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BAJO LA PIEL por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:


ALEX.

Alex se dejó caer hasta el suelo frío de baldosas. Con la mejilla pegada al suelo sentía el sabor ácido de la bilis en la boca, agarrada a su lengua seca.

Nick se acercó lentamente y se tumbó a su lado pero separado por un ancho metro para dejar al chico sudoroso su espacio.

Frente a frente, Se quedaron mirándose durante tanto tiempo que Alex perdió la noción del tiempo y cuando Nick le tendió la mano estirando su brazo se la tomó al instante.

Nick se la apretó suavemente. Alex notaba como temblaba su mano y no le gustaba.

En realidad no le gustaba nada de lo que sentía en ese momento. Cada fibra de su cuerpo y de su consciencia, ansiaba una dosis, aunque fuese pequeñita.

Añoraba tanto ese intenso placer recorriendo su cuerpo desde la nuca hasta el resto de su cuerpo... lo ansiaba, era lo que necesitaba. Y todos sus pensamientos acababan ahí. En una dosis.

En esa enorme sensación llenando cada parte de su cuerpo.

Pero intentaría aguantar por Nick, y por él.

Se repetía a sí mismo en su cabeza que el único motivo por el que sentía esa tremenda necesidad era la adicción, que no era real, que no la necesitaba de verdad. Solo era su sistema nervioso pidiendo a gritos lo que estaba acostumbrado a recibir, nada más.

Conocía eso. Primero su cuerpo echaría de menos el éxtasis que solía consumir, que le aceleraba en una nube de optimista ficción, volviéndolo nervioso e irritable. Sintió tristeza y fatiga y un enorme dolor de cabeza. Luego, y ahí venía lo importante, tras veinticuatro horas sin consumir nada su cuerpo empezaría a preguntarse dónde cojones estaban los opiáceos que le narcotizaban regularmente, y le daría igual si era fentanilo, oxicodona, heroína o morfina; lo exigiría con fuerza.

Su sistema nervioso interpretaría esa falta de anestesia como dolor. 

Y a las cuarenta y ocho horas Alex estaría bien jodido.

Pero, si lograba superar la barrera de las setenta y dos horas, los días siguientes serían mucho más sencillos.

En la clínica lo había hecho diferente, disminuyendo las dosis poco a poco y ayudándole a soportarlo con otras sustancias.

Sabía que eso que estaban haciendo no iba a salir bien. Pero no quería ir a la clínica; No sin él, que le ayudaba a convencerse a sí mismo que podía aguantar.

Su cuerpo estaba tan loco como su cabeza.

Temblaba, igual tenía mucho frío que mucho calor. Le dolía cada parte de su cuerpo. Tenía nauseas y sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.

Dolía, se encontraba tan mal...

Se sentía morir.

Alex hubiese matado por un triste Tramadol en aquel momento.

—Alex, ¿Estas bien? —preguntó Nick muy preocupado. Era la sexta vez que le preguntaba. Alex asintió porque le costaba hablar.

Tenía frío, mucho frío aunque sudase.

Sin poder controlarse se puso a llorar en silencio.

"Tú puedes" se dijo a sí mismo "Puedes aguantar, puedes aguantar"

*********************************************************************

Las cosas estaban complicándose

¿Cuánto tiempo llevaba sin tomar nada? Había perdido la noción del tiempo porque cada minuto pasaba horriblemente lento. Odiaba vomitar. Pero más odiaba hacerlo cuando no había comido nada. La sensación de nauseas era horrible.

Se apartó el pelo de la cara con la mano demasiado temblorosa.

Las necesitaba. No podía aguantar, no podía seguir. Ni era tan fuerte ni quería serlo, solo quería dejar de sentir eso.

Recordó el tubo que Nick se había guardado.

—Dame —susurró— por favor...

Nick tragó saliva. Y negó. Alex sintió lágrimas por sus mejillas. Nick estaba asustado, era normal.

Debía tener aspecto de moribundo.

Nick le tendió la botella.

—Bebe más agua —le dijo con tono extraño. Mezcla de desesperación, y preocupación. Alex tomó la botella y bebió, sintió el agua resbalarse y caer en su pecho.

Le había dicho a Nick que tenía que darle mucha agua para prevenir la deshidratación por sudoración, diarrea y vómito, y él se lo estaba tomando al pie de la letra.

Se acercó a él lentamente, gateando. Le dolía los músculos.

Nick le llevó en brazos hasta la cama.

—Dámelo  —dijo su voz sonaba muy rara. Nick negó de nuevo— ¿Dónde está? Nick, lo necesito. Mírame, mírame. Nick, oye, de verdad, por favor, lo hemos intentado ¿vale?

Pensó que seguramente seguiría en el mismo sitio donde Nick lo había guardado.

El bolsillo de su pantalón. Eso es lo que haría él. No se arriesgaría a esconderlo en un sitio donde se pudiese buscar, a veces lo más obvio es el mejor escondite. No habían salido de la habitación ni para llevar la ropa a la lavandería así que... seguiría allí.

Salió corriendo.

Nick intentó detenerlo, adivinando lo que pensaba.

—¡NO! —gritó Alex intentando soltarse. Se escurrió de entre los brazos de Nick y corrió hasta el baño. Nick le agarró de la mano y tiró de él. Casi se cayó al suelo— ¡SUÉLTAME! ¡No! ¡Tú no lo entiendes! ¡Lo necesito! Nick, Nick, mi amor, te quiero, te quiero, ¿vale? Te...¡DÁMELO, POR FAVOR!

Alex pataleó cuando Nick lo levantó en volandas y se lo llevó de nuevo a la cama en sus brazos de hierro. Sentía su corazón ir demasiado rápido y se mareó bastante.

A las cincuenta y seis horas de estar allí Alex se sentía tan mal que ni siquiera hablaba.

El infierno. Si el cielo en la tierra era un minuto de sexo, el infierno era el puro y duro síndrome de abstinencia.

Y todavía le quedaba mucho...hubiese sido más fácil con metadona y en la clínica, rodeado de enfermeras.

Alex se mareó, ¿Cuánto tiempo llevaban sin dormir?

—Alex —le llamó muy preocupado Nick— Alex mírame. Dime que estás bien.

Pero Alex no podía hablar. Nick se levantó y se marchó un momento, apenas unos segundos. Volvió corriendo. Alex tenía la vista algo nublada por el mareo. La luz le molestaba.

—Nick...—gimoteó.

—Estoy aquí, estoy aquí —dijo el chico muy nervioso— Alex déjalo. Quiero que lo dejes, pero esto es una locura, te va a pasar algo... yo... toma.

Alex tomó el tubito entre sus manos.

—Siento no poder hacerlo le dijo con esa extraña voz que no parecía la suya de siempre. Sollozó de nuevo— siento decepcionarte...

—Alex, sigo muy orgulloso de ti —le dijo Nick cerca del oído— lo has intentado... pero... pero... es mejor así. No quiero que te pase nada. Esto ha sido una locura. Lo haremos bien, en la clínica.

Alex destapó el tubito. Y esnifó el polvo con fuerza. Sintió esa ya conocida sensación como de pequeños cristales arañando por el interior de su nariz.

La droga pasó a sus mucosas y al torrente sanguíneo en cuestión de segundos. Y en un minuto tu cerebro recibía una oleada de enorme euforia e indescriptible placer, que se extendía por el resto de su cuerpo, paralizándolo.

Se notó jadear con los ojos cerrados. Intentó abrirlos pero no pudo mover los párpados.

Jadeó de nuevo sintiéndose caer hacia atrás sobre la cama y ascendiendo al mismo tiempo, sintió la presión de los labios de Nick sobre los suyos. Como si cada célula de su piel pudiese devolverle el beso.

Y a pesar de todo eso, se sintió completamente mal.

********************************************************************

Cuando Alex despertó se encontraba mucho mejor.

Miró a Nick a su lado. El chico moreno le miraba con expresión indescifrable.

Alex se quedó mirando las ojeras de su rostro. Llevaba sin dormir desde hacía demasiado tiempo.

—¿Qué ha pasado? —preguntó. Nick suspiró.

—¿No te acuerdas?

—Sí, pero todo está tan borroso...—le dijo frunciendo el ceño. Nick bajó la mirada, como si estuviese avergonzado.

—Tuve miedo, estabas tan mal....—dijo y su voz parecía cargada de tristeza y culpa. Alex se irguió para sentarse frente a él— Te la di. Te dejé drogarte. Pero es que parecía...

Alex le puso la mano en la mejilla para que le mirase.

—Hiciste bien.

—¡No! —saltó enfadado Nick— No está bien. Te la di, Alex. Te la puse en la mano.

Alex bajó la mirada. No le gustaba que Nick se enfadase.

—¿Y por qué lo hiciste? Sabías que no iba a ser una película bonita.

Nick le miró.

—Tenía mucho miedo —le dijo suavemente— Por un momento pensé que te iba a pasar algo malo...

Alex le dio un suave beso en la mejilla.  

Entendía el temor del muchacho, aunque ambos sabían que de eso no se moría nadie. Solo se pasaba terriblemente mal.

Alex le sonrió débilmente. Aún no se encontraba muy bien, como cuando te recuperas de una gripe. No se encontraba mal pero... quedaba esa sensación de fragilidad y agotamiento.

—Lo dejaré —le dijo Alex— Pero no ahora.

—¿Cuándo?

—No lo sé... —le dijo apartando la mirada. Nick le giró la cara para verle los ojos.

—Prométeme que irás a la clínica —le dijo el moreno.

—No... —le susurró asustado. Lo último que le apetecía era repetir aquella experiencia encerrado en una habitación de hospital.

—Por favor, Alex —le rogó— fue una locura pensar que yo... podría con algo así, no sabía cuidarte. No entendía qué te pasaba, qué debía hacer. Ellos saben ayudarte mejor que yo.

Alex negó con la cabeza.

Nick suspiró y le abrazó. Alex tiró de él para que se tumbase junto a él en la cama.

Le encantaba estar entre sus brazos. Sin duda alguna, ese era el lugar más cómodo del mundo.

Sintió un suspiro de Nick contra su cuello.

—¿Cuánto hace que no duermes?—le preguntó Alex dibujando circulitos en la piel se su brazo.

Nick rio con amargura.

—¡Tanto como tú, pequeño!

—Bueno... —le dijo Alex pensando que era mentira, cuando despertó Nick estaba ya despierto— ¿Y si dormimos un ratito?

Nick negó.

—Tengo que ir a disculparme al entrenador de natación —le explicó. Alex comprendió. Ese era el cuarto día exiliados en la habitación. Para los demás era como si la tierra se los hubiese comido la tierra.

Alex miró al techo. Dios sabía que lo había intentado.

Pero las cosas no eran tan fáciles como intentarlas.

Se sentía fatal por ser débil. Por no hacer aguantado. Por no poder dejarlo. No era más que un yonki tarado, y ni intentándolo con todas sus fuerzas podía dejar de serlo.

Alex quería dejarlo, realmente lo quería.

Pero cada vez que recordaba lo mal que se sentía, se alegraba de que Nick hubiese decidido acabar con ese intento patético de renunciar a ser el yonki tarado y patético que era.

Tenía que hacerlo, tenía que dejarlo. Porque le había dicho que así le demostraría que le quería, y por ahora no se lo había conseguido demostrar.

Pensó que lo más acertado era ir disminuyendo las dosis progresivamente... no sufriría tanto, aunque se tardase más, aunque hubiese que tener paciencia...

Pero no en ese momento.

************************************,

La gente contaba los días que quedaban para las vacaciones con los dedos de una mano.

Hablaban de lo que harían durante ese tiempo, de los lugares que visitarían y de la gente con la que hablarían.

Pero él no sabía exactamente que haría. Alex pensó en el plan de todos los años. Emborracharse, encerrarse en su casa o salir durante días y semanas seguidos a la calle conociendo gente extraña.

Y al fin de cuentas, estar solo.

Nick se había ido a hacer sus obligaciones con el club de natación. Y él decidió salir de la habitación. Sabía que tenía mal aspecto, pero no el aspecto de un drogadicto, sino el de alguien que se recuperaba de una gripe.

Pensó que como lo había tirado todo por el inodoro, en ese momento estaba bien, bien, bien jodido.

Regina no le dejaría salir solo, y Nick no le acompañaría a comprar droga.

—Me cago en la puta... —susurró inquieto, notando de nuevo ese cosquilleo nervioso en el estómago. Unos chicos que estaban cerca le oyeron y se quedaron muy sorprendidos. No solía ser mal hablado. Pero la situación lo precisaba y había que expresarse en consecuencia.

Fue a la cafetería y recuperó el alimento que no había devorado en ese tiempo. Cuando ya no pudo comer más, decidió ir a ver a Nick a la piscina.

Y para allá fue. Para su sorpresa Dante estaba en las gradas.

El pelirrojo se lo quedó mirando con ojo crítico.

—¿Tú dónde te habías metido? —le dijo encendiendo un cigarrillo mientras le miraba de arriba abajo. Debía tener mala cara— Desapareciste...

—He estado enfermo —mintió sentándose y buscando con la mirada a Nick. Estaba en la piscina, dando brazadas tan rápido que se había puesto en cabeza— ¿Qué haces aquí?

—Me aburría y decidí venir a mirar el género —le dijo el pelirrojo señalando con la mano a los chicos.

—¿Ves algo que te guste?

—Ese —le dijo señalando a un chico de cabello castaño. Alex sonrió débilmente.

—Se llama Luis —le dijo— Dice que no le gustan los chicos... Pero yo creo que sí.

—¿Por qué crees eso?

—Porque se la chupé —le dijo Alex tranquilamente. Dante rio— Cuatro veces.

—Pues entonces hablaré con él —le dijo el chico sin apartar la vista de la piscina— Nick también es muy guapo....te has buscado un maromo bien grande, ¿Eh? Y parecías tonto...

Alex le miró.

—Sí —le dijo con tono un poco posesivo. No es que estuviese celoso, porque solo había dicho la verdad. Pero quería dejarle claro al pelirrojo que debía conformarse con Luis y que dejase a su Nick en paz—,Por eso me gusta mirarle. Así que aparta tus sucios ojos de él.

Dante soltó una risotada tan sonora que algunos chicos de la piscina se giraron hacia ellos.

—Tranquilo, loquito —le dijo de buen humor— Yo no voy a quitártelo... No podría, está enamorado.

Alex notó el tono despectivo con el que lo dijo.

—Ryan también lo está —le dijo. Dante le miró sorprendido— Sé que os acostáis.

—¿Pero es que todo el mundo en este puto lugar lo sabe? —exclamó exasperado. Alex se encogió de hombros— Max también lo sabe. Vaya mierda de secreto.

—Yo no puedo juzgarte —dijo Alex— Me da igual si folláis... pero... no le hagas daño a Ryan. No se lo merece.

—¿Crees que me gusta hacerle daño? —preguntó Dante apartando la mirada— Lo hago sin darme ni cuenta. Estoy aquí sentado y se me esta poniendo dura solo de pensar en follarme a ese chico, y yo sé que esas cosas le duelen porque es un celoso... Pero no puedo controlarme, me pierde el vicio.

Alex rio. El sexo era su droga. Alex conocía a la perfección la sensación de intentar resistirse a una adicción. Pero Dante no tenía porqué resistirse.

—¿Y eso no es mejor? —le dijo— ¿Si no quieres a tu hermano... no es mejor poder follar tranquilo y dejar que él sea feliz a su manera? ¿Por qué luchas por él?

—Ryan me ha dejado —le dijo Dante—Prefiere a Greg. Y yo... yo sé que le quiero.

—Pues piensa en él —le dijo el rubio— ¿Qué es lo mejor para él?

Dante suspiró y bajó la mirada.

—Chico, me das dolor de cabeza —le dijo.

-¡Vaya! Eso es porque tus neuronas no están acostumbradas a trabajar, deberías pensar más- le dijo Alex de broma. Dante rio.

Se quedaron en silencio, mirando a los chicos nadar.

—Alex.

—¿Ajá? —consiguió emitir Alex mirando a Nick.

—¿Por qué no me la chupaste nunca a mí? Se lo propusiste a todo el mundo, hasta a Max —le preguntó Dante sin reproche, solo curiosidad.

—Porque eso sería como darle una puñalada por la espalda a Ryan —le dijo Alex.

Dante asintió pensativo.

—Eres raro —le dijo Dante. Alex le sonrió.

—Gracias.

Dante suspiró y Alex se quedó mirando el humo saliendo de su nariz y de entre sus labios.

—No esta permitido fumar aquí —le dijo señalando con el dedo. Dante rio.

—No me jodas, mira quién habla...—dijo bromeando— Tú vas fumando otra cosa por todas partes.

Alex se encogió de hombros.

—Si viene el entrenador y te ve, se enfadará y nos echará. Bueno te echará a ti— le dijo chocando distraídamente el talón de sus zapatos.

Clock, clock.

Hacían ruido al chocar.

—Bueno —suspiró Dante— Pues recemos por que no venga hasta que me lo acabe.

Alex se preguntó por qué demonios estaría de tan buen humor si Ryan y Greg cada día estaban más unidos y él estaba más solo. Pero no quiso meter el dedo en la llaga, así que no preguntó nada de ese tema.

*********************************************************************

Nick debía entrenar para la competición.

Aprovechando que el chico estaba ausente Alex recurría a sus "contactos" en la escuela para no volver a la abstinencia.

Él no era el único que conocía a Mikel y Romano en esa escuela y algunos de ellos le debían favores. Pero por supuesto la generosidad tenía límites.

No podía estar pidiendo prestado siempre.

Así que justo el día de la competición, cuando Nick estaba demasiado ocupado como para notar su ausencia. Y todos los alumnos y profesores andaban como alborotados, se marchó.

Se dijo a sí mismo que solo faltaría veinte minutos.

Tomó un taxi. No había tomado más dinero del necesario. Y se enfadó con el taxista porque quería cobrarle casi el doble de lo que normalmente pagaría. Eso no lo había planeado. Se había marchado tan atropelladamente guiado por su necesidad que no había planeado coger ni siquiera su tarjeta de crédito ni su cartera, simplemente había aprovechado el momento saliendo corriendo con lo puesto.

El muchacho se quedó pensando en la forma de volver gratis. Porque pensaba comprar lo que necesitaba, y justo tenía dinero para eso o menos.

Su adicción pesaba más que el sentido común.

Suspiró. Los problemas de dinero no eran para él. Compadecía a la gente que tenía que andar pensando en como arreglárselas para que el sueldo le llegase hasta final de mes.

Llegó hasta la casa de Romano andando. Llamó a la puerta. Pero nadie abrió.

—Esto es raro...—murmuró para sí mismo. Siempre solía haber alguien en esa casa, aunque no fuese el mismo Romano, para vender.

Le llamó por teléfono. Pero no contestó nadie. ESO si que era raro. Si le diesen a elegir. Romano contestaría a una llamada antes que salvar de la muerte a su madre.

Bajó la escalera del lujoso chalet y se quedó sentado en el bordillo de la acera.

No pasaba ningún coche por ahí. Unos pájaros hacían mucho jaleo en un árbol, en contraste con el silencio que reinaba allí.

Se acordó de la bolsa de dulces que tenía en la mochila y la sacó.

Comió frustrado.

Debía darse prisa, por Nick. Debía llegar a tiempo para su carrera.

Un ruido le llamó la atención. Calle abajo venía una chica. Era delgada. No más alta que él.

Tenía el pelo marrón, largo hasta la altura del pecho, parecía seco y ensortijado.

Vestía de negro. Tenía un gorro que le recordó a los de los mafiosos de chicago.

Lo que le gustó más de la chica. Fue que llevaba una botella de whisky en la mano derecha y un porro en la izquierda.

La chica se quedó mirándole.

Y se acercó.

—Chico —dijo. Su voz era ronca— ¿Sabes que ese sitio es mío?

—¿Acaso tiene tu nombre? —le preguntó un poco irritado. Ella rio. Y se sentó a su lado. Alex le miró de reojo. Tenía los ojos muy pintados de negro.

—Sí —le dijo señalando un grafiti en la pared tras él—¿No lo has visto?

—¿Te llamas Cio? —preguntó leyendo el nombre dibujado.

—Sí —dijo y le pegó un trago a la botella.

—¡Vaya! Tus padres tenían imaginación...—opinó Alex. Ella se ruborizó.

—Bueno, no es el nombre que pone en mi DNI pero es mi verdadero nombre —dijo ella como si lo tuviese ensayado o lo hubiese dicho muchas veces.

—¿Cómo te llamas de verdad?

—No te lo diré —dijo mirando sus dulces unos segundos demasiado fijamente. Alex le ofrecido— No, yo... No quiero.

—Parece que sí.

—Es que... Yo... No quiero comer nada.

—¿Y eso?

—Estoy gorda, joder —le dijo sentándose a su lado— estoy intentando adelgazar.

Alex la miró con el ceño fruncido. Que estupidez más grande ¿Dejar de comer para adelgazar? ¿Es que esa chica estaba loca?

—¡Vaya! Pero si estás muy delgada...—le dijo en un susurro. Era cierto. La chica estaba escondida bajo capas de ropa pero Alex vislumbraba unas piernas huesudas y una clavícula muy marcada. Ella se encogió de hombros.

—Sí lo estoy —le dijo— parezco una puta vaca...

—Si estuvieses más delgada saldrías volando con un soplo de aire —dijo él plantándole frente a ella los dulces. Ella lo siguió con la mirada con cara de ansia— ¿Te imaginas que estornudo y sales volando? Eso no estaría bien...

Ella sonrió y negó.

—Pero...

—Hagamos un trato —le dijo Alex— Tú me das un trago de esa botella y una calada de eso y yo te doy todos los dulces que te apetezcan.

Ella le pasó la botella y el porro, él la bolsa de dulces.

Tomó el primero con las manos y lo observó desde todos los ángulos como si fuese más valioso que el oro.

Alex cerró los ojos pegando la calada.

Ella mordió.

Ambos suspiraron disfrutando.

—¿Sabes cuánto tiempo hacía que no comía nada?- le dijo ella devorándolo—Joder... joder... esto es mejor que un orgasmo....

Alex suspiró y rio.

—Pues no vuelvas a hacer eso, hay que comer —le dijo como regañándole.

Comer era uno de los mejores placeres de la vida. Ella se mostró conforme.

Aunque Alex sabía que la anorexia, como él con la drogadicción o Dante con el sexo, era una costumbre en la que uno caía una y otra vez a pesar de querer detenerse.

—¿Por qué estabas aquí tan serio y mustio? —le preguntó ella.

—Vine a ver a Romano.

—No esta en casa —le dijo ella- Está en una fiesta. Una de ricos... si no eres hijo de alguien famoso no te dejan pasar.

Alex sonrió débilmente. Notaba los nervios abrazándole minuto a minuto.

—Quiero ir a esa fiesta...—murmuró— ¿Sabes dónde es? —preguntó Alex.

—Sí —le dijo— pero no me dejarán entrar.

—A mí sí. Soy Alejandro DeLoop —le dijo. Ella puso cara de no saber, pero de que le sonaba el nombre— Soy el hijo de Amy DeLoop.

Cio abrió mucho los ojos poniéndolos en blanco con incredulidad.

—Sí, y yo soy hija de Lola Flores.

—Lo digo de verdad. Míralo en internet si quieres comprobarlo.

Ella sacó su móvil chasqueando la lengua y tras escribir algo su rostro fue de profunda sorpresa.

—¡No me jodas!! —le dijo sorprendida.

—¿Dónde es la fiesta?—le preguntó Alex sin querer desviarse del tema. Ella puso los brazos en jarras.

—¡No voy a decírtelo por la buenas! —dijo ella— Tienes que llevarme contigo.

Alex lo pensó un segundo y asintió. Ella sonrió y se quitó el sobrero, se lo colocó a él.

El rubio sonrió.

—¿Me vas a decir ahora dónde es? —le preguntó poniéndose en pie —Tengo que encontrar a Romano.

—No —le dijo ella recelosa— Porque...¿Cómo sé yo que cuando lo sepas no me dejarás tirada como una colilla?

Alex rodó los ojos exasperado.

—No lo haré.

—¿Cómo vamos a ir? —le dijo ella ignorando su último comentario— Yo no tengo un puto euro, ¿Y tú, niño rico?

—Yo tengo dinero —le dijo Alex sin molestarse en mentir— Pero no puedo gastármelo porque lo necesito para otra cosa —Ella suspiró y miró alrededor—. Encontraremos a alguien que nos ayude...

—Sé por experiencia que la única mano que estará dispuesta a ayudarte está al final de tu propio brazo —dijo ella— Así que ya podemos mover el culo y encontrar una forma de llegar.

—Oh, Callate un segundo, no oigo ni mis pensamientos —dijo él sin paciencia.

Se quedó mirando hacia un coche a la derecha. No lo había visto. Un hombre estaba descargando unas cosas de dentro...

Salió corriendo hacia allí. Las llaves estaban puestas. La puerta abierta. El hombre dentro de la casa.

—¿Qué piensas hacer? —preguntó Cio con una ceja alzada— ¿Vas a robarlo?

—¡Vaya! No —le dijo él rodeando el coche—, VAMOS a robarlo. Aunque es mejor decir que lo tomaremos prestado. Porque se lo vamos a devolver.

—No me jodas... —dijo ella sorprendida.

—Súbete antes de que vuelva ese hombre —dijo él. Ella asintió y se metió en el coche. El también. Alex le miró— ¿Tú sabes conducir?

—No... —dijo ella con cara de sorpresa por la pregunta y temiendo lo que él iba a decir— ¿Y tú?

—No —le dijo Alex girando la llave, el coche arrancó— Pero no debe ser tan difícil...

La verdad era que Alex había conducido una vez, en una gran explanada con uno de los novios de su madre. Pero de saber usar un coche a saber circular había un enorme trecho.

—¿QUÉ? —preguntó ella pero su pregunta acabó en un grito porque Alex apretó el acelerador. El coche salió disparando. Pero hacia atrás— ¡ME CAGO EN...! ¿Estás loco?

—¿Dónde vamos?

—Al puerto... —dijo ella no muy convencida. Justo en la otra punta de la ciudad.

Alex frunció el ceño. E hizo lo que Freddie hacía. Apretó el embrague y puso primera. El coche se disparó, esta vez hacia delante.

Gracias a dios, la calle era larga y recta, pero no era infinita, e iban a una velocidad que en pocos segundos se acabó.

—¡A la derecha! —gritó Cio agarrándose al asiento como si eso evitase salir mal parada en caso de estamparse contra la pared que se ubicaba a escasos metros de ellos —¡DERECHA JODER!

—YA LO SÉ —gritó Alex intentando girar el volante. El coche giró bruscamente hacia la derecha. Pero llegaron a una calle con más tráfico. Ambos gritaron cuando se metieron en el carril a contrasentido.

Alex giró en cuanto pudo, pasando entre dos coches. Fue un milagro que allí no hubiese un accidente.

Si seguían haciendo estupideces en la carretera llamarían la atención de la policía, Alex intentó hacerse con el control del coche.

—¡Me vas a matar hijo de puta! —le gritaba ella pegándole en el brazo con un principio de histeria.

—¡Eh! —gritó Alex mirándole de reojo muy enfadado— ¡No insultes a mi madre, no la conoces!

—¡Mira a la puta carretera!¡Loco de mierda!–gritó ella señalando la calzada con el dedo tembloroso.

Alex frunció el ceño. Esperaba que nadie llamara a la policía, por que encontrarse a un coche como loco y a toda velocidad por la ciudad conducido por...él, y con una chica gritando histérica a su lado no era para menos.

—¡No quiero morir! —gritó Cio— ¡No me caes bien! Joder, ¡Ya no eres mi amigo! ¡Dame mi gorro! ¡DÁMELO!

Alex dejó que se lo quitase.

—¡PUTA LOCA ANORÉXICA! —bramó— Si no dejas de gritar te juro QUE HAGO QUE NOS ESTAMPEMOS CONTRA ALGO, A VER SI ASÍ TE CALLAS DE UNA PUTA VEZ.

Ella cerró la boca como si la hubiesen cosido. Pero no aguantó mucho así. Cruzaron como un rayo un cruce, y se metieron en la parte menos transitada. Pero de calles más estrechas e intrincadas.

—¿Sabes cómo se frena? —preguntó Alex .

*********************************************************************

—¡Dios mío! —exclamó Cio lanzándose al suelo. No besó el pavimento porque estaba sucio— ¡Sigo viva!

—Claro que sigues viva, yo conducía— bromeó Alex pasando a su lado tranquilamente.

Dejó una nota de disculpa en el salpicadero."Sentimos haber robado su coche, era una emergencia. Le enviaré dinero para compensarle. "

—Oh —exclamó ella riendo por la felicidad de seguir respirando— Que te follen rubio.

Alex asintió y tiró de ella para que se pusiese en pie.

—Ya estamos en el puerto. Rápido, tengo que volver pronto a la escuela —le dijo— ¿Dónde esta Romano?

—¿Si tenías que volver pronto para qué quieres verle e ir a la fiesta?

—Necesito polvos.

Ella le miró atónita.

—Joder, es que todos los hombres sois pollas con piernas y brazos, ¿No pensáis en otra cosa? —exclamó ella. Alex puso los ojos en blanco— Si quieres un polvo, yo te doy un polvo. Follamos y todos tan contentos.

—No quiero esa clase de polvos —le dijo Alex exasperado, pero riendo. Ella comprendió.

—Oh...

—Pero hay que darse prisa —le dijo él— Tengo que ir a ver a Nick, su familia no irá, y yo quiero estar ahí.

—¿Quién cojones es Nick? —preguntó ella descolocada.

—El chico al que quiero —le dijo él distraídamente buscando a Romano mirando alrededor, no había casi nadie —el que me folla por las noches y me cuida por el día.

Ella abrió la boca sorprendida.

—Pues vaya...—susurró cruzándose de brazos— No pasa nada porque yo soy lesbiana.

—¿De verdad?

—No —dijo ella riendo— pero sería curioso...

Alex pensó que esa chica estaba peor que él. Aunque también era que estaba borracha y un poquito fumada.

—¿Dónde está romano?— le volvió a preguntar con una sonrisa educada. Ella se acercó y señaló hacía una boca del metro.

—Tú eres el rico aquí —le dijo ella. Alex fue para donde ella señalaba. Era una boca de metro cerrada, con tablones y grafitis en los que se leía "Underworld" .

—¿Estás segura? —le preguntó extrañado. ¿Y si esa chica estaba equivocada?, ¿Y si le engañaba?

Llamó a la puerta cerrada por tablas con los nudillos.

—¿Quién? —dijo una voz profunda. Alex frunció el ceño y miró a la chica. Que se encogió de hombros.

—Queremos entrar —le dijo.

—¿Por qué debería dejaros entrar? —preguntó la voz.

—¿Qué le digo? —le susurró a la chica al oído. Cio olía a colonia cara, robada seguramente.

No olía como Nick, pero era un buen olor.

—Eh...—susurró ella —¡Venimos a gastar dinero!

Alex sonrió cuando la puerta se abrió hacia dentro, daba igual las tablas que decoraban la puerta, no obstruían la entrada. Les había abierto un hombre negro que parecía tan grande que no cabía en la sillita donde se sentaba.

—Pues gastad... —les dijo indiferente. Alex tomó la mano de Cio y tiró de ella. Que entró muy digna con aire de marquesa.

Cuando siguieron el pasillo la música estaba muy alta, torcieron a la derecha.

—¡Hemos entrado! —exclamó ella muy feliz. Le dio un abrazo dando saltitos.

—Te lo dije —canturreó Alex en su oído. Ella se quitó el sombrero y se lo puso de nuevo.

—Me llamo Laura —le dijo de pronto ella, como si fuese un secreto. Alex sonrió.

—Es un nombre muy bonito. Laura, Vamos a buscar a Romano —le dijo y tiró de su mano para guiarla a través de la oscuridad. Las paredes estaban pintadas de colores chillones en la oscuridad resaltaban con fluorescencia.

Entonces Alex le vio.

Tom.

—¿Qué pasa? —preguntó Laura, apodada Cio.

Alex no contestó. Tom le miraba. Como le miraba cuando quería follárselo sobre su cama y con su madre en el piso de abajo.

—Alex —le saludó el hombre. Alex pensaba que ese era el único hombre capaz de hacer sucia cualquier palabra que dijese, incluso su nombre.

—Adiós —le dijo y siguió caminando y tirando de ella. Que se había quedado mirándolo.

—¿Quién es ese?

—Uno que quiere follarme —le dijo Alex en resumidas cuentas.

Llegaron a la parte donde la gente se concentraba. Había personas realmente raras. Alex vio una pelota volando y un hombre disfrazado de superman. Vio unas mujeres desnudas besándose y a un hombre montado en triciclo entre la gente.

—¡Vaya! —exclamó sorprendido.

Laura abrió mucho la boca y le agarró del brazo.

—¡Mira! —exclamó señalando hacia las esquinas. En cada esquina había una bañera cuadrada y muy grande repleta de chocolate líquido, el dulce aroma lo llenaba todo.

Alex pensó que eso era el paraíso. Tenía que empujar a Nick a esa bañera y comerse ese chocolate en su piel. Pensar en el moreno le hizo volver al mundo real, debía darse prisa.

Laura estaba a punto de llorar mirando el chocolate.

—Es tan bonito...

—No estas gorda, y ni aunque te comas todo eso lo estarás. Y aunque lo estubieras eso no sería malo, Laura—le animó él. Se notaba que quería tirarse de cabeza al líquido. Pero negó—Vamos a por Romano.

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Por fin.

Lo había conseguido.

Y había comprado lo que necesitaba. Le regaló un tubo a Laura porque ella no tenía dinero para comprar.

Ella le enseñó dos pastillas.

Ella se tomó una. Y la suya se la pasó posándola en su lengua. Alex dejó que le besase con sus suaves labios de mujer y su lengua hábil abrazó a la suya. Alex se tragó la pastilla.

Y cuando cuando aquel delicado beso se rompió la chica se fue detrás de un chico manchado de chocolate.

Alex se empezó a sentir un poco mal. Confuso, aturdido y algo desorientado se fue hasta uno de esos pasillos donde antes, buscando a Romano, había visto que guardaban las cosas para el mantenimiento de todo eso, bafles de repuestos, tubos de hierro, y cosas para decorar.

No debería haber ido, no debería estar haciendo aquello.

Empezó a vomitar en una esquina. Mezclar sustancias le estaba sentando horriblemente.
Se limpió y se dio cuenta de que no estaba solo.

—¿Qué haces aquí? —le dijo a Tom. El hombre rió. Estaba borracho. Pero no lo suficiente como para ser fácil de manejar.

—Mirarte —dijo su estúpida sonrisa cruel —me gusta mirarte.

—Déjame en paz... —suspiró Alex apoyándose en la pared. Todo daba vueltas— Por tu culpa estoy solo, despidieron a Ana, ella nunca se acostaría contigo. Mentiste.

Tom se acercó.

—Era tan tozuda como tú —le dijo. Alex comprendió. Le hacía lo mismo que a él, le acosaba... y su madre paranoica lo había tergiversado todo. Pobre Ana. Se puso muy triste. Y luego se enfadó.

—¡Eres un bastardo de mierda! —le gritó— ¿Por qué? ¿Qué quieres hacer?

—Quiero follarte.

—No —dijo intentando marcharse. Estaba mareado.

Él le cortó el paso. Alex notó sus manos en su cuerpo.

—¡NO! —gritó e intentó apartarle.

Tom le empujó y le hizo chocar contra la pared. Se hizo daño en la base de la cabeza. Se mareó todavía más.

—Déjame en paz... —rogó casi llorando por culpa de lo mal que se encontraba. Todo daba muchas vueltas. Sintió unas manos intentando quitarle la camisa— ¡NO!

No fue buena idea gritar. A Alex solo le habían pegado una vez. El primer marido de su madre y cuando ella se enteró se divorció. Esta vez nadie se enteraría.

Le dio tal bofetada que el mundo desapareció. Y por lo visto a Tom le gustó la sensación de sentirse más fuerte que él porque le agarró del cuello ahogándole contra la pared.

Alex le dio una patada y intentó marcharse. Tom le agarró de nuevo y le hizo caer.

Recibió más golpes, uno detrás de otro.

Y por más que pedía ayuda nadie llegaba a salvarle.

Se sentía tan mal...

Sentía el sabor a sangre en su boca.

Y las manos de Tom en su piel. Por su pecho. No se había dado cuenta de que ya no llevaba camisa. ¿Cuándo se la había quitado? ¿Había estado inconsciente?

Intentó escapar nuevamente y el hombre le golpeó en la cabeza con tanta fuerza que cayó de boca contra el suelo.

—Por favor —dijo entre lágrimas— No...

Le daba asco sentir sus labios en su cuello. Su cuerpo sobre él.

Se revolvió cuando él se desabrochó el cinturón e intentó bajarle los pantalones.

Y eso fue la gota que colmó el vaso de  locura. Se enfadó. Como Nunca antes.

—¡PARA! —gritó. Pero no hizo caso. Buscó a tientas a su alrededor desesperadamente y encontró lo que quería. Una de las barras de hierro.

La agarró con fuerza cerrando su puño entorno a ella y se revolvió para apartarle de una patada. Y le atizó a Tom en la cabeza.

Y se sintió mejor. Infinitamente mejor.

No pudo parar, estaba demasiado furioso, no controlaba lo que hacía, ni siquiera era consciente de lo que pasaba.

Golpeó.

Y golpeó.

Y golpeó.

Alex ya no era Alex, solo era ese monstruo violento que tenía guardado a cal y canto en su interior.

Y siguió golpeando aunque notase como bajo la barra de hierro los huesos crujían al quebrarse.

Se le fue la mente como en sus tiempos malos.

Siguió asestando golpes aunque la sangre saliese a borbotones manchándole la cara.

Y cuando se vino a dar cuenta estaba de pie con la barra en la mano llena de sangre y Tom estaba en el suelo, sin moverse, ensangrentado e Irreconocible.

Se miró las manos.

Llenas de sangres.

No sabía si de Tom o de él mismo.

Y Gritó.

Gritó de miedo y el más puro horror.

¿Qué había hecho?

Tiró la barra al suelo y se encogió cuanto pudo en un rincón.

Le dolía tanto la cabeza. Le dolía todo el cuerpo.

Se tapó la cara con las manos mientras lloraba amargamente.

Oyó pasos, pero no se movió para ver quien era.

Oyó un grito agudo.

—¡Dios mío! —era Laura, o Cio.

—¡Alex! —oyó que gritaba la ronca voz joven de Romano- llama a una ambulancia, Cio.

Alex temblaba.

—Le he matado —susurró Alex en estado de shock, mirando sin ver. Con sus manos temblorosas tapando sus ojos. Meciéndose incoscientemente. No quería quitarse las manos de la cara porque no quería enfrentar aquella sangrienta escena.

—No —le dijo Romano muy serio— He sido yo —Alex entonces sí le miró desconcertado— Te quería violar y yo le he pegado una paliza. Por mis muertos, Alex, que eso es lo que ha pasado. Y tú te callas.

—Pero...

—No hables —le dijo tapándole con su chaqueta—. Hazme caso.

Alex lloró más. No quería que Romano tuviese problemas y se echase la culpa de algo que había hecho él. Pero cerró la boca y no la abrió más.

 

Notas finales:

Bueno, espero que os haya gustado y que dejéis opinión.

El siguiente cap----> Ryan/Dante


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