella de cine. Era sensual y misteriosa. La odié, la odié con todo mi corazón.

-Ambos sabemos porque estás acá. –interrumpió mis pensamientos nuevamente. –Y no es para salvarle la vida a Aioros Sagitario.

Aunque prácticamente no podía moverme dí un respingo. Ella asintió.

-¿Por qué no hablamos?

Tuve la suerte de desmayarme en ese mismo momento.

* * *

Miré el dibujo a medio terminar. La caricatura de Radamanthys me había salido bastante bien, la expresión de Afrodita en cambio era un desastre.
Borré con la goma que me había conseguido Dohko y me dispuse a hacerla otra vez, cuando lo terminara lo colgaría junto a mi cama para reírme de ellos todos los días.

Alguien tapó la luz y miré hacia el recién llegado.

-¿Ese es Wyvern, er…manteniendo relaciones con Afrodita?-me preguntó mirando mi dibujo.

No se porque me puse colorado y lo guardé rápidamente.

Como no respondí el cambio de tema.

-¿Todavía tenés ganas de entrar en la IP?- me preguntó Leo, el amigo de Dohko.

-Por mi mama que sí.- Respondí filtrando mi acento.

…l sonrió.

-Bien, entonces necesito un favor.

Lo miré extrañado. ¿Un favor mío?

-Escuché rumores de que eras carterista, ¿es eso cierto?-

Le mostré una sonrisa de orgullo.

-Necesito un reloj que un guardia me robó.

-¿Eh? No entendía.

Me explicó que había reconocido su reloj en un oficial. Que lo quería de vuelta.

-¿Qué clase de reloj? Hay diferentes cierres que podrían resultar complicados…

-Uno mariposa-

-Mmm, esos son los mas difíciles.-

Al sentir eso se preocupó.

-¿Querés decir que no vas a poder?-me preguntó derrotado.

-No, quiere decir que me voy a tener que poner caprichoso con la victima-le sonreí con suficiencia.

Su expresión se relajó. Me tendió la mano.

-Hecho, entonces.

-¿Si te consigo el reloj voy a entrar a la IP?-

-Voy a hacer lo posible, pero sin promesas-me aclaró.

Lo pensé un momento. Después de todo era algo, y no perdería nada haciéndole el favor.

-Hecho.-confirmé.-Aunque, solo por curiosidad, ¿Por qué queres el reloj, si acá no lo vas a poder usar?

-Digamos que es muy importante para alguien de mi familia.

Me encogí de hombros sin entender del todo.

* * *

-Tráigame a Libra –le indiqué a Yato con voz cansada.

Nuevamente tenía que dar malas noticias, y lo peor de todo es que era a un viejo amigo. Alguien con quien había pasado los últimos treinta años.
Dohko Libra era más que un prisionero para mí. Había algo en él que me hacía respetarlo, aunque yo fuera el director y él un recluso. Había algo en él que me hacia sentir añoranza. Quizás fuera porque el dueño de mi corazón también era un chino o quizás simplemente era empatía.
Me pasé la mano por el cabello, triste.
Al cabo de unos minutos llegaron los dos, mi oficial se quedó parado junto a mi y Dohko se sentó en la silla que le ofrecía.
Su cara reflejaba la sorpresa y la desconfianza que le habían producido este llamado.

-Dohko, tengo muy malas noticias para darte. –dije finalmente.

-Hable, Shion. –dijo y suspiró. -¿Tiene que ver con Shunrei?

Asentí, acongojado. –Tu sobrina esta muy enferma, en el hospital. Su único deseo es verte.
Noté como sus ojos verdes se empañaban, pero en su cara no hubo ninguna demostración de tristeza o quiebre. Respiró profundo.

-El consejo penitenciario negó la petición. Lo lamento. Solo te dejaran salir para el funeral.

Ahora si su cara se contorsionó de la ira.

-¿O sea que tengo que esperar a que muera para verla? Es como si fuera mi hija…

-Lo sé y lo entiendo. Pero no puedo hacer nada. Lo lamento.

Asintió. No sé si me creyó o no, pero se levantó y pidió retirarse.
Lo vi irse con determinación en los ojos. Aunque no entendí muy bien porque.

* * *

-Leo. –anuncié con voz aburrida mirando al reo cuando entraba a la enfermería.
Ví la sorpresa marcada en sus facciones. Estaba buscando a Shaka. Me reí por dentro.

-El Dr. D’Virgo no está disponible hoy, Leo. –le dije, cortante. Sus ojos se apagaron un poco.

Era bello, sí, tenía que admitirlo. Y sus contorneados brazos tatuados y bronceados le daban un aspecto verdaderamente apetecible, pero no valía nada. No tenía la clase de mi Shaka, ni la sabiduría y la paz interior que este poseía. Era solo un rebelde intentando demostrar que era mas que una cara bonita. Pobre vida patética.

Se levantó la manga de la camisa para que lo inyectara y se quedó con la mirada perdida. Realmente le había dolido no encontrarse con el rubio. Una punzada de celos me recorrió pensando lo mucho que el médico hablaba de él y como se ponían sus ojos cuando llegaba la hora de su visita.
Pero un ruido me sacó de mis lúgubres pensamientos.

-¡Código blanco, código blanco! –gritó Shaka desde la otra habitación, dando a conocer tontamente su ubicación.
Aioria se ruborizó visiblemente pero sus cejas se curvaron en expresión pensativa.

-Esperá acá –le ordené. Y salí corriendo a auxiliar a Shaka.

Era un chico de los nuevos, Aiacos lo traía como podía mientras el chico escupía baba y sus ojos se daban vueltas. Lo pusimos en una camilla mientras convulsionaba. Aiacos lo sostenía como podía con su fuerte brazo pero el pobre preso estaba en estado catatónico.
Al cabo de unos minutos, sedante mediante, lo calmamos y estabilizamos.
Cuando volví a la enfermería Aioria estaba extrañamente alegre.
No entendí porque y tampoco me importó.

* * *

Me estaba quemando las muñecas. Pero no dejé de intentarlo. El caño de la salamandra de la cabañita había sido lo único que había encontrado para liberarme. Para liberarme e ir a ayudar a Kanon y a Seiya. Me recorrió un escalofrío de pánico. Hacía rato que se había ido, seguramente para torturar a mi gemelo y no sabía en que condiciones estaría. Pero no me dejé llevar por el miedo. Pronto me liberaría. El calor en las manos era bastante intolerable, pero en las muñecas directamente me estaban saliendo ampollas. Respire profundo, dentro de poco el dolor mermaría, dentro de poco.
Seguí tironeando la cinta de plástico con la que estaba amarrado hasta pegarme a la estufa. La silla se me clavaba en la espalda y sentía que me estaba perforando el pulmón, pero seguí. La vida de las personas que más me importaban en el mundo estaban en juego.
Dejé de hacerlo súbitamente cuando escuché los tacones. Pero me sentí mejor. Ya había cedido lo suficiente, con un poco de forcejeo estaría libre.
Me tiré prácticamente al lugar donde la mujer me había dejado para que no notara mi ausencia y unos segundos después apareció por la puerta. Sus bellas facciones estaban desencajadas, no se porqué pero supe que Kanon aún estaría vivo. Me animé.

-Decime a quien involucraste y esto va a terminar pronto. –dijo, cansada, directamente apuntándome con la pistola en la cabeza.

No me moví ni emití ruido alguno.

-Cuando la sangre salpiqué la alfombra les va a costar bastante sacarla, al igual que la de Julian Solo en su departamento.

Fue un golpe bajo, no lo ví venir y me dejó momentáneamente sin aire. El ánimo que había recuperado se fué a pique.

-Es tu culpa, Géminis. –anunció. –Al igual que el pobre Moses. Toda esa sangre mancha tus manos.

A diferencia de la reacción que había tenido por la muerte del jefe de Kanon, la mención de mi primer testigo, mi primera ayuda me enfureció.

Me zafe de las ataduras y con un movimiento rápido golpeé a la mujer con la silla en la que había estaba atado. No me gustaba tener que agredir a una mujer, pero ella le había disparado a mi gemelo.

Sin pararme a mirar si estaba desmayada o solo aturdida salí corriendo a la habitación en donde estaba Seiya, rápidamente lo desaté y le dí las llaves del auto.

-Andá a prenderlo, voy a buscar a Kanon.

El chico obedeció al instante.

Llegué hasta mi hermano en segundos. Al verlo me paralicé. Estaba muy blanco y transpirado. Al menos estaba despierto, aunque no sabía por cuanto tiempo.

Le pasé la mano por debajo del hombro y lo ayudé a levantarse.
Afuera se escucharon tiros. Mi hermano y yo nos miramos.
Esa perra ya estaba contraatacando.

-Ayudá a Seiya, -balbuceó.

Lo dejé apoyado en la pared y salí corriendo, si algo le pasaba a ese chico nunca me lo perdonaría.

* * *

Encontré al gato en su celda. Hice golpear el reloj contra los barrotes para anunciar mi llegada. El chico me miró.

-Te lo manda mi compañero de celda,- le dije entregándoselo.

Aioria lo agarró aliviado de tenerlo por fin.

-Gracias, no sabía que era tan buen actor…-comentó.

Sabía que el chico había montado un buen espectáculo en la enfermería para sacarle el artefacto a Aiacos.

-¿Para que lo querías?-le dije de pronto, no valía la pena andarse con rodeos.

El joven me miró confuso.

-Creí que no querías tener nada que ver al respecto.-me contestó.

-Cambié de opinión.-le dije, ahora serio. –Quiero entrar.

Aioria lo meditó un momento.

-¿Y para que me servirías si no sos el famoso Dragón? -me dijo secamente.

-Si soy el Dragón Naciente, mentí.

-¿Mentiste?

-Somos presos, hacemos eso-dije como si zanjara la cuestión.

-¿Cómo es eso posible? Verifique tu coartada, estabas preso el día que el Dragon hizo su hazaña.

Le sonreí al chico, era muy vivo.

-Mi padre y yo compartimos algo mas que el gusto por el dinero fácil Aioria, -le expliqué- El Dohko Libra que estaba detenido era el, no yo.

El chico abrió grandes sus ojos claros. Noté sorpresa, pero también desconfianza.

-¿Cómo se que no miente?

* * *

Me dolía la cabeza del golpe que me había dado ese gemelo bruto. Lo pagarían, todos ellos.
Había agarrado al pequeño en el auto, intentando huir, pero se me había escurrido hacia un sector de arboleda que había junto a la casa.
Estúpido niñato, se me iban a ensuciar los tacos.
Lo perdí entre los árboles, pero un grito me llamó la atención.
Saga lo llamaba desde la casa.

Salí a su encuentro apuntándole con el arma.

-Se acabó Géminis.-lo amenacé. …l no se movió. Parecía atento a algo mas. ¿Qué demonios tramaba?

-Voy a matarlos a los tres, voy a matar a todos con los que hayan hablado, y Sagitario va a freírse en la silla.

Se puso blanco de ira. Pero permaneció quieto. Yo seguí avanzando hasta que me percaté de lo que Saga miraba. Un pozo de agua seco, tapado precariamente con una madera y un puñado de hojas.

Solté una carcajada.
-¿Acaso querías que cayera ahí?-le pregunté todavía riendo.-Que poco caballero.

Géminis puso cara de frustración. Y levantó sus manos rindiéndose.
Cuando dí el siguiente paso para llegar hasta el sentí que Sagitario Jr. me empujaba con una increíble fuerza directo hacia el pozo.

¡No! ¿Cómo pude olvidarme del mocoso? Al impactar contra el fondo sentí el conocido dolor del hueso quebrándose.
Argh… me maldije por ser tan estúpida. Ahora estaba atrapada en lo profundo de un aljibe con una pierna rota.

Cuando sentí el rugido del motor no pude evitar el grito de rabia que salió de mi garganta.

* * *

No entendía la actitud de Dohko, ¿Por qué quería entrar ahora, afirmando que era el Dragon Naciente, cuando me había rechazado la oferta tiempo atrás?
No había querido contarme sus motivos, y no podía confiar en él. ¿Podía ser que él y su padre tuvieran el mismo nombre?
Suspiré. Decidí dejar ese asunto para después. Ahora me concentraría en el reloj que me había conseguido Hyoga.
Lo preparé junto al grabadorcito que había buscado en la bolsa de los objetos personales.
Aproveché el trabajo en los jardines para acercarme al edificio donde estaba la enfermería, pisos más arriba.
Obvié el reto del guardia y enterré el reloj y el grabadorcito justo debajo de los cables que conectaban la ventana de la enfermería con el exterior.
Los mismos que usaríamos para salir de allí.

-Leo, ¡Acercate a donde pueda verte, no voy a repetirlo!- me gritó Yato y me apuré a tapar mi tesoro con el pasto que había levantado.

* * *

-Ikki, te toca.

Mi compañero me deseó suerte con un movimiento de la cabeza. Sonreí, pero antes de salir a escena me puse serio. Así tenía mas llegada a la gente, no sabía porqué.
La música sonó y me dejé llevar como hacía todas las noches en el tugurio donde bailaba. Me acerqué al caño pero lo dejé pasar, no me gustaba ser tan clásico y superficial. Bailaría como sabía hacerlo. El sexy uniforme de policía que tenía me quedaba un tanto ajustado y en las mangas estaba roto. No me importó.
Me sacudí al ritmo de la música con sensualidad y parsimonia, con un movimiento que realmente llevaba en la sangre. Sí, es rarísimo ser japonés y bailar bien pero quizás tenía raíces turcas, ja.
Al cabo de unos minutos me saqué el ajustado pseudo chaleco antibalas y levantándome el gorro de policía sonreí al público.
El bullicio halagador de los clientes no se hizo esperar e hizo un saludo para volver a meterme detrás de escena. Ahora el momento de bajar y caminar por las mesas para conseguir la verdadera ganancia.
No era lo mejor pero en general me trataban bien y me divertía bastante.
La mano de un hombre semi oculto en la oscuridad de una de las esquinas me hizo un gesto para que me acercara. Dí un vistazo alrededor, todavía mis clientes habituales no habían llegado así que tenía tiempo de hablar con este y quizás hacerme unos pesos de más.
Me acerqué con movimientos suaves y estudiados y me senté frente a él.

-Te veías muy lindo en ese uniforme. –dijo aún a oscuras, de manera que no podía ver su cara.

Sonreí orgulloso.

-Gracias. –contesté con voz melosa. -¿Qué te parecería un baile privado? –me arriesgué.

Tardó unos segundos en contestar. Normalmente no me pasaba eso pero no le dí importancia.

-¿Tenés pareja? -preguntó a su vez, sorprendiéndome de mala gana.

Suspiré y contesté estudiadamente, aunque me había puesto bastante nervioso.

-No tengo que rendirle cuentas a nadie. –anuncié, intentando acariciarle las piernas con las mías.

Escuché una pequeñá risita de su parte. Me incomodé. No le veía la cara, no sabía lo que quería y no parecía dispuesto a contratarme.

-¿Y que piensa su marido de esa contestación, señor Leo? –dijo de pronto, acercándose a mi para que lo viera.
Era el guardia de la prisión de Aioria. …l que me había estado mirando cuando lo había ido a ver a la mañana. El que me había reconocido. No podía creerlo. Intenté no desesperar aunque ya había empezado a transpirar de los nervios.

-Nos dicen que no digamos la verdad sobre nuestras relaciones personales. –respire profundamente, e hice un amago de sonrisa. –es mejor para el negocio.

El tipo negó con la cabeza, como si supiera que le estaba mintiendo.

-¿De donde sos, Ikki? –interrogó.

-Japón.

-¿Y a cambio de que Leo se casó con vos para darte la nacionalidad?

Sabía donde quería llegar, pero igualmente contesté de forma mecánica.

-Nos conocimos en Japón cuando el fue a hacer su tesis para la universidad con la arquitectura de Kyoto y ahí—

-No te estoy pidiendo que me cuentes lo que él te pidió que te memorizaras. –me interrumpió bruscamente.

Se estiró más en la mesa y se pegó a mí, tanto que a pesar de las penumbras podía notar las iris ambarinas de sus ojos.

-Tengo muchos contactos en inmigración, no me costaría nada hacer que te investiguen y deporten. –anunció seriamente.

Tragué saliva. No podía volver a mi casa. Jamás. Lo lamento Aioria.

-Una tarjeta de crédito. –anuncié, sintiendo que lo traicionaba.

-Una tarjeta de crédito. –repitió el cretino sonriendo y tomándome la pierna que había dejado cerca de la suya con la mano.

* * *

Me senté en la banca de la iglesia y noté que el chino se sentó detrás de mí.
Pasó un guardia repartiendo biblias. Le agarré una y escuché a Dohko decir que “había traído la suya”
Algo tramaba.
Cuando el cura empezó el sermón, Libra acercó su cabeza a la mía y empezó
su relato.

-El día en que robe esos millones, el cajero del banco, un chico llamado Okko, me entregó varios fajos de billetes cuyos números de serie empezaban…

Le presté atención, los números coincidían con lo que yo sabía, incluso el nombre del cajero.

-Aun no me convence –le dije en voz muy baja.-Podría haber investigado, tal como yo lo hice.

El hombre se quedó callado, adivine que mi desconfianza lo disgustaba.
Se levantó, y pensé que se había enojado. Antes de irse me pasó su biblia.

-¿Para que - -? –empecé a decir, pero la puntita de un papel adentro me llamo la atención.

Era un billete de 100.
Mis ojos volaron hacia el número de serie.
Coincidían.

-Maldito viejo…susurré con alegría.

Solo el Dragón Naciente podría tener uno de esos.

* * *

Mi hermano estacionó junto a la cabaña.
Hacía unas horas habíamos recibido el llamado de Pandora, diciéndonos que estaba atrapada, que la fuéramos a buscar sacando la ubicación del GPS de su celular.
Bajamos del auto y sentimos los gritos provenientes del pozo. Al parecer nos había oído llegar.
Sabía que Thanatos esta gozando todo aquello.

-Así que no era tan fácil después de todo… -le dijo mirando hacia lo profundo.

-Sacame ya de acá, este teléfono estúpido se quedó sin batería, y tengo una
pierna rota.-ordenó visiblemente irritada.

Mi gemelo rió con ganas.

-Me parece que no mi querida Pandora.-le dijo despacio, saboreando el momento.

Se acercó hasta las maderas que posiblemente habían tapado el pozo en algún momento y las arrastro hasta allí.

-Dame una mano, Hypnos.-me pidió.

Me quedé helado un momento.

-¿Vas a dejarla ahí?-lo pregunté horrorizado.

-Es la única que sabe que los gemelos y Sagitario están vivos.

-Pero morirá…-balbuceé.

-Hay lugar para uno mas allá abajo hermanito- me dijo mordaz.

Lo miré dolido. Como no volvió a decir nada me dispuse a ayudarlo malhumoradamente.

-¿Pero que demonios están haciendo?-preguntó Pandora con un dejo de pánico en la voz al ver que las maderas empezaban a oscurecerle el lugar.

-No tendrías que haberte metido con nosotros querida- le comentó mi hermano mientras tapaba definitivamente el agujero.

Aun cuando ya nos encontrábamos en casa, a kilómetros de distancia, seguía oyendo en mi cabeza los gritos desesperados de la mujer.

* * *

Aioria hurgaba en el pasto. Siempre haciendo casas raras.
Me paré junto al alambrado, lo más cerca que pude. Tenía que aclarar las cosas, no podía continuar con esta angustia.
Finalmente se paró y descubrió mi presencia. Me sonrió con ternura.
Se alegraba de verme el muy maldito.

-Estas casado- le dije seco.

…l no se lo esperaba.

-Yo...-buscaba las palabras, lo corté. No quería escuchar sus excusas.

-No sé a que estas jugando Aioria, pero no va a pasarme de nuevo. Hoy vamos a poner las cartas sobre la mesa.

Su cara se entristeció. Al parecer le estaba dando un duro golpe.

-Creí…creí que teníamos algo-le dije finalmente sincerando la situación.

Desde que lo había conocido, hasta que me había sorprendido con la flor, había estado negándome a mi mismo que sentía algo por Aioria Leo.
Pero ahora ya no tenía sentido ocultarlo.

-Lo tenemos, Shaka—

-Es Dr. D’Virgo, y de ahora en mas nuestra relación va ser estrictamente médico-paciente.

-Todas esas preguntas, todas esas preguntas que tenés de mi- se apuró a decirme al ver que yo me alejaba luego de mi declaración -Tienen respuestas.

¿Respuestas? Ya no me importaba. De ahora en mas, Aioria ya no me importaba.

Rehusé a su mirada triste y me aleje a mi puesto de trabajo, pisos arriba de donde me encontraba ahora.

* * *

Era el receso luego del almuerzo de un nuevo día. Un nuevo día de duro trabajo picando piedras, un nuevo día discutiendo con Afrodita (el periodo de paz había durado minutos). Un nuevo y largo día.
Miré al gato que manipulaba un aparatito.

-¿Hoy volvés a la IP? –le pregunté como para iniciar la conversación.

…l asintió con la cabeza.

Me puse el uniforme de la IP, lavé mis dientes, ordené la cama…

-¿Qué estás haciendo? –le dije al fin sin poder contenerme mas.

Se rió por mi impaciencia.

-Escucha esto – me dijo.

Le presté atención al aparatito, que resultaba ser un grabador. No oía nada.

-¿Qué se supone que tengo que escuchar?

-Shhh-me calló.

Agudicé más mis sentidos. Los minutos pasaron. Cambié de posición un centenar de veces. El gato se mantenía quieto.

-Ahí-dijo de repente.

-¿Eh? ¿Qué cosa?

-Llaves. Las llaves de los guardias.

-¿Esperamos media hora para escuchar una llaves?

El volvió a reír.

-En realidad fueron 18 minutos. Es el tiempo que tenemos entre recorrido y recorrido de los guardias.

Mi boca se abrió estúpidamente. Solo el gato podría haber encontrado la forma de averiguar eso sin salir de la celda.

* * *

Estábamos eufóricos. Finalmente habíamos llegado a la cañería, que se abría como una puerta hacia nuestra libertad. Incluso Mu y Giovanni se abrazaban.
Aún estaba preocupado por Saga, pero cuanto antes saliera, cuanto antes podría ayudarlo.
Miré a Aioria, que se mantenía alejado de los festejos. Me acerqué hasta el.

-¿Qué es lo que pasa?- le pregunté. Ya conocía esa expresión de mi hermano, y era de preocupación.

-Tengo dos noticias, -me dijo seriamente- Una buena y una mala.

Le hice un gesto con la cabeza para que continuara, ansioso.

-La buena, es que Dohko y su dinero entraron.

Lo mire sorprendido y contento. ¡Eso sí que era bueno!

-¿Y la mala?-pregunté con miedo.

-Que tenemos 18 minutos para salir. Necesitamos como mínimo dos para romper las rejas, y tres minutos aproximadamente para cada uno para cruzar los cables hasta la pared.

Antes de que hiciera la cuenta mentalmente mi hermano me dijo:

-No es suficiente tiempo. Somos demasiados.
Notas finales: Se unió Dohko, y cada vez son mas! Jejeje
¿Que pasara? ¿Lograran salir todos? Hasta la fecha:

-Aioria
-Aioros
-Afrodita
-Death Mask
-Dohko
-Milo
-Mu

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Besitos y gracias

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