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BAJO LA PIEL por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:

¡HOLA! Se acerca el final de la historia. 

 

TODOS.

Alex abrió los ojos y se encontró, complacido, una cara familiar frente a él.

Habían dormido los tres en aquella estrecha cama suya.

Nick rodeándolo con el brazo, Romano pegado a la pared y él en medio, sintiéndose protegido. Con las grandes espaldas de los muchachos apenas cabían.

Le gustaba estar en aquel pequeño hueco entre los dos, se sentía a salvo... inmensamente seguro.

Los dos chicos estaban despiertos cuando les miró. El ambiente entre ellos era de la más fría cortesía, la suficiente para dejar su odio mutuo y hacer lo necesario por el bien de Alex. Pero Nick le detestaba, y en su mirada se notaba todo su rencor.

—Romano —susurró para saludarle y le abrazó.

Nick tragó saliva y sintió algo extraño al pensar que ese chico confiaba tanto en Romano, que le envenenaba poco a poco, como en él. Con un cansado suspiro, se mordería finalmente la lengua para tragarse su opinión, Romano era amigo de Alex. Y en aquel horrible momento necesitaba rodearse de cualquier cosa que hiciese sentir bien al muchacho herido.

—Chico, chico —intentaba apartarle—me ahogas.

Y al ver la tímida sonrisa de Alex una parte de su ser le estaba agradecida a Romano por venir a ver como estaba el muchacho de vez en cuando y por haberle salvado a

pesar del riesgo de acabar entre rejas.

Según le había contado Romano.

Su tío Mikel había intervenido por él, y sus múltiples abogados habían sentenciado que si ese tipo no ponía una denuncia nada podía pasarle.

Y por lo visto se habían encargado de asustar bien a Tom, porque no quiso denunciar nada.

Alex se sentía mal. Tan culpable, tan basura humana. Había vuelto a hacer daño a alguien.

Y lo peor era que estaba mintiendo a Nick. El obsesivo pensamiento de que podía perder la cabeza de nuevo y hacerle daño no le otorgaba tregua. Solo era un loco descontrolado... y por su culpa Romano había tenido problemas.

Romano se marchó tras asegurarle y re-asegurarle que nadie iba a meter su culo en la cárcel porque era demasiado hetero como para sobrevivir un solo día en las duchas de ese sitio. Alex esbozó otra sonrisita que tranquilizó bastante las preocupaciones de Nick.

El moreno pensó que se estaba empezando a recuperar.

—¿Cómo estás? —le preguntó cuando se quedaron solos.

Alex las estaba contando. Desde la mañana ya llevaba 10 veces que Nick le preguntaba como se encontraba.

—Estoy bien.

—No me mientas —le regañó Nick muy serio. Alex apartó la mirada, ¿Para qué preguntaba si sabía la respuesta?

—No miento —eso SÍ era una mentira.

—Claro que no —ironizó Nick perdiendo la paciencia—Después de lo que ese te hizo...

—¡No me hizo nada!,¡Nada! —exclamó él— No pasó nada.

Nick tiró de él arrastrándole hasta el baño. Le planto frente al espejo. Alex se quedó de piedra.

Había evitado mirar su reflejo, intentando convencerse a sí mismo que lo que había pasado no era real. Pero lo era, y no aceptarlo solo hundiría su salud mental.

Había pasado y su aspecto era la prueba.

********************************************************************

—¿Tú de verdad eres bisexual? — preguntó el chico por quien Ryan se había cambiado de dormitorio, Se llamaba Francisco. Pero todos le llamaban Fran. Era bajito, delgado como un folio de papel de perfil y tenía granos... el cabello oscuro y los ojos negros tras unas gafas de monturas metálicas.

—Lo que tiene uno que aguantar —suspiró Dante —Sí, joder. Si me vuelves a preguntar algo así te aseguro que no te salva ni dios.

—Eso es blasfemar —le dijo el chico abriendo los ojos sorprendido. Dante apartó el libro.

—Sí, me cago en dios, soy un pecador de mierda, ¿Contento?

—¿Cómo lo hacen dos tíos? —preguntó de pronto Fran, como pensativo— ¿Cómo se encaja eso ahí, si no cabe?

—No tengo porqué aguantar esta mierda —le dijo y se marchó.

Se cruzó con Nick al pasar por el pasillo. El chico moreno tenía mala cara pero no se paró a preguntarle qué le pasaba.

*********************************************************************

Alex observó fijamente su reflejo en el espejo.

Nick se había ido porque le creía dormido, pero no lo estaba. No, para nada.

Se había acercado poco a poco, paso a paso hasta el espejo para observarse perplejo.

Así que todo eso se lo había hecho Tom...

Sus ojos visitaron uno a uno los signos de paliza que lucía, viajando por su cuerpo.

El moratón que lucía en el costado era el que tenía peor pinta, pero la sangre de su ojo hinchado era lo que más le dolía.

La enorme contusión que tenía en el pecho  no le dolía demasiado, solo si se movía o si respiraba, o si pensaba en esa zona.

Recordó que cuando Romano le había alejado de allí, mientras se llevaban a Tom en ambulancia, le había dicho que debía limpiarse la sangre y cambiarse de ropa.

Alex estaba en tal estado de shock que ni siquiera supo negarse. Y cuando Romano le desnudó para cambiarle de ropa el muchacho se enfadó muchísimo estampando un golpe contra algo que hizo mucho ruido, y que Alex no supo ver.

Ahora comprendía esa rabia que le había invadido cuando vio su trasero.

Alex tenía cada nalga llena de sangrantes arañazos y en una de ellas marcas de dientes. Aquel asqueroso hombre le había mordido y Alex ni siquiera recordaba cuando había pasado.

Y lo peor, no era su estado.

Lo peor era pensar que él había dejado peor al hombre.

—Él está bien —susurró intentando olvidar aquel muñeco sangrante a sus pies. Y mirándose al espejo muy despacito se enfadó de nuevo consigo mismo.

Le había intentado violar. Le había pegado...y él...

Casi lo mata.

Perdió la cabeza, se le fue la mente y solo quedó rabia. Se sentía culpable y asustado. Cuando cerraba los ojos lo único que recordaba era la vibración de la barra de hierro cuando traspasó el hueso de su cráneo y lo hundió.

¿Y si le volvía a pasar? ¿Y si se enfadaba y le hacía algo a alguien inocente?

Se puso a llorar. La ansiedad le zumbaba en los oídos y le oprimía el pecho, con su respiración acelerada le dolían sus heridas.

La rabia que le invadía al mirar sus moratones le hicieron tirar al espejo lo primero que encontró. Le tiró un cenicero de cristal que había en el suelo a su reflejo herido.

El espejo se desquebrajó con el impacto y algunos trozos cayeron al suelo.

Estaba demasiado loco para no ser un peligro...

Le dolía todo... y era su culpa.

Todos le repetían que no se lo merecía. Pero Alex sentía que sí.

Porque se escapó para drogarse. Porque no podía evitar hacer lo que fuera por una dosis.

Por su culpa Nick había perdido la carrera que tanto le importaba, había decepcionado a su familia. Por él estaba sufriendo con sus ojos enmarcados en ojeras.

No había hecho otra cosa que fallarle al chico...

Recogió del suelo uno de los cristales. Y se sentó observándolo. El cristal estaba afilado por una punta, se pinchó y la sangre salió rauda de su dedo.

Por su mente pasaron fugaces ideas del fin, acabar con todo. Buscar tranquilidad. Sujetó la punta del cristal contra su muñeca y apretó lo suficiente como para cortarse solo un poquito.

Un hilillo de sangre resbaló lentamente por su piel y goteó espesa hasta el suelo.

Y entonces Nick apareció en su mente de nuevo, tan claro y nítido como una fotografía. Y a golpes exilió esos pensamientos bien lejos.

Nick.

No podía hacerle eso. Desaparecer... No ahora que le tenía. No podía decepcionarle más veces.

Se dio cuenta de que estaba temblando, llorando desconsolado.

Respiró hondo intentando mantener el control de sus nervios.

Él era fuerte.

Lo era. Alex se dijo a sí mismo que sus malos pensamientos eran pasajeros, que la depresión le confundía haciéndole pensar que era débil y que lo único que le haría soportar la vida era morir. Pero no era cierto, solo era un espejismo momentáneo. Su mente le engañaba.

Sollozaba convenciéndose de que la vida no era tan dura como su falta de serotonina y dopamina le mostraba.

Y aunque lo fuese, aunque le pasasen cosas malas...

Él era resistente, siempre lo había sido, adaptándose a todo. Llevando bajo sus hombros la pesada carga de sus pensamientos, que seguían diciéndole que era mejor hundir ese cristal para no luchar. Que era débil, inútil, que nada iba a cambiar.

Pero se equivocaba. Porque cambiaría.

Y se recuperaría... porque no quedaba otra.

Las heridas sanarían y él pegaría con pegamento, poquito a poquito, su cuerpo roto.

Se reconstruiría a sí mismo...para volver a mirar a Nick a la cara por las mañanas.

Dejaría de hacer tonterías que pusieran en peligro su vida, dejaría de envenenarse.

Limpiaría su cuerpo y su mente para ser una persona feliz.

Pero necesitaba ayuda por que no podía hacerlo solo. La carga que le atormentaba era demasiado pesada para poder quitársela él solo, que al fin y al cabo, solo era un chico de dieciséis años asustado.

Fugaces ideas de muerte la asustaban constantemente, parpadeos en los que su opinión cambiaba radicalmente.

Buscó el móvil a tientas. Marcó un número con mano temblorosa.

No quería volver, no quería alejarse de Nick, de la libertad, de poder salir a la calle cuando quisiese...

Pero sabía que eso era lo que debía hacer.

—Clínica mental Drakefill, dígame —le dijo una voz de chica joven, educada y modulada.

—Necesito ayuda —le dijo Alex tembloroso.

—¿Perdone?

—Tengo que volver... —le explicó.

—Oh, por supuesto. Por favor, ¿Puede darme sus datos?

Alex le dijo su nombre y ella comprendió de quien se trataba. Oyó como aquella recepcionista llamaba a otra mujer que le dijo que irían a buscarle en unos minutos.

Alex colgó.

Pero seguía muy nervioso, se miró la sangre en su muñeca. Nunca se había sentido tan valiente como en aquel momento, en el que admitía que necesitaba auxilio y la pedía desesperadamente. Marcó el número de Nick.

—¿Alex?¿Qué pasa? —dijo apenas al primer toques, se había dado prisa en contestar.

—Nick, te quiero. Y lo siento mucho, ¿vale?, Tengo que salvarme— dijo Alex apunto de llorar, estaba sacrificando su libertad, por vivir. Estaba renunciando a todo, a las drogas, a estar junto a Nick porque realmente quería remontar el vuelo y salir de ese pozo de mierda que era su vida.

—¿Alex, qué pasa? ¿De qué te salvas? —le dijo muy preocupado. Alex se sintió mal por darle aquellos sustos tan de seguido.

—De mí mismo. Necesito que me ayuden, yo solo no puedo — Y Alex le dijo que lo único que tenía que hacer era tenerle entretenido, hablarle, hasta que llegasen a buscarle. Odiaba mentirle y engañarle, los remordimientos de lo que le había hecho a Tom le estaban apuñalando la conciencia. Debía contarlo, decírselo todo y así poder pasar página— Tengo que contarte algo, a Tom no le dejó así Romano...

************************************************************************

Habían pasado ya dos semanas desde la última vez que habló con su hermano. Pero saber que se había ido camino al aeropuerto ese mismo día le hacía sentirle totalmente lejos.

Dante miró el reloj. Veinte minutos sin Ryan, y el segundero seguía pasando...

—¿Qué coño haces aquí tan triste? —le dijo Max sentándose a su lado. Todos los alumnos estaban recogiendo sus cosas para marcharse a casa, y hacían mucho jaleo despidiéndose de sus amigos en el pasillo. El centro cerraba sus puertas. Sin embargo, David y él lo tenían ya todo preparado.

—Ryan se ha ido —le dijo Dante mirando al suelo. Max frunció el ceño— Se ha ido a París con él. Ni siquiera se ha despedido de mí...

—¿Y estás así por eso?

Dante le miró, tenía los ojos brillantes por las lágrimas contenidas.

—No —le dijo como si le costase un mundo— Estoy así porque se va pensando que soy el peor ser humano en el jodido planeta. Me odia. Y si se marcha odiándome... volverá odiándome más. Le conozco. Se alejará de mí cuanto pueda y le perderé para siempre.

—¿Te das cuenta? —le dijo Max. Dante le miró con cara de no entender— Tú no estás así por perder a tu amante, estás así por perder a tu hermano.

Dante asintió. Estaba perdiendo a Ryan... a su Ryan. Max se puso en pie.

—Yo quiero que sea feliz, lo he entendido, tarde, pero ahora sé que Ryan tiene razón —le dijo a media voz— Yo no soy lo que él necesita, lo que quiere yo no puedo dárselo... y prefiero verle feliz aunque sea desde lejos. Porque verle feliz me hace feliz. Por eso estoy dejando que se vaya... pero no puedo dejar que se vaya enfadado. No quiero que me odie.

—¿Y se puede saber a qué cojones estás esperando?

—¿Qué?

—Estoy seguro que tu hermano se merece una carrera... —le dijo. Dante se puso en pie también. Tenía que despedirse de él. No podía dejar que se fuese así...

—Vamos al aeropuerto, ya.

*********************************************************************

David entró en ese lugar con el estómago encogido.

Olía a fregasuelos perfumado para enmascarar el intenso olor a desinfectante.

Se acercó a la recepcionista lentamente, la sala de espera estaba suavemente iluminada por la luz natural filtrada por unas enormes cristaleras biseladas y por muchas plantas de interior que colocasen en el mostrador esas cristaleras siempre serían en incómodo recordatorio de que se encontraban en una clínica.

La muchacha le miró con amabilidad esperando a que hablase él primero.

—Hola... —saludó algo nervioso— Vengo a visitar a María Vega.

—¿Eres un familiar, cielo?

—Es mi madre —Ella le miró con esos ojitos de lástima que odiaba. La señorita llamó a alguien por teléfono y le dijo que esperase en la sala de espera.

Se sentó en uno de esos incómodos sofás que tenían repartidos junto a la máquina de café. En un intento, supuso, de dar apariencia hogareña.

—¿Chiconuevo? ¡Vaya! —le preguntó una vocecilla conocida. Se giró extrañado. Era Alex.

A pesar del asombro inicial, pudo notar que estaba vestido con un chándal gris y no tenía muy buen aspecto. Tenía unas marcadas ojeras de color oscuro y las manos le temblaban, al notar su mirada las metió en los bolsillos de su pantalón para ocultarlas. Parecía terriblemente nervioso.

Le extrañó verle allí.

Nick les había dicho que se había ido de la residencia porque iba a pasar una temporada viviendo en Londres con su madre.

Entendió que era una mentira para ocultar lo que estaba pasando.

El chico parecía bastante recuperado de sus heridas, aunque todavía tenía algunas marcas violáceas en el rostro.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó extrañado. Alex se acercó y le enseñó las manos temblorosas.

—Estoy aquí para ser una persona —le dijo. Parecía muy inquieto— ¡Vaya!¿Y tú?, ¿Es que Max ya te volvió loco?

—Vengo a ver a mi madre...

—¿Cómo se llama?

—María.

Alex le sonrió cálidamente.

—Sí. María... ¡Vaya! La mujer de los extraterrestres roba pensamientos, ¿No?,El otro día me cambió un flan por uno de mis relojes.

David intentó sonreírle pero no tuvo fuerzas.

—¿Y tú cómo estas? —le preguntó juzgando su precario estado.

—Bien —dijo, y sonrió. Un doctor se acercó para escuchar la conversación. El doctor miró con ojos de regaño al chico. La sonrisa desapareció y de pronto Alex pareció increíblemente triste— No. No es verdad. Estoy mal...mírame, David, ¿No doy pena?

Le enseñó sus manos de nuevo y David las tomó suavemente. Por lo visto ya sí dejaba que le tocasen.

Las heridas que tenía en sus labios se habían cerrado y ahora solo quedaba de ellas alguna que otra cicatriz o moratón.

—No das pena...

—Pero ya he pasado lo peor, y me encuentro mejor —le dijo con una sonrisita, se miró las manos— No me gusta esto... pero es necesario... Es bueno para mí.

David asintió sin saber muy bien qué era lo que estaba pasando allí.

El doctor tosió para que recordasen que seguía allí.

—¿Os conocíais?

—Es David —le dijo Alex al Doctor Ruiz—te hable de él... una vez.

—Más de una vez —le corrigió el doctor. David frunció el ceño. ¿Solían hablar de él?—¿Podrías llevarle tú con su madre? Estoy muy ocupado.

—Claro —asintió Alex y el doctor se fue sin decir nada más.

David siguió al chico por un pasillo. El suelo estaba tan encerado que lo reflejaba todo. Posaba su mirada en esos reflejos para evitar mirar a los enfermos a la cara.

—Eh...—empezó a decirle Alex intentando parecer casual— ¿Has visto a Nick...?

—Sí. Claro, ¿tú no? —le inquirió sorprendido. Alex negó nerviosamente.

—Me llama casi cada diez minutos pero solo vino a verme los primeros días.... Luego dejó de venir.

—Quizá, es que...—empezó David, se veía en confusa la obligación de decirle algo al chico para ayudarle, pero poco sabía él— Yo... Es la primera vez que vengo a ver a mi madre desde que la ingresaron, ¿Sabes? porque... supongo, que me duele demasiado verla así, encerrada...Y creo que a él le pasa igual.

—Puede. Sí, supongo que es eso. Es solo que... Bueno, que le hecho de menos... —dijo mirando al suelo angustiado— No es fácil estar aquí solo...

********************************************************************

Un taxi volaba hacia el aeropuerto.

—¿No puede darse más prisa? —le dijo Max con toda la educación de la que fue capaz, debía arreglar el mal humor del conductor por la prisa de Dante.

—No vamos a llegar... —repetía el pelirrojo por enésima vez con el tono más pesimista que supo poner.

—Cállate —le dijo Max —Ten fe, hombre. Y usted acelere, por favor.

El conductor le miró sin dejar de prestar atención a la carretera.

—El semáforo esta en rojo —le dijo. Max reconoció el mismo acento de los gemelos en la voz del hombre.

—Sálteselo —dijeron Dante y Max a la vez.

—La policía...

Dante suspiró y rebuscó en su bolsillo. Sacó todo el dinero que tenía en la cartera y lo dejó sobre el salpicadero.

—Haga todo lo posible, por favor. Con eso bastará para cualquier multa y sobrara para irse de viaje con su familia, pero por dios, acelere.

—Obrigado —le dijo, Dándole las gracias es su idioma.

—Deixa de dar-me as obrigado e calca o acelerador —le repuso él.

*********************************************************************

Alex le dijo a David que debía esperar un ratito hasta que su madre se quedase a solas en la habitación, porque unas enfermeras le estaban haciendo una terapia.

David asintió. Se estaba poniendo nervioso y triste a la vez.

Así que buscó alguna distracción.

Alex estaba muy ocupado mirando un horario que estaba en la pared colgado. Se acercó. El folio anunciaba diferentes actividades para que los enfermos se pudiesen entretener y la hora de las sesiones de terapias en grupo.

—Mira —le dijo el rubio señalando una de las actividades— Defensa personal... podría aprender a defenderme solito, quizás así no tendría miedo y no se me iría la cabeza... así no tendría que reventarle la cabeza a nadie.

David no dijo nada, porque no entendía nada.

En una esquina un chico empezó a gritar, unos enfermeros se acercaron y se lo llevaron. Alex seguía a lo suyo, acostumbrado a aquel extraño ambiente.

—Este lugar da miedo —susurró David. Alex le miró con sus ojazos azules.

—¡Vaya! Sí —dijo. Estaba preso de un desagradable nerviosismo,y no paraba quieto— pero no es tan malo... aquí puedes hacer lo que quieras. No te riñen por nada.

—¿Cómo qué?

Alex sonrió. Y se bajó los pantalones y los calzoncillos.

David se quedó muy sorprendido e intentó no mirar demasiado.

"Desde luego, dios ha sido generoso con él" Pensó sin poderlo evitar, sintiéndose fatal porque sentía que estaba traicionando a Nick pensando en los atributos de su novio.

David se mantuvo firme intentando fijar su mirada en la cara del chico que le decía vocalizando mucho que esperase

El chico se quedó muy quieto, como una estatua. Una enfermera se acercó y le subió ambas prendas a la vez, antes de marcharse sin decirle nada.

—¿Ves? —le dijo él— aquí no suelen reñirte por hacer lo que te apetezca. Están muy ocupados en otras cosas, y los locos no acostumbran a juzgar a los otros.

David asintió.

Pero se dio cuenta de que uno de esos locos sí juzgaba, un hombre apoyado en una columna estaba mirándoles descaradamente.

Alex siguió su mirada y cuando vio al hombre se giró bruscamente con las mejillas encendidas. Se llevó las manos a los pantalones para asegurarse de que volvían a estar en su sitio.

Después se giró lentamente y le saludó con la mano. El hombre también le saludó con un movimiento de cabeza y una sexy media sonrisa.

—¿Quién es? —le preguntó David extrañado por la reacción de Alex. Ese tipo debía rondar los treinta años. Tenía aspecto de llevar siete días sin dormir, pero era alto y fuerte y tenía el pelo negro despeinado. David se lo imaginó sobre una moto robada a toda velocidad por la autopista porque a pesar de llevar aquel chándal áspero sus gestos seguían irradiando un halo peligroso. Era innegablemente atractivo a pesar de tener el mismo aspecto lamentable que tenía Alex.

—No sé su nombre —le dijo Alex, mirando de nuevo el cartel de la pared y buscando algo— Todos le llaman B2.

David sonrió por lo extraño del mote.

—Es muy simpático —le dijo Alex con una sonrisita— Y es muy guapo, ¿Verdad? Creo que antes era modelo o algo así, pero tuvo que dejarlo. Está enganchado a las anfetaminas...

Eso último lo dijo con tono de que eso le gustaba mucho, como si pensase que era sexy.

—Pues... —le dijo pero no supo como acabar la frase.

—Viene a mi grupo de terapia —le dijo Alex buscando todavía algo en el folio —tiene la misma enfermedad que yo. Y le gustan los hombres. Creo que es al único que le pasa eso aquí.

Alex sabía que era homosexual porque se lo había dicho muy claramente una vez que habían coincidido en el jardín. Le había dicho que él le gustaba.

Y por raro que pareciese  Alex sintió algo parecido a cuando se lo decía Nick, pero con menos fuerza. Había que reconocer que ese hombre era muy guapo...

O también podía ser que ese día Alex iba hasta arriba de metadona, y creaba lazos afectivos con cualquiera.

—¿Y tú?

—A mí me gusta Nick —le dijo distraídamente. Sonrió cuando encontró lo que buscaba entre tantas letras— Aquí está. A las tres...

Alex odiaba tener que ir a la terapia en grupo antidroga después de comer, porque no le gustaba tener que darse prisa en terminar su postre.

Las horas de terapia eran tediosamente aburridas, y no ayudaban mucho. No en ese momento que se moría por unos gramos, tener que hablar de ella durante tanto tiempo no era agradable.

Pero era necesario...

**********************************************************************

Corrieron por el aeropuerto hasta el panel donde las salidas y entradas de aviones estaban marcadas. Necesitaban saber la terminal.

—¡Mira! —le dijo Max señalando con el dedo— París, ese es el vuelo de tu hermano, porque sale a la hora que te dijo...terminal quince.

—¿Eso donde coño está?—le preguntó Dante alarmado.

Max le hizo una señal, él si sabía donde estaba, y los dos salieron corriendo a través de la gente y sus maletas. Dante estaba maldiciendo con todas sus fuerzas al que hizo ese aeropuerto tan jodidamente enorme.

Lo peor fue cuando intentaron entrar como los otros pasajeros a la "sala donde estaban las terminales" pero el agente de tierra se lo impidió. Primero por ir corriendo, segundo porque era muy sospechoso que no llevasen equipaje y tercero porque no tenían billetes.

Intentaron explicárselo pero el hombre negó.

—Chicos no podéis pasar —les dijo el hombre. Dante parecía desesperado.

—¿No lo entiende? Tengo que entrar, no voy a hacer nada, no me colaré en un avión ni nada... ¡Solo quiero verle a él!

Max decidió intervenir. Le pasó al señor el brazo por los hombros pero los retiró al momento advertido por la mirada del hombre.

—Señor... —le dijo con tono de pura manipulación, miró el nombre del hombre en su placa de identificación— Señor Edwen... Mira a ese chico. Es un cabrón y un bastardo, pero resulta que se arrepiente, y a ese avión va a subirse la única persona a la que ama... y necesita decírselo, despedirse...

El hombre miró a Dante de arriba abajo.

—¿Y qué me importa eso a mí? —le dijo— Todo eso esta muy bien, chico. Pero mi trabajo está en juego.

Max suspiró y decidió hablar el idioma universal. Sacó todo el dinero que llevaba en la cartera.

—Dudo que en un mes cobres más que esto —le dijo dejando en su mano unos cuantos billetes de quinientos— nadie tiene porqué saberlo... solo va a entrar y a salir...

—De acuerdo —aceptó él contando el dinero— pero tienes diez minutos, y tendré que avisar a los de seguridad, para guardarme las espaldas... así que si llegas o no es cosa tuya y de lo rápido que corras.

—Sí, sí ,sí —le dijo Dante.

—Corre —le dio Max y Dante obedeció. Una vez allí dentro lo que hizo es correr tanto como sus piernas le dejaron.

—¡Eh, tú! —le llamó un guardia de seguridad. Pero no le hizo caso y corrió más. Casi chocó con una señora y su maleta, por suerte también consiguió saltar antes de pisar a su perrito.

Podía escuchar como corrían tras él. Los de seguridad intentaban alcanzarle, pero él era más joven y tenía más energía, corría más rápido y podía aguantar más tiempo haciéndolo.

Así que pronto los dejó atrás y los despistó.

Se pegó al cristal cuando pudo ver la puerta de embarque. Ryan. Estaba allí haciendo cola. Y una vez dentro seguro que ya no podía entrar.

—¡Ryan! —gritó, pero el cristal estaba insonorizado. Así que salió corriendo de nuevo.

*********************************************************************

David miró a su madre, que miraba por la ventana como si él no estuviese allí. Aquella abrumadora sensación de soledad le oprimía el pecho según avanzaba por esa habitación impersonal.

—Mamá —le llamó. Pero ella no hizo nada.

Se sentía mal, muy mal. Y de repente quiso tener allí a Max para que le dijese que todo estaba bien, que no estaba solo. No quería estar solo. Se acercó a la puerta.

Alex estaba sentado en el suelo, jugando con las luces que entraban por la ventana, haciendo figuras con la sombra de sus manos inquietas por el mono.

—Alex —le llamó, el chico le miró al instante— ¿Puedes entrar conmigo?

—Claro —le dijo él, sabía que no debía ser fácil ver a una madre así.

Alex se adelantó y le acarició el hombro suavemente.

—Hola, María. ¿Has visto a tu hijo? —le preguntó. El chico le hablaba con un cariño tan grande que David se sintió infinitamente agradecido.

Alex le miró y sus ojos le dijeron claramente "mientras yo esté aquí cuidaré de tu madre".

Quizás fue por eso que ella reaccionó a su voz.

—¿Mi hijo?

Ver a su madre tan confusa, despeinada con aquel chándal descuidado, le partió el alma en dos.

—Sí —le dijo Alex, advirtiendo los sentimientos del muchacho. Sujetó los hombros de la mujer para guiarla hasta que quedase frente al chico— David.

—David —susurró ella y enfocó la mirada en su hijo. Abrió mucho los ojos atónita por lo que veía— ¡David!

—¿Mamá? —dijo le llamó David acercándose también. Pero ella le ignoró.

—¿Dónde está David? —preguntó ella con la mirada algo perdida de nuevo.

—Estoy aquí —susurró él intentando no romper a llorar. El dolor que sentía en el pecho le estaba ahogando.

—Es él —le dijo Alex viendo como David se entristecía por segundos. Había que tener paciencia con los locos.

—¿Él?

—Sí —le dijo David. Ella se acercó y le tomó la cara entre las manos para observarle bien. David le acarició las manos arrugadas por los años. Y sus lágrimas rodaron por sus mejillas.

—¿A que tu hijo está guapo? —le dijo Alex con una sonrisita. Ella también sonrió débilmente.

Clavó su mirada en la de David y fugazmente su hijo pudo reconocer la mirada de la profesora universitaria que le había criado.

—Hijo mío, te pareces tanto a tu padre.

*********************************************************************

Ryan miró a Greg de reojo. Al japonés le daban miedo los aviones. Le había contado que le daba miedo que el avión se cayese del cielo. En ese momento se estaba comiendo las uñas de la ansiedad.

Casi les tocaba entrar en la puerta de embarque. Entonces pasó.

—¡Ryan! —gritó una voz que conocía a la perfección.

Se giró y le vio. Corriendo hacia él. ¿Qué hacía allí? ¿Cómo había conseguido entrar?

—Ya nos toca, Ryan —le dijo Greg demasiado serio.

Dante se quedó donde estaba, esperando que dijese algo.

—Ve entrando tú —le dijo Ryan a su novio— yo voy ahora.

Greg refunfuñó algo pero al final se marchó. Todos los pasajeros de la cola fueron entrando.

Él se acercó a su hermano.

—Dante...

—No, espera —le dijo cortándole. Ryan se cayó— Vengo a decirte una cosa. Solo quiero decirte que tienes razón. Que te deseo suerte... y que yo... yo solo vengo a decirte adiós.

Ryan frunció el ceño. Dante nunca hablaba así, tan sinceramente, tan decaído y a la vez con tanto cariño.

—A partir de ahora solo seré tu hermano —continuó Dante como si decir eso le costase un mundo— Aunque no te lo creas, sin ti, nada será igual... pero tú te mereces más, mucho más que yo, alguien que te lo de TODO. Y yo no soy esa persona, porque soy demasiado inmaduro, y un completo gilipollas. Porque cuando vea un culo bonito me olvidaré de tus lágrimas...

Ryan tragó saliva. Dante estaba casi llorando, pero sonreía.

—Pero también te digo —siguió con su discurso—, que si él no te hace feliz, que si quieres volver, ya sea con él o con otro, ahora o dentro de años; conmigo siempre tendrás un sitio.

—Dante...- consiguió decir a pesar del nudo en su garganta.

—Espera, no he terminado —le dijo— Puede que ahora pienses que he cambiado, que puedes estar conmigo. Pero no. Y no quiero hacerte llorar de nuevo nunca más. Porque te quiero demasiado...quiero que seas feliz, y yo sé que no puedo hacerlo. Pero quiero que me prometas algo. Que no me odiarás, que no dejaremos de vernos... que estarás ahí en los momentos importantes, como hermanos, como nosotros...

—Te lo prometo.

—Ahora no me digas nada más y vete con tu chico —le dijo Dante. Ryan se acercó y le abrazó.

—Te quiero —le susurró en el oído.

—Y yo. Adiós —le dijo Dante.

Dante le vio marcharse. Y supo que durante una temporada ya no le vería más.  Pero se sintió bien al pensar que eso era lo que quería.

Los guardas de seguridad llegaron cuando él ya salía. Y le agarraron de los brazos, le esposaron las manos a la espalda y se lo llevaron.

Max le esperaba fuera. Los guardas le empujaban para que siguiese caminando.

—¿Cómo ha ido? —le preguntó Max al verle llegar. Dante sonreía lleno de felicidad y a la vez con ojos tristes.

—¡Lo he conseguido! —le dijo— ¡Me he podido despedir como dios manda!

Max sonrió.

Le gustaba haber podido ayudar.

—Genial. Ahora vamos a sobornar a esa gente para que no te metan en el calabozo.

**********************************************************************

—Me alegro de haberte visto —le dijo David cerca de la puerta, cuando ya se marchaba. Alex se apartó el pelo de la cara. Sus manos temblorosas eran torpes— Y me alegro de que te estés desenganchando.

—¡Vaya! Vale —le dijo el chico con una sonrisita— Yo también me alegro de verte. Eres el único que ha venido a visitarme desde hace más de una semana, bueno no has venido a visitarme, pero has hablado conmigo. Aunque... no te ofendas, pero no quería verte a ti.

David tragó saliva por esa aplastante sinceridad del chico, que a veces incomodaba bastante.

—Nick te quiere —le dijo suavemente.

—Lo sé... —le dijo Alex— y si le ves pronto, dile que yo también le quiero.

—Lo haré.

—Y....  —añadió Alex acercándose indeciso— Dale esto de mi parte.

Alex se colgó de su cuello y juntó sus labios. No es que David hubiese besado a mucha gente, en realidad podía contar con los dedos de una mano esas personas. Pero ese niño era otra cosa.

Su beso era como una canción nostálgica y la piel se le puso de gallina abrumado por los sentimientos, que sin ser para él, le transmitía el chico con aquel simple beso.

Cuando cesó el roce de su lengua con la suya y Alex se separó de él. Suspiró para que no notase lo nervioso que se había puesto.

—¿P-por qué...porque has hecho eso? —balbuceó David. Alex se colocó bien la camisa.

—Porque Nick estuvo muy colado de ti durante mucho tiempo —le dijo. David abrió los ojos sorprendido. Eso no lo sabía. ¿Nick por él? ¿Cuándo? ¿Pero qué decía?— Y si le besas estando yo aquí encerrado... y te rechaza, sabré que rechazará lo que sea, y que me sigue queriendo.

—¿Soy un experimento?

—Eses mi canario en la mina, David —le dijo. David frunció el ceño— Si algo va ma tú me avisarás, ¿vale? Me muero aquí encerrado sin saber nada, y si te corresponde... dímelo. Por dios, dímelo.

—De acuerdo —asintió porque le sobrecogió la desesperación de su voz.

—Adiós, chiconuevo —le dijo y se marchó por el pasillo. El móvil de Alex sonó.

David le oyó decir:

—¡Nick! Hola...—saludó con la voz más ilusionada del mundo— ¿Vendrás a verme hoy? Oh... —dijo y David pudo notar perfectamente la decepción en su voz, pero se apresuró a sonar feliz de nuevo— ¡Vaya! Ah... sí, ya veo. Bueno da igual... es que hace tanto que... bueno, no importa. Pronto te veré, ¿Verdad?, ¿Sí?, Vale.

David intentó dejar de escuchar porque no era de buena educación espiar, pero tenía que esperar al taxi y Alex estaba muy cerca como para no escucharle.

—Te hecho de menos. Esta noche he soñado contigo...¿Sí? ¿Tú también?¡Vaya! ¿Y qué soñaste?

David oyó como reía.

********************************************************************

En ese mismo instante, en la otra punta de la ciudad, Nick se tumbó en la cama sin despegar el móvil de su oreja.

Nick no se iba a Londres. En lugar de tomar un avión, se fue al hotel de la familia. Se quedaba en la ciudad aunque su familia hubiese puesto el grito en el cielo.

Quería estar junto a Alex, el problema estaba en que no tenía fuerzas para ir a visitarle a la clínica.

Sabía que Alex quería verle, pero pensaba que en esos momentos necesitaba a alguien fuerte en quien apoyarse.

Nick debía ser su muro de carga, pero no podía mantenerse fuerte allí...

Lo último que quería es que el chico le viese decaído y darle una preocupación al muchacho.

Cuando había ido a visitarle se le había roto el corazón cuando pasado el tiempo que le permitían hacerle compañía se había tenido que ir.

Alejarse de él y dejarle allí solo dolía demasiado.

La voz de Alex suspiró a través de la línea. Ahora se le veía mucho más contento, aunque nervioso. Antes, al principio, El chico estaba destrozado, no paraba de llorar y cuando la abstinencia hizo mella apenas podía hablar.

Pero ya estaba mejor. El mono se estaba pasando, poco a poco, ya no tenía síntomas físicos, aunque los síntomas psicológicos no se iban tan fácilmente. La ansiedad del chico se podía palpar.

Y el tema de Tom... Nick había sospechado desde el principio que la versión que contaba Romano no era cierta. Había sido Alex. Lo sabía incluso antes de que se lo contase.

Sabía lo peligroso de sus ataques de rabia, y que luego se sentía culpable de sus actos, se lo avisó el doctor.

Alex le había contado todo lo que pasó ese día. Le contó que estaba demasiado drogado como para orientarse bien, que él le acorraló en un pasillo y que le empezó a desvestir y a pegar.

Nick sabía que no estaba bien, pero no culpaba a Alex de darle una paliza a ese tipo, si intentas violar a alguien te mereces eso y más. Solo era defensa propia.

Pero también estuvo un poco enfadado por el hecho de haberse escapado, de haberle engañado, de haberse drogado hasta ese punto. Se sintió muy aliviado cuando el chico dijo que iba a volver a la clínica.

Alex llevaba allí dos semanas y había estado en terapias, había hablado con muchos doctores y lo estaba superando, por lo que le dijeron lo único que necesitaba el chico era tiempo para sanar... Y su perdón.

Alex estaba muy triste en aquellos días, no paraba de pedirle perdón y de decirle que siempre estaba decepcionándolo y que no era bueno para él.

Era cierto que todo parecía ser difícil con ese chico. Pero eso ya lo sabía Nick cuando decidió salir con el chico loco.

A Nick realmente le daba igual si el camino con él estaba lleno de piedras y clavos, si se perdían, si había tormenta y todo se llenaba de barro... daba igual si a su lado había caminos perfectos.

A él le gustaba el puto destino de ese camino.

Por eso siempre le llamaba, la factura de ese mes iba a ser monumental. Tenía que saber cómo estaba, saber lo que pensaba, lo que le pasaba. Estar en contacto, no sentirse culpable por dejarle solo allí.

—Buf, las noches se hacen largas —le dijo Alex— Anoche no tanto, porque a Jimmy le dio una crisis. Se puso a gritar y casi nadie pudo dormir. Pero igualmente se te hecha de menos.

—Yo también te hecho de menos.

—¿Qué estas haciendo ahora mismo? —le preguntó.

—Nada.

—Mírate al espejo —le dijo la voz de Alex con ese tono que tanto le ponía. Nick se miró un segundo al espejo. Tumbado en la cama del hotel, con el pelo mojado porque se acababa de duchar y con su pijama más feo recién puesto- Dime qué ves.

—Me veo a mí.

—Eso ya lo se, estaría bueno que te mirases al espejo y no te vieses a ti —reía. Su risa era como agua en un desierto— Pero dime.

—Tengo el pelo mojado —le dijo sin saber muy bien qué decir. Decidió echarle imaginación—y estoy... en pelotas.

—¡Vaya! —exclamó Alex muy contento— ¡Fantástico! ¿Y por qué lo estás?

—Porque me acabo de duchar...

—Ah...

—¿Qué pasa? —preguntó Nick notando su tono distante.

—Estaba pensando en la de cosas que podríamos hacer si estuviese libre —le dijo, Nick se mordió el labio— ya sabes... nos lo pasamos bien. Hace más de tres semanas que no follo, con lo de nuestro intento de rehabilitación y lo de Tom.... y ahora esto. No sé si tengo más mono de las drogas o de ti.

Nick suspiró, cuando Alex decía esas cosas, su temperatura subía... junto con otra cosa.

—¿Y qué cosas haríamos? —le preguntó intentando parecer casual e inocente. Pero Alex no estaba para nada en plan inocente.

—Para empezar te comería la polla —le dijo a lo bruto, pero con su tono despistado— Me gusta los ruidos que haces, y me gusta que me toques el pelo cuando lo hago ¡Yo quiero estar fuera!  —le dijo como un niño enfurruñado— Quiero follar. Como en los viejos tiempos, durante horas, arriba, abajo, a veces lento... a veces fuerte...

Nick estuvo a punto de salir corriendo hacia allí para poder cumplir los deseos de su novio.

—Pues ya sabes —le dijo sobreponiéndose— Pórtate bien, haz caso a los doctores, déjalo y pronto de darán el alta. Y ese día tiraremos la casa abajo...

Alex sonrió cuando Nick le dijo eso. Se había refugiado en el jardín para hablar con más intimidad con él.

Aunque no estaba solo. No a muchos metros B2 le miraba atento a todo lo que decía, sonriendo por sus palabras.

—Lo haremos como cuatro, cinco... o ocho veces ¿Verdad? —le dijo Alex a Nick mirando a B2 a los ojos, y el hombre le sonrió con aquella sonrisa apuesta, dibujándose en sus labios la promesa del peligro.

 

Notas finales:

Si has llegado hasta aquí leyendo tengo que decir que te quiero locamente. 


En siguiente cap----> MAX/ DAVID


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