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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo: Hola, volvimos, esperamos que no se les haga muy largo y ojala lo dsifruten. Gracias por leerlo y estar ahi.
Estaba oscuro y silencioso, los túneles de la prisión, por suerte para mí, no eran nada concurridos.
Revolví en la bolsa papel madera que había robado del sector de archivos, de donde había sacado el grabadorcito y agarré el saco negro que llevaba puesto el día del juicio y que más tarde me habían confiscado.
Llegué hasta una enorme cañería y gateé por ella hasta su desembocadura.
Arranque un botón del saco y lo tiré al vacío. El sonido que produjo chocar me indicó que el piso no estaba lejos.

Me dejé caer por ahí y aterricé hecho un bollito. No tenía mucho tiempo, así que no podía perderlo. Rompí el forro del saco y tomé la cuerda que había preparado semanas antes, así como también una bolsa de consorcio.
Dejé los materiales a un costado y recorrí el lugar. Era un desagüe utilizado por si llegaba a inundarse la cañería, por lo que estaba totalmente seco. A un costado sobresalía de la pared la boca de un caño.

Metí la mano y solo obtuve unas gotas de agua oxidada. Sonreí. Sabia donde estaba la canilla liberadora de presión que haría que ese pequeño pero alto lugar se inundara en cuestión de minutos.

* * *

Mi hermano me miraba con sus ojos verdes brillantes. Conocía esa mirada, estaba esperando que nos quedáramos tranquilos para poder decirme algo.
Miré alrededor, los demás trabajaban en el hoyo que estaba a menos de 2 cm de abrirse paso a la tubería mayor por la que escaparíamos.
Nadie nos prestaba mucha atención, salvo Mu que mantenía sus extraños ojos sin cejas clavados en la boca de mi hermano.
No sabía si era por que la deseaba, (reí internamente) ante este pensamiento y casi sin mover los labios le pregunte a Aioria que demonios le pasaba.

-Necesito ausentarme. -Contestó de igual manera que yo.

Recordé fugazmente épocas en las que nos pasábamos horas hablando de susurros, intentando descubrir que había querido decir el otro sin emitir sonidos.
Por un instante recordé que habíamos sido muy felices juntos.
Pero ahora estábamos en una situación espeluznante y no podía ponerme a divagar.

-No es una clase. -le contesté, aún alegre.

Frunció el ceño, ¡Qué susceptible!

-Tengo que llegar a la cañería que conecta el sector de los guardias. -explicó, moviéndose un poco intentando correrse disimuladamente del rango de visión penetrante y acusador de Mu.

-Así podré entrar y salir sin pasar por la puerta.

La verdad es que no entendí nada, ni que puerta, ni que tubería, ni nada. Pero bueno, si había que ayudarlo, lo haría, obviamente.
Asentí.
Sonrió iluminando su joven pero consternada cara. Un pensamiento pesimista me asaltó y no pude mantenerme callado.

-Dohko será un problema, es viejo y no creo que pueda moverse tan libremente como nosotros.

Vi en sus ojos el asomo de la rabia, a su parecer era como traicionar al pobre hombre.
Yo también lo sentía así, pero ya estaba un poco curado con esto de ayudar y siempre salir perjudicado.
Aioria negó con la cabeza y sus rulos se movieron, dándole más énfasis a la negativa.

-Esta bien, esta bien, tampoco es necesario que te pongas como una fiera.

Su expresión se relajó aunque pareció un poco molesto con la comparación.

-Bueno, pero uno tiene que irse. Vos lo dijiste, somos demasiados.

Esta vez asintió, lentamente.

-Tengo que irme ahora. -dijo de pronto.

Cuando salió por la puerta me quedé mirando el vacío, aun sintiendo los ojos de Mu fijos en mí.

* * *

El tibetano nos habló de pronto con su voz entre aguda y suave.

-Dicen que se están acabando las entradas para el gran show "Escape".

Aioros rellenaba con cemento los huecos entre la pared donde habíamos depositado gran parte de los escombros, se quedó estático y se dió vuelta para mirarlo. Aioria había desaparecido nuevamente.
Yo también le presté atención aunque estaba un poco hastiado de estos chusmerios de viejas de barrio.
Así no se arreglaban las cosas entre hombres como nosotros.
Nadie dijo nada por unos momentos, hasta que Milo, que era el que estaba cavando en ese momento dejó de hacerlo y la pala sonó contra el ruido metálico del caño que seria nuestra salida de escape.

-Si no salgo, no voy a cavar.

Bueh, así que tenía aguijón en escorpioncito.
Asentí, con admiración.
Antes me había parecido un simple peón de Aioria, el gran estratega griego.

Aioros no sabía que decir, tenía los ojos clavados en el rubio.
Era claro que no tenía idea que hacer a continuación. Supuse que al no estar el gato yo tendría que tomar la posta. Además era el mas inteligente de los que estábamos en el cuartucho.

-Tranquilos chicos. -dije con voz calmada, la que mas me gustaba usar cuando estaba en reuniones y cuando todos me escuchaban. Era tonto, pero me hacia sentir importante, grandes familias de la mafia se quedaban heladas al escuchar esta voz.

-Todos estamos de acuerdo a quien debemos sacar...

En ese mismo momento entro el dueño de mi comentario. Afrodita Piscis, por supuesto.
Sus ojos celeste agua y su delicadamente exquisita boca se pusieron oscuros al entrar.
No era idiota y, avergonzado y rabioso, no pude evitar darme cuenta que me leía como nadie lo había hecho nunca y eso me fastidiaba de sobremanera.

-Mmm...-movió su naricilla perfecta de forma graciosa mientras se acercaba al centro de la habitación. -No sé ustedes, pero para mí huele a una conspiración.

Esta vez nadie dijo nada. Milo incluso volvió a agarrar su pala. Mu ni se inmutó.

-Tengo un contacto afuera, y le conté todo del plan. Incluyendo la noche en que nos escapamos y el horario aproximado.

Sabía a donde estaba queriendo llegar y me puse tenso.

-Si no llego a hablar con el, 20 minutos después de la hora señalada. -hizo un gesto elocuente que resalto aun mas su belleza y lo peligroso que era. -...va a llamar al Director y le va a contar todo. Piensen cuanto tiempo van a poder correr antes que tengan a toda la policía de Sunion detrás suyo.
Sonrío nuevamente.
Aioros levantó los ojos como pidiendo ayuda pero volvió a su tarea sin decir nada.
Yo me quedé en silencio, si Aioria no estaba, yo debía hacerme cargo. Y lo haría.

* * *

-¡Me dijiste que me ibas a ayudar a entrar! -lo increpé.

El estúpido gato negó con la cabeza. El sol brillaba en sus cabellos y parecía realmente un león. Sonreí ante la imagen visual. La verdad que era muy lindo, pero ni de lejos era mi tipo.

-Perdón, pero eso no va a pasar. -repitió.

Me enfurecí, y le di una patada al suelo.

-Calmate, -me aconsejo. -No quiero que llames la atención si estas cerca mío.

Mas rabia me dió. Pero a él poco le importo. Se quedó mirando en otra dirección.
De puro metido seguí el punto de su mirada y solo vi una especie de canilla gigante pero que en vez de tener un "pico" se metía dentro de la tierra.

-¿Qué? -pregunté, con poca esperanza de que me dijera algo. Era un tipo muy cerrado.

-¿Que de que? -repitió como un tonto, aun mirando la canillota.

El metal de la misma también brillaba bajo los rayos de sol como el pelo de Aioria.

-¿Qué es esa canillota? -señalé.

Me corrió la mano rápidamente. Esta vez sí me miro a los ojos.

-Solo una manera de cerrar y abrir el paso del agua.

Bostecé, de puro aburrido. La verdad no me interesaba la tal canillota, y el agua tampoco.

* * *

Esa tarde después de comer aproveché mientras Shiva -Shaka no había vuelto a atenderme- se iba a buscar el tensiómetro para seguir con mi trabajo. Me acerqué al desagüe junto a la piletita que daba a la ventana y tomando una escoba que maravillosamente se encontraba ahí le di unos golpes al caño que se abría debajo de la enorme rejila.
Por ahí apareceríamos la noche del escape. O sea esta noche. Les había dicho a los chicos que faltaban dos días para que nadie se pusiera ansioso e hiciera alguna tontería.
Pero lo cierto es que estábamos a horas de salir.

El tubo estaba todo corroído gracias a las veces que había estado echándole acido en mis visitas a la enfermería. Miré a la puerta, Shiva aun no volvía.
Me saqué una de las flechas de papel del bolsillo y la arrojé por la rejilla. No me fijé donde terminaba. No era necesario, todo funcionaba correctamente.
De repente, un ruido en la puerta. Como siempre, me hice el que miraba a través de la ventana, soñando con la libertad. Bueno, no estaba tan lejos de la realidad...
Pero no era Shiva, ni Shaka.
Era Radamanthys.
El estúpido inglés me miraba sobradoramente con su horrible uniceja alzada en señal de victoria. No suelo ser tan visceral con las cosas, pero lo cierto es que este tipo me sacaba de quicio.

-Así que un prostituto, Leo...-comenzó. -No creí que pudieras caer tan bajo.

Suspiré profundamente. Me estaba provocando y lo sabía, pero no iba a caer en su juego. Lo miré sin contestarle.

-Encima uno tan feo...-siguió. -Aunque supongo que extranjeros y matones son mas baratos.

Me mordí la lengua pero no dije nada.

Antes que pudiera seguir increpándome, por la puerta, milagrosamente, apareció Shaka. Deslumbrante como siempre.

-Sr. Wyvern, si me da paso... -dijo con voz falta de expresión. Me dolió que no fuera capaz de mirarme a los ojos.

El guardia lo miró de arriba abajo, de forma descarada y claramente insinuante.
Ahí si que mi hirvió la sangre en las venas.

-Lo lamento, Dr. D'Virgo, pero estaba acusando a Leo por su actitud tan poco apegada a las normas--

Shaka recién ahí pareció darse cuenta que yo estaba.
Una punzada de dolor me volvió a recorrer.
Miró a Radamanthys con los mismos ojos vacíos que yo encontraba tan especiales.

-Realmente no me in--

-No, pero escuche. -insistió el inglés.

Ahí fue cuando me di cuenta que lo que estaba a punto de hacer solo traería como consecuencia mi beneficio. Me tuve que morder nuevamente la lengua, pero esta vez para no sonreír.

-El Sr. Leo, acá presente. -me señaló con la cabeza. -se casó con un japonesito de mala muerte, solo para que le ayudara a ingresar algo a prisión. Resulta que el chico es un bailantero en un bolichón de la zona.

Shaka intentó ocultar su expresión, pero no era tan bueno como yo. Sus rubias cejas se ocultaron bajo su flequillo ante la sorpresa. Sin embargo, le dijo a Radamanthys.

-Como le dije, Wyvern, no me interesa, eso es cosa suya. Estoy acá para otras cosas y creo que mi trabajo es un poco más importante que el suyo.

El rubor de la vergüenza y el enojo en las mejillas del oficial basto para alegrarme el día.

* * *

Nota 1: Seiya maneja pésimo. En el futuro, si sobrevivimos, no puedo volver a prestarle el auto.

Nota 2: Kanon se esta desangrando a mi lado y aun así parece mas atractivo que yo. El pelo transpirado se le pega a la frente dándole un aspecto de concursante de camisetas mojadas.

Corolario a la nota 2: Cuando estoy nervioso y aterrado mi mente divaga intentando obtener un poco de respiro de la situación real.

Nota 3: La sangre del hombro de Kanon ya cubre la mayor parte de su ropa y del asiento trasero en el que estamos viajando.

Nota 4: La próxima vez que Seiya baje la velocidad tan bruscamente voy a vomitar.

-Ya llegamos, bajalo, bajalo. -gritó el chico desde adelante y yo volví a la realidad.

El hospital se alzaba ante mi imponente, como un faro en medio de un día de niebla. Mi corazón latió verdaderamente desde que había empezado toda esta pesadilla. Me alegré de estar cerca de llegar a un final, sea cual fuera.
Pero antes que pudiera abrir la puerta, el brazo de mi gemelo me detuvo.

-Sacame la bala primero. -dijo de pronto.

-¿Qué?

¿Qué? No podía creer lo que escuchaba.

-¿Estás loco? ¿Acaso me viste cara de enfermero? Temblé ante la sola idea de tocar sus tendones y arrancarle el trozo de plomo.

-No podemos ir a una guardia con una herida de bala. -anunció, como si fuera el hombre mas sabio e inteligente del mundo.

-No puedo arrancarte algo así del cuerpo. -le contesté, a la defensiva.

Mire a Seiya, buscando apoyo, pero al parecer el pendejo estaba en onda heroica.

-Saga, tenés que hacerlo, sino vamos a tener problemas, y papá también, y...

Maldito, había jugado la carta de Aioros, era increíble y malvado. Suspiré. Tendría que hacerlo.

Kanon sonrío en su cara pálida producto de la hemorragia, sabia que había ganado.

Nota 5: Infundirle dolor a tu hermano no es ni de lejos tan divertido como te parece cuando tenés ocho años.

* * *

No quería sentirme alegre. No quería sentirme feliz, pero no podía evitarlo.
A fin de cuentas, el chico que había visto saliendo de los conyugales con mi leoncito, era solo alguien contratado, no lo amaba, no le había dicho: "Si, quiero" sintiéndolo.
Era estúpido, me estaba comportando una vez mas como un adolescente enamorado. Odiaba eso que me provocaba Leo, y lo peor era que él lo sabía.
Cuando Radamanthys se fué, por fin pude entrar al consultorio.
No quería mirarlo, pero sentía sus ojos verdes clavados en mi nuca. Se fué a sentar a la camilla esperando a mi compañero, sonriendo y con sus mejillas suavemente ruborizadas. Maldito controlador.
Busqué los papeles que necesitaba dándole la espalda.

-El enfermero Shiva no volvió mas...-comentó, en su voz se sentía la alegría que tenía.

No quise darle ilusiones tan rápidamente, ¿Quién se creía que era yo? ¿Su muñequito?

-Debe estar ocupado con alguna otra cosa. -le contesté, aun sin mirarlo.

-Dijo que me haría el hemoglucotest, para ver como estaba de insulina hoy...

-Sé para lo que se hace el hemoglucotest. -dije cortante.

-Era solo por negocios. -habló de pronto, después de unos segundos de silencio en que seguramente estaba pensando si me lo contaba o no.

Suspiré. Me dí vuelta finalmente, para enfrentarme con él.
Estaba adorable como siempre.
Eso no me servia. Debía odiarlo. Bueno, tampoco era para tanto. ¿Dónde habían quedado mis enseñanzas budistas? ¿Donde había quedado mi iluminación?
Me acerqué hasta él y tome el aparatito para realizarle el estudio.
No se porque se arremangó si solo necesitaba pincharle el dedo.
Lo hizo apropósito, el muy dañino.

-Le saqué la visa para quedarse acá solo si me podía hacer unos favores. -dijo esquivo.

Mientras le pinchaba su dedo moreno le dejé en claro las cosas, aunque yo poco me lo creía:

-No tenés porqué darme explicaciones...

Antes que pudiera sacar la mano para tomarle la muestra de sangre me la agarró con la suya que tenia libre.

-Pero quiero hacerlo.

Me quede sin respiración unos segundos. Me miraba de una manera tan profunda que creo que me estaba bajando la insulina a mí también.
Me derretí una vez más bajo esas esmeraldas. Me lo negué a mi mismo pero ya era tarde.

-Lo siento Leo. -dijo Shiva de pronto, entrando a la habitación y nuevamente cortando el ambiente denso y agobiante que se había creado entre nosotros, que aun manteníamos las manos agarradas.

-Ah...-dijo después el enfermero. -Dr. D'Virgo.

Seguí con el procedimiento como si nada nos hubiera interrumpido, pero la verdad que no me acuerdo el numero que marcó el aparato.

* * *

Sabía que me seguía, lo había estado haciendo desde que la chicharra había indicado el fin del tiempo en el patio. Además, no se preocupaba en ocultarse.
De todos los futuros fugitivos, él era el que peor me caía. Y por lo visto no era el único.
Me detuve frente a mi celda en la planta baja y el paró también, a pesar de que la suya era mas arriba.
Me di la vuelta y lo enfrenté. Ya estaba demasiado grande para este tipo de jueguitos.

-¿Qué querés de mi Afrodita?- le dije intimidante. -¿Por qué me seguís?

El sueco sonrió por mi tono. No le daba miedo. Lo sabia, pero el tampoco a mi.
Se movió rápidamente y pronto su delgado cuerpo estuvo a palmos de distancia del mío. Era bastante mas alto que yo, y la gorra que llevaba le oscurecía levemente la cara.

-Retirate "Tigre"-me espetó en voz baja.

Apreté los dientes con odio. Muy poca gente me había llamado con ese apodo, y eran un importante recuerdo para mi. Jamás lo había vuelto a usar, en honor a ellos.
Aunque seguramente Piscis lo había dicho por mi tatuaje, eso me había hervido la sangre.

-No me molestes Afrodita, no tengo que justificarme ante nadie, y menos ante vos-

Intenté mantenerme calmado, armar un desastre solo nos perjudicaría.

-Como bien sabes- me dijo en susurros- somos demasiados, y tus huesos viejos van a retrasarnos a todos-

Apreté mis puños y conté hasta diez mentalmente. El continuó, quería provocarme.

-Y si no te haces a un lado...voy a rompértelos.-

Quería partirle esa cara perfecta que tenia, pero solo le dí un empujón.

-Dame tu mejor tiro- lo reté fulminándolo con la mirada.

* * *

Aioros se veía tenso. Me había sorprendido cuando había venido a mi lado antes de entrar al trabajo. Por lo general evitaba hablar conmigo, a decir verdad, solo lo hacia con su hermano y alguna que otra vez con Milo.
Estaba preocupado por Afrodita y sus contactos afuera. Había dicho que me encargaría, pero el aun revoloteaba a mi lado, como para que no lo olvidara. Era bastante molesto, pero después de todo, el era el principal interesado en que la fuga saliera bien.

-Te dije que no te preocuparas, yo también tengo contactos afuera.-le dije despreocupadamente.

Noté por su expresión que quería mas detalles.

-Lo vamos a meter en una camioneta un par de días, hasta que estemos lejos de acá.-expliqué.

Puso cara de horror y yo solté una carcajada.

-Puede respirar-le aclaré y suspiró aliviado -Lo hacemos todo el tiempo- añadí después, solo para ver su reacción.

No comentó nada, pero su expresión era transparente, a pesar de que su vida dependía de ello, se sentía avergonzado y culpable.
Realmente, Aioros Sagitario había fastidiado a alguien de muy arriba que solo quería verlo muerto, porque ese hombre no podía matar ni a una mosca.

Palmeé su hombro amistosamente.

-No te preocupes por Afrodita y su gente-le dije serenamente- ya no son una amenaza.

* * *

-Familiares del Sr. Gemi-- antes que pudiera terminar de hablar, el Dr. Deuteros, que atendía a Kanon, vió a Saga y se dió cuenta que efectivamente era “familiares del Sr. Geminis”.

Quise sonreír, pero sentía una angustia tan grande dentro mío que no pude.

Saga estaba pálido y cansado. La adrenalina provocada por el escape y la extirpación de la bala se había ido y solo quedaba la desazón y la incertidumbre.
El color de su cara se asemejaba al de las paredes en la que nos apoyábamos esperando la evolución del otro gemelo.

-Si, Dr. Es mi hermano, ¿que paso?

El medico era bastante joven, pero tenía un aspecto amenazador. Cuando habló lo hizo con voz grave y profunda. El tipo de voz que me habría gustado tener.

-Bueno, por ahora esta fuera de peligro.

Por Dios, sentí la alegría fluir por cada uno de mis poros, quise gritar y abrazar a Saga, pero el doctor seguía ahí, aun mirándonos seriamente.

-Pero perdió mucha sangre. Necesita oxígeno y reconstrucción de los tejidos. Tenemos que ingresarlo a cirugía.

Saga se quedó en silencio, mirando fijamente a aquel extraño ser que se alzaba ante nosotros con la salud de Kanon en su puño. Temblé, involuntariamente.

-Si, por supuesto. -dijo finalmente, mirándome de soslayo, creo que intentando buscar algún tipo de consentimiento.- ¿Tengo que firmar en algún lado? -preguntó después.

El medico se lo llevó asintiendo.

Otra vez me derrumbé, triste. El momento de tranquilidad se había ido tan rápido como había llegado y otra vez estaban los nervios y la tristeza aplastante.
Me senté en una de las sillas de espera mientras Saga se iba.
Sin embargo, antes de desaparecer completamente de mi vista me miró y me dijo sin emitir sonido:

-Quedate ahí.

Sentí un calorcito suave en el pecho, pensando que después de todo se seguía preocupando por mi. Debía amar muchísimo a papá.
Pero no podía pensar en eso ahora, no tenía las fuerzas para enfrentarlo.
En un intento de despejar mi mente agarré un diario que estaba unos asientos mas al costado. Miré la última hoja, buscando chistes, pero eran los obituarios.
Furioso quise cambiar de página pero el nombre de mi madre y el de mi padrastro me impidió hacerlo.
Hoy sería su funeral.
Creo que mi subconsciente había intentado cerrarse a ello hasta que fuera el momento, pero el momento había llegado ahora, dándome un golpe en el estómago e impidiéndome respirar. Mis ojos se llenaron de lágrimas que dejé resbalar por las mejillas sin importarme nada. Solo quería salir de ahí y gritar y esperar que todo se solucionara por arte de magia.

Pero no podría, eso no pasaría.
Tendría que ir a verla, debía cerrar eso de alguna manera, sino siempre me quedaría inconcluso.
Sin importarme Saga, Kanon o la policía, me paré y me alejé, medio cegado por una tristeza arrolladora.


* * *

Habíamos fallado. Y de qué manera. El Jefe se iba a enojar y mucho.
Tendríamos que enfrentar las consecuencias.
Mis compañeros de equipo me miraron, no supe que decirles. Todos levantaron las manos en señal que no se harían cargo.
En menuda familia se habían transformado. Traidores.
Esta bien, yo lo haría. Al ser el más cercano al Jefe también era el que tenía que cargar con estas cosas.
Salí hasta la calle y marqué el número de la prisión que me sabía de memoria.
Pedí hablar con Cáncer y a los pocos segundos se puso al tubo, seguro que estaba cerca, esperando nuestra llamada.

-Hola Jefe, -saludé.

-Hola Manigoldo, -contestó. -¿Cómo fue todo?

Esto último lo preguntó en voz muy baja pero tan autoritaria que se me erizaron los pelos, aun estando a tantos kilómetros de distancia.

-Las cosas se complicaron, Gino. -comencé, ablandándolo.

-¿Cómo que se complicaron Manigoldo? ¿Qué querés decir? -había perdido un poco el susurro.

-Había un nenito...

-¿Un nenito?

¿Acaso no escuchaba lo que decía o se había vuelto retardado con el correr de los días? ¿Por qué repetía todo?

-Si, el hijo del tipo que teníamos que atrapar.

-¿Y qué paso? -preguntó al fin, serio y cortante.

-El hombre salió con un arma, antes que pudiéramos acércanos lo suficiente y--

-¿Qué paso? -inquirió nuevamente, tan frío que se me cortó la respiración.

No le contesté, me quedé helado. Pero el se dió cuenta.

-Murió, ¿no? -dijo al cabo de un minuto, o mas, o menos.

-Si, lo lamento, no quisimos hacerlo.

-¿Y el padre?

-También, en la misma balacera.

Sabía que no le iba a gustar, pero no pensé que se iba a poner así.
No era un santo tampoco. Sabía que tenía hijos, y de esa misma edad, pero tampoco era para tanto.

Me cortó, directamente sin volver a hablar.

Temblé y volviendo adentro esperé que no mandara a matarnos a nosotros también.

* * *

Mi hermano me había mandado a seguir al chico. Sabía que era una especie de castigo por mi comportamiento. Me estaba cansando de tantas muertes inocentes, de respaldar a esa joven egocéntrica.
Pero no podía salirme, ¿no?

Sonó mi teléfono. Era Thanatos. Intercambié unas cuantas frases con el y me dio las fatídicas indicaciones.

-Esperá a Seiya, va a aparecer, el te va a llevar hasta los abogados.

Desde mi auto podía ver a los familiares junto al cajón. Algunos incluso iban de negro. Al parecer Marin Águila era una persona muy querida, porque había bastantes personas en su velorio.
Recordé cuando le había volado la cabeza mientras ella intentaba proteger a su hijo.
Me dió piel de gallina.

Llevaba cerca de veinte minutos, cuando el chico apareció. Thanatos tenía razón. Tenía puesta la misma ropa que días atrás, cuando le habíamos perdido el rastro. Se veía desamparado, como un niño perdido.

No se acercó a la multitud, y lloró a su madre desde lejos. Se quedó hasta que descendieron el ataúd y la gente se empezó a dispersar.

Cuando emprendió la mancha yo también lo hice. No me di cuenta que estaba llorando hasta que una lágrima rebelde llegó hasta mi boca.

'No estas hecho para esto' Solía decirme mi hermano.

* * *

Mi Milo se veía hermoso como siempre, pero también bastante cansado y desarreglado. ¿En que andaría? Igualmente, la sonrisa que me propino al verme me siguió calentando el corazón como lo hacía cada vez que lo veía.
Tenía una colita atando su rebelde cabello -que estaba larguísimo- y una de sus muchas musculosas ajustadas.

-¡Copito! -exclamo, radiante. -¡Volviste!

Lo quise hacer callar, no me gustaba que me llamara así delante de todos. Yo era muy reservado, y el era demasiado extrovertido.

-Milo, tengo algo que decirte. -comencé. No quería perder mucho tiempo y estar en ese sector de visitas me ponía los nervios de punta. Era oscuro y deprimente.

-¿Que pasa cielo? -el seguía igual, sonriendo e intentando acariciarme la cara, los brazos, lo que tuviera a mano.

Respiré hondo.

-Salieron los papeles de la adopción.

Esperé el efecto que hacían esas palabras en él. Fue tal cual lo esperado.
Gritó, levantó los brazos con júbilo, feliz y sonriente.

-¡Si, si! -decía. -¡Voy a ser papá!

Miró hacia los costados, un par de reclusos lo miraban también debido al escándalo que estaba haciendo. -¡Vamos a adoptar! -les contaba mientras seguía festejando.

-Milo, ¡basta! -intenté calmarlo, tomándolo de la pera para que me mirara.

-¿Qué pasa bebe? -dijo, sin dejar de sonreír.

-Hay algunos problemas respecto a esto...-le dije. Ahora llegaba la peor parte.

-¿Problemas, cielo? ¿Qué problemas? -esta vez sí se puso serio. Pude ver como su entrecejo se arrugaba suavemente.

-El bebito nació en Finlandia. Fue extremadamente difícil para mi familia dejar que lo trajeran hasta Grecia. Incluso con todos nuestros contactos en Francia…

Esperé por alguna reacción. Milo siempre había odiado las conexiones políticas de los Acuario. Pero esta vez nada pasó, estaba demasiado compenetrado en el relato. Agradecí mentalmente por eso y continué:

-Lo que sí, no me lo van a dejar si vos estás en prisión. Se necesitan dos personas para criarlo, y dos personas para firmar los papeles y--

-¡Pero yo estoy muy cerca de salir! -me interrumpió. Hablando en susurros tan elevados que pudiera haberlo escuchado cualquiera.

-¿Cerca de salir, Milo? Te faltan como cinco meses todavía...

…l sonrío, no dijo nada pero sus ojos brillaron de manera pícara.

-¿Ese es todo el problema? -preguntó.

Negué con la cabeza.

-Si no lo adoptamos pronto, puede que otra familia se lo lleve. Es un bebé tan chiquito que necesita cuidados urgentes, no puede seguir a cargo del juzgado.

Al parecer no entendía lo que le quería decir, porque otra vez sus ojos estaban soñadores y alegres como hace un rato.

-Crystal se ofreció para firmar él. -le anuncié.

Se puso pálido, luego rojo de ira.

-¡Ese maldito! -gritó. Pero un guardia le hizo un gesto para que se calme.
Me sentí invadido por la tristeza, ¿Acaso todas nuestras visitas tenían que terminar igual?

-No se que hacer, cielo. -le contesté, sincero. -Sabes cuanto deseo poder tener ese bebé...

Negaba con la cabeza mientras se mordía los labios para no largarse a gritar de nuevo. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantenerse calmo.

-Mi amor, tenés que esperarme, ¡Por favor!

Su súplica fué como una daga, pero no estaba seguro si podía hacerlo. Era una oportunidad única y no podía desaprovecharla así, por mucho que amara a Milo.

-No, no, no lo hagas, por favor. -insistía.

-Perdón Milo, no sé que voy a hacer. -repetí.

Se levantó y se fué solo, sin necesidad que el guardia se lo llevara. Sabía que lo había lastimado, pero el también lo había hecho cuando había robado esa estación de servicio.

* * *

Kanon dormía profundamente. Habían pasado un par de horas desde la operación, todo había salido bien y la anestesia y el cansancio al fin habían hecho mella en mi rebelde gemelo.
Lo contemplé mientras su pecho ascendía y descendía tranquilo bajo las mantas.
Seiya seguía sin aparecer, pero no estaba preocupado, no esta vez.
Sabía que estaba cerca, y que volvería. Había sido demasiado para el pobre chico, tenía todo su mundo dado vueltas y nosotros no habíamos sido grandes compañías.

Pensé en Aioros, en como estaría, en si seriamos capaces de salvarlo en los pocos días que quedaban o todo era parte de una fantasía de la que íbamos a despertar el día que lo ataran a la silla.
Temblé involuntariamente, no quería -ni podía- imaginarme un mundo sin Aioros.
No estaba en mis planes. Jamás lo había estado.
Pensé en las veces que habíamos peleado y que nos habíamos separado.
Habíamos tenido muchísimas idas y vueltas y yo sabía que mas allá de la hermana de la vicepresidente y de Athena y de todo el poder que estaba moviendo los hilos, yo tenía parte de la culpa en lo que había pasado.
Parte de la culpa en como se había comportado Aioros esa noche, esos días.
Pero no quería pensar en eso ahora, era demasiado doloroso.
Por suerte Seiya interrumpió mis pensamientos entrando a la habitación.
Las lágrimas le seguían resbalando por las mejillas. Imaginé que tendría que ver con su madre, e instintivamente me incorporé de la silla en donde estaba y lo abracé fuerte.
Para mi sorpresa me devolvió el abrazo y no solo eso, me sostuvo un tiempo mas, sin intenciones de zafarse, aun llorando amargamente.
No sabía como calmarlo y tampoco es que quisiera hacerlo, debía llorar y pasar su duelo. Y yo debía estaría ahí para ayudarlo.

-¿Estás bien? -le pregunté al cabo de un rato en que se había empezado a calmar.

Asintió, lentamente.

-Ella no se merecía esto. -dijo con voz dura. A veces parecía un niño, a veces un hombre. La forma en que había hablado me hacia pensar mas en lo segundo.

Respiré profundo, sin saber que decirle.

Y en ese momento fue cuando vi una figura familiar en la puerta. Fugaz, pero claramente reconocible.
Salí corriendo, intentando atraparlo, pero había desaparecido.

Volví hacia la habitación y me senté, con pensar. Debíamos movernos nuevamente, ya nos habían encontrado.

* * *

-Acá están - me dijo Sage tendiéndomelas.- ¿Para qué son? Fue difícil conseguirlas...

-No te importa- le contesté un poco brusco. Después me arrepentí.- Perdón, gracias por conseguirlas.

El gemelo me sonrió. Aunque no volvió a pedir explicaciones.
Revisé las postales que me había entregado. El imponente Himalaya adornaba todas las fotos.
Escribí la dirección de la casa en donde Tokusa y Kiki vivían. Mi protegidito la recibiría con alegría.
Le escribí que la peregrinación estaba a punto de acabar y que pronto podría volver a casa.
Odiaba mentirle de esta manera. Pero era lo mejor para todos. Además, en cuestión de días, cuando realmente volveríamos a estar juntos, nada de eso importaría ya.

* * *

-Lo siento Piscis, pero su hermano y su sobrino han muerto.

Con cara compungida pero que no llegaba siquiera a rozar lo que yo estaba sintiendo, Shion me anunció lo que había pasado.
No podía creerlo.
Esa misma mañana le había dicho que estaríamos juntos pronto, que el chiquito era terrible como la madre, y que lo iba a llevar a jugar a las cartas cuando fuera grande como el tío.

Me sentí desdichado y por primera vez desde que estaba en la cárcel, completamente perdido y desamparado. Como en aquellas épocas, cuando era chico.
Fui hasta la celda y me senté en la cama. Llorando.
Pero la tristeza dio paso rápido a la venganza.
Obviamente el maldito italiano había sido el artífice de semejante atrocidad. No se lo iba a perdonar.
Y si ninguno de los dos podría escaparse mañana, que así fuera.

* * *

Radamanthys y yo vigilábamos el patio, los convictos vivían peleándose y debíamos estar atentos a cualquier roce. Sabíamos por demás que todos los grupos tenían puñales caseros y objetos punzantes que se pasaban entre ellos cuando se desataba el enfrentamiento.
Mi rubio amigo miraba distraídamente el patio. Lo imité.
Los presos estaban tranquilos hoy. Posé mi vista en el chico ruso, que se pavoneaba por todos lados.

-Ese mocoso me robó un reloj de oro puro-le comenté a Radamanthys

-¿Eh? ¿Cisne?-me miró ceñudo, aunque pude ver un atisbo de burla.

-Si, ese mismo. Tuvo que pasar media hora hasta que lo notara. Maldito pendejo.

Radamanthys negó con la cabeza, ahora directamente riendo.

-¿De quién era antes?-me preguntó.

Lo miré fingiendo sentirme ofendido.

-Oh vamos A'cos, no importa si lo robaste. Solo quiero saber de quien era.

Noté que me ruborizaba, pero no le di importancia. Mi amigo hacia de las suyas también.
Traté de recordar de donde había sacado el dichoso reloj.

-Creo que era de Leo.-

Radamanthys achinó los ojos y asintió con la cabeza, como si hubiera descubierto algo muy revelador.

-¿Qué?-pregunté curioso.

-No te preocupes por Hyoga, yo me voy a encargar de el.-me dijo mientras se alejaba.

* * *

Ya estaba haciéndose tarde y no volveríamos a salir hasta mañana, pero yo sí lo haría.
Porque ahora podríamos directamente desde nuestra celda, llegar a la enfermería. Era lo único que faltaba.
Teníamos que terminar de planear los horarios para que todos los reclusos de juntaran en mi celda. De ahí, por las cañerías, llegaríamos hasta donde había estado esa mañana comprobando la distancia con el botón. Ese lugar tendría una cuerda colgando del techo. Subiríamos por ella hasta el subsuelo de la enfermería. De ahí tepraríamos hasta el desagüe de la canilla de la misma enfermería para entrar en ella. Aioros nos estaría esperando ahí, podría también ayudarnos a subir, sobretodo a Dohko.
El viejo era liviano y seguramente ágil. De hecho había sido el Dragón Naciente.
Sonreí para mis adentros. Había decidido que no íbamos a sacar a nadie. Lo haríamos todo de manera más rápida. Cruzaríamos en un minuto y medio en vez de en dos, y eso le daría tiempo a todos de lograrlo. Estaba feliz, faltaba demasiado poco.
Casi sentía el aire de la libertad en mi cara.

Pero primero faltaban arreglar un par de cosas. Miré a Dohko que esta vez sería mi campana.
Se hacía el que trabajaba, tenía mucha mas cancha que yo para mentir. Se movía tan lento como un felino mientras miraba a los guardias de reojo y a la vez me hacia señas a mi para que avanzara sin miedo.

Caminé tranquilo y me agaché a atarme los cordones previamente desatados. Miré nuevamente a Libra, pareció enojarse de que aun dudara de su capacidad y me hizo un gesto con la mano para que abriera el paso del agua tranquilo.
La llave de paso, -la canillota había dicho Hyoga- estaba bastante dura. Me costó un montón girarla y solo logré moverla unos centímetros.

Volví hasta Dohko que abrió sus ojos verdes sorprendido. Me gustaron sus ojos, eran verdes pero oscuros, no como los míos. Eran vivaces y llenos de pintitas amarillas.
No se porque me perdí en los ojos de ese chino si tenía que abrir el paso del agua.

-¿Qué pasa nene? -me gritó, sacándome de mis pensamientos.

-No puedo moverla. -dije, casi con vergüenza.

Miró para todos lados.

-Usa esto. -me tendió una escoba.

Buena idea, haría palanca con el mango.
“Dame un punto de apoyo y moveré el mundo”, había dicho Arquímedes, aproximadamente en el año 400. ¡Qué vigencia!

Casi corrí hasta la canillota. Los guardias caminaban por ahí pero nadie me prestaba atención, muchos otros prisioneros caminaban alrededor, algunos incluso jugaban a la pelota.
Comencé a hacer fuerza y la traba cedió. Mientras seguía girándola escuche como Dohko tosía. Instintivamente miré, a ver si le pasaba algo.
Nada, simplemente un oficial que se acercaba. Me asusté un poco, pero confié en el Dragón Naciente.
Escuché su voz hablar y hablar, hasta que finalmente el policía se alejó.
No pude menos que admirarlo.

* * *

Se me había ocurrido un plan perfecto para desenmascarar por fin a Leo. Descubriría lo que tramaba. O mejor dicho, alguien lo haría por mi.
Hyoga Cisne me miraba asustado. Lo había mandado a llamar el sector de descanso de los guardias.
El chico era muy seguro de la boca para afuera, porque solo frente a mi, juraba que podía oír su desbocado corazoncito.

-¿Sabías que robarle a un guardia es un delito gravísimo?-le increpé tranquilo mientras devoraba un gyros recién comprado para la ocasión.

El chico bajó la vista, buscando excusas.

-El castigo son varias semanas de encierro en solitario.-

Hyoga se puso pálido. Todos en la prisión sabían que el SHU no era el más agradable de los lugares.

Tragué otro bocado y continué:

-Pero eso podría arreglarse.- le dije mirándolo fijamente- ¿Oíste hablar de los soplones?

Analicé hasta que punto se ofendía.

-No voy a ser una rata- me escupió-

Sonreí. Cuantas ratas habían dicho lo mismo. No dije nada y continué comiendo. Terminé mi gyro bajo la cara de deseo del chico. Después de todo, no tendría más de diecinueve años. Sabia que moría por un mordisco.

-Rata es una palabra muy fea.- comenté- Solo tendrías que vigilar a Aioria Leo y luego venir a contármelo. Bastante sencillo.

Tomé la bolsa del fast food y saqué otro, algunas papas fritas se cayeron.

-¿Te gustaría comerlo? Siempre compro dos, pero hoy estoy lleno.

Le brillaron los ojos y pude ver que se le hacia agua la boca.

-No soy una rata-repitió desviando la vista.

No era un hombre de mucha paciencia.

-O espías a Leo o te vas al solitario, vos elegís- lo amenacé.

No respondió nada. Estaba pensando que valía más.

-Voy a tener que tirarlo- dije con fingido disgusto llevando el paquete hacia el tacho.
Antes de que terminara de contar tres el chico me había arrebatado el sándwich y ya estaba llevándoselo a la boca.

-Tra'to hechu, je'fe-

Genial. Sabía que caería. Sobretodo porque conocía la comida que preparaban en la prisión.

* * *

Busqué en el teléfono el número del abogado.
Lo tenia desde la vez que habíamos pinchado el numero de Sagitario junior.
Respiré hondo y no volví a darle vueltas al tema. Ya lo había decidido.
Caminé dentro de mi lujosa casa, mirando las fotos, los cuadros, los muebles.
Me dolía traicionar a Thanatos, pero esto había ido demasiado lejos, ver al chico llorar en el funeral de la madre había sido la gota que rebasaba el vaso.

-Hola. -dijo una voz tranquila y grave que reconocí como la del gemelo mayor. Aun así pregunte:

-¿Saga Geminis?

-Si, soy yo. -contestó en un tono inexpresivo.

-Antes que nada, le aclaro que esto no es una trampa.

Se quedó callado, podía sentir su respiración agitada a través del celular.

-¿Quién sos? -inquirió después.

-No importa, pero te puedo ayudar.

-¿Ayudar?

-En el caso de Sagitario. -Creo que fue la palabra mágica.

-¿Que información tenes? ¿Podemos reunirnos? -su voz ahora sonaba esperanzada.

Sentí que podía verlo moviéndose de un lado a otro, por la ansiedad.
No tenía idea quien era yo y cuanto podía ayudarlo.

-Nos vamos a juntar en la calle que esta detrás del hospital donde se encuentra ahora, Petros Markaris creo que se llama. -le informé.

-Ahí estaré. -contestó enseguida.

-Muchas gracias. -agregó con devoción.

No podía contestarle nada, simplemente corté.

* * *

-Hoy terminamos -dijo Milo cuando entré. Me miró con alegría y no pude menos que sonreír.
Todos estaban felices, Dohko estaba sentado en un rincón, parecía que elongaba.
Ni el italiano ni Afrodita estaban así que nos sentíamos relajados. Por lo menos yo.
No podía creer las consecuencias que habían tenido todos los actos de Aioria para liberarme, pero esta vez se sentían lejanos. Ya estábamos a un paso, o quizás menos que eso.
Milo cavaba como poseído y el ruido metálico mientras rompía la cañería, que en otros momentos me hubiera parecido bastante molesto, hoy parecía el canto de ángeles.
En unos minutos, según lo que había dicho- Aioria aparecería por ahí y ya estaría el camino totalmente despejado. No quedaban más que unos martillazos.
Dohko le comentó algo a Milo pero yo había dejado de prestar atención.
Me había puesto a pensar en Saga, en Seiya. Estaba tan cerca de verlos. La emoción que eso me producía me dejaba sin aire.
Les dije a los chicos que saldría a vigilar y cerré la puerta detrás mío.
Grande y terrible fue mi sorpresa cuando vi al guardia Garuda caminar hacia nosotros.
¡Justo ahora! ¿Que demonios querría?
Respire profundamente, intentando relajarme y cerré los manos en puños.

-¡Sagitario!, ¿Que hace acá afuera? -pregunto relativamente tranquilo.

-Salí a tomar un poco de aire, jefe. -contesté, intentando yo también parecer tranquilo.

-Bueno, adentro. -ordeno, ya serio.

No podíamos entrar. No había tenido tiempo de avisarles que el guardia venia y además Aioria estaría asomando su cabecita con rulos en estos mismos instantes.

-Espere un poco. -intente detenerlo.

-¿Pero que pasa, convicto?

Quiso pasar para la puerta pero se lo impedí, interponiéndome en su camino. Era un poco más alto que él.

-¡Salga de ahí inmediatamente o va directo al solitario! -me gritó.

No me moví, la situación se me estaba yendo de las manos, pero no tenia salida alguna.

Quiso pasar nuevamente, ya sacando su macana y pensando nuevamente en Saga y en Seiya, tome aire y le di un golpe en la cara con todas mis fuerzas.
La cara de asombro no evito que pidiera ayuda y que en menos de diez segundos tuviera a varios policías llevándome.

Me puse a gritar de pura impotencia, mientras me arrastraban los oficiales hasta el solitario. Mire por última vez el cobertizo donde Aioria concretaba la salida. Tan cerca, tan lejos.

* * *

Después de lo que mis hombres le habían hecho al contacto de Afrodita, me resistía a encontrarme con él.
Me avergonzaba mirarlo a los ojos.
Probablemente también estaba el hecho de que sabía que el rubio no se iba a quedar de brazos cruzados.
Pero no podía dejar que él diera el primer paso. Yo me había propuesto acabar con este tema y así lo haría. Tenía que deshacerme de Piscis antes de que toda nuestra huida se arruinara por su culpa.
Tomé un pedazo de tijera que hacía de navaja y la oculté por el puño de mi camiseta, como si fuera un mago.

-¿A dónde quiere que pongamos a Afrodita, Jefe?-me preguntó uno de mis chicos.

-Elijan ustedes-respondí. No me sentía con mucho ánimo de planear todo con detalles.
Esto no sería más que un trámite. De esos encargos que debía hacer para ascender en la familia.

Cuando mis hombres me dijeron que lo tenían, tomé aire y caminé tranquilamente hasta uno de los galpones, donde una vez le había cortado los dedos a Aioria. Intenté tragar para sacarme ese sabor amargo de la boca, aunque no funcionó.

-Déjennos solos.-Ordené con voz fría.

***

Estaba atado y golpeado por sus matones.
Me esperaba algo así, pero no pensé que fuera tan pronto.
Escupí la sangre que tenía en mi boca y alcé la vista para encontrarme los insondables ojos de Death Mask.

-¿Porqué tenías que matar al niño?-le pregunté con odio, aun pensando en mi sobrinito de cuatro años.- ¡Esto es una cosa de hombres Cáncer!

-Fue un accidente- se disculpó y yo lo miré confuso. No quería que se arrastrara.
¿Se suponía que iba a matarme no? Al menos esperaba que fuera frío y despiadado para que pudiera desahogarme con él antes.

-Sos un mal tipo Afrodita-me dijo un poco más compuesto-

Bah, como si el fuera el Papa, estúpido italiano.

-Y vas a arruinar todos nuestros planes.-siguió él muy seriamente- No puedo permitírtelo.

Sacó un cuchillo de la manga y tragué saliva. Iba ser difícil zafar de esta.

Me lo puso en la garganta y me miró fijamente.

-No quiero matarte- me confesó.-Pero no puedo confiar en vos.
¿Así que no quería hacerlo? Vaya vaya.

-No voy a hacer nada, lo juro.-supliqué.

-Sos demasiado traicionero-

-Me retiro, en serio Giovanni.-

La mano del italiano tembló y yo no podía creer mi suerte. ¿Cuántas veces le pasa eso a un mafioso? Debía jugar bien mis cartas si quería seguir respirando, aun no lo tenía del todo convencido.

-Me retiro, no voy a decir nada. Además, ¿Para qué querría salir? Acá tengo todo lo que quiero. Acá me siguen y soy respetado. Por favor, créeme...

-No suelo dar oportunidades, y aún--

Lo callé de un beso. Estaba muy cerca y era el momento indicado. Después de todo, quizá no tendría otro.
Lo prolongué todo lo que pude. Había ansiado sus labios desde que lo había visto por primera vez.
Me recorrió un escalofrío de adrenalina. Justo lo que necesitaba.
Death Mask se atontó luego de separarnos. Obviamente no se esperaba lo que acababa de pasar.

-Por favor, lo juro...-volví a suplicar.

Sin poder hablar aún me cortó los amarres. Parecía aliviado de no tener que mandarme al otro mundo. Dió unos pasos lentos hacia la puerta. Era mi momento.
Revolví mi pelo y encontré lo que había guardado allí. Los matones de Giovanni no me habían revisado por completo.

-Por cierto Gino, acerca del beso...-le dije suavemente y él se dió vuelta para mirarme.

En un movimiento certero la gilette abrió un enorme tajo en su cuello que empezó a disparar sangre en todas las direcciones. El italiano, se cayó para atrás como un muerto y se quedó tirado. Sus ojos abiertos como platos aun me miraba cuando pasé junto a su lado.

-...esperaba otra cosa.- terminé la frase y salí a paso tranquilo mientras mi compañero se desangraba en el piso.


* * *

Tal como había calculado al abrir el paso del agua esta tarde, el compartimento estaba completamente inundado, ya que había colocado el traje dentro de la bolsa por la única rejilla de dasagote que había allí.

Me desnudé rápidamente y dejé mi ropa a un costado. La necesitaba seca.

Me metí en la piletita que había creado y el agua helada me entumeció por un momento. Cuando mi cuerpo se acostumbró, o todo lo que podía acostumbrarse a esa heladera, nadé hasta la cuerda que estaba atada a la especie de tapón que era ahora mi saco.
Agarré el otro extremo y nadé hasta la superficie. Había otra rejilla que daba al piso superior. Cedió con un poco de fuerza y pronto estuve en el subsuelo que había debajo de la enfermería. Era una especie de almacén.

Allí estaba la flechita que había tirado ese mismo día. Me sentía verdaderamente emocionado. Todas las piezas estaban encajando a la perfección. Até la soga a la rejilla para que una vez desagotado el lugar poder trepar por allí.

La suave voz de Shaka en el piso superior llamó mi atención y miré por el agujero que yo había provocado en la cañería tirando ácido todos esos días. El doctor rubio se lavaba las manos y yo podía ver su preciosa cara desde abajo. Lo observé embelesado hasta que salió de mi rango de visión y volví a la realidad.

Los chicos debían haber logrado romper por fin la cañería del cobertizo de los guardias y estarían esperando que yo saliera por ahí. Pensé en mi hermano.
Tiré de la cuerda y saqué el tapón. Aproveché el desagote del agua para bajar ayudado por la cuerda, que ahora quedaba colgando de las rejas de arriba, señalando el camino.

Me vestí con incomodidad porque aun tenía el cuerpo chorreando.

Recorrí lo mas rápido que pude el camino que me separaba de Aioros. Me lo sabía de memoria. Llegué exhausto pero feliz al hueco que efectivamente habían logrado mis compañeros.
Mu y Milo me ayudaron a subir y vi a un serio Dohko esperando arriba.

-¡Nos vamos esta noche!-dije efusivamente. Pero los otros me miraron hacia el piso evitando mis ojos. Algo andaba muy mal.

-¿Dónde esta mi hermano?-pregunté al fin notando su ausencia, asustado por el comportamiento de los demás.

El viejo Dragón fue el único que me miró.

-Tenemos un gran problema Aioria.

* * *
Notas finales: El producto estrella de la fast-food griega es el gyros (γa3;ρος). Es un grueso pan de pita relleno de virutas de carne de cerdo, patatas fritas, cebolla, pimentón y ‘tzatziki’, la famosa salsa de yogur. Existen también variedades de carne de pollo (‘kotópulo’) y cordero (‘dóner’), esta última muy poco habitual.

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